Kitabı oku: «Florecer juntos», sayfa 2
Vivir los cambios construyendo puentes
Para construir un puente entre lo que fue, lo que es y lo que deseamos que sea, debemos tener en cuenta la continuidad de lo que queremos conservar, lo que necesitamos innovar y la transición necesaria para cruzar el puente y llegar a donde queremos llegar. Y no lo podemos hacer solos; nos necesitamos unos a otros.
Para lograr cruzar ese puente y que el cambio necesario y que queremos esté conectado con el núcleo positivo, sea en la organización, el equipo, la familia o en la misma persona, debemos tener en cuenta los tres aspectos que nos dan vida y nos mantienen en plena forma: la continuidad, la innovación y la transición. Con visión aprendemos y aplicamos lecciones de lo mejor del pasado (continuidad), nos abrimos para dejar florecer y desarrollar ideas creativas (innovación), y concretamos los cambios en nuestros sistemas relacionales y en las conductas planteando las conversaciones necesarias que nos hagan avanzar hacia la situación deseada (transición). Veremos cómo incorporar estas tres dimensiones cuando trate las diferentes fases en el coaching apreciativo, en la Parte III de este libro.
Vivir cualquier cambio puede desestabilizarnos. Es posible que para impedirlo nos aferremos al discurso intelectual de un intelecto que necesita entenderlo todo, analizarlo, cuestionarlo, justificarlo, razonarlo, conceptualizarlo, verlo y tocarlo. Finalmente, su corazón deja de sentir, al quedarse bloqueado por tanto análisis y razonamiento. A estas personas les cuesta trascender la conceptualización. Buscan seguridad en los conceptos. Y cuando el cambio les produce inseguridad pueden caer en la trampa de quererse aferrar a cualquier discurso, o bien se vuelven cínicos y escépticos. Dejan de estar abiertos a otras perspectivas; y en ese estado es difícil innovar y vivir la transición necesaria.
Otras personas quizá encuentran su seguridad y sentido de identidad no en su mente ni en su intelecto, sino en sus hábitos. Reaccionan de forma automática, sin casi pensárselo ni razonar. Sus hábitos mandan en su vida. Su pasado tiene tal peso que viven las situaciones y las relaciones según los hábitos que han ido adquiriendo. Están atrapados en la prisión de su pasado. Su corazón deja de gozar, ya que viven el presente en función de su pasado. Su historia personal tiene un peso tan considerable que dejan de vivir en el presente, se sienten afligidos y se quedan hambrientos del oxígeno del amor. Se encierran en sí mismos y dejan de relacionarse con libertad.
Residir en el corazón del ser y vivir la vida desde ese espacio central es vivir despiertos y conscientes a la realidad de que somos los creadores de nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestros razonamientos y nuestros hábitos, a menudo condicionados cultural y socialmente. Podemos seguirlos y vivir según ellos, o bien podemos desafiarlos, cuestionarlos, re-inventarlos, re-construirlos de manera diferente. Se trata de ser conscientes de nuestra elección. Y por tanto, no quejarnos de que «somos así», sino asumir nuestra elección y cambiar si es eso lo que sentimos. Hay muchas perspectivas según las cuales podemos vivir una realidad, una relación y un momento. Podemos elegir vivir mindful y heartful, con consciencia plena y vivir conectados plenamente, no solo conectar desde las ideas, desde la mente, sino también desde el corazón. Vivir a consciencia plena es sentir la vida. Es vivir la consciencia del corazón despierto, tema que ya desarrollé en La gran liberación, heartfulness y mindfulness (2014).
El arte de vivir los cambios construyendo puentes requiere equilibrar. Se trata de encontrar el equilibrio y no irse a los extremos. De vivir sintiendo, conectado contigo, con Dios, con tu cuerpo, con los otros, con la naturaleza y con el tiempo, pero no perder tu sueño de vista, ni los horizontes hacia los que caminas o quieres caminar. No renunciar a tu sueño fluyendo en el momento, ni adherirte a tu plan racional dejando de fluir.
¿Qué estrella te guía?
Desde nuestra consciencia, nuestro ser, podemos dirigir la mente, el intelecto y nuestros hábitos. Enraizados en nuestro núcleo positivo, nuestra vida florece y, a cada paso que damos, estamos inspirados e inspiramos. De manera que en vez de ser náufragos que vamos a la deriva según las corrientes, los vientos y las olas, podemos coger el timón de nuestra vida y dirigirlo hacia la estrella que queremos que nos guíe. En el coaching apreciativo buscamos cuál es esa estrella o constelación estelar, y cómo queremos llevar el timón de nuestra barca, considerando a otros tripulantes, si los hay, y las condiciones de nuestro sistema relacional que provoca olas y mareas.
