Kitabı oku: «La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977)», sayfa 3

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La UGT, fundada en 1888 y de influencia marxista, estaba organizada, al contrario de la CNT, no en sindicatos por ramas industriales, sino sobre la base de gremios locales, reunidos a su vez en estructuras a nivel nacional. La masiva presencia del anarcosindicalismo en la región de Levante hasta el final de la Guerra Civil fue un factor decisivo que contribuyó a que otras organizaciones sindicales, como la UGT, se desarrollaran en la zona sólo de forma muy esporádica: en Puerto de Sagunto el sindicato socialista nunca iba a conseguir romper el dominio de los anarquistas, aunque alcanzara un cierto número de militantes en el sector agrario.

En el presente trabajo hablaremos continuamente de ambos sindicatos, si bien en el caso de Puerto de Sagunto de forma más acentuada de la CNT, puesto que les correspondería una posición clave en la dinámica social y política en la instauración de la República y durante la guerra civil española. Las líneas de tradición de la militancia obrera en esta ciudad fabril se remontan ya hasta la primera década del siglo xx: una cultura de protesta a la que más tarde podrían recurrir el movimiento de resistencia de la «nueva» generación de trabajadores bajo la dictadura franquista.

La mano de obra inmigrada de zonas de Andalucía o del País Vasco con tradición minera y de producción acerera disponía ya de una cierta experiencia sindical y tenía una influencia que no habría que subestimar en la organización de las denominadas asociaciones obreras que llevaron a cabo campañas contra la dirección.

A banda d'aixo, uns quants emigrants valencians havien tornat a casa seua en assabentar-se de la instal-lació de l'empresa minera, després d'haver treballat alguns anys als alts forns dels EUA, des d'on s'endugueren coneixements corporatius força avançats com per a enfrontar-se amb als nous amos, i tal vegada, pogueren participar-hi en minoria, o almenys, aconsellar i dirigir sindicalment els obrers nouvinguts.8

Después de que la empresa hubiera tenido que hacer concesiones a los trabajadores, Ramón de la Sota estaba decidido a no aceptar en el futuro compromiso alguno: más bien, habría que despedir a tiempo a todo elemento predispuesto contra la empresa, como se extrae de la correspondencia conservada en el archivo de ésta. A comienzos de 1911 creció la preocupación de la dirección ante los grupos opositores de trabajadores anarquistas. Para quebrantar la moral de los grupos opositores, el director Aburto se decidió a lanzar un ataque indirecto: el despido, con el argumento de un exceso de mano de obra, de nueve trabajadores ajenos a toda implicación en actividades anarquistas y sindicales. Sin embargo, en lugar de intimidar a los trabajadores su acción los hizo reaccionar: en el periódico madrileño ABC podemos leer el 20 de enero de 1911 sobre la huelga de 400 trabajadores de la CMSM:

A las seis de la tarde se han reunido en Sagunto […], para cambiar impresiones acerca de su actitud. Han acordado pedir el reingreso de los nueve compañeros despedidos, como condición para reanudar el trabajo […]. El director […] a quien han visitado […] les ha expuesto la imposibilidad de atenderlos […]. Los huelguistas están divididos, pero la mayoría son partidarios de mantener la huelga.9

La dirección mantuvo su postura inflexible y, a pesar del desarrollo pacífico de la huelga, se vio obligada a solicitar ante el gobernador civil el envío a Puerto de Sagunto de contingentes de policía. Después de una negociación «relativamente acalorada» de los representantes de los trabajadores con la dirección el 22 de enero, los trabajadores tuvieron que poner fin a la huelga de forma insatisfactoria para ellos. La postura de Sota de no readmitir a los nueve trabajadores despedidos era irrevocable y de la misma manera no estaba en absoluto dispuesto a tolerar la existencia de asociaciones obreras en su empresa.10 Pese a todo, fracasó todo intento por parte de los patronos de anular a los grupos subversivos: los abusos en los sueldos y en las condiciones de trabajo eran demasiado grandes y predominaba la insatisfacción y la frustración por la arbitrariedad de la dirección. En los meses siguientes tuvieron lugar reiteradas huelgas y, aunque éstas terminaran sin conseguir resultados, la creciente solidaridad entre los trabajadores asociados comenzó a ser un motivo de preocupación cada vez mayor para la dirección.

