Kitabı oku: «Política, ideología y poder aplicados a organizaciones», sayfa 6
c) Estabilidad y dinámica
Lo relativo del poder se refiere a sus efectos reales, no abstractos ni generalizables; es el análisis en un escenario o relación recurrente, donde el poder se ejerce y se entiende. Hablar del poder en términos genéricos, por ejemplo el de los accionistas, los directivos o el sindicato, permite identificar a los actores y nos informa sobre su posición relativa como actores influyentes en ciertas decisiones en el marco de la organización. Pero no refleja las formas, las estrategias, los temas concretos que operan en el poder. Saber que un sector detenta cierto poder es un marco de referencia y un llamado de atención, no explica su alcance. No refleja las fuerzas concretas que están construyendo o inhibiendo acciones.
Las condiciones de recursos, tiempo y lugar aportan al análisis sincrónico, análisis que se focaliza en el ejercicio concreto, no como algo potencial o posible sino operando en situación. Y existe en un marco también definido, bajo la presión de la estructura y de los grupos de interés dominantes. Pero la explicación del diagrama de fuerzas requiere también un enfoque diacrónico de los procesos de poder. Una tendencia visible y que refleje el peso de las estrategias de poder en la organización, su dirección deseada en el tiempo, la mirada de futuro y sus relaciones con los proyectos de la organización. En todo caso, el concepto de “tener o disponer de poder”, como descripción o movimiento, no se refiere a lo pensado o imaginado. Es el poder efectivo que actúa en situación o moviéndose en el marco de una estrategia.
Respecto a lo relativo del poder y las condiciones en que se ejerce (por ejemplo la forma e intensidad), no son definiciones válidas para siempre. Si bien se habla del poder del sindicato o de los directivos, en el análisis de su efectividad (ejercicio) importan las variables que operan en la situación. La dinámica en la relación (su tendencia) tiene un componente estratégico más amplio en el tiempo y el espacio. El poder considerado como fuerza o condición opera sobre situaciones concretas. En un entorno incierto y cambiante, y visto a lo largo del tiempo, la dinámica incluye procesos que actualizan la relación, como la aparición de nuevas oposiciones o resistencias que ponen en crisis el vínculo de poder, lo desestabilizan.
Sostener que el poder es focalizado o explicado en situaciones concretas incluye (no ignora) que existe cierta variación en su ejercicio. Se trata de un vínculo basado en las acciones recurrentes de las partes, como la emisión y aceptación de órdenes, sugerencias o instrucciones. Esa desigualdad es un rasgo distintivo y constante. En una escuela es previsible o estructurada la relación del director con los maestros, incluida cierta diferencia y asimetría legitimada. El ejercicio del poder en lo cotidiano supone situaciones cambiantes que llevan a una respuesta adaptativa. La relación es continua, se explica en un marco organizado, pero se manifiesta en formas diversas (factibles, operantes), el poder definido y el emergente (factible).
La relación de poder tiene sus elementos objetivos, formalizados y establecidos en el momento del diseño, pero también se constituye y opera en situación, en el marco de las redes de interacción en grupo, que tienen sus condiciones pero también su dinámica. Es lo que ocurre cuando existen ajustes en los planes o cambios en el contexto. En la escuela existe una trama de poder e intereses que sustenta las distintas situaciones y relaciones de fuerzas. Una trama compuesta por la voluntad y pretensiones de supervisores pedagógicos, maestros, alumnos, funcionarios públicos del área educacional, más el sistema de reglas y códigos propios de la organización. Todo eso convive con la presencia de líderes informales que, sobre ciertos temas, son reconocidos y tomados como referencia por los docentes; el poder que opera en la complejidad.
d) Lo manifiesto y lo simbólico
En el campo de las aplicaciones, el poder presenta recursos o fuentes que son visibles o literales y otros connotados. En la práctica es la orden o mandato, pero también el manejo de factores que pesan por su fuerza y connotación representativa. Signos, señales e imágenes que aluden a la legitimidad del poder. La orden, el mandato y sus connotaciones, los ritos y ceremonias que refuerzan y explican los contenidos del poder. Destacan el tipo de relación, el grado de exposición o de ocultamiento de las intenciones. También aclaran las fuentes del mandato y generan expectativas sobre los efectos de enfrentarse a la voluntad del emisor.
