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COMUNIDADES JUDÍAS POLÍTICAS Y RELIGIOSAS EN EL PRIMER SIGLO

Durante el primer siglo la mayoría de los judíos vivían en Judea, al sur. Galilea, en el norte, era predominantemente gentil (“Galilea de los gentiles”, Mt. 4.15). Los saduceos eran la cúpula gobernante, los fariseos y los esenios eran los “religiosos” de Israel, a quienes estaban ligados o relacionados los escribas; y los zelotes eran los “luchadores de la libertad”. Los siguientes son comentarios sobre cada uno de estos grupos.

Los saduceos

Los saduceos eran el partido sacerdotal de Israel. Controlaban el templo y el Sanedrín, el consejo de gobierno. El nombre saduceo viene de Zadoc (en griego saddouk), que fue sacerdote durante el reinado de David y cuyos descendientes estuvieron a cargo del culto en Israel desde los tiempos de Salomón (1 R. 2.35). Los saduceos le dieron prioridad a la Torá sobre el resto de las Escrituras judías; no creían en la resurrección de los muertos. Su foco de interés eran el templo y mantenimiento del status quo. Se cree que los saduceos fueron responsables del arresto y muerte de Jesús, a quien consideraban como un peligroso revolucionario que podía provocar un alboroto, que haría caer sobre ellos la mano dura de Roma. Los saduceos estaban vinculados con el templo; luego de su destrucción en el 70, desaparecieron de escena.

Los fariseos

Los fariseos eran los “religiosos” de Israel. Se cree que el término fariseo significaba “separado” porque evitaban el contacto o se separaban de cualquier cosa que fuese impura. Los fariseos se volvieron prominentes en los años posteriores a la revuelta de los macabeos. Los fariseos del primer siglo d.C. eran de la clase media, entendidos en leyes, fundamentalistas, y escasos en número —sólo seis mil, según Josefo. En contraste con los saduceos, los fariseos eran muy admirados, especialmente por su sabiduría y piedad. Los fariseos creían en toda la Escritura, no sólo en la Torá; en una ley expandida o una “cerca alrededor de la Torá” como las reglas y normas acerca del sábado; creían en la resurrección de los muertos (ver Hch. 23.8). Fueron los fariseos quienes condujeron a la comunidad judía luego de la caída del templo y los que decidieron qué libros se aceptaron en el canon judío.

Los fariseos creían que la mejor manera de reflejar a Dios era guardar la ley. Desafiaban a Jesús cuando sentían que este no lo estaba haciendo —por ejemplo, cuando comió con pecadores, curó leprosos y quebrantó el sábado. Jesús contraatacaba diciéndoles que ponían más atención a la ley que en asuntos de “justicia, misericordia y fe” (Mt. 23.23).

Los zelotes

Los zelotes eran judíos guerreros de la resistencia que querían derrotar a los romanos (los “herederos” de Macabeo). Galilea era un foco de actividad zelote. Uno de los discípulos de Jesús se llamaba Simón el zelote, lo cual puede querer decir que era un zelote. Algunos piensan que Judas Iscariote era zelote (y luego se desilusionó de Jesús), y también Barrabás (famoso por el Viernes Santo). Fueron los zelotes los que provocaron la revuelta en contra de Roma en el año 66, que precipitó la Primera Guerra Judía.

Los esenios

Los esenios, un término que algunos piensan que significa “los piadosos”, vivían en comunidades pequeñas semi-monásticas (los “monjes del judaísmo”), como la de Qumrán en el noroeste de la costa del Mar Muerto. Se consideraban a sí mismos como el verdadero remanente de Israel. A pesar de ser pacifistas, los esenios fueron destruidos por la Décima Legión Romana en el año 68 durante la Primera Guerra Judía. Afortunadamente, pudieron antes esconder su “biblioteca” —unos ochocientos manuscritos, incluyendo copia de cada libro del Antiguo Testamento, excepto Ester— en jarras de arcilla en cuevas al oeste del Mar Muerto, que fueron encontradas accidentalmente por un joven pastor beduino en 1947. Los documentos de Qumrán son las Escrituras más antiguas que existen, algunas de las cuales datan del 250 a.C.

