Kitabı oku: «Arca e Ira», sayfa 2

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A: Viajando por India por momentos te sientes en dimensiones de pensamiento, sensación y percepción con bases lógicas muy diferentes. A veces lo inconsciente te desborda; estás en un nivel de conciencia más cercano a las imágenes de los sueños que llaman “fantasiosas”. Los biznietos de Freud le han creído demasiado a eso de los temores y deseos reprimidos. ¡ Ja, ja!

I: ¡ Ja, ja, ja! Escuchá esta cita de Zimmer, quien estaba en la contracorriente de Freud: “La principal finalidad del pensamiento indio es develar e integrar en la conciencia lo que ha sido resistido y ocultado por las fuerzas de la vida; no explorar y describir el mundo visible”.

A: Entonces, según el indólogo alemán, las filosofías de la India están en una vía opuesta al método científico empirista euro-norteamericano.

I: Sí, tanto como los indios se opusieron a los británicos. Dos mentalidades opuestas que en todo caso se atraen, como sabés.

A: De acuerdo, Ira. ¿No sé si has visto en las películas de Bollywood al típico personaje indio que se muere por ser europeo o norteamericano?

I: Sí, un motivo. También hay incontables videos de occidentales, y hasta de hispanos, pretendiendo ser más hindúes y budistas que los hindúes y los budistas. Pensá en el dicho popular sobre ser más papistas que el papa. Y eso que tras tantos siglos nos nombraron uno.

A: Es complejo lo de las identidades híbridas y en transición de nuestro mundo globalizado.

I: No es que no podamos asumir otras tradiciones. Pero fíjate, che, que a veces las supuestas identidades son como camisas y hasta disfraces que la gente se quita y se pone a su antojo.


Mercado en Fez, Marruecos.

A: En muchos casos, las identidades se reducen a hábitos y rótulos. El hábito no hace al monje.

I: Ni a la monja. Pensá que hoy en día es muy fácil disfrazarse. En nuestros tiempos de deshumanización vivimos en un halloween incesante. Estamos excesivamente infantilizados; ¿viste?, como que no quisiéramos salir de una eterna adolescencia. Y de ahí esos políticos que se portan como adolescentes groseros, inseguros, caprichosos y con una tras otra rabieta.

A: Hoy en día se nos vende esa idea sobre poder ser lo que queramos; patinamos sobre el hielo ilusorio del poder alcanzarlo todo. Y aunque para muchas personas puede sonar atractiva esa opción, en gran parte es un eslogan imán de la sociedad de consumo.

I: Mientras el mundo se deshumaniza muchos se vuelven consumidores identitarios. Las identidades se pueden comprar, vender, rentar, desechar. De allí lo del halloween incesante.

A: Si volvemos al viajero sobre el cual conversamos al principio… podríamos decir que el turista ya no se conforma con ser un turista.

I: Un mirón.

A: Más allá del acto mismo de mirar ahora se requiere personificar lo que antes se miraba.

I: Un legado de simuladores, realities; experiencias de inmersión; talleres nueva era.

A: El turista del orientalismo ya no está satisfecho con las postales del Taj Mahal y de la gran muralla china. Ahora se le ofrecen paquetes para convertirse en oriental.

I: Y mirá, che, que todo eso va ligado con eso que llaman la tendencia selfish. Las personas se toman esas fotos a sí mismas. Pero como hay que figurar en las redes sociales, necesitás un mejor disfraz o algún lugar exótico que genere más likes. El turista selfish puede disfrazarse de aquello que miraba. Él y el otro forman uno solo en el ego plástico de las poses fotográficas.

A: Es curioso porque ahora uno ve a muchos turistas cargando esos mini-trípodes para poderse tomar las selfies tan de moda.

I: Todo cambia. Con el trípode convencional, el etnógrafo o el fotógrafo de naturaleza fotografiaban con cierta distancia y estabilidad esa otredad encarnada tanto en las llamadas sociedades primitivas como en eso que llaman paisaje: landscape.

A: Literalmente, tierra y escape en las raíces lingüísticas comunes. O tierra para escapar.

I: En ese sentido, el turista selfish sería hasta más sincero, si lo mirás bien. Al tipo o la tipa les importa ponerse allí, en la mitad del mundo, sonreír, y luego publicar rápida o instantáneamente la fotografía en la red.

