Kitabı oku: «Relatos desde el purgatorio», sayfa 2
IV. Las voces de la conciencia (octubre de 2008)
Thiaroye-sur-mer es una pequeña y modesta comunidad de pescadores de hacinadas casuchas blancas y calles arenosas en los arrabales de la capital de Senegal, Dakar. Aquí se reúnen diariamente desde hace ya más de dos años cientos de mujeres que acuden para encontrar consuelo en la compañía, por la pérdida de hijos, maridos y hermanos que un día decidieron embarcarse rumbo a Europa —vía Canarias— para hallar un futuro mejor.
En Thiaroye reside Yayi Bayam Diouf, la presidenta de la asociación de mujeres senegalesas de madres de hijos de los cayucos. Así se conoce popularmente a este grupo, que surgió en 2006 por iniciativa de esta madre coraje de 49 años, que perdió a su hijo de 26 en marzo de ese mismo año, en el naufragio de una embarcación clandestina que se dirigía al Archipiélago. «Alioune Mar me llamó desde Nuadibú para pedirme que rezara por él para que llegara sano y salvo a Europa. Pero mis plegarias no fueron escuchadas.
Se ahogó en algún lugar de las costas canarias junto a otros 80 jóvenes. Sus cuerpos nunca fueron encontrados», relata Yayi. La tragedia de Alioune y de otros muchos chicos que, como él, decidieron embarcarse hacia El Dorado europeo, fue lo que empujó a Yayi Bayam a poner en marcha una asociación que, dos años después, agrupa ya a más de 400 mujeres y desarrolla media docena de proyectos que se han convertido en seña de identidad de esta zona del África subsahariana. No en vano, merced al apoyo de la Fundación CEAR y a las subvenciones de entidades como el propio Gobierno de Canarias o el BBVA, entre otras, 200 féminas y una decena de chicos han conseguido un empleo y han podido reconstruir sus vidas en su propio país de origen.
Según explica María Jesús Arsuaga, vicepresidenta de la Fundación CEAR, tras la visita de Yayi Bayam a España en enero de 2007 —que incluyó Las Palmas y Fuerteventura—, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado empezó a colaborar con ella en su campaña de captación de fondos a partir de microcréditos. «Su objetivo era la creación de empleo para mujeres y jóvenes senegaleses retornados de España». La Fundación dotó de locales y medios al grupo de Bayam Diouf, que llegó a recaudar 55.000 euros. Con esta cantidad pusieron en marcha varios talleres, entre ellos uno de elaboración de derivados de las legumbres; otro de elaboración y distribución de zumos de frutas; y uno de iniciación en las técnicas de pesca artesanal. «Se trata de luchar contra la inmigración irregular ofreciendo alternativas en el propio país de origen», agrega María Jesús Arsuaga, quien recientemente ha acompañado a Yayi Bayam durante su estancia en nuestro país con motivo del Foro Mundial de las Migraciones celebrado en Madrid. «Son proyectos a largo plazo, en los que incluso exportan productos a otras zonas de Senegal y Mali», recalca María Jesús.
«La iniciativa de Yayi ha supuesto una auténtica revolución en el país, porque se trataba de mujeres deprimidas que no sabían qué hacer con sus vidas, que ahora han constituido microempresas e incluso pretenden poner en marcha una red de mujeres africanas», subraya la vicepresidenta de la Fundación CEAR. Aceptar una pérdida tan trágica como la que sufrieron Yayi Bayam Diouf y sus compañeras es tanto más difícil que el hecho de que muchas de ellas creen que no hicieron lo suficiente para disuadir a sus hombres de que se marcharan. Por eso, la labor de la Asociación de Mujeres por la Lucha contra la Inmigración Clandestina es también informativa, para tratar de convencer a los jóvenes de que no emigren ilegalmente en cayuco. «Les digo que de cada cien hombres que se han ido, 50 han muerto en el mar, 25 no han vuelto a dar noticias de su paradero desde hace meses y 10 han sido repatriados desde España; el resto probablemente esté en algún campamento o ha logrado entrar en el país, pero seguramente no habrá conseguido un empleo y estará malviviendo por ahí», dice Yayi, que tiene claro que «por esto es mejor que se queden aquí».
MEDIOS LIMITADOS
Mauritania, Mali o las dos Guineas son algunos de los países que se han interesado ya por los proyectos emprendidos por estas mujeres senegalesas, que en la actualidad cuentan con un presupuesto cercano a los 80.000 euros. Cada miembro del grupo paga una cuota mensual de unos 1.000 francos CFA, la moneda común de 14 países africanos y que equivale a poco más de un euro. Con este dinero, y el recolectado a través de los microcréditos, la asociación ayuda a las mujeres más vulnerables a acceder a préstamos de hasta 50.000 francos CFA (unos 60 euros), para poder iniciar actividades que les generen ingresos.