El poder se ejercita acompañado por expresiones que lo distinguen como una relación de fuerzas, y en esa comunicación se incorporan elementos literales y otros relacionados con el orden de lo simbólico, del imaginario organizacional. La comunicación se refiere a una relación de fuerzas (presión, obligación) y también a las recompensas y castigos asociados. Señales que son diferentes, códigos distintos de otras formas de relación social. Se trata de un vínculo que implica la aceptación o reconocimiento, y que también supone la presencia de resistencias a vencer. El lenguaje del poder evoca imágenes de desigualdad y marca las diferencias entre las partes emisoras y receptoras. Por ejemplo, el mensaje que convoca a una huelga o la comunicación de las políticas de empresa sobre las condiciones que regulan el cambio en las remuneraciones.
Las imágenes del poder operan como marco en el cual se interpretan órdenes, consejos o instrucciones. El poder requiere o refiere una puesta en escena, donde se destacan temas relacionados con el prestigio, la capacidad de liderazgo, imagen pública, espacios de influencia, grupos de referencia, etc. Factores de orden subjetivo o motivacional para asociar el poder a capacidades apreciadas, pero no a la fuerza impuesta. De acuerdo con el contenido de la imagen y su influencia sobre las partes de la organización el poder activa las relaciones (o las inhibe), no solamente por fuerzas manifiestas sino desde la construcción de mensajes persuasivos o motivadores.
En lo personal y en el plano de la subjetividad de las relaciones, las imágenes y símbolos contribuyen a la aceptación, reconocimiento y credibilidad del emisor, y con eso ampliará las bases de legitimación del poder. El poder adopta ciertos modos e imágenes para inducir la voluntad de los receptores, y utiliza formas para instalar una imagen aceptable, no de fuerza física. También induce a formas de pensar (ideologías) para enmarcar las razones de los receptores aunque no de manera lineal, porque en la relación opera la actitud de aceptación o rechazo. El poder simbólico, revestido, motivador, también es relativo.
En el poder opera una evaluación o consideración continua de la relación de fuerzas, de sus equilibrios y sucesos que lo desestabilizan. En el plano de lo imaginario, incluye la lucha por la posesión de los símbolos del poder, que permiten reforzarlo o cuestionarlo, factores en el ámbito de las relaciones y comunicaciones que buscan acceder a los símbolos y, por lo tanto, diferencias del poder reconocido. Diferencias en cuanto a disponer de ventajas laborales, información reservada o participar en redes o reuniones estratégicas, que tienen efectos por su visibilidad pero también por su valor significativo para ponderar posiciones y atribuciones. Son factores reconocidos y apreciados por la cultura de grupos.
El tema de los escenarios, códigos y símbolos se entiende como hechos sociales y culturales. Vistos desde el poder y la política, se instala el modelo de la organización como un sistema sostenido por capacidades adicionales al manejo de los recursos productivos. Los diagramas de fuerzas e influencias junto con la estructura jerárquica. Desde el macro poder también se generan políticas y estrategias de comunicación cuya finalidad es sostener y promover las posiciones de conducción en la estructura, así como impulsar significados o explicaciones que actualicen los propósitos planeados. La realidad compleja muestra las tensiones y brechas entre el discurso oficial y la actividad instituyente o emergente de los grupos sociales que operan en la comunicación y la construcción de significados.
2. Razones, capacidades y presiones
El poder en la organización no significa el simple ejercicio de la fuerza manifiesta, no es análogo a la exigencia física, la coacción o la violencia. El concepto de fuerza sugiere una diferencia o capacidad mayor en cuanto a los individuos y a una desigualdad reconocida en una relación laboral. Es lo que se pone de manifiesto cuando el gerente de personal propone nuevos contratos o sanciones, o cuando los dirigentes gremiales se movilizan con los empleados para solicitar mejoras laborales. Se dinamiza la relación con los actores en situaciones donde el empleo es una variable o necesidad significativa. En tanto que incluye resistencias y rechazos, el poder es relativo. En el marco del análisis dialéctico de los procesos, la relación se explica como fuerzas opuestas y contradictorias.
Así planteado, el poder y la influencia no son objetos externos, no se trata de “algo” que se entienda fuera de la relación. Las desigualdades o la asimetría en las relaciones sociales se sostienen por diversidad de medios, que incluyen el control sobre recursos que otros necesiten, el saber profesional, la influencia personal, la persuasión, sugestión y seducción. No intentamos destacar las mejores o peores formas en abstracto, sino de advertir sobre las diferencias existentes en las relaciones. El análisis de la relación en el contexto nos muestra el poder en sus aspectos positivos y negativos, movilizadores e inhibidores.
El poder es una relación de fuerzas entre emisores y receptores con recursos (materiales, simbólicos) y ciertos fines e intereses diferentes. En esa relación hay una capacidad y voluntad de los emisores que prevalece, a pesar y junto con la resistencia que existe en los destinatarios. En este sentido, Max Weber definió el poder como la probabilidad de un actor de estar en posición de realizar su propia voluntad, a pesar de la resistencia que deba enfrentar. Dicho autor destaca que la probabilidad es un rasgo independiente de las bases que lo sustentan.
