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FÍSICO Y PSÍQUICO

Los «fundamentos somáticos de las neurosis» según Adler. Naturalmente que existen, pero es algo de lo que ignoramos todo. Ocurre lo siguiente: cuando accedemos a la más íntima de nuestras experiencias es muy poco lo que sabemos sobre sus equivalentes corporales; y a la inversa, allí donde se nos muestran fácilmente procesos corporales fracasa el acompañamiento psíquico de los mismos. La razón de ello debe ser entendida, en mi opinión, filosóficamente (y constituye la razón por la cual el célebre «paralelismo»39 no puede llevarse a cabo). Ocurre que entendemos por «corporal» simplemente aquello a lo que no podemos acceder psíquicamente, aquello que no sentimos, sin más, como idéntico a nuestro ser, y que, en consecuencia, situamos a distancia, es decir, diferenciamos de lo psíquico. «No poder explicar psíquicamente», o «tener que explicar corporalmente», esto es, situar como «material», es una y la misma cosa. En consecuencia: el que los procesos corporales deban permanecer oscuros para nosotros, como equivalentes de los psíquicos, es algo del todo comprensible; no nos queda otra solución que investigar cada campo con su método, yendo tan lejos como nos sea posible, pues metodológicamente hablando, todo queda dentro de cada uno de los terrenos. Nunca ni en ninguna parte debe establecerse una relación causa-efecto entre ambos, y su unidad no puede ser captada más que por la mirada de un dios; y no resulta evidente «espinocísticamente» más que para el filósofo, jamás para el empirista.

En aquellos puntos en que más se aproximan entre sí ambos métodos y ambos mundos, allí donde dejamos de interpretar «psíquicamente» o donde tenemos que empezar a hacerlo «corporalmente», hablamos, con mala conciencia, inseguridad y doble sentido, de procesos cerebrales, del sistema nervioso o del estado de las glándulas endocrinas; y si se manifiesta un trastorno, una enfermedad, se nos hace presente precisamente por ese nombramiento de «cuerpo» y «espíritu» que nos hace sentir corporalmente los padecimientos psíquicos y que nos lleva a soportar espiritualmente lo corporal. También puede ocurrir que una enfermedad de apariencia psicógena pueda parecer tratable medicamente, o que una «condicionada» físicamente, pueda ceder gracias a una influencia psíquica. (Ocurre que los internistas quieren determinar hallazgos tóxicos en la sangre en el asma bronquial. Y al revés: cauterizaciones nasales contra la masturbación, etcétera).

¿No es acaso destacable también que nos parezcan como las menos claramente diferenciadas precisamente aquellas partes de nuestro cuerpo que consideramos como las más estrechamente ligadas a las manifestaciones de orden psíquico, como ocurre con el cerebro y la médula espinal (materia nerviosa)? Masa pastosa protegida por la cápsula ósea que la encierra, o en un fino y pequeño cordón sin peculiaridades discernibles por nuestros ojos. Al otro lado, el mundo maravilloso y sin fin de lo exterior, de una fisis «de espíritu deportista», de la que nunca dejan de aprender todos nuestros sentidos y pensamientos. (Una objeción más contra esos señores ocultistas, que «materializando» lo físico, no ofrecen, precisamente por ello nada psíquico, pero tampoco la más mínima materia).

No podemos hacer accesible nada a nuestro entendimiento si no lo hemos previamente casi «personificado», y a la inversa, si no plasmamos lo psíquico en imágenes del mundo exterior; transformar lo anorgánico en símbolos psíquicos e ilustrar lo espiritual en sus actos por medio de procesos de sustancias básicas asimismo inaccesibles.

EL CURSO DE TAUSK
El sexo y yo
(martes, 26 de noviembre de 1912)

En la discusión, el estudiante de ojos verdes ha estado de nuevo muy incisivo. Observa adecuadamente que el olvido por represión es considerado todavía como un proceso puramente mecánico, mientras que a «las representaciones sustitutorias» parece precederlas una intención.