En el otoño de 1912 se difundieron rumores sobre una posible huelga de los trabajadores ferroviarios, lo que Aburto aprovechó para despedir a los cabezas visibles de las asociaciones obreras; una medida que suscitó también la atención del gobernador civil de Valencia. Todos los intentos de mediación por parte de éste (llevados a cabo en una visita realizada ex profeso a Puerto de Sagunto para conseguir la readmisión de los despedidos y la condena del endurecimiento de la posición de la empresa) fracasaron. Como no se podía esperar de otra manera, los trabajadores se solidarizaron con una huelga que acabaría de forma tan insatisfactoria como las anteriores. Al final, la dirección no cumplió su promesa de pagar a los despedidos al menos una especie de indemnización. La filosofía de la empresa a la hora de tratar a su personal se percibe aquí de forma cristalina, de manera que incluso la intervención de la autoridad civil no fue capaz de hacer desistir a los directores vascos de su dura política laboral.

La Primera Guerra Mundial. El nacimiento de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo

Los «años dorados» de la CMSM encontraron un repentino final el 1 de agosto de 1914. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial comenzó una profunda crisis en la exportación de mineral, en gran parte por el bloqueo económico establecido contra el principal mercado importador, Alemania, a la que antes de la guerra se transportaba nada menos que un 52% de la importación total de mineral extraído en Ojos Negros. Las circunstancias políticas internacionales obligaron a la dirección de la empresa prácticamente a detener la extracción y la exportación de mineral de hierro. De acuerdo con la filosofía empresarial, comenzaron las medidas de reducción de personal: casi la mitad de la plantilla fue despedida, para dejar que una reducida parte de las instalaciones industriales continuaran funcionando con el pago de la mitad del sueldo. Aunque a la altura de 1915 la situación se había normalizado parcialmente, en el aire permanecía la temida amenaza de un despido general a la vista del exceso de mano de obra y de la débil coyuntura y ello evitó que se llevaran a cabo grandes acciones huelguísticas.

En Puerto de Sagunto el movimiento sindical no experimentó un considerable salto cualitativo hasta cuatro años después, cuando en 1918 la CNT hizo un llamamiento a los obreros españoles para que se organizasen en sindicatos únicos, según los ramos o industrias. El eco en Puerto de Sagunto fue casi inmediato y en octubre de 1919 se estableció allí un sindicato único, el cual en su documento constitutivo presentaba su naturaleza como «apolítica y autónoma».11 El afán por la autonomía institucional y un cierto aislamiento frente a las organizaciones sindicales de las zonas circundantes, correspondían y complacían al particularismo de la clase trabajadora saguntina, que iba a pautar el movimiento obrero hasta el final de la dictadura franquista. En cambio, debido a su organización centralista y a sus estructuras federales a nivel estatal, la UGT tuvo desde el principio notables dificultades para establecerse en Puerto de Sagunto: nunca iba a conseguir romper el dominio de los anarquistas, aunque poseía un ascendente número de militantes en el sector agrícola y entre los empleados en toda la región de Levante.

La crisis de extracción de mineral contrastaba con el crecimiento económico generalizado del resto de una España que había permanecido neutral en el conflicto mundial. En la economía de guerra de las grandes potencias europeas tuvo lugar un claro aumento de la demanda de hierro y acero procesados, mientras que la exportación de materias primas y minerales sufrió una fuerte contracción. Cuando a ello se añadió el encarecimiento del carbón importado de Inglaterra, la empresa entró a partir de 1918 en una grave crisis de supervivencia, lo cual obligó a Sota y Aznar a reflexionar sobre un nuevo modelo empresarial. Con los beneficios procedentes de su empresa de comercio marítimo Naviera Sota y Aznar construirían una siderurgia competitiva, un plan que ya había sido formulado por Sota repetidas veces desde los inicios de la CMSM. La elección del Puerto de Sagunto como ubicación resultaba lógica si se tiene en cuenta ya la existencia de una línea ferroviaria entre la mina y el puerto. La instalación de altos hornos en las inmediaciones del puerto industrial de Puerto de Sagunto absorbería el mineral de hierro de la compañía resultante que no se exportara y abastecería al mercado europeo con barras de hierro y acero, un proyecto al que se dio forma en 1917 con la fundación de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo (CSM).

