Kitabı oku: «Prietas las filas», sayfa 2

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Todo ese cúmulo de consideraciones supuso que el encuadramiento en la Falange y la identificación con el ideario nacionalsindicalista, fueran percibidos por amplios sectores sociales, tanto de jóvenes como de adultos y al igual que había ocurrido con otros movimientos fascistas en diversas naciones europeas, como una propuesta más actual, innovadora, y en el fondo más atractiva, que las que representaban las entidades juveniles de otros grupos y partidos apegados a programas y pautas de actuación mucho más antiguos y conocidos.

Por último, también debe considerarse que si los falangistas no habían destacado por su interés hacia los procesos de socialización de los jóvenes, en cambio contaron con un elemento bien significativo a su favor. Se trató de un factor de rango diferente a los enumerados hasta el momento, pero que también jugó un papel destacado. El hecho es que durante la Guerra Civil y la inmediata postguerra bastantes cuadros falangistas eran muy jóvenes. Durante los años previos a la sublevación, la organización había conseguido despertar cierto interés en algunos círculos universitarios y escolares, y de allí procedía gran parte de su militancia. La Falange era sin duda alguna, al igual que ocurrió con la elite fascista en Italia y la nacionalsocialista en Alemania, el grupo político con los cuadros y dirigentes más jóvenes de todo el espectro de organizaciones que integraban la «España nacional». Esa circunstancia de cercanía generacional, ubicada en el ámbito meramente sociológico, también jugó a favor de los falangistas para que fueran finalmente ellos quienes se responsabilizaran de la política de juventud del nuevo régimen.

A LA BÚSQUEDA DE UN MODELO

Como ya se ha indicado en páginas precedentes, la política de juventud del régimen franquista adquirió una dimensión mucho más amplia, integrándose por primera vez en nuestra historia en la acción política de gobierno y generando su correspondiente estructura administrativa, a partir del Decreto de Unificación promulgado en 1937. Lógicamente, dentro del contexto bélico, esa parcela específica no fue considerada prioritaria y su desarrollo tardó en concretarse. De todos modos, se le otorgó cierta importancia ya que algunos de sus planteamientos fueron objeto de estudio detallado por parte de la incipiente estructura político-administrativa que rodeaba a Franco, con algunos de sus máximos responsables a la cabeza.

En febrero de 1938, casi un año después de la unificación y su promulgación, se celebró en Salamanca el primer Congreso de Mandos de Juventudes, en el curso del cual se puso en pie la estructura normativa y organizativa de la Organización Juvenil del partido único. La meta de la reunión consistió en coordinar las realidades existentes en distintos lugares, intentar definir una cierta doctrina e implantar algunas normas de actuación comunes. El propio nombre que recibió en esos primeros momentos la entidad que se responsabilizó de toda esa problemática, Delegación Nacional de la Organización Juvenil –aunque también se empleara con profusión la denominación de Organizaciones Juveniles, incluso en documentos oficiales– indica con claridad su vinculación con la estructura política del franquismo y el gran interés de este por la socialización política de las nuevas generaciones.

Posteriormente, ya finalizada la Guerra, concretamente el 6 de diciembre de 1940, se promulgó la Ley Fundacional del Frente de Juventudes. Esa norma debe ser considerada como un verdadero hito definitorio y supuso el auténtico lanzamiento de la política juvenil. Su finalidad no fue otra que poner en marcha mecanismos más sólidos y plataformas bastante más amplias que las empleadas hasta ese momento, para conseguir la meta de socializar con la mayor eficacia posible a la juventud española en los ideales políticos del nuevo régimen. En cierta medida, se trataba de una evolución lógica. Finalizada la Guerra, se pretendía superar el periodo anterior caracterizado principalmente por la provisionalidad, en la cual todos los esfuerzos habían estado supeditados al esfuerzo bélico.

