Kitabı oku: «Mujeres de familia», sayfa 3

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Cuando desperté, me dijeron mis tíos, que mi abuela sé había estabilizado así que lo mejor era que nos fuéramos a la casa. Luego no recuerdo bien, pero me vi en el auto con mi abuela al lado muy pálida y miraba su rostro mientras ella me abrazaba, mi abuela lloraba quedito, y yo miraba por las ventanillas del auto, hacia la calle mojada y fría mientras recordaba a mi madre. Sentía como resbalaban las lágrimas por mis mejillas. Mi tío estaba sentado en el auto en silencio. Su rostro era casi de mármol.

Llegue a la casa y me fui a mi dormitorio, en mi cama tenía el pañuelo de mi madre guardado, lo busque, lo tome y lo apreté entre mis dedos e inspire muy profundo para que los rastros del perfume de mi madre quedaran en las celdillas de mi cabeza. Me dormí llorando. Sentí mi alma helada. Sentía que mi cuerpo era una madeja de lana suelta y deshilachada. El silencio invadía la casa.

Mi tata estuvo una semana más en coma, luchando por su vida, al cabo de esa semana recobro el sentido, y todos nos alegramos, dentro de lo que podíamos, el medico nos llamó y nos dijo que podíamos llevarlo a casa, y fue lo que hicimos, lamentablemente, cuando mi tata llego a la casa ese día, también llego el cuerpo de mi madre y tuvimos que preparar su funeral, la situación era extraña y era como que preparábamos algo que no era cercano, la velamos todo un día, fue mucha la gente que asistió, mil rostros pasaron por delante de mí, y ninguno se quedó en mi retina, mi abuela estaba destrozada y mi abuelo asistió al funeral en silla de ruedas, todos lloraron mucho, yo no lograba coordinar los hechos en forma lógica y solo recordaba episodios, él teléfono, la noticia, el hospital y luego el ataúd de mi madre cubierto de flores, bajando a la tumba familiar y yo mirando cómo se hundía ese cajón para no volver a verla nunca más. Por el estado del cuerpo, el ataúd llego y se mantuvo sellado, el reconocimiento se hizo por los brazaletes que tenía el cadáver. Los mismos que tuvo que reconocer mi abuela. Yo solo miraba el cajón, sin entender que exactamente era lo que sentía.

El sonido de la loza al cerrar la tumba era lo último que escucharía esa mañana. Luego de estar al lado de la tumba, inmóvil, deposité el ramo de rosas blancas sobre la lápida, di la vuelta y nos fuimos a casa. El silencio del cementerio se me calaba en los huesos. No logre llorar, estaba como ausente. No logre hilvanar los hechos.

4

Cuando desperté estaba en mi habitación, estaba cayendo la tarde y las paredes de mi dormitorio tenían un tinte anaranjado, el silencio de la casa era total, mis abuelos dormían, mi tía Enriqueta estaba a cargo de la casa y mi tío estaba en alguna parte del jardín caminando y fumando pensando en su hermana, yo sentía que tenía un abismo bajo mis pies y que no era capaz de sostenerme sin caerme, era como si nada tuviera sentido, me quede despierta inmóvil mirando por la ventana hasta que la noche llegó, no lograba pensar en nada más, que no fuera en mi madre; Cuando comenzó a correr viento, mi nanita entro a mi dormitorio para avisarme que unos amigos venían a verme.

Me levanté como un autómata, tomé un sorbo del té que me traía, me supo amargo. Era lo primero que recibía mi estómago hacía más de ocho horas. Ni siquiera sentía apetito. Pasé el cepillo por mi pelo para ordenarlo y salí de mi habitación. Caminé sin saber que lo hacía.

Me miré al espejo, qué estaba en el descanso de la escalera, era muy grande y yo me veía como una sombra, seguía con la misma falda y blusa negra, con la cual fui al cementerio, mí cabello lo tenía con un cintillo negro, ya no tenía calcetas, sino pantis negros, estaba usando mi primer par de zapatos de tacón. No me sentía de catorce, sino de cien años.