Además, en los últimos dos años el colectivo ha prestado apoyo a más de un centenar de empresas pequeñas. Todo eso a pesar de que el colectivo no recibe apoyo de su gobierno. La procedencia de divisas de los senegaleses en el extranjero resulta muy beneficiosa para la economía local. «Los políticos solo están interesados en réditos electorales. No les queda tiempo para visitar los pueblos y buscar una solución». «Solo desde arriba es como puedes conseguir realmente las cosas, en la medida en la que tengas más poder dentro de la jerarquía. Sobre todo, si eres mujer», arguye Yayi.
Hace diez años, en Thiaroye todo el mundo tenía un empleo relativamente estable en el sector pesquero, y la mayor parte de la gente se ganaba bien la vida vendiendo pescado en países como Mali o Burkina Faso. Sin embargo, desde 2006 la pesca excesiva de los arrastreros extranjeros y el uso de redes de malla estrecha por los pescadores locales, han dejado casi desiertas las aguas senegalesas. Esta circunstancia, unida a aspectos sociales como el exacerbado machismo y la poligamia, empujan a los hombres y adolescentes a buscar en Europa la forma de sacar adelante a sus familias. Se trata de un terreno abonado para las mafias, que prometen travesías seguras y baratas hasta Canarias desde puntos como Nuadibú o La Güera. La realidad, luego, es bien distinta, y dicta que apenas un 5% de los migrantes clandestinos africanos logra establecerse de manera legal en el Viejo Continente.
Según asevera Moustapha Amar, coordinador de proyectos de la Fundación CEAR en Senegal, «se trata de una lucha contra los elementos, porque continuamente los medios de comunicación y los propios gobiernos de África muestran las diferencias existentes entre ambos continentes, y las posibilidades de progresar social y laboralmente en Europa». Amar abandonó Senegal en 1993 para continuar sus estudios de Derecho. Poco después se instaló en Bilbao y pagó sus clases de informática, español y empresariales con la venta ambulante. Al igual que Yayi Bayam, destaca la importancia de mentalizar a los propios senegaleses para que se conviertan en «actores principales» de su propio desarrollo. «No podemos quedarnos de brazos cruzados esperando las ayudas externas para salir adelante», advierte Amar, quien también considera necesario potenciar el papel de la mujer africana.
PROTAGONISTAS
Bajo estas premisas surgió en 1997 la asociación ASCODE (Cooperación y Desarrollo), con el objetivo de canalizar los esfuerzos de los emigrantes, allá donde estén, para que puedan participar en el desarrollo de Senegal. En definitiva, «buscamos convertir al emigrante en vector de desarrollo de su propio país.
Debemos ser actores protagonistas, no meros espectadores. Es un problema de mentalización y sensibilización, tanto en África como en el extranjero; porque los senegaleses también tenemos mucho que enseñar a los países del Norte: la noción de familia, la capacidad solidaria..., son conceptos que se están perdiendo en Europa y que aquí tienen fuertes raíces», denota Moustapha Amar. Desde 1979, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado trata de dar respuesta a la necesidad de defender el derecho de asilo y refugio.
Ya a principios de los 90, CEAR se planteó la necesidad de trabajar en los países emisores de refugiados. Esta estrategia requería de un planteamiento global, que además de contemplar la acogida de refugiados y la integración en España de los mismos, trabajase en las causas que motivan el desplazamiento, que en la mayor parte de las ocasiones son la pobreza y la violación de los derechos humanos. Es a partir de este análisis cuando se creó la Fundación CEAR, que nació con la finalidad de cooperar con las políticas preventivas en la erradicación de los problemas y las realidades que fuerzan a abandonar sus países a millones de refugiados y desplazados en el mundo. Su misión, que ejemplifican en Senegal personas como Yayi Bayam Diouf y su colectivo de mujeres, es combatir el desarraigo y mitigar las causas y consecuencias de la inmigración irregular, de poblaciones vulnerables o en riesgo de exclusión en África, por medio de la promoción de asentamientos estables, sostenibles, seguros y productivos, y el acompañamiento de las dinámicas de desarrollo inducidas por las migraciones.