Pero tampoco debe perderse de vista que, desde un contexto más general, el Frente de Juventudes surgió en unas coordenadas muy precisas de la historia política del franquismo, formando parte de un conjunto de iniciativas de más amplio calado, las cuales perseguían metas muy bien definidas. Según diversos especialistas, la creación del Frente de Juventudes fue uno de los elementos destacados de la ofensiva emprendida en aquellas fechas por amplios sectores falangistas encabezados por Serrano Suñer, para aumentar su influencia social, ocupar un espacio mayor en las tareas de gobierno y orientar la política de este y de la organización del Estado hacia los postulados nacionalsindicalistas.10

La ley encajaba perfectamente en el proyecto totalitario que dichos grupos estaban impulsando y, como no podía ser menos, situaba bajo su radio de acción a toda la juventud española. El preámbulo de la ley resulta especialmente clarificador. En él se puede leer lo siguiente: «Al Frente de Juventudes corresponden dos tareas: la primera en estimación e importancia, consiste en la formación de sus afiliados para militantes del Partido; en segundo lugar, le compete irradiar la acción necesaria para que todos los jóvenes de España sean iniciados en las consignas políticas del Movimiento.» Para cubrir metas tan ambiciosas, la propia ley señalaba en el artículo 8.º que las funciones del Frente de Juventudes con «toda la juventud no afiliada» –lo que en la terminología interna se llamaría a partir de ese momento los «encuadrados»– serían, entre otras, la iniciación política y la educación física. Y «para sus afiliados», llamados a convertirse en los futuros militantes del partido, el artículo 7 señalaba, entre otros, los siguientes objetivos: «la educación política en el espíritu y la doctrina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, la educación física y deportiva» y la «educación premilitar».11

Interesa destacar esta última faceta. Ya que, además de ocuparse de la iniciación en la socialización política, el Frente de Juventudes, siguiendo los pasos que ya había marcado la anterior Organización Juvenil, tuvo como objetivo fundamental –«tarea primera en estimación e importancia» indicaba textualmente la exposición de motivos de la ley– la formación de los militantes juveniles de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Y para llevar a cabo esa tarea, el Frente de Juventudes creó una entidad específica, que durante sus primeros meses de existencia se denominó Falanges de Voluntarios. Esa estructura recogía la experiencia previa de la Organización Juvenil a la que aplicaba ciertos retoques. Desde los primeros días de 1942 comenzaron a dictarse normas para organizar el encuadramiento y las actividades que debía llevar a cabo. En septiembre de ese mismo año la organización adquirió perfiles más definidos cuando pasó a llamarse Falanges Juveniles de Franco. Con ese nombre se conoció a partir de tal fecha la entidad que durante casi dos décadas desempeñó la función de organización juvenil del partido, dentro de la peculiar estructura que fue la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

LA HITLERJUGEND

Dentro del contexto descrito, a la hora de poner en marcha la política de juventud que el nuevo estado demandaba, y dada la carencia de toda experiencia previa, los dirigentes falangistas no tuvieron más remedio que dirigir su mirada hacia los modelos existentes en las naciones amigas. Los principales aliados del régimen franquista a principios de la década de 1940 eran Alemania e Italia, los países del Eje con los que España mantenía fluidos intercambios políticos y económicos. Además, como indican todos los especialistas, en esos momentos los sectores falangistas aglutinados en torno a Serrano Suñer pugnaban con gran tesón por imponer su modelo político, en el cual la Alemania nazi, en unas fechas en que sus ejércitos dominaban Europa, ocupaba el lugar preferente. «Querían un Estado totalitario como el alemán, con un partido totalitario como el alemán, la propia Falange, encaramado en el poder», indica con claridad uno de estos investigadores.12 Alemania era la referencia destacada en todos los ámbitos y también en el de la política de juventud.

En cierta medida, los contactos habían comenzado tiempo atrás. Ya durante la guerra se había llevado a cabo un programa relativamente amplio de intercambio de visitas. Mandos y miembros de la Organización Juvenil habían viajado a Alemania e Italia y militantes de las organizaciones juveniles fascista y nacionalsocialista –la Opera Nazionale Balilla y la Hitlerjugend, respectivamente– habían correspondido con estancias en España. Los jóvenes pasaban unos días confraternizando con los miembros de la organización «hermana», visitaban algunas de sus instalaciones y eran recibidos por las autoridades del país anfitrión. Los mandos que les acompañaban analizaban todo con interés y luego, de vuelta a su lugar de origen –sobre todo los españoles, que eran los que tenían una mayor carencia–, trataban de aplicar lo que habían visto, en la medida de sus posibilidades.