A: Ésta no es una época de oriente y occidente sino del self, del ser que más bien es I, yo, la cara plana moviéndose a su antojo. No importan los hemisferios, sino el ego puesto en la mitad, en primera plana, relativizando cualquier lugar, diferencia, historicidad.

I: El selfish es aquí, ahora, en vivo y en directo, yo aquí, yo allá, yo arriba, yo abajo, yo, yo y yo.

A: Pareciera ser que la otredad pasó a un plano superficial. Y sobre todo: mercadeable. La otredad puede ser obviada o incorporada. Casi todo el mundo está en alguna plataforma, ¿no? Es un mundo de igualdades virtuales y de desigualdades cada vez más abismales.


Educación para el arriba social y hacia el espacio... vacío.

I: Y allí está el peregrino que no pretende volverse otro. El viajero sentado tomando mate con una familia austral mientras disfruta ese amargo de la yerba para asincerar-se más; para aprender al escuchar alguna historia, y para contar las suyas… si tiene la oportunidad.

A: Sí, porque todavía se puede viajar sin reservar todo por internet. Echarse a andar con la vida, como los pies en el río, sin reservas predeterminadas para llegar al mar.

I: Sí, che, tomate un matecito más. Sé que te parece un poco amargo, pero esta caminata nos ha permitido con/versar.


Las ballenas son viajeras por naturaleza y poseen su propio lenguaje. San Francisco, California.

Quetzal libre ¡dos veces!

Ira: 5 minutos tardé ese día. El tren casi se va, che. No es lo mismo viajar en África que en Latinoamérica. Estuve a punto de llegar a tiempo, pero me perdí por no saber la lengua de ese país. Se volvieron grandes los minutos. Y ya sabés: la vida es eterna en 5 minutos.

Arca: Sobre todo cuando uno va de afán. Recuerdo una carrera semejante para llegar al tren que nos llevaría junto con mi esposa a la mítica Machu Picchu. Durante el día caminamos a través de las montañas guiados por un amigo de Cusco. Pero lo que nos había prometido como una caminata de 3 horas se convirtió en una travesía de 9 horas. Cuando nos asomamos desde los impresionantes andenes incas de Huchuy Qosqo, pudimos contemplar la inmensidad sinuosa y desgastada de los Andes centrales en toda su desgarradora magnificencia.

I: Seguro habrás visto esos nevados que llevan ch’ullus o gorros cónicos sobre la cabeza.

A: Te confieso que al contemplar esos grandes nevados por vez primera, aún era un adolescente. Cuando me dijeron en Perú que los llamaban apus o señores, los imaginé tan ancianos que al mirarlos sentía tanto respeto como ante ciertas cabezas canosas.

I: Pensá que la vida nos va cubriendo con una nieve invisible que se acumula en cabeza y cara como diciendo: “¡Sacúdanse!”. Y otras veces nos canta: “Mientras estén vivos y sensibles están jóvenes, pero necesitan la experiencia”.

A: Así es Ira. Humildad es lo que aprendemos de esas grandes montañas nevadas. Rodeados de esas señoras y señores uno regresa a la verdadera escala de ser humano. Es decir, formar parte del todo y no ufanarse en esa pretendida superioridad ilusoria que se experimenta caminando sobre grandes edificios y bajo monumentales construcciones sobre-humanas.

I: Me hacés recordar al karmapa, Ogyen Trinley Dorje, quien en uno de sus libros cuenta sobre la sensación de agobio que le produjo caminar en calles de ciudades con“estrechos cañones (...) como si los edificios se inclinasen sobre él”. Mirá que antes de tener que huir de ese Tíbet de tierras espaciosas y cielos abiertos, amenazado por la delimitante colonización china, el futuro karmapa de la orden Karma Kagyu era sólo el hijo de una familia nómada que acampaba en pleno contacto con la tierra al ritmo de las estaciones.

A: A mí a veces me duelen los pies por tener que caminar sobre el asfalto. A veces me hace tanta falta la sensación de caminar descalzo que debo buscar el pasto para sentir la tierra y luego tenderme a contemplar el cielo bajo las ramas de un árbol. O tan sólo para leer bajo su sombra algún libro inspirado por el buen amor.

I: Algunas de las pinturas que más admiro son las de los antiguos pintores chinos, japoneses y coreanos en donde se ve a una o varias personas caminando o reposando en medio de la inmensidad de árboles, riscos y montañas. Yo me digo: la humanidad en su verdadera medida.

