Kitabı oku: «Santiago Ramón y Cajal», sayfa 5
La primera publicación importante de Crous en Valencia fue su Programa-sumario de patología médica (1877), modesto título de un volumen de más de quinientas páginas que constituye uno de los más tempranos manuales españoles de medicina interna íntegramente atenidos a la investigación de laboratorio. Sus principales bases fueron las obras de Virchow y Claude Bernard, la patología experimental y la «patología química» de Frerichs, en parte asimiladas a través de las obras de François Sigismond Jaccoud, el introductor en Francia de la medicina fisiopatológica alemana. Comienza analizando, como procesos morbosos generales, la embolia y la trombosis, la inflamación de acuerdo con las investigaciones posteriores a las teorías de Virchow y Cohnheim, las infiltraciones y degeneraciones, la atrofia, hipertrofia e hiperplasia, las neoplasias según los criterios de Virchow y la fiebre como trastorno funcional de la «calorificación». Se detiene después en la infección y el contagio, cuya explicación considera que «sólo hipotéticamente puede tratarse, ya que la ciencia está muy lejos de haber pronunciado la última palabra sobre el particular» pero, con estas cautelas, se adhiere a la «teoría infecto-contagio-genésica» de Pasteur, cuyos trabajos resume. Esta adhesión a la naciente microbiología médica, con la que Crous fue consecuente hasta el final de su vida, corresponde a una fecha muy temprana, incluso a nivel europeo. El resto del libro está dedicado a la exposición de las enfermedades de los distintos aparatos y sistemas, generalmente precedida por la morfología y fisiología patológicas de los mismos. El único aspecto que no corresponde a los planteamientos experimentalistas es el referente a la doctrina de las «diátesis», que se entiende en el sentido «vitalista hipocrático» como «trastornos permanentes de la unidad vital» y que se aplican principalmente a la tuberculosis, el reumatismo, la gota y a algunos carcinomas.83 De forma más detallada, Crous estudió después con el mismo enfoque capítulos especializados en sus libros Tratado elemental de anatomía y fisiología normal y patológica del sistema nervioso (1878), Lecciones clínicas sobre la tisis pulmonar (1881) y Elementos de frenopatología (1882). Entre los trabajos que publicó en revistas destacan los que dedicó a exponer las observaciones clínicas recogidas en su servicio hospitalario. Se refleja en ellos la práctica habitual de autopsias, de microscopía histopatológica y microbiológica, análisis químico de la orina y otros humores orgánicos, así como el uso cotidiano de las distintas formas de endoscopia (oftalmoscopio, rinoscopio, otoscopio, laringoscopio) y de la termometría, espirometría, electrodiagnóstico, etc. La importancia que concedía a la tecnificación de los métodos exploratorios le llevó incluso a interesarse por las aplicaciones a la auscultación del teléfono, el micrófono y el fonógrafo. Su Tratado elemental de anatomía y fisiología normal y patológica del sistema nervioso (1878), que corresponde al primer curso sobre neurociencias impartido en las universidades españolas, contiene textos y figuras sobre la estructura de la médula espinal, el tálamo óptico y el cuerpo estriado, el cerebelo y la corteza cerebral tal como lo enseñaba en la Facultad de Medicina de Valencia durante la década anterior a la que Cajal inició en ella las investigaciones que tan profundo cambio iban a significar. Por ejemplo, comienza así la textura del cerebelo:
Dado un corte transversal al cerebelo, fácil es hacerse cargo de la manera cómo están repartidas sus sustancias componentes. Por un lado, se presenta la capa gris periférica y, por otro, la más blanca central, empero con la particularidad de destacarse en el campo de esta última las llamadas olivas del cerebelo, una por cada hemisferio. Estas olivas, denominadas con más precisión cuerpos romboidales, vienen constituidas por sustancia gris, en el modo y forma que luego se dirá,
La capa cortical se compone de otras dos. La profunda de estas dos se encuentra constituida por una serie considerable de células voluminosas de forma especial. Semejantes células, por su parte más periférica, ostentan varias y delicadas prolongaciones, cada una de las cuales aboca a su respectiva celulita. Casi podríamos ver en aquellos elementos celulares, células de Purkinje, atributos de orden motor y en éstos de carácter sensitivo. Problemática y, por tanto, incierta es la existencia de células esféricas, pequeñas y brillantes con o sin conexiones respecto a las de Purkinje y colocadas por dentro de ellas, Tubos nerviosos sólidos desde éstas van a parar en sentido convergente a los elementos de los cuerpos romboidales. La disposición laminosa y replegada a modo de bolsa que se observa en la sustancia gris de las verdaderas olivas nótase igualmente en las llamadas del cerebelo. De los cuerpos romboidales parten fibras divergentes, que acaban por formalizar tres manojos o pedúnculos por parte, esto es, dos superiores, dos medios y [dos inferiores. Cruzados entre sí los de cada grupo, tenemos que los superiores marchan por los pedúnculos cerebrales, paralelamente a los manojos innominados, los medios terminan en la sustancia gris motriz, situada inmediatamente por encima del verdadero puente de Varolio y los inferiores contribuyen a continuar, por arriba, la disposición histológica de los cordones posteriores de la médula.84

Aureliano Maestre de San Juan, primer maestro de Cajal e iniciador de la Escuela Histológica Española.