Tales visitas se incrementaron al inicio de la década de los 40 y llegaron a tener cierta trascendencia que, aunque complicada de aquilatar, no conviene minusvalorar. Un buen ejemplo lo encontramos en la que realizó en otoño de 1943 un grupo de las juventudes hitlerianas a Barcelona. Un relato de aquellas fechas recuperado recientemente señala que el 8 de noviembre llegó a la capital catalana una representación de la Hitlerjugend alemana. En concreto se trataba del Grupo de Emisiones Artísticas de la Juventud Hitleriana en Radio Berlín. El grupo era una pieza de los servicios culturales y de propaganda de la organización alemana. Esta contaba con un departamento específico de prensa y propaganda, el cual editaba un amplio abanico de publicaciones y ponía en antena diferentes programas radiofónicos, entre los que destacaba «La hora de la joven nación».13 El grupo alemán ofreció «algunas representaciones en varios hogares, de danzas alemanas típicas» durante su visita. De ese modo, los dirigentes catalanes del Frente de Juventudes, y bastantes de sus integrantes, pudieron comprobar directamente los medios que empleaba la política de juventud de la Alemania nazi y las posibilidades que ofrecía, tanto en el ámbito de la cultura popular como en el del adoctrinamiento político y la propaganda ideológica.

Otro buen ejemplo de lo que suponían esos contactos, aunque en este caso de bastante mayor relevancia, lo encontramos en la visita realizada por Heinrich Himmler, uno de los principales jerarcas nacionalsocialistas, quien, entre otros cargos, fue comandante en jefe de las SS, las milicias del partido nacionalsocialista, y ministro del interior de la Alemania nazi. Por las tareas que desempeñó, Himmler fue uno de los máximos responsables de la política belicista y primacista alemana que desencadenó la II Guerra Mundial y el holocausto de millones de personas. La gira se efectuó en febrero de 1940 y fue una de las más destacadas que se efectuaron en los primeros años del franquismo. Incluyó, a petición del propio Himmler, la visita a un campamento del Frente de Juventudes, el cual fue montado expresamente en las cercanías de Barcelona. Como consecuencia del encuentro y como muestra de colaboración, el jerarca alemán se comprometió a la donación de uniformes y equipos para la práctica del montañismo que llegaron al poco tiempo.14

Una referencia más que nos indica que los contactos entre el Frente de Juventudes y la Hitlerjugend no fueron algo reducido y ocasional. Se trata de alguna cifra parcial que manejan los investigadores. Morant nos indica al respecto que, según referencias oficiales de la propia Hitlerjugend, en 1936, el primer año de la Guerra Civil, entre los algo más de 51.000 jóvenes extranjeros que visitaron sus instalaciones se encontraban 259 españoles. Dichos intercambios se mantuvieron en años posteriores, mientras la evolución de la Guerra Mundial lo permitió. Así, diversas delegaciones de miembros y responsables de las organizaciones juveniles nazis visitaron en repetidas ocasiones la Academia de Mandos José Antonio, en donde se formaban los oficiales instructores del Frente de Juventudes. Todos esos contactos, como insisten los especialistas, tuvieron destacada trascendencia, de tal modo que fueron dejando un rastro que acabó impregnando a la organización en casi todas sus iniciativas, llegando a constituir un destacado rasgo de identidad propio.15

Debo insistir en la importancia de esos intercambios. Por un lado suponían una ayuda directa al facilitar el contacto con experiencias y materiales de todo tipo, entre los que ocupaban un lugar destacado los textos doctrinales y organizativos. Y de un modo más indirecto, dejaban toda una estela de influencia más difusa, difícil de aquilatar pero de indudable trascendencia entre los miembros y los cuadros de la Falanges Juveniles que participaban en ellos. Sobre este último aspecto debe tenerse en cuenta que en aquella época la salida fuera de las fronteras resultaba excepcional para cualquiera, y más todavía si se trataba de jóvenes muchachos.

