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LOS LIBROS DE LA BIBLIA
El canon protestante del Antiguo Testamento

El Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Los Libros históricos: Josué, Jueces, Ruth, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester.

Los Libros poéticos: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares.

Los Profetas mayores: Isaías, Jeremías (y sus Lamentaciones), Ezequiel y Daniel.

Los Profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.

El canon del Nuevo Testamento

Los Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Los Hechos de los apóstoles.

Las Cartas paulinas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón.

Las Cartas universales: Hebreos, Santiago, 1 y 2 Pedro, 1, 2 y 3 Juan y Judas.

El Apocalipsis o Revelación a Juan.

En las páginas que siguen, las referencias a los libros bíblicos están abreviadas, siguiendo la forma en que aparecen en el índice de la Nueva Versión Internacional. Por ejemplo, Gn. por Génesis, Éx. por Éxodo, Lv. por Levítico, Sal. por Salmos, Is. por Isaías, Ro. por Romanos, Ef. por Efesios, etc.

EL TEMA Y MENSAJE DE LA BIBLIA

Muchos estudiosos de la Biblia sostienen que ésta tiene un mensaje que le da unidad y que corre de Génesis a Apocalipsis. Algunos afirman que este mensaje es el pacto: el pacto que Dios hizo con Israel, y por medio de Jesús, con toda la humanidad. Otros dicen que el tema de la Biblia es la historia de la salvación: las revelaciones sucesivas y progresivas que Dios nos dio para que pudiéramos llegar al conocimiento de la verdad y ser salvos (1 Ti. 2.4).

Una variación sobre los temas del pacto y de la historia de la salvación es el de promesa y cumplimiento: la promesa de un Mesías que vendría de la familia de David (2 S. 7.12–16) y de un nuevo pacto (Jer. 31.31); y el cumplimiento de esas promesas en Jesucristo (Lc. 1.31–33), quien instauró un nuevo pacto en la Última Cena (Lc. 22.20).

En cuanto al mensaje que comunica la Biblia, el primer lugar donde debemos buscarlo es en la Biblia misma. C. H. Dodd, en su clásico libro The Apostolic Preaching (La predicación apostólica), afirma que el mensaje esencial de la Biblia se puede extraer de las predicaciones de Pedro y de otros en el libro de los Hechos, y de las cartas de Pablo. Lo que sigue es un ejemplo de la enseñanza apostólica que encontramos en el discurso de Pedro en casa de Cornelio en el libro de Hechos (10.34–43): Dios anunció al pueblo de Israel que Jesús, aquel de quien “dan testimonio todos los profetas” era “Señor de todos [lo] mataron … colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y dispuso que se apareciera, no a todo el pueblo, sino a nosotros, testigos previamente escogidos por Dios … comimos y bebimos con él después de su resurrección … El ha sido nombrado por Dios como juez de vivos y muertos … todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados”. El mensaje de la Biblia es que Jesucristo es aquel a quien Dios envió, aquel de quien profetizaron los profetas y dieron testimonio los apóstoles; el que fue enviado a morir por nuestros pecados, a perdonarnos, a juzgarnos y a salvarnos; aquel que fue enviado para reconciliarnos con Dios el Padre y también para reconciliarnos unos con otros.

LA NARRACIÓN BÍBLICA

La narración bíblica es la revelación progresiva de Dios tal como se registra en las Escrituras judías y cristianas: la historia de los pactos de Dios con Noé, Abraham, Moisés y David en el Antiguo Testamento y del pacto de Dios por medio de Jesús en el Nuevo Testamento.

