Kitabı oku: «Caballeros del rey», sayfa 8
El condestable, marescal y senescal eran, por tanto, en la primera mitad del Cuatrocientos, más que cargos institucionales con competencias en administración militar y con vínculos salariales con el monarca, rangos cortesanos reservados a las supremas jerarquías nobiliarias de la Corona con mayor capacidad de movilización militar. De hecho, con la concesión de dichos oficios es más que probable que la monarquía buscara fomentar la concurrencia militar de los principales linajes nobiliarios, tal y como consta para otros Estados feudales del siglo XV como el ducado de Saboya.[116] La permanencia de esos cargos cortesanos ligados a la administración militar no originaría burocracias administrativas, como sí se observa donde la persistencia de la guerra fue constante, como los reinos de Francia e Inglaterra, donde se revalorizarían esos oficios (sobre todo el maréschaux y el constable) emergiendo en su entorno pequeñas burocracias de jurisdicción militar entre fines del siglo XIV y durante el XV.[117] Por el contrario en la Corona de Aragón, los oficios de condestable, marescal y senescal únicamente mantendrían las mismas funciones que el conjunto de cortesanos (camarlencs, majordoms, copers, cambrers, uixers d’armes, etc.)
Unos cortesanos que eran, ante todo, la élite clientelar del rey disponible para los más diversos cometidos en cualquier reino y cuyas competencias en la administración militar podemos caracterizar en dos grandes ámbitos. En primer lugar, en la movilización y reclutamiento, gestionando las convocatorias y la contratación de quienes participarían en el ejército. En este nivel, como ya vimos, los cortesanos ejercían como reclutadores en sus territorios de origen, colaborando con la administración real local (batles, governadors, procuradors, etc.). En segundo lugar, en la formación del ejército, quedando al frente de conjuntos de comitivas armadas, bien en campaña o bien en guarniciones como cuadros de mando del ejército (en escuadras, batallas, guarniciones, etc.). Disponemos de ilustrativos ejemplos del mando de tropas a cargo de cortesanos en las campañas hispánicas e italianas del Magnánimo.
En la guerra de Castilla de 1429-1430 en su frente aragonés, vemos a cortesanos y a pensionados de casa del senyor rey al mando de contingentes diversos en su naturaleza (caballería e infantería) y procedencia (catalana, aragonesa o valenciana), todos ellos acantonados en villas aragonesas o castellanas tras su conquista, a lo largo de la frontera y en diferentes fases del conflicto. Por ejemplo en julio de 1429 parte del ejército quedó distribuido en estàncies o guarnicions en castillos o fortificaciones de villas aragonesas al sur de Calatayud y a lo largo de la frontera castellana, todas a cargo de cortesanos o caballeros de la Casa Real.[118] Pero es en el marco de las guerras italianas donde mejor se aprecia el papel de los altos cargos cortesanos (camarlencs, majordoms, copers, uixers d’armes) en manos de la alta nobleza comandando secciones del ejército en campaña y en diferentes asedios o batallas campales. Las crónicas y los registros de la Tesorería confirman que a lo lago de las campañas italianas del rey, sea en su inicio en 1421 o en sus postrimerías en 1448, ejercieron como comandantes del ejército, como cuadros de mando a cargo de esquadres o conjuntos de compañías de lanzas del ejército (denominados capesquadres) los siguientes cortesanos: los nobles valenciano-sicilianos Pere de Cardona, camarlenc, su hermano Alfons y Guillem Ramon de Montcada, camarlenc, conseller y senescal del reino de Sicilia; los nobles castellanos Íñigo de Guevara, majordom y su hermando Fernando; los nobles catalanes Galcerán de Requesens, uixer d’armes, Berenguer d’Erill, coper y Ramon de Perellós, camarlenc; el noble valenciano-aragonés Lope Jiménez de Urrea, camarlenc, y los nobles valencianos Ramon Boïl, camarlenc y Eiximén Pérez de Corella, coper.[119]
Las máximas estructuras de mando del ejército real emanan, pues, de un círculo cortesano: nobles y caballeros, estrechos colaboradores personales del monarca y vinculados a la casa del senyor rey, que concentran poder político y militar y disponen de las mayores competencias en el encuadramiento militar, aunque sin generar cuadros administrativos formalizados. La organización del ejército está, pues, fuertemente centralizada en la Casa Real. A la hora de encuadrar el potencial militar de cara a una operación concreta (un asedio, una batalla campal), el rey confiaba el mando a esos nobles cortesanos, especialmente a quienes más confianza le proporcionaban, ya que habían actuado a su lado desde los comienzos de su carrera, como sus compañeros de armas. Mientras el monarca dirigió en persona sus ejércitos, entre 1420 y 1448, siempre estuvo acompañado por esos cortesanos de altas jerarquías nobiliarias, de los reinos de la Corona o de su tierra natal, Castilla.
