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Capítulo 03. LAS EMOCIONES, LOS PENSAMIENTOS Y EL ALMA
LAS EMOCIONES: CÓMO SE CREAN
Somos seres energéticos y vibracionales viviendo en un universo también energético. Todo lo que hacemos se ve afectado o influenciado por las reacciones energéticas que se producen en nuestro organismo. La energía es más de lo que sentimos, es lo que somos, y la emoción no es un sentimiento ni se produce al azar.
La energía nunca va a permanecer estática, de la misma forma que los seres humanos no podemos dejar de producir un movimiento continuo. La dificultad para comprender todos y cada uno de los movimientos de los diferentes niveles de energía que recorren nuestro organismo a través de la complejidad algorítmica de los circuitos o canales es la que nos impide saber cómo se genera en nosotros cada emoción.
Emoción significa etimológicamente «mover hacia», «remover», «sacar», «retirar», y la más completa raíz de la palabra expresa «sacar de donde aparentemente no hay». Esta descripción alude a la sutileza de las dos energías que intervienen o dan vida a cada emoción. Se considera «donde no hay» porque, en realidad, aparentemente para cualquier observador resultan inexistentes, ya que no se vinculan a ninguna acción específica voluntaria. Emoción es igual a energía en movimiento.
Cada emoción tiene una vibración y una frecuencia diferentes. ¿Qué es lo que hace que esta vibración y esta frecuencia sean distintas en cada momento y para cada persona? La respuesta según la medicina oriental es: los diferentes alimentos y la forma personal de consumirlos. Estos actúan de forma bioquímica en nosotros y producen reacciones que experimentamos sin darnos cuenta de cuál es el origen que genera ese proceso, y tampoco nos percatamos de que esté relacionado con nuestra alimentación, ya que lo realizamos de forma automática, repetitiva e inconsciente. Esto dificulta la observación objetiva de dicho proceso, que además es una síntesis de otra síntesis.
Las emociones son manifestaciones fisiológicas que se presentan de forma alterna a lo largo del día, son los tipos de cambios emocionales que tiene el ser humano. Además, se consideran también las respuestas objetivas del cerebro ante los estímulos ambientales externos que nos rodean en todo momento. En la terapia dietética macrobiótica oriental se utilizan los sabores de cada alimento para producir los cambios energéticos en los órganos que nos interesan, ya que se considera que los patrones electromagnéticos de los alimentos en realidad son los que producen todas estas reacciones.
¿De dónde proviene la emoción y cómo se genera?
La emoción se produce con cada respiración, al unirse las sustancias sutiles que transporta el aire, como oxígeno e hidrógeno, y la síntesis de lo que llamamos en medicina oriental la «energía alimentaria», Gu Qi o síntesis de los alimentos. Esta energía es la que aporta el resultado final o síntesis de todos los procesos que realiza el organismo utilizando como base lo que hayamos comido unas horas antes. Al juntar los procesos bioenergéticos y electromagnéticos de la parte inferior del cuerpo físico con los de la parte superior que proceden del aire, el sol y la luz, justo en ese mismo instante, al mezclarse y chocar esas dos energías a la altura del esternón, aparece una nueva energía que llamamos emoción.
Los alimentos entran por la boca y pasan al estómago, donde se descomponen para pasar al bazo, que es el órgano encargado de transformarlos en energía Gu Qi. La energía del bazo asciende hacia el tórax, se mezcla con el oxígeno y se une a la respiración, aportando una síntesis de la calidad más pura de los nutrientes que hemos ingerido o de los antinutrientes tóxicos, si es lo que hemos introducido en nuestro estómago. A partir de esta síntesis en positivo o en negativo se crea la emoción y pasa al corazón para formar la sangre, al juntarse con el Yuan Qi del riñón. Por eso la emoción está vinculada al corazón, no al cerebro. Y se producirán emociones positivas si los alimentos ingeridos pueden crearlas, y negativas cuando no ha habido absorción de nutrientes porque el alimento está desnaturalizado, es de mala calidad nutricional o tóxico.