Aunque Tausk tiene una curiosa mala cara, enarbola muy bien su bandera como director del curso. Algunas de sus expresiones a lo largo de la discusión me han parecido exactamente freudianas en exceso; por otra parte nunca se le podrá echar en cara lo contrario.

Según la mayor parte de las obras de Freud, el hombre civilizado aparece en el fondo como un triste salvaje ya domado y su sublimación, ayudada por el salvajismo reprimido, adopta un carácter esencialmente negativo; la pulsión y la civilización contrastan del mismo modo a como lo hacen el mundo interior y el exterior. En Freud, parece relacionarse todo aquello con el concepto de narcisismo, que debe comprender simultáneamente y de manera indiferenciada, la pulsión sexual y la pulsión del yo; pero en última instancia, de tal modo que todo aquello que se hace activo en el yo se presente especialmente como hostil a la sexualidad; en consecuencia, el fin de cualquier cultura aparece como un debilitamiento continuo de lo pulsional, ¡como una estremecedora transfiguración! En realidad, la salud significa siempre un equilibrio entre ambas, y la neurosis, un trastorno entre las mismas; ello significa que el yo, desembocando en el mundo civilizado, debe hallar en él aquellas formas inmediatas que le permitan descargar toda su fuerza pulsional. Pues la cultura no se limita a estar frente a él, sino que expresa también su ulterior desarrollo, propio e individual (análogamente a lo que sucede en el desarrollo corporal, en que la represión de las zonas erógenas,40 si bien viene provocada por una prohibición exterior, redunda en provecho de lo genital al concentrar las estimulaciones placenteras de dichas zonas). Aquello que constituye el narcisismo y que nos acompaña secretamente a lo largo de toda nuestra vida, debe ser siempre, la creatividad, es decir aquella finalidad a la vez natural y espiritual de toda manifestación humana: la unión de la sexualidad y del yo.

COLOQUIO VESPERTINO
Narcisismo. Cuestiones de método
(miércoles, 27 de noviembre de 1912)

Conferencia de Tausk sobre las inhibiciones artísticas.41 De los dos análisis expuestos por él (de un escritor y de un pintor) he retenido en mi memoria un par de observaciones, que me dan la impresión de que había muchas cosas de interés en lo que dijo; sin embargo, no habiendo tomado notas, no he conseguido retener la mayor parte de ellas.

Sobre el narcisismo («allí donde concordamos con nuestros deseos»): toda renovación de la vida, tanto después de una neurosis como por la actividad creativa, procede siempre de allí; si bien las neurosis son frecuentes en los artistas (¿quizá por ello?), su intensidad es inferior a las de los no creadores. Finalmente, la relación entre narcisismo y erotismo anal42 (al contemplar una obra nuestra, algo objetivado como si fuéramos nosotros mismos). A partir de aquí, al complejo de padre, etcétera.

Las réplicas de Freud fueron más severas que de costumbre y eso que no hay otra persona que pronuncie sus conferencias con tanta veneración en la mirada como él. De todos, parece que Tausk es quien más incondicionalmente depende de Freud, y también quien más busca destacar del resto. Quizás ello se adecue a un conflicto personal por ambas partes.

Las réplicas de Freud hicieron destacar:

1 que las dificultades de una materia de concepción tan reciente son demasiado grandes para poder ser tratadas en una simple conferencia; el número de ideas originales y su interés merece ser reconocido, pero todavía hay que profundizar en ellas con investigaciones más detalladas;

2 que las continuas injurias dirigidas contra el conjunto del movimiento, lanzadas por parte de la ciencia oficiosa, tiene como consecuencia que no deba osarse avanzar con excesiva rapidez por nuevos territorios sin haber dejado suficientemente protegida la retaguardia; es esencial aportar reiteradamente confirmación de lo ya descubierto. (Esto último es lo que ha llevado a Freud a abandonar la prosecusión solitaria de sus investigaciones obligándole a fundar una escuela y a formar discípulos; un segundo motivo para el conflicto con mentalidades independientes o temperamentales);