El proyecto fue encargado al ingeniero norteamericano Frank C. Roberts, cuya planificación en tres fases preveía la construcción de cuatro altos hornos y diez hornos de acero con capacidad para producir anualmente 300.000 toneladas de acero; un ambicioso proyecto que se diferenciaba claramente de la propuesta inicial para construir una fábrica siderúrgica pequeña y orientada al mercado nacional.12 Sota y Aznar estaban convencidos de poder producir un acero competitivo para el mercado internacional y de poder perfilarse en la exportación mediterránea a partir de la estratégica posición geográfica de Puerto de Sagunto. Igualmentecomo ya hemos mencionadotanto la CMSM como la Naviera Sota y Aznar, ambas de su propiedad, debían poder aprovecharse de la producción de hierro y acero mediante su inserción vertical en el proceso productivo.

La construcción de una fábrica de hierro y acero llevaría de hecho a Puerto de Sagunto a un crecimiento hasta entonces desconocido. El ambicioso plan de transformar un pequeño puerto mediterráneo en un centro industrial español y la perspectiva de éxitos económicos y bienestar llevarían en los años siguientes a miles de familias a la busca de un trabajo mejor pagado y de unas condiciones seguras de vida a abandonar sus pueblos en las provincias limítrofes y establecerse al cobijo de los altos hornos.

LUCHAS INTENSAS: DESDE LA INSTALACIÓN DEL PRIMER HORNO ALTO HASTA EL FINAL DE LA GUERRA CIVIL (1921-1939)

Los años de crecimiento. La dictadura de Primo de Rivera

El proyecto del ingeniero Roberts suscitó en la opinión pública una gran expectación, especialmente si se tenía en cuenta que, tras la construcción de la última fase, los altos hornos y los talleres de laminación de la fábrica saguntina producirían tanto acero como el total de la producción española de 1917.13 La mayoría de los materiales que se necesitaban para la construcción provenían del País Vasco y Sota y Aznar hicieron uso de la red conformada por sus otras empresas. Expresamente para la CSM se instaló en Puerto de Sagunto una fábrica para la producción de los ladrillos necesarios para la construcción de los hornos altos. La industria valenciana del ramo no tuvo papel alguno en la construcción de la fábrica de hierro y acero; Valencia sólo puso a disposición los terrenos necesarios y una parte de una mano de obra en su mayoría no cualificada.

A partir de agosto de 1924, con la puesta en funcionamiento del horno de acero Martin-Siemens y de un taller de laminación, la producción de acero alcanzó las 125.000 toneladas anuales, cifra que se correspondía con la primera de las fases previstas por Roberts. En los años posteriores hasta el estallido de la crisis económica mundial, se añadirían un nuevo alto horno, cuatro hornos de acero e instalaciones para el procesado de acero, lo cual hizo posible alcanzar la producción anual de 300.000 toneladas de acero.14

La puesta en marcha del primer horno alto en Puerto de Sagunto en el año 1923 coincidió con la coyuntura extremadamente favorable del sector metalúrgico durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1931). El boom del acero fue impulsado por la política proteccionista del gobierno que se concentró en la inversión en obras públicas y la expansión de las redes ferroviarias, y garantizaba los altos precios del metal en el mercado nacional.15 El propio Alfonso XIII se contagió de la euforia colectiva del sector del metal y visitó en 1927, con Primo de Rivera en su séquito, las instalaciones de Puerto de Sagunto.

