Agustín Yáñez

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Primera edición electrónica, 2008

Textos © 2008, Juan Antonio Lira Aguirre

D.R. © 2008, Universidad de Guadalajara


Editorial Universitaria

José Bonifacio Andrada 2679

Guadalajara, Jalisco 44657

www.editorial.udg.mx

LIRA AGUIRRE, Juan Antonio

Agustín Yáñez. El génesis musical de Al filo del agua

/ Juan Antonio Lira Aguirre.

1ª ed. -- Guadalajara, Jal. : Editorial Universitaria, 2008.

Colección Jalisco. Serie Biografías)

ISBN 978 970 27 14 28 6

1. Yáñez, Agustín, 1904 -1980. 2. Literatura – Jalisco.

M863.44-cdd21

ISBN 978 970 27 1428 6

Conversión

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proyectos.mexico@hipertexto.com.co

+52 (55) 7827 7068

Abril de 2008

Imágenes de guardas tomadas de Guía Rojí,

Ciudad de Guadalajara, México 2006.

Se prohíbe la reproducción, el registro o la transmisión parcial o total de esta obra por cualquier sistema de recuperación de información, existente o por existir, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos correspondientes.

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Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Late la sangre de mi ciudad en la sien de mi barrio, en las venas de mis caminos.

Parejo pulso que confía salud.

(…)

Final de la sinfonía: las tormentas, contrapunto y maravilla de sonoridad. El estruendo cae sobre Guadalajara, en simulacro bíblico: el diluvio y la destrucción de Jericó; los niños, dentro de las casas, fabrican arcas de alianza, con papel de periódico, y las últimas notas del allegro bárbaro, salen a las corrientes, saltan en el agua, botan sus barquichuelos, edifican puentes de tablas y pregonan “¡el paso a dos fierros!”: pizzicato de la coda en forma de andantino. Y la obligada apoteosis del melodrama musical —provinciano fin de fiesta, el cuadro plástico—: Guadalajara —vera Rosa de Jericó— sale de las tormentas con sus más pintorescas gracias. Esta fue la ocasión en que la llamaron Sultana y Perla.

“TOQUES, PREGONES, RUIDOS”

GENIO Y FIGURAS DE GUADALAJARA

El barrio del Santuario y su esencia musical

Pocas veces encontramos en la vida de un escritor un apego tan acentuado al barrio natal, como en el caso de Agustín Yáñez. Al recuerdo minucioso de las costumbres provincianas se añade la manera tan intensamente musical de interpretar los detalles de la vida cotidiana mediante un oído atento, que registra los más íntimos acontecimientos para convertirlos en una obra literaria sin paralelo en la literatura nacional.

Existen esbozos biográficos que más bien parecen un catálogo de anécdotas, ocurrencias y correrías, pero que fácilmente caen en el amarillismo barato, amplificando así los defectos para dejar en el olvido las cualidades; un creador vale por su obra, independientemente de sus debilidades humanas. En el presente acercamiento a la vida de Agustín Yáñez se enfatiza en las ideas y en la correlación innegable entre el artista y el hombre público, más que en los aspectos triviales de su existencia.

Nacido el 4 de mayo de 1904 en el barrio del Santuario, en el centro de Guadalajara, Agustín Yáñez es sin duda uno de los escritores más destacados de nuestro país; al lado de Juan Rulfo y Juan José Arreola representa una de las mayores aportaciones de Jalisco a las letras de México. Su obra narrativa se compone de novelas y cuentos; además abordó con discreción el ensayo, la crónica y el discurso político. Destaca sobre todo en el panorama novelístico, no solamente de México sino de Hispanoamérica, especialmente con la novela Al filo del agua, la que es considerada su obra maestra, y que tiene un origen eminentemente musical, ángulo particularmente enfocado desde esta semblanza biográfica.


↑ Casa típica del barrio del Santuario. Tomada del libro Guadalajara y sus barrios.

