Kitabı oku: «Contendiendo por nuestro todo»
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org ISBN 978-1-629463-11-7
Originally published Contending for Our All Copyright © 2006 by Desiring God Foundation
Published by Crossway a publishing ministry of Good.News Publishers Wheaton, Illinois 60187, U.S.A. This edition published by arrangement with Crossway. All ríghts reserved.
© 2021 by Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Victor Velasco; edición de texto, diseño de la portada y las páginas por Francisco Adolfo Hernández Aceves. Todos los Derechos Reservados.
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©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.
Para:
R. C. Sproul
Contendiente fiel por la suprema grandeza
de la santidad de Dios
Contenido
Prefacio
Agradecimientos
Introducción
1. Contendiendo por Cristo contra mundum (contra el mundo)
2. Manteniendo la comunión con Dios en las cosas por las que contendemos
3. Contendiendo por los hechos en aras de la fe
Conclusión
Nuestra oración en tiempos de controversia
Otros títulos de esta serie
La manera en la que fuimos educados y toda la atmósfera del mundo en el que vivimos garantizan que nuestra principal tentación sea la de ceder a los vientos de doctrina, no la de ignorarlos. No es muy probable que seamos conservadores; en realidad, somos muy propensos a ser esclavos de las modas. Si uno tiene que decidir entre leer libros nuevos o leer libros antiguos, es preferible elegir los antiguos: no porque sean necesariamente mejores, sino porque contienen precisamente aquellas verdades que más se descuidan en nuestra época. Los estándares del cristianismo permanente deben estar claros en nuestras mentes, y a partir de esos estándares debemos poner a prueba todo pensamiento contemporáneo. De hecho, sin importar cuál sea el costo, no debemos movernos con los tiempos. Pues servimos a Aquel que dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»
(Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 21:33).
C. S. Lewis , “Christian Aapologetics” [Apologética cristiana], en: Essay Collection and Oother Short Pieces [colección de ensayos y otras piezas cortas] (Londres: Harper Collins , 2000), p. 149
l título de esta serie de libros, «Los cisnes no guardan silencio», proviene de una historia sobre San Agustín. Cuando dejó sus funciones como obispo de Hipona, en el norte de África, en el año 326 d. C., su humilde sucesor, Heraclio, se levantó para hablar y dijo: «El grillo chirria, el cisne guarda silencio».1 Por lo tanto, al titular esta serie con la frase «Los cisnes no guardan silencio» me refiero a que las grandes voces como la de Agustín han sido escuchadas a lo largo de la historia de la iglesia, y nosotros haríamos bien en escucharlas.
Le agradezco profundamente a Dios que los cisnes no hayan guardado silencio, y que la lista de inspiradores héroes de la fe de Hebreos 11 no terminó en el Nuevo Testamento. Dios ha obrado a través de la vida de innumerables santos, de los cuales deberíamos decir: aunque murieron, «aún hablan» (cf. Hebreos 11:4).
Algunos cisnes están vivos y todavía cantan en nuestra época. Pero no son muchos. Y sólo el tiempo dirá si su canto sobrevivirá a lo largo de los siglos. Sin embargo, el tiempo ya le ha dado un veredicto a cientos de cisnes del pasado. Ellos han muerto, y sus obras han pasado la prueba del tiempo. Por lo tanto, escuchar sus cantos es algo especialmente valioso para nosotros. Puedes escucharlos cuando estudias lo que ellos escribieron, o cuando lees buenas biografías acerca de ellos. Probablemente, es más sabio usar nuestro tiempo de esa manera, en lugar de usarlo para estar actualizados con las noticias recientes que serán olvidadas en quince días, y las ideas modernas que en diez años demostrarán ser carentes de poder.
No conozco a nadie que haya defendido a los autores y a los libros antiguos mejor que C. S. Lewis (1898–1963). Cuando estaba a punto de cumplir sesenta años, confesó con humildad y sabiduría: «He vivido casi sesenta años conmigo mismo y con mi propio siglo, y no estoy tan enamorado de mi persona ni de mi siglo como para no tener el deseo de mirar hacia un mundo que va más allá de ellos».2 Cuando hablaba de un «mundo que va más allá de ellos» no se refería a un mundo futuro o de fantasía. Se refería al mundo del pasado.