Con el inicio de la dictadura se habían generado notables transformaciones en el panorama sindical español. La CNT se oponía abiertamente al gobierno de Primo de Rivera y fue ilegalizada poco después de la declaración de una huelga general el día siguiente del pronunciamiento del nuevo régimen. Con el paso del tiempo, una parte importante de los anarquistas, obligada a reorganizarse en la clandestinidad, experimentó una creciente radicalización que culminó, tras intensas tensiones internas entre moderados y «revolucionarios», en la fundación de la Federación Socialista Anárquica Ibérica (FAI) en el verano de 1927.16 El objetivo principal era asegurar que dentro del movimiento anarcosindicalista la parte anarquista predominara siempre sobre el puro sindicalismo organizado.17 Mientras la CNT iba a desaparecer como organización sindical durante todos los años veinte, la UGT se benefició del apoyo prestado por Primo de Rivera y experimentó, también en Puerto de Sagunto, un incremento de su influencia en el panorama sindical, fundamentalmente a través de su cooperación en los llamados comités paritarios, surgidos en la segunda mitad de la década tras el Decreto de la Organización Corporativa Nacional de 1926.18 Hay muy pocas fuentes de la época sobre las actividades de los anarquistas, consecuencia de la intensa represión gubernamental y la relativa ausencia de conflictos laborales durante la época del florecimiento de la siderurgia. No obstante sabemos que en la Sociedad de Obreros Albañiles y en la Sociedad de Obreros Siderúrgicos se encontraban asimismo dirigentes anarquistas destacados, como el futuro presidente del Sindicato Único Siderometalúrgico de Sagunto, José Monleón o Nicomedes Cortés. Durante la dictadura, los conflictos laborales fueron neutralizados en gran medida por el establecimiento de comisiones mixtas en casi todos los ramos de industria. Incluso un empresario paternalista y conservador como Ramón de la Sota, que sentía una gran desconfianza a todo tipo de asociaciones de obreros dejó entrever que estaría dispuesto a aceptar los beneficios de la labor sindical, suponiendo que ésa se caracterizara por una negociación unánime y ordenada y no por la lucha huelguística. Por consiguiente el empresario vasco solamente toleraba la negociación con un sindicato «amarillo» nacional-conservador, dominado por gente de su confianza.19

A partir del comienzo de los años veinte Valencia se convirtió, gracias a sus dos grandes fábricas CSM y Unión Naval de Levante (UNL), en el «segundo fabricante de productos metalúrgicos» de España, lo cual no evitó que en su propia región siguiera siendo un cuerpo extraño autóctono, dependiente totalmente de los intereses económicos internacionales y desconectado de las ramas económicas tradicionales en su entorno.20 Las cifras de producción y los volúmenes de venta de los florecientes años de crecimiento económico bajo Primo de Rivera suponían a primera vista un triunfo, pero, tras esta coyuntura favorable demasiado breve, la CSM entró sin fuerzas suficientes en la crisis económica internacional, que a punto estuvo de acabar con la joven fábrica metalúrgica de Sagunto. Pese a los impresionantes y ambiciosos planes de Sota y a unas cifras aparentemente de éxito, en lo referente al posible mercado consumidor de su producto, la CSM como empresa estuvo desde un principio «totalmente sobredimensionada».21 Los restantes productores españoles de hierro y acero estaban mucho mejor adaptados al mercado interior que la CSM, puesto que habían modernizado y ampliado paulatinamente sus instalaciones siguiendo la creciente demanda. La ejecución de los pedidos de la fábrica saguntina no suponía siquiera la mitad de la capacidad productiva de sus hornos altos, proyectados para la producción de cantidades ingentes de acero laminado. Los cálculos originales de Sota habían partido de la suposición de poder dominar el mercado mediterráneo con el acero producido en Sagunto.22 Sin embargo, tras el final de la Primera Guerra Mundial países como Francia y, sobre todo, la Italia de Mussolini con el inicio de su propia producción integral de hierro y acero, comenzaron a reducir a la nada cualquier aspiración de participar en el mercado internacional.