Una infancia siempre señalada por los matices literarios y sonoros caracteriza al autor. La anécdota ingeniosa surge al desentrañar el seudónimo Mónico Delgadillo, que utilizó Yáñez para firmar algunos textos de la legendaria Bandera de Provincias y así dar la impresión de tener un mayor número de colaboradores. Como ya se ha dicho, el escritor nació el 4 de mayo, día de Santa Mónica; la usanza antigua indicaba que se llamara a las personas con el nombre del santoral, así resultaba familiar para Agustín que lo llamaran cariñosamente Mónico. El apellido Delgadillo lo tomó de su ascendencia materna.

Las evocaciones de la niñez y la autobiografía constituyen el antecedente principal en la obra del autor. Agustín Yáñez nos cuenta su infancia y adolescencia en la ciudad provinciana; los juegos callejeros se recrean bajo la sonoridad del barrio del Santuario, verdadera esencia literaria del escritor. Las postales en blanco y negro de la Guadalajara de hace un siglo, constituyen la mejor ilustración para esta temprana obra literaria, la de sus primeras novelas.

El niño juega en las calles de la Guadalajara antigua sin malicia ni rencor. Los primeros escritos dan cuenta de sus pasos, los que se encaminan a la casa de sus vecinos: el zapatero, el sastre, el carnicero, el tendero, el carbonero, y relatan con singular ingenuidad y belleza los incipientes encuentros amorosos con el sexo opuesto. Más tarde, en el lapso de la adolescencia y primera juventud, se recrean los primeros conflictos existenciales desde la perspectiva del escritor, un artista de la palabra y del sonido.

Su familia procede de Yahualica, tierra que influye notablemente en la imaginación creadora del autor y que posteriormente se concretará en la creación de su obra maestra Al filo del agua. Durante su niñez, Yáñez regresará cada año en los meses de agosto y septiembre a la población de sus ancestros, lo que supo recoger dentro de algunas de las páginas más logradas de la literatura mexicana. Precisamente en una de estas visitas al pueblo de sus padres y abuelos, presenció el arribo de tropas revolucionarias, lo que marcó hondamente su recuerdo.

Un primer acercamiento al mundo literario, manifiesto sin duda de su destino, lo tuvo el niño Agustín mientras cursaba el segundo año en la escuela primaria. La redacción de cierto resumen histórico reveló ante la maestra y condiscípulos la prodigiosa memoria del núbil escritor; una facilidad inusual en el uso del lenguaje. Éste quedó registrado como uno de sus primeros recuerdos, que data de finales de 1910.

La infancia de Agustín Yáñez tuvo, de manera afortunada, influencias familiares que despertaron su vocación literaria. Una de sus tías, que por ser analfabeta no dejaba de ser inteligente, organizaba sesiones donde se leía en voz alta algún libro; el Yáñez adolescente recuerda La cabaña del tío Tom y Las tardes de la granja. Confiesa el autor su admiración por estas lecturas juveniles, las que habría de repasar en la intimidad con mucha frecuencia.

El solitario e introvertido Agustín Yáñez tuvo unos primeros años de vida muy ligados a la literatura, donde los libros constituyeron sus mejores amigos. Las lecturas favoritas que recuerda van desde Lucio Flavo, Quo vadis?, Fabiola, Los últimos días de Pompeya, El final del Norma, El amo del mundo, entre otras.

Las antologías literarias, con predominio de escritores españoles, formaron parte del amplio panorama de lecturas del incipiente escritor. Yáñez recordará por siempre y con nostalgia el libro de lectura de sexto grado: Tabaré de Zorrilla de San Martín, autor por el que siempre profesó gran admiración.

