Kitabı oku: «Prietas las filas», sayfa 3
Europa quiso con este alarde de fuerza juvenil manifestar su fe en el porvenir, poniendo a sus juventudes en pie, movilizándolas para una tarea común con trascendencia en el mundo entero: tarea que viene siendo efectiva desde el 18 de julio de 1936 –como la Delegación española afirmó rotundamente en Viena– y a la que la juventud europea se ha unido desde hace tres años, derramando sin tasa su sangre generosa, prometedora de un mañana en el que España está llamada a ocupar un lugar preeminente.27
Por último, otro dato a tener en cuenta es que ni el Frente de Juventudes como entidad ni Elola-Olaso como máximo responsable olvidaron el proyecto y durante un tiempo continuaron realizando referencias públicas al mismo, señalándolo como un elemento destacado de su actuación política. No podía ser de otro modo, ya que dichos planteamientos estaban en plena consonancia con la norma programática de la Falange, en la que se señalaba que esta aspiraba a sustituir el vigente por un «orden nuevo».28
EL RESULTADO
De acuerdo con el conjunto de referencias aportadas, queda fuera de toda duda que los dirigentes del Frente de Juventudes tuvieron muy en cuenta el modelo de organización juvenil que suponía la Juventud Hitleriana a la hora de organizar la política de juventud del franquismo y lo siguieron en bastantes de sus rasgos más característicos. El protagonismo de la organización alemana dentro del ámbito ideológico totalitario de derechas europeo resultaba sumamente destacado y tanto el partido nacionalsocialista, como la propia Alemania como nación, ofrecían en los primeros años de la década de 1940 un amplio balance de éxitos militares y políticos que sumaban atractivo a la afinidad ideológica.
En el caso concreto de los mecanismos de socialización política de la juventud, se encuentra bien documentado el explícito reconocimiento de la primacía y del liderazgo del modelo alemán por parte de los responsables del Frente de Juventudes, el cual no se quedó solo en tomas de posición y palabras grandilocuentes, sino que se concretó en aspectos específicos. Desde la uniformidad hasta la misma denominación, pasando por toda la liturgia, el programa de actividades, la estructura organizativa o los objetivos de socialización que se aplicaron a las Falanges Juveniles de Franco como organización política juvenil del régimen, guardaron una relación evidente con el modelo de la Juventud Hitleriana. De entre ellos, merece destacarse uno que aquí llamó mucho la atención y que a la larga tuvo una gran trascendencia. Me refiero al mecanismo de autodirección aplicado por la organización alemana. En un número de 1942 de la revista Mandos, se puede leer una significativa reflexión al respecto. Para los responsables de la entidad había que aprovechar la experiencia de la Hitlerjugend, formando los cuadros a partir de los jóvenes miembros que integraban las Falanges Juveniles de Franco.
Después de reconocer el acierto, alentaba a aplicarlo, por lo que el redactor de la reflexión, sin duda un destacado dirigente falangista, realizaba la oportuna extrapolación al Frente de Juventudes. «Nuestras Jerarquías – especialmente los Delegados provinciales– […] tienen [que] ir descubriendo entre los encuadrados aquellos que tienen aptitudes naturales de Jefes». Y finalizaba realizando una consideración y una llamada sobre el papel político que la juventud estaba llamada a desempeñar, que aunque en clave nacionalsindicalista, resultaba muy similar a lo que señalaba la doctrina oficial del nacionalsocialismo alemán. «Nosotros sabemos que los pueblos son conducidos por una minoría. En el caso de una empresa joven como la nuestra, esta minoría debe ser rigurosamente joven para que no pierda nunca la capacidad de entusiasmarse».29
Y con todas esas influencias y referencias, los dirigentes del Frente de Juventudes decidieron crear a partir de los primeros días del año 1942 las primeras centurias de las Falanges de Voluntarios como organización política juvenil del régimen. En septiembre de ese mismo año, casi coincidiendo con el congreso de Viena, lo cual subrayaba más todavía el influjo de la Juventud Hitleriana, dichas centurias pasaron a denominarse Falanges Juveniles de Franco, «previa conformidad con las superiores Jerarquías del Movimiento». Como no podía ser de otro modo, fueron presentadas oficialmente ante el propio jefe del Estado en otoño de 1942, con ocasión de la clausura del II Consejo del Frente de Juventudes. Con estos actos iniciaban un itinerario de casi dos décadas como elemento privilegiado de la política juvenil del franquismo.
