Kitabı oku: «El manual de convivencia y la prevención del bullying», sayfa 4

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Una adecuada gestión del aula de clase puede requerir de apoyos externos y de consensos entre los profesores que están en contacto con un determinado curso, puesto que en ocasiones se requiere de la mirada de otros actores que aporten ideas, formulen propuestas y ayuden a construir estrategias de manejo adecuado de los conflictos y problemas de disrupción en las aulas.

Manejo de las rutinas. En una institución educativa, mucho de lo que se hace se conoce con el nombre de rutinas. Estas tienen que ver con los procedimientos, tareas y actividades que se realizan en la vida cotidiana de la organización escolar, tales como el uso de las rutas de transporte, la asistencia a la enfermería, el uso de la cafetería y tienda escolar, los recreos, los cambios de clase, la movilización a aulas especializadas, entre otras.

Habitualmente, todos estos procedimientos y formas de organización de la población estudiantil, sirven de ocasión para que se generen problemas de disrupción, de desorden y, en algunos casos, de conflicto. En este sentido, una adecuada gestión de la convivencia debe diseñar las estrategias del caso para evitar que el manejo de las rutinas institucionales favorezca el deterioro de la convivencia. Para lograrlo se sugieren algunas estrategias orientadoras:

— Crear un breve protocolo de manejo de las rutinas, en el cual se suministre a los profesores unos criterios de manejo de la disciplina y del ambiente, de tal manera que más que caer en una casuística, se den unos parámetros que permitan que los estudiantes sepan distinguir los espacios, los tiempos y la intencionalidad de cada una de las situaciones que hacen parte de las rutinas.

— Empoderar a los profesores para que hagan un manejo adecuado de la disciplina, de tal manera que no dependan de quienes detentan algún nivel de autoridad, sino que los posibles problemas se resuelvan cuando se presenten, por parte de quien está en ese momento con los estudiantes.

— Los criterios y procedimientos que se establezcan para el manejo adecuado de las rutinas deben ser consistentes con los principios y criterios que la institución haya definido como fundamentales para el manejo de la disciplina.

— Dar razones y argumentos de los criterios y normas que han de seguir los estudiantes en las rutinas, de tal manera que estos encuentren el sentido de ellas y no las tomen como caprichos o arbitrariedades de la institución.

Participación de los estudiantes en la toma de decisiones de convivencia. Permitir que los estudiantes participen en la toma de decisiones que están directamente relacionadas con la convivencia es una de las propuestas más novedosas y complejas cuando de gestión de la convivencia se trata. Efectivamente, esta es una apuesta que pocas instituciones educativas se atreven a hacer, pues como ya se ha afirmado, las instituciones tienden a ser más autoritarias que participativas.

Si se tiene en cuenta lo propuesto por Kohlberg sobre la “comunidad escolar justa”, esta estrategia es de capital importancia cuando se busca generar procesos de formación en autonomía moral. En la práctica se trata de generar asambleas de estudiantes en las cuales se debatan las sanciones que se imponen a los estudiantes por las faltas que estos cometen. También se las emplea para modificar las normas de convivencia.

Realizar adecuadamente este tipo de acciones contribuirá de manera significativa a empoderar a los estudiantes, a compartir con ellos el poder y a devolverles la responsabilidad sobre la gestión de la institución educativa en lo que a ellos les compete. Por supuesto que implementar esta estrategia demanda preparación y trabajo por parte de los docentes y los directivos, pero los resultados que se logren compensará el trabajo realizado.

Una razón para validar esta estrategia de gestión de la convivencia, es que la escuela no es un sitio donde únicamente se va a aprender contenidos de manera teórica, sino que allí se da un proceso de socialización y de formación política muy importante, y que en algunos momentos esta meta supera las preocupaciones por el aprendizaje de conceptos teóricos, dado que ella realmente prepara para el futuro y para la vida, en tanto se ocupa de la formación ciudadana de las personas.