3 la oscuridad reinante en lo referente a los procesos de sublimación y sus definiciones;43 ¿no será la sublimación «parcial» de que habla Tausk una limitada capacidad de sublimación? Quizá radique precisamente en ello la condición del éxito artístico (Freud se ha mostrado aquí de modo sorprendentemente adogmático con respecto a su propia terminología, de la que se libera plenamente en sus investigaciones);

4 en el estadio narcisista, toda terapia parece haber alcanzado sus límites y no puede, en el fondo, más que reordenar inversiones libidinales previas; sin embargo, lo que hay que conseguir es llevar el análisis hasta ese punto.

Freud ha regresado con bríos, quizá desmesurados, y demasiado satisfecho de su viaje a Múnich44 en relación con la revista de Stekel (y por cuya causa tuvo que suspenderse la sesión del sábado). ¿Es tan seguro el acuerdo con Jung como se dio a entender oficialmente el miércoles? Desde entonces tenemos que comportarnos «políticamente» con respecto al tema Jung pero en realidad Múnich ha significado la ruptura.

CURSO (V)
Sueño de deseo. Repulsión y sexualidad
(sábado, 50 de noviembre de 1912)

Freud señala el por qué no debe asimilarse la denominación «sueño de deseo», sueño de satisfacción del deseo45 a la de contenidos del sueño (confesiones, advertencias, proyectos, etcétera), o por lo menos sólo del mismo modo a como nos referimos inadecuadamente a «médicos de mujeres» o «médicos del estómago». Sin embargo, creo que la expresión «satisfacción del deseo» suena demasiado acabada, y que por ello mismo se presta a equívocos; su matiz, al igual que ocurre con toda la terminología freudiana, resulta excesivamente definido, exageradamente fuerte y claro; tras ese «deseo», azul como el anochecer y preñado de nostalgia, se oculta algo mucho más claro y translúcido: nuestro ser original mismo, del que se han desprendido las reflexiones de la vigilia y que se realiza en el silencio de nuestro sueño.

Se habló de «la terquedad y el erotismo anal».46 El «carácter anal» fue presentado como «resultado de la sexualidad» pero se lo relacionó demasiado superficialmente con castigos recibidos en dicha zona. Esto puede llamar a engaño ya que el erotismo anal es algo ligado a problemas mucho más complejos. El excesivo colorido de la misma palabra es algo que dificulta su investigación, como si las personas pudieran sobrepasar los tonos entre amarillos y castaños que parecen caracterizarlo. Provenimos de la tierra, y en ella también se hallan los orígenes de nuestro carácter y de nuestra sexualidad; y la tierra es también el tamiz a través del cual puede filtrarse el producto más sucio hasta alcanzar la calidad más depurada, superior, si cabe, a la que podrían ofrecer los filtros más perfectos, dejando así que se abran paso hasta nosotros los manantiales más cristalinos. Es interesante reseñar como la repulsión más sana —y hasta cierto punto la única repulsión «sana» y natural— común a todos nosotros es precisamente la ligada a lo concerniente al auténtico origen del hombre (de forma parecida a como ocurre en el bello comentario de Freud a la leyenda de Macduff,47 en la que la angustia más primitiva y acaso prototípica se halla referida al proceso de nacer, al nacimiento mismo). Todas las repulsiones del neurótico no son más que la imagen agrandada de esa repulsión inicial, mostrándonos así la profunda relación que existe entre lo valioso y lo carente de valor, entre lo «malo» y «malvado» y lo mejor y lo más creativo que integran toda conducta humana. Pocas consideraciones «éticas» y «estéticas» hay que no tengan aquí sus más profundas raíces.

Pero es interesante también el que la primera y más imperiosa de las repulsiones aleje, desde el primer momento, de la sexualidad. Ello constituye un problema por sí mismo. También cuando esta repulsión aparece relacionada con lo anal como resultado de la represión (educación), es algo que todos aceptamos unánimemente como propio de la evolución natural, por otra parte exclusivamente humana. Aquí reside naturalmente un problema. La sexualidad humana normal alcanzaría su madurez únicamente desde el momento en que se la distingue de la excreción de lo inorgánico.