En definitiva, en los caracteres de la administración militar de Alfonso el Magnánimo, podemos diferenciar dos niveles, ambos centralizados en la Casa Real, aunque con diverso grado de desarrollo administrativo. Por un lado, las competencias financieras y de gestión del gasto militar, a cargo de oficios estructurados y con cargos formalmente administrativos: se trata de la pequeña burocracia militar (oficiales y escribanos) dependiente del escrivà de ració y del tresorer, vinculada a la domus regia pero dotada de funciones externas muy amplias (contratación, pago, control de las tropas, etc.). Por otro lado, las competencias de movilización, jurisdicción y mando sobre el ejército, que emanan del conjunto de cortesanos del monarca: oficios como camarlencs, copers, cambrers, etc. pero también el condestable, senescal, quienes no tenían dedicación exclusiva a la administración militar sino a cualquier cometido (político, diplomático o militar) al servicio del monarca. En este segundo nivel nos encontramos ante una clientela feudal centralizada y reorganizada al servicio del monarca. Examinando su operatividad en la movilización de tropas de caballería y en el encuadramiento y mando de las mismas, podemos convenir que funciona como una administración militar ágil aunque poco formalizada, que se expande o reduce según las necesidades militares y administrativas del monarca, al igual que se militariza y dilata la Casa Real en tiempos de guerra dotando al rey de contingentes de gente de armas. Se trata de nobles y caballeros con oficios cortesanos y con medios para servir al rey en aquellas demandas que éste les requiere. Su actuación en la administración militar se despliega en forma de comisiones, de encargos y servicios temporales, sin generar un sistema de «oficios» sí presente en otros niveles (financiero, judicial, etc.): así veremos a cambrers, camarlencs o copers ejerciendo, en virtud de una orden o nombramiento real, como reclutadores o como capesquadres, pero no asistiremos a la configuración de cargos propiamente dichos en esas competencias.[120] Se trata de una administración militar que sólo está parcialmente representada por oficios estructurados y especializados (en la pequeñas burocracias de la escrivanía de ració y la tresoreria) quedando el resto en un círculo nobiliario cortesano cuya persistencia no supone retraso alguno respecto a otros Estados: más bien se trata de una vía de desarrollo de la administración militar derivada de la reorganización de clientelas feudales centralizadas desde la Casa Real, dentro del refuerzo de clientelas nobiliarias propio del periodo bajomedieval.[121] De hecho, la relativa debilidad de la administración militar de la Corona de Aragón, parcialmente encarnada en oficios organizados, es algo que también vamos a encontrar en otros estados italianos, a pesar de las diferencias de nivel de desarrollo administrativo vinculadas al grado de consolidación de contingentes permanentes.[122] Y una dualidad parecida, entre un nivel administrativo formal y un nivel clientelar, también se aprecia en otros estados europeos con dirección nobiliaria o feudal (el ducado de Milán o el reino de Francia).[123]
En último extremo, en el contexto de la estructuras estatales de Antiguo Régimen, perspectiva necesaria para comprender la organización militar bajomedieval, el ámbito militar es el más tardío en generar un nivel de desarrollo burocrático. Los tesoreros, escribanos, cancilleres del monarca a pesar de conservar una vinculación patrimonial al monarca, ya que forman o han formado parte de la Casa Real, han ido ampliando sus funciones extra-curiales y logrado generar desarrollos administrativos formales, merced al desarrollo de la administración, política y financiera, y a la gestación de la fiscalidad. Por el contrario las cadenas de mando del ejército y la movilización y encuadramiento continuarán ejercidas por servidores patrimoniales del rey, por nobles y caballeros cortesanos, una clientela feudal renovada y centralizada en torno a la Casa Real. Precisamente porque la vía clientelar es una de las primeras líneas de desarrollo de estructuras militares permanentes en los Estados feudales.[124]
4. LA CASA REAL, BASE DE UNA CLIENTELA MILITAR: CORTESANOS Y PENSIONADOS DEL REY