Él puso en práctica lo que predicaba al escribir una introducción a la obra de Atanasio, La encarnación del Verbo, escrita probablemente en el año 318 d. C. Arriesgándome a que te sientas tentado a dejar a un lado este libro y comiences a leer sólo libros antiguos, compartiré lo que Lewis dijo acerca de la lectura de libros antiguos como el clásico de Atanasio.
Se ha difundido la extraña idea de que, sin importar el tema, los libros antiguos sólo deberían ser leídos por los profesionales, y que el lector amateur debería contentarse con los libros modernos (…) [Los estudiantes no buscan los libros de Platón, sino los libros acerca de Platón] —leen todo lo referente a los «tecnicismos» y la influencia de Platón en una sola lectura de doce páginas que resume lo que Platón realmente dijo (…) Pero si tan solo supieran que ese gran hombre, en virtud de su grandeza, es mucho más inteligible que su comentarista moderno…
Ahora bien, a mí me parece que ese es un mundo al revés. Naturalmente, debido a que yo mismo soy escritor, no deseo que el lector ordinario nunca lea libros modernos. Pero si ese lector tuviera que elegir sólo entre los libros antiguos o los modernos, mi recomendación sería que leyera los antiguos. Y le daría este consejo precisamente porque es un lector amateur y, por lo tanto, tiene menor discernimiento que un experto y tiene menos protección en contra de los peligros de leer exclusivamente libros contemporáneos. Un libro nuevo todavía se encuentra en una etapa de juicio, y el lector amateur no está en condiciones para juzgarlo. Ese libro tiene que ser puesto a prueba por el gran corpus de pensamiento cristiano de todos los tiempos, y todas sus implicaciones ocultas (a menudo insospechadas por el autor mismo) tienen que salir a la luz…
Después de leer un libro moderno, una buena regla que podemos aplicar es la de no leer otro libro moderno sin antes leer uno antiguo. Si esa regla es demasiado estricta para ti, al menos deberías intentar leer un libro antiguo por cada tres modernos…
Por lo tanto, todos nosotros necesitamos los libros que corregirán los errores característicos de nuestra época actual. Y con eso me refiero a los libros antiguos (…) Podemos estar seguros de que la ceguera característica del siglo XX (la ceguera acerca de la cual la posteridad preguntará: «¿Cómo pudieron haber pensado de esa manera?») se encuentra en el lugar que menos sospechamos, en donde podemos trazar una línea delgada de común acuerdo entre Hitler y el presidente Roosevelt o entre H. G. Wells y Karl Barth. Ninguno de nosotros puede escapar completamente de esa ceguera(…) El único paliativo es permitir que la limpia briza marina de los siglos pasados sople en nuestras mentes, y la única manera de hacer eso es leyendo libros antiguos.3
En este libro, te invito a sentir la «limpia briza marina» soplando desde el siglo IV, el siglo XVII, y principios del siglo XX. Tal vez todo esto te anime a leer lo que escribieron Atanasio, John Owen, y J. Gresham Machen. Sus vidas no sólo son como brizas del pasado que son refrescantes y agradables, sino que también es necesario verlas como vidas ejemplares de hombres contendientes por la pureza y el valor incalculable de la verdad bíblica. En la Introducción trataré de explicar por qué digo todo eso. Por ahora sólo quiero agradecerle una vez más a Dios, porque estos cisnes no han guardado silencio y porque estuvieron dispuestos a sufrir con tal de salvaguardar el evangelio para nosotros. En ese sentido, ellos habrían dicho junto con Atanasio: «Estamos contendiendo por nuestro todo».4
stoy rodeado de mentes y de manos que hacen que mi propia mente y mis manos sean fructíferas. No puedo agradecerle adecuadamente a Dios por permitir que las cuerdas me cayeran en lugares deleitosos. Ser pastor de la Bethlehem Baptist Church es como estar plantado en una tierra rica, con riego diario y suficiente sol, y con la adición de nutrientes siempre frescos. Bendigo el día en el que Dios me llamó al ministerio de la Palabra y me estableció como anciano de esa iglesia.