Además, la fase de construcción de la fábrica metalúrgica (1917-1923) había durado demasiado para poder cumplir los planes iniciales y el presupuesto tuvo que ser aumentado en repetidas ocasiones: cuando el primer horno alto fue finalmente puesto en funcionamiento, el mercado internacional consumidor de productos metalúrgicos había cambiado drásticamente desde 1917. En los estados europeos que resurgían con fuerza de la Primera Guerra Mundial se fomentaba la implantación de fábricas de hierro y acero propias, para no tener así que depender de productores extranjeros. En el mercado internacional tenían éxito sobre todo las materias primas españolas, como el mineral de hierro, toda una paradoja para Sota y Aznar, los cuales habían promovido el proyecto de una fábrica de hierro y acero en Sagunto a causa de la crisis de ventas de sus minerales.

Los efectos de una crisis económica que en España se hacía ya perceptible en 1930 se acentuaron con la dimisión de Primo de Rivera y el final de su política económica proteccionista. Paralelamente, y en gran parte como consecuencia de la misma, con la instauración de la República en 1931 y el levantamiento de la prohibición de sindicatos comenzó un periodo de importantes conflictos sociales y oleadas huelguísticas en todo el país. La CNT, que salió reforzada de su ilegalización, empezó, en competencia con la UGT, a dominar el reorganizado movimiento obrero en Puerto de Sagunto e intentó imponer a través de reiteradas huelgas sus demandas de mejores condiciones de trabajo a la inflexible dirección. Como veremos en el siguiente capítulo, los propietarios vascos reaccionaron a la precaria situación económica y social con jornadas reducidas y despidos masivos. La Compañía Siderúrgica del Mediterráneo era ya un coloso con los pies de barro, obligado en 1933 por la falta de pedidos a apagar sus altos hornos. Para Puerto de Sagunto las consecuencias del cierre fueron desastrosas, puesto que la totalidad de la población dependía por entero de la fábrica. Con el fin de la producción de hierro y acero comenzó un retorno masivo de la mano de obra inmigrada a sus pueblos de procedencia.

Antes de avanzar en la cronología con la descripción de los conflictos de los primeros años treinta, nos centraremos aquí en esta forma de especial dependencia, apreciable también en la fundación de otras ciudades industriales, las denominadas «company towns», como se las conoce en la bibliografía especializada.

«La empresa nos acondicionó la vida». «Company town» y «Puerto del Hierro»

El periodo que abarca desde la puesta en funcionamiento del primer horno alto hasta la víspera de la crisis económica mundial fue para Puerto de Sagunto un periodo de relativo crecimiento y lo convirtió en un centro que atraía la llegada de emigrantes de otras provincias españolas a la busca de trabajo. En 1929 en la fábrica de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo trabajaban ya 4.000 personas. Los problemas derivados de un crecimiento tan acentuado de la población ya han sido mencionados en anteriores ocasiones: falta de alojamiento, deficiencias sanitarias y falta de infraestructuras municipales. Ya en fecha temprana comenzaron las quejas por la ausencia de un plan urbanístico que pudiera dar al menos una cierta forma al desordenado crecimiento del núcleo urbano. El principal problema residía en las disputas entre la empresa y el ayuntamiento de Sagunto por las competencias sobre el nuevo núcleo del Puerto. En este sentido, Fausto Caruana, abogado y concejal, afirmaba respecto a este problema: «[P]or lo que respecta al Puerto, no puede el Ayuntamiento tomar acuerdo alguno, porque los terrenos de las calles que se han formado en dicho poblado son de propiedad de los dueños de los edificios existentes en las mismas».23

Finalmente, a causa de la falta de unanimidad sobre el destino del nuevo barrio industrial, la propia empresa empezó en los años veinte con la construcción de los primeros barrios de viviendas para sus trabajadores, barrios que hoy en día continúan impregnando la imagen de la ciudad. El distanciamiento entre el nuevo poblado industrial y la metrópolis agraria, Sagunto, no era sólo de carácter espacial, sino que tenía su origen en diferencias económicas y urbanísticas y era, por tanto, una cuestión de identidades. Las identidades de los habitantes portuarios eran múltiples y se sobreponían entre sí: simultáneamente podían ser aragoneses, vascos o andaluces, pero también porteños, habitantes de Puerto de Sagunto.