MASCULINO Y FEMENINO

Un par de veces he asistido, invitada por Swoboda, a sus lecciones. Sin embargo, no va más allá del contenido de sus escritos, que conozco bien: posee un espíritu rico, quizá demasiado rico; el deseo de riqueza espiritual no lleva nunca a alcanzar la meta de un pensamiento; ello sólo es posible si se aspira a simplificar.

De las leyes de la periodicidad enunciadas por Swoboda pudiera quizá decirse que se nos muestran, sobre todo, en la normalidad, mientras que brillan por su ausencia en lo patológico. El inconsciente, que se considera reprimido, queda como aprisionado en la conciencia. Por una parte, su presencia es constante aunque sólo se nos muestre su perfil, parcial y perturbador, mientras que por otra nunca llega a expresarse plenamente, oscilando rítmicamente su intensidad entre el aumento y el descenso. Así podrían concebirse unidos Freud y Swoboda, o Freud y Fliess.

El esfuerzo de Weininger48 por definir más adecuadamente lo M y lo F me parece estéril: aquello que puede enlazar opuestos (para producir un niño u obra) es MF; el resto no son sino estadios intermedios conducentes a las disidencias «turbulentamente receptivas» de que habla Swoboda.

Creo que precisamente porque lo masculino y lo femenino son componentes fundamentales de toda vida, sólo es a partir de cierto punto que se constituyen recíprocamente como hombre y mujer. La tan traída y llevada «lucha de los sexos» en el amor proviene, en parte, simplemente de que se confundan los conceptos primarios de sexo con la figura de seres humanos vivientes. Y precisamente en el amor, es decir, durante la más extrema unilateralidad sexual, donde la mujer parece convertirse auténticamente en mujer y el hombre en hombre, despierta a un tiempo, en cada uno de los sexos, el recuerdo de su propia duplicidad como consecuencia de la profunda compenetración, comprensión y ampliación mutuas. El amor se convierte en «entrega», nos damos a nosotros mismos, y nos hacemos más presentes, más vastos, más estrechamente unidos a nosotros mismos; y no otra cosa es su auténtico efecto, su efecto de vida y de alegría. Ello es también válido para la segunda cara de nuestro ser (masculina o femenina), habituada a vegetar o a estar reprimida en su lucha por la existencia, y considerada como carente de cualquier derecho; al darnos, nos obtenemos plenamente en la imagen del ser amado, ¡algo aparentemente sencillo!

Encuentro que toda relación profunda o humanamente valiosa posee este carácter, y que es de una gran banalidad el apreciar únicamente las particularidades correspondientes a los sexos, de cuyo combate no resta sino una última palabra: la victoria del uno sobre el otro. Es por ello que los hombres se expresan en horribles «mitades», en hombres insensibles, cuyo propio dominio no llega ni siquiera a constituir una experiencia, y en mujeres pisoteadas y que algunas veces, para su propia sorpresa, florecen una vez convertidas en viudas, es decir, sólo entonces llegan a convertirse en el refugio encantador que hubieran podido suponer para un hombre. No es más que por un doble cambio de naturaleza entre lo masculino y lo femenino que dos seres llegan a ser más que uno solo y que dejar de poseer como objetivo el dirigirse el uno contra el otro (como estas pobres mitades que precisan de su unión para constituir un todo), para pasar a buscar conjuntamente un fin humano fuera de sí mismos. Tan sólo así el amor y la creatividad, la plenitud natural y el culto a la cultura dejan de oponerse para constituir una unidad.

Para aquellas personas adversas al erotismo, el sexo contrario se desarrolla sólo en forma distorsionada: en un hombre de modos femeninos, o en una mujer emancipada.

