Kitabı oku: «365 días con Jesús de Nazaret», sayfa 2

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A la pregunta de su angustiada Madre: «¿Hijo mío, por qué has obrado así?» (Lc 2,48), Jesús le responde aclarándole el máximo objetivo de su vida: «¿No sabéis que me debo ocupar de las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49). Sí, porque aunque José y María no desconocían la procedencia divina de su Hijo, este desea confirmarles que su vida consistirá en cumplir la voluntad de su Padre y ser fiel a su proyecto. Y María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón (Lc 2,51) durante los años en los que Jesús permaneció en el silencio de su vida ordinaria.

¡Qué sufrimiento para unos padres ver que han perdido a su hijo! Yo te pregunto: ¿tienes ese sufrimiento cuando pierdes a Jesús en tu vida? ¿Te esfuerzas en buscarle? ¿Eres fiel, a pesar de los pesares, al proyecto del amor de Dios que marca tu vida? ¿Sabes conservar en el silencio de tu interior todo lo que te sucede, como María?

Hoy dirígete a Jesús y a María desde tu necesidad y pobreza interior: María, dame ese amor de madre para encontrar a Jesús cuando no le sienta en mi vida. Que no me deje envolver por la vida sin sentido. Acompáñame en su búsqueda. Jesús, que sepa ser fiel al proyecto de amor que tu Padre tiene conmigo y que supere con fuerza los obstáculos. Con fe y con amor te pido fuerza para el día a día.

 20 de enero El mensajero de Jesús

Una nueva figura se nos presenta hoy, Juan Bautista. Un hombre que lleva una vida extraña, salvaje y aislada, pero muy consciente de su misión. Y nos preguntamos: pero, ¿quién es?, ¿qué misión tiene? La respuesta viene rápida: «Detrás de mí viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar sus sandalias» (Lc 3,15). Este es Juan Bautista, la persona elegida por Dios para preparar el camino y anunciar la misión de su Hijo.

Si te paras a considerar tu vida, verás que estás designado para una misión, para ser mensajero del amor de Dios. «No tengas miedo». ¡Qué gracia y qué regalo tan grande! Pero para eso hay que aceptar, experimentar y valorar primero el don del amor de Dios en tu vida, para después manifestar con tu testimonio viviente qué exige Jesús y seguirle. Esta es tu gran tarea. El mundo te necesita.

¿Eres consciente de tu papel como cristiano comprometido? ¿Aprecias los dones que has recibido? Jesús te necesita. Necesita de tus manos para llevarle, de tus palabras para comunicarle, de tus hechos. ¿Encontrará disponible tu vida? ¿O quizá no? Pero ya sabes, siempre con la humildad de Juan Bautista.

Ante la misión que quiere Jesús de tu vida insístele: Jesús, gracias por elegirme para la misión de transmitirte. Concédeme la gracia de tener una vida digna de testimoniarte ante los demás con fuerza y valentía. Que sea capaz de conjugar tu vida con la mía para que mi forma de actuar sea una unidad plena contigo.

21 de enero

Endereza tu vida

Se nos plantea un mensaje duro. Juan Bautista inicia su ministerio a orillas del Jordán como la voz que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor; enderezad sus senderos» (Mt 3,3). Invita a todos a arrepentirse. Es un mensaje duro. Usa la metáfora del hacha puesta en la raíz de los árboles: por lo tanto todo árbol que no da fruto se corta y se echa al fuego. Aunque las multitudes lo rodeaban, Juan no buscó ser el centro, nunca olvidó que su papel principal era anunciar la venida del Salvador.

El mensaje de Juan Bautista te lleva hoy a reflexionar acerca de tu forma de vida. Pregúntate: ¿qué haré?, y Juan te indicará el camino, al igual que indicó a los fariseos, publicanos, soldados y a las personas que le escuchaban: arrepentíos, pero con un arrepentimiento que destile frutos de buenas obras. Arregla todo lo que tienes torcido. No exijas a los demás lo que no hagas tú.

Pregunta a Jesús qué te sugiere cambiar para tu progreso espiritual, qué te aconseja para quitar de ti todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza. Tienes que dar frutos de una vida digna de Dios.