La importancia militar de los nobles y caballeros vinculados a la Casa Real exige que profundicemos en detalle en sus pautas de servicio y mecanismos de vinculación. De hecho, todos los miembros de la clase feudal, incluido el rey, cuando participaban en la guerra movilizaban a los mismos sectores de su clientela, fuera un caballero a su pequeño séquito de escuderos y servidores, fuera un noble a sus caballeros y escuderos de casa, vasallos y partidarios, o fuera el rey a sus cortesanos, los nobles vinculados a la Casa Real. Todos ellos cuando iban a la guerra se rodeaban en primer término de quienes constituían una clientela militar: sus servidores y seguidores, procedentes de familias nobiliarias de menor rango pero también de otras clases sociales, que vivían de los recursos del señor, fuera de forma permanente o temporal –durante su periodo formativo– y basaban sus vías de promoción social en el servicio al mismo. Para comprender la importancia de esa clientela militar del rey es necesario examinar la Casa Real en los mismos términos que cualquier otra corte señorial.
Para ello, partiremos de una interpretación amplia del peso social y funcional de la clientela feudal en el periodo bajomedieval, en términos de «feudalismo bastardo» entendido como el conjunto de formas organizativas del poder social de la clase feudal.[125] El desarrollo de las clientelas feudales en los siglos XIV y XV, con el aumento y diversificación social de integrantes pensionados por las Casas, constituye un fenómeno europeo al calor de la redefinición de las jerarquías nobiliarias que se deriva de la crisis bajomedieval.[126] El refuerzo de las clientelas feudales más allá de Inglaterra, ámbito privilegiado de estudio,[127] también ocurre en el resto de Europa.[128] Concentrar su estudio en la presencia o no en otros territorios europeos de contratos de servicio vitalicios al estilo inglés (indentures of retainers de caballeros y escuderos pensionados en las Casas feudales), distorsiona el análisis ya que la esencia del fenómeno no recae en la presencia o no de esas formas contractuales.[129] Incluso en Inglaterra, el desarrollo de nuevas clientelas feudales no es protagonizado tanto por la proliferación de servidores pensionados o retenidos por contratos (retainers) como por el aumento del personal vinculado a las Casas feudales. El centro de las nuevas relaciones de dependencia clientelares entre la clase nobiliaria sigue estando en la Casa feudal,[130] núcleo organizativo del conjunto de servidores y seguidores patrimoniales de cualquier miembro de la clase feudal, incluyendo al rey. El nuevo sistema clientelar de remuneración monetaria se solapa y convive con las tradicionales fidelidades feudo-vasalláticas y utiliza formas de retribución y vinculación propias de las casas señoriales y de sus redes vasalláticas (salarios, pensiones, feudos de bolsa, etc.). La clave de su desarrollo en el periodo bajomedieval hay que buscarla en el refuerzo de la comunidad de intereses y relaciones de fidelidad y lealtad que se crean entre el conjunto de la clase feudal, entre la monarquía y nobleza, y en el seno de la misma, entre magnates y baja nobleza. En último extremo, el desarrollo de las Casas y clientelas feudales no sería más que una nueva armonía entre nobleza y Estado feudal en expansión, entre clase y Estado, que permitiera la reproducción del sistema a nivel social y político.[131]
Y es desde esta perspectiva amplia es desde donde pretendemos profundizar en las formas de vinculación, mecanismos de retribución y pautas de servicio de los grupos de la clientela militar del rey. Para ello proponemos un modelo de análisis de la Casa Real, entendida como colectivo de servidores de la organización patrimonial del rey, concibiéndola como una serie de círculos concéntricos según el nivel de vinculación con el monarca y la estabilidad de servicio a la misma.