Justin Taylor ha sido un editor siempre competente y dispuesto, así como un asistente de investigación que regularmente va más allá de lo requerido. Le agradezco a Dios por su compañerismo a lo largo de los últimos seis años. Carol Steinbach, con la ayuda de Greg Sweet, Catherine Tong, y Molly Piper, extiende su camaradería en esta causa hasta una tercera década, y una vez más, contribuye con el útil Índice de las Escrituras, y con las palabras de ánimo que me da cada semana, mientras desempeña sus labores en Desiring God.
Mi esposa Noël ha leído mis libros más veces que nadie en el mundo. Mientras escribo esto, ella está sentada en nuestra sala de estar con el manuscrito de este libro extendido sobre su regazo con un bolígrafo rojo en la mano y un montón de notas adhesivas de color rosa que asoman por los bordes de las páginas que ya ha revisado. Ella tiene muy buen ojo para la ortografía, las fechas, la gramática, el estilo y la lógica. Nada se le escapa. Sus preguntas inquisitivas no consiguen que yo me sienta mejor. Pero sí hacen que el libro sea mejor. Todo eso es parte de la inusual unión que hay entre ella y yo, por lo cual estoy profundamente agradecido con Dios.
Los siguientes capítulos inicialmente tenían la forma de una serie de mensajes para la Bethlehem Conference for Pastors. No existirían los libros de los Cisnes si no fuera por esas conferencias. Así que, también me siento en deuda con todos los hermanos que han asistido a las conferencias a adorar y aprender. Estas conferencias no se llevarían a cabo de la manera en la que estamos acostumbrados sin los extraordinarios dones y la gracia de Scott Anderson, el director de conferencias del ministerio Desiring God.
He dedicado este libro a R. C. Sproul, fundador de Ministerios Ligonier. El Dr. Sproul es uno de los más claros y convincentes defensores de la plenitud de la fe bíblica con todos sus magníficos matices. Me alegro por la centralidad y la supremacía de Dios que, durante las últimas tres décadas, ha mantenido tan implacable y fielmente delante de la Iglesia.
Por último, le agradezco a Jesucristo, Quien me amó y se entregó a Sí mismo por mí. Él es el mismo ayer, hoy, y siempre. Espero que, a través de este libro, Atanasio, Owen y Machen nos enseñen a contender correctamente por Su causa hasta que Él venga.
Los hombres nos dicen que nuestra predicación debería ser positiva y no negativa, que podemos predicar la verdad sin atacar el error. Pero si seguimos ese consejo deberíamos cerrar nuestra Biblia y desechar sus enseñanzas. El Nuevo Testamento es un libro polémico casi desde el principio hasta el fin.
Hace algunos años estuve en una organización de profesores de la Biblia en universidades y en otras instituciones educativas de América. Uno de los más eminentes profesores de teología del país ofreció un discurso. En su mensaje admitió que hay controversias lamentables con respecto a la doctrina en las Epístolas de Pablo; pero dijo que la esencia real de las enseñanzas de Pablo se encuentra en el himno al amor cristiano del capítulo trece de 1 Corintios; y que hoy en día podemos evitar la controversia, si tan sólo enfocamos nuestra mayor atención en ese himno inspirador.
En respuesta, estoy obligado a decir que ese ejemplo no fue escogido correctamente. Ese himno al amor cristiano se encuentra en medio de un pasaje muy polémico; nunca hubiera sido escrito si Pablo se hubiera opuesto a entrar en controversia con los errores que había en la iglesia. Su alma estaba inquieta dentro de él a causa del mal uso de los dones espirituales, por esa razón fue capaz de escribir ese glorioso himno. Y así ha ocurrido siempre en la Iglesia. Se puede decir que casi todas las grandes declaraciones cristianas nacen en la controversia. Sólo cuando los hombres se han sentido obligados a tomar una postura en contra del error es cuando se han elevado hasta los puntos más altos en la celebración de la verdad.
