Kitabı oku: «Signos de una presencia», sayfa 3
10
PASAR POR EL TUBO
Cuando éramos jóvenes jesuitas en formación, Ramón, uno de nuestros formadores, solía sugerirnos un camino más bien incómodo para madurar como personas y como jesuitas. Decía: «Las personas solo maduramos cuando pasamos por el tubo». Pero añadía dos condiciones:
1) Cuando pasamos por un tubo que nosotros no hemos elegido.
2) Cuando pasamos por dentro del tubo, no paseándonos hábilmente por encima de él.
Su «pasar por el tubo» significaba aceptar afrontar retos vitales que no hemos elegido; y además afrontarlos a fondo. Ejemplos de pasar por el tubo que nos pueden hacer madurar son: aceptar una limitación de salud propia; trabajar con una persona con la que no me entiendo espontáneamente, y hacerlo eficientemente; hacer trabajos que no me apetecen o que no conllevan reconocimiento por parte de los demás; acompañar a personas que sufren, y para las que soy insustituible; vivir en una localidad donde no me encuentro cómodo, pero donde se me necesita; hacer cosas que precisan competencias que no tengo facilidad para desarrollar; estudiar temas importantes a fondo, sin conformarse con respuestas simplificadoras...
En estos contextos maduramos porque somos expulsados de la propia zona de confort; y seguimos adelante –¡tubo adentro!– si somos capaces de cambiar-madurar en respuesta a este malestar. El cambio-maduración es posible si ponemos en juego recursos vitales que no habríamos desarrollado en condiciones de confort: «reconexión» con amigos que nos apoyan; nuevas formas de serenarnos; renuncia a sueños de grandeza; renuncia al culto al propio cuerpo o a la propia salud, etc. En el fondo, pasar por el tubo y madurar significa romper los límites que me impone mi psicología y acceder a una realidad más amplia, más profunda: en donde los demás (que me quieren y a quien yo puedo querer) me sacan de la soledad inspirándome un proyecto de vida más humano y socialmente transformador.
El problema de «pasar por el tubo» se da cuando una persona o una familia deben pasar por demasiados tubos a la vez: en vez de madurar nos quemamos y aparece el estrés o la enfermedad mental. De hecho, la sociedad y la economía de hoy hacen pasar a mucha gente por demasiados tubos a la vez: horarios laborales de noche o de fines de semana que impiden la convivencia familiar y la educación de los hijos; baja calidad de los servicios de salud o de educación; desempleo de larga duración o precarización del trabajo; falta de condiciones para la rehabilitación de quienes viven en las cárceles o en otras situaciones de marginación; barrios enteros de ciudades en que se hace casi imposible llevar vidas dignas y hacer crecer a los hijos de manera sana.
Luis Espinal (1932-1980), otro jesuita catalán, hablaba de algo parecido al «pasar por el tubo» de Ramón con la expresión «gastar la vida». Él gastó la vida en Bolivia, justamente trabajando por los pobres, que son los que tienen que «pasar por demasiados tubos a la vez». Trabajó en medios de comunicación, denunciando la dictadura de Luis García Meza y apoyando movimientos de mineros. La noche del 21 de marzo de 1980 fue secuestrado por orden del propio dictador, fue largamente torturado y finalmente asesinado. Hoy es venerado por muchos bolivianos, que llevan flores al lugar donde murió.
* * *
Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida,
pero la vida tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no lo va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aun al fracaso,
si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo [...]
(LUIS ESPINAL, «Gastar la vida», en Oraciones a quemarropa)
Siento miedo a la violencia sobre mi persona. Se me ha advertido de serias amenazas precisamente para esta semana. Temo por la debilidad de mi carne, pero pido al Señor que me dé serenidad y perseverancia. Y también humildad, porque siento también la tentación de la vanidad (Óscar Romero, obispo mártir de San Salvador, 1980).
Te harán prisionero y te pondrán en hielo,
pero yo soy el fuego y el calor
de tu verdadero anhelo
–te dije–.
(RUMI, Canto a mi alma)
* * *
• ¿Qué tubos me humanizan y tengo que aceptar y qué otros me deshumanizan y tengo que trabajar para que no me quemen?
• ¿Cómo puedo acompañar a niños, jóvenes y mayores para que «pasen por tubos» que les harán madurar?
• ¿Qué personas o colectivos a mi alrededor están «pasando por demasiados tubos a la vez»?