1 J. Sáez Marín: El Frente de Juventudes. Política de juventud en la España de la postguerra (1927-1960), Madrid, Siglo XXI, 1988, pp. 28-30. Los enfrentamientos entre las juventudes de diversos partidos alcanzaron tal virulencia que llevó al gobierno de la República a promulgar un decreto, con fecha de 28 de agosto de 1934, por el que prohibía por completo la militancia a los menores de 16 años y condicionaba a los que superaban esa edad y tuvieran menos de 23, a la autorización paterna. S. Souto Kustrín: «Juventud, violencia política y “unidad obrera” en la Segunda República española» en Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea (<http://hispanianova.rediris.es/general/ariculo/016/art016.htm>).
2 Sobre esta primera etapa de la política juvenil del franquismo resulta imprescindible el testimonio del que fuera su máximo responsable, S. Dávila: De la OJ al Frente de Juventudes, Madrid, Editora Nacional, 1941. En las primeras páginas del texto, Sancho Dávila señala expresamente, incluso, que hasta la celebración del primer Congreso de Mandos de Juventudes en febrero de 1938 en Salamanca, existió una notable falta de coordinación entre las distintas delegaciones provinciales.
3 Un dato muy claro lo encontramos en la publicación semanal Pelayos. Semanario infantil, editado en San Sebastián. Precisamente, tras el decreto de unificación tuvo que asociarse con la revista Flechas, dando lugar a Flechas y Pelayos. Sobre el particular puede consultarse I. Rekalde Rodríguez: Escuela, educación e infancia durante la Guerra Civil en Euskadi, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca (edición en CD), 2001.
4 Al respecto puede consultarse: J. Martínez: Scouts Hispanos. Educación cristiana, patriótica y cívica, Madrid, Apostolado de la Prensa, 1934 y E. Genovés: «Conozcamos nuestra historia: Apuntes sobre los Scouts Hispanos» en Guilda. Boletín de la Asociación de Scouts y Guías de Madrid, Diciembre, 1998.
5 J. M. Thomàs: La Falange de Franco. Fascismo y fascistización en el régimen franquista (1937-1945), Barcelona, Plaza y Janés, 2002, pp. 38-39.
6 Juan J. Linz: Obras escogidas. Fascismo: perspectivas históricas y comparadas, Vol. 1, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2008, pp. 38-39.
7 E. González Calleja y S. Souto Kustrín: «De la Dictadura a la República: Orígenes y auge de los movimientos juveniles en España» en Hispania. Revista española de historia, vol. LXVII, núm. 225, (enero-abril, 2007), p. 91; E. Harvey: «Autonomía, conformidad y rebelión: Movimientos juveniles en Alemania en el periodo de entreguerras» en Hispania. Revista española de historia, vol. LXVII, núm. 225, (enero-abril, 2007), pp. 103-126 y E. Michaud: «Soldados de una idea. Los jóvenes bajo el Tercer Reich» en G. Levi y J. C. Schmitt (dirs.): Historia de los jóvenes. II La edad contemporánea, Madrid, Taurus, 1996, pp. 349 y 360-361.
8 Juan J. Linz, op. cit., p. 39. Los ejemplos italiano y alemán, sobre todo el primero, han sido estudiados por L. Malvano: «El mito de la juventud a través de la imagen: el fascismo italiano» en G. Levi y J. C. Schmitt (dirs.), op. cit., pp. 311-346.
9 Decreto de Unificación en Fundamentos del Nuevo Estado, Madrid, Vicesecretaría de Educación Popular, 1941, p. 19.
10 J. M. Thomàs, op. cit., pp. 260-263.
11 Ley Fundacional del Frente de Juventudes de 6 de diciembre de 1940.
12 I. Saz Campos: España contra España. Los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 299.
13 E. Michaud: «Soldados de una idea. Los jóvenes bajo el Tercer Reich» en G. Levi y J. C. Schmitt (dirs.), op. cit., pp. 360-361. En ese aspecto concreto, la política de juventud española también siguió los pasos de la alemana, aunque con recursos mucho más limitados. En lo que respecta a la prensa escrita, además de otros boletines y revistas de carácter más interno como Mandos, la Delegación Nacional del Frente de Juventudes publicó hasta finales de la década de 1950 la cabecera Juventud. Semanario para todos los españoles. En lo que respecta a las emisoras de radio, funcionaron en los años 40 diversas emisoras escuela, las cuales una década después se convirtieron en la Cadena Azul de Radiodifusión (CAR). Esta integró una cuarentena de emisoras esparcidas por todo el territorio nacional con el común nombre de Radio Juventud, particularizado en cada caso concreto con el de la localidad en que radicaba.