Como ya ha quedado de manifiesto, dentro de esas miradas hacia el exterior, las juventudes hitlerianas acapararon la mayor atención. Independiente de la atracción que la Alemania de Hitler ejercía sobre amplios grupos falangistas por otros motivos, se trataba de la organización juvenil que había adquirido mayor desarrollo en cuanto a encuadramiento, infraestructuras, propuestas formativas e implicación en el proyecto político de su partido.16 A ello se sumaba otro dato especialmente relevante. A partir del verano de 1941, una unidad militar española, la División Azul, compuesta en gran parte por jóvenes voluntarios falangistas, se había integrado en el ejército alemán y combatía en el frente del este contra las tropas rusas. A partir de ese momento, la atención e interés por la situación alemana aumentó aún más en los grupos falangistas, que eran quienes habían alentado tal intervención. Entre ellos se extendió un cierto espíritu de camaradería, una de cuyas concreciones fue los numerosos reportajes que aparecieron en la prensa controlada por la Falange. Por su parte, el Frente de Juventudes otorgó especial atención a los jóvenes militantes que se habían alistado en la División Azul y destacó y tuvo muy presente en su imaginario sobre todo a aquellos que murieron en los combates.

EL NUEVO ORDEN EUROPEO

Pero no fueron solo los contactos, las visitas o las muestras de atención puntuales. El interés, e incluso el compromiso de las autoridades del Frente de Juventudes con la Hitlerjugend llegaron a algo más y de una manera formal, enmarcada en un serio compromiso institucional. Me estoy refiriendo en concreto a la participación de la entidad española en el Primer Congreso de las Juventudes Europeas, que se celebró en Viena en septiembre de 1942. El encuentro fue convocado conjuntamente por los responsables de las políticas juveniles de Alemania e Italia y no fue un acto puntual, sino que se trataba de un señalado eslabón dentro de una empresa de amplio calado. Buena muestra de ello es que para preparar la reunión se habían celebrado varias reuniones preparatorias en Weimar, Florencia y Roma. El objetivo final de todo el proceso consistía en organizar en el ámbito de la juventud el «orden nuevo», que las potencias del Eje estaban intentando instaurar en Europa a sangre y fuego.

En esa iniciativa se involucraron muy intensamente el Frente de Juventudes como organización y el propio José Antonio Elola-Olaso, que como delegado nacional del mismo era el máximo responsable de la política de juventud del franquismo. El congreso de Viena se celebró del 14 al 18 de septiembre de 1942 y contó con una nutrida representación española, con el citado Elola-Olaso a la cabeza. El objetivo formal de la reunión fue la creación de la Asociación de las Juventudes Europeas. Para ello se había realizado una amplia convocatoria a todos los regímenes que se situaban en la órbita del Eje, la cual fue ampliamente secundada ya que asistieron representaciones de España, Alemania, Italia, Hungría, Rumania, Croacia, Eslovaquia, Portugal, Bulgaria, Finlandia, Walonia, Flandes, Dinamarca y Noruega.17

De acuerdo con todas esas referencias, resulta evidente que el Primer Congreso de las Juventudes Europeas tuvo una destacada importancia. No se trató de una asamblea vacua de contenido, ni de una reunión más. Tanto por su orientación, como por el número de participantes, como por el nivel de las representaciones, se trató de una iniciativa señalada, destinada a poner en pie la coordinación efectiva de elementos significativos de las políticas de juventud de una serie de regímenes, los cuales contaban con bastantes puntos de contacto en sus idearios políticos y que eran aliados, con mayor o menor compromiso, en una guerra mundial. La dirección la ostentaron en todo momento los dirigentes juveniles de la Italia fascista y de la Alemania nazi. En este último caso, Von Schirach, responsable en aquellas fechas de la Hitlerjugend, tuvo una actuación especialmente destacada.