11
¿PODREMOS?
En una noche electoral reciente, los seguidores de «Barcelona en Comú» volvieron a gritar: «Sí, se puede». Pensé en el lema que había acompañado a Obama hasta la Casa Blanca: Yes, we can.
Yes se opone al «no» que repica en los cerebros de los ciudadanos para hacernos bajar la cabeza y aceptar políticas públicas deshumanizadoras que hacen pagar a la mayoría los excesos de la minoría.
We recuerda que el ciudadano solo no puede cambiar las cosas. De hecho, la cultura mercantilista promueve el aislamiento de este ciudadano. Pretende reducirle a consumidor que busque singularizarse comparándose con otros desde el tener. Y convierte a los trabajadores en competidores unos de otros, anestesiando la dimensión comunitaria del trabajo.
Can remite a la posibilidad que se vuelve real cuando el «nosotros» emerge en torno a problemas sociales concretos, acompaña a las víctimas, les busca soluciones y termina promoviendo propuestas políticas y estructurales para que el problema no se reproduzca. Pienso en la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, la Asamblea Nacional Catalana y tantas otras coaliciones de ONG que combaten por diversas causas.
Sí, nosotros podemos. Pero es lícito preguntarse: ¿podremos? Es decir, ¿cuánto durará esta ilusión, esta energía balsámica que sustenta el «nosotros» humanizador de las sociedades? ¿Cuánto tiempo seremos capaces de no volver los ojos ante los problemas ciudadanos? ¿Cuánto tiempo resistiremos el impulso mercantilista que nos aísla del «nosotros»?
De hecho, hace veinte siglos, en el Israel ocupado por el Imperio romano, dos jóvenes judíos ya respondían a una pregunta de su maestro afirmando categóricamente: «Sí, podemos». Su maestro les había preguntado si serían capaces de resistir los sufrimientos que conlleva el compromiso por la justicia. Y les advertía: «Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones disponen de ellas como sus dueños y sus magnates las mantienen bajo su poder. No debe ser así entre vosotros: sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros que se haga siervo [...] como también el Hijo del hombre ha venido no a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por una multitud» (Mc 10,42-45).
Podremos si trabajamos día a día para no vivir nuestra individualidad como una comparación. Si somos capaces de renovar cotidianamente la inspiración (gozo, fuerza... Espíritu) en el servicio a la comunidad.
* * *
La revolución social será moral o no será (Charles Péguy).
¿Qué rey, si va a la guerra a luchar contra otro rey, no se sienta primero para decidir si con diez mil hombres puede hacer frente al que viene contra él con veinte mil? Y, si ve que no puede, enviará una embajada a pedir la paz cuando el otro está todavía lejos. Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14,31-33).
¿Para qué sirve tu vida,
si no usas tus huesos
como leña de Su fuego?
(RUMI, Leña para su fuego)
Impulsos genuinos hacia la compasión se pueden difuminar en algo menos noble (Matthew Green, periodista).
* * *
• ¿Qué ideas repican más en los cerebros de los ciudadanos en relación con políticas públicas deshumanizadoras?
• ¿Con qué bienes de consumo (coche, móvil, casa...) siento que me comparo con otros para sentirme superior?
• En el trabajo, ¿qué dinámicas de comparación me distraen de descubrir el sentido comunitario de mi trabajo?
• ¿Qué prácticas cotidianas que ya realizo me ayudan a renovar el sentido de servicio a la comunidad? ¿Qué otras observo a mi alrededor que me podrían ayudar?
12
CULPA DE LAS ESTRELLAS
¡Qué pocas palabras y qué pocos argumentos se me ocurren ante gente que está sufriendo debido a enfermedades «que no tocan»! ¿Cómo explicarnos esto? ¿De quién es la culpa? «Culpa de las estrellas» (The fault in our stars [Bajo la misma estrella], Colpa delle stelle. Milán, Rizzoli, 2012) es una novela de John Green que trata estas cuestiones.
La obra narra la historia de amor entre dos jóvenes con cáncer: Hazel Grace, que lo tiene en los pulmones, y Gus, que lo tiene en los huesos. A lo largo de la novela planea esta pregunta fundamental: ¿de quién es la culpa de que Hazel, Gus y tantos otros tengan cáncer?