Y considerando con detenimiento el mensaje de Juan Bautista surge tu plegaria ardiente de petición y ayuda: Señor Jesús, te pido que sepa reducir o moderar los obstáculos que entorpecen tu encuentro. Que sepa llenar mi vida de buenas obras. Corta y quema todo lo que no es como tú quieres. Te lo pido con la confianza de que tú y tu Madre me ayudaréis en mi conversión y cambio interior.

 22 de enero Recuerda tu bautismo

Hoy tenemos a la vista la investidura pública de Jesús como Mesías. «Y fue bautizado por Juan en el Jordán» (Mc 1,9). Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco» (Mc 1,11). Vemos que Jesús se adelanta entre el grupo de peregrinos que viene de Galilea; ha llegado al Jordán para ser bautizado por Juan. Pero este se resiste diciendo: «Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí?».

Es el momento de sorprenderte ante el ansia que tiene Jesús de transmitir su mensaje de amor extremo y de liberarnos de tantas cargas... Jesús necesita comunicar cómo es su Padre y cómo ama. Pero, ¡qué ejemplo el suyo! Le vemos sumergirse en el agua y limpiarse para purificar todos los pecados de la humanidad.

Jesús bautizado te lleva a pensar en la gracia de tu bautismo, que has recibido como una donación del amor de Dios. ¿Cómo vives el ser Hijo de Dios? ¿Te limpias en el agua de su corazón? ¿Has pensado en el significado de tu bautismo? ¿Lo agradeces?

Desea con toda fuerza limpiarte en las aguas de la misericordia de Jesús y agradece su gran amor. Renueva en silencio las promesas de tu bautismo. Estás ungido por Dios.

Jesús, limpia mi vida. Sumérgeme, límpiame en el agua que brota de ti mismo. Que responda con mi vida de entrega, servicio y donación. Que viva cada día mi verdadero bautismo como un compromiso de vida. Gracias por hacerme con tanto amor hijo tuyo. Bendito seas por siempre, Señor.

 23 de enero Tus tentaciones

No te pierdas hoy las lecciones que te da Jesús, para saber cómo actuar cuando te sientas tentado.

Jesús en el bautismo ha quedado lleno del Espíritu y este le empuja al desierto. «Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). ¿A qué le lleva el Espíritu al desierto? A orar, a sentir lo que es el hombre, a experimentar sus debilidades, a pasar por sus tentaciones. Va libremente pero no se deja llevar por la tentación. Quiso ser en todo semejante a nosotros.

Ante las situaciones difíciles, vete a recobrar fuerzas como Jesús al desierto de la oración, a la soledad, y ayuna de tus ideas. Él te llama a una vida mejor y necesitas orar más, privarte del mundo que te rodea. Te llama a la soledad para purificarte, para fortalecerte, para impulsarte a dar un testimonio de vida auténtica.

Hoy fija tu mirada en Jesús y cuando sientas la debilidad de la tentación, observa qué tentaciones sientes y cómo debes salir de ellas. ¿Haces como él? ¿Alimentas tu vida con ratos de desierto, de silencio y oración? ¿Reservas espacios cada día para orar y sentir la compañía de Jesús?

Jesús, te doy gracias por compartir nuestra vida, nuestra condición humana, nuestras necesidades y debilidades. Te pido gracia para poner mi mirada en ti, para confiarte todo lo que me inquieta y para que, en diálogo contigo, pueda superar los momentos más difíciles. Madre mía, en mis tentaciones y caídas ven en mi ayuda.

 24 de enero Espíritu del mal, ¡aléjate de mí!

Acompaña hoy a Jesús que está en pleno desierto, donde es probado. «Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo le darás culto”» (Mt 4,10). Jesús sufre la debilidad del hombre: el hambre, la ambición y la ostentación. ¡De qué manera tan dura e incisiva fue probado Jesús! Así son las tentaciones del ser humano. ¡Cómo nos enseña a vencerlas!

Repasa la primera tentación, que tiene que ver con algo natural y esencial: el hambre. Y observa cómo Jesús rápidamente se niega. No quiere usar el poder de su Padre. La segunda es la ambición del poder. Jesús sabe que el hombre es ambicioso, pero él no se deja seducir por el mal. La tercera tentación es la ostentación. Esta no es su vida ni su misión. «Vete. No tentarás al Señor, tu Dios» (Mt 4,7).