Sobre la participación de los falangistas en el congreso de Viena contamos con algunas opiniones de interés. Existe una interpretación que insiste en remarcar las distancias que existieron entre estos y los representantes alemanes, subrayando las diferencias doctrinales y programáticas entre la Falange y el nacionalsocialismo. Un buen ejemplo de esa postura la localizamos en la rememoración que realizó casi medio siglo después de los acontecimientos Jorge Jordana, uno de los más significados dirigentes del Frente de Juventudes y de las Falanges Juveniles de Franco.

Solo una vez recuerdo que José Antonio Elola asistió a una reunión con representantes de las Hitler-Jugend y otras organizaciones europeas similares. Fue en Viena y terminó, como vulgarmente se dice, como el rosario de la aurora, al hacer hincapié José Antonio Elola y sus acompañantes en la raíz católica de nuestro sistema político, incompatible con la defensa del panteísmo estatal.18

Como indica Jordana, es cierto que existieron discrepancias entre los falangistas y los dirigentes de la Hitlerjugend, sobre todo relacionadas con el papel que debían desempeñar las entidades religiosas y la familia en la formación de los jóvenes. Otras fuentes lo corroboran. Es el caso de Leopoldo Eijo-Garay, obispo de Madrid-Alcalá y asesor nacional de Moral y Religión del Frente de Juventudes, quien también recordaba ese congreso, aunque dejó testimonio de su rememoración en fecha más temprana, ya que las palabras que cito a continuación fueron pronunciadas en 1946.

El prelado recordó públicamente esos acontecimientos cuando intervino en el acto de clausura del curso en la Academia de Mandos José Antonio, en el transcurso del cual se le hizo entrega de la Gran Cruz de Cisneros. En el discurso de agradecimiento realizó un breve repaso de su trayectoria dentro de la organización. Entre los episodios más sobresalientes destacó su preocupación «en aquellos días de Viena… porque hasta España podían llegar esas doctrinas venidas del extranjero, que podían herir y arañar las creencias del alma española.» Y apostillaba: «Peligro hubo mucho…». Pero, gracias a Dios –nunca mejor dicho– la actuación de Elola fue la que se esperaba ya que, en opinión de Eijo-Garay, «nuestro Delegado Nacional demostró al mundo que España, en sus juventudes, era digna de una nación católica, y sus palabras conmovieron al Pontífice de Roma y nos trajeron la seguridad a los prelados españoles… Dio Dios al Frente de Juventudes un Delegado Nacional… tan limpiamente Católico, que todo el peligro de contagio desapareció».19

De acuerdo con estas fuentes, parece claro que existieron discrepancias de cierta entidad en aspectos relevantes, relacionados sobre todo con el papel que debían desempeñar el Estado, las familias y las iglesias como agentes principales de la política de juventud. Pero no es menos cierto que junto a esas diferencias hubo algunas coincidencias de bastante entidad. En primer lugar, un dato sumamente relevante es que Elola-Olaso se involucró con mucha intensidad en todo el proceso de creación del «nuevo orden juvenil» y buscó con mucha insistencia ostentar un protagonismo destacado. Como señalaba la revista Mandos, en la reunión de Viena «nuestro Delegado Nacional reclamó un innegable derecho de prioridad» y desde el primer momento se negó a seguir el orden de prelación establecido por los organizadores, que se basaba en el simple orden alfabético. Ante esa situación, según el relato de Mandos, la delegación española rompió el protocolo y no le importó lo más mínimo provocar algún que otro roce. Pero valió la pena, ya que se alcanzó el objetivo: «y nuestro Delegado ocupó desde el primer momento el lugar de precedencia que le correspondía.» Así, concluía el artículo, Elola-Olaso fue citado en todo momento el primero, intervino siempre en primer lugar, tras los parlamentos de los anfitriones «y fue objeto de las atenciones especiales tributadas a la alta representación que ostentaba».20

A la vista de esas declaraciones, resulta innegable concluir que en Viena se manifestaron discrepancias, pero también existieron puntos de encuentro, acuerdos, reconocimientos e intereses compartidos. Al menos no puede desprenderse otra conclusión, tanto de los comentarios anteriores como de las palabras de Elola, tomadas de su propia intervención inicial, las cuales fueron publicadas en una edición oficial del Frente de Juventudes.