El granadino Aureliano Maestre de San Juan Muñoz (1828-1890) no sólo fue maestro de Cajal, en las circunstancias y con el emocionado reconocimiento por parte de éste que más adelante comprobaremos. Influyó en la formación histológica de Martínez Gil y de Ferrer Viñerta, como acabo de anotar, e iremos viendo que de modo parecido también lo hizo en la de otros de su generación o la siguiente, como Andrés Busto, Delgado Jugo, Juan Creus, Benito Hernando, Federico Rubio, Rafael Ariza, Luis Simarro, Peregrín Casanova e incluso en las del botánico Rafael Colmeiro y el químico Rafael Puerta. Por otra parte, fueron discípulos directos suyos los histólogos profesionales Eduardo García Solá, Leopoldo López García, Manuel Tapia y el propio Cajal. Su ejemplar labor docente condujo a la institucionalización de la disciplina y a que en un país cuya actividad científica había sido marginal durante el siglo XIX se constituyera la Escuela
Instrumentos utilizados por Maestre de San Juan para sus trabajos histológicos: 1. Microscopio mediano de Nachet; 2. Mesa diseñada por el propio Maestre; 3. Jeringa y cánulas de Ordóñez; 4. Microtomo Nachet; 5. Microscopio químico de L. Smith; 6. Cuchillo de Strauss; 7. Cuchillo doble de Valentin. Grabados de su Tratado de anatomía general (1872). Con instrumentos semejantes comenzó Cajal su obra.
Histológica Española, tanto el grupo de Cajal y sus discípulos directos, como el sucesivamente encabezado por Nicolás Achúcarro y Pío del Río Hortega. Todo esto irrita especialmente a los oportunistas que mantienen la mitificación falseada de Cajal en sus conmemoraciones. Sin la posibilidad de desconocer los resultados de la investigación histórica, por su amplia difusión actual, no les quedan otros recursos que los de la peor política: censurar y emitir descalificaciones arbitrarias.