También tú, como todo ser humano, eres tentado en los deseos naturales, en los de poder. ¿Qué tentaciones te dominan? ¿Cómo las vences? ¿Qué vida llevas para no caer en la tentación? Urge hoy que examines tus tentaciones y, si te ves caer, pide ayuda y deséchalas.

Necesitas con urgencia pedir ayuda: Señor, ayúdame a permanecer firme ante las insinuaciones del mal. Defiéndeme del peligro de las riquezas, del poder y del orgullo. Madre mía, ayúdame en mis debilidades, defiéndeme y socórreme del poder del mal.

 25 de enero Humildad que atrae

Nos admira la humildad de Juan. Es el mensajero, el portavoz de Jesús. Esta es su misión: «Soy la voz del que clama en el desierto» (Jn 1,23). «Al que viene detrás de mí no soy digno de desatar la correa de sus sandalias» (Jn 1,27). No se enorgullece, solo quiere dar a conocer a Jesús y presentarlo.

Hoy tienes a la vista una extraordinaria lección de humildad. Cuántas veces defendemos a capa y espada nuestra posición. Pero, ¿qué es lo más importante, el anunciador o el mensaje de la persona que anuncias?

Si realmente se te preguntara quién eres tú, cuál es tu misión en la vida, ¿cuál sería la respuesta sincera? ¿Tendrías la humildad suficiente para reconocer que eres enviado para una misión, pero que por tu pobreza de vida necesitas continuamente la fuerza del espíritu de Dios?

La sociedad te observa y cuestiona tu identidad. Se te pregunta: ¿quién eres tú? Sé consciente de que tu forma de vida deja huella y se te exige una vida digna de un anunciador de Jesús.

Con el cariño de ser testigo de Jesús le pides: Jesús, Juan respondió que era tu voz. Yo, con valentía, quiero tener la misma fuerza para anunciarte, la humildad para reconocerme débil y necesitado en esta misión. Quiero transmitir tu voz. Quiero seguir tus normas. Sé que el mundo te necesita y aquí me tienes siendo sencillamente «voz manejada por ti». Santa María, ayúdame en mi testimonio.

 26 de enero Jesús te libera

Así anuncia Juan a Jesús, con esta expresión sencilla. «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo» (Jn 1,30).

Nos extraña la palabra que usa Juan para definir a Jesús. Lo llama «Cordero». «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Lo entendemos perfectamente porque sabemos que es el símbolo del sacrificio y de la liberación. Así lo define Juan porque vino a liberarnos del mal por medio de su sacrificio en la cruz.

En el mundo en que vivimos los valores son otros: el no dejarse dominar, el defendernos, la violencia... Pero Jesús es de otra manera, nos enseña que las actitudes del amor, de la bondad, de la mansedumbre son las auténticas.

Aprende las lecciones que contiene este texto: la docilidad y la humildad de Juan y la forma de actuar de Jesús. ¿Dónde encontrar la fuerza para actuar así? En el agua que mana de la fuente del corazón de Jesús.

Y surgen las preguntas: ¿comprendes cómo Jesús te libera con su sacrificio en la cruz? ¿Agradeces que se haga el Cordero que te quita los pecados que anidan en tu corazón?

Hoy repite todas las veces que puedas: «Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad». Dame la fuerza de tu Espíritu. Quiero ser verdadero anunciador que vaya proclamando: «Este es Jesús, que tanto te ama». Madre, enséñame a ser anunciador de Jesús.

 27 de enero ¿Qué buscas? Y, ¿a quién buscas?

¿Quieres saber quién es Jesús y dónde vive? «Venid y lo veréis» (Jn 1,39). ¡Qué expresión tan decisiva! Cuestiona nuestro sistema de vida, nuestra forma de pensar y de actuar. Juan y Andrés son los primeros discípulos que son llamados por Jesús. Él les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestan: «Rabí, ¿dónde vives?». Y se quedaron con él (cf Jn 1,38).

Estás asistiendo al encuentro de Jesús con dos de sus discípulos. Es una narración bellísima.

Jesús siempre sale a tu encuentro. Te llama y te pregunta: «Pero, en realidad ¿qué buscas? ¿Sabes realmente lo que quieres? ¿Tu vida responde a una búsqueda segura y firme?». Quizá no conoces profundamente a Jesús y necesitas acercarte y convivir con él. Si logras sentirle en tu corazón, podrás oír: «Ven y verás».