Para la implementación de esta estrategia se recomienda revisar lo atinente a la conformación y funcionamiento de la “comunidad escolar justa”, que se aborda en este documento en otro apartado.

Resolución pacífica de los conflictos. Una de las situaciones que más comúnmente se presenta en una institución educativa son los conflictos, los que se suceden por factores de diversa índole entre los estudiantes y los profesores, los profesores y los padres de familia, los estudiantes con otros estudiantes, o los estudiantes con el personal directivo y administrativo, entre otros.

Normalmente los conflictos surgen porque se presentan desavenencias, divergencias o diferentes puntos de vista entre unos y otros. Frente a ellos, es preciso afrontarlos para que se puedan resolver de la manera más racional y pacífica posible. Una adecuada gestión de la convivencia en una institución educativa es la que sabe que el conflicto existe y forma parte de la vida escolar y de las interacciones entre los seres humanos, de ahí que propone criterios y formas de resolución de estos que busquen la conciliación, la reconciliación o la negociación entre posturas contrarias, la ganancia de todas las partes en conflicto, la salida negociada y apelando a ideas razonables más que a la imposición del más fuerte, entre otras cosas.

Para lograr la adecuada resolución pacífica de los conflictos es preciso que en la institución, al menos, se den los siguientes pasos: a) que se reconozca el conflicto como parte integrante de la vida escolar; b) que se capacite a todo el personal directivo, administrativo y de profesores en el manejo adecuado de estos; c) que se establezcan criterios y procedimientos de resolución de los mismos, de tal manera que, en la medida de lo posible, se pueda “echar mano” de un mediador que ayude a la superación de las posiciones encontradas o divergentes; d) que se apele siempre al uso de las buenas razones como el camino más idóneo para su resolución; e) que no se permita que los conflictos escalen; y f) que todos los miembros de la comunidad educativa siempre busquen su resolución en la misma dirección.

Es probable que este aspecto sea uno de los elementos de la gestión de la convivencia que más tiempo, energía, recursos y estrategias consume, pues mucho de lo que se debe atender en una institución educativa, cuando de convivencia se trata, tiene que ver con la resolución de los conflictos. Por esta razón, es preciso que se plantee una adecuada estrategia de trabajo para afrontar la resolución de los conflictos de modo que contribuya a la formación de los estudiantes en habilidades sociales que posteriormente, en su vida adulta, les permita ser ciudadanos que frente a cualquier conflicto tienen herramientas, habilidades y competencias para su resolución pacífica.

Manejo del tiempo libre. Si bien una institución educativa tiene muchas actividades debidamente programadas y organizadas con una intencionalidad formativa, de todas maneras hay espacios como los descansos, que son de “tiempo libre” para los estudiantes, en los cuales habitualmente ellos practican deportes, organizan juegos y socializan. Estos espacios de tiempo libre de los estudiantes deben ser organizados de la mejor manera para que sean espacios de crecimiento y de maduración. No se trata de planificar dichos espacios para coartar su espontaneidad o intimidad, sino de propiciar que sean de crecimiento y formación porque se favorecen interacciones, práctica de los deportes, desarrollo de actividades lúdicas, uso productivo del tiempo y todo lo que es propio de ellos, según su nivel de desarrollo psicológico y emocional, así como su edad.

En este sentido, una adecuada gestión de la convivencia se debe ocupar de estos tiempos y espacios para ayudar a los estudiantes en su manejo. Esto contribuirá de manera significativa a sus procesos de formación, por cuanto se favorece el uso responsable del tiempo y el disfrute sano de los espacios recreativos, y especialmente los procesos de crecimiento en la autonomía y el uso responsable de la libertad. Desde una adecuada gestión de la convivencia se puede apoyar este proceso de manejo del tiempo libre por parte de los estudiantes.

Conformación de las instancias de participación democrática. Otra de las estrategias de formación y manejo de la convivencia es la conformación de las diversas instancias de participación que prevé la legislación educativa vigente del país.