Entre al salón donde estaban todos mis compañeros del coro incluyéndolo a él. Todos se levantaron, sólo los observé, arreglé mi falda y me senté. Desde ese minuto sentí que Kerko me iba a cuidar, y proteger. Baje mi cabeza y comencé aceptar sus condolencias, era como si me dieran un pésame por alguien que no conocía, pero trataba de ser cortés con todos, pero la situación era casi irreal, como ver a todos a través de una película antigua, ellos hablaban yo asentía y escuchaba, pero nada de lo que hablaron o me dijeron entro a mi cerebro, pasaron un par de horas y mis compañeros empezaron a retirarse, solo nos quedamos Kerko y yo, me propuso que saliéramos a caminar un rato, subí tome un abrigo negro y largo y le avise a mi abuela, ella estaba con mi abuelo y me autorizo solo si volvía rápido, salimos y nos fuimos caminando, no de la mano puesto que por parte de él no había nada serio aun, y yo estaba tan confundida y tan abstraída de todo, y de todos, que se me quitaron las ganas de estar pidiendo que me tomaran de la mano. Sólo sentía el frio de la noche al caminar.

Caminamos sintiendo gotitas de llovizna, que nos rozaban en las mejillas y el retumbar de nuestros pasos por la calle desierta, de pronto se escuchó el sonido de su voz que rompía el silencio de la calle

− ¿Qué sientes Michelle?, yo estaría destrozado si mi madre muriera, ella es demasiado importante para mí. Mis padres lo son todo. Y la manera cómo sucedieron las cosas... es horrible.

− Siento una soledad inmensa y no sé cuándo se terminará este dolor. –dije al encogerme de hombros-Siento que mi corazón este partido literalmente en dos. Ni siquiera siento deseos de respirar y estoy como confundida con todo.

Metí las manos a los bolsillos aún más mientras hablaba, era increíble, me sentí vieja y cansada. Pero sentía el alma y la mente agotada.

− Hoy te observaba cuando la enterraron, estabas inmóvil observando, té admire.

− Eres una mujer valiente y creo que te admiro por eso.

Lo mire y me corrieron las lágrimas.

− Creo que hasta ahí llego tu mujer valiente, dije sollozando.

− No confundas pequeña, eres valiente, no insensible, si no lloraras nos preocuparías más, porque sería no natural.

− ¿Y a ti te preocupa lo que a mí me pase?,- me detuve y lo mire.

− Creo que más que a nadie.

Al decir esto paramos los dos de caminar y me acerco a su pecho y me abrazo muy fuerte, luego tomándome de los hombros me beso, primero muy suavemente, como saboreando mis labios, luego mientras pasaban los primeros segundos, su beso se hizo más posesivo, al separar su boca de la mía, decía mi nombre una y otra vez, acariciaba mi rostro con sus labios muy despacio.

− Michelle que me has hecho que necesito estar contigo

Al decir esto me miraba y me abrazaba, yo me sentía protegida y amada era como si ascendiera a los cielos. aún así, no saque las manos de los bolsillos, no sentía ganas de moverme, ni fuerzas tampoco, aunque me sentía dichosa con sus palabras, era como si el peso del mundo estuviera en mis hombros. Pasó sus labios por sobre cada uno de mis parpados y los besos suavemente.

La pena se ausento durante unos breves segundos, tuve la sensación de olvidar lo que me ocurría, sólo eso. Luego la loza de la pena volvió a dejarse caer sobre mis hombros y mi mente.

Volvimos a mi casa en un lento caminar tomados de la mano, mi corazón estuvo todo el tiempo confundido entre las nuevas sensaciones y el dolor. No me sentía yo misma.