Maestre de San Juan estudió medicina en las Facultades de Granada y Madrid, orientándose tempranamente a los saberes morfológicos bajo el magisterio de Marcos Viñals Rubio (1812-1895), generalmente recordado por sus investigaciones acerca de la porción petrosa del hueso temporal. Ejerció la profesión, especialmente como cirujano, hasta que en 1860 ganó las oposiciones a una de las cátedras de anatomía de la Facultad de Medicina de Granada. A partir de entonces, se dedicó a la histología, completando su formación entre 1863 y 1867 con estancias en diferentes laboratorios de Francia, Alemania, Bélgica y Holanda.85 Su principal maestro fue Eloy Carlos Ordóñez, histólogo venezolano discípulo de Charles Robin residente en París, a cuyos cursos, como veremos, asistió también Federico Rubio. Ello explica la influencia que las ideas de la escuela histológica francesa ejercieron durante casi un decenio sobre su obra, aunque luego asumió plenamente las de Rudolf Virchow. En 1871 participó en las oposiciones a una de las dos cátedras de anatomía en la Facultad de Medicina de Madrid y, aunque no las ganó, consiguió impresionar a los miembros de mayor altura científica del tribunal, entre los que se encontraba alguien tan significativo como Martínez Molina. Este prestigio circunstancial, unido al que había alcanzado con sus publicaciones, pesó de modo decisivo en la dotación en dicha Facultad de la primera cátedra oficial española de histología (1873), que ocupó por concurso, Realizó desde ella una intensa labor didáctica, no solamente teórica sino, sobre todo, práctica. En su laboratorio se iniciaron en las técnicas micrográficas numerosos médicos de todas las especialidades, entre ellos, el anatomista Peregrín Casanova y los histólogos profesionales Leopoldo López García, Manuel Tapia Serrano y Cajal. Fue también el fundador de la Sociedad Histológica Española (1874), asociación que logró integrar los esfuerzos de la inmensa mayoría de los cultivadores de la disciplina y organizar cursos teórico-prácticos a los que asistieron médicos y naturalistas de toda España. Entre sus miembros más activos figuraron los antes citados Andrés Busto, Francisco Delgado Jugo, Enrique Ferrer Viñerta y Elías Martínez Gil, así como el anatomista Pascual Hontañón Cabeza, los cirujanos Juan Creus Manso y Federico Rubio, el otorrinolaringólogo Rafael Ariza, el ginecólogo Manuel Candela Pla, el botánico Miguel Colmeiro y el químico Rafael Puerta Ródenas. Bajo su presidencia, la Sociedad organizó el 27 de mayo de 1874 unas «Jornadas sobre la inflamación», tema de la tesis doctoral dirigida por él que Cajal presentó tres años después. En la «recapitulación final» de las Jornadas que publicó El Anfiteatro Anatómico Español, la revista de González de Velasco, figuran los siguientes párrafos:
La doctrina del gran Virchow fue expuesta y sostenida con gran copia de datos por los Sres. Sáez, Segarra, Cortezo y Busto, la del célebre Cohnheim por el Sr. Ustáriz, la de los neuristas por el Sr. Morales y la del Dr. Robin por el Sr. Escribano, todos los cuales a porfía defendieron sus opiniones … demostrando profundos conocimientos sobre la ciencia histológica en general y el difícil e intrincado proceso inflamatorio … [Maestre de San Juan] manifestó enseguida la necesidad de ser conocidas por el experimentador todas las teorías histológicas, sobre lo cual hizo algunas disgresiones, así como acerca de la utilidad del perfecto manejo del microscopio y conocimiento de la acción de los reactivos sobre los órganos … congratulándose sobremanera porque su digno compañero el Dr. Busto hubiese honrado la discusión … prometiéndose que en el venidero la Sociedad Histológica había de conseguir nuevos laureles, no sólo en el terreno de la discusión, sino que también el práctico, pues si bien ya se había demostrado presentando a este cuerpo científico preciosas preparaciones ejecutadas por los señores socios, esperaba serían éstas más numerosas en lo sucesivo ….86
En el mismo volumen de esta revista apareció resumida la comunicación sobre un caso de tumor fibroso uterino presentada por Maestre y el valenciano Manuel Candela Pla a la Sociedad Histológica durante su año inaugural.87 Otros recursos educativos que utilizó fueron una serie de conferencias en el Ateneo Científico y Literario de Madrid y artículos insistiendo en la necesidad de que todos los hospitales españoles tuvieran laboratorios histológicos.88 Diseñó incluso para su laboratorio de Granada una «mesa para trabajos microscópicos».
Antes de ser catedrático de Granada, Maestre publicó artículos sobre diversas cuestiones anatomopatológicas, en uno de los cuales describió por vez primera el síndrome hipogonadismo-anosmia (1856)89 y, a partir de

Ocho tipos de células nerviosas. Página 371 del Tratado elemental de Histología (1879) de Aureliano Maestre de San Juan, que se ocupó de cuestiones neurohistológicas desde 1860 hasta poco antes de su muerte en 1890.