Habitualmente las instituciones educativas proceden con un criterio errado: entre menos injerencia haya de los padres de familia, de los profesores y de los estudiantes en el gobierno de la institución educativa, mejor se la podrá gestionar. Desde esta perspectiva, se hacen remedos de participación o se conforman las instancias, pero, no se les permite el cumplimiento de sus funciones o nunca se las reúne, ni siquiera para el cumplimiento básico que la ley pide.

Esta forma de proceder, más cercana a una concepción feudal de la institución que a la conformación democrática de las instancias de gobierno de cualquier organización, dista mucho de las actuales tendencias, que apuestan por la construcción de sociedades plurales, donde la democracia y la participación son las formas más idóneas de construir lo que se conoce como la sociedad civil, donde la participación ciudadana es posible.

Las instituciones educativas se hallan muy lejos de lo que sería construir la ciudadanía y permitir la verdadera participación democrática. Existe temor en los directivos y dueños de instituciones educativas de compartir el poder y de formar ciudadanos en la participación, porque se cree que permitiéndolo se perderá la esencia de lo que se quiere en la intencionalidad formativa o que estas instancias terminarán afectando el manejo económico y financiero de la institución educativa. Sin embargo, dicha manera de proceder y de pensar desconoce abiertamente los criterios definidos por los Estados modernos, pues no hay ninguna norma, función o tarea que tenga que ver con el manejo de los recursos económicos de las instituciones educativas de particulares que las instancias de participación definan. En el caso de las instituciones educativas estatales, ello le compete a los organismos definidos para tal fin, y en las privadas, solo a los propietarios de la institución educativa.

Al proceder de esta manera se deja de lado lo verdaderamente importante, que es la formación de los estudiantes en un concepto de país y de participación democrática, que les permita irse integrando positivamente a la sociedad civil con el conocimiento, manejo y cuidado tanto de sus derechos, como de sus deberes ciudadanos.

Para complementar una adecuada gestión de la convivencia se recomienda revisar los trabajos de Juan Carlos Torrego3, quien propone un modelo integrado en la gestión de la convivencia, donde se combinan el modelo punitivo con el relacional para el manejo de la convivencia en uno que ha denominado el integrado, porque recoge los aciertos de los dos y propone una estrategia de mejora que bien vale la pena tener en cuenta.

1 Sobre la gestión de la convivencia en el aula de clase se recomienda el trabajo de Marzano y Pickering. En su propuesta curricular de dimensiones del aprendizaje, en concreto, en la primera dimensión —actitudes y percepciones— abordan de manera completa y práctica cómo se debe gestionar adecuadamente un aula de clase para que la convivencia sea posible. Este trabajo se puede consultar en Marzano, Robert y Pickering, Debra (2005), Dimensiones del aprendizaje – Manual para el maestro, 2.a edición, Guadalajara, México: Iteso.

2 En el Anexo 3 de este documento se propone un instrumento que se puede emplear para realizar un diagnóstico inicial del estado de la convivencia en una institución educativa, y que cumple con lo sugerido aquí. Si se quiere usar dicho instrumento para realizar el diagnóstico se puede contactar con mbeducacion@hotmail.com, donde se dispone de un aplicativo que permite la tabulación de este y la producción de los reportes del caso, desagregados por género, curso, grado y sección.

3 Cfr. Torrego, Juan Carlos (coord.), (2006), Modelo integrado de mejora de la convivencia. Estrategias de mediación y tratamiento de conflictos, Barcelona, España: Graó

II El fenómeno del bullying

Como se ha mencionado, el fenómeno del bullying, o de la intimidación escolar, es tal vez uno de los problemas de convivencia y una de las características de la violencia que más afecta a las comunidades educativas. En este contexto se hará una aproximación a dicho fenómeno, buscando precisar sus características, causas y consecuencias.