La identidad de los porteños se veía además subrayada por su aislamiento lingüístico: Puerto de Sagunto era una pequeña isla castellanoparlante en medio de una huerta donde predominaba el valenciano. Un factor de importante influencia para la formación identitaria fue sin duda la propia fábrica, percibida por la población como algo propio y especial. Uno formaba parte de un todo más grande, del que se podía estar totalmente orgulloso, puesto que la enorme fábrica de hierro y acero representaba el desarrollo industrial de la moderna sociedad española, de la que los porteños se sentían parte. El concepto sociológico que corresponde a este proceso recibe el nombre de «company town».24

Puerto de Sagunto, fundado exclusivamente por la motivación industrial de una empresa y ajeno a la dinámica y a la tradición económica de su entorno, se convirtió a partir de los años veinte en una verdadera ciudad fabril, en uno de los ejemplos por excelencia de «company town». Sin la iniciativa privada de Ramón de la Sota y sin la decisión de transportar el mineral de hierro extraído en Ojos Negros a través de los doscientos kilómetros de tramo ferroviario construido a propósito hasta Sagunto y de instalar allí un moderno puerto, no habría habido ni fábrica de hierro y acero, ni hoy existiría el actual Puerto de Sagunto. La evolución del núcleo portuario recién fundado alrededor de la CMSM y CSM fue desde un principio ajena, tanto en el aspecto económico y de infraestructuras como en el social y el cultural, a la ciudad-madre de Sagunto, una diferencia que, no sólo a causa de la separación espacial, continúa siendo perceptible hoy en día.

La omnipresencia de una única fábrica gigantesca tuvo consecuencias de largo alcance y de gran diversidad para las estructuras sociales y urbanas; consecuencias que también se observan en otras «company town» europeas. La ciudad se encontraba prácticamente en una dependencia absoluta de cualquier tipo de actividad industrial; el destino de sus trabajadores, su bienestar o miseria económica dependían completamente de la suerte que corriera la fábrica. Las crisis económicas o las fases de crecimiento repercutían directamente en el desarrollo demográfico y en la extensión del núcleo urbano, «la zona industrial y el núcleo de poblamiento urbano estaban íntimamente relacionados y se superponían».25

La indiferencia y la dejación del ayuntamiento de Sagunto en lo referente al desarrollo urbano de Puerto de Sagunto se vieron favorecidas por el hecho de que la fábrica, a más tardar a finales de la década de 1920, asumió parte de la responsabilidad de desarrollar las infraestructuras del núcleo de población que de ella dependía. Muchos empresarios de aquella época tenían un interés directo en el bienestar de su mano de obra, en dotarla de un suministro suficiente de alimentos y viviendas cerca del lugar de trabajo, si bien no por razones caritativas, sino para conseguir una producción mayor y de menor coste. Cuando más sana estuviera la mano de obra, tanto más racional y económica sería la producción. En los comienzos de la construcción del ferrocarril y de la zona portuaria en Puerto de Sagunto los fundadores de la empresa vasca mostraron poco interés por las condiciones de vida de sus trabajadores y de las familias que habían inmigrado con ellos; su único afán se limitó en un primer momento a la construcción de las instalaciones portuarias, de los edificios de la administración y de las casas de la dirección.26 Como ya se ha descrito anteriormente, los recién llegados dormían en las naves de almacenamiento y ellos empezaron por propia iniciativa con la construcción de rudimentarias cabañas. Una práctica muy extendida era quedarse en casa de parientes o amigos, o bien el alquiler de una habitación en las denominadas posadas, albergues abiertos expresamente para los inmigrantes. Con la creciente inmigración de mano de obra y ante la manifiesta incapacidad del ayuntamiento de Sagunto para hacer frente al agravamiento de la situación sanitaria y urbanística (hasta entrados la década de los cuarenta Puerto de Sagunto careció incluso de cementerio), la empresa comenzó poco a poco a construir edificios públicos y viviendas, que configuran hasta hoy en día la imagen de la ciudad. El primer barrio obrero (sencillas hileras de casas de uno o dos pisos, con un pequeño jardín y un baño exterior) fue construido entre 1917 y 1920, a partir de una medida tomada con la decisión de instalar una planta siderúrgica. Hasta entrada la década de 1970 la empresa seguiría construyendo conjuntos de viviendas para sus trabajadores.