14 J. Millán Lavin: Historia del Frente de Juventudes. Delegación Provincial de Barcelona y comarcas. Tomo I: 1939-1950, Barcelona, Hermandad del Frente de Juventudes-Barcelona, 1997, pp. 52-53 y 107. Como muestra de la eficacia germánica, los materiales estuvieron disponibles al poco tiempo. Pero el Frente de Juventudes no pudo, o no supo, estar a la altura de las circunstancias, ya que pese a que los uniformes estaban destinados a una centuria de Barcelona, no salieron de Madrid y fueron asignados a la centuria de montañeros de la capital.
15 T. Morant i Ariño: «Els intercanvis entre la HJ i l´OJ/FJ i el BDM i la SF en el reflex de la premsa juvenil nacionalsocialista»; trabajo mecanografiado inédito, J. A. Cañabate: Les organitzacions juvenils del règim franquista (1937-1960). Trayectoria general i evolució a les Balears, Palma, Edicions Documenta Balear, 2004 y R. C. Torres Fabra: La falange en una comunitat rural valenciana (la Ribera Baixa), Catarroja-Barcelona, editorial Afers, 2005, p. 162.
16 Entre los muchos ejemplos que se pueden poner sobre el papel que ocuparon las Hitllerjugend en la Alemania nazi, tomo uno poco conocido que Morant indica en su trabajo. En 1936, la organización juvenil editaba no menos de 15 periódicos de ámbito nacional o regional, cuya tirada global llegaba al millón y medio de ejemplares.
17 Puede leerse el texto de la intervención del delegado nacional y unas consideraciones sobre el congreso en: Delegación Nacional del Frente de Juventudes: Educación de la juventud española, Madrid, DNFJ, 1943, pp. 113-120.
18 J. Jordana de Pozas: «La formación política de una generación», en VVAA: Reflexiones sobre la juventud de la postguerra, 50 años después, Madrid, Fundación San Fernando, 1999, p. 44.
19 «Clausura del curso en la Academia José Antonio» en Mandos. Revista oficial del Frente de Juventudes, n.º 50, febrero de 1946, pp. 44-47.
20 «Consigna. Una conducta» en Revista de Mandos del Frente de Juventudes, n.º 10, octubre de 1942, pp. 210-211.
21 «Declaración oficial del camarada José Antonio Elola Olaso, Delegado Nacional del Frente de Juventudes» en Delegación Nacional del Frente de Juventudes, op. cit., pp. 116-117.
22 J. A. Cañabate, op. cit., pp. 153-155.
23 «Declaración oficial del camarada José Antonio Elola Olaso, Delegado Nacional del Frente de Juventudes» en Delegación Nacional del Frente de Juventudes, op. cit., p. 116 (la cursiva en el original).
24 «Hacia una nueva Europa. Después de cuatro días de intensos trabajos se clausuró ayer el Congreso de las Juventudes Europeas» en ABC, Madrid, 15 de septiembre de 1942, p. 1.
25 «Congreso de Juventudes Europeas» en Revista de Mandos…, n.º 10, op. cit., pp. 212-217.
26 Arriba, Madrid, 15 de septiembre de 1942, p. 3.
27 «Primer congreso de las juventudes europeas. Contenido espiritual del movimiento proclamado por el Frente de Juventudes en Viena» en Delegación Nacional Del Frente De Juventudes, op. cit., pp. 113-114.
28 J. A. Elola Olaso: «El delegado nacional informa al Caudillo» en Revista de Mandos del Frente de Juventudes, n.º 11, noviembre de 1942, p. 281.
29 «Servicio y disciplina. Mandos para la juventud» en Revista de Mandos del Frente de Juventudes, n.º 2, febrero de 1942, p. 79.
EL BALUARTE MÁS SÓLIDO DE LA REVOLUCIÓN
¡Juventudes! ¡Juventudes! De Franco suprema ambición
¡Juventudes! ¡Juventudes! ¡En pie! ¡Alerta! ¡Con vigor!