A: En su escala real. Como en el verso de Wang Wei: “Una colina vacía y ningún hombre”.

I: No necesitás ser un gigante para ser una gran persona. Recordemos las reflexiones sobre el tao de Lao Tsé cuando desde la plenitud del abismo, la no acción y la experiencia nos enseña que lo pequeño prevalece y que lo blando es más fuerte que lo duro.

A: Nada como sentir esa fuerza contenida del abismo, hembra misteriosa del tao, al asomarse al filo de las montañas. Como cuando nos paramos con ella al borde del abismal anden andino y supimos que para alcanzar el tren teníamos que caminar deprisa y con gran agilidad, cual pumas o ukumaris, entre esos sinuosos caminos en cuyas grietas respiran las piedras rumi.

I: Sobre los incas se especula mucho, pero nadie podrá negar esa atracción que sentían por los abismos. Aquellas ciudades construidas al límite, de frente al vacío, bajo las cimas nevadas. Aquellos caminos o ñan en donde si das un paso en falso te hundís en la profundidad. El sonqo corazón late fuerte mientras el viento wayra te llena de vida. ¿No te parece una forma de arquitectura insoportablemente hermosa, che?

A: Trémula, diría, por su cercanía al abismo, pero a la vez tan sólida como esos grandes bloques de piedra que encajan unos con otros a modo de fichas para armar. Mucho se ha escrito sobre las pétreas formas macizas de la arquitectura inca. Yo escribiría sobre las maneras en que esas rocas sólidas se tejen entre simas y cimas. Es decir: una historia del vacío en la arquitectura andina; pues los incas canalizaron parte de los hallazgos creativos y científicos de numerosas culturas precedentes: chavín, paracas, nasca, moche, wari-tiwanaku.

I: Cuando llegás a la cima del Huayna Picchu, el cerro tutelar de la ciudadela, por pura fuerza de gravedad te sentás o recostás sobre la piedra y sentís que eres parte de una inmensidad. Un punto en el todo; como el punto azul de la tierra vista desde el espacio.

A: Tal inmensidad macro nos mira con indiferencia. Yo vi una mosca azul en esa cima, y no sentí que fuera un anuncio de muerte, sino la revelación en capullo de la totalidad orgánica.

I: Arca, pensá que esas grandes rocas parecen no darle ninguna importancia al paso de los siglos en contraste con la respiración agitada del caminante que llega a la cima jadeando como si se hubiera convertido en uno de sus pulmones.

A: Llegas a la cima del Huayna Picchu tras atravesar gateando un estrecho paso de piedra.

I: Te sentís puma, guanaco, vizcacha, animal de puna.

A: Al transitar en cuatro patas a través de un modelo de cima del mundo eres un bebé que alcanza el cielo tan sólo para aprender a respirar mejor. Quedarse quieto. Maravillarse.

I: Me hacés pensar en un pibe que cuando llegó a la cima se quitó la ropa y comenzó a gritar como un bebé. Parecía estar mordiendo con furia un pedazo de ese pastel tan anhelado que llaman libertad.

A: Cuando uno llega arriba siempre tiene que bajar, como ese zorro andino que subió al cielo sobre un cóndor para asistir a un banquete en donde comió hasta no dar más. Al caer súbitamente sobre la tierra de su cuerpo despedazado, saltaron las semillas de la quinua, la maca y de muchos de esos tubérculos que brotan como por milagro en las tierras alto-andinas.

I: Y yo sigo pensando en esas piedras que respiran con las nubes y con las flores colgantes y entre todas la piedra reina del inti-huatana: la piedra en donde se amarra al sol. Uno de lo más precisos y poéticos nombres que en lengua alguna se le ha puesto a un reloj… El intihuata-na amarra ante todo la sombra. Imaginate si dijéramos sobre nuestros relojes, aun de los incorporados en los teléfonos celulares: ¡aquí es donde amarramos al sol!

A: Lo que se amarra también amarra.

I: Será también por eso que el caminante, al llegar a la cima, se quitó la ropa y gritó. Quería desamarrarse la ropa. Las ideas que nos hacemos del tiempo definen y delimitan nuestra vida.