Lo que de tu lengua sale del corazón proviene.
MATEO 15,18
Podemos experimentar que, al seleccionar mejor los alimentos que vamos a utilizar según nuestras necesidades, excesos y deficiencias o desequilibrios, nuestras emociones cambian y se sostienen con cada respiración que realizamos. Las emociones se producen en el tórax al colisionar las dos energías, la de arriba o del cielo y la de debajo o de la tierra, de forma intermitente y constante.
De alguna manera se puede afirmar que las emociones son y forman parte de los síntomas claros y contundentes de lo que llamamos nuestra salud física, tanto en positivo como en negativo, y se puede influir sobre ellas y modificarlas a nuestra conveniencia si se analiza con detenimiento el estado del órgano específico que las genera y con el que están directamente relacionadas. Esas emociones o pensamientos podemos contrarrestarlos con una alimentación adecuada para producir e intervenir en esta situación de cambio a nuestro favor.
Cada una de las emociones que experimentamos tanto en positivo como en negativo provienen de la relación directa entre los alimentos que hemos seleccionado en nuestra dieta, la forma de procesarlos, el tropismo que llevan incorporado, los mecanismos de termorregulación y el estado de cada uno de nuestros órganos, la calidad del agua que inge rimos y, por último, la calidad de la atmosfera del entorno que respiramos.
Un ejemplo es la necesidad y la utilización que hace la sociedad de los estimulantes o los psicotrópicos, como alcohol, tabaco, café o cualquier otra droga. Para poder cambiar sus emociones rápidamente, las personas necesitan esas sustancias, aun sabiendo que destruyen su salud, porque no encuentran otra forma de poder cambiar sus emociones. Estas sustancias, al igual que los alimentos que entran por la boca o la nariz, se unen a la respiración inmediatamente y, en cuestión de segundos, la emoción cambia totalmente. Sin tener que hacer nada más que ingerirlas, experimentamos emociones de alegría que nos relajan, activan o evaden según nuestras preferencias y necesidades. Por eso las consumimos y, sin saberlo, seleccionamos las que nos producen las emociones que queremos experimentar. Esto demuestra que las sustancias alimentarias o complementarias a los alimentos que ingerimos producen nuestras emociones.
LOS PENSAMIENTOS:
EL RESULTADO DE LAS EMOCIONES
Cada emoción produce una reacción neuronal a la que nuestra mente racional reacciona instantáneamente, y esta la interpreta inmediatamente con nuestro sistema cognitivo y le vincula un pensamiento, que en ese preciso instante es atraído por nuestro sistema neuronal, nuestra mente racional, hacia nosotros por polaridad magnética. Es decir, un polo se halla dentro de nosotros y se ha generado con todos los resultados de lo que hemos comido unas horas antes actuando como captador, y fuera, en nuestro campo de respiración, se encuentran esas formas de pensamiento que nosotros podemos atraer en función del polo creado en nuestro interior.
Polo positivo atrae a polo negativo y a la inversa, así se funden en esa unión y los llamamos «nuestros» pensamientos, cuando en realidad lo único que es nuestro es la emoción que hemos creado sin saber cómo. Esta es la que da vida a ese tipo específico de pensamiento que atraemos hacia nosotros, a nuestro campo de respiración personal.
Como conclusión, me gustaría indicar que la emoción da vida, atrae o crea el pensamiento, y no al revés. De forma clara para la etiología oriental, primero existe la emoción y luego esta crea o atrae al pensamiento que le es afín o que está en sintonía con ella.
Anatomía del pensamiento
Según la neurociencia, los millones de neuronas de nuestro cerebro configuran el esquema de nuestros pensamientos, pero sabemos que, si no introducimos nuevos conceptos y formas de pensamiento, nuestro sistema tiende a la repetición y a la reducción de pensamientos en círculos cerrados. Esta es la situación más habitual porque siempre solemos consumir los mismos alimentos que nos gustan de la misma forma y a las mismas horas, creando así un circuito cerrado sin posibilidad de cambio.
