Kitabı oku: «El silencio es la música del alma», sayfa 2
9. Miedo al silencio
Tenemos muchos miedos. Es humano tener miedos: al dolor, a la soledad, al futuro, al qué dirán, al fracaso, al absurdo...
Pero sobre todo tenemos miedo al silencio. No sabemos qué hacer con el silencio.
No sabemos a dónde nos acabará llevando.
No sabemos a qué mundo desconocido nos acabará conduciendo.
El silencio nos lleva a una experiencia de soledad...
El silencio como soledad nos lleva a situarnos ante nosotros mismos, desnudos, sin ropajes ni artificios, solos ante nuestra cruda y bella realidad.
A esta soledad, sin nadie que nos arrope, sin nadie que nos comprenda o proteja; a esta soledad le tenemos miedo. Nos cuesta vernos tal como somos y aceptarnos tal como somos...
Por eso, una razón para huir del silencio es nuestro miedo a la soledad, miedo a nosotros mismos, miedo a encontrarnos con nuestra propia realidad.
Si tenemos paciencia y afrontamos ese miedo a la soledad sin buscar compensaciones, recuperaremos el paraíso perdido, descubriendo la riqueza de vivir y existir tal como somos; recuperaremos el paraíso perdido y encontraremos el hogar, nuestro hogar. Un hogar lleno de vida y de paz. La vida y la paz que brota del silencio, la vida y la paz que da el amor del corazón, la vida y la paz que da la luz de Dios, iluminando nuestra mente y nuestro corazón.
Si tenemos paciencia y vivimos el miedo a la soledad más allá de ella, encontraremos el valor del silencio en su pleno sentido: encontraremos nuestra comunión con nosotros mismos, con Dios y con toda la creación.
10. Señor, todo es sonido silencioso
Señor, todo es y no-es infinito.
todo es y respira el aliento eterno,
todo es sonido silencioso,
eco de tu música silenciosa y divina.
Señor, palabra es tu silencio
en mi corazón,
silencio amoroso es tu caricia,
llenando de paz el hondón de mi alma.
Señor, sumergido en tu quietud
callada y amorosa,
vislumbro tu eterna presencia
en un mar sin orillas y sin música.
Señor, silencio y quietud es todo,
amor y ternura es tu presencia.
Señor, silencio, hecho palabra inefable,
es tu voz misteriosa en mi alma.
Señor todo es sonido silencioso,
presencia callada, beso del cielo,
envuelto en tu abrazo amoroso
me dejo todo yo en tu alma.
11. Leyendo a los místicos 2
Es preciso recuperar el silencio
«Lo hemos expulsado de las ciudades.
En el campo, en el monte, en la orilla del mar
es acosado por aparatos de estridente potencia.
Todo y todos se esfuerzan por ahogar su silencio.
Por eso es preciso crear islas de silencio
en torno a nosotros y en nuestras ocupaciones.
Islas para defendernos; islas para recuperarnos.
El silencio no nos engaña con propuestas fantásticas,
no nos distrae con milagros imposibles,
no nos cansa con estrépito fastidioso.
Es preciso repatriar el silencio que hemos desterrado.
Ese silencio que aporta calma, da paz y hace crecer
la sabiduría.
Los momentos más grandes de la vida humana
son siempre momentos de profundo silencio.
Los momentos más grandes del arte, de la ciencia,
de la creatividad, son momentos de absoluto silencio.
De cuando en cuando tenemos que retirarnos al interior
de nosotros mismos, y en el silencio, descubrir la verdad
y dirigir con seguridad el timón de nuestra vida.
Hay que crear islas de silencio en medio de las ocupaciones
más absorbentes para no ser arrastrados,
para ser dueños de las cosas y no dejarnos triturar por ellas.
Dios quiere que seamos dueños de las cosas
y no pajas que arrastra la corriente.»
F. Mieza
12. Sed de silencio
Siempre nos ha llamado la atención el silencio, cuando se hace presente, en una situación concreta.
Siempre nos ha llamado la atención el silencio, cuando se hace presente, en una situación concreta.
Siempre nos ha llamado la atención el silencio de una calle solitaria, el silencio de un camino hacia la montaña, entre los troncos de unos pinos centenarios.
