Kitabı oku: «Signos de una presencia», sayfa 2
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TERNURA
Giulia y Albert eran novios a los quince años. Albert sufrió un cáncer y Giulia siguió a su lado hasta el último momento.
Aina y Ricard decidieron que se casaban. ¿Por qué? «Hace tiempo, cuando teníamos un problema de convivencia, cada uno de nosotros se preguntaba: “¿Creo que debemos estar juntos?” Ahora, ya hace tiempo que, cuando tenemos un problema de convivencia, nos preguntamos cómo debemos solucionarlo».
Cuando Robert enoja a Laura un día por la noche, al día siguiente Laura se encuentra en la cocina un vaso con zumo de naranja recién exprimido.
Juan y María trabajan en dos empresas diferentes. Se llaman cada día una vez, ¿para darse alguna noticia o encargarse alguna tarea? No: solo para preguntarse: «¿Cómo estás?».
Jean y Cécile son congoleños. Meses después de casarse, Jean trabajaba en el norte del país y estalló una guerra. Pasaron ocho meses sin saber nada el uno del otro. Años más tarde, Jean tuvo que ir a trabajar a quinientos km de donde vivían Cécile y sus cuatro hijos: se veían una vez cada dos meses. Ahora ya pueden vivir los seis bajo el mismo techo.
Joaquim tiene una enfermedad psíquica grave. Pasa épocas ingresado en el hospital. Anna –su esposa y madre de su hija– le quiere y le apoya, muy especialmente en los momentos más difíciles de la enfermedad.
Hace varios años, Josep y Magdalena celebraron sus bodas de plata con un crucero por el Mediterráneo. Al salir por la noche a contemplar el cielo estrellado quedaron conmovidos. Y se preguntaron: «¿Llegaremos a celebrar las bodas de oro?». Las celebraron con sus hijos y nietos con gran gozo para todos.
Joana se despedía de Joan, que tenía un cáncer terminal. Joana dijo: «Dentro de no demasiado tiempo también subiré yo al cielo». Joan le contestó: «¿Me buscarás?».
Cada vez que toma un vuelo y el avión despega por encima de las nubes, Marta recuerda a Pere, su compañero, y reza por él. Pere murió hace unos años.
Cada noche, Pau besa la almohada de Mercè para decirle: «Buenas noches». Mercè murió hace poco, después de muchos años de matrimonio.
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Si yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, sería como un cencerro ruidoso o un címbalo estridente. Si tuviera el don de profecía y penetrase todos los designios escondidos de Dios y todo el conocimiento, podría tener una fe que fuera capaz de mover las montañas, pero si no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes a los pobres, incluso si me quemaran vivo por esclavo y tuviera así un motivo de gloria, si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia, no es altivo ni orgulloso, no es grosero ni egoísta, no se irrita ni se venga; no se alegra de la mentira, sino que se alegra con la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará nunca (1 Cor 13,1-8a).
Si no tienes al Amado,
¿por qué no le estás buscando?
Si tienes al Amado,
¿por qué no te regocijas?
(RUMI, Leña para su fuego)
Hasta la palabra más difícil, tus ojos
¡qué fácilmente saben decirla!
Cuando, en el fondo de los silencios,
la buscas y te recoges,
tu mirada ya habla.
(MÀRIUS TORRES, Cançó a Mahalta [Canción para Mahalta])
* * *
• ¿Qué sinónimos de «ternura» pondrías a cada una de estas breves historias?
• ¿Qué historias de ternura añadirías?
• ¿Qué historias de ternura crees que necesita más urgentemente tu entorno inmediato? ¿Y nuestro ancho mundo? ¿Cómo puedes impulsar estas historias?
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ECHAR A CORRER O BAILAR
Hace unos días me cambié de teléfono móvil, pero decidí no activar el correo electrónico. Entonces un amigo me dijo: «Piensa que estás desperdiciando el 80 % de las posibilidades tecnológicas de tu teléfono». Después de pensarlo, decidí que las posibilidades tecnológicas de mis aparatos electrónicos no deben definir la intensidad y anchura de mi comunicación con los demás y con el mundo. En el fondo, mi problema es el siguiente: recibir mucha información me impide elegir qué temas tengo que trabajar a fondo. Y es que me cuesta mucho hacer varias cosas a la vez.