Las sustancias bioquímicas llamadas neurotransmisoras son las que realizan las conexiones. Es de vital importancia el estado bioquímico correcto de nuestro cerebro, ya que los niveles más altos o más bajos de serotonina, endorfinas, dopamina, oxitocina, adrenalina y otras son la clave de las funciones mentales, el comportamiento, el correcto estado de ánimo y el humor. La ciencia actual se refiere a los tres cerebros del ser humano: en primer lugar, al estómago y su red neuronal; el segundo cerebro, que se refiere al intestino, donde se procesan las bases que alimentarán al cerebro propiamente dicho (el tercero) si este recorrido de los alimentos se ha producido correctamente. Si no es así, se destruyen las neuronas de los tres cerebros y no se reparan, y aparecen los estados y reacciones negativos de todo tipo.
¿Por qué no podemos cambiar nuestros pensamientos a pesar de saber que viajan más rápido que la luz? La respuesta, en mi opinión, es simple: porque nosotros los creamos y mantenemos cada día con las mismas sustancias a las que estamos acostumbrados, ya sean alimentos, estimulantes o drogas, y que introducimos en el cuerpo (café, tabaco, azúcar, alcohol, etc.). Pretendemos seguir introduciendo esas sustancias todos los días y a la vez queremos cambiar nuestra forma de pensamiento. Para que podamos producir el cambio que nos gustaría tenemos que modificar nuestra alimentación, ya que las neuronas digestivas del estómago y, después, las del intestino son la base bioquímica que produce la actividad neuronal del cerebro.
En la actualidad la neurociencia define a este como el tercer cerebro, lo que demuestra que depende de los otros dos. Significa que el primer punto donde todo debe funcionar correctamente en todos los sentidos es nuestro estómago. Ahí están las neuronas que deben repararse en primer lugar, pues de ellas depende la correcta reparación de las neuronas del intestino, donde se produce el 95 % de la serotonina precursora de las hormonas denominadas de la felicidad, y solo así se puede garantizar que las neuronas del cerebro serán alimentadas de forma perfecta.
En la repetición no hay cambio posible. Después de muchos años lidiando con esta situación en mí misma y en cientos de personas, mi conclusión es que preferimos seguir consumiendo nuestras «adicciones» —llamémoslas así, ya sean pequeñas o grandes, no importa el tamaño— y ser esclavos de ellas antes que abandonarlas, suplirlas por las sustancias que nos permitan liberarnos y producir un cambio reparador en positivo en todo nuestro sistema, y así producir las emociones y pensamientos que nos gustarían y en los que estemos interesados en experimentar.
EL ALMA: LA ENERGÍA
QUE ANIMA LA MATERIA
Del latín y del griego anemos, «soplo». Las palabras animal y animar tienen la misma raíz y significado. Animar, insuflar ánimos, vitalidad, en la psicología de Jung significa anima-animus, el «arquetipo de vida», eterno femenino/masculino en el inconsciente humano. Es un arquetipo de vida que puede tener varias representaciones y una de ellas es la Madre Tierra. Es la matriz energética o lo que anima, la «vitalidad» que está detrás de la materia física. La diferencia entre función y materia.
En el taoísmo de Confucio y de Lao Tse, el alma se clasifica en cinco partes:
1. Alma-Ling es un nombre genérico que combina la conciencia y diversos factores espirituales. El espíritu Shen, según esta filosofía, se encuentra diversificado y cada uno de sus aspectos está vinculado a cada uno de los cinco diferentes aspectos del alma.