[132] Podríamos considerar así tres grupos: a) domésticos y oficios administrativos; b) cortesanos y caballeros de casa; y c) pensionados y familiares de integrantes de la casa. El primer grupo se caracterizaría por su nivel de servicio regular, a tiempo completo, mantenidos y sustentados por la Casa con salarios periódicos: englobaría a los servidores propiamente domésticos, al frente de las necesidades cotidianas del rey (alimentación, transporte, vestido, abastecimiento, etc.) y a los oficiales e integrantes de los departamentos de gobierno y administración central de los recursos gestionados por la misma –departamentos de la Casa Real con atribuciones públicas, estatales– a nivel financiero (tresorer, maestre racional, escrivà de ració) y administrativo (canceller, secretaris, etc.). El segundo grupo englobaría a aquellos otros nobles que sirven y acompañan al rey de forma discontinua a pesar de formar parte de la Casa, vinculados a la cámara privada del rey o a la dirección nominal de labores domésticas (transporte, alimentación, caza, etc.) y que originalmente prestarían servicios de escolta, siendo la companyia que garantizaba su seguridad personal y representaba su estatus.[133] Serían nobles con cargos cortesanos (como camarlenc, majordom, cambrer, coper, por citar sólo cuatro oficios), o como cavallers, donzells o patges de casa del senyor rey, siendo para algunos de estos una fase de su proceso educativo feudal.[134] Todos habían relegado cualquier función doméstica derivada de sus titulaciones en la domus regia (desde el servicio en la cámara y mesa señorial hasta la dirección de departamentos domésticos) a un carácter nominal y secundario respecto a las competencias que realmente asumían, de naturaleza política y militar. Por sus funciones eran la élite de la clientela real. Se trataría de un colectivo muy fluctuante, según las necesidades e itinerancia del rey: sus cargos o títulos en la Casa Real no obligaban a un servicio continuo pero condicionaban la prestación de débitos político-militares a cambio de retribuciones extraordinarias (ajudes, gràcies, pagos en sustentació), su principal remuneración antes que los salarios ordinarios (quitacions) vinculados a sus cargos o títulos.[135]
Finalmente cabría identificar a un tercer círculo de integrantes de la clientela que se caracterizaría por no ser miembros de la Casa y mantener un nivel de servicio y presencia en su entorno muy irregular: un colectivo heterogéneo que incluiría a todo aquél que prestaba servicios al rey y su Casa cuando éste lo requería a cambio de pagos monetarios. La diversidad del colectivo de servidores del rey de remuneración monetaria y de servicio inestable a la Casa, dificulta cualquier taxonomía general.[136] Habríamos de incluir, inicialmente, al personal de las diferentes administraciones territoriales de la monarquía vinculados periódicamente a la corte regia. Pero también a pensionados eventuales de la Casa real, como por ejemplo en la corte de Alfonso V entre 1424-1432, a los napolitanos sustentados por la tesorería real. Finalmente, y sobre todo, habría que considerar a los familiares de integrantes de la domus regia movilizados al servicio del rey en la guerra, cuando acudían junto a sus parientes cortesanos o caballeros de la domus regia. Con todo, no puede afirmarse que este tercer círculo de la clientela constituya una categoría rígida y cerrada. Las fronteras entre este colectivo clientelar ajeno a la propia Casa y el anterior, el grupo de cortesanos y caballeros de casa, no podemos considerarlas bajo ningún concepto como nítidas y definidas. Todo lo contrario. Existía una estrecha relación y constante movilidad entre ambos ya que compartían fuertes vínculos sociales y funcionales: funcionales, al cumplír cometidos similares de naturaleza político-militar; sociales, ya que, generalmente, un mismo linaje reunía a representantes de ambos grupos. En el caso del rey, los casos de interrelación funcional y parentelar entre ambos grupos de su clientela son muy abundantes. Los linajes que aglutinaban cortesanos de la domus regia (copers, cambrers, algutzirs, uxer d’armes), también acogían a oficiales de las administraciones territoriales de la monarquía (governador, batle, etc, algunos ejercidos por los propios cortesanos o por sus lochtinents) y a cavallers, patges o donzells de casa del senyor rey.[137] Habría que considerar, pues, la existencia de linajes dependientes o satélites del rey que conformaban un partido cortesano y proporcionaban los principales servicios político-militares requeridos por el monarca. Centrémonos, por tanto, en el examen de ambos colectivos de la clientela militar, cortesanos, caballeros y pajes del rey y pensionados de su casa.