Existe en el poder un componente de aceptación, en el marco de una relación, al que se llega como parte de una transacción o intercambio, no necesariamente de un consenso. Como en la situación entre quien dispone de información y otro que la necesita. De disponer de libertad de elección (sin presiones), se supone que la contraparte establecería la relación en otros términos. El empleado no desea permanecer en esa empresa, pero en un contexto de desocupación no tiene alternativa, incluso aceptar órdenes que no comparte del todo. La relación con el supervisor no es completa, se da dentro de ciertos límites, de acuerdo con condiciones que ambas partes cumplen.
En su vertiente amoral del fin que justifica los medios, el poder posterga la consideración de la dignidad y los valores humanos.
Esto ocurre cuando el poder está asociado con el sometimiento de unos y la impunidad de otros, y a pesar de que la ley guarde silencio al respecto, porque los problemas del poder nada tienen que ver con la ilegalidad de la fuerza sino con la compulsión, no da alternativas. Sirve de ejemplo el caso de quienes padecen el encierro en los asilos psiquiátricos, los adherentes a sectas de fanáticos sometidos a “lavado de cerebro”, los empleados que han ignorado órdenes por reservas de conciencia o los niños que son tratados como prisioneros en escuelas donde reciben “castigos ejemplares”. En esta vertiente del poder, las organizaciones en apariencia voluntarias son en realidad lugares de cautiverio.
El poder no solo se manifiesta como algo represivo sino que es también un proceso de carácter activo o movilizador que impulsa el cambio y vence resistencias irracionales. Puede hablarse de la característica positiva del poder y de su capacidad constructiva cuando no es oculto y permite conocer los fines que orientan al emisor. Su fuerza no consiste solo en el control sobre los recursos económicos, porque la comunicación puede basarse en buenas ideas, razones, saberes o el lenguaje. Pero la relación continúa siendo asimétrica ya que las partes no están en un pie de igualdad. Una asimetría que está asociada a alguna forma de legitimidad que sustenta las indicaciones de un juez, médico, profesor o gerente en la medida en que haya un reconocimiento y los intereses personales (ocultos) no sean opuestos a la posición del destinatario.
El carácter perverso del poder es visible cuando actúa separado de los contenidos temáticos que impone, cuando se ejercita gracias a la sensación de importancia que proporciona a los actores el sentimiento de estar por encima de otros. Según John K. Galbraith: “El poder es perseguido no solo por el servicio que presta a intereses personales, a valores o creencias, sino también por sí mismo, por las recompensas emocionales y materiales inherentes a su posesión y ejercicio”. Por una cuestión de decencia básica este hecho se enmascara, se racionaliza en los discursos y no se reconoce abiertamente. No es común que se admita la sensualidad del poder. El poder es seductor también cuando el sujeto lo asimila a un desafío. Al respecto, Jean Baudrillard afirma: “El poder seduce. Pero no en el sentido vulgar de ser un deseo de las masas. No: en realidad seduce por su reversibilidad. No hay dominantes y dominados. Es una relación”.
Además de su implicancia cultural, la posesión del poder se refiere a una capacidad especial del sujeto. Es un modo de informar que su poseedor está en condiciones de usar la fuerza para imponer sus proyectos, que sus amenazas tienen fundamento y son realizables. La lógica en la lucha por los símbolos del poder se basa entonces en las gratificaciones y el placer que trae su posesión. También por el hecho de que la ostentación pública de los recursos y su cotejo con los símbolos competidores permiten al ganador obtener el respeto y las recompensas propias del poder. Ello hace innecesario el uso continuado y desgastador de los castigos o sanciones.
Se visualiza en la lucha por los símbolos del poder, en los ritos, en el escenario, en las ceremonias asociadas a su ejercicio. Los rituales son gratificantes en lo personal y confirman a quien detenta el poder frente a terceros. Nos referimos en particular al placer de disponer de los símbolos por lo que ellos significan; es decir, por el respeto o el temor que emana de ellos. Los símbolos en las relaciones de poder tienen un significado adicional para la identificación del poseedor, ya que definen la posición y prestigio de los individuos y grupos en sus respectivos estamentos sociales.
3. El poder, activador e inhibidor
El poder opera en forma dual, es una relación condicionada, con rasgos de ambivalencia. Cuando se observan los resultados en un período extendido de tiempo, surge que en el mismo vínculo es posible detectar aspectos cohesionadores, movilizadores y productivos, pero también inhibidores y temerosos en las personas y grupos alcanzados por la relación. Es positivo como proceso ya que permite la manifestación, negociación y resolución de conflictos en la organización, lo que no deja de ser importante considerando los problemas de la organización derivados de las tramas de intereses en juego. Pero también inhibe la creatividad en el grupo.