Siempre nos ha llamado la atención el silencio de una gruta o de un sótano, o del espacio recogido y oscuro de una capilla o catedral románica.
El silencio nos llama la atención, no pasa inadvertido. No sabemos de dónde viene ni adonde va, pero nos llama la atención, nos despierta y nos abre por dentro a algo desconocido, a algo que se nos escapa y no sabemos qué hacer con él.
El silencio, cuando se hace presente, está ahí, sin más, sin decir nada diciéndolo todo, porque el silencio habla con sola su presencia callada y desnuda.
El silencio cuando se hace presente, no pasa inadvertido, te llama la atención sin pretenderlo, nos habla sin decir nada, nos interroga sin hacer preguntas, nos sitúa y nos descubre el lugar donde nos encontramos, sin análisis ni cálculos mentales.
El silencio es un misterio, un misterio desconocido en nuestros caminos rutinarios, en nuestros trabajos estresados y estresantes, en nuestras tareas y conversaciones superficiales, en nuestras idas y venidas inconscientes y agobiadas.
El silencio es un misterio que, cuando se hace presente en nuestra vida rutinaria, dividida y ausente, nos llama la atención y despierta de pronto, en nosotros, sin pretenderlo, asombro, temor, sosiego, descanso, nerviosismo, calma serena, inquietud angustiosa, o qué sé yo de cosas positivas o negativas.
Sin saber cómo explicarlo, el silencio siempre nos desencadena un cúmulo de pensamientos y reacciones emocionales, que nos llevan a valorar, despreciar o temer el silencio, sin acabar de saber qué es realmente y qué podemos hacer con él.
El silencio, sin saber cómo ni por qué, es amado o temido, valorado o despreciado, buscado ardientemente o evitado a toda costa, porque con él y en su presencia, podemos sentirnos vivir o morir. «Hay silencio que matan», decimos, pero también sabemos que hay silencios que nos abren a un mundo nuevo, a un paraíso, un silencio que nos llena de vida infinita, amorosa y divina.
Ante la presencia del silencio no permanecemos indiferentes, siempre nos despierta por dentro y por fuera, unos pensamientos, reflexiones y reacciones emociones, positivas y gozosas para unos, pero también negativas y angustiosas para otros.
1. ¿Qué es el silencio?
2. ¿Qué es realmente el silencio?
3. ¿En qué consiste el silencio?
4. ¿Dónde está el silencio?
5. ¿Está dentro de nosotros?
6. ¿Está fuera de nosotros?
7. ¿Cómo notamos su presencia?
8. ¿De qué depende su presencia?
9. ¿Por qué a veces viene y a veces se va y desaparece?
10. ¿Sabes qué es el silencio?
11. ¿Te relacionas con el silencio?
12. ¿Qué relación tienes con el silencio?
13. ¿Te interesa el silencio? ¿Por qué?
14. ¿Ignoras el silencio? ¿Por qué?
15. ¿Desprecias el silencio? ¿Por qué?
16. ¿Valoras el silencio? ¿Por qué?
17 ¿Temes el silencio? ¿Por qué?
18. ¿Qué idea tienes tú del silencio? Descríbela.
19. ¿Has tenido alguna experiencia del silencio? ¿Cuál?
20. ¿Piensas que hay diversas clases de silencio?
Describe alguna de ellas.
Tendríamos que empezar diciendo que «hay silencio y silencios», como diría Santa Teresa. Hay silencios auténticos y silencios falsos, como hay monedas valiosas y auténticas y monedas falsas.
«Hay silencio que matan» y matan porque no son silencios auténticos, son mutismo, control programado de ruidos, tensión y rigidez mental, mordaza en mis labios para no hablar, control emocional angustioso, silencios que distancian la comunicación y violentan la convivencia.
Estos «silencios que matan» son silencios falsos, porque matan, crean tensión, agobian, endurecen, aplastan, distancian de los demás, bloquean la comunicación, encierran en la cárcel mental lo más creativo, humano y divino de la persona.
El silencio, el verdadero silencio, es un tesoro, es una riqueza infinita. Es un tesoro…, escondido, claro, como todo tesoro. Y como todo tesoro escondido, hay que buscarlo, sí, buscarlo seducido desde dentro del alma, como algo que te va a devolver la vida, como busca el sediento un vaso de agua cristalina y pura.