2. Yi, alma-pensamiento intelectual, asociada al bazo chino, es la parte más sólida del alma y engloba las posibilidades y las creencias, y también la conciencia de las posibilidades de modificarla o de cambio en nosotros. En positivo es la memoria del pasado de la cual sacamos la experiencia; la obsesión y la falta de reflexión se produce cuando esta se encuentra en negativo. Cuando este proceso no es correcto no vemos la posibilidad de cambiar nuestras circunstancias, nos sentimos atrapados, enfermamos y buscamos sustancias compensatorias que nos satisfagan en el momento, sin importarnos las consecuencias ni el precio que tengamos que pagar en términos de desgaste de la energía y salud.
3. Hun, alma etérica, viajera «humana» —no tiene una traducción exacta—; es el aspecto etéreo del alma, puede separarse del cuerpo y, de hecho, lo hace cada noche durante la fase del sueño. De ahí el concepto «viajera», porque puede moverse o proyectarse a la velocidad de la luz, aunque esta función Hun está vinculada a eventos neurofisiológicos y a los movimientos oculares rápidos que se presentan durante alguna fase del sueño MOR o REM. No está sujeta a las mismas leyes que la materia densa, pero sí está ligada al cuerpo físico personal; reside en el hígado, también llamado en la medicina tradicional oriental china y japonesa «la casa del alma». Es la parte que sobrevive a la muerte y perdura durante tres generaciones hasta que se desintegra; la parte que después de la muerte algunas personas pueden ver porque es una estructura de energía etérea.
Esta estructura es la que en nuestra cultura occidental llamamos alma o lo que anima o infunde vitalidad o vida a todas las cosas. De ella depende nuestra percepción e intuición. El budismo lo llama mente superior abstracta o subconsciente. Un científico médico descubrió hace unos años, pesando los cuerpos, que la persona en el momento de la muerte perdía instantáneamente 21 gramos de peso, pero no fue aceptado por el mundo académico porque no fue un experimento prolongado lo suficiente en el tiempo como para obtener la categoría de verídico.
En la tradición egipcia, griega y romana está extensamente documentado y representado «el peso de las almas». Anubis y la balanza es un clásico repetido ampliamente en diferentes culturas, aunque con otros símbolos. La existencia y cultivo del alma era evidente en la Antigüedad como algo muy importante y a tener en cuenta durante toda la vida, ya que era la clave para pasar a otra dimensión sanadora benéfica superior al morir. Según la cultura egipcia, muy avanzada en el conocimiento de la muerte, todos pasamos al morir un tribunal de justicia que coloca nuestra alma en una balanza. Si el peso se decanta hacia el otro extremo donde hay colocada una pluma, aunque sea muy poco, quiere decir que no podemos pasar al otro lado, al «paraíso» —lo que sea que entendamos por esto—, ya que la balanza indica el peso exacto de nuestras malas acciones y errores cometidos contra nosotros mismos o los demás. Este peso queda grabado en nuestra alma y nos mantiene prisioneros, pues añade y es de una densidad suficiente que no nos permite elevarnos a dimensiones más sutiles y livianas donde no hay sufrimiento y podemos gozar de esa felicidad.
En la cultura y medicina orientales de diferentes países, más conocedoras de las partes sutiles no tan densas del ser humano, el alma Hun es un elemento de nuestra estructura energética clave y a tener en cuenta, ya que interviene de forma directa en la salud y en la enfermedad. Significa que debemos alimentarla correctamente y cuidar al máximo porque, si esta estructura llamada Hun enferma, nuestro cuerpo no tarda mucho en presentar graves afecciones. Todos hemos oído expresiones como «está enfermo del alma», «vendió su alma al diablo», «perdió su alma», «dolor del alma»… «Me duele el alma» significa que no podemos vivir sin nuestra alma o con ella dañada, porque es la que infunde vitalidad o vida al cuerpo.
4. Zhi reside en los riñones, relacionados con el agua, la concepción y la fertilidad. La longevidad y la sabiduría que se acumulan durante una vida son la energía Jing esencial. La voluntad y la capacidad emprendedora del ser humano dependen de Zhi.