Desde ese día, empezamos un noviazgo muy en serio, siempre Kerko estaba a mi lado, salíamos juntos a los ensayos, me venía a buscar, me acompañaba al cementerio, le llevaba flores a la tumba y me acompañaba mientras arreglaba la sepultura de mi madre cada vez, también me ayudaba a estudiar, empezó a cambiar su comportamiento conmigo y éramos como uña y carne, comencé a ver los atardeceres de manera distinta, empezaba la magia a volver muy lentamente, paso a paso, día con día, semana a semana, las flores que me regalaba cuando salíamos luego de ponerlas en mi pelo las guardaba en un libro, los poemas que me escribía en una servilleta cuando nos íbamos a tomar un café comencé a guardarlos y atesoraba esos pequeños detalles como si fuera oro líquido. Pero la loza de la pena aún aplastaba mi alma.

Con el correr de los meses conoció a todas mis compañeras de colegio y a ir a buscarme a la salida y empezó a frecuentar mis reuniones de amigas.

Comencé a llenar los vacíos de mi corazón con las cosas más ínfimas de su comportamiento conmigo. Comencé lentamente a sepultar el vacío de mi corazón para no recordar nada.

Me ayudo de muchas maneras al ir olvidando los sufrimientos que había en mi casa y comenzó a ser un bálsamo para mi verlo a diario, el frecuentaba el grupo de todas mis amistades y a la vez sus compañeros comenzaron hacer parejas con mis amigas. Las tardes de los sábados, transcurrían en juego de cartas entre todos, salidas a caminar por la playa y andar en bicicleta, la vida comenzó a transcurrir placida.

Comencé lentamente a dejar que el bálsamo del primer amor fuera borrando casi sin darme cuenta, la visión y presencia de mis abuelos y su dolor, el recuerdo de mi madre se fue dulcificando, y comencé a enterrarlo, como gracias a Dios, no me tocó verla muerta, no tenía otra imagen que no fuera la de su partida y ella no estaba ni desfigurada ni quemada, solo la soledad de mi alma al tratar de recordar el sonido de su voz me quebraba, pero mi nuevo romance empezó a ser la mejor terapia, para el drama que aún no olvidaba mi inconsciente. Empezaron a pasar los meses en forma suave y tranquila, cada vez era más frecuente el almorzar los domingos en su casa, el ir andar en bicicleta con todos los amigos y mis compañeras. Casi no existía un domingo en el que estuviera con mis abuelos acompañándolos. Empecé a huir inconscientemente de mi casa.

Me negué a ver como mis abuelos se empezaron a marchitar, día con día los olvidaba, sí los miraba debía enfrentar el dolor que ocultaba mi corazón día con día. Enterré mi dolor, tan profundo que logré que mi consciente olvidara que estaban allí, en el fondo de mi mente. Mi forma de vestir tuvo un cambio, me puse más coqueta, más audaz, llegaron mis quince y no hubo celebración, ni tampoco a los dieciséis, si comenzaron las largas caminatas tomados de la mano, el arreglar el mundo y en pensar que yo era la primera en querer luchar contra el mundo y que además lo lograría con cualquier empresa que emprendiera, fui floreciendo casi sin darme cuenta y empezaron en forma muy suave los primeros problemas, ya no tan solo Kerko me miraba con otros ojos sino otras personas también. Resumí mi mundo entero y toda mi existencia a él. El duende de los celos comenzó a dar sus primeros pasos de baile, no pensé en que ese maldito duende, tendría verdaderas danzas de celos en mi vida, mi ego comenzó a cambiar y yo empecé a gustar a muchas personas, cosa que no le agrado nada.

Cuando los años comenzaron a transcurrir y el recuerdo de la perdida fue más llevadero, comencé a vivir de otra manera, más alejada de todo, más aislada en mi propio mundo en mi propia forma de ver las cosas, no me daba cuenta que era una mala manera de enfrentar los conflictos. Tomé el peor camino. También disfrute de mi relación, de paseos a la playa, de caminatas, del romance adolescente. Aislarme solo me ponía más arisca, menos sociable, menos tolerante con el resto, me hacía pensar que tenía la razón en muchas cosas y en todo, me ponía ciega a la realidad, no dejaba que viera las cosas y sucesos en su justa y verdadera dimensión. Si hubiera compartido más en esos años con lo que me quedaba de familia, con los viejos, con amigos, con todos los que, si podían ver que estaba cavando una tumba yo sola para mí, otra cosa hubiera pasado en mi vida.