El verdadero silencio es un tesoro infinito, es un misterio que se esconde en la otra orilla de la experiencia humana, donde percibimos la caricia divina del paraíso perdido.
Sí, el silencio verdadero y auténtico existe. Existe aquí y ahora, más allá de los límites de nuestras idas y venidas.
El silencio existe más allá de nuestros parloteos mentales, de nuestros altibajos emocionales, más allá de nuestras situaciones de la vida diaria.
El silencio es un tesoro escondido en mitad de ese campo donde desarrollamos nuestras tareas y trabajos, en mitad de las calles y plazas de nuestra ciudad y en mitad de las habitaciones de nuestra casa.
El silencio es un tesoro infinito y sagrado, es un misterio más allá de nuestras palabras y silencios, más allá de nuestra convivencia y en mitad de ella, porque es un misterio escondido en el centro del ser de cada cosa, de cada persona, de cada situación, como una presencia silenciosa de Dios.
El silencio es un tesoro, es ese misterio que nos toca el alma, nos sonríe con la misma música de Dios, nos silencia hasta el fondo del alma y nos sumerge en Dios.
El silencio es un tesoro escondido, es un misterio que tenemos que descubrir en una búsqueda constante como el sediento busca saciar su sed.
El silencio es un tesoro, es un misterio que nos seduce, nos enamora, toca nuestro corazón, despertando nuestra sed infinita de Dios.
Señor, tengo sed de silencio,
tengo sed de tu silencio.
Señor, silénciame...
Señor, silencia los ruidos de mi cuerpo, de mi mente y de mi corazón.
Señor, tengo sed de vivir el silencio,
tengo sed de encontrar el silencio,
tengo sed de saborear el silencio.
Señor, silénciame…
Señor, dame a gustar el silencio.
Señor, que escuche tu silencio.
Señor, que tu silencio hable a mi corazón,
que tu silencio silencie mi alma,
que tu silencio llene mi alma de ti.
Señor, que tu presencia silenciosa
me enamore
y me disuelva en ti.
Señor, silénciame…
13. Pensamientos del viento 2
A veces, las palabras oscurecen
y las explicaciones revuelven.
El silencio serena y libera siempre.
Las discusiones alteran y distancian,
El silencio siempre sosiega y unifica.
Permanece atento...
y escucha más allá de lo que oyes,
percibe más allá de lo que ves,
siente más allá de lo que tocas...
Permanece atento y...
escucharás lo que no se oye,
percibirás lo que no se ve,
sentirás lo que no se toca,
intuirás el misterio esencial de toda criatura...
14. El silencio y el despertar interior
Cuando el silencio habla,
la vida se transforma…
Cuando el silencio
no es evasión ni huída,
no es alejarme de nada ni cerrar mis ojos,
no es taparme los oídos,
no es esconderme de los sonidos…,
sino apertura de mi mente silenciosa
y de mi atención amorosa,
la vida se transforma…
Cuando el silencio
no es evasión ni huída,
cuando el silencio es silencio
de mi mente, de mi cuerpo y de mi corazón,
la vida se transforma…
Cuando el silencio
es silencio de verdad,
cuando el silencio
es silencio mío y de todo mi ser,
cuando el silencio
es liberación de ruidos de mi cuerpo
de mi mente y de mi corazón,
cuando el silencio
es silencio que despeja mi mente
y despierta mi atención consciente,
cuando el silencio es silencio de verdad,
la vida se transforma…
Cuando el silencio es silencio
de mi mente, de mi cuerpo y de mi corazón,
se esponja mi alma,
se aquieta mi corazón,
se disuelve mi cuerpo,
se ensancha el espacio interior,
aparece la quietud interior,
se sonríe mi alma,
se armonizan los gestos de mis manos,
se ablandan mi frente y mis mejillas,
se dibuja una sonrisa en mi rostro,
se dilata el amor de mi corazón,
aparece la humildad de mi nada y de mi todo.
se disuelve la oscuridad
y aflora la luz de la consciencia,
se enraíza el ser mi ser,
se asienta mi existencia en el silencio envolvente
que acaricia la vida.
Cuando el silencio es silencio de todo mi ser,
me disuelvo en el silencio amoroso de Dios…
15. Saber callar
Comienza a callar,
empieza a caminar
por la orilla del silencio,
bordea los caminos
de tu propio silencio.