V. Una cruzada para salvar el pulmón del planeta (octubre de 2008)
En pleno ‘pulmón’ del planeta, como así se conoce a la selva amazónica, un grupo de pueblos indígenas tratan de salvar su identidad frente a los poderosos intereses económicos, que no dudan en recurrir a la violencia para conseguir un trozo de tierra que desde hace siglos ha estado ligada a aquellos. Haciendo suyas las reivindicaciones de los más débiles en este conflicto se haya el jesuita palmero Fernando López, quien desde hace más de dos décadas lleva trabajando en pos de las comunidades indígenas, riberiñas y de las periferias urbanas de la región amazónica. Nacido en Santa Cruz de La Palma en 1960, el hermano Fernando comenzó a formar parte de los grupos juveniles de la parroquia de San Francisco de Asís de la capital palmera y de las comunidades que en ella funcionaban.
Fue en aquellos años de juventud y dinámica parroquial, bajo la dirección espiritual de Juan Pérez Álvarez, cuando confiesa que nació su inquietud misionera de estar junto a los pobres. «Siempre varias preguntas me acompañaban: ¿Por qué unos tenemos que nacer con todo y otros sin nada? ¿Es simplemente una cuestión de suerte? ¿Por qué este mundo es tan desigual e injusto? ¿De qué lado te sientes llamado a posicionarte solidariamente? ¿Con quién quieres gastar tu vida?», se cuestionaba el joven jesuita canario, quien reconoce que «mi familia siempre me acompañó en este proceso de búsqueda inquieta y de discernimiento». Pese a todo, Fernando López viajó hasta Sevilla para estudiar Física, con el objetivo de poder emplear esos conocimientos algún día en ayuda de los más desfavorecidos del planeta. Y a fe que así lo hizo. Con apenas 25 años llegó como misionero a Paraguay, donde entró en el noviciado de los Jesuitas. «Era el tiempo de dictadura militar de Stroessner. Allí formamos parte de los grupos de no-violencia-activa contra la dictadura, y junto con otros jóvenes fundamos SERPAJ, el denominado Servicio de Paz y Justicia Paraguaya», relata el religioso palmero.
«Toda mi formación como jesuita fue en América Latina, Paraguay y Brasil». Su inquietud, no obstante, no solo se basó en la ayuda a los demás, también se dirigió hacia el estudio. No en vano, el hermano Fernando López está a punto de terminar la carrera de Antropología. «En Paraguay aprendí guaraní, y también he trabajado los últimos años con los niños de la calle en Belo Horizonte, Brasil, y en el basural de Asunción, en Paraguay», incide el jesuita, quien subraya que más de tres cuartas partes de la población de estos países viven por debajo del umbral de la pobreza. Desde 1998, su labor se centró en la Amazonía brasileña y los pueblos indígenas de la región. «Formo parte del llamado Equipo Itinerante, un grupo interinstitucional que apoya a las comunidades indígenas, riberiñas y de las periferias urbanas de la región amazónica». «Ahora estamos apoyando toda la lucha por la tierra de los indígenas de la Raposa Serra do Sol, en Roraima, en la frontera con la Guyana inglesa y Venezuela», recalca Fernando López, quien todavía hoy sigue haciéndose numerosas preguntas sobre el modelo de sociedad actual en el que vivimos.
La zona de Roraima es muy codiciada por un grupo de empresarios arroceros que, en connivencia con el poder político local y parte del judicial, se niegan a dar por perdidos los casi 17.000 kilómetros cuadrados que conforman la tierra indígena brasileña de Raposa Serra do Sol. Con total impunidad, en los últimos meses se han sucedido los ataques con armas de fuego y bombas caseras o amenazas de muerte por estos empresarios, que tratan de arrebatar y expulsar de su hogar a los casi 19.000 indígenas makuxí, wapixana, ingarikó, patamona y taurepang que habitan la comarca.
PRESIONES
Las presiones y ataques, que se han cobrado la vida de más de una veintena de personas, no son nuevos para estos pueblos originarios, a quienes sucesivos intentos de invasión a lo largo de los dos últimos siglos los han situado en una posición de defensa constante. Así lo ratifica el Consejo Indígena de Roraima (CIR), quienes explican cómo desde la década de los 70 hasta nuestros días, se han sucedido los asesinatos de más de una veintena de sus líderes hasta que, en abril de 2005, el Gobierno brasileño homologó Raposa Serra do Sol —reconoció el derecho originario de los indígenas sobre esta tierra—, además de registrarla, completando y cerrando así la totalidad del proceso jurídico. Y ello conforme a la determinación de la propia Constitución brasileña, que ya reconoce a los pueblos indígenas el uso exclusivo de las tierras habitadas tradicionalmente por ellos; por no hablar del amparo del derecho internacional, representado por el Convenio 169 adoptado por la Organización Internacional del Trabajo en 1989. Sin embargo, la ley no parece ser obstáculo para los poderes fácticos y económicos de la zona, máxime cuando los cultivos de determinados cereales para la producción de biocarburantes se han revalorizado hasta límites extraordinarios, así como el precio del arroz, que ha adquirido niveles desorbitados.