En la Patria reconquistada con heroísmo y con dolor
Seremos audaz avanzada del porvenir español
Estrofa de la canción «¡Juventudes! ¡Juventudes!»
Del cancionero de las Falanges Juveniles de Franco
Como ya quedó indicado en el capítulo anterior, las Falanges Juveniles de Franco tuvieron como misión fundamental preparar a sus integrantes para la militancia en la Falange. Desde ese punto de vista, su función dentro de la estructura superior, pero cercana, del Frente de Juventudes y la algo más alejada de la Secretaría General del Movimiento, fue la propia de cualquier organización política juvenil. Se trataba de preparar a los futuros militantes, para lo cual resultaba imprescindible que sus miembros fueran adentrándose en el conocimiento de los rasgos fundamentales de la doctrina nacionalsindicalista, a la par que tenían que ir desarrollando en ellos las cualidades personales que debían caracterizar a todo buen falangista. Lógicamente, el proceso de puesta en marcha de la estructura juvenil y de su definición ideológica y organizativa se desarrolló muy condicionado por las circunstancias políticas del momento. Entre ellas merece ser destacada la permanente evocación de la Guerra y la victoria, las cuales todavía estaban muy cercanas en el tiempo y suponían un elemento básico de legitimación política. Además, el contexto internacional, al menos durante toda la primera mitad de la década de 1940, con la contienda mundial en todo su apogeo y la poderosa influencia que ejercía sobre la realidad española, también favorecía la constante referencia a la pasada Guerra Civil.
LOS MEJORES CAMARADAS
Con tal panorama como telón de fondo, se fueron organizando desde comienzos de 1942 las Falanges Juveniles de Franco. Pero, curiosamente, desde la perspectiva estrictamente partidista, además de buscar el objetivo típico de toda entidad política –esto es, formar a nuevos militantes para que se integraran llegada la hora en la estructura adulta–, apareció casi desde los inicios otro claro interés. A los miembros de las centurias juveniles se les consideró también como un destacado refuerzo para llevar a cabo la acción más inmediata. Porque de lo que se trataba no era solo de capacitar y adoctrinar para el futuro, sino que también se buscaba ampliar las filas partidistas, dándoles a los jóvenes, en la práctica, una consideración similar a la de militantes activos desde el momento mismo de su ingreso. Todo parece indicar que los dirigentes falangistas que diseñaron esa plataforma de socialización partidista tuvieron gran interés por incorporar a la acción política inmediata a «los mejores camaradas jóvenes de la Patria», como les llamaba la norma legal que regulaba a los integrantes de la organización juvenil falangista. En este aspecto, como ya se ha indicado en el capítulo anterior, no hacían más que seguir la pauta marcada por otras organizaciones análogas que situaban en la vanguardia partidista a la juventud y en la ideológica a lo «joven».
Esa peculiar situación, incluidas las mencionadas referencias bélicas, se describía con cierta retórica, aunque muy gráficamente, en la «consigna» de abril de 1943 de Mandos, la revista oficial del Frente de Juventudes. Se titulaba «¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria!» y en ella, tras recordar con un punto de añoranza la unanimidad existente en la retaguardia durante los años de la Guerra, se indicaba a los camaradas que alcanzaron la victoria «a punta de bayoneta y a golpe de granada» cuál debía ser su actitud ante la irrupción de las centurias juveniles:
Abrid dos vallas, arma al brazo y tensos los espíritus, para dar paso a la juventud, para ser la guardia armada de la revolución nacionalsindicalista. Esa juventud la tenéis ya formada: es la que el primero de abril, Día de la Canción y de la Victoria, recorrerá nuestras calles y nuestros caminos para pedir cantando que se le den órdenes, dispuesta a obedecer y a marchar a donde el Caudillo quiera, resuelta a cumplir inexorablemente el destino eterno de la Patria.1
Como señalaba el texto, los jóvenes escuadristas tenían que convertirse en el vivero que engrandeciese a la Falange. Al igual que la camaradería surgida en las trincheras había contribuido a ganar las batallas de la pasada Guerra, «los camaradas juveniles» iban a marchar unidos, como proclamaba la estrofa de uno de sus himnos, «cara al mañana que nos ofrece Patria, Justicia y Pan». Y para que nadie albergara la más mínima duda, la consigna finalizaba asegurando:
… que nuestra juventud –nacida de la sangre derramada en España y en los témpanos de Rusia–en su desfilar alegre, si canta el retomar de las banderas victoriosas, también saluda con voluntad de acero el sentido de la Victoria.