Hoy Jesús te sigue llamando a una aventura de amor, de encuentro con él. Con Jesús cambiarás totalmente tu vida, tu forma de actuar y de ver la realidad que te rodea. Él te llama a experimentar su vida para que seas feliz. ¿Te quedarás con él? Con su ayuda dirás «sí» una y mil veces, aunque te cueste, aunque no sepas a qué aventura te llama. No lo dudes. Sabrás lo que es la verdadera felicidad.

Jesús, hoy quiero quedarme contigo. Te ofrezco mi vida, mis manos, mis pies, mis labios, para que los utilices como quieras. Dame la fuerza necesaria para buscarte, para preguntarte, para oír tu voz que me reclama «ven y verás» y sobre todo para que deje todo por ti. Gracias por llamarme, Señor.

 28 de enero La alegría de encontrar a Jesús

Asistimos a la primera entrevista de Pedro con Jesús. Un encuentro gozoso y buscado. Andrés le comenta a su hermano Simón, con todo detalle y enorme entusiasmo, el encuentro con Jesús y le conduce hacia él: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). Y lo más impresionante: vemos que Jesús lo mira fijamente, atraviesa con todo amor su interior, le ama profundamente y le dice: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)» (Jn 1,42). Maravilloso encuentro.

Recuerda tus encuentros con Jesús. ¿Te ocurre lo mismo que a Andrés y a Juan, que llevan a sus hermanos ante Jesús para que le conozcan? ¿Sientes esa alegría cuando te encuentras frente a frente con Jesús y te mira con inmenso amor? ¿Te llenas de tanto entusiasmo que te hace exclamar: «He encontrado a Jesús y quiero contártelo»?

Si piensas en la elección de Pedro y cotejas su elección con la tuya, puedes ver que Jesús te ama, pone en ti sus ojos, te selecciona para ser su testigo, para llenarte de alegría, de asombro, de agradecimiento y para cuestionarte: ¿qué hago con mi elección? ¿Sé llevar a otros a Jesús? ¿Le he encontrado de verdad?

Jesús, en mis encuentros contigo, cuando esté frente a ti y sienta tu mirada amorosa, dame la alegría de comunicarte y llevarte muchas personas. Que al sentir el agradecimiento de mi elección te proclame con entusiasmo y alegría. Santa María del encuentro, llévame a Jesús para que me llene de alegría y de amor.

 29 de enero «Sígueme»

«Sígueme» (Jn 1,43). Profunda e incisiva palabra que no solo cala en el corazón de Felipe sino en tantos otros y, cómo no, en tu vida personal. ¡Tantas veces has oído el susurro de Jesús que te dice una y mil veces: «Sígueme»! Jesús comienza su labor dirigiéndose a Galilea. Y allí va a buscar a Felipe. Este deja todo y ya nunca se separará de él.

Jesús sale también a tu encuentro y te llama a acompañarle y a compartir su vida de misericordia, de perdón, de amor y de sencillez. ¡Qué maravilla! Párate a pensar: soy llamado a una misión grandiosa. ¿Eres digno de la elección amorosa de Jesús? No te limites a escucharle, síguele.

Seguir a Jesús te exige ponerte en camino, transformar tu propia vida en otra diferente, dejar todo lo que te estorba para estar libre. No lo dudes. Sé capaz de dejar todo para seguir a Jesús. ¿Has descubierto, sentido y experimentado el «sígueme»? ¿Puede decir Jesús de ti: «Este es un verdadero seguidor mío»?

Pídele insistentemente: Señor Jesús, dame un corazón abierto a tus llamadas. Ayúdame a no ponerte obstáculos y que sepa disfrutar de mi vocación viviéndola en ti.

 30 de enero «Ven y verás»

«Ven y verás» (Jn 1,46). ¡Qué afirmación tan importante en nuestra vida! ¿Decimos en nuestra vida «ven y verás» con la alegría de sentir el encuentro con Jesús? Felipe, con su enorme entusiasmo, causa indiferencia y frialdad en Natanael. «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46). Y, sin más, Felipe le lleva a Jesús: «Ven y verás».

¿Cuándo puedes insinuar a los tuyos «ven y verás»? Sencillamente cuando has tenido un encuentro profundo con Jesús, cuando le sigues y sobre todo cuando entras en pleno contacto personal con él. Piensa que el encuentro con Jesús nos cambia la vida. ¿Son así tus encuentros? ¿Invitas a otros al contacto personal con Jesús? También tú has sido llamado. Se te ha confiado una misión. No puedes dejar sin contestar las llamadas. Como Felipe, ve a Jesús. No te preocupes del cómo, pero vete y experimentarás la alegría del encuentro con él.