A: La otra mitad de la fruta son las ideas que nos hacemos del espacio. Al comparar los poblados españoles en los valles con algunos poblados incas en las montañas, pues no todos se apostaban en los abismos, uno se pregunta por qué mantenemos masivas formas de vida predominantemente en lo plano, y no en lo sinuoso o abismal, si al menos por aquí, en los Andes, vivimos entre, sobre y bajo montañas.

I: Siempre habrá alguien que te diga que por comodidad. Por eficacia del espacio. Si vivís en el puerto al lado de la pampa podés tomar un barco en ese desierto moviente que llamamos mar.

A: O en el camino de agua que nombramos río.

I: Ahí encontrás el nudo de la cuestión, che. Los valles, llanuras y altiplanicies se llenaron de gente. Se inventaron las grandes torres habitacionales. Y a pesar de las planicies hay tanta, tanta gente viviendo en apartamentos y casas al borde de pequeños y grandes abismos…

A: Asomarme desde un piso 13 me causa vértigo y quiero replegarme. Asomarme al filo de una montaña me obliga a pararme mejor y quiero desplegarme. Siento que mi imaginación se recarga cada vez que miro al horizonte con humildad, es decir, con los pies en la tierra.

I: Es curioso como todo ese deseo de cuadrícula y estabilidad de los padres fundadores de los pueblos coloniales se ha transformado en grandes ciudades latinoamericanas en donde la irregularidad y los abismos artificiales de los edificios son el día a día de millones de personas.

A: Me costó reponerme tras haber visto imágenes de los edificios de la Ciudad de México desplomándose, como si nada, y con gente adentro, durante el último terremoto. En un video de celular una persona se asomaba a la ventana y segundos después tan sólo había polvo.

I: A diferencia de un edificio es improbable que una montaña se derrumbe completa con toda la gente encima, aunque pasa superficialmente con ciertos deslizamientos y avalanchas.

A: Justo ahora hay grandes debates debido al derrumbe de edificaciones y puentes con personas en su interior. Ese exasperante desarrollismo, para colmo mal llevado en medio de tanta corrupción, hace que las licitaciones de las obras públicas se hayan convertido en actos de arrojar carne cruda. De hecho, una vez que obtienen los contratos, con frecuencia construyen en cámara lenta con los peores materiales posibles, y de pronto la persona se encuentra derrumbándose entre los escombros de la mediocridad de funcionarios que nunca vio.

I: Las alertas de sismos están suficientemente avanzadas en el mundo para prevenir millones de muertes. Sin embargo, tan sólo se puede medio prever ante la fuerza súbita de ese cielo que Lao Tse decía que trata a los hombres como perros de paja. Mirá cómo se nos derrumba el mundo ante las miradas corruptas de tan mediocres arquitectos e ingenieros de tan mal hechos abismos artificiales.

A: Hoy vuelven a ser válidas esas visiones de mundo de pueblos como los uwa o los nahuas, para quienes la tierra se mueve, devora y es de temer.

I: Recuerdo que el glifo mesoamericano para tierra es Cipactli, el caimán de grandes fauces.

A: Los uwa de la Sierra del Cocuy, en los Andes en Colombia, cuentan sobre la madre telúrica Kaká, atada a los cuatro extremos de la tierra. Cuando ella se mueve genera temblores, y además abre cíclicamente su boca para tragar ofrendas y gente.

I: Pensá que muchos templos ubicados en alta montaña, o a la vera de nevados y volcanes, han cumplido el rol de ser espacios para apaciguar las temibles fuerzas de la tierra y el cosmos.

A: En las grandes ciudades vivimos como si estuviéramos protegidos de las fuerzas renovadoras de la naturaleza, pero cada vez nos damos más cuenta que no es así. De hecho, las edificaciones que llamamos refugios y hogares se nos pueden volver en contra durante un inesperado terremoto, huracán, erupción o tsunami. Creemos haber superado los miedos de nuestros antepasados. Pero cuando nos sentimos de cuerpo entero ante tales fuerzas… tienden a caerse y desacomodarse las máscaras de nuestra pretendida superioridad homínida.

I: Nuestro filósofo Rodolfo Kusch lo expresó muy bien, aunque desde su particular trasfondo indio y judío. El hombre de las ciudades cree que ha superado la temeridad del trueno en campo abierto, así como la ira de Dios. Pero tales temores se han replegado en algunas de sus más profundas y cotidianas preocupaciones: como la de perder el trabajo.