Una de las respuestas que aparecen se pone en boca de Peter van Houten, autor de una novela que han leído Hazel y Gus. Como la novela les ha gustado mucho, consiguen ir a visitar al autor. Pero van Houten, que vive atormentado por un acontecimiento doloroso de su pasado, les dice respecto a su enfermedad: «Sois un efecto colateral [...] de un proceso evolutivo que se preocupa bien poco de las vidas de los individuos. Sois un experimento fallido en las mutaciones» (p. 216, ed. italiana).
Sin embargo, más allá de las argumentaciones sobre en quién recae la última culpa, la novela muestra cómo unas vidas marcadas por el cáncer pueden acceder al gozo. Por ejemplo, cuando Hazel dice a sus padres que se siente como una granada que hiere a su alrededor, su padre le contesta:
No eres una granada. No para nosotros. Pensar en tu muerte nos entristece muchísimo, Hazel, pero no eres una granada. Eres explosiva. Y, dado que no has tenido nunca una hija que se ha convertido en una joven y brillante lectora con una incidental pasión por programas de televisión horribles, quizá no lo puedes saber; pero la alegría que nos proporcionas es mucho mayor que la tristeza que experimentamos por tu enfermedad (p. 119).
En efecto, en varios momentos, los protagonistas sienten intensamente la alegría de vivir y de amarse. Sienten que, con la condición de aceptar el dolor cuando aparece, pueden experimentar momentos limitados, pero de profundidad infinita. Y así como entre el número 0 y el número 1 hay infinitos números, así disfrutan de la densidad infinita de períodos de tiempo que una muerte cercana les limita. Tal como dice Hazel a Gus en un discurso de despedida adelantado:
Quisiera más números de los que es probable que yo viva; y, Dios mío, quiero más números para Augustus Waters [Gus] que los que le han sido concedidos. Pero Gus, amor mío, no consigo decirte cómo te estoy agradecida por nuestro pequeño infinito. No lo cambiaría por nada del mundo. Me has regalado un para siempre dentro de un número finito, y por eso te doy las gracias (p. 291).
En otro momento, cuando Hazel está de picnic con sus padres en un parque, la realidad que tiene delante se le aparece con una profundidad simple y gozosa:
Intentaba solo sentirlo todo: la luz sobre las ruinas arruinadas, un niño pequeñísimo que caminaba a duras penas y que había encontrado un bastón en un rincón del parque, mi infatigable madre que derramaba en zigzag la mostaza sobre el bocadillo de pavo, mi padre que daba golpecitos en el teléfono móvil que tenía en el bolsillo, resistiendo al deseo de descolgarlo, un chico que tiraba un frisbee que su perro seguía, cazaba al vuelo y le devolvía (p. 341).
Y entonces Hazel se pregunta:
¿Quién soy yo para decir que estas cosas no podrían ser para siempre? ¿Quién es Peter van Houten para defender como un dato de hecho que nuestros esfuerzos son temporales? Todo lo que sé del cielo y todo lo que sé de la muerte están en este parque: un universo elegante que se mueve sin fin, pululando de ruinas arruinadas y de niños que chillan (p. 341, cursiva añadida).
La pregunta por el dolor, y por el dolor de morir, no tiene una respuesta conclusiva con palabras: nadie puede defender «como un dato de hecho» ni que la muerte lo acaba todo ni que hay vida más allá de la muerte. Pero las vidas de los personajes de esta novela –inspirada en un caso real– testimonian que podemos aceptar el dolor, sentir gozo y crecer en amor a los demás. Entonces, desde el gozo de un para siempre en el interior del tiempo, puede crecer también la esperanza de un para siempre después de la muerte.
* * *
Casio: La culpa, querido Bruto, no reside en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos (W. SHAKESPEARE, Julio César).
La plenitud del momento presente es difícil de obtener. Aquella plenitud que, cuando es alcanzada, culmina todas las aspiraciones de los seres humanos (SHANTIDEVA, La marcha hacia la luz I, 4).
Al pasar vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron:
–Rabí, ¿quién pecó para que naciera ciego: él o sus padres?
Jesús respondió:
–No pecaron ni él ni sus padres: es para que se manifiesten en él las obras de Dios [...] Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, le untó los ojos con ese barro y dijo:
–Ve a Siloé (que significa «Enviado»).
Se fue, pues, se lavó y volvió con vista (Jn 9,1-7).
* * *
• ¿Qué dolores –propios o ajenos– me cuesta mirar de frente, me cuesta aceptar? ¿Qué precio se paga por darles la espalda?