Era tanta mi pena mi amargura escondida, que me puse más violenta, agresiva, sarcástica, yo lo sabía todo, yo lo hacia todo, nadie sabía ni tenía el poder que yo “creía” que tenía, la arrogancia, la soberbia y la verdadera estupidez se apoderaron de mi vida, y de mi mente, me convertí en un ser déspota, intolerante, creída, falto de respeto, no era agradable estar al lado mío, pero no era capaz de darme cuenta de esto.

Llegaron mis 18 años, me preparaba para graduarme del colegio, mi tata ya no trabajaba, mi casa se había vuelto muy silenciosa, apagada y triste, las visitas de mis tíos en esos años desde Estados Unidos, se habían hecho regulares al igual que la de mi tío. Dejé de ir al coro ese año, dejó de interesarme, mis ideas estaban absolutamente enfocadas en salir de ese entorno tan conocido por mí. Quería huir. Se preparó una celebración pequeña, y yo estaba más preocupada de postular a los estudios superiores que de ver a mis abuelos como sufrían en silencio. Inconscientemente quería huir de esa casa. De ese barrio, de todo lo conocido. El primer paso era un año de bachillerato. Casi terminaba el año 1967.La sombra del recuerdo de la partida de mi madre fue mermando poco a poco la alegría de mi familia.

No quise ver, sencillamente no quería en modo alguno observar detenidamente lo que estaba a ojos vista de cualquiera. Nadie quería que yo partiera, ellos también necesitaban de su nieta y del bálsamo que da la compañía, pero yo me negué por completo a esto, mi única ambición era estar lejos. Hice todas mis postulaciones para irme de Chile y estudiar en Argentina. Me quería ir a la escuela de enfermeras que estaba alla...

Mi corazón había cambiado, no quería admitirlo, pero la pena había hecho una casa en mi alma de angustia y dolor. Me había vuelto dura y cínica, tenía la frialdad de una mujer adulta, mal camino había tomado. Sabía lo difícil que era entrar a la universidad siendo mujer, estudiando lo que fuera, pero más me interesaba salir de mi casa que cualquier cosa. Comencé a prepararme para los estudios superiores, en contra de lo que mi novio tenía en mente de lo correcto para su novia, él lo que quería, era un reflejo de su madre, una buena madre, abnegada, dueña de casa, amable y amorosa, dedicada y sumisa, diametralmente opuesto a lo que yo era en ese tiempo y a lo que yo aspiraba a ser más adelante.

Mientras más me preparaba y estudiaba opciones que era lo que me preocupaba o me atraía, más problemas comenzaron a desarrollarse. Las rencillas entre los dos ya eran casi a diario, pero no quería verlas. Se intensificaron los celos, las discusiones se hicieron frecuentes y las reconciliaciones de la mano iban y venían. Empezó un círculo vicioso y yo comencé a portarme más y más intransigente, cada día me alejaba del ideal de mujer que Kerko quería y me vanagloriaba de ello, era exactamente lo contrario de la sumisión, cayendo inclusive en la agresividad a cualquier solicitud de cambiar mi forma de actuar, quería ser a mi edad tan independiente como recordaba a mi madre, audaz, liberal, pero lo confundí con la intransigencia, con la prepotencia y la altanería. Lo desafiaba día a día casi de una manera absurda.