1. Definición, caracterización y papeles en el bullying

La violencia y las agresiones entre los estudiantes en la escuela

La violencia afecta el ambiente escolar, ya que deteriora la calidad de las clases y el desempeño académico de los estudiantes, pero, sobre todo, las metas formativas que la institución educativa se propone. Adicional a ello, el ambiente violento en una institución educativa afecta el ejercicio profesional de los docentes. Un ambiente violento influye en la percepción que los estudiantes tienen del espacio físico de la escuela, modifica las ideas sobre la administración escolar y perjudica las relaciones entre las personas que componen la estructura académica (Abramovay, 2005).

Las instituciones educativas han entendido y afrontado la violencia como un factor que perjudica la convivencia escolar y como el reflejo de un determinado funcionamiento social que comparten los niños y jóvenes. Se ha determinado que los jóvenes que han sido víctimas de violencia son más proclives a mostrar comportamientos violentos ante los compañeros y los docentes, a tener problemas de identidad, a desertar de las instituciones educativas, a mantener bajo rendimiento académico, a exhibir baja tolerancia a la frustración y asumir actitudes agresivas ante situaciones injustificadas (Hernández, 2008).

La innegable importancia académica y social que ha adquirido la violencia escolar, ha aumentado el número de foros y conferencias sobre el tema (Utrech, 1997; citado en Hernández, 2008), y esto no es de extrañar, ya que los índices de violencia escolar son preocupantes y parecen estar fuera de control. Un ejemplo de ello es el Informe de Manchester, en el Reino Unido, en el cual se afirma que 30% de los docentes de primaria han sido agredidos por sus alumnos, y en España la mitad de los docentes afirma haber tenido una situación de violencia escolar en su clase que incluso ha llegado a los límites de la agresión física.

Uno de los mayores inconvenientes que tiene la violencia escolar es que se entiende como algo cotidiano y habitual, al punto de acercarse bastante a lo que es considerado “normal” y conceptualizarse como algo inherente a la práctica educativa, sin mencionar el hecho de considerar que en ella “no existen los culpables” (Ross, 1999; Letarmendía Pérez, 2002; Martínez-Otero, 2005; citados en Hernández, 2008).

Moreno y Torrego (1999) y Martínez-Otero (2005), citados en Hernández (2008), proponen una categorización de los conflictos escolares a partir de su intensidad, en la cual muestran que no todos los conflictos pueden ser llamados o considerados como violencia escolar. La jerarquía es la siguiente:

Disrupción en las aulas: acciones de “baja intensidad” que interrumpen el ritmo de las clases. Los protagonistas principales son estudiantes molestos que con sus comentarios, risas, juegos, etc., impiden o dificultan la actividad docente (Hernández, 2008).

Indisciplina: desórdenes en la vida de las aulas; incumplimiento de tareas, irrespeto a la autoridad del profesor; en ocasiones se llega al desafío, la amenaza y otras formas de comportamiento inadecuado (Hernández, 2008).

Daños materiales: destrucción de materiales (mesas, cristales, paredes y armarios), la escritura de palabras obscenas, amenazantes o insultantes (Hernández, 2008).

Maltrato entre pares (bullying): consistente en la intimidación y el maltrato físico o psicológico entre iguales: burlas, insultos, amenazas, hostigamiento, golpes y abusos contra los más débiles, haciéndolos víctimas de la depresión, del temor extremo y la inadaptación escolar (Olweus, 1978).

Violencia física (conducta delictiva): es la más grave; puede llegar a afectar físicamente a las personas. El porte de armas de todo tipo por estudiantes es, en las escuelas de muchos países, un fenómeno habitual y alarmante que agiganta los temores y el pánico, obligando incluso a que en dichos centros se instalen detectores de metales, vigilantes de seguridad, circuitos cerrados de televisión, presencia policial en las proximidades, etc. (Hernández, 2008).

Teniendo como referente esta categorización, se puede afirmar que la violencia se encuentra en los dos últimos tipos que se señalan, siendo posiblemente el bullying el mayor representante de la violencia escolar, a tal grado que en la literatura sobre el tema suelen usarse como sinónimos (Tresgallo, 2007).