Hoy te nace desde lo más íntimo de tu corazón: Jesús, yo también he experimentado tu llamada, tu «ven y sígueme», tu «ven y verás», pero soy muy débil y me dejo arrastrar por todo lo que me rodea y no oigo tu voz. He experimentado tu amor y quiero ser tu testigo. Ruego a tu Madre que interceda para que lleve una vida coherente y para que, con entusiasmo, comunique esta alegría a quien me rodee.

 31 de enero Enseñar, proclamar y curar

¡Qué escuetos verbos definen la magnífica misión de Jesús! «Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia de su pueblo» (Mt 4,23). Ir por la vida ayudando, transmitiendo el mensaje de amor y misericordia de Jesús, haciéndonos uno y sintiendo los problemas de las personas que sufren a nuestro alrededor. ¡Qué labor tan grande y tan satisfactoria!

Realmente vivimos nuestra historia inmersos en nuestros problemas y muchas veces somos insensibles a las necesidades de las personas que nos rodean. ¿Te has parado a pensar que muchas personas necesitan tu escucha, tu sonrisa, tu cariño? No te es difícil enseñar con el ejemplo, proclamar, llenar a los que te rodean de alegría del Reino. No te es difícil curar, compartir los males de la humanidad. Solamente hace falta que te arriesgues y te embarques en esta aventura. No dejes pasar tu vida sin un objetivo de entrega hacia los demás. No pases los días sin proclamar el amor de Jesús y sin hacer el bien.

Es muy gratificante, al acabar tu día, haber realizado hechos contables a favor de los demás, haber devuelto la sonrisa y haber hecho feliz a alguien.

Repítete: tengo que curar, proclamar, enseñar... Esta es la verdadera misión del testigo. Este es tu maravilloso trabajo. ¡Adelante!

Jesús, acompáñame en el trabajo de ser como tú en la misión de cada día. Madre de la entrega, dame un corazón generoso y sensible.

Febrero

 1 de febrero María, la mejor madre

Asistimos a una boda a la que están invitados Jesús, su Madre y sus discípulos.

Es una escena familiar, humana y sorprendente. «Faltó el vino y la madre de Jesús le dice: “No tienen vino”» (Jn 2,3). Observa cómo los ruegos de una Madre cambian todos los esquemas a su hijo Jesús. María, como madre, se da cuenta de que «faltaba el vino». Sin más, ruega a su hijo Jesús un milagro. Y ante la insistente súplica de su madre, Jesús no puede dejar de hacer lo que le pide y convierte el agua en vino. Así es nuestra madre, María, siempre atenta a todas nuestras dificultades.

Escucha con agradecimiento a María que, observando tu vida, suplica a Jesús insistentemente: «Mira, no tiene vino, le falta el vino de la alegría, no tiene el vino del amor, no tiene el vino de la esperanza, su fe está apagada». Y deja que Jesús, al clamor de su Madre, te recobre y te llene de su vida, de su alegría y de su fortaleza.

Si contemplas esta escena de la conversión del agua en vino por Jesús y te la aplicas, tienes que preguntarte: ¿qué vino te falta? ¿Acudes a María en todo lo que te ocurre? ¿La llamas, la invocas? Acude a María diciéndole: «No tengo vino ni ardor en mi vida, ¡ayúdame!». Y, con mucho cariño, susúrrale con insistencia:

¡María, eres mi gran madre! Bajo tu manto me amparo. Me arrojo a tus brazos... Escucho tus palabras suplicando a tu Hijo Jesús que llene todo lo que falta en mi vida. ¡Gracias por ser mi madre! ¡Gracias, Jesús, por darme el vino que necesito atendiendo a la súplica de tu madre!

 2 de febrero Comienza la misión

La fiesta de las bodas de Caná ha sido el pistoletazo de salida de Jesús a la vida pública. Ha llegado la hora de consolar, curar y dar vida. Le urge ayudar a su pueblo y a la humanidad. Es necesario sobre todo liberar a su pueblo, que se ve asfixiado por la carga de muchas normas. Jesús no quiere fijar su misión en un punto determinado y ya con su madre y con sus discípulos empieza a recorrer toda Judea y Galilea. «Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días» (Jn 2,12).