Resulta evidente que en opinión de los responsables de la política de juventud, y también de los del Movimiento, las centurias de las Falanges Juveniles de Franco no solo estaban llamadas a engrosar y engrandecer con el tiempo las filas falangistas, sino que, en cierta medida, recibieron la consideración de savia nueva y fueron recibidas como el impulso necesario para poder retomar «las banderas victoriosas» y de ese modo marcar «con voluntad de acero el sentido de la Victoria». Tenían ante sí una importante misión que cumplir, la cual no solo se situaba en un horizonte más o menos lejano de la militancia futura en la estructura partidista adulta, sino que enlazaba directamente con las iniciativas que los falangistas estaban impulsando en aquellos mismos momentos.
LA REVOLUCIÓN
Esa característica de refuerzo para conseguir objetivos políticos concretos e inmediatos y el interés por reactivar la movilización en pro del cumplimiento del programa nacionalsindicalista, fue desarrollándose muy rápidamente y en seguida se convirtió en uno de los rasgos más destacados, sino el que más, de la organización. Tanta importancia se le otorgó, que quedaron recogidas de un modo bien destacado en el decreto que con fecha 29 de abril de 1944 reordenó el Frente de Juventudes. Allí, en el artículo 13, se indicaba en términos algo grandilocuentes que la meta de las Falanges Juveniles de Franco no era otra que «lograr, por el ejercicio de las mejores virtudes de la raza, la primacía en todas las empresas falangistas.» Y para alcanzar tan alta meta, las centurias debían constituirse integrando:
…a los mejores camaradas jóvenes de la Patria. Éstos son el cuerpo vivo del Frente de Juventudes, aceptando voluntaria y alegremente la dificultad, el riesgo y la responsabilidad de ser, a través del tiempo el baluarte más sólido de la Revolución.2
Con el fin de subrayar la idea, el artículo –recuerdo que se trataba de una norma legal, aunque el lenguaje empleado esté bastante alejado de la habitual prosa administrativa–finalizaba señalando que todos los miembros de esa organización juvenil «mantendrán en todo momento la moral de lucha necesaria para el triunfo».
Como puede comprobarse, las Falanges Juveniles de Franco también se concibieron como algo muy parecido a un grupo de vanguardia, cuya misión concreta consistía en actuar políticamente para conseguir la aplicación de la doctrina nacionalsindicalista en el «Nuevo Estado» que se estaba forjando. Como afirmaba la norma jurídica que les amparaba, los jóvenes que se integraran en sus centurias aceptaban con alegría «la dificultad, el riesgo y la responsabilidad» de convertirse en «el baluarte más sólido de la Revolución». Esa idea fue insistentemente trasmitida desde la delegación nacional a todos sus responsables y cuadros, a los que se indicaba que «este espíritu revolucionario de la juventud española», debidamente encauzado a través de las Falanges Juveniles de Franco, tenía que ser aprovechado para «mover las gigantescas turbinas de una revolución constructiva».3 Con este tipo de planteamientos todo se encauzaba para otorgar a la organización juvenil una alta capacidad de movilización y un amplio poder de actuación como vanguardia de la estructura partidista, categorías ambas bien características del discurso político de los partidos fascistas y que se concretaron muy especialmente en la Hitlerjugend alemanas.