A: Detrás de ese miedo está el de la expulsión del paraíso, que según su raíz persa es un lugar amurallado. Crecemos con una herencia de miedos y culpas que por momentos nos paralizan. Esa idea del Génesis sobre el trabajo como un castigo y del parto como un terrible dolor.

I: Inclusive en El Corán te encontrás con el doloroso parto de María para dar a luz a Jesús, a quien consideran un profeta. Por fuera del paraíso estaríamos caídos; una caída horizontal.

A: El camino de las penitencias al que se inscriben tantos santos y ascetas me parece por momentos la penosa materialización de la visión del mundo como un valle de lágrimas. Esa visión tan cara al medio oriente semi-desértico y a los relatos sobre la vida como una caída.

I: Yo prefiero al poeta cuando al hablar sobre el trabajo se imagina a sí mismo de gancho con dos doncellas que lo acompañan.

A: Una es la musa de la belleza en la salud y otra la de realización amorosa en la cotidianidad.

I: El trabajo como gozo y no como padecimiento.

A: La vida como milagro en presente; no como carga del pasado y dolor hacia el futuro.

I: Tal mirada pesimista y desacralizada nos pesa como una piel muerta aferrada y nos muestra, a través de sus máscaras invertidas, la imagen de la vida como un río contaminado que cae en una enorme caja de plástico. ¿Qué ciclo solar o lunar nos deja de enseñar sobre la renovación? ¿Acaso no todos los ríos en condiciones naturales van a dar al inmenso océano de vida? En nuestra visión horizontal, el mar es un desierto moviente; pero en lo profundo bulle la vida de donde venimos. ¿Desde qué perversa nada hemos aceptado la versión del río de muerte que cae ciega e inexplicablemente sobre el vacío de la tumba o las llamas del quematorio? La muerte como caída aúna la visión pesimista de la expulsión del paraíso junto con la sensación moderna de un mundo sin sentido y sin Dios. La muerte como aniquilación en el fuego preserva esa antigua creencia hindú y católica sobre la rápida destrucción del cuerpo en tanto obstáculo para depurar un alma que les resulta manchada por el cuerpo y por la vida.

A: Si nuestra vida es un río, aunque fuera turbulento y pedregoso, ¿para qué revolver sus aguas con pensamientos destructivos y depresivos sobre el existir o no existir? ¿Cómo el río va a creer que desaparece por unirse al mar? Acaso ¿se nos olvida que una ley reconfirmada por la ciencia, y evidente ante la contemplación de los ciclos astrales, afirma que la energía no se destruye sino que se transforma?

I: Nos creemos sociedades materialistas, pero al fin y al cabo desechamos la materia como una basura que ni siquiera es capaz de desintegrarse. Somos capaces de explotar y contaminar la tierra y a la vez clamamos por cierta inmortalidad. No hay inmortalidad sin transformación, como no hay vida sin sangre, clorofila, oxígeno, hidrógeno, agua…

A: Ante tantas dudas que inflamamos y desechamos en la supuesta contradicción entre espíritu y materia, lo mejor sería considerarnos simplemente energía. Esa energía que transforma, como enseña la ciencia, a la vez que es interdependiente, como enseña la religión.

I: El karmapa, Ogyen Trinley Dorje, hace mucho énfasis en la interdependencia.

A: ¿Y a qué se refiere con ella?

I: A esa necesidad que tenemos unos de otros y del planeta. El karmapa dice que para llegar a la compasión primero debemos desarrollar una profunda empatía con los demás y con la vida.

A: En Centroamérica hay una franja extensa de bosques que son la ruta de especies de aves migratorias, así como delicados corredores de animales como los jaguares. Gran parte de esas rutas naturales, ríos verdes de vida, han sido fragmentadas e interrumpidas por las construcciones humanas y sus necesidades de lo que llaman materia prima: madera, minerales, resinas. El afán por apropiarse de tierras, así como de canalizar y represar el agua dulce, ha llevado a un nivel inaudito el acaparamiento de las fuentes comunes de la vida. ¿Cómo es que una sola especie como la nuestra acapara gran parte del agua dulce del planeta? Desde esta perspectiva somos nosotros los furiosos semi-dioses y ángeles avaros que expulsan fuera del jardín amurallado a tantos hijos e hijas de la tierra llamados no humanos.