1860, medio centenar, en su mayoría para exponer el resultado de sus investigaciones, aunque también se preocupó de redactar síntesis. En relación con Cajal, resultan muy significativas Consideraciones sobre la anatomía de los ganglios nerviosos, su lección inaugural en la cátedra de Granada (1860), Consideraciones sobre la textura de los centros nerviosos (1880) y Progresos realizados por la Histología en el más exacto conocimiento del tejido nervioso (1885), su discurso de recepción en la Real Academia de Medicina de Madrid.90 En 1872 apareció su Tratado de Anatomía general … precedido del conocimiento y manejo del microscopio, de la preparación y conservación de objetos micrográficos, que en las dos ediciones siguientes tituló Tratado de Histología normal y patológica, precedido de un resumen de técnica histológica (1879 y 1885), debido a que el término anatomie générale, procedente de Bichat, había sido desplazado por el que hoy continúa vigente. Las tres ediciones destacan por el profundo conocimiento de las publicaciones de la época y, sobre todo, por la minuciosa verificación personal de los datos que realizó en sus laboratorios.91 Precisamente, el final de su vida parece simbolizar el carácter heroico de su dedicación científica. Como dice Cajal en sus Recuerdos :
Sucumbió a las resultas de un accidente de laboratorio. Una salpicadura de sosa cáustica, producida por la ruptura de un frasco, determinó la pérdida de la vista, a que siguió una pasión de ánimo tan grande, que arrebató en pocos meses al maestro.92
Epitelioma de células pavimentosas y epitelioma de células cilíndricas. Xilografías a contrafibra del Tratado de Patología general y de Anatomía patológica (1874) de Eduardo García Solá.
Durante sus años en la Facultad de Granada, Maestre fue maestro de Eduardo García Solá e influyó, como sabemos, en Ferrer Viñerta y también en Juan Creus Manso, otro cirujano importante.
La biografía científica del malagueño Eduardo García Solá (1845-1922) estuvo condicionada por estudiar medicina en la Facultad de Granada y tener entre sus profesores a Maestre de San Juan. En 1872 obtuvo la cátedra de patología en la misma Facultad, que ocupó hasta su jubilación, y fue uno de los primeros profesionales españoles de la histología y la histopatología, así como uno de los más tempranos cultivadores de la microbiología. Publicó, por una parte, medio centenar de artículos para exponer los resultados de sus trabajos de laboratorio y, por otra, una serie de excelentes síntesis. Su Tratado de patología general y anatomía patológica (1874), reeditado en cuatro ocasiones hasta 1906-1907, acertó a integrar de forma rigurosa y actualizada los enfoques de la histopatología y la fisiopatología experimental con la orientación etiológica desarrollada en torno a la bacteriología. En la primera edición expuso así las «células del cancroide pavimentoso» al ocuparse de los epiteliomas:
Las células del cancroide pavimentoso corresponden siempre al tipo epitelial (epidermis, epitelium mucoso), pero circunstancias accidentales, ligadas a su desenvolvimiento y a su asociación, hacen que se las observe bajo las formás más variadas. Unas son completamente esféricas, otras poligonales, algunas fusiformes, habiéndolas además ovoideas, aplastadas en forma de lámina, dentelladas, etc. etc. Por lo común, sólo contienen un núcleo, provisto de su correspondiente nucleolo granular. Las células polinucleares suelen ser las más pequeñas. Cuando los elementos nucleares tienen la forma de láminas, es decir, cuando son aplastados, suelen aplicarse los unos sobre los otros, a la manera de las capas de una cebolla, de lo cual resultan unos cuerpos redondeados, u ovales, apreciables en ciertos casos a simple vista, y que se denominan globos epidérmicos.93