Cuando pude definir lo que quería estudiar y lo comente tomando la decisión me encontré en un callejón sin salida, por un lado, lo que quedaba de mi familia me pedía mi tiempo como nieta, me pedían mi atención y cariño y por otro mi novio quería que me transformara en un ser abnegado y dulce, alguien pacifico, alguien cariñosa y amable cosa que estaba en contra de lo que yo pretendía ser, estudiar, titularme y ser libre, o lo que yo entendía en ese minuto por libertad. Para calmar los ánimos de todos y un poco la confusión que había en mi propia cabeza decidimos casarnos, pensé erróneamente que si me casaba quedaría “libre” de la opresión que sentía por parte de mis abuelos, y la libertad que conseguiría del matrimonio, sería el resultado de poder disponer de mi tiempo a mi antojo, hacer todo lo quisiera, cuando quisiera sin dar explicaciones, además mis sentimientos por Kerko eran muy intensos. Pensé que casándome podría irme.

Lo veía y sentía que mi estómago se apretaba, era casi una necesidad física estar con él, saber con quién hablaba, qué conversaba, qué hacía, que pensaba cuando estaba solo, no soportaba que estuviera con su familia, qué me dejara sola, ni pensar que conversara con otra mujer fuera esta quien fuera, mis propios celos comenzaron a enfermarme, según yo la mejor manera de tenerlo solo para mí, era el matrimonio. Si hubiera podido encerrarlo en una cajita para que solo hablara conmigo y respirara cuando yo quisiera sería perfecto, pero eso no era posible, era absurdo lo que quería, y me daba cuenta de ello, pero de buena gana lo hubiera hecho si hubiera sido posible.

Llego el día que darían los resultados de mi bachillerato, fue un día de muchas emociones, finalmente sabría si me podía ir a la universidad que yo quería. Esto por supuesto era lo más lejos de mi casa. Los resultados llegaron, y fueron positivos, había quedado seleccionada para estudiar en otra ciudad, en otro país, justo lo que yo quería, enfermería.

La noticia fue como si hubiera estallado una bomba en el comedor de mi casa, justo en el centro. Estaba rompiendo a sabiendas el corazón de mis abuelos, pero para mí significaba un boleto de huida. Muy adentro de mi alma sabia lo mucho que necesitaban mis abuelos tenerme cerca, pero me negaba a ayudarlos y no entendía ni yo misma el porqué. El resultado de mi bachillerato tampoco gusto a Kerko, la discusión que tuvimos fue de campeonato, pero gane yo. Me iría con su aprobación o sin ella. Él quería que yo estudiara cerca de él, en chile. Yo, quería lo contrario.

Salía de mi hogar con una ilusión en el dedo, marca inevitable que tenía “dueño” y mis maletas para cambiarme de ciudad al ir a estudiar lo más lejos posible de casa, contaba con 19 años. La despedida fue lo más dramática que recuerdo, pero era tal mi soberbia y tozudez que nada me importo, era libre por fin. Me despedí rápido de todos los que me fueron a dejar a la estación, abordé y sentí libertad.

Viajó en bus a la ciudad de Mendoza, de ahí hacia Buenos Aires y llego a la universidad, realizó los papeleos que le faltaban y se fue a la casa de universitarios para conocer a la que sería su compañera de pensión, las clases comenzaban en tres días, así que tenía tiempo de adaptarse y escribir a su familia que había llegado bien, sabía que solo las cartas dirigidas a sus abuelos serian bien recibidas, Kerko no estaba de acuerdo ni con la partida ni tampoco con la Universidad y la carrera decidida. En realidad, no estaba de acuerdo en nada. Le interesaba mucho estudiar en esa Universidad porque el internado lo hacían directamente en el Hospital General de Buenos Aires. Hizo caso omiso de todo y partieron sus estudios. Su primer año seria de bachillerato general, para nivelar su nivel educacional.

Su compañera de estudios, como de cuarto se llamaba Valeria Natalia Duarte Cazalli, tenía los ojos verdes como ella, era delgada cabello liso y rubio con un carácter totalmente distinto a Michelle, era simpática, dócil y dispersa y lograba poner calma cuando el corazón de Michelle estaba turbio y acongojado. Su pensamiento era totalmente opuesto al de Michelle, era una chica liberal. También ella tomaría un año de bachillerato para nivelar estudios.