Esta dualidad del poder tiene que ver con la realidad compleja de la organización como sistema que solo está parcialmente articulado, que requiere reglas de juego establecidas, con normas y condiciones dentro de un orden instituido (legitimado). Pero ello opera junto con la influencia de la diversidad de fines, la lucha por la apropiación de recursos escasos y la controversia entre distintos grupos de interés e influencia en la misma organización compleja. Además, la dinámica de los grupos de poder tiene momentos asociados al crecimiento del conjunto o sistema, mientras que en otros prevalece la idea de conservar la trama dominante. Es entonces cuando se replantean los objetivos y se negocia con grupos de interés e influencia.
La estructura de poder conlleva la coexistencia con fuerzas que enfrentan a quienes lo ejercen con aquellos que se resisten, aunque la resistencia no signifique una oposición manifiesta. Esto ocurre en el ámbito de la misma organización. Las fuentes de poder son cambiantes por el desplazamiento de quienes lo detentan y de los recursos variables que manejan. Esta movilidad y multiplicidad de fuerzas ocurre en un marco de discusión, de activación y movilización. Pero, ante la diversidad de actores y fines, opera la desigualdad, divergencia y oposición que distingue al poder de otros modos de interacción en las organizaciones sociales.
La importancia de su potencial movilizador o inhibidor debe considerarse en el marco del rol del poder como productor de sentidos en la organización, por su peso sobre la definición de lo correcto, lo deseable, lo verdadero. No existe un poder escindido del saber existente en el ámbito donde se ejerce. Pero el poder no es una mirada desinteresada sino que está asociado con tramas de interés dentro de la organización. El poder como forma de influencia no es una condena, tiene su dinámica. Incluye la facultad de crear y recrear el conocimiento de la realidad organizacional para aquellos que participan en las cambiantes relaciones de fuerza.
En el ámbito de la organización compleja, con tensiones y dualidades recurrentes, hay una construcción de conocimiento del poder derivada de los procesos de enseñanza y aprendizaje en la organización. Pero en el ámbito del poder objetivado, hay una verdad oficial, formalizada desde el orden instituido y la racionalidad dominante. En el ámbito de la comunicación también opera la subjetividad en las relaciones, la explicación y los juegos del lenguaje. Forma parte de la estrategia de los actores para justificar o defender sus espacios de poder en la relación. Es dinámica, porque la significación también es parte de la influencia desde el poder.
4. Gráfico 2. Política, poder y procesos en la organización
El Gráfico 2 refiere a la relación entre la política y los procesos internos en la organización compleja en un entorno incierto y cambiante. Los procesos se muestran diferenciados dentro de las áreas y funciones básicas de la organización, entendidas en el marco de las interacciones con su contexto. Las áreas o dominios internos de la organización son: Gobierno, Dirección y Gerencia. Los procesos se entienden como actividades necesarias y recurrentes, conectadas entre sí, en el marco de la organización vista como un sistema sustentable. El gráfico diferencia entre procesos relacionados con: poder y política, propósitos (planeamiento), decisiones, articulación (estructura), comunicación, sistematización, producción (operaciones) y control de gestión (sistemas). La organización sustentable refiere a un sistema visto en contexto, con sus propósitos y capacidades (autonomía), que genera recursos; mantiene cohesión interna. El sistema dispone de procesos para generar servicios y productos finales, con la capacidad de procesar las demandas ambientales y sosteniendo sus rasgos constitutivos (identidad). La sustentabilidad refiere a la capacidad de adecuar los procesos internos frente a los cambios ambientales o como parte de un proyecto que requiere continuidad y renovación. En la base del gráfico está la idea de un sistema que busca construir y mantenerse sobre un núcleo duro, (recursividad), con acuerdos y capacidad negociadora. El gráfico no se basa solo en la cuestión de la eficacia, o condición económica. Los procesos se entienden en el marco de una visión compleja de producir, mantenerse, atender las demandas culturales (comunicación, motivación) y ambientales o de contexto (política). Se muestra la organización en el marco de la invariancia y el cambio, de la continuidad (condiciones) y la productividad (demandas). La mención en el gráfico a las alianzas y estrategias refiere a esta necesidad de conservar los acuerdos internos y atender a demandas y cambios ambientales. Los procesos de política y poder operan en la definición y aplicación de objetivos de conjunto, articulando intereses de las partes, y también las relaciones con las instituciones en el contexto.
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