Los escribas

Los escribas no eran un partido político ni una comunidad religiosa; eran profesionales que podían leer y escribir. Su función principal era copiar, interpretar y enseñar las Escrituras. Se los menciona en el Nuevo Testamento con varios títulos: “escribas, “escribas de los fariseos”, “maestros” y “expertos de la ley” (de Moisés).

JESÚS DE NAZARET: EN “LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS”

Hay dos palabras griegas para tiempo. Una es chronos, que denota un tiempo lineal, de donde obtenemos la palabra “cronología”. La otra es kairos, que denota el “tiempo oportuno” o el “tiempo perfecto”. Jesús vino en el tiempo kairos, el tiempo que Dios había preparado.

• Había paz universal, prosperidad y estabilidad mundial —la Pax Romana (la Paz de Roma) que comenzó con el reinado de Augusto en el 27 a.C.

• Había una lingua franca o lenguaje común universal, el griego, que hizo posible que el evangelio fuera predicado en todo el mundo grecorromano.

• Había hambre espiritual de algo diferente a la mitología romana o la adoración al emperador. La gente quería una fe que le pudiese dar significado y esperanza a la vida.

• Había una creciente creencia general en un solo Dios, en parte como resultado de la Diáspora, la dispersión de judíos que abandonaron Palestina luego de la caída de Jerusalén en el 586 a.C. Donde fuese que se asentaban los judíos —se sabe que en el primer siglo había más de ciento cincuenta ciudades en el imperio romano que tenían sinagogas judías— daban testimonio de su fe en un Dios único, supremo y soberano.

En la “plenitud de los tiempos” —un período de cien años entre el comienzo del reinado de Augusto en el 27 a.C. y el comienzo de la Primera Guerra Judía en el 66 d.C. —la “Palabra se hizo” carne y entró en la historia de la humanidad en la persona de Jesús de Nazaret.

EL NACIMIENTO DE JESÚS

Los cuatro Evangelios tratan la vida pública de Jesús desde su bautismo por Juan el Bautista en el Río Jordán hasta su muerte y resurrección en Jerusalén. Mateo y Lucas agregan a sus Evangelios relatos del nacimiento (o natividad). Hay varias posibles razones para que lo hicieran. Primero, es razonable suponer que había interés en el origen de Jesús. Segundo, el padre legal o terrenal de Jesús, José, era de la línea de David, y era importante declararlo porque el Ungido final (el Mesías) debía ser un “Hijo de David” (2 S. 7.12–16). Tercero, era importante demostrar que el nacimiento de Jesús en Belén cumplía la profecía del lugar de nacimiento del Mesías, anunciada en Miqueas 5.2. Por último, Mateo y Lucas querían comenzar la historia de Jesús con su concepción para demostrar que fue, desde el primer instante, divino.

José y María

José y María fueron los “padres” de Jesús. José fue su padre legal y María su madre natural. Conocemos muy poco acerca de José, aparte de que sus antepasados eran de la tribu de Judá (Mt. 1.1–2; Lc. 3.33–34). Salió de escena luego de la historia de Jesús en el templo, cuando este tenía doce años (Lc. 2.41–52). Muchos estudiosos creen que José murió mientras Jesús todavía estaba en Nazaret. Tampoco se nos dice mucho de María, salvo que era joven, virgen, prima de Elisabet y que encontró el favor de Dios (Lc. 1.28). Pero debe haber sido en todos aspectos una mujer y madre extraordinario. Según la doctrina de la Iglesia Católica, María “fue conservada inmaculada de toda mancha del pecado original por una gracia especial de Dios” (applicándole a María de antemano los méritos de la muerte de Cristo). Esta doctrina de la inmaculada concepción —que se refiere a la concepción de María, no a la de Jesús— intenta explicar cómo Jesús nació de un ser humano sin teñirse o mancharse con el pecado original.

Para comprender las narraciones del nacimiento y la posible deshonra que tuvieron que enfrentar José y María, por su embarazo, necesitamos saber algo acerca de las relaciones matrimoniales en el primer siglo en Israel.