Por cortesanos de la Casa Real (Apéndice 2, cuadro 2.1) englobamos aquellos cargos regidos por personal nobiliario y que, en la Casa de Alfonso V, según el cotejo de su reglamentación interna con las ordinacions de Pedro IV y los registros de la tesorería, agruparía a 14 oficios, que en función de su número de integrantes, suman un colectivo de 33 nobles y caballeros.[138]
En función de las labores domésticas que nominalmente se les atribuía, podemos organizarlos en dos conjuntos. En primer lugar los vinculados a la alimentación y servicio en la mesa real, a la cuadra real y a la caza, bajo la autoridad de dos majordoms: 2 copers, 2 botellers, 2 panicers, 2 trinxants o escuders dels coltells, 2 sobrecocs, 1 cavallerís, 2 falconers majors. A este grupo habría que añadir el oficio de munter major, ausente en la reglamentación interna.[139] En segundo lugar, aquéllos ligados a la cámara real bajo la autoridad de dos camarlencs: 6 cambrers, 1 armer, 2 rebosters, 4 uixers d’armes y 2 alguzirs. Como se aprecia, en la relación constan oficios que, a primera vista, ejercerían tareas domésticas: como los panicers, sobrecocs y trinxants difícilmente asociables a caballeros cortesanos. Ahora bien, en función de la condición noble de quienes ostentan tales cargos, estipulada en las ordenanzas y documentada en los registros de la tesorería, y las competencias que asumían sirviendo al monarca (consejeros, diplomáticos, soldados y capitanes del ejército) todos son cortesanos del rey. Aunque algunos desempeñasen esporádicamente la función de sus oficios, acompañando al rey en la cámara y en la mesa real, a todos les unía, por encima de sus competencias nominales, sus funciones políticas y militares. Unos cortesanos cuyo número real excedía el personal estipulado en las ordenanzas (33 miembros), como consta en la contabilidad de la tesorería real y los registros de la Cancillería. Por ejemplo, en la tesorería del primer semestre de 1429 figuran 36 cortesanos, entre ellos 10 cambrers, casi el doble de los reglamentados, y sin que exista una correspondencia exacta con el número de integrantes estipulados por las ordenanzas.[140] Es, no obstante, una imagen parcial: los cortesanos que sirvieron en la cort durante ese periodo (analizando desde las quitacions hasta todo tipo de remuneraciones), pero no el total existente, imposible de calcular a partir de los registros de la tesorería. Para conocer el potencial de cortesanos del rey debe combinarse la información de las contabilidades financieras con los registros de la Cancillería (como las convocatorias militares y a Cortes), analizando periodos de movilización armada. Desde esa perspectiva, ese mismo año, se documentan nada menos que 45 cortesanos participando en la incursión de junio del ejército real a Castilla. Entre ellos, localizo nada menos que 17 cambrers, 4 copers y 3 cavallerissos, frente al número ordinario de sólo 6 cambrers, 2 copers y un cavallerís.