Los primeros pactos de Dios

El prólogo de la historia bíblica (Gn., capítulos 1 a 11) relata cómo Dios creó los cielos y la tierra, a la vida en toda su maravillosa variedad, al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza; relata cómo estos se rebelaron contra Dios y fueron alienados de él. La “historia de la salvación” comienza con el llamado de Abraham a iniciar una comunidad (el “pueblo elegido”) para que por medio de ellos Dios bendijera a todas las naciones. Para mostrar su amor y sus propósitos con Israel, Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto (este es el “evento salvífico” del Antiguo Testamento) y entró en un pacto con el pueblo en el Monte Sinaí. Más tarde, Dios prometió que un descendiente del rey David sería el líder de un reino que no tendría fin. Israel esperaba ese Mesías, el Ungido, que vendría de la casa de David. Malaquías dijo que Elías regresaría para anunciar al Mesías (Mal. 3.1; 4.5); Isaías dijo que llevaría sobre sí los pecados del mundo (Is. 53); el salmista profetizó que el Mesías sería ridiculizado y abandonado pero luego Dios lo rescataría y vindicaría para bien del mundo entero (Sal. 22).

El pacto definitivo de Dios

El Antiguo Testamento es una historia en búsqueda de su fin, lo cual viene con el Nuevo Testamento. En “la plenitud de los tiempos” el Espíritu Santo de Dios vino sobre María, quien dio a luz a Jesús en Belén, la ciudad de David. Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, figura de Elías, quien anunció que Jesús era aquel a quien Israel había esperado por tanto tiempo. Jesús prometió la vida eterna a todos los que creyeran en él. En la Ultima Cena instauró un pacto nuevo y más inclusivo. En el año treinta (algunos dicen que fue en el año 33), Jesús fue condenado a muerte por las autoridades de Jerusalén, pero Dios lo resucitó de entre los muertos para confirmar así su misión y su mensaje. Cuando Jesús fue arrestado, sus discípulos, al ver que corrían peligro de morir ellos también, se escondieron. Pero el Jesús resucitado se les apareció, enseñándoles y ordenándoles que fueran sus testigos “hasta los confines de la tierra”. Hoy, con casi dos billones de adherentes, el cristianismo es la religión más numerosa y más universalmente extendida en el mundo.

Las verdades centrales que declara el cristianismo son que Jesús es Dios encarnado, que murió una muerte vicaria por nosotros, que fue resucitado de entre los muertos, y que todos los que creen en él no perecerán sino que tendrán vida eterna (Juan 3.16). ¿Hay alguna evidencia de que Jesús se resucitó de entre los muertos? La evidencia más segura es el testimonio de aquellos que sufrieron el martirio por su fe. Para parafrasear al fallecido Paul Little: “La gente puede estar dispuesta a morir por aquello que cree que es verdad … pero nadie moriría voluntariamente, como lo hicieron muchos de los seguidores de Jesús, por algo que estuviesen convencidos que era falso” (Know What You Believe [en cast. La razón de nuestra fe]).

LA TRANSMISIÓN Y LAS TRADUCCIONES DE LA BIBLIA

Los primeros manuscritos eran rollos, semejantes a aquel del cual leyó Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc. 4.17–20). Estaban escritos en papiro (hecho de juncos), más tarde sobre pergamino (cueros de ovejas, cabras y otros animales) y finalmente sobre papel. A comienzos del siglo II (ca. 130), los manuscritos comenzaron a ser producidos como libros, en páginas; se llamaron codex (singular) o códices (plural) y tenían páginas que podían pasarse una a una.

Como otros libros del mundo antiguo, las Biblias se escribían enteramente con mayúsculas. Las letras mayúsculas y minúsculas fueron introducidas en el siglo IX, y los intervalos dos siglos más tarde. No hubo indicación de capítulos hasta que Stephen Langton, profesor de la Universidad de París y más tarde arzobispo de Canterbury, dividió la Biblia en capítulos, en 1226. Luego, Robert Estienne, un imprentero francés radicado en Génova, dividió los capítulos en versículos en 1551. La Biblia Genovesa, publicada en 1560, fue la primera Biblia en la que el texto estaba organizado en versículos. Originalmente, las copias de la Biblia se hacían a mano, tarea que realizaban los escribas; las copias eran escasas y muy costosas (se estima que el Codex Sinaiticus requirió el cuero de 360 cabras y ovejas). En el año 1456, Johann Gutenberg, de Mainz, Alemania, inventó la imprenta y entonces la producción de Biblias ya no se hizo a mano sino con tipos movibles.