Compromiso. En tiempos antiguos, las parejas se comprometían como novios muy jóvenes porque el lapso de vida era breve. María probablemente tenía trece o catorce años cuando fue desposada por José (mucho más joven que la María madura y maternal que estamos acostumbrados a ver en el arte cristiano). El desposamiento o compromiso se celebraba en presencia de testigos y, en efecto, la pareja comprometida estaba casada. Si una parte moría, la otra era considerada una viuda o un viudo desde el punto de vista legal. Hasta que se casaban formalmente, sin embargo, la novia y el novio continuaban viviendo con sus respectivos padres.

Matrimonio. Luego del período de compromiso, normalmente de un año, la pareja se casaba, algunas veces con una pródiga ceremonia como el casamiento en Caná (Jn. 2.1–11). Luego del casamiento la novia dejaba a sus padres y su esposo asumía la responsabilidad de su mantenimiento.

Entre el compromiso y el casamiento, un ángel vino a José en un sueño (en el relato del Evangelio de Mateo), y a María en persona (en el Evangelio de Lucas), para anunciar que María daría a luz a un hijo concebido por el Espíritu Santo, y debían “ponerle por nombre Jesús” (Mt. 1.21; Lc. 1.31), que significa “Dios salva” (a nosotros de nuestros pecados).

Relatos del nacimiento

El relato del nacimiento según Mateo (1.18–2.18) está narrado desde la perspectiva de José. Contiene la narración de los “sabios del Oriente” quienes, guiados por la estrella de Belén, vinieron a rendir homenaje a Jesús, luego de lo cual la sagrada familia se refugió en Egipto. El relato de Lucas (1.26–38; 2.1–20) se hace desde la perspectiva de María. Contiene la información sobre el decreto de Agusto de que aquellos que vivían en provincias romanas “debían inscribirse”, por lo que José y María fueron a Belén (un viaje de cinco días) donde Jesús nació en un establo y fue visitado por pastores.

A pesar de que los dos relatos son diferentes, no es difícil armonizarlos. Tome, por ejemplo, la Anunciación (“anuncio”) de que María iba a concebir un hijo por obra del Espíritu Santo. El anuncio viene a María en el Evangelio de Lucas y a José en el Evangelio de Mateo. ¿Por qué dos revelaciones diferentes y separadas? Una explicación es que María no quería contarle a José sobre su embarazo porque no estaban casados. Cuando José se enteró hizo planes para romper el compromiso (ver Mt. 1.19), pero un ángel se le apareció en sueños y le dijo que el niño en el vientre de María había sido concebido por el Espíritu Santo.

Lo más sorprendente de las dos narraciones no son sus diferencias sino su completa armonía en todos los aspectos esenciales: las personas principales son José y María; las revelaciones las da un ángel; la concepción se lleva a cabo entre el compromiso y el matrimonio (la virginidad de María se enfatiza en ambos relatos) y ocurre por intervención del Espíritu Santo; el nombre del niño tenía que ser Jesús, el nacimiento ocurre en Belén durante los últimos años del reinado de Herodes el Grande; y la familia se instala en Nazaret. Es difícil imaginar cómo estos dos relatos de la concepción y nacimiento de Jesús, con tan importantes similitudes, pudieran haber surgido si no fuesen ciertas. Con todo, el punto central y de mayor importancia de los relatos del nacimiento no son los detalles del nacimiento de Jesús sino la Encarnación —la irrupción de Dios en la historia de la humanidad (ver más abajo).

¿De dónde vino el conocimiento del nacimiento de Jesús? Según la tradición, María, la madre de Jesús, murió en los 60. Si esto es verdad, ella hubiera tenido muchas oportunidades para contarle a Lucas, quizás cuando estuvo en Cesaría durante el encarcelamiento de Pablo (ca. 59-60), y a otros, cómo concibió y dio a luz a Jesús.

¿Cuándo nació Jesús?

Solemos pensar que Jesús nació en la hora cero entre la era antes y después de Cristo. Sin embargo, su nacimiento fue mucho anterior porque tuvo lugar durante el reinado de Herodes el Grande, que murió en el año 4 a.C., y ya antes había dado la orden de matar a todos los niños menores de dos años en Belén, cuando supo que Jesús había nacido allí. La mayoría de los investigadores cree que Jesús nació en el 6 o en 5 a.C. Si es así, vivió aproximadamente treinta y cinco años, ya que la opinión mayoritaria es que murió en el año 30. La persona responsable del error en la fecha dada al nacimiento de Cristo es un monje del siglo VI llamado Dionisio. En el año 533 actualizó el calendario para trasladar el punto central de la historia desde la fundación de Roma, en el 753 a.C. al nacimiento de Cristo. Lamentablemente, hizo un error de cálculo. Hoy, en muchos lugares del mundo se están reemplazando las expresiones a.C. y d.C. (antes y después de Cristo, respectivamente) por las de a.e.c. y d.e.c. (antes y después de la “era común”).