J. Gresham Machen, “Christian Scholarship and the Defense of the Faith” [La erudición cristiana y la defensa de la fe], en: J. Gresham Machen: Selected Shorter Writings [Una selección de escritos cortos], ed. D. G. Hart (Phillipsburg , nj: P&R, 2004), p. 148–149
Controversia, cobardía, y orgullo
lgunas controversias son cruciales para el bien de la verdad que da vida. Huir de la controversia es un síntoma de cobardía. Pero disfrutar la controversia, por lo general, es un síntoma de orgullo. Algunas tareas necesarias son tristes, e incluso la victoria no está exenta de lágrimas, a menos que haya orgullo. Disfrutar la controversia es un síntoma de orgullo porque los que tienen humildad aman la unidad basada en la verdad más que la victoria basada en la verdad. La humildad ama todo aquello que exalta a Cristo, más que la confrontación que defiende a Cristo —incluso más que la vindicación que defiende a Cristo. La humildad se deleita en adorar a Cristo en espíritu y en verdad. Si la humildad tiene que contender por una verdad que preservará la adoración, lo hará; pero no porque la contienda sea algo placentero. Ni siquiera es porque la victoria sea placentera. Sino porque amar y proclamar a Cristo por lo que realmente es y por lo que realmente hizo sí es algo placentero.
De hecho, conocer y amar la verdad de Cristo no sólo es placentero ahora, sino que es el único camino hacia la vida y el gozo eternos. Esa es la razón por la que Atanasio (298–373), John Owen (1616–1683), y J. Gresham Machen (1881–1937) se tomaron con tanta seriedad las controversias de sus tiempos. Eso no era lo que les gustaba; sino lo que el amor les demandaba (el amor por Cristo, por Su Iglesia, y por Su mundo).
La controversia es menos crucial, pero es necesaria
Hay tareas que son más cruciales y urgentes que la controversia con respecto a la verdad y el significado del evangelio. Por ejemplo, es más crucial y urgente creer en el evangelio, proclamarlo a los pueblos no alcanzados, y orar por el poder necesario para predicar el evangelio. Pero alguno podría argumentar que eso es igual a decir que enviar aviones con comida para las personas hambrientas es más crucial y urgente que la ciencia de la aeronáutica. Es verdad. Pero la comida no llegaría en aviones a las personas necesitadas si no hubiera ingenieros aeronáuticos. Es como decir que una inyección de penicilina para los niños que mueren de fiebre es más crucial y urgente que las investigaciones de biología y química. Es verdad. Pero no existiría la penicilina sin esas investigaciones.
En todas las épocas han existido personas que tratan de minimizar la importancia de la controversia que defiende la verdad, diciendo que la oración, la adoración, la evangelización, las misiones y la dependencia del Espíritu Santo son más importantes. Todos hemos escuchado objeciones a la controversia, tales como: «Dejemos de discutir sobre el evangelio y salgamos a compartirlo con un mundo que perece»; «Orar es más poderoso que debatir»; «Debemos depender del Espíritu Santo y no de nuestro razonamiento»; «Dios quiere que lo adoremos, no que discutamos acerca de Él».
Me encanta toda la pasión por la fe, la oración, el evangelismo, y la adoración que hay detrás de ese tipo de afirmaciones. Sin embargo, cuando se utilizan para menospreciar la controversia que define y defiende el evangelio, entonces se convierten en afirmaciones que muerden la mano que les da de comer. La oración que tiene la capacidad de exaltar a Cristo no sobrevivirá en una atmósfera en la que se devalúa la preservación, la explicación y la reivindicación de la enseñanza bíblica acerca del Dios que escucha la oración. El evangelismo y las misiones mundiales deben nutrirse con el alimento sólido de una verdad evangélica bien fundamentada, sin ambigüedades y rica, para mantener el valor y la confianza al enfrentarse a las aflicciones y a las falsas religiones. Y, si los profundos y claros contornos bíblicos de la gloria de Dios no son vistos y guardados del siempre invasivo error, la adoración corporativa será diluida con sustitutos culturales.