Pero ¿es este estilo vital un estadio avanzado de la civilización? ¿Somos más humanos cuanto más conectados y más multiocupados estamos? Según el filósofo alemán Byung-Chul Han, la respuesta es: no. Este pensador de origen coreano, autor del best seller La sociedad del cansancio, afirma que la atención dispersa, propia de quienes hacen varias tareas a la vez, constituye de hecho una regresión hacia formas de supervivencia de los animales en la selva. En efecto, en la selva, los animales no se pueden concentrar en una sola actividad: mientras comen deben asustar a los otros animales que les puedan robar la comida, deben defenderse de depredadores que se les puedan comer a ellos o a sus crías y deben no quitar el ojo de la pareja sexual, para que no se vaya con otro.
En cambio, según Han, las principales innovaciones culturales de la humanidad provienen de una atención profunda y contemplativa. La atención dispersa solo reproduce y acelera lo que ya existe: no crea nada nuevo. El autor ejemplifica los dos tipos de atención comparando dos formas alteradas de caminar: echar a correr o bailar. Echar a correr es propio de humanos y animales, y no constituye una nueva forma de caminar: solo es caminar aceleradamente. En cambio, bailar es solo propio de los humanos, y constituye una innovación en relación con el caminar. Pero la danza es posible solo gracias a una atención profunda y contemplativa centrada en la acción de caminar.
Han afirma que la atención profunda y contemplativa se concreta en una relajación espiritual que posibilita la emergencia de la novedad en nuestro interior. Relajando nuestro ritmo interior somos capaces de atender profundamente a la manera de caminar, de contemplar nuestros pasos y romper nuestros automatismos en el movimiento para crear una nueva danza.
El acto creador, pues, es solo posible cuando relajamos el ritmo para hacer emerger una novedad que proviene de la atención profunda a la realidad.
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Quien no busca encontrará el misterio del dao [el camino]. Quien busca encontrará la apariencia de las cosas (Daodejing 1).
El mejor se detiene después de haber alcanzado su objetivo y no recurre a la fuerza. Obtiene frutos y no se vanagloria; obtiene frutos y no hace ostentación; obtiene frutos y no se muestra arrogante; obtiene frutos, porque tenía que ser así; obtiene frutos sin recurrir a la fuerza. Forzar la plenitud es acelerar la decadencia (Daodejing 30).
Yo no tengo canciones;
me tienen a mí
ellas, las canciones.
¿Cuándo quieren, cuándo vienen?
¿Cuándo? Quién lo puede saber.
(RAIMON, Oh, desig de cançons [Oh, deseo de canciones], 1993)
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• ¿Qué criterios utilizo para elegir o medir las fuentes de información que recibo?
• ¿Qué criterios utilizo para priorizar la solución a múltiples problemas que se me presentan? ¿En qué momentos he de echar a correr y en qué momentos debo bailar?
• ¿Qué hago para conseguir una atención profunda y contemplativa en problemas en los que necesito bailar?
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EL CHIVO EXPIATORIO
Una de las tendencias que podemos experimentar cuando vamos desbordados de trabajo y nos enfrentamos con la propia impotencia es buscar culpables fuera de nosotros: «¿Quién tiene la culpa de que esté como estoy? ¿Quién me ha forzado a hacer tantas cosas? ¿Quién me exige sin cordura violentar mi salud física y espiritual?». Pero, en el fondo, este malestar es el choque interior entre mis disposiciones psíquicas inconscientes («sombras», en términos de Carl Jung) y la imagen consciente de mí mismo.
Cuando no pongo mi sombra en diálogo con mi imagen consciente, una salida fácil es culpar a alguien de mi malestar. Y puedo coincidir con otros en proyectar sombras sobre individuos concretos. Por ejemplo, ocurre en algunas clases en las que un niño, normalmente débil, deviene el objeto de las burlas de los compañeros de clase; o que en momentos de crisis económica ciertas voces culpan a los que cobran subsidios del Gobierno, a los inmigrantes o a los miembros de algún otro colectivo débil y claramente identificable.
La persona o el grupo objeto de la culpabilización comunitaria recibe el nombre de «chivo expiatorio». De hecho, el ritual del chivo expiatorio ya aparece institucionalizado en religiones primitivas, donde consistía en:
1) reunir a la comunidad en torno a un chivo;
2) traspasarle simbólicamente (mediante hechizos, cantos o danzas) todos los malos espíritus y disensiones que habitaban en la comunidad;
3) y sacrificar al chivo o abandonarlo en el desierto.
El resultado del ritual-sacrificio era un sentimiento de reconciliación comunitaria y de liberación de la discordia.