En cuanto a la fecha en que se celebra Navidad, muchos suponen que el nacimiento de Jesús pudo haber tenido lugar en la primavera, y no en el invierno (por el hecho de que había pastores y rebaños en los campos, y sabios viajando hacia Jerusalén). Los cristianos han estado celebrando la Navidad (o Natividad) el 25 de diciembre por lo menos desde el año 336. Los estudiosos creen que se eligió esta fecha porque coincidía aproximadamente con la celebración del solsticio de invierno —el día en que el sol “renace”— puesto que Jesús declaró que él es “la luz del mundo” (Jn. 8.12). Epifanía, palabra griega que significa “manifestación”, celebra la ocasión en que Jesús fue presentado a los sabios (o “magos”) que vinieron a Belén. La Epifanía cae doce días después de Navidad, el 6 de enero.

La encarnación de Dios

La fe cristiana descansa en dos creencias claves, una al comienzo de la historia de Jesús y la otra al final. La creencia respecto al comienzo de su historia es la Encarnación —el hecho de que Dios se encarnó en Jesús (Jn. 1.14)—, la unión entre lo humano y lo divino. La creencia referida al final de la historia de Jesús es la Resurrección, que es el hecho que confirma todo lo que Jesús dijo e hizo durante su vida, de lo cual lo más importante era su muerte redentora en la cruz.

El relato de la concepción virginal de Jesús se refiere a la encarnación de Dios en Jesús, no al nacimiento virginal de Jesús. La Encarnación distingue al cristianismo del judaísmo, del islam y de otras religiones que creen, al igual que el cristianismo, que Dios es infinito, eterno y trascendente. Sólo el cristianismo cree que Dios también llegó a encarnarse en un ser humano; a saber, en Jesús de Nazaret.

BREVE RESEÑA DEL MINISTERIO DE JESÚS

A continuación incluimos una breve cronología de los principales hechos del ministerio público de Jesús tal como se presentan en los tres primeros Evangelios.

• Juan el Bautista, el “mensajero” semejante a Elías del que había profetizado Malaquías (3.1; 4.5) anuncia que Jesús es aquel a quien Israel había esperado largamente. Jesús es bautizado en el Río Jordán, recibe el Espíritu de Dios y es llevado al desierto donde Satanás lo somete a prueba.

• Después de su bautismo y tentación, Jesús regresa a Galilea, anunciando: “Se ha cumplido el tiempo … el reino de Dios está cerca … ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!” (Mr. 1.15).

• Jesús llama a doce discípulos y comienza su ministerio, mucho del cual tiene lugar en y alrededor de Capernaúm, una aldea de pescadores y un centro comercial en la ribera noroeste del Mar de Galilea, que llegó a ser el lugar de residencia de Jesús después de que fuera rechazado en Nazaret (Lc. 4.24–30). La gente se maravilla de las enseñanzas y las sanaciones que hace Jesús, pero no consideran que él sea el ansiado Mesías.

• Surgen conflictos entre Jesús y los líderes religiosos a raíz de la vinculación que Jesús tenía con pecadores (cobradores de impuestos, leprosos, inmundos), y por el hecho de que pasaba por alto ciertos rituales judíos y no siempre observaba el sábado.

• En Cesarea de Filipo, Jesús les pregunta a los discípulos: “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” Pedro responde: “Tú eres el Mesías” (Mr. 8.29). Pero queda en evidencia que los discípulos no entienden que el mesianismo de Jesús significa sufrimiento y muerte, razón por la cual lo abandonan cuando esta llevado preso: creen que él y su misión han fracasado. Llegan a comprenderlo sólo después de la resurrección.

• Después de la confesión de Pedro, Jesús empieza a dedicar más atención a los discípulos que las multitudes, a fin de prepararlos para llevar las Buenas Nuevas “hasta los confines de la tierra” (Hch. 1.8).