No es válido contrastar la dependencia del Espíritu Santo con la defensa de Su Palabra en la controversia, porque el Espíritu Santo usa medios, incluyendo la predicación y la defensa del evangelio. J. Gresham Machen lo explica de esta manera:
Por supuesto, es perfectamente cierto que los argumentos por sí solos son insuficientes para convertir a un hombre en cristiano. Puedes discutir con ese hombre desde ahora hasta el fin del mundo, puedes presentarle los argumentos más asombrosos —pero todo eso sería en vano si no se tiene algo más: el misterioso poder creativo del Espíritu Santo en el nuevo nacimiento. Sin embargo, el hecho de que los argumentos sean insuficientes no significa que sean innecesarios. A veces los argumentos son usados directamente por el Espíritu Santo para llevar a un hombre a Cristo. Pero con mayor frecuencia son usados indirectamente.5
Por eso, Atanasio, John Owen y J. Gresham Machen dedicaron sus mentes, sus corazones y sus vidas a las controversias de su tiempo, las cuales definían y defendían a Cristo. No era porque el Espíritu Santo y la oración fueran inadecuados. Era porque el Espíritu obra a través de la Palabra predicada, explicada, y defendida. Y porque la oración bíblica no sólo apunta al corazón de la persona que necesita ser persuadida, sino también al corazón del persuasor.6 El Espíritu Santo puede hacer que un argumento bíblico sea convincente en la boca del maestro y en el corazón del estudiante.
Así que, Atanasio, Owen y Machen creían que aquello por lo que estaban contendiendo era de un valor infinito. De hecho, no lo veían como algo que los distraía de la obra de amor. Más bien, lo veían como amor —amor a Cristo, a Su Iglesia, y a Su mundo.
La controversia cuando «nuestro todo» está en juego
Atanasio luchó toda su vida a favor de la deidad de Cristo, en oposición a los arrianos, los cuales decían que Cristo fue creado, y, en medio de esa lucha, dijo: «considerando que esta lucha es por nuestro todo (…) también debemos asegurarnos de que nuestro más sincero interés y nuestro objetivo sea el guardar aquello que hemos recibido».7 Cuando todo está en juego, vale la pena contender por ello. Eso es lo que hace el amor.
Machen, en su contexto americano del siglo XX, lo expresa de esta manera: «La controversia del tipo correcto es buena; porque de tal controversia, como enseñan la historia de la Iglesia y las Escrituras, se obtiene la salvación de las almas».8 Cuando uno cree que la verdad que salva almas (nuestro todo) está en juego en una controversia, salir corriendo no sólo es un acto de cobardía sino de crueldad. Estos hombres nunca salieron corriendo.
John Owen, la mente más brillante del puritanismo, participó en más controversias que Machen y Atanasio juntos, pero estaba impulsado por un amor a Cristo mucho más evidente. Eso no significa que amaba más a Cristo (sólo Dios sabe eso); sino que él articuló la batalla por la comunión con Cristo de una manera más explícita que ellos. Para Owen, prácticamente todos los enfrentamientos contra el error tenían que llevarse a cabo en aras de la contemplación de Cristo. La comunión con Cristo era su tema constante y su objetivo. Él sostenía la opinión de que tal contemplación y comunión sólo eran posibles por medio de una percepción verdadera de Cristo. La verdad acerca de Cristo era necesaria para la comunión con Cristo.
Por lo tanto, toda controversia relacionada con la defensa de esta verdad era por el bien de la adoración.
¿Qué alma que conoce estas cosas no cae con reverencia y asombro? ¡Cuán glorioso es Aquel que es el Amado de nuestras almas! (…) Cuando (…) nuestra vida, nuestra paz, nuestro gozo, nuestra herencia, nuestra eternidad, y nuestro todo se encuentran ahí, ¿acaso los pensamientos acerca de eso no deberían morar siempre en nuestros corazones, refrescando y deleitando nuestras almas en todo momento?9
Al igual que Atanasio, Owen dijo que «nuestro todo» está en juego cuando contendemos por la verdad de Cristo. Y después, llevó la batalla hacia la conexión más cercana con la bendición de la comunión con Dios. Incluso durante la batalla, no sólo después de ella, debemos tener comunión con Dios. «Cuando tengamos comunión con Dios en la doctrina que defendemos, entonces seremos guarnecidos, por la gracia de Dios, contra todos los ataques de los hombres».10 El fin de contender por Cristo es también esencial para los medios. Si no nos deleitamos en Cristo a través de la verdad que defendemos, entonces nuestra defensa no es por el bien del valor inestimable de Cristo. La adoración es el fin y los medios de la controversia que exalta a Cristo.