Primeras traducciones

Las primeras Biblias se escribieron en griego, pero ya en el siglo II d.C. la Biblia empezó a traducirse a otros idiomas. En el año 405, Jerónimo, el más destacado investigador y lingüista de su época, terminó su traducción de las Escrituras Hebreas y del Nuevo Testamento griego al latín, versión que llegó a conocerse como Vulgata, del latín vulgatus, palabra que significa “común” o “corriente” (idioma). La Vulgata llegó a ser la Biblia de la iglesia occidental hasta la Reforma, y fue la base de todas las traducciones católico romanas hasta 1943. La Vulgata fue la primera Biblia que se imprimió con tipos móviles (la Biblia de Gutenberg, llamada así por el inventor de la imprenta).

Traducciones al castellano

La Biblia ha sido hasta hoy, y seguirá siendo en la providencia de Dios, el libro que mayor número de traducciones ha tenido en el mundo a lo largo de los siglos.

Los informes de las Sociedades Bíblicas Unidas indican que para 1990, toda la Biblia, o parte de ella, existía en más de 1850 idiomas modernos. Y los esfuerzos están encaminados para que, en el menor tiempo posible, cada lengua en uso tenga por lo menos una porción de las Sagradas Escrituras. En lo que a la lengua castellana se refiere, ésta ha sido una de las más privilegiadas, puesto que en ella existen diversas traducciones de las Escrituras. Algunas de ellas han sido hechas por rabinos judíos, otras por eruditos protestantes, y otras por sacerdotes católicos. Existen también traducciones interconfesionales, y versiones de libros o fragmentos de la Biblia hechos por muy destacados escritores como Juan de Valdés, Andrés Bello, Juan Montalvo, Arturo Capdevila, entre muchos otros.

Se sabe que los más antiguos documentos escritos en castellano, siglo X d.C., son anotaciones colocadas al margen de unas homilías y un penitencial latino. Se trata de las glosas emiliamenses, halladas en el monasterio de San Millán de la Cogolla, comarca de la Rioja, en la provincia española de Logroño. Lo mismo ha ocurrido con las glosas silenses, halladas en Silos, al sudeste de Burgos.

Las más conocidas versiones de la Biblia en lengua castellana son: la Biblia alfonsina, versión tomada de la Vulgata, concluida en el año 1280 y realizada bajo los auspicios del rey Alfonso X, el Sabio. Es la primera versión conocida de toda la Biblia en castellano.

Biblia del Oso, llamada también, posteriormente, de Reina Valera. Casiodoro de Reina empleó doce años de incansable labor en realizar esta obra. Se trata de la primera traducción de toda la Biblia al castellano tomada de las lenguas originales: hebreo, arameo y griego. Su autor, un monje del convento de San Isidoro del Campo, cerca de Sevilla, España, convertió al protestantismo. Gracias a su calidad literaria y a las diversas revisiones de las que ha sido objeto, esta Biblia continúa distribuyéndose en gran cantidad.

La primera edición de la Biblia del Oso, o de Casiodoro de Reina, vio la luz en Basilea, Suiza, en setiembre de 1569. La primera de las diversas revisiones a las que ha sido sometida fue hecha por Cipriano de Valera, amigo y compañero de Reina, publicada en Amsterdam, Holanda, en el año 1602. Por esta razón se le conoce también como Versión Reina – Valera. Otras revisiones han sido hechas por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y por la Sociedad Bíblica Americana en los años 1708, 1806, 1832, 1850, 1858, 1861, 1865, 1874, 1883, 1886, 1890, 1905, 1909 y 1960. Son múltiples las ediciones que de esta versión han sido hechas hasta hoy; todas ellas por las Sociedades Bíblicas antes mencionadas, por las Sociedades Bíblicas Unidas y otras casas editoriales. Estas han publicado varias Biblias de estudio: Biblia anotada de Scofield (1966); Biblia de Estudio, Editorial Mundo Hispano (1977); Santa Biblia con notas, concordancia y mapas, editorial Caribe (1977). Además, editorial Vida ha publicado diversas ediciones.