Es el momento de meterte en el corazón ardiente de Jesús y sentir con él la urgencia de la misión. En compañía de María y los discípulos comienza el aprendizaje del camino del amor, observa sus palabras y sus hechos.

Esta sencilla narración te urge a salir a la misión, a no quedarte estancado mirando la vida desde el balcón, como nos dice el papa Francisco, sino a andar el camino de la realidad de los hombres. ¿Qué haces con tu vida? ¿Te lanzas a comunicar, testimoniar y dar a conocer cómo es Dios? Estas preguntas tienen una respuesta porque Jesús necesita comunicarse a un mundo marcado por la falta de fe y de amor. Te necesita.

Señor Jesús, gracias por ser mi ejemplo en el ardor de la misión. Que no me quede acurrucando mi vida, sino que la comunique con el fuego de tu calor sentido en la experiencia de mi vida diaria. En ti confío este gran anhelo. Que lo sepa realizar.

3 de febrero

La casa de Dios

Nos dirigimos con Jesús al templo de Jerusalén y observamos el dolor que le produce ver la casa de su Padre convertida en mercado de vendedores y negocios. «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre» (Jn 2,16). Al ver así el templo, su reacción es dura y pronuncia: «Mi casa es casa de oración» (Lc 19,46). Pregúntate: ¿qué quiere decirnos Jesús con esto?

Tu casa, tu interior, que es donde habita Dios, ¡tantísimas veces la conviertes en un mercado! A Jesús le duele tu actitud y tendrá que echar a los mercaderes que tienes dentro para convertirla en «casa de oración». Al templo interior y exterior tienes que acudir de puntillas y con actitud orante. Esta es la aventura de encontrarte con Dios.

¿A qué vendedores tendrá que echar Jesús de tu vida? ¿Cómo vives tu estancia en el templo o en la casa de Dios? ¿Cómo cuidas todo lo relativo al encuentro con Él: tus momentos en el sagrario, los espacios de oración, las Eucaristías, la estancia en la iglesia? Busca momentos para dialogar con el Señor y deja que te quite todo lo que estorba para que tu interior sea «una casa de oración» donde habite Dios.

Jesús, no te enfades conmigo. Perdóname por tantas veces que he convertido tu casa en una cueva de bandidos y ayúdame a cuidarte. Que sepa rendirte el mejor culto que pueda. Enséñame a rezar, a cuidar el silencio, la Eucaristía, la intimidad, la escucha de tu Palabra y el diálogo contigo, Señor. Madre del silencio, enséñame a cuidar mi vida interior.

 4 de febrero Urge «volver a nacer»

La maravillosa entrevista nocturna tan cálida nos impresiona y, ¡qué suerte tuvo este fariseo y maestro de la Ley, Nicodemo! No te pierdas toda la conversación de una persona llena de inseguridades y un Jesús deseoso de dar respuesta a todas sus inquietudes. Te sorprenderá la famosa frase que lleva a un verdadero cambio de vida. «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Jn 3,3). Este fariseo se siente atraído por la persona de Jesús, pero tiene miedo a alejarse de sus seguridades, de sus ideas. Jesús, en cambio, lo invita a cambiar de perspectiva, a renacer de lo alto y a hacerse de nuevo. Esta es la nueva vida que le ofrece Jesús a Nicodemo y a cada uno de nosotros.

No puedes llevar una vida de cristiano sin manifestar tu experiencia de fe. No puedes sentir miedo y vergüenza de mostrar tu vida comprometida con Jesús. No puedes tener miedo a arriesgar tus intereses y posición a causa del Evangelio. Y para esto tienes que «nacer de nuevo». Pero, ¿qué significa nacer de nuevo? Cambiar el corazón, renacer, renovarse. Realmente, ¿no necesitas «renacer de nuevo» y cambiar el orden de valores de tu vida? ¿Tienes esa libertad de espíritu o actúas por temor, por prejuicios o por aparentar una vida irreal? Dejarás que surja en ti una nueva vida.

Jesús, gracias por descubrirme una vida nueva. Concédeme la gracia de nacer de nuevo. Con tu ayuda lo conseguiré. Que sepa ser valiente para dejar las redes que me atan. Creo en ti. Confío en ti, Señor.