• ¿Qué sueños o ambiciones me impiden descubrir el gozo escondido en momentos simples y cotidianos?
• ¿Qué prácticas cotidianas me ayudan a transformar esos sueños y ambiciones en capacidad de acoger el para siempre en el corazón del presente?
13
LA BISABUELA
Joaquim, que es abuelo desde hace varios años, está escribiendo sus memorias. Pero antes de describir su propia vida –desde la infancia hasta el presente– ha decidido presentar la historia de sus antepasados. Y ha determinado empezar esta historia con su abuelo paterno. Y es que su abuelo Robert tuvo una infancia difícil, porque al nacer fue depositado por su madre biológica en el torno de un convento de monjas. Estas monjas le cuidaron hasta que se fue a vivir a una masía de mozo, y terminó regentando una taberna en Barcelona y haciendo suficiente dinero como para dar estudios a su hijo Jordi, que luego sería padre de Joaquim.
Lo que maravilla a Joaquim de esta excursión hacia el pasado es que, si su bisabuela hubiera decidido abortar cuando se dio cuenta de que llevaba un hijo no deseado –el abuelo Robert–, entonces Joaquim no sería quien es, y tampoco nadie de la familia que él ha tenido después sería quien es.
La historia de la bisabuela de Joaquim me hace pensar que cada persona es única, porque es el fruto de una combinación irrepetible de una cantidad difícilmente medible de decisiones tomadas por una cantidad, también difícilmente medible, de personas concretas. Porque la decisión de la bisabuela es muy importante, pero es solo una entre la multitud que posibilitó la vida única de su bisnieto Joaquim.
Si, además de las personas que han determinado nuestro código genético, extendemos esta excursión hacia el pasado a personas y grupos sociales que han definido el contexto cultural, social, político y económico en el que cada persona se ha desarrollado, entonces resulta que cada uno de nosotros es, en buena parte, fruto de un conjunto aún mayor de personas y decisiones del pasado. Por no hablar de la herencia geológica (historia del cosmos) y biológica (la evolución de las especies) que nos ha marcado.
Por tanto, no solo hacemos poesía cuando afirmamos que nuestras vidas son un don, un regalo que hemos recibido.
Y en este sentido, quienes reconocen la propia vida como regalo se sienten invitados a gestionar esta vida en sintonía con su origen: se sienten invitados a regalar la propia vida a los demás. De hecho, dice un adagio alemán: Jede Gabe ist eine Aufgabe, «Cada don es una tarea». El alemán tiene la particularidad de que «tarea» (die Aufgabe) deriva de «don» (die Gabe): es un don que se ofrece fuera (Auf).
Pero esta actitud fundamental de gratitud/don y ofrenda/tarea no sirve solo cuando reflexionamos sobre el origen de la vida: sirve también para cada momento de nuestra vida. En efecto, el adagio dice Jede Gabe: cada don. Y es que puedo reconocer cada momento del tiempo como el don/regalo único de una serie incontable de decisiones tomadas por una serie incontable de personas. Y, por tanto, soy invitado a la tarea de reconocer este momento en su unicidad; y a contribuir con mi unicidad al servicio de los demás.
* * *
El maestro dijo:
–Cuando el padre vive, hay que observar su voluntad; cuando el padre falta, hay que observar sus obras. Tres años sin cambiar en el camino paterno, esto se puede llamar piedad filial (CONFUCIO, Analectas I, 11).
Para el que cultiva el hábito de reverenciar constantemente a los parientes mayores y respetarlos, cuatro bendiciones van aumentando: edad, belleza, bendición y fuerza (Dhammapada 109).
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo lo que tengo y que poseo; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo devuelvo; todo es vuestro. Disponed según vuestra entera voluntad; dadme vuestro amor y gracia, porque esta me basta (IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirituales 234).
* * *
• ¿En qué momento de la historia de tu familia una decisión ha sido crucial para configurar tu unicidad?
• ¿Qué momento de la historia reciente ha configurado de manera significativa el marco social en el que se está desarrollando tu vida?
• ¿Qué prácticas de «memoria agradecida» te pueden ayudar a reconocer cada momento como único y a hacer de tu presencia en él un regalo único a la comunidad?