Una noción equivocada con respecto a la
controversia y la vitalidad de la Iglesia
Existe una idea errónea acerca de la relación entre la salud de la Iglesia y la presencia de la controversia. Por ejemplo, algunos dicen que el avivamiento espiritual, el poder, y el crecimiento no vendrán a la Iglesia de Cristo a menos que los líderes de la Iglesia dejen a un lado las diferencias doctrinales y se unan en oración. De hecho, es muy necesario que hagamos oración corporativa pidiendo por la misericordia de Dios sobre nosotros. Y también es un hecho que hay ciertas diferencias doctrinales que no deberían ser elevadas a lugares prominentes. Machen explicó su propia pasión por la doctrina a través de la siguiente advertencia: «Cuando insistimos en la base doctrinal del cristianismo, no queremos decir que todos los puntos de la doctrina sean igualmente importantes. Es perfectamente posible mantener la comunión cristiana a pesar de ciertas diferencias de opinión».11
Pero hay un error histórico y bíblico en la suposición de que la Iglesia no crecerá ni prosperará en tiempos de controversia. Machen dijo, como vimos anteriormente, que la historia de la Iglesia y las Escrituras enseñan el valor de la controversia correcta. Es importante ver esto, porque si no lo vemos, cederemos ante la enorme presión pragmática de nuestro tiempo, la cual minimiza la doctrina. Cederemos a la presión de que un ministerio impulsado por la verdad no puede ser un ministerio que ame a las personas, que salve las almas, que avive a la iglesia, que promueva la justicia, que movilice las misiones, que intensifique la adoración y que exalte a Cristo. Pero, de hecho, es la verdad (la verdad bíblica y la verdad doctrinal) la que les da fundamento y duración a todas estas cosas.
El testimonio de la historia de la Iglesia con
respecto al lugar de la controversia
Por el testimonio de la historia de la Iglesia sabemos que las temporadas de controversia a menudo han sido temporadas de crecimiento y fortaleza. Eso fue una realidad en los primeros siglos de la Iglesia. La mayoría de los cristianos de la actualidad podría sorprenderse al saber que la batalla por la deidad de Cristo no fue una batalla entre un gran ejército ortodoxo y un pequeño grupo de herejes marginales. En realidad, fue una batalla en la que, en ocasiones, la mayoría de los líderes de la iglesia no eran ortodoxos.12 Sin embargo, la Iglesia creció a pesar de la controversia y la persecución. De hecho, creo que debemos decir que el crecimiento de la verdadera iglesia en esos días ocurrió gracias a líderes como Atanasio, que tomaron una postura a favor de la verdad. Sin la controversia no tendríamos el evangelio, y, por lo tanto, no existiría la Iglesia.
La Reforma protestante
La época de la Reforma protestante fue un tiempo de gran controversia entre los protestantes y los católicos romanos, y aún entre los protestantes mismos. Sin embargo, la plenitud del evangelio fue preservada dentro de estas grandes batallas doctrinales, y la verdadera fe se extendió y se fortaleció. De hecho, la difusión y vitalidad de la fe reformada en el siglo posterior a la muerte de Juan Calvino en 1564 fue sorprendente13 y produjo algunos de los más grandes pastores y teólogos que el mundo ha conocido14, y todo ello surgió de las controversias de Wittenberg y Ginebra.
El Primer Gran Despertar
El Primer Gran Despertar en Gran Bretaña y Estados Unidos en el siglo XVIII fue una época de enorme crecimiento para la iglesia y de un profundo avivamiento de miles de individuos. Pero es bien sabido que los dos grandes predicadores itinerantes de ese movimiento tenían un entendimiento opuesto en lo referente a la obra de Dios en la salvación. George Whitefield era calvinista, y John Wesley era arminiano.