• Jesús predice su sufrimiento y muerte y luego se pone en marcha hacia Jerusalén, donde es traicionado, arrestado, negado, juzgado, azotado, crucificado y enterrado —para luego resucitar de entre los muertos y así confirmar que era y es aquel que los Evangelios declaran: el Hijo primogénito de Dios.

LOS COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS: BAUTISMO, TENTACIÓN Y DISCÍPULOS

La mayor parte de lo que sabemos acerca de Jesús tuvo lugar durante su ministerio público —probablemente entre los años 27 y 30— tal como se lo relata en los Evangelios. No sabemos casi nada acerca de su vida antes de que fuera bautizado por Juan, excepto el hecho de que creció en Nazaret, una pequeña aldea (quizás tendría unos 500 habitantes en el primer siglo) en las laderas de la baja Galilea; que tenía cuatro medio hermanos —Santiago, José, Judas y Simón— y media hermanas cuyos nombres no se conocen (Mr. 6.3); y que la profesión de su padre era la carpintería. Los años que transcurren entre su nacimiento entre el 6 o el 5 a.C. y el comienzo de su ministerio público en el 27 d.C. son denominados por los académicos como los “años ocultos” de Jesús.

El bautismo de Jesús

El acontecimiento que lanzó a Jesús en su misión fue su bautismo por Juan el Bautista (o Bautizador), el último de los grandes profetas israelitas. Juan y Jesús eran familiares por vía de sus madres (Lc. 1.36). Juan tenía discípulos, y Andrés y Pedro eran discípulos de Juan antes de unirse a Jesús (Jn. 1.35). Juan fue matado al comienzo del ministerio de Jesús por decisión de Herodes Antipas (Mr. 6.14–29) en Maqueronte, al este del Mar Muerto. Juan fue sentenciado como consecuencia de haber criticado públicamente el matrimonio entre Antipas y Herodías, esposa de su medio hermano Herodes Felipe (que no se debe confundir con Felipe el Tertrarca). El matrimonio de Antipas con su cuñada violaba a la ley mosaica (Lv. 20.21).

El profeta Malaquías había profetizado que Elías, que había sido llevado al cielo en “una carroza de fuego” (2 R. 2.11), regresaría para anunciar la venida del Señor (Mal. 3.1; 4.5). Los judíos ortodoxos todavía creen esto. En los Evangelios, Juan el Bautista es presentado como la figura semejante a Elías que anuncia a Jesús como el Ungido de Dios. En el Evangelio de Mateo, Jesús dice, refiriéndose a Juan: “Es el Elías que había de venir” (Mt. 11.14; ver también Mt. 17.11–13). En el Evangelio de Lucas, Jesús se refiere a Juan como aquel de quien profetizó Malaquías (Lc. 7.27). Juan el Bautista no era “Elíasvuelto”, es decir, no era la reencarnación de Elías, como algunos de los que creen en la reencarnación afirman que la Biblia enseña (ver Jn. 1.21–23). Más bien, era aquel que había sido enviado a cumplir la misión de Elías de anunciar la venida del Mesías.

Juan bautizó a Jesús en el Río Jordán. Cuando Jesús salió del agua, “vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma. También se oyó una voz del cielo que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo’” (Mr. 1.10 y 11). Los relatos de los Evangelios sobre el bautismo de Jesús son muy sucintos (apenas dos versículos en Lucas: 3.21-22). El énfasis del Nuevo Testamento no está en el comienzo de la vida pública de Jesús —su bautismo— sino en el final, en la culminación que alcanza en su muerte y resurrección.

Algunos se han preguntado por qué fue bautizado Jesús, ya que el bautismo de Juan era un “bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados” (Mr. 1.4) y Jesús era sin pecado. Hay varias posibles respuestas. Una es que el bautismo de Jesús fue su consagración por el Espíritu Santo (Mr. 1.10), que lo ungió de poder para su ministerio mesiánico. Otra es que al recibir Jesús el bautismo para perdón de los pecados estaba dando el primer paso para identificarse y llevar sobre sí los pecados de aquellos por quienes había venido a dar su vida. Y una posible tercera razón es que el bautismo de Jesús fue la señal de la irrupción del reino de Dios, que él vino a proclamar (Mr. 1.15).

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