El Frente de Juventudes… llega a Viena a cumplir la consigna de servir con todos sus medios y con franca y leal colaboración a la tarea que une a las juventudes de Europa. Estudiaremos con apasionado afán y el mejor espíritu todas las acciones y propuestas. Y tened por seguro que en todo aquello que sea compatible con la esencia íntima de nuestro ser español, con nuestra fe religiosa y política, con la convicción firmísima de nuestra unidad de destino en el mundo, encontraréis camaradas que en las trincheras se han encontrado para derramar juntos la sangre.21

Como se puede comprobar, pese a que el delegado nacional mantenía como premisas inamovibles la esencia íntima del ser español y la «fe religiosa y política», ello no era óbice para que reconociera que la consigna con que llegaba el Frente de Juventudes no era otra que «servir con todos sus medios y con franca y leal colaboración a la tarea que une a las juventudes de Europa». No puede negarse que esas palabras suponían una clara voluntad de coordinar iniciativas, guiados, como señaló textualmente el propio Elola, por «la convicción firmísima de nuestra unidad de destino en el mundo» para establecer el «nuevo orden» europeo.22

Y no solo se trató de sumarse al empeño de iniciar la coordinación de las políticas de juventud, las cuales iban a regir Europa de acuerdo con las propuestas de las potencias del Eje, sino que –interesa resaltar especialmente este punto– el Frente de Juventudes reconoció el liderazgo doctrinal y organizativo de la Hitlerjugend y de sus dirigentes, como dejó bien de manifiesto el propio delegado nacional.

Hoy nuestra juventud siente ya la responsabilidad sobre sus hombros, se siente personal y colectivamente unida al destino de su patria con afanes de servicio. Quien ha visto esto mejor que nadie es nuestro camarada Von Schirach, cuando en su libro sobre la Hitler Jugend nos dice que la juventud no quiere la protección del Estado, sino por el contrario, entiende que su deber es proteger personalmente al Estado.23

El Frente de Juventudes, como entidad responsable de la política de juventud española, se sumó con verdadero interés a la nueva propuesta que significaba el congreso de Viena y la Asociación de Juventudes Europeas, sabiendo perfectamente lo que ello significaba. La posición gubernamental española estaba clara y no puede dudarse de su orientación fundamental claramente a favor de las propuestas de Alemania e Italia. A las palabras y declaraciones ya reseñadas, se puede añadir la valoración que realizó el corresponsal del periódico madrileño ABC, directamente desplazado desde Berlín para cubrir la noticia, en su última crónica en la que realizaba un resumen y balance final. Sus palabras textuales –teniendo en cuenta que en ese momento esa cabecera como todas las restantes estaba sometida a un intenso control, por lo que en un asunto como este casi actuaba como portavoz oficial–fueron las siguientes: «La Asociación nace bajo el símbolo del Eje y como una expresión del nuevo y mejor orden que como resultado de la actual contienda él mismo se ha propuesto instaurar».24

Además de esas declaraciones más generales, la delegación española con Elola al frente pugnó y consiguió que se creara una comisión de Juventud y Familia, la cual fue presidida por el propio Elola. En un principio los organizadores habían asignado al dirigente falangista la de Asistencia Social, pero la propuesta no fue del agrado de los españoles, ya que como indicaba uno de sus portavoces, «la ambición de la Falange pedía más amplios horizontes». Tan fuerte fue su insistencia, que forzaron a los organizadores la creación de otra nueva comisión bajo el rótulo Juventud y Familia, la cual esta vez sí que contó con el beneplácito de Elola para presidirla.

La comisión sumó sus trabajos a las restantes y sus conclusiones se incorporaron a las generales del congreso. El texto final suponía un equilibrio entre los tradicionales intereses de la doctrina católica, destacando el papel y los derechos de las familias sobre la educación de los hijos, y las necesidades de los estados allí representados. Estos se encontraban muy interesados por socializar políticamente a las nuevas generaciones y prepararlas física y militarmente para que desempeñaran el papel que sus autoridades les tenían asignado, siguiendo la línea de pensamiento intervencionista que se ha indicado en páginas anteriores.25 A la vista de las referencias aportadas, resulta evidente que en el congreso de Viena, pese a las diferencias ya apuntadas, existieron acuerdos y compromisos. Y desde una perspectiva global, no dejó de ser una reunión de «camaradas».