El primer año de estudio transcurrió con todas sus materias, Historia de la Enfermería, ética y Moral, cuidados del bebe, del anciano, puerperio, Evolución de la enfermería a través de los años, tratamientos quirúrgicos y Farmacología. Y varias materias de nivelación escolar. Michelle se sentía adulta y libre.

Ambas eran buenas estudiantes y su amistad las unió más. Así llego el segundo año, con una carga académica más pesada aun, pero pudieron salir adelante ambas, más ahora que tenían varios secretos de amigas guardados, nada grave solo tonteras de jóvenes, pero eso las transformo en inigualables cómplices. Valeria era capaz de calmarla en las peores crisis y ella era capaz de poner la vida de su amiga de cabeza y en solo diez minutos, hacerla reír en forma alocada y sacarla de un mal dia. Se apoyaron mutuamente los 2 primeros años de estudio, viajando a chile a la casa de Michelle o quedándose en la casa de la Madre de Valeria y su hermano menor Benjamín.

Se contaron sus vidas, se consolaron en los momentos difíciles de la carrera cuando más de un profesor o Doctor las reprendía por una lección, supieron estudiar hasta altas horas de la noche animándose la una a la otra, corrigiéndose y peleando por las materias que no lograban entender y rieron muchas veces más de la cantidad de estupideces que hicieron en las fiestas universitarias y salidas a escondidas de la pensión, las malos y los buenos momentos los supieron equilibrar diciéndose las cosas, aunque solo había algo que Valeria sabia y Michelle no escuchaba, y esa era la pésima impresión que tenía Valeria de Kerko, y de la relación que llevaban. Ésta impresión, jamás pudo ser cambiada. Ese era el único punto que Michelle y Valeria no lograban conciliar en los dos años que se conocían. Siempre que volvían de Chile a la pensión, había una rencilla pendiente, Valeria le hacía ver las cosas que estaban mal en su noviazgo, por su parte Michelle, no aceptaba lo que a todas luces estaba claro como el agua, lo negaba, no escuchaba y por ultimo estallaba, saliendo sola a caminar por las calles aledañas a la pension y sintiéndose más miserable mes con mes, ella misma sabía que esa relación estaba viciada, era nociva y toxica, el amor había pasado a rutina y costumbre con los años. Todo era pelear en cada viaje y reconciliarse, pero las peleas eran dia con dia más frecuentes.

Pero primero muerta que admitirlo. Estas discusiones siempre duraban todo el camino de vuelta y un par de días en la pension, Valeria sabía que a fines del tercer año se casarían y que esto terminaría con los estudios de Michelle. Intuía que Kerko no la iba a dejar trabajar.

Era imposible que funcionara, más aún cuando en el tercer año comenzaría el internado en el hospital y eso significaba turnos de los cuales la mitad eran turnos de noche. Ése iba a ser un verdadero problema.

Así llego el tercer año y con este los preparativos del matrimonio de Michelle, el cual no alegraba a Valeria como tampoco daba en absoluto paz a Michelle, las discusiones con Kerko se intensificaban en cada viaje que hacía a su casa, y por su parte Kerko estaba muy poco en tierra teniendo que embarcarse reiteradamente, la obligación que sentía era con una piedra de molino atada a su cuello. El reloj del tiempo avanzaba día con día. Inexorablemente.Además, a esto se juntaba su titulación que estaba solo, un mes antes de la boda, ese año sería el más terrible tanto para la pareja de novios como para las amigas.

Comenzó el mes de febrero y Michelle sabía que le quedaban solo dos semanas para viajar a Buenos Aires, llevaba un mes y medio sin ver a su compañera, y sus abuelos la habían aprovechado minuto a minuto los meses que había estado en sus últimas vacaciones, las discusiones se habían intensificado a tal manera con Kerko que era imposible pasar más de cuatro días sin discutir con él, los celos eran porque salía sola a ver a sus amigas del colegio, o a comprar algo a los almacenes para llevarse Argentina, al final siempre había algo, aunque fuera minúsculo que los hacia discutir.