Contexto del fenómeno del bullying o intimidación

La violencia e intimidación escolar es un fenómeno que va más allá de la institución educativa. Los estudios muestran que existe una relación de ella con problemas de salud, bienestar emocional, perturbaciones psicológicas (Kumpulainen, Räsäen y Henttonen 1999), depresión e ideas suicidas (Kaltiala-Henio et al., 1999). Pero el problema no se limita a aquellos estudiantes que sufren las agresiones, ya que los agresores aumentan la probabilidad de presentar conductas delictivas (Rigby y Cox, 1996) y de llegar a la criminalidad (Eron et al., 1987).

Sucesos como los del Columbine High School, de Colorado, en 1999, donde dos jóvenes se suicidaron luego de matar a quince compañeros; lo sucedido en Finlandia, donde un estudiante mató a diez de sus compañeros con un arma de fuego, son ejemplos de las consecuencias del bullying y de los niveles de violencia que se hacen presentes en las instituciones educativas, ante los cuales, como afirman Paredes, Álvarez y Lega (2008) se guarda silencio, contribuyendo con esto a la validación de esas prácticas, incentivando y manteniendo la violencia en la sociedad. Pero además, dicho tipo de actitudes y situaciones muestran a los niños que esta es una herramienta social aceptada, que puede llevarse a otros contextos como el familiar o, en un futuro, el laboral.

El fenómeno de la agresión escolar e intimidación entre pares (bullying) ha tomado importancia para los investigadores desde que Dan Olweus acuñó el término en 1993. Sobre el tema ya se tienen algunas certezas.

Puede pensarse que tras una conducta agresiva existe un determinado razonamiento que la motiva y justifica. Los psicólogos afirman que ningún comportamiento se genera en el vacío, y si bien en algunas ocasiones la causa no es identificable por un observador esto no puede llevar a afirmar que el comportamiento se generó de manera espontánea y caprichosa (Rachlin, 2002). Un factor que desempeña papel central en la conducta humana es el lenguaje, entendido como el medio que le permite al individuo interactuar con el mundo en niveles simbólicos, generador de reglas y normas que rigen su comportamiento y que además le permite referírselas a otros para que se ajusten a ellas (Ribaes, 1989). La moral está relacionada con estas reglas que se generan sobre el comportamiento y busca mantener una interacción social respetuosa con los otros; es el conjunto de normas de acuerdo con las cuales los seres humanos orientan sus vidas (Ruiz, García Amilaburu y Reyero, 2005).

Un estudio realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y la Universidad de los Andes en Bogotá sobre la violencia escolar, concluye que de una muestra de 807 colegios, con una población de 87.000 estudiantes, 86% ha sufrido algún tipo de agresión, 26% ha sido testigo de agresiones y 33% ha cometido algún hecho vandálico en sus respectivas instituciones. Dicho estudio, realizado en 2006 y publicado por la Alcaldía de Bogotá en 2008, muestra la dimensión que tiene el problema de la violencia escolar en las instituciones educativas bogotanas y plantea varias preguntas: ¿Por qué se están generando estos comportamientos agresivos en las instituciones educativas? ¿Es un fenómeno en expansión, o está decreciendo? ¿Cómo intervenirlo y controlarlo?

El concepto de bullying

El concepto de bullying hizo su aparición en los trabajos de Dan Olweus en 1978. Es una derivación del término anglosajón bully (agresor o matón) y tiene estrecha relación con mobbing (acosar, rodear), término utilizado por Konrad Lorenz en sus estudios etológicos, quien lo definió como un ataque colectivo de animales contra un animal de otra especie, que usualmente es más grande y enemigo natural (Serrate, 2007). La definición que Olweus ofreció sobre bullying fue:

Una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza el estudiante contra otro, a quien elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios. La continuidad de estas reacciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: descenso en su autoestima, estados de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que dificulta su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes (Olweus, 1993; en Serrate, 2007).