Cabe añadir que la citada comisión de Juventud y Familia no fue una estructura exclusivamente coyuntural, vinculada solo al congreso de Viena, sino que tuvo un recorrido más amplio. Tras las primeras reuniones celebradas en la capital austriaca, fijó su sede en la del Frente de Juventudes y continuó realizando trabajos que culminaron en un nuevo encuentro unos meses después en Madrid, en los primeros días de diciembre de 1942. A la reunión asistieron representaciones de Alemania, Italia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia y Croacia, que, a la par que desarrollaban su programa específico de trabajo, realizaron visitas a diversos organismos dependientes del Frente de Juventudes, de la Secretaría General del Movimiento y una gira con fines turísticos y políticos por Toledo y Sevilla.

Para calibrar en su justa medida los trabajos de esa comisión y el apoyo con que contó por parte del gobierno, debe señalarse que se les cedió como sede para desarrollar las sesiones el edificio que entonces ocupaba el Consejo Nacional, uno de los organismos situados en la cumbre de la estructura del Estado franquista, sito en la plaza de la Marina Española y que actualmente ocupa el Senado. Además, en todo su periplo las delegaciones de otros países fueron agasajadas por las autoridades españolas y en la sesión de clausura por el ministro secretario del partido, José Luis Arrese. En lo que respecta a los trabajos de la comisión, la declaración final insistía y ampliaba en algo los acuerdos tomados en Viena, además de marcar un plan de trabajo para los meses posteriores, que la intensificación de la Guerra Mundial impidió que pudiera llevarse a cabo.

La participación del Frente de Juventudes en la iniciativa de poner en marcha el «nuevo orden» entre la juventud europea debe analizarse, además, con un enfoque más amplio que nos sitúe en las claves que en aquellos momentos orientaban la política general del régimen franquista. La asistencia a ese congreso debe contemplarse como un eslabón más dentro de la ofensiva que estaban realizando los sectores falangistas para orientar la política gubernamental hacia el modelo totalitario. Y para que ello quedara bien evidente, el Primer Congreso de Juventudes Europeas mereció varios comentarios editoriales de Arriba, el principal portavoz de la opinión falangista, además de los ya citados en párrafos anteriores. En la edición de 15 de septiembre, el editorialista se refiere a lo que estaba aconteciendo en la capital austriaca en los términos siguientes:

Llamadas por las juventudes hitlerianas, las juventudes de Europa acuden a Viena para estudiar unidas problemas comunes nacidos de un destino también común... Y al lado de las pardas camisas nacionalsocialistas, de las negras del fascismo... estarán también, en lugar de honor, las azules camisas de nuestra Falange, vestidas orgullosamente por los camaradas que representan al Frente de Juventudes, obra predilecta del régimen nacionalsindicalista...26

Resulta evidente, siguiendo en todo momento, entre otras, las propias fuentes falangistas, que la delegación del Frente de Juventudes acudió a Viena con el objetivo de colaborar en la elaboración de una doctrina y en el diseño de algunas pautas de actuación comunes. De modo alguno finalizó como el rosario de la aurora, tal como señalara con posterioridad algún publicista falangista. Y si el proyecto no avanzó en sus planteamientos fue debido a la derrota de las fuerzas del Eje en la II Guerra Mundial, no por falta de interés de los españoles. Estos se encontraban muy identificados con bastantes de los planteamientos que se realizaron en Viena y el delegado nacional buscó –y consiguió– desempeñar un papel protagonista, situándose solo un peldaño más abajo que los dirigentes nazis y fascistas, que eran los convocantes, pero también un peldaño por encima de los restantes representantes. De este modo recogió la situación el texto publicado por el propio Frente de Juventudes, a modo de introducción del informe oficial de la reunión.

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