Según afirma Greenpeace, en el Amazonas se han venido destruyendo en los últimos tres años hasta 70.000 kilómetros cuadrados de selva, el equivalente a seis campos de fútbol por minuto. Gran parte de esta destrucción se debe a la expansión de cultivos intensivos. Ante esta situación, Fernando López y los indígenas han alzado la voz, con el objetivo de reivindicar el oxígeno necesario para el pulmón del planeta.
En una carta fechada el 9 de abril que han hecho llegar a la prensa dicen: «Durante años hemos sufrido un doloroso proceso para reconquistar nuestras tierras y creíamos que el estado brasileño haría realidad los derechos humanos de los pueblos indígenas».
VI. Rebajas en tiempos de crisis (septiembre de 2008)
Constructoras, comerciantes, autónomos, familias, Organizaciones No Gubernamentales... Solo unos pocos privilegiados parecen haber escapado de las terribles zarpas de la crisis económica, que desde principios de año sacude a tres cuartas partes del planeta. En España, y a pesar de que el Gobierno se empeña en pasar de puntillas sobre el término maldito, proliferan las medidas de choque para paliar una situación que está ahogando a muchos ciudadanos y que amenaza con prolongarse en el tiempo. Y el oficio más viejo del mundo no es una excepción.
La prostitución, de la que viven en Canarias varios miles de personas, también se ha resentido por la recesión. Lo confirman las propias trabajadoras del sexo y miembros de organizaciones asistenciales que trabajan con estos colectivos en el Archipiélago, con los que contacté para elaborar una radiografía del momento actual. El método es bien sencillo. Basta con llamar a algunos de los cientos de anuncios publicitarios que diariamente copan los medios de comunicación de las Islas, así como las muchas páginas web que circulan por la red de redes. Para preservar la identidad de las personas, a la mayoría les daremos nombres ficticios, porque, según confiesan «hay que seguir comiendo de esto». «Mi amor, si es que hay días que no llama nadie, y me paso las horas sola», confiesa Natalia, una meretriz de origen sudamericano que opera en Santa Cruz de Tenerife. Esta joven hetaira, que anuncia sus servicios en la prensa local y en varias páginas de Internet, realiza un análisis pormenorizado del mal momento que está atravesando el sector.
«En la Península se notó mucho la huelga de los camioneros, sobre todo en los clubes. Yo me lo hago por mi cuenta, que le saco más, pero algunas compañeras me dicen que el paro del transporte les afectó mucho, que se pasaban las noches limándose las uñas», recalca. El futuro tampoco es alentador, aunque Natalia reconoce que «depende de a quién le preguntes, va mejor o peor. Hay casas que tienen su clientela estable y no les falta de nada. A mí, sin embargo, se me ha juntado la crisis con las vacaciones. Y tengo a algunos de mis hombres fuera, mientras yo apenas saco para las compras del supermercado». Su exposición la refrenda Nicolás García, presidente de Unapro, una asociación pionera en la Isla que se dedica a la asistencia integral de personas en situación de exclusión social. García confirma que «desde principios de año, e incluso meses antes, advertimos que la situación sería muy complicada, sobre todo porque creemos que existe descoordinación en los recursos socio-asistenciales de Canarias». La organización que él dirige, por ejemplo, agotó en apenas cuatro meses todo el presupuesto previsto para este año en materia de ayudas sociales.
«Cada vez hay más parados, hay pensiones no contributivas que no dan ni para comer, y en zonas como el Sur la situación está siendo muy compleja», agrega Nicolás García, que incluso relata que en Unapro tienen constancia de casos de personas en algunos municipios del norte de Tenerife que se han trasladado a vivir a cuartos de aperos; u otras que compaginan sus trabajos con escarceos en la prostitución o el narcotráfico. De hecho, en lo que al mundo de los contactos sexuales se refiere, García afirma que se ha producido una «notable bajada en el coste de los servicios», lo que ha llegado a provocar agrias disputas entre el colectivo de las trabajadoras del sexo que ejercen en las Islas. Algunas de ellas, incluso, han cometido actos delictivos que, por su condición de inmigrantes irregulares, las han llevado a la deportación a sus países de origen. «Las que están organizadas o trabajan en clubes se encuentran mejor, pero las que ejercen en la calle o en pisos han tenido que bajar los precios de manera casi desesperada», arguye el presidente de Unapro.