El Manual de microquimia clínica (1876) de García Solá figuró entre los más tempranos textos europeos dedicados a los análisis clínicos y en la monografía Examen crítico de las teorías histogénicas dominantes (1882) expuso su actitud favorable a la teoría citogenética de Virchow, matizada por los trabajos de Ernst Haeckel sobre el Bathybius y por las investigaciones microbiológicas, no como una opinión libresca, ya que está basada en indagaciones micrográficas y experimentos propios.94 Algo parecido puede decirse de su Tratado elemental de histología e histoquimia normales (1888), fruto de la paciente y rigurosa labor de verificación en el laboratorio de su cátedra de Granada, que había aprendido de Maestre.95 Que éste la transmitía a sus discípulos se manifiesta en que fue muy semejante a la que realizó simultáneamente Cajal en Valencia para preparar su compendio histológico. Una diferencia entre ambos consistió en que Cajal se interesó de modo fugaz por la microbiología con motivo de la vacunación anticolérica de Ferrán (1885), mientras que García Solá se dedicó preferentemente a ella desde 1878, aunque continuó colaborando como histopatólogo en las importantes investigaciones de Benito Hernando sobre la lepra. Cajal, como veremos, siguió en la tesis doctoral (1877) el esquema sobre la inflamación de su Tratado de patología general y anatomía patológica (1874) y García Solá reconoció con generosidad la extraordinaria importancia de la investigaciones que su colega aragonés realizó a partir del decenio siguiente. Para comprobarlo basta consultar la segunda edición de su Tratado elemental de histología e histoquimia normales (1904), que contiene numerosas citas elogiosas y cuyo prólogo dice:
Nos hemos valido de algunas observaciones propias, pero más principalmente de los fecundos trabajos realizados en estos últimos años en Alemania …, Francia …, Italia …, Suecia …, Inglaterra …, Bélgica … y en España, por Cl. Sala, P. Ramón, C. Calleja, Simarro y especialmente por el Profesor R. Cajal, cuyas determinativas y transcendentes investigaciones han ilustrado, entre otros muchos, los puntos más fundamentales de la neurología.96
Tras cursar ciencias físicas y químicas en la Universidad de Madrid y ser profesor ayudante, Benito Hernando Espinosa (1846-1916) había estudiado medicina, obteniendo en título de doctor en 1868. Cuatro años después ganó las oposiciones a la cátedra de terapéutica de la Facultad de Medicina de Granada, que ocupó hasta 1887, fecha en la que pasó a titular de la misma cátedra en Madrid. En Granada impartió, además, enseñanza libre de dermatología. Su relieve histórico se debe principalmente al libro De la lepra en Granada (1881),97 que Cajal calificó así:
Concienzuda labor de anatomía patológica y de clínica, menos conocida y encomiada de lo merecido.98
La obra fue fruto de diez intensos años de trabajo, durante los cuales contó con la colaboración de García Solá y otros compañeros de claustro. Recibió asimismo la ayuda personal de grandes investigadores extranjeros, entre ellos, Rudolf Virchow y André Victor Cornil, el descubridor del Mycobacterium leprae Gerhard H. A. Hansen y Albert L. S. Neisser, que mejoró sus técnicas de tinción. La publicación del libro fue costeada por su propio autor, que no pudo pagar la edición de las láminas y las tablas estadísticas, que quedaron inéditas.99 Ya veremos la relación personal de Hernando con Cajal, tras el traslado de ambos a Madrid.
El manchego Juan Creus Manso (1828-1897) estudió medicina en la Facultad de Madrid, donde influyeron en su formación el anatomista Juan Fourquet y sobre todo el cirujano Diego de Argumosa, al que siempre consideró su maestro. En 1854 ganó por oposición una cátedra de cirugía en la Facultad de Medicina de Granada, que ocupó hasta que en 1877 se trasladó a la Universidad de Madrid, de la que llegó a ser rector (1884). Seis años más tarde solicitó la jubilación por motivos de salud, retirándose a su casa de Granada, en la que permaneció hasta su muerte. Formó una nutrida escuela, en la que destaca José Ribera Sans. Junto a Antonio Mendoza, Enrique Ferrer Viñerta y Federico Rubio, contribuyó de manera importante a la introducción en España de la llamada «revolución quirúrgica», ocupándose de los problemas de la anestesia y difundiendo diversos métodos hemostáticos y antisépticos. También figuró entre los primeros cirujanos que recurrieron a la histopatología, debido a la influencia de Maestre, contando con su colaboración para los análisis durante sus años en Granada y después, en Madrid, con la de su discípulo Manuel Tapia Serrano. Las dos ediciones de su Tratado elemental de anatomía médico-quirúrgica (1861, 1872), generalmente considerado el mejor libro español sobre el tema, conceden gran relieve a la morfología microscópica celularista.100 Lo mismo puede decirse de la mayoría del centenar de sus libros y artículos, entre ellos, las monografías Ensayo teórico-práctico sobre las resecciones subperiósticas (1862), Estudios sobre las heridas de armas de fuego (1870, 1881) y Una página sobre la historia de los pólipos naso-faríngeos … Adicionado con el análisis histopatológico practicado por el Doctor Aureliano Maestre de San Juan (1878).101 Durante más de un decenio dedicó especial atención a «una especie de tumores de los huesos que pueden llamarse mielomas», dedicándoles cuatros artículos desde 1867 hasta 1879.102 El último incluye un «examen histológico» de Manuel Tapia:
El examen histológico, hecho por el distinguido ayudante, hoy licenciado, D. Manuel Tapia y Serrano, cuya nota copio a continuación, demuestra que el tumor es un sarcoma de los que en mi monografía, publicada en 1887, llamé mielomas, por estar formados por hiperplasia de los elementos de la médula ósea. La nota dice así:
Examinados a simple vista los pequeños trozos que nos fueron entregados para su estudio, observamos estar constituidos por partes óseas y por partes blandas; algunos de aquéllos, formados casi exclusivamente por éstas, fueron endurecidos por el alcohol, y los otros hubieron de ser descalcificados previamente, para poder así practicar finos cortes. Separadas de una y otras porciones delgadas laminitas, fueron entintadas por el picrocarminato amoniacal y preparadas convenientemente para su observación al microscopio. Ésta demostró: en las porciones formadas exclusivamente por tejidos blandos y que eran los más superficiales de la neoplasia, la existencia de multitud de elementos celulares, de forma variada, pero más especialmente fuso-celular, sin ectoblasto, de protoplasma granuloso y varios núcleos, unidos entre sí por una sustancia amorfa y regados por una multitud de vasos, que se presentaban, ya cortados al revés, ya longitudinalmente. Esta masa, sarcomatosa, evidentemente, hallábase en relación, por su parte externa o periférica, con los elementos epitélicos de la mucosa gingival que la revestía en toda su extensión, y por su parte interna o central se continuaba (como pudimos apreciar en las preparaciones decalcificadas) con la sustancia propia del maxilar, mediante un tejido de transición u osteiforme, en el cual, además de los elementos sarcomatosos ya descritos, destacábase claramente entre éstos gran número de myeloplaxias de C. Robin, de forma irregular, y numerosos núcleos. Estos datos, sacados de la observación directa de las preparaciones adjuntas, nos inducen a creer que la neoplasia en cuestión pertenece al grupo de los sarcomas en su variedades fuso-celular y principalmente myeloides.103
Tapia se encargó asimismo de publicar las historias clínicas de Creus, por supuesto, «adicionadas con análisis histológicos».104
En Madrid, fueron ayudantes de Maestre sus discípulos Manuel Tapia Serrano y Leopoldo López García. El primero trabajó casi exclusivamente en histopatología, especialmente en relación con cuestiones quirúrgicas, como acabamos de ver, mientras que al segundo le interesó sobre todo la enseñanza.
Leopoldo López García (1854-1932) era madrileño y estudió medicina en la Universidad Central, donde tuvo como catedrático a Maestre, que le transmitió desde el primer curso su pasión por la docencia de la asignatura. Siendo todavía estudiante, participó activamente en las reuniones casi semanales de la Sociedad Histológica, haciendo, por ejemplo, las preparaciones de los casos que presentaba el propio Maestre. No sólo enseñó en esta asociación, en el laboratorio de la Facultad, del cual era el principal ayudante cuando Cajal cursó el doctorado, en la Escuela Práctica Libre de Medicina fundada por González de Velasco y en la cátedra de Valladolid, sino también en la sección histológica de la Academia Médico-Quirúrgica Española. La memoria sobre la técnica histológica que leyó en su inauguración interesó tanto que, aparte de ser resumida en una revista, tuvo dos ediciones. Expuso luego casos de tumores y dio una conferencia acerca del Mycobacterium tuberculosis que Koch acababa de descubrir.105
«Carcinoma medular difuso del hígado». Corte de una porción central y profunda de la víscera. Grabado del estudio histopatológico por Leopoldo López García de un caso clínico de Juan Manuel Mariani (1883).