I: Nos enseñaron que los mitos expresan las formas en que interpretamos el mundo, pero se les olvidó precisar que también son la manera en que queremos verlo. Al menos esa visión bíblica de una humanidad desplazada de facto, a la cual luego se le encomienda reinar sobre las demás criaturas, es una forma de justificar esa superioridad que tanto nos ha hecho daño. Porque al destruir a los otros nos destruimos nosotros. Si no sentimos empatía hacia los árboles, los demás animales e incluso hacia los guijarros, a quienes trituramos de tantas maneras, tampoco sentiremos plena conexión con los otros seres humanos, quienes segregados por piel, color y credo aparecen con frecuencia como opositores y competidores.

A: Se nos educa en la competencia por los llamados “recursos”. La naturaleza, incluida la nuestra, como una caja de plástico colmada con “recursos” explotables. Incluso llegamos a pagar por una educación para la competencia en el status quo de la verticalidad social, bloqueando así las vías de la solidaridad creativa en la pluri-horizontalidad de la vida. Una educación así es un atentado contra la conciencia y un voto ciego a favor del cambio climático.

I: ¿Cómo percibís vos la conexión del clima con la educación?

A: Bien sabes, Ira, que el cambio o desequilibrio climático es en gran parte un síntoma del creciente estado de explotación y presión deshumanizante sobre el planeta a través de vicios antropocéntricos y mediante juguetes extractivos que agotan las fuentes comunes de vida. La educación para la competencia valida el éxito del individuo mediante trofeos que por lo general favorecen a las grandes empresas y a las sociedades dominantes. Cuando las personas y comunidades son forzadas a ir en contra de su conciencia, empatía y ritmos vitales para destacarse con conocimientos inútiles o utilitaristas sobre los demás, se puede hablar de cambio climático deshumanizante. Las atmósferas generadas entre las personas, y las sociedades que van creando, también generan climas y microclimas interpersonales, los cuales se ven alterados cuando los intereses de unos pocos prevalecen. Y no se trata tan sólo de la jefa o el jefe; también de la secretaria que se impone desde su pequeño puesto de poder.

I: El ciclista puede atropellar tanto como el automovilista. Fijate que es cuestión de actitud.

A: Una educación corporativa para escalar pisando cabezas, así como para ser pisados por otros, es uno de los mejores entrenamientos militares para desarrollar esa actitud de individuos muy productivos = agresivos en el mercado. En un examen, un profesor me pidió que simulara estar en una entrevista para el mercado laboral. No sólo no pude hacerlo, sino que entendí que un negociante me estaba tratando de “educar”. Y no es que los negocios o el comercio sean negativos. Es la actitud de querer y poder comprarlo o venderlo todo la que es equivocada y asfixiante.

I: Como enseña el karmapa, en sociedades globalizadas como las nuestras uno debe estar consciente de dónde vienen los productos que usa. Si tus zapatos provienen de cadenas de explotación de trabajadores sin derechos laborales, ni seguridad social, en cierta forma caminás aplastando sus manos y cabezas. Preferible vestir una manta pobre, como enseñó Gandhi, a ponerse ropa fina extranjera resultado de la explotación de seres humanos que, aunque no conoceremos, son tan semejantes a nosotros que si nos miráramos en un espejo de agua reconoceríamos los mismos gestos de sed.

A: No estoy seguro si en la polémica por la quema de las ropas extranjeras para retomar la rueca, y volver a tejer con autonomía, yo hubiera estado del lado de Gandhi o de Tagore. Me parece que Gandhi quería demostrarles a los británicos que no necesitaban más de ellos. Se trataba de un gesto de dignidad. La rueca era un símbolo de tejer la propia vida y asumir su propio destino como país. Con todo, a Tagore le molestó que la gente se desprendiera de sus pocas ropas para llevar a cabo tal demostración. Pienso que para Tagore era innecesario negar la inter-dependencia entre India y Gran Bretaña; de lo que se trababa era de conservar lo mejor del legado británico en un país con espíritu independiente.

I: El nacionalismo de Gandhi molestaba un poco a Tagore; en concreto sus medios más radicales. Tagore tenía una idea de un ser humano universal e integral en donde lo indio o bengalí era apenas parte. Gandhi tenía que enfatizar en lo indio para lograr una unidad que al final se salió de control debido a los intereses separacionistas de musulmanes e hindúes.