En esencia esta definición se ha mantenido hasta la fecha, como lo muestra la siguiente, ofrecida por Avilés (2003):

Es la intimidación y el maltrato entre escolares de forma repetida y mantenida en el tiempo, siempre lejos de la mirada de los adultos, con la intención de humillar y someter abusivamente a una víctima indefensa por parte de un abusón o grupo de matones a través de agresiones físicas, verbales y/o sociales con resultados de victimización psicológica y rechazo grupal (2003).

Estas definiciones muestran que al hablar de bullying se hace referencia a aquellas conductas que tienen que ver con la intimidación, tiranización, amenazas e insultos. Se trata de alguien, o un grupo de personas, que hostigan a otro que no tiene la posibilidad de defenderse, de la intención de alguien o de un grupo de personas de someter a otro, de un abuso intencionado del poder, de un desequilibrio en la relación y con consecuencias negativas para el individuo agredido.

Para aclarar más el concepto de bullying es necesario hacer referencia a aquellos elementos que no pueden nombrarse de esta manera. El primer caso que debe excluirse del concepto señala aquellas peleas en las que dos estudiantes de fuerzas y edades similares discuten y luchan. En este caso hay una confrontación de dos pares, pero ambos están capacitados para defenderse y la relación simétrica se mantiene. Esto muestra una característica importante del bullying, que genera una relación asimétrica entre los estudiantes de tal manera que se convierte en una interacción entre pares desigual, en la cual el estudiante que está en la posición inferior no puede defenderse y cae en el silencio, la exclusión del grupo y problemas de desarrollo psicosocial.

Las peleas en el descanso, el juego brusco y las riñas esporádicas tampoco son ejemplos de bullying, ya que son choques momentáneos entre estudiantes, no agresiones repetidas y mantenidas en el tiempo. Aisladamente estas conductas pueden tener algún efecto en la relación social de los estudiantes, pero no se pueden llamar casos representativos de bullying debido a su falta de repetición extendida en el tiempo (Avilés, 2006). La gravedad de la acción realizada no es de ninguna manera un elemento para identificar casos de bullying, ya que hay conductas muy graves que se convierten en delictivas y criminales, buscan hacer daño a alguien, pero no de manera repetida, no con la intención de mantener una relación asimétrica con la víctima durante un largo tiempo.

Es importante precisar qué es efectivamente bullying o intimidación, y qué no lo es. Como el tema se ha puesto de moda en el ámbito académico, todo comportamiento con algún tinte de agresión se constituye inmediatamente en intimidación. Precisar lo que es y lo que no es bullying, ayudará de manera significativa a la comprensión del fenómeno y a su solución.

La figura 1 muestra de manera resumida aquellas conductas que harían parte del bullying, en comparación con aquellas que no serían representativas de este:

Figura 1. Conductas características del bullying (Avilés, 2006)

Las expresiones incluidas en el bullying ameritan una aclaración para mostrar la pertinencia del concepto.

Intimidación: la intimidación hace referencia a la generación del desequilibrio en la relación entre pares. Puede definirse como la opresión, tanto psicológica como física, hacia una persona con menos poder, por otra persona con mayor poder (Farrington, 1993). La intimidación puede darse por parte de un solo individuo o de un grupo. Tiene consecuencias morales, ya que produce sufrimiento en la víctima y un estado de indefensión que se generaliza en otras actividades.

Matoneo: es el equivalente español de bullying, sin que sea efectivamente una traducción literal. No es una palabra usada comúnmente, pero sí es bastante reportada en la literatura sobre el tema. Se anexa a este documento por la falta de otro término en español que se acerque al significado inglés de bullying.

Abuso de poder: supone maltrato y hace referencia manifiesta a la dominación por parte del agresor, donde este exhibe su superioridad y genera desequilibrio en la relación. Este es sin duda un término con relación al bullying que señala la presencia de la interacción asimétrica entre el agresor y la víctima.

Victimización: señala las consecuencias del bullying desde el punto de vista de la víctima. Es el resultado de una agresión continuada que genera efecto físico, psicológico o social, como baja autoestima, ansiedad, depresión, dificultad de ajuste al medio escolar e incluso problemas de aprendizaje. Ortega (1997) señala que el maltrato prolongado genera indefensión aprendida en la víctima.