Ese rasgo llevó implícito el desarrollo de una faceta complementaria que interesa destacar, ya que si bien en un principio fue considerada como un rasgo positivo –casi definitorio–, con el paso del tiempo se trasformó en algo negativo, como se podrá comprobar más adelante. Me refiero al halo de elitismo que rodeó a los jóvenes falangistas. Nada más lógico, por otra parte, en unos adolescentes y jóvenes que estaban llamados a ser «el baluarte más sólido de la Revolución» y cuya misión era, por voluntad expresa de sus mayores, ocupar «la primacía en todas las empresas falangistas». Con estas descriptivas palabras se planteaba la cuestión en el órgano oficial de la organización a la altura de la primavera de 1946:
Es esa la labor de las Falanges Juveniles. Durante años ha formado hombres enteros, duros y recios de cuerpo y espíritu, que tiene el orgullo de despedir sabiéndoles ya falangistas perfectos, insobornables a la dificultad y el desaliento; brazos y motores de una minoría selecta que hará la Revolución.4
Pero el razonamiento no finalizaba ahí, si no que se ampliaba con nuevos planteamientos, los cuales no hacían más que profundizar el espíritu de grupo de elite. Así, la amplitud de la meta propuesta y la importancia que se otorgaba a los jóvenes falangistas en el panorama político, llevaba a otras consideraciones, a cual más selectiva. Un buen ejemplo lo encontramos en otro texto, publicado también en la revista oficial de la organización, en donde se señalaba:
Seamos ambiciosos. Como lo fueron los santos y como lo fueron los héroes. Ambición con fe, optimismo y alegría. Serena ambición cara a todo peligro y libre de prejuicios ñoños que harían de nuestra juventud una juventud de «buenos chicos» asépticos y sin inquietudes, pluma ligera al primer golpe de un vendaval adverso.5
Como se puede comprobar, los modelos de referencia no podían ser más ambiciosos ni elevados. Los jóvenes falangistas –«los selectos entre los mejores» como se les calificaba en otro texto oficial–debían seguir la senda trazada, nada menos que por héroes y santos. Ellos eran los arquetipos en los que debían mirarse los miembros de las centurias de las Falanges Juveniles de Franco para cultivarse y formarse como militantes sin tacha.
Debe tenerse bien presente que esas propuestas de intervención, esas exigencias de protagonismo, se producían en un momento político muy concreto. Como ya se indicó, al inicio de la década de 1940, dentro de los grupos que componían el régimen franquista, el sector falangista pugnaba con mucha intensidad en pro de la aplicación del programa nacionalsindicalista, defendiendo sus posturas con un discurso bastante radical. En ese debate, lógicamente, chocó en repetidas ocasiones con otros sectores integrados en el franquismo pero que defendían intereses sensiblemente diferentes, los cuales tampoco se retraían demasiado en mostrar en público y en privado su desagrado por el fondo y la forma del ideario falangista.
Aunque los más destacados especialistas señalan que los cambios ministeriales ocurridos en mayo de 1941 supusieron el inicio del declive de ese grupo falangista, se puede comprobar que algunos de los puntos más destacados de su ideario continuaron estando vigentes en la doctrina del Frente de Juventudes con posterioridad a esa fecha. Dato que reafirma el papel de intervención y vanguardia política que se atribuía a los camaradas de las Falanges Juveniles de Franco. En ese contexto debe situarse la apasionada defensa de la idea de revolución y del concepto de camarada, y la consiguiente crítica hacia aquellos que los rechazaban, que se puede leer en la «consigna» de Mandos correspondiente al mes de febrero de 1943. El texto, en primer lugar marcaba distancias con mucha firmeza y criticaba sin pelos en la lengua a esos otros grupos, franquistas sí, pero poco proclives al nacionalsindicalismo.
Espíritus que aún vegetan gracias al oxígeno que les proporciona los balones de su rencor senil se alarman cuando en nuestros escritos leen la palabra «Revolución».
Y cuando esos hombres prudentes están forrados de pedagogía, entonces claman y aconsejan que no se pronuncie esa palabra nefanda en presencia de los muchachos…
¡Ay de vosotros fariseos hipócritas, que sois como sepulcros blanqueados! Si desecháis la palabra «Revolución» es porque tenéis miedo a su contenido; no queréis someteros a las renunciaciones y a los sacrificios que os impone.6
Después de juicios tan severos, el razonamiento proseguía afirmando que, si tras haber ganado la guerra se quería ganar la paz, resultaba imprescindible realizar actuaciones radicales. «Para eso no basta una evolución. Necesitamos una Revolución», concluía el portavoz falangista.
Esa necesidad de que los jóvenes camaradas de las Falanges Juveniles de Franco impulsaran el programa político del nacionalsindicalismo les fue trasmitida intensamente a través de múltiples mecanismos de adoctrinamiento y propaganda. Revistas, programas de formación, charlas, consignas, todos los medios disponibles les hablaron con entusiasmo de la revolución y del papel protagonista que los jóvenes debían jugar en ella. Se insistía una y otra vez en que no debían bajar la guardia en ningún momento, ni distraer su atención con otras cuestiones. La vigilia debía ser permanente, sin ocasión ni siquiera para el asueto.