En la Europa medieval, cuando la causa de las enfermedades o los desastres naturales no se había determinado científicamente, el mecanismo del chivo expiatorio se usaba para identificar un culpable. Por ejemplo, cuando se declaraba una peste, los judíos acostumbraban a ser chivo expiatorio, y se pretendía erradicar la peste arrasando la judería de la ciudad.
Y, sin embargo, en sociedades contemporáneas, el mecanismo tiene aún su atractivo: algunos partidos políticos de nuestras democracias pueden usarlo para ganar votos a cualquier precio. En efecto, si un partido político consigue convencer a la gran mayoría de la población de que la culpa de la situación recae en tal grupo minoritario, entonces ese partido puede ganar muchos votos…
Este uso del chivo expiatorio es negativo por varias razones. Primero, porque mantiene escondida la sombra de cada persona. Segundo, porque simplifica la complejidad de los problemas humanos y sociales. Tercero, porque atribuir culpas es una operación muy difícil de justificar honestamente. Cuarto, porque la culpa suele recaer en individuos o grupos especialmente vulnerables. Y, finalmente, porque exime de responsabilidad a una parte importante del grupo o de la sociedad, que también debe colaborar activa y constructivamente a la solución de los retos que generan malestar.
Muchos activistas de la justicia social –religiosos o laicos– han sido combatidos convirtiéndoles en chivo expiatorio. Por ejemplo, Jesús de Nazaret fue condenado porque se puso al lado de los que eran despreciados por la comunidad, ya que sentía profundamente que Dios no margina, sino que desea la vida plena de todos. Combatiendo el mecanismo del chivo expiatorio desde la no violencia activa (tercera vía entre la violencia y el silencio sumiso), Jesús mismo se convirtió en chivo expiatorio (Joan Morera).
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La figura de la sombra personifica todo lo que el sujeto no reconoce y, sin embargo, le fuerza directa o indirectamente una y otra vez; así, por ejemplo, rasgos de carácter de valor inferior y otras tendencias irreconciliables (C. G. Jung).
Si es toda la comunidad de Israel la que, sin darse cuenta, ha hecho una acción prohibida por alguno de los preceptos del Señor, entonces ha cometido una falta, aunque le haya pasado inadvertida. Cuando se conozca la falta cometida, la comunidad deberá ofrecer un ternero como sacrificio por el pecado: lo llevará ante la tienda del Encuentro. Los ancianos de la comunidad pondrán las manos sobre la cabeza de la víctima, y luego uno de ellos lo degollará delante del Señor. El sumo sacerdote llevará la sangre del novillo a la tienda del Encuentro [...] Cuando el sacerdote haya hecho expiación por la comunidad, la falta les será perdonada (Lv 4,13-16.20).
El fabulista [Lafontaine en «Los animales enfermos de peste»] nos hace asistir al proceso de la mala fe colectiva, que consiste en identificar la epidemia con un castigo divino. El dios colérico está irritado por una culpa que no es compartida igualmente por todos. Para desviar el azote, hay que descubrir al culpable y tratarlo consecuentemente, o, mejor dicho, como escribe Lafontaine, «entregarlo» a la divinidad (R. GIRARD, El chivo expiatorio, cap. 1).
Entonces Jesús se puso en pie y les dijo:
–Aquel de vosotros que esté sin pecado, que tire la primera piedra (Jn 8,7).
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• En situaciones de desbordamiento, ¿a quién tiendes a echar la culpar: a otros o a ti mismo? ¿Qué prácticas reflexivas pueden ayudarte a reconocer serenamente tu responsabilidad en estas situaciones?
• ¿Qué problemas de mi organización o de nuestra sociedad son analizados a partir del mecanismo del chivo expiatorio? ¿Cómo se pueden resolver dichos problemas sin usar este mecanismo?
• ¿Qué relatos propios de las sociedades modernas (películas, anuncios, novelas, artículos periodísticos) transmiten implícitamente la forma de analizar problemas a partir del chivo expiatorio?
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EL DINERO
«Me han contratado. Este verano me voy de prácticas a Londres a un banco de inversiones». Por teléfono, la voz de Pablo –22 años– reflejaba euforia contenida. Le felicité de todo corazón porque había batallado mucho para conseguir esas prácticas. Trabajará un mínimo de quince horas cada día, y ya se prepara psicológicamente para el reto. Pero, cuando supe lo que cobraría cada mes (mucho, mucho dinero), me vino a la memoria una frase de Warren Wiersbe: «El dinero es un sirviente maravilloso, pero un dueño terrible».