 5 de febrero El proyecto de Dios

Estamos con Jesús en plena conversación nocturna con Nicodemo, a quien después de explicarle la nueva vida, le revela el plan de amor de Dios que tiene para el hombre. «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).

Dios es un Padre bueno y Jesús quiere que nosotros, a través de Nicodemo, lo experimentemos. Piensa con plena paz y confianza: «Dios ama tanto al mundo...», Dios me ama tanto a mí que me cambiaría por completo. Sentirte amado por Dios te tiene que dar fuerza para seguir una vida al estilo de Jesús. Tu alegría, paz y confianza son tan grandes siendo conocedor de que «Dios te ama incondicionalmente», que te llenarás de fuerza para superar tus propias debilidades.

Este es el mensaje que, con tu experiencia de ser amado por Dios, debes transmitir a todo el que se te acerque. Dios es un Dios de misericordia. Tienes que ser espejo de este mismo amor con todas las personas y en todas las circunstancias. ¿Vives de ese amor? ¿Dudas de él? ¿Qué le falta a tu fe? Hoy te comprometerás a encender en los demás el amor de Cristo.

Tu diálogo con Cristo será: ¡Qué alegría, Jesús, sentirme querido por ti! Que viva el amor que diariamente me das y que aprenda a comunicarlo con fuerza. Gracias por tu proyecto de amor que tienes conmigo.

6 de febrero

«Que él crezca y yo disminuya»

¡Qué petición tan necesaria en tu vida ordinaria! Dejar que el Señor crezca cada día más en ti.

Asistimos a una discusión de los discípulos de Juan. Estos sienten cierta envidia porque Jesús va teniendo más discípulos que su propio maestro. Ante este sentir, Juan les explica su papel y da su último testimonio de Jesús. «Él tiene que crecer y yo tengo que menguar» (Jn 3,30). Les explica que el verdadero Mesías es Jesús y que él es sencillamente su precursor. No le interesa ser protagonista, quiere menguar hasta que crezca Jesús: «Es necesario que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30). ¿A qué te lleva este pensar y actuar de Juan Bautista?

¿Qué mueve tu actuar? ¿Lucir tus cualidades y talentos, o llevar a las personas a Cristo? ¿Dejas crecer a Jesús en tu vida disminuyendo tu yo?

Hoy tu compromiso ante esta Palabra será agradecer, disminuir, quitar tus vanaglorias, y hablar y actuar con la elegancia de Juan el Bautista. Como Juan, habla a Jesús: Señor, dame las auténticas virtudes de la humildad, de la fidelidad y de la sinceridad, para convertirme en puente que acerque a los otros a ti y hagamos ver a quien me rodea que el centro de todo eres tú.

7 de febrero

Ejemplo de fidelidad

Este es el final de un testigo fiel. Así termina la vida de Juan, en la cárcel y decapitado por ser fiel a su vida llena de dignidad y de justicia. Así termina la vida de un testigo de Jesús auténtico. «No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano». Por eso Herodes lo mandó encarcelar y matar (Mc 6,18).

La vida de Juan Bautista tiene hoy una gran actualidad. Representa la voz de la conciencia no solo para Herodes, sino para nosotros que vivimos en la realidad muchas veces llevando una vida falsa y llena de sombras.

A la vista de la historia de Juan Bautista, que denunció con toda entereza a Herodes, debes preguntarte: ¿vivo sin pensar en lo que hago con mi conciencia? ¿Disimulo, hago callar hechos que resuenan en mi interior no conformes con el Evangelio? O al contrario, ¿soy fiel a llevar sin miedo una vida digna de Jesús? Jesús nos llama a vivir con toda fidelidad. Así es el Evangelio.

No puedes llevar una vida sin exigencia. Debes ser valiente, auténtico.

Necesitamos la ayuda de Jesús para este camino. Por eso le elevamos nuestra petición: Señor, quiero ser auténtico. Quiero dar testimonio de una vida limpia. Quiero seguir en todo una conciencia digna de ti, que es agradarte siempre siguiendo como norma de mi vida tu voluntad. Quiero llevar una vida coherente y fiel a ti. Que nunca me deje dominar por el orgullo, la vanidad y demás pasiones que no te agradan.

Ayúdame, Señor. Ayúdame, María.

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350 s. 1 illüstrasyon
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9788428563864
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