CONFLICTOS
Esta circunstancia no solo ha generado conflictos sociales, sino que también incide de manera negativa en la prevención. En este sentido, José Pablo Pérez, coordinador del área de Exclusión Social de Médicos del Mundo, explica que su organización aún no ha contrastado con datos los efectos de la crisis, aunque reconoce que algunas trabajadoras del sexo a las que asiste la ONG sí les han expuesto que «ahora hay menos clientes». «Todo el mundo se queja de la situación, y ellas no iban a ser menos», recalca José Pablo, quien opina que las bajadas de precios también pueden provocar «que se descuide la prevención». Tanto Unapro como Médicos del Mundo han constatado además que se han producido algunos desplazamientos de miembros de estos colectivos, desde el Sur y la zona metropolitana a pequeños municipios y pedanías de la Isla, con el objetivo de lograr mayores ingresos con su actividad. Cindy, colombiana de 24 años que trabajaba hasta hace poco en la capital santacrucera, así lo ha hecho. Ahora se mueve por el norte de la Isla, donde ha encontrado nuevos clientes. Ella, para paliar la recesión, ha optado por rebajar sus tarifas, e incluso acepta el regateo de precios de buen grado, cuando hace unos meses lo rechazaba de plano y llegaba a amenazar al cliente, en pleno lecho, con dejarle a medias.
«La negociación siempre ha existido; ellos quieren que les rebajes, pero la diferencia es que ahora hay quien no tiene más remedio que ceder», expone. Los descuentos, en muchos casos, rondan el 50%, ya que de los 50 o 60 euros que solía costar la media hora de relaciones sexuales, ahora hay quienes la ofertan por 25; e incluso hay meretrices que trabajan en pisos que aceptan estar con los clientes una hora completa por menos de 50 euros. En la calle, recuerdan desde Médicos del Mundo, «hay subsaharianas y chicas de Europa del Este que llegan a hacer algunos servicios por poco más de diez euros». Junto a Cindy, en su apartamento trabajan otras tres mujeres, además de la madame, que es la encargada de organizar y tratar con los usuarios. Al igual que su compañera, María, canaria de 22 años, denota que «sí se ha notado un poco de bajón en el trabajo, aunque por el momento la jefa nos mantiene a todas; ella dice que esto es pasajero y que ya ha conocido otras crisis, que al final los hombres siempre terminan viniendo para desahogar sus problemas entre nuestras piernas». Pese a todo, ni siquiera las más avezadas mantienen la regularidad de hace apenas un año. «Hasta hace unos meses podían llegar al piso diez o quince hombres cada jornada, mientras que ahora hay días que apenas conseguimos cinco servicios», incide la meretriz, que, por el momento, sigue recibiendo la misma asignación diaria por cada cliente al que satisface. La falta de trabajo afecta a todos por igual, ya sean hombres, mujeres o transexuales.
Alexa, por ejemplo, ha tenido que marcharse de La Laguna al Sur debido a la escasez de usuarios. Ella llegó a Canarias a finales de 2006, después de recorrer la Península y algunas capitales europeas.
Transexual de 27 años, cobraba 200 euros la hora, cifra que ahora ha bajado más de un 40%. «Soy una profesional que vive de esto, y mientras sigan viniendo clientes, la crisis lo único que impedirá será que deje de comprarme ropa cara o de cenar en restaurantes todas las semanas». «Hay que buscar los pisos buenos y tener tus contactos, porque a muchos de los que vienen a verme les da igual el Euribor», asevera sarcásticamente. En la misma línea se expresa Toni, brasileño de 24 años que se oferta como «guapo, atlético y solo para caballeros». En su opinión, «para los clientes lo importante es que los trates bien y les hagas disfrutar, porque ahora hay muchos que precisamente acuden a mí para olvidarse de los problemas económicos o personales que tienen». «Nosotros tenemos la opción de trabajar en muchas partes diferentes, y siempre hay sitios donde se saca para vivir bien». Él, como la mayoría de sus compañeros de profesión, capean el temporal con optimismo y astucia, las mismas armas con las que muchos ciudadanos con trabajos supuestamente más respetables hacen frente a la recesión, la crisis o a cualesquiera de las acepciones que se le quieran dar.