Se sentía tan confundida con todo, que decidió arreglarse e ir a buscar al Terminal de buses a su amiga Valeria, ella había dejado las últimas semanas para ir a visitarla, conocer a sus compañeras de internado y acompañarla en algunas compras para la Universidad, luego de dejarla instalada en casa la llevaría directamente a visitar a sus amigas de colegio, se arregló, pasó a despedirse de sus abuelos y avisarle que iría a buscar a Valeria. No quiso que el chofer la llevara, tomaría un bus a la estación, por lo tanto, se iría caminando y así podrían disfrutar del viaje de vuelta, conversando todo lo que habían hecho ese mes y medio sin verse ni escribirse.

Salió de la casa con mucho calor, sé había puesto un vestido muy delgado celeste con blanco y un sombrero ancho para protegerse del sol, no tenía prisa, pues había quedado en encontrarse con Kerko en la noche para ver los modelos de los partes para la boda y además estar con a su amiga y compañera de estudios. Debía lograr que esos dos por lo menos pudieran jugar un juego de cartas de manera amistosa.

Se fue caminando lenta y tranquilamente por la avenida, pero unas calles más adelante, cambio su rumbo a calles laterales donde había más árboles y así poder disfrutar de su sombra. No había avanzado unas dos cuadras cuando una figura se le hizo conocida, era Kerko con una chica, estaban sentados, en una pequeña plazoleta de la mano, conversaban animadamente y el pasaba su mano por su rostro. La chica reía animadamente.

En ese mismo instante sus pasos se detuvieron en seco, los arboles cubrían su figura de los enamorados y Michelle podía mirarlos a su antojo sin ser descubierta. Sintió que la cinta de su sombrero la ahogaba. Sintió como si estuvieran pegadas al cemento las plantas de sus pies, ¿qué era lo que sentía?, rabia, dolor, indignación, furia, no sabía, solo sentía que no podía respirar, la primera reacción fue dar la vuelta y no ver, pero algo en su fuero interno la obligo a seguir adelante caminando lentamente y acercarse a un árbol más cercano de tronco muy ancho que cubría su presencia totalmente.

Sintió sus mejillas húmedas, las lágrimas corrían solas sin poderlas detener, el cuerpo le temblaba y la vista se nublaba. Caminó a corta distancia y logro ver como ese ser que había estado tanto tiempo a su lado besaba a esta mujer con un deseo que ella ya ni se acordaba. Pero aún lo amaba. Veía como su mano acariciaba su cabello y sentía como su corazón se rompía lentamente.

Doblo rápidamente hacia la calle principal por un pasaje, pero la intensidad de sus pasos se fue alejando, cuando llego al paradero del bus, solo se detuvo y espero. Le costaba respirar. Ni siquiera veía con claridad.

A los minutos este bus apareció, se subió a él, pago los centavos del pasaje y se sentó en una butaca, aún podía verlos, pasaron minutos u horas, no lo supo, pero como un autómata, vio que había llegado a la estación, se bajó lentamente y fue al andén donde Valeria ya la esperaba al lado de su maleta. Las lágrimas corrían libres por sus mejillas.Valeria la distinguió a lo lejos, al instante se dio cuenta que Michelle venia mal, su rostro estaba blanco, sus ojos estaban rojos y acuosos, tomó su maleta y comenzó a caminar para acortar la distancia entre las dos. Cuando llego a su lado la miro firmemente y soltando su maleta, solo la abrazo, las peores premoniciones de Valeria se habían hecho realidad, el cuerpo de Michelle se convulsionaba y sus sollozos eran ahogados con el abrazo de Valeria, sabía que debía preguntarle.

− Michelle, ¿lloras por tus abuelos o por Kerko?

− Vale, me está engañando- y rompió en sollozos profundos.