Adéntrate en la consciencia
de tu cuerpo y de tu mente,
vive la quietud de tus sentidos y respira la vida de tu cuerpo.
Descubre el bullicio de tu mente,
acalla las idas y venidas
de tus ideas y recuerdos,
despierta tu atención serena.
Desde tu quietud y silencio,
observa despierto
objetos y personas,
escucha su silencio y su palabra.
En medio del ruido,
escucha;
en medio de las gentes,
observa;
en medio de la vida,
permanece atento y silencioso.
Al final, siempre es mejor callar...
Acoge y vive desde el fondo,
la vida que fluye siempre
en el fondo de toda vida...
Al final, mejor es callar...
siempre escuchar es mejor,
siempre enriquece tu hogar
acoger en silencio a los demás.
Escucha, escucha siempre,
calla, calla en cada instante,
vive abierto a tu presencia,
descubre la presencia de Dios ahora.
16. Sólo el silencio habla
Sólo el silencio habla desde la otra orilla
y nos desvela el Misterio de la palabra y de la Vida.
Sólo el silencio habla desde la otra orilla
donde todo es plenitud, Vida, amor, luz y paz infinita.
Sólo el silencio habla sin palabras,
porque su palabra es el silencio elocuente
que susurra el contenido y el misterio de la palabra.
Sólo el silencio habla sin palabras,
desvelando el Misterio de Dios al alma,
desvelando una Presencia dulce y amorosa
en la quietud y en el silencio del alma.
Sólo el silencio habla, canta, ríe, llora,
baila y acompaña al alma,
desvelando, en su mismo centro,
la presencia silenciosa y eterna de Dios.
Sólo el silencio habla en el eco infinito
del silencio de los árboles,
del silencio del aire que respiro,
del asfalto de la calle,
de las nubes, de la tierra, del agua, del espacio,
de las paredes de las casas
y de cada criatura que escucho a mi alrededor.
Sólo el silencio me habla al corazón
y lo acaricia, con suave ternura,
en la brisa inadvertida que calma, suaviza
y lo llena de la bondad infinita de Dios.
Sólo el silencio me habla sin decirme nada
y desvelándome el Misterio de toda criatura
que veo a mi alrededor,
desvelando la quietud y el silencio
que abraza y enamora de Dios.
Sólo el silencio habla, comunica y descubre
la verdad infinita y misteriosa del Ser infinito,
eterno y amoroso de Dios.
Sólo el silencio habla, me comunica y me transmite
el secreto de mi ser, de mi riqueza infinita,
el secreto de mis ojos y de su mirada,
el secreto suave de mis labios y de sus palabras,
el secreto de mi corazón y de la infinita ternura
de mi amor.
Sólo el silencio habla, canta y descubre
la riqueza y el tesoro de los amigos,
de las personas que veo y acojo en mi corazón,
de las personas que observo en cada esquina de la calle,
de las personas que lloran, cantan o disfrutan
a mi alrededor.
Sólo el silencio habla sin decir nada,
desvelando el tesoro de cada criatura
escondida en el mismo misterio de Dios,
viviendo y vibrando llena
de la misma Vida infinita y eterna de Dios.
Sólo el silencio me habla al corazón,
desvelándome, en el mismo centro del alma,
la presencia transparente, quieta y amorosa de Dios.
Sólo el silencio habla desde la otra orilla,
desde la misma orilla de Dios,
donde todos somos uno con él y en él,
y donde él es todo en nosotros.
Sólo el silencio habla
Y desvela el misterio infinito de Dios
y el misterio infinito de mi ser,
de mi vida y de toda mi existencia.
Sólo el silencio infinito de Dios
me habla al corazón y me transforma,
fundiéndose y haciéndome uno con él.
Sólo el silencio habla, canta
y sonríe en mi corazón,
sin música ni palabras,
llenado de gozo inefable
y calma interior toda mi alma.
Sólo el silencio infinito me inunda el alma,
plenifica mi corazón,
me llena de vida infinita,
me enamora
y me transforma, desde dentro,
en una vida llena de Dios,
en una criatura nueva, divina,
sagrada y vivificada por el Espíritu de Dios.
Señor, silénciame.
Señor, lléname.
Señor, transfórmame…
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