A la vista de este panorama no parece sorprendente que ya en la década de los años 20 se formara un movimiento segregacionista que propugnara la independencia de Puerto de Sagunto respecto de su ciudad-madre. La Unión Urbana, formada expresamente para conseguir los objetivos segregacionistas, presentó en 1927 al ayuntamiento de Sagunto una petición firmada por 841 porteños, que defendía la separación de la población portuaria respecto del núcleo urbano y la denominación del municipio resultante como Puerto de Hierro. Tras largos debates en el consejo municipal la petición fue rechazada y acabó siendo declarada inválida por una real orden del ministro de la Gobernación en 1930.27

En completa sintonía con el sentimiento paternalista del empresariado de la época, la fábrica no construía sólo núcleos de habitación para los trabajadores, sino también un hospital (el primero databa de 1905 para poder hacer frente a los obreros heridos durante la construcción de la línea de ferrocarril), iglesias (la iglesia de Nuestra Señora de la Begoña fue construida en 1923 siguiendo el ejemplo de su homóloga vasca en Bilbao) y, posteriormente, escuelas e instalaciones de recreo como cines, teatros y un estadio de fútbol. El correspondiente equipo de fútbol era financiado por la empresa y fue bautizado como Sporting Club, como su hermano mayor vasco el Sporting Club de Bilbao. Junto con el fútbol también se importó la moda del frontón-tenis y las principales fiestas anuales eran las procesiones el día de la patrona de Bilbao, la Virgen de Begoña.

Sin duda, la política de paternalismo de la empresa sobre la población de Puerto de Sagunto supuso un factor de influencia nada despreciable en el movimiento obrero. Provocó en los habitantes una actitud dividida ante la omnipresente fábrica; un sentimiento que oscilaba entre el orgullo de formar parte de un todo especial y el rechazo al desmesurado poder de los patronos. Igualmente, como veremos en un capítulo posterior, se producirían conflictos de competencias entre la dirección y las autoridades locales, que en muchas ocasiones acabarían con el triunfo de aquélla. Con el concepto de paternalismo se correspondía también la tendencia a resolver los conflictos en el marco interno, lo cual alcanzaría un significado especial en los años sesenta. Los empresarios vascos, acostumbrados a tratar con un proletariado vizcaíno tendente a las huelgas e influenciados por ideas cristianas liberales, preferían optar por el camino de la negociación, antes de tener que recurrir a instancias estatales; una forma de actuar que también suponía una gran ventaja para los trabajadores. La cultura negociadora resultante contribuyó también a que el movimiento obrero saguntino se aislara en cierta manera de su espacio circundante, porque no dependía de redes sindicales más amplias.

Las características de una «company town» erancomo se verá a lo largo del presente trabajoun factor determinante de la singularidad de Puerto de Sagunto como ciudad fabril, en comparación con las restantes zonas de la provincia de Valencia, no sólo en el aspecto económico sino también en el social y cultural; una singularidad que tendría su reflejo en la oposición organizada de la población. Así, el aislamiento y la independencia del movimiento obrero saguntino se encontraba en estrecha relación con la especial posición que desempeñaba la ciudad en el contexto económico y social del entorno. Las tradicionales empresas valencianas eran pequeñas empresas artesanales y fábricas con una plantilla media que raramente superaba los diez trabajadores, lo cual imposibilitaba de hecho la organización efectiva de acciones de protesta. Las grandes protagonistas de la economía valenciana fueron, tradicionalmente la agricultura con la naranja (la imagen mítica del «Levante Feliz»), industria de madera, cerámica, calzado, textil, química y metalúrgica, caracterizándose por una cultura de «un relativo minifundismo empresarial».28 Una excepción hasta la llegada de la Ford y la IBM en los años setenta, constituyeron las pocas grandes empresas de la zona, Unión Naval de Levante, Macosa, Elcano y la Siderúrgica de Sagunto, que pertenecían «a subsectores con un alto grado de monopolio y ligadas al gran capital financiero, más interesado en el beneficio global de sus factorías dispersas que en generar actividad manufacturera alrededor de estos centros».29

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