La Sociedad Bíblica Internacional, ha lanzado en 1999 la Nueva Versión Internacional, traducción realizada por un equipo de expertos biblístas de habla española, y que pertenecen a un buen número de denominaciones cristianas evangélicas. La traducción ha sido hecha directamente de los escritos hebreos, arameos y griegos en sus mejores ediciones. Es una traducción que en buena medida aprovechó el trabajo de investigación y exégesis que antes efectuaron los traductores de la New International Version, traducción al inglés ampliamente conocida.

Existen otras versiones en castellano tales como: Scío de San Miguel, publicada el año 1793. Es una traducción realizada por Felipe de Scío de San Miguel, obispo de Segovia, a solicitud del rey Carlos IV de España; es la primera versión española de toda la Biblia hecha por un erudito católico. Torres Amat, traducción publicada el año 1825. La Versión Moderna, publicada por la Sociedad Bíblica Americana el año 1893. Nácar – Colunga, primera versión católica tomada directamente de las lenguas originales; hecha por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga, de la Universidad Pontificia de Salamanca, publicada en 1944.

La Biblia de Jerusalén, publicada en 1966 bajo el nombre de Edición Española de la Biblia de Jerusalén, producto del trabajo de un equipo de distinguidos lingüistas bajo la dirección del doctor José Angel Ubieta. Dios Habla Hoy, versión popular e interconfesional de la Biblia realizada por Sociedades Bíblicas Unidas. Su primera edición fue publicada el año 1979. Desde un principio circuló dos ediciones, una con el canon hebreo y otra con el canon alejandrino que contiene los libros deuterocanónicos.

Esta lista es sólo una muestra de lo mucho que en lengua castellana se ha hecho respecto a las traducciones de la Biblia.

Traducciones recientes

El siglo XX ha sido testigo de más de un centenar de nuevas traducciones. Hay por lo menos tres razones de esto. La primera es que han descubierto manuscritos más antiguos y más precisos, tales como el Codex Sinaiticus (fechado ca. 325), que es unos ochocientos años anterior al Nuevo Testamento griego de Erasmo utilizado por los traductores de la versión Rey Jaime. En segundo lugar, hubo importantes hallazgos arqueológicos, el más significativo de los cuales es el de los rollos del Qumram, en el Mar Muerto, en 1947, que es el manuscrito más importante que se haya encontrado en el siglo XX (entre unos ochocientos manuscritos), y la Biblioteca de Nag Hammadi, en el Egipto superior, en 1945, que contenía doce códices de papiro en copto, una antigua lengua egipcia, entre los cuales el más valioso es el Evangelio (apócrifo) de Tomás. Estos descubrimientos han dado a los estudiosos de la Biblia una comprensión mucho más profunda del mundo del primer siglo, en el que vivió Jesús, y también del cristianismo primitivo. En tercer lugar, está el deseo de actualizar las palabras bíblicas anticuadas, como el vosotros, y traducir el lenguaje bíblico en un estilo más inclusivo de ambos géneros en lugar de usar lenguaje masculino al referirse a las personas o a la humanidad en forma general.

REVELACIÓN, INSPIRACIÓN Y AUTORIDAD

Llamamos a la Biblia “Palabra de Dios”, lo cual es una metáfora o figura del lenguaje, ya que Dios no dictó la Biblia (como los musulmanes creen que ocurrió con el Corán). Dios se comunicó con aquellos a quienes confió la tarea de escribir por medio de visiones y de sueños (ver Nm. 12.6), por medio de experiencias de Dios y por medio de encuentros con profetas y apóstoles llamados a anunciar su Palabra.