La idea de que un sirviente maravilloso puede convertirse en un dueño terrible remite a un texto clásico de G. W. F. Hegel conocido como La dialéctica del dueño y del sirviente. El filósofo alemán explica que una persona reducida a la condición de sirviente o esclavo de otra persona puede terminar esclavizando a su dueño. El proceso pasa por un trabajo abnegado, tenaz e inteligente del sirviente, que acaba teniendo la clave de la creación de la riqueza y convirtiendo así al dueño en dependiente de él. En el caso del dinero como sirviente, no tenemos una persona que acaba haciéndonos esclavos, sino una dinámica en la que el dinero va siendo sutilmente transmutado de sirviente de las necesidades a dueño de las voluntades. Un dueño que llega a pedir el sacrificio de las vidas de gente de nuestro entorno.
¿Cómo podemos velar para evitar este proceso sutil de terribles consecuencias? Tal vez se trata de no creer nunca que nos hemos convertido en dueños del dinero. Se me ocurren tres actitudes principales en esta tarea de vigilancia: sentir el valor del dinero, disfrutar gratis y buscar la amistad con gente pobre.
Sentir el valor del dinero. Sentir es conocer prácticamente. Es conocer de manera que tomo decisiones diferentes. Siento el valor del dinero si soy capaz de gastar –y ahorrar– de una manera diferente a como lo haría si no lo hubiera sentido. Para sentir este valor es necesario saber cuánto tiempo y esfuerzo cuesta ganarlo. Obtener dinero con poco esfuerzo aumenta los incentivos para gastarlo sin medida y, a la vez, convertirse en dependiente de él.
Disfrutar gratis. Muchas cosas agradables se pueden hacer gratis, con muy poco dinero o ahorrándolo. Por ejemplo: pasear, conversar con amigos, leer libros de la biblioteca municipal, hacer de monitor o catequista, sentarse en un banco y contemplar a la gente, entrar en una iglesia y hacer silencio, poner orden en la habitación o el despacho, barrer, zurcir calcetines, limpiar la casa, sentarse en la postura de yoga, lavar platos, cantar canciones, bailar, dibujar, visitar ancianos o enfermos, escribir los sentimientos, limpiar los zapatos, cocinar bien y barato, hacer una buena sobremesa, mirar el mar, caminar por el bosque.
Buscar la amistad con gente pobre. No se trata de dar dinero a los pobres: se trata de hacer de ellos mis amigos. Un dicho filipino: «¿Eres amigo de los pobres? Dame nombres». Ser amigo de ellos para descubrir a las personas más allá de su cuenta corriente. Para aprender de ellos: para sentir cuándo la falta de dinero es un problema, y solidarizarnos con ellos; y para sentir cuándo la falta de dinero es fuente de libertad ante este dueño terrible.
Estas tres actitudes nos liberan: somos más libres para trabajar en lo que nos motiva profundamente; somos más libres para elegir un ocio humanizador, y somos más libres para ser amigos de quien sea, ricos o pobres.
Querido Pablo: ¡ojalá nunca creas que eres señor del dinero!
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Todo hombre fielmente servido vela por el bien de su servidor; pero las pasiones solo reservan a quienes las sirven la desgracia mayor (SHANTIDEVA, La marcha hacia la luz IV, 33).
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios. [...] A los hombres les es imposible, pero no para Dios, porque Dios lo puede todo (Mc 10,25-27).
Hace mucho tiempo había dos hombres que caminaban juntos, uno que era extremadamente rico y el otro que era extremadamente pobre. Alguien comentó:
–Esos dos hombres se han hecho amigos íntimos.
Al oír esto, Dou-fa-de [célebre sabio de la antigüedad] replicó:
–Si de verdad es así, ¿por qué uno es rico y el otro pobre?
Es decir: todas las posesiones de los amigos se deben poseer en común (MATTEO RICCI, Sobre la amistad. Cien máximas para un príncipe chino 95).
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• ¿En qué ámbitos de mi vida el dinero es un sirviente maravilloso? ¿En qué otros se convierte en un dueño terrible?
• ¿En qué actividades concretas disfruto o veo a los demás disfrutar gratis?
• ¿Con qué personas pobres suelo cruzarme en la vida ordinaria? ¿Cómo puedo hacerlas amigas mías?
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EL ILUSIONISTA Y LA MÉDIUM
Cuando miro un cielo sereno y estrellado por la noche, o el paisaje desde una cima, o un trozo de costa en un día apacible, ¿qué sentimientos emergen desde el fondo de mi ser? ¿Qué significados pueden tener esos sentimientos?