A: Recuerdo que cuando hubo un terremoto en Bihar, a Tagore le molestó que Gandhi hubiera dicho que fue un castigo divino por el maltrato a los mal llamados intocables o dalits.

I: El Dios del santo no suele ser el mismo que el del poeta; es decir, en cuanto al sentir. La visión religiosa y penitente de Gandhi a veces divergía de la visión poética y creativa de Tagore. Pero compartieron un gran amor por la humanidad y la vida. Podés decir que bebían la misma agua en diferentes fuentes. El sabor amargo o dulce es cuestión de perspectiva.

A: Son evidentes y amargas las consecuencias de la destrucción y disminución de los hábitats de tantas especies por la desmedida ambición humana. No son un invento de la ecocrítica… esas imágenes de osos polares vestidos de nieve flotando sobre cascos de hielo mordidos por el clima… o los osos perezosos desprendidos de sus árboles para pasar temporadas con sus compradores que creen poder tenerlos en sus patios como peluches salvajes... En Chiapas vi un quetzal enjaulado. Se le habían caído sus largas plumas y todavía había gente que se atrevía a fotografiarlo. ¡Me dio vergüenza de especie! Y tuve que confrontarlos.

I: Yo vi en un zoológico un oso polar que se había vuelto loco en cautiverio. Escuchá: literalmente piantao. Iba y venía en su jaula sin barrotes repitiendo el mismo gesto obsesivo de blandir una garra al vacío y luego volverse con desesperación contra la muralla de vidrio.

A: Su paraíso, ¿no? Ese lugar rodeado de vidrio. Como las peceras de las presas expuestas en China y Corea ante la mirada babeante de los comensales. La miseria de un animal encerrado es espejo del egoísmo en que con frecuencia vivimos confinados los humanos, y mediante la cual nos vamos consumiendo cual reos a través de los barrotes de la auto-e-limitación.

I: Nos volvemos mediocres, che. Insensibles. Derrotados a veces desde jóvenes si no conseguimos esos lugares de éxito y privilegio que la sociedad exhibe como medallas de oro para jugadores de alta competencia. Y cuando digo sociedad no me refiero necesariamente a la mirada de unas señoras y señores de la élite y la moralidad. Imagino entre otros a esos cantantes jóvenes de todos los géneros exhibiendo sus mansiones, autos y amantes de lujo con un mensaje común: fiesta incesante, exceso de los sentidos y afán de lucro: ya, ahora, ya y yo.

A: Y aunque en todo hay excepciones, no les va tan bien a los cantantes que reciben likes tras mostrar en sus videos la realidad de la explotación sexual, laboral, biológica y animal. Y si los reciben ¿qué harán? Hay tantas ventanas y pantallas que nos aíslan y separan de la realidad…

I: Cuando aún yo iba a zoológicos, vi un niño gorila que quería medir su mano con la de un niño humano a través de un frío ventanal. Su padre gorila se encontraba tendido a lo lejos con la mirada depuesta en el finito. Para el gorila nacido en reclusión parecía inexplicable por qué podía ver a otro niño y no podía tocarlo. El niño tampoco parecía entender y midieron manos.

A: Una parábola para nuestros tiempos de deshumanización. ¿Cómo te sentiste?

I: Sentís ira y ternura. Sentís deseo de romper esta ventana y ese muro... Necesitamos una capilla, ojalá la de la consciencia, en donde se exhiba en grande la imagen de las manos del niño gorila y del niño humano separados por un vidrio de seguridad… Necesitamos concientizarnos, pero sobre todo romper ese muro y repintar esa cúpula con imágenes y acciones de libertad… Necesitamos que cada uno viva libre en su propio lugar… Necesitamos ir más allá del lampiño dedo del hombre renacentista a punto de tocar tan sólo el dedo de Dios. Y disculpá que diga: tan solo: pero si no sentimos lo sagrado en nuestros parientes no humanos sellamos nuestra propia deshumanización. Te digo, che, que subiría en uno de esos andamios —sobre abismos como los que vos señalás— si pudiera pintar la escena de la unión trunca entre los homínidos y su posterior emancipación. Pintaría con sutileza la tensión propia del vidrio que nos separa; un vidrio como el usado para las visitas en las cárceles. Y lo pintaría muy agrietado para no caer en el idealismo de lo que aún no es del todo real.

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301 s. 36 illüstrasyon
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9786075476773
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