5. Shen es igual al espíritu y reside en el corazón, elemento fuego —no confundir con la sustancia fundamental Shen, que proviene de los alimentos y que se sintetiza también en el corazón—. Es la paz del espíritu, la conciencia.
6. Po es el alma corpórea animal, terrestre o sensitiva, y está asociada a los pulmones. Es la parte más física del alma ligada a las siete emociones. Es el instinto y el subconsciente. También es un principio vital en las plantas y los animales. Lo que nos diferencia es que en estos ese principio es colectivo por especies y en el ser humano es individual.
Como los órganos y su actividad también son yin o yang, podemos equilibrarlos a través del yin o yang de la dieta. Por ejemplo, el hígado se beneficia de la col fermentada de sabor ácido, de usar poca sal o de una cocción ligera de los alimentos en general, de la pasta de cereal sin gluten y de las verduras escaldadas o al vapor. En cambio, el pulmón agradecerá alimentos secos, picantes y algo salados.
A grandes rasgos, podríamos clasificar los principales órganos según su yin o su yang, como en esta tabla:
ÓRGANOS YANG | ÓRGANOS YIN |
PulmonesCorazónRiñonesBazo y páncreasHígado | Intestino gruesoIntestino delgadoVejigaEstómagoVesícula biliar |
LOS ALIMENTOS GENERAN REACCIONES BIOQUÍMICAS QUE PRODUCEN LOS ESTADOS DE ÁNIMO
Como hemos visto, según la etiología que estudia el origen o causa de las enfermedades, los alimentos producen los estados de ánimo y los pensamientos de cualquier tipo, tanto los positivos como los negativos. La alimentación equilibrada —considera la medicina oriental macrobiótica— genera una armonía entre las fuerzas yin y yang y desarrolla en cada uno una capacidad meticulosa de observación de nuestras emociones y pensamientos en nuestro organismo. Dicho estado permite poder ser conscientes y ver la relación directa del alimento, órgano, emoción, pensamiento y acción, y cómo esta cadena de procesos simultáneos produce unas reacciones bioquímicas, que a su vez son las que generan nuestros estados de ánimo y nuestros pensamientos. Como he explicado antes, estas siempre se apoyan en un proceso orgánico.
La filosofía macrobiótica ve en la persona un todo formado por su estado físico y su estado anímico del alma, y ayuda a comprender de qué manera repercuten los alimentos en nuestras emociones y, a su vez, estas en el estado general directo en nuestra salud integral y la forma como encaramos el proceso vital.
Como podemos ver, cada nivel se corresponde con un reino y con unos alimentos que pertenecieron a cada época o era del pasado, y que recorremos de nuevo muy rápidamente a través del ciclo de gestación de nueve meses o periodo del embarazo.
Durante el proceso de gestación, en el útero materno, recorremos todos los niveles de la escala evolutiva. Es un viaje que nos permite volver a vivir todas las etapas del pasado (2.800 millones de años).
Una alimentación según diagnóstico
Dime lo que comes… y te diré quién eres.
Constitución: se forma con la suma de la herencia genética de nuestros padres y sus antepasados, que se añaden y se aportan como «primera piedra» o, mejor dicho, como «materia prima» en el momento de la concepción, y que nos acompañará hasta el momento de la muerte sin ninguna posibilidad de cambio. También se aporta a través de nuestros padres la influencia directa de la climatología del lugar. Es lo que en Occidente llamamos «herencia genética».
Condición: es el resultado del tipo de alimentos más yin o más yang que hemos consumido desde el nacimiento. La suma de lo que hemos comido durante toda nuestra vida proporciona una síntesis permanente o una condición determinada que nos define fisiopatológicamente. Como nuestra condición depende de la alimentación, podemos cambiarla si modificamos nuestros hábitos alimentarios en el momento que queramos.
La recuperación, reparación y regeneración de nuestro organismo se producen solo a través del procesamiento correcto de la energía que circula por los canales y que está unida a ciertas sustancias que contienen algunos alimentos; la forma de prepararlos puede potenciar o destruir esas sustancias.