Tres conceptos que se relacionan con la Biblia son revelación, inspiración y autoridad. Estos conceptos están relacionados entre sí, ya que la autoridad de la Biblia proviene del hecho de ser el testimonio inspirado de la revelación de Dios.

Revelación general y especial

Se dice que la religión es el esfuerzo de la humanidad por alcanzar a Dios, mientras que el cristianismo consiste en el esfuerzo de Dios de alcanzar a la humanidad. Dios “alcanza” a los hombres y mujeres por medio de su revelación, tanto general como especial. La revelación general se refiere al testimonio de los cielos y la tierra y de la vida sobre la tierra, que no puede explicarse a sí misma: es el testimonio a todo ser humano de que hay un Creador, al que llamamos Dios. La revelación especial se refiere a las revelaciones y manifestaciones específicas, tales como cuando Dios revela su nombre (ver capítulo 2), su llamado y promesas a Abraham liberando los israelitas de su esclavitud en Egipto, la entrega de los Diez Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí, las comunicaciones por medio de los profetas, la venida de Dios a la tierra en la persona de Jesús de Nazaret y el llamado a Pablo en la ruta a Damasco. La Biblia es el testimonio escrito de las revelaciones que Dios hizo a los patriarcas y a profetas de Israel y a los apóstoles y seguidores de Jesús.

La inspiración de la Biblia

La Biblia es el vehículo o el medio por el cual nos llega la “Palabra” de Dios. La selección divina de quienes habrían de escribir, y la guía para asegurar la fidelidad al escribir y transmitir su testimonio, se llama inspiración (ver 2 Timoteo 3.16). Los escritores, sin embargo, eran seres humanos; escribieron para diferentes audiencias y contaban con fuentes diferentes, tanto orales como escritas (ver Lc. 1.1–4), lo cual explica las ocasionales divergencias entre los relatos. Algunos creen que cada palabra de la Biblia es inspirada, lo cual se conoce con el nombre de inspiración verbal. Otros creen que la Biblia contiene la palabra de Dios (con respecto a la salvación), lo cual deja lugar para diferencias en el texto y cierta flexibilidad en las interpretaciones del mismo.

Los cristianos fundamentalistas creen que la Biblia no contiene error en ningún sentido (inerrancia), ni siquiera en cuestiones de historia, ciencia y geografía. Los que sostienen este punto de vista creen que admitir la posibilidad de error en la Biblia es el primer paso en la resbaladiza cuesta abajo de la incredulidad. Una perspectiva más blanda respecto a la inerrancia, llamada a veces “inerrancia limitada”, considera que la Biblia no contiene error en lo que enseña, pero que no todo lo que la Biblia contiene debe ser considerado como “enseñanza”. Los evangélicos prefieren hablar de la Biblia como infalible, es decir, la Biblia es plenamente confiable, especialmente en lo que se refiere a la revelación que Dios hace de su persona a través de Jesucristo. Los cristianos liberales tienden a considerar a la Biblia no como la Palabra inspirada y revelada por Dios sino como un conjunto de escritos relativos a la búsqueda religiosa de la humanidad.

Muchos consideran que el término “inspiración” se aplica a algo más que a los manuscritos únicamente. Por ejemplo, algunos aplican este término a la inspiración que recibieron del Espíritu Santo las personas que decidieron qué libros habrían de incluirse en el canon y cuáles no (por lo tanto, ésta es una elección hecha por Dios); a la inspiración de aquellos que hicieron y de quienes actualmente hacen la traducción a otros idiomas, a fin de asegurar la fiel transmisión de la Palabra de Dios a todas las personas en todo lugar; y a la inspiración interior del Espíritu Santo a los creyentes que “oyen la palabra, la aceptan, [son bendecidos] hasta el ciento por uno” (Mr. 4.20).

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