Diversos factores explicarían el desfase entre el número reglamentado y la cifra real de nobles con dichos oficios. En principio derivaría de la necesaria rotación de servicio en la corte de la nobleza cortesana. Atendiendo al funcionamiento de la Casa real como un colectivo itinerante y fluctuante, parece claro que las ordenanzas sólo recogerían el personal teórico con dichos oficios, el número ordinario que debía acompañar y servir en la cort real. La necesidad del monarca de disponer regularmente de un servicio nobiliario en su entorno, en la dirección de labores domésticas en la cámara y mesa real, sólo podía ser cubierta, ante la itinerancia de la corte, si se concedía el privilegio de ser oficial palatino a nobles y caballeros de diferentes reinos y principados. Ahora bien, la proliferación de nobles con oficios cortesanos también derivaría de la expansión de una clientela personal del rey. Aquel caballero o noble que disfrutaba del privilegio de servir en el entorno más próximo y cotidiano del monarca, procedería de los linajes nobiliarios más afines y fieles, de tal forma que tradicionalmente tales servicios se reservaban a la clientela inmediata del monarca. La concesión de cargos cortesanos a gran número de caballeros y nobles, en la medida en que el disfrute de dichos oficios era una fuente de rentas (desde quitacions o salarios hasta pensiones y rentas extraordinarias) y privilegios (privilegios jurisdiccionales por ser familiar del rey), equivalía a pensionar y recompensar a la nobleza por los servicios prestados. Pero también era un medio para asegurar la continuidad de los mismos, ya que ser cortesano obligaba a la plena disponibilidad de servicio al monarca. La proliferación de oficios cortesanos confirmaría, pues, la existencia de una red clientelar nobiliaria del rey. Tras la codificación de las ordinacions de la domus regia, y tras la estabilización de su mecánica retributiva durante la segunda mitad del siglo XIV,[141] se habría consolidado un proceso por el que el rey de Aragón mantenía activa y vigente una amplia red de caballeros y nobles cortesanos por sus diferentes reinos. Prueba de ello es la cuantía de cortesanos en la corte de Alfonso V pero también en el tránsito de los siglos XIV al XV, en la de Martín I, donde un exhaustivo estudio del personal que formó parte del consell reial a partir de los registros de la cancillería real, documenta un mínimo de 111 cortesanos durante su reinado, todos ellos nobles y caballeros catalanes, valencianos y aragoneses: 41 camarlencs, 9 majordoms, 20 uixers d’armes, 20 alguzirs y 21 cambrers.[142] Dada su importancia conviene abordar someramente su organización institucional y su forma de retribución.
De ese conjunto de oficios palatinos predominan dos a nivel institucional: majordoms y camarlencs. El majordom era la máxima autoridad en la domus regia, en la dirección de la casa y mesa real, estando los cargos vinculados a estos ámbitos sometidos a su jurisdicción; su autoridad se extendía sobre todos los miembros de la Casa Real, con la excepción del camarlenc quien controlaba la cámara real y los oficios de Estado (canceller, tresorer, escrivà de ració, mestre racional), sus respectivas áreas de influencia (cancillería-escribanía y finanzas) y cargos vinculadas a éstas. Las Ordinacions de Pedro el Ceremonioso fijaron que, ante la itinerancia de la Casa Real, Cataluña, Aragón y Valencia y Mallorca debían estar provistas de un majordom de la alta nobleza, para ejercer sus funciones cuando la cort llegase a cada territorio.[143] Por su parte los camarlencs, estipulados en las Ordinacions del Ceremonioso como dos nobles, controlaban la cámara real (cama, armas, joyas, etc.) y custodiaban la persona del soberano, actuando como filtro entre el rey y el exterior de la Casa, teniendo a su cargo los oficios relacionados con la cámara como cambrers, escuders y ajudants de cambra, armer y sotsarmer, uixers d’armes, alguzirs, porters de maça, etc.[144] Pero, por encima de esas funciones, majordoms y camarlencs por su vinculación a familias altonobiliarias próximas al rey, ejercían ante todo competencias políticas ejecutivas (debían ser consellers, miembros del consell reial) y militares (cuadros de mando del ejército).[145]