Violencia: Olweus (1999; citado en Avilés, 2006) hace una confrontación de términos que contribuye en gran medida a entender la relación entre bullying y violencia. Para esto se vale de la Figura 2:

Figura 2. Violencia y bullying (Avilés, 2006)


Lo que Olweus explica con este diagrama es el hecho de que el bullying es una forma de agresión, pero no la única; existe la violencia que se asocia con la idea de fuerza física y destrucción, elementos que pueden hacer parte del bullying, lo cual se ve representado por la intersección, pero no son los únicos que hacen parte de este. En el bullying también se encuentran formas de agresión como la amenaza, el chantaje, el rechazo, los rumores falsos, el insulto, los ataques al estatus social de alguien, entre otros.

A modo de síntesis se presenta la Tabla No. 1 que resume las características del bullying.

Tabla 1. Características del bullying (Serrate, 2007)


CaracterísticaDescripción
Víctima indefensa Persona atacada por un bully o un grupo de bullies.
Persistencia-continuidad La agresión tiene lugar de manera recurrente durante un largo tiempo. Es indispensable diferenciar entre lo episódico de lo habitual para hablar de acoso escolar. La persistencia es un eficaz indicador del riesgo experimentado por los afectados.
Dolor de forma sostenida La agresión supone dolor no solo en el momento del ataque
Desigualdad de poder - desequilibrio de fuerzas Es una situación desigual y de indefensión por parte de la víctima. La relación de igualdad el carácter horizontal de la interacción entre iguales
Dirigida a un sujeto. El objetivo de la intimidación suele ser un solo estudiante aunque también pueden ser varios

Características del fenómeno del bullying

Para caracterizar el fenómeno del bullying y sus principales formas de ser y de manifestarse, se hará un recorrido por los estudios y las investigaciones que se han hecho al respecto.

Paredes, Álvarez y Lega (2009) realizaron un estudio exploratorio sobre el bullying en Cali, con 2.542 estudiantes de sexto, séptimo y octavo grado, pertenecientes a 14 colegios de la ciudad, buscando identificar si existía este fenómeno en ellos y, de ser así, establecer las formas específicas de manifestación y algunas variables sociodemográficas que tuvieran relación con él. La forma como se definió el bullying fue el de ser una conducta agresiva repetida, calificada como grave por los adultos de la institución, con lo cual se buscaba diferenciar la agresión ocasional de la agresión repetida.

En ese estudio se aplicó una encuesta diseñada por los investigadores, con una prueba piloto que evaluó la comprensión de los estudiantes a la hora de responderla y comparó los resultados obtenidos en colegios privados y públicos con el fin de saber si esta era una variable de estratificación. Se encontró homogeneidad en los resultados.

Los colegios participantes se integraron al estudio por declaración explícita de querer participar; no se utilizó ningún tipo de filtro. Se encuestaron 1.513 mujeres y 1.029 hombres con edades entre los 9 y 18 años.

Los datos recolectados permiten afirmar que los estudiantes caleños no utilizan ningún calificativo característico para el agresor, aunque el de mayor uso es abusivo, con 12%. El instrumento está dividido en dos secciones: agresores y agredidos. La primera parte permite concluir que 43,6% admite haber agredido en diferentes formas a un compañero, ridiculizándolo, golpeándolo, o excluyéndolo por medio de la amenaza. En su mayoría, el 83,7%, afirma que estas agresiones se dan siempre en presencia de otros, el 34,8% reporta sentirse preocupado después de agredir a un compañero, el 32,5% se siente satisfecho y el 20,9% no identifica ningún sentimiento posterior a la agresión. Sobre la frecuencia de las agresiones, 10,37% afirma que estas se hacen diariamente. Llama la atención el hecho de que aproximadamente 43,6% ha agredido y 83.7% lo ha hecho en presencia de otros.

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