Por indicación de Maestre, se fue a París en 1879 para completar su formación junto a Louis Antoine Ranvier, de quien llegó a ser uno de los discípulos más apreciados. El hecho de que casi al mismo tiempo hicieran otro tanto Eugenio Gutiérrez y Simarro explica la gran influencia que el Manuel technique y otros textos de Ranvier tuvieron, como veremos, en la formación de Cajal. De regreso a España, López García se reincorporó al laboratorio de Maestre y un año después obtuvo la cátedra de histología de la Facultad de Medicina de Valladolid, que ocupó hasta su jubilación. Se encontró con una situación muy precaria: por un error típico de los malos arquitectos, no había sala de disección ni laboratorios. Sin desanimarse, comenzó a trabajar incansablemente en el laboratorio de su domicilio y llevando uno de sus microscopios a un desván de la Facultad que sólo tenía una mesa y una silla. Entre los análisis histopatológicos que entonces publicó figura el relativo a un caso de carcinoma hepático asistido por el internista Juan Manuel Mariani Larrión, celebridad clínica que llegó a presidir la Academia Médico-Quirúrgica Española. El detenimiento y la rigurosidad de López García pueden ejemplificarse en un breve fragmento de esta extensa publicación (1883):
Porciones centrales y profundas de la víscera. En cortes hechos en varias direcciones y estudiados con un aumento de 480 diámetros, se ve en unos puntos los nódulos característicos, pero con los alvéolos más ovoideos y prolongados llenos de células algo apiñadas. Un tejido conjuntivo fasciculado forma la ganga, y en ciertos puntos del límite de los nódulos y donde el tejido patológico está en infiltración se comprueba que los islotes de células hepáticas están algo aplanados; multiplicándose, sus elementos vienen a convertirse en células de los focos patológicos, pues los caracteres patológicos son distintos y se conducen de diferente manera por los reactivos colorantes. El tejido conjuntivo que constituye la ganga general de las preparaciones y rodeaba los islotes de las células hepáticas, viene a contener esas reuniones de células patológicas, formando después los alvéolos de limitación.106
No obstante, el aspecto más destacado de su labor fue la docencia, aunque por su carácter autocrítico sólo se publicaron en 1905 sus Lecciones de técnica histológica normal y sus Lecciones de técnica anatomopatológica y bacteriología general, recogidas por su hijo Ángel López Pérez.107 A pesar de la gran limitación de medios que tuvo hasta su jubilación, consiguió dar una enseñanza teórica y práctica que despertó, entre otras vocaciones histológicas, la de Pío del Río Hortega, en las circunstancias que más adelante veremos.108
Desde que López García enseñó a Cajal a manejar el microscopio, ambos mantuvieron una cordial relación durante el resto de sus vidas. El catedrático vallisoletano reconoció con amplia generosidad las decisivas aportaciones neurohistológicas de Cajal y éste no solamente le remitió sus publicaciones, sino también preparaciones con las que intentó contribuir a mitigar las precarias condiciones en las que realizaba su ejemplar labor docente. Dicha relación se refleja de modo muy expresivo en la carta que le escribió López García en noviembre de 1899, al recibir el primer volumen de la Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados. Comienza así:
Ya había leído el primer fascículo y esperaba poder completar tan interesante libro cuando usted con su recuerdo cariñoso se ha anticipado a mis deseos. Muchísimo le agradezco tal envío y le doy las gracias por su cariñosa dedicatoria. Es una obra fundamental que honra a usted y a nuestro país y demuestra la perseverante y honda labor científica que durante tantos años lleva usted realizando en beneficio de la ciencia y de nuestra cultura nacional; permítame le felicite cordialmente y con todo mi entusiasmo.
Aprovecha la ocasión para informarle que había pronunciado aquel año el discurso de apertura de la Universidad de Valladolid, que dedicó a la utilidad de la anatomía patológica:109
Pude en él desahogarme algo; pero de nada ha servido, pues los discursos de los catedráticos no políticos rara vez llegan a las alturas; además con esta corriente de economías no podía esperarse nada y gracias que no han suprimido esta Universidad, lo cual por otra parte no hubiera tenido nada de particular, pues para tener universidades sin dotación para material, como casi ocurre aquí, más vale suprimirlas. Hemos empezado el curso sin una peseta en la Facultad pues del Ministerio de Fomento no mandan la consignación desde el mes de julio; y al venir los fríos no ha habido dinero para comprar carbón ni para adquirir aparatos; ni aun cristales, portas y cubres.