J. I. Packer explica los cinco puntos del calvinismo de esta manera:
(1) El hombre caído en su estado natural carece de todo poder para creer en el evangelio, así como carece de todo poder para creer en la ley, a pesar de todos los incentivos externos que se le pueden extender. (2) La elección de Dios es una elección libre, soberana e incondicional de pecadores, considerados como pecadores, a fin de ser redimidos por Cristo, recibir la fe, y ser llevados a la gloria. (3) La obra redentora de Cristo tuvo como fin y meta la salvación de los escogidos. (4) La obra del Espíritu Santo para llevar a los hombres a la fe nunca fracasa en su objetivo. (5) Los creyentes son mantenidos en fe y gracia por el poder invencible de Dios hasta que lleguen a la gloria. Algunas veces estos puntos son presentados en forma de un acróstico, usando la palabra «TULIP» (en inglés), como sigue: Total depravity (Depravación total), Unconditional election (Elección incondicional), Limited atonement (Expiación limitada, Irresistible grace (Gracia irresistible), Preservation of the saints (Perseverancia de los santos).
Y esta es la manera en la que Packer describe los cinco puntos del arminianismo:
(1) El hombre nunca está totalmente corrompido por el pecado, de manera que nunca alcanza un grado tal de corrupción que le impida creer de manera salvífica en el evangelio que le es presentado, ni (2) tampoco está totalmente controlado por Dios hasta un grado en el que no puede rechazar el evangelio. (3) La elección que Dios hizo de aquellos que serán salvados, fue hecha con base en Su conocimiento anticipado de los que iban a creer por su propia voluntad. (4) La muerte de Cristo no aseguró la salvación de nadie, ya que tampoco aseguró el don de fe para nadie (pues no existe tal don de fe): más bien, lo que Su muerte hizo fue abrir la posibilidad de la salvación para cualquiera que cree. (5) Depende de los creyentes mantenerse a sí mismos en el estado de gracia, por medio de mantener su fe; aquellos que fracasen en esto y se aparten, se perderán. De manera que, el arminianismo hizo que la salvación del hombre dependiera en última instancia del hombre mismo, debido a que ve a la fe salvífica completamente como una obra del hombre, es decir, como una obra realizada por él mismo, y no como una obra de Dios en él.15
La controversia se encontraba en el centro humano del Gran Despertar. El desacuerdo de Wesley con el calvinismo «estalló en un sermón de 1740 titulado “Gracia Libre” (…) Para Wesley, la insistencia calvinista de que el poder electivo de Dios era el elemento básico en la conversión del pecador era algo que estaba al borde del antinomianismo (…) Wesley no podía ser persuadido de que la Biblia enseñaba las doctrinas calvinistas».16
Whitefield respondió a la crítica de Wesley con una carta publicada desde Bethesda, Georgia, con fecha del 24 de diciembre de 1740. Él sabía que la controversia entre evangélicos sería mal vista por algunos y saboreada por otros. No obstante, se sintió obligado a participar en la controversia:
Me preocupa mucho que los adversarios que tenemos en común se deleitarán al vernos diferir el uno con el otro. Pero, ¿qué puedo decir? Los hijos de Dios están en peligro de caer en el error (…) Cuando recuerdo la manera en la que Pablo reprendió a Pedro por su disimulo, me temo que, pecaminosamente, he guardado silencio por mucho tiempo. ¡Oh, entonces, no te enojes conmigo, querido y honrado señor, si ahora libero mi alma, diciéndote lo que creo, que en esto te equivocas grandemente!17
Mark Noll dijo que la respuesta de Whitefield a Wesley «inauguró el conflicto teológico más duradero entre los evangélicos, el conflicto entre la interpretación arminiana y la calvinista con respecto a lo que las Escrituras enseñan acerca de la naturaleza, la fuerza motora, y las implicaciones de la salvación».18 Sin embargo, con la controversia en el centro, el Gran Despertar trajo una vida y un crecimiento sin precedentes a las iglesias de las colonias americanas y de Gran Bretaña. Un ejemplo de eso son los Bautistas. Ellos fueron los «principales beneficiados del Gran Despertar»19 en Estados Unidos. «En las colonias de Norteamérica había menos de cien iglesias bautistas en 1740, pero en 1776, al estallar la guerra con Gran Bretaña, había casi quinientas».20 Asimismo, las iglesias presbiterianas se incrementaron de aproximadamente ciento sesenta en 1740 a casi seiscientas en 1776.21 La realidad es que la controversia fue prominente en medio del Gran Despertar, y Dios bendijo ese movimiento con vida espiritual y crecimiento.