14
LAS TRAMPAS DE LOS MONITORES
Serinyà (comarca del Pla de l’Estany), principios de julio de 2015. Mientras desayunábamos, los monitores comentaban cómo iban las colonias. Clara dijo que este año estaba mucho más en forma, porque en las reuniones de la noche se iba más al grano y podían dormir más. Yo le comenté: «Esto es que no has caído en la ilusión de Superman». Todos me miraron extrañados, y les dije que esta era una de las tres trampas en que puede caer un equipo de monitores. Las otras dos: la trampa del mercenario y la espiral de complicidades.
La ilusión de Superman se da cuando un equipo de monitores se cree con fuerzas ilimitadas y alarga innecesariamente las veladas de noche, cuando los niños están ya durmiendo. Pero pronto llega el cansancio, y con él baja la calidad de las actividades y de las relaciones humanas. La trampa del mercenario consiste en reducir el tiempo dedicado a los niños y en ir alargando el tiempo para estar con otros monitores: es más cómodo tratar informalmente con gente de tu edad que hacer de educador. Pero, tal como dice en lenguaje rural del siglo I el evangelio de Juan, «el buen pastor da la vida por las ovejas; el mercenario [...] ve venir al lobo, abandona a las ovejas y huye» (Jn 10,11-12). Y en la espiral de complicidades queda atrapado aquel monitor que no advierte a otro de las cosas que podría mejorar... porque sabe que él mismo podría mejorar, pero no quiere ser advertido. Hacen falta confianza y humildad para evitar esta espiral.
A pesar de las tres trampas, es realmente loable el trabajo entusiasta, desinteresado, abnegado y generoso de la gran mayoría de monitores que educan a nuestros niños en el tiempo libre. Volviendo a Serinyà: a mediodía de ese día de colonias tocaba piscina. Cuando iba a lanzarme al agua, llena de niños y niñas, vi que Marc, un monitor, esperaba un rato fuera. Le pregunté por qué y me dijo que, cuando se metía en al agua, muchos niños se le cogían del cuello y le costaba disfrutar del baño. En efecto, al poco, dentro de la piscina, Marc tenía a seis o siete niños agarrándosele del cuello. ¡No se puede ser un monitor simpático!
Por cierto, las trampas de los monitores son aplicables a otros equipos de trabajo: conviene reconocer los límites físicos y mentales de sus miembros; es bueno para todos centrarse en el servicio que presta la organización y no en la comodidad o el interés particular de cada uno; y ayuda al equipo ser capaces de formular y recibir críticas constructivas.
De hecho, cuando una persona o un equipo humano están progresando en el camino del bien, siempre aparecen impedimentos u obstáculos que pueden desbaratar estos progresos. Lo dice Ignacio de Loyola en el lenguaje de los buenos y malos espíritus del siglo XVI:
En las personas que van intensamente purgando sus pecados y en el servicio de Dios, nuestro Señor, de bien en mejor subiendo [...] entonces propio es del mal espíritu morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos impedimentos para que en el bien obrar proceda adelante (Ejercicios espirituales 315).
Adelante, pues, monitores: ¡ojalá que os inspire el buen espíritu!
* * *
Son unos seres extraños de entre 18 y 25 años que se hacen llamar monitores de esplai, jefes scout. Les reconoceréis porque pringan todas las tardes de sábado en los caus montando ginkanas, pierden los fines de semana haciendo excursiones y desperdician la Semana Santa entera y quince días de julio yendo de campamentos. Y todo sin cobrar nada y con una pasión que no puede ser buena para la salud. La broma hace décadas que dura, y no son cuatro chiflados: se trata de unos cuantos miles. Se ha procurado hacer burla de ellos como «chiruqueros» idiotizados, se les ha hecho saber que se han acabado las utopías, y que la gracia de hoy día es ser famoso, pero ellos insisten en que no [...] Alguien les debería detener antes de que se les ocurra cambiar el mundo de verdad (C. CAPDEVILA, «Entusiasme sospitós» [Entusiasmo sospechoso], en Avui, 30 de mayo de 2009).
* * *
• En los diferentes equipos humanos en que participas, ¿en cuál de las tres trampas crees que cae más a menudo la gente? ¿En cuál de las tres trampas caes más a menudo tú?
• Cuando te sientes muy identificado con una organización, ¿qué recursos tienes para evitar quemarte?
• ¿Qué espacios/momentos existen en los equipos donde colaboras para que la gente pueda «decirse las cosas» sin generar resentimiento y evitar así la espiral de complicidades?
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.