En algún trabajo de Fliess he leído, aunque no sé si se trata de algo comprobado o no, ya que algunas veces resultan fantásticas sus afirmaciones, que la «maduración» del huevo y del semen consiste en un proceso en el cual en el corpúsculo polar la sustancia femenina se retira del semen masculino y la masculina del huevo, haciendo apto para completarse con el sexo opuesto aquello que ha emigrado. De este modo, la atracción sexual se convierte en un deseo de nosotros mismos desplazado sobre la imagen de la pareja. Así ocurre ciertamente en lo psíquico, y lo que resta a la pareja no es más que el agradecimiento.

COLOQUIO VESPERTINO
Freud sobre Alder
(miércoles, 4 de diciembre de 1912)

Casi un debate sobre Adler. Freud habló extensamente sobre el tema. Tomó como punto de partida su observación de que la envidia del pene49 existe ya antes de que se produzcan diferencias o comparaciones «sociales»; su origen es consiguientemente más profundo y no exclusivo de las capas superiores, únicas consideradas por Adler (de forma que para él todo parece suceder en un mismo plano). La hija del portero envidia muy pronto a la hija del banquero, mejor vestida, sin por ello volverse neurótica: más bien será la otra quien se vuelve más tarde así. Por otra parte, muchos individuos con alguna deficiencia orgánica no se convierten en neuróticos por tal motivo. Rosenstein defiende a Adler.

Y en parte, también lo hace Hitschmann50 quien afirma que la consciencia de la inferioridad ocupa siempre un primer plano de las neurosis, por lo cual los enfermos se sienten concernidos, aliviados y comprendidos por la teoría de Adler (compadecidos también, puntualizó Tausk). Pero este tratamiento se interrumpe antes de alcanzar la neurosis propiamente dicha, mientras que en Freud, en lugar de producirse prontos sentimientos de alivio, nos encontramos con la aparición de resistencias. En este sentido, el libro de Adler hace bien en conformarse con su título: Über den nervöse Charakter [Acerca del carácter nervioso].

De hecho, los métodos terapéuticos de Freud y Adler son tan distintos entre sí como el bisturí y la pomada. Al no considerar Adler más que aquello que es fisiológico y lógico, renuncia eo ipso a modificar un estado inconsciente fisiológicamente fundamentado y lógicamente interpretado. El arrangement, por ejemplo, fruto de la sobrecompensación orgullosa de quien padece una minusvalía física, como defensa frente a la humillación que le supone el compararse con los demás, hace posible que podamos detectar tal arrangement como lo que en realidad es; pero el hecho de que este exagerado amor propio tenga su raíz en una actitud sexual perturbada hacia los demás, es algo que no puede llegar a hacerse consciente, pues se sitúa, precisamente, por debajo de los arrangements de la consciencia. El tajante alejamiento de la «realidad», característico de los neuróticos, opinión también compartida por Adler, es algo que limita, en cierto modo, su propia visión de las cosas. Quiere convertir las cosas reales en símiles (algo que la persona normal realiza constantemente y con provecho al apoyarse en su propia naturaleza), pero bajo mano, el arrangeur, la personalidad en cuestión, se convierte en ficción de sí misma, no dispone ya de sí, no le queda más que abrirse paso con ella al igual que sucede con el «como si» de sus arrangements. Pues se ignora y omite esta capa de auténticas conquistas freudianas a partir de las cuales asciende hasta el yo, cuyo carácter inconsciente toma como base de sus interpretaciones conscientes a despecho de su extensa realidad.

Por ello no pudo convencerme Adler algunos días después (el 9 de diciembre), en el curso de una disputa personal, a pesar de que dio muestras de ingenio afirmando que era lo mismo lo que manifestaba el cuerpo a través de sus órganos que el yo con sus expresiones lógicas, y que, en consecuencia, no existía ningún espacio intermedio para la teoría de la libido.51 Tuve la sensación de que su defecto es precisamente su falta de intuición.

Discutimos hasta calentarnos los cascos atravesando finalmente las calles a todo correr. Me conmovió el que me acompañara fielmente.

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