 

Para un infante avecindado en esta ciudad provinciana de principios del siglo XX, la lectura constituía la mayor diversión en una época aún sin cinematógrafo, radio ni televisión. Un primer acercamiento a las publicaciones periódicas, encauzó de distinta forma su afición a la literatura. La lectura cotidiana de El Regional de Guadalajara permitió al joven Agustín el conocimiento de la poesía de Ramón López Velarde, de quien llegó a memorizar varios textos. Al respecto, podemos encontrar numerosas afinidades y paralelismos entre las obras de estos dos creadores, lo que conscientemente reconocería el propio Agustín Yáñez en futuras entrevistas.

Su imaginación creadora se manifestó a muy temprana edad y de diferentes maneras. A veces montaba complicados teatros de marionetas, organizaba espectáculos circenses y producía imaginarias cintas cinematográficas. Por otra parte, puso énfasis en la redacción de periódicos de fantasía, lo que marcó el destino literario que habría de seguir fielmente como escritor.

El Yáñez adolescente de los años 1918 y 1919 prosigue sus estudios formales y análogamente lee con pasión a Pereda, Alarcón, Azorín y López Portillo. Despierta a la vida amorosa desde una butaca de la Biblioteca Pública de Guadalajara, mediante los personajes femeninos de las novelas. Una vida libresca predomina en la existencia sencilla y pura del joven escritor; en cierto sentido al margen de la vida, como llegó a decir con cierta melancolía, y en una severa actitud de autocrítica.

Paralelamente a sus estudios en Derecho, integra un grupo de entusiastas escritores alrededor del año 1925. La casa de la familia Yáñez, ubicada en la callecita cerrada de Francisco Zarco, dará cabida a numerosos y distinguidos amigos, entre los que destacan Alfonso Gutiérrez Hermosillo, Emmanuel Palacios, Esteban Cueva Brambila, Antonio Gómez Robledo, José Guadalupe Cardona Vera y Enrique Martínez Ulloa. Las reuniones periódicas darán a la posteridad la publicación Bandera de Provincias, revista que llegó a difundir traducciones de Kafka, Joyce y Claudel, y que se editó paralelamente a Contemporáneos, en la capital del país.

Merece especial atención la amistad que sostuvo Yáñez con Alfonso Gutiérrez Hermosillo, escritor precoz y de gran talento, quien falleció prematuramente privando así a las letras de Jalisco de una obra más amplia e importante. Contrastó siempre el carácter y la personalidad de los dos; Agustín admiraba la popularidad y el don de gentes de Alfonso, siempre sociable y capaz de memorizar y recitar poemas en las más animadas reuniones sociales; poseía gran personalidad y simpatía. Se conocieron personalmente en la librería Font, hoy desaparecida, hacia el año de 1925.

La Guadalajara de finales del siglo XIX había logrado una fama de ciudad cultural con la publicación de La República Literaria entre 1886 y 1890. Esta tradición sería continuada por el grupo de amigos de Agustín Yáñez, ya que el ambiente cultural de la sociedad tapatía era muy favorable al desarrollo de las letras.

El tranquilo ambiente provinciano de la ciudad de hace casi cien años no estaba reñido con la cultura universal de la época. En el Teatro Degollado se podía tener acceso a la gran música y al buen teatro. Guadalajara contaba entonces con aficionados a la música que poseían grandes fonotecas y bibliotecas, material de primera importancia en la formación del joven Yáñez, quien llegaría a tener una muy amplia cultura musical, la que se reflejará detalladamente en su producción literaria.

Los jóvenes inquietos de la época tenían a su disposición librerías que importaban periódicamente las más recientes novedades literarias de Europa, particularmente se tenía interés por los libros escritos en español y francés. Además, el ambiente cultural se complementaba por las discotecas de José Arriola Adame y Enrique Díaz de León, los conciertos privados de Tula Meyer o de la Academia Musical de José Rolón y las bibliotecas particulares de José Cornejo Franco y Efraín González Luna.


↑ Agustín Yáñez con los miembros de la publicación Bandera de Provincias.

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