Al igual que ambos máximos cargos palatinos, los oficios cortesanos vinculados a la cámara real (cambrers, armers, uixers d’armes, alguzirs), al servicio en la mesa real (copers, botellers, sobrecocs, panicers, trinxants o escuders dels coltells) o a la caballeriza y la caza (cavallerissos, munters major, falconers major, etc.), habían relegado a un nivel secundario sus labores domésticas. En algunos casos cumplían funciones políticas efectivas, al asociar su oficio en la corte a cargos en las administraciones territoriales del rey (governadors, batles, justicias), o al oficio de conseller, participando en el sistema de consells reales.[146] Ahora bien, lo que singulariza al conjunto de cortesanos era el ejercicio de misiones diplomáticas (en embajadas y negociaciones entre Estados) y sobre todo militares. A este respecto se ha destacado la particular función que en la Casa de Alfonso V en Nápoles ostentaron oficios de la cámara real como cambrers y uixers d’armes, los primeros, líderes de compañías armadas y los segundos, activos agentes diplomáticos.[147] Pero la función militar, desde la aportación de compañías a las labores ya comentadas de movilización y mando, puede extenderse, de hecho, a todo noble o caballero cortesano. No en vano tradicionalmente los cortesanos estaban obligados a servir en el ejército y a aportar un mínimo tasado de caballos de guerra cuando acudían a la Casa Real, por lo que en caso de necesidad podía emerger un contingente de gente de armas rápidamente movilizable a partir del entorno cortesano.[148]
Los sistemas de remuneración con los que la monarquía retenía el servicio de esos cortesanos destacan por su flexibilidad. Tenían estipulado unos ingresos anuales ordinarios, quitacions por su estancia en la cort a cargo de un número de monturas, pero su presencia ocasional y rotatoria así como la naturaleza de sus funciones, imponía que el grueso de su retribución derivase de pagos extraordinarios en concepto de ajudes, gràcies o libranzas per sa sustentació. La cuantía de éstos superaba con creces sus ingresos ordinarios. Por ejemplo el noble valenciano Ramon Boïl como coper, si servía regularmente en la cort durante un año percibiría 3.330 ss. de su cargo, entre quitació anual (2.880 ss., en terçes de 960 ss.) y dret de vestir (450 ss.);[149] sin embargo desde 1428 tenía asignada una cantidad anual tres veces mayor: 1.000 flor. (11.000 ss.) que el rey le otorgó «en sustentació de son stat mentre al dit senyor [rey] li plaurà o de altra sustentació o remuneració lo haurà procehit»: una gracia extraordinaria y temporal que cobraba en cuatro pagas anuales.[150] Su retribución extraordinaria no le obligaba a residir en la cort y remuneraba de forma más que rentable su disponibilidad al servicio militar del rey. Los pagos extraordinarios podían triplicar los honorarios ordinarios, aunque éstos (sumando sus quitacions, drets de vestir y, ocasionalmente, drets del ofici) ya suponían de por sí unos ingresos substanciosos, como se ve en el cuadro 2.2.
Como se aprecia esos ingresos oscilaban entre máximos próximos a los 7.000-6.500 ss., para los más altos cargos (majordoms y camarlencs) y mínimos cercanos a los 2.000 ss. (sobrecocs, botellers, panicers, trinxants, cavallerissos, cambrers, falconers majors, rebosters), pasando por cantidades que rondaban los 3.000 ss. (copers, uixers d’armes, alguzirs). Eran las cantidades que podían percibir cuando acompañasen regularmente la cort, pero no la retribución global por su disponiblidad al servicio del rey, que derivaría más de unos pagos extraordinarios que podríamos clasificar en dos tipos. Por una parte, anualidades fijas fraccionadas en entregas, referidas como pensiones y gràcies de manteniment o sustentació y concedidos en recompensa a servicios prestados.[151] Por otra parte, donos de una vez, bien entregas dadas graciosament o gràcies, bien con una finalidad citada, como subsidios o ajudes por sus gastos siguiendo la cort o, sobre todo, como ayudas para su equipamiento militar (de caballos, armas y armaduras).[152] La concesión y cuantía de esos pagos extraordinarios estaría vinculada a múltiples factores, entre ellos, principalmente, relaciones personales de fidelidad, afinidad y servicio del cortesano al rey. Así, las cifras de donos y anualidades más altas, más de 10.000 ss., se reservarían a cortesanos altonobiliarios íntimos compañeros de armas del monarca, sus principales agentes diplomáticos y cuadros de mando en su ejército.[153] Las cuantías predominantes serían inferiores a 10.000 ss., para caballeros cortesanos de menor jerarquía (cambrers, uixers, alguzirs, etc.) y serían donos de una vez para equipo militar o para sufragar sus gastos en la cort. Con todo, estamos ante pagos extraordinarios y como tales no sujetos a reglamentación ni por oficios ni por cantidades: su concesión, cuantía, e incluso continuidad, iba a depender de la solidez de los vínculos de servicio y fidelidad del cortesano al monarca y, sobre todo, de la política de recompensas de éste.