Estas preguntas pueden encontrar pistas de respuesta en una de las escenas centrales de la película de Woody Allen Magia a la luz de la luna (2014). En esta escena, la pareja protagonista (Stanley y Sophie) se refugia de una tormenta de verano en la Costa Azul, en un observatorio astronómico. Después de la tormenta, en plena noche, Stanley abre parte de la cúpula del telescopio y aparecen la luna y algunas estrellas. Entonces los dos protagonistas comparten sus miradas al cielo nocturno y al universo.
Stanley es un británico de mediana edad, culto, de clase alta, profesional internacional del ilusionismo. Sin embargo, al principio de la película, un psiquiatra le ha calificado como un hombre con una infancia triste, muy infeliz, un perfecto depresivo que lo sublima todo en su profesión de ilusionista. En varias escenas se le ve reprimiendo sus sentimientos y declarando que no cree ni en un «mundo metafísico» ni en un «mundo de los espíritus». Piensa que la mayoría de la humanidad son «unos desesperados que se aferran a tener esperanza en un mundo que no ofrece ninguna esperanza». Pero la suma de su carácter y de las ideas de superhombre científico y desesperanzado hace de él un insomne crónico.
De hecho, Stanley ha viajado a la Costa Azul para desenmascarar los supuestos engaños de Sophie, que es médium y vidente. Sophie es una jovencita de un pueblo de Michigan, inculta pero muy intuitiva, que intenta ascender socialmente «dando esperanza» a gente rica y desconsolada por medio de sesiones de espiritismo.
Cuando se abre la cúpula y aparece la noche estrellada, Sophie dice que en ese momento el universo le parece «bastante romántico». Stanley afirma que de pequeño el universo le parecía «amenazante». Pero reconoce que la compañía de Sophie –inculta, ingenua y sentimental– hace que se disipe ese sentimiento de amenaza: de hecho, momentos después de esta conversación se duerme plácidamente.
Stanley se puede considerar exponente de una mentalidad común en sociedades modernas, según la cual la ciencia demuestra que no existe nada más allá de lo sensible. Sin embargo, lo que hace la ciencia propiamente es descubrir leyes que relacionan causalmente diversos fenómenos (sensibles), sin preguntarse por el significado ultrasensible de la realidad. Y así no nos puede decir si la realidad es, en su última profundidad, amenazante o romántica. Los debates en relación con temas como el significado último del mundo y la realidad, el mundo espiritual o la esperanza están abiertos a otras aproximaciones como la poesía, el arte, la música, la literatura o las religiones. Y en estos campos Woody Allen nos sugiere que las psicologías y las historias personales de quienes argumentan entran poderosamente en juego. Y sugiere que Sophie (el nombre significa etimológicamente «sabiduría»), por muy inculta que sea, tiene una salud mental mejor que la de Stanley.
Probablemente, todos tenemos momentos en que los argumentos de Stanley afectan a nuestros sentimientos ante una escena natural sugerente; y momentos en que la ingenuidad y la confianza de Sophie nos invaden.
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–Adiós –dijo el zorro–. Aquí tienes mi secreto. Es muy sencillo: solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
–Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el Principito para acordarse. [...]
–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro–. Tú no debes olvidar. Te hace responsable para siempre de lo que has domesticado. Te hace responsable de tu rosa... (A. DE SAINT-EXUPÉRY, El Principito XXII).
La galerna y el rayo, la ventisca y la tormenta,
sobre el ancho terruño la han combatido a ras.
–La flor de la esperanza, minúscula y tenaz,
color de nuestros sueños, únicamente aguanta–.
(MÀRIUS TORRES, Llibre tercer [Libro tercero], n. 33)
Por muy maduro que sea un hombre, le tendrán por nadie si le falta la sabiduría que viene de Ti (Sab 9,6).
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• ¿Qué actitudes, prácticas, ideas o personas me transmiten el sentimiento de amenaza fundamental o me quitan el sueño? ¿Qué otras me transmiten paz y me ayudan a dormir bien?
• ¿En qué situaciones, y bajo qué roles, transmito alegría de vivir y ayudo a los demás a dormir bien? ¿En qué otras transmito amenaza y quito el sueño a los demás?
• La paz interior, ¿es un criterio que vale la pena considerar a la hora de escoger actitudes, prácticas, ideas o personas que orienten mi vida?