Valeria solo atino a tomar su maleta, la cartera de su amiga y ayudarla a caminar hacia un asiento, ella presentía, que esto tarde o temprano pasaría. Michelle casi no se movía.

− Amiga cuéntame todo-

Valeria suspiro y se apronto a escuchar palabra por palabra lo que venía presintiendo hacía más de un año, cuando Michelle termino su relato, Valeria acaricio su mejilla, secando el raudal de lágrimas, y le pregunto

− ¿Qué es lo que quieres hacer?

Michelle la miro y sorprendiéndola le dijo-por ahora dejar de llorar y llevarte a casa, pero esto no puedo decírselo a mis abuelos-

Valeria comprendió de inmediato la difícil situación y asintió, se levantaron y pidieron un taxi. Cuando llegaron a casa de Michelle, ésta ya se había serenado y su amiga comprendió que la Michelle que tenía ahora frente a ella era distinta, era como si alguna cuerda en su interior se hubiera cortado. Estaba distinta. Luego de instalarse en el dormitorio de su amiga, bañarse y sacar de su cuerpo el largo viaje y compartir con los abuelos se arreglaron y fueron a visitar a las amigas del internado, Valeria no se sintió cómoda del todo con ninguna de ellas.

Las compañeras de Michelle eran muy distintas a ella, provenían de otras familias y costumbres y ella bonaerense de cuerpo y espíritu y criada por una mujer muy liberal e independiente, no concordaba con las ideas de estas mujeres, casi todas tenían en mente el matrimonio las tradiciones y los hijos, tan o más fuerte que su propia amiga, otras deseaban estudiar, pero eran las menos. Cuando termino la tertulia, se fueron del brazo caminando lentamente de vuelta a casa de Michelle. Caminaban calladas lentamente.

− Michelle, ¿hablaras hoy con él?,¿le dirás que lo viste?

Michelle caminaba en silencio, lentamente.

− No, nada le diré, es más, adelantaré el matrimonio, pero él es mío, por lo tanto, me casare en tres meses.

Valeria no podía comprender lo que escuchaba, era sencillamente un disparate, sabía que ese era simplemente la crónica de una muerte anunciada, miró a su amiga y supo que debía impedir esa boda. Simplemente se estaba dirigiendo a su propio suicidio, y además no caminaba, sino que corría a su destino. Lo que decía no era cuerdo de ninguna manera.

Valeria, aunque era muy cercana a Michelle, provenía de un ambiente absolutamente distinto y esto se debía totalmente a la formación de su madre, Rosario, asistente social del gobierno, la cual era una mujer extraordinaria para esos años, muy avanzada en pensamiento y alma, era asistente social, viuda desde sus veinte años, Valeria solo contaba con 5 años, cuando su padre, uno de los primos menores de Eva Duarte y cajero del Banco Provincia de Buenos aires fallece de tos convulsiva, su esposa Rosario aún con el alma hecha pedazos, fue capaz de sacar a sus dos hijos adelante sola, poseía unos ojos verde miel soñadores, de tez blanca y cabello rubio, alta y fuerte como sus padres italianos, ambos le habían heredado un carácter fiero y capaz de afrontar las peores dificultades, en los primeros años de vida de Valeria, su hija mayor, Rosario había sido corresponsal de prensa, con todo lo que eso implicaba, informando todas las cosas que estaba realizando por el país su prima política, era tanta la pasión que sentía por liberar a su género de la opresión, que se formuló la promesa interna de empujar a su hija a todos los desafíos de la vida sin miedo, fue la primera que le dijo que la mujer tenía un futuro en la medicina, fue la primera en explicarle que el amor no solo constaba con tener hijos, sino con descubrir otro mundo al lado de un compañero, no de un amo, éstas mismas enseñanzas fueron las que Valeria aprendió durante toda su juventud y que lograron, formara un carácter sin restricciones ni muros de convencionalismos. Valeria había absorbido la bondad, fuerza e ideales de su madre.

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