Como indicaba retóricamente el director de la Academia de Mandos José Antonio en un artículo titulado «Carta a un acampado», «tú no has ido al Campamento a engordar… ni a pasarlo bien… ni admirar paisajes...» Por el contrario, el joven falangista debía aprovechar cabalmente la oportunidad que se le estaba ofreciendo, para conocer la realidad de su país, para observar por sí mismo la «España sin bambalinas, sin disfraces ni papeles de celofán».7 De acuerdo con todo lo señalado, Jorge Jordana –autor del artículo–reclamaba en términos tajantes al joven afiliado el más firme compromiso ideológico y político: «Estás en el verano y tu obligación primera es pensar en la Revolución que España está pidiendo en cada esquina, en cada recodo del camino, en cada caserío perdido en la montaña, en cada enorme monstruosa ciudad».
El mensaje era tan claro e insistente que en todos los hogares y en todas las centurias existentes a lo largo y ancho del territorio, se fueron repitiendo los mismos textos, similares ideas e idénticas consignas, de tal modo que se construyó un discurso relativamente sencillo pero muy compacto e uniforme en el cual apenas se pueden localizar matices. Si hasta este momento he empleado sobre todo textos procedentes de los órganos centrales del Frente de Juventudes, ahora voy a reproducir unas reflexiones publicadas en Xàtiva (Valencia) en el periódico editado por la delegación comarcal del Frente de Juventudes de esa localidad. El texto permite comprobar que no existía la menor modificación en el discurso doctrinal proclamado desde los órganos centrales, como puede deducirse de la lectura de las palabras siguientes:
En el camino de la Revolución no hay posadas en las que detenerse. Que nadie quiera engañarse. Por nuestro encuadramiento en las filas falangistas nos hemos comprometido a realizar una Revolución. Una Revolución total, desde el más pequeño detalle a la más alta institución.8
De todos modos resulta necesario precisar que aunque en esos primeros años de formación de las Falanges Juveniles de Franco, que van desde su fundación en 1942 hasta el final de la década, el discurso político quedaba enmarcado en los rasgos que he ido señalando, también se pueden observar algunos matices de interés. Aún en una estructura tan rígida y jerarquizada como el Frente de Juventudes, existían visiones que diferían algo de los planteamientos manejados hasta el momento. Debe tenerse bien presente que los falangistas actuaron en numerosas ocasiones divididos en grupos, por lo que bastantes de sus propuestas carecieron de la necesaria homogeneidad. Algo de eso se trasluce, aunque muy tenuemente, en la doctrina que se trasmitía a los jóvenes afiliados.
Un buen ejemplo se localiza en un breve suelto del camarada Arrese aparecido en 1942. Aunque el escrito es muy breve, apenas un par de párrafos, resulta especialmente significativo por varios motivos. En primer término el firmante no era un jerarca cualquiera. El camarada José Luis Arrese ocupaba en aquellas fechas el cargo de secretario general del Movimiento. Era el máximo responsable de la estructura político-administrativa falangista. Además, su reflexión giraba en torno al concepto de revolución, una de las ideas fuerza más destacadas, sino la que más, dentro del vocabulario y del proyecto político nacionalsindicalista. En su opinión, el término se había empleado «sin control ni respeto» y, en consecuencia, «la gente ha llegado a dudar de su existencia o, peor aún, ha llegado a creer que… es algo que se plantea y que se ordena como un castillo de fuegos artificiales...»
Frente a esas interpretaciones, Arrese planteaba una lectura diferente de ese concepto primordial en el discurso falangista. Abandonaba la perspectiva colectiva, incluso la negaba, para centrarse en una clave más individual e íntima. «No la Revolución no es eso», afirmaba imitando una conocida expresión de Ortega y Gasset, para asegurar, a continuación, «la Revolución está en nosotros mismos, en cambiar nuestra psicología, nuestra manera de ser y de reaccionar ante los problemas de la vida. Revolucionar es revolucionarse».9 Como puede comprobarse, una interpretación muy diferente, incluso contrapuesta, a las que se han ido mencionando con anterioridad. La sorpresa por las claras diferencias de criterio se incrementa hasta alcanzar la categoría de paradoja, si se tiene en cuenta que el texto fue publicado en el mismo número de la revista Mandos en el que se llamaba «fariseos hipócritas» y «sepulcros blanqueados» a aquellos que rechazaban la revolución.
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