Llevar nuestro timón requiere ser conscientes de nuestras facultades, como son las de la mente para pensar, imaginar, soñar, desear, proyectar y recordar; las del intelecto para analizar, razonar, discernir, decidir; y las de los archivos de la memoria, donde están los recuerdos, las experiencias vividas, las imágenes que hemos ido creando de nuestras vivencias, las creencias, los hábitos y los condicionamientos. El coaching apreciativo facilita que nuestra mente piense más en positivo, que nos vinculemos al poder de nuestra imaginación y visualicemos la posibilidad de nuestros sueños. De manera que utilizamos nuestras facultades, la mente, el intelecto y la memoria para vivir en nuestro núcleo positivo.
Pensar en positivo no es negar la realidad, sino ser capaces de ver los problemas y tener la creatividad mental para aportar soluciones sin obsesionarse ni ofuscarse. Los pensamientos positivos fortalecen y revitalizan la mente. Suelen ser pensamientos que se basan en nuestros valores, y en apreciar y agradecer lo que somos y lo que tenemos.
Con el coaching apreciativo, nuestro intelecto amplía nuestra capacidad de analizar y razonar desde las fortalezas, discernir desde lo apreciativo y decidir vinculados a nuestro núcleo positivo. Recurrimos a los archivos de nuestra memoria para recordar lo positivo, lo que nos ha aportado algo bueno, experiencias cumbre que hemos vivido, sean estas de superación éxito o poder personal, a fin de fortalecer las creencias que nos ayudan a florecer como seres humanos y para desterrar hábitos que nos empequeñecen. Así contribuimos a crear y fortalecer hábitos que nos hacen mejores personas y nos ayudan a aportar lo mejor de nosotros al mundo. Contribuyendo nos sentimos útiles, sentimiento que necesitamos nutrir. Sentirnos útiles hace que valga la pena vivir, o dicho en lenguaje apreciativo, «que valga la alegría vivir».
Residir en el ser
Residir en el ser es vivir a consciencia plena, heartful. Una persona heartful vive con el corazón despierto. Vive con alegría y vitalidad, sin angustia ni ansiedad. Es abierta y generosa. Heartful es tener un gran corazón que comparte e irradia lo mejor de sí y de más allá de sí. Está conectado con la fuerza suprema del amor, la compasión y la paz, y las irradia. Es un corazón inocente y contento. Es limpio y honesto.
Heartful es un corazón compasivo. Es atento, considerado a la presencia del otro; reconoce y ve al otro. Cada una de sus palabras, pensamientos y acciones puede realizar un milagro. Una palabra puede abrir una puerta a la oportunidad; un pensamiento puede transformar un ambiente tenso en uno de respeto; una acción puede salvar una vida. Un corazón compasivo ama desde la comprensión, perdona y no guarda rencor. Suelta el pasado y agradece el presente. Es fuerte para acoger el sufrimiento y vivir en plenitud el camino que lo alivia. Es un corazón que vive en la gratitud.
Si vivimos con gratitud y agradeciendo y también practicamos la meditación, se nos abre con mayor facilidad la vía para dejar de residir en la mente, el intelecto o los hábitos y pasar a residir en el núcleo del ser, donde yace la estrella radiante que es nuestra esencia, nuestro núcleo positivo. Este ser es como una estrella de cinco puntas. Cada una de las puntas representa uno de sus valores esenciales. Son los valores que nos constituyen como seres humanos, son nuestra espina dorsal, la base que da sentido a nuestra existencia.
En las sesiones de coaching, y también en las de meditación, pido a las personas que recuerden momentos de plenitud y que evoquen la imagen de ese o esos momentos. Suelen hablarme del nacimiento de un hijo o de la muerte de un progenitor: momentos en que la persona conectó con y sintió el amor incondicional. O bien de alcanzar la cumbre de una montaña: momento en que la persona conectó con su poder personal y con una amplitud de mirada. Otras veces, la imagen es un paseo por el bosque, o sentada en una playa con el mar en calma durante la puesta de sol: es un momento de paz.
Una imagen que también surge al plantear la pregunta que les lleve a recordar un momento pleno es cuando hubo una ruptura en la cual la persona inició un camino nuevo y diferente, sintiéndose revitalizada, libre y creativa. Conectó con su libertad y con su poder personal que le ayudaron a atravesar esos momentos.
Con las experiencias de tantas personas, constato una y otra vez que la mayoría de momentos de plenitud están conectados con estos estados y valores esenciales: la paz, el amor, la sabiduría innata, la autenticidad que nos lleva a la libertad, a la felicidad, y el poder personal. Veámoslos:
La paz
La paz es serenidad y no violencia. Es estar tranquilo contigo mismo y en armonía. Es estar en paz con los otros, y con tu pasado. Si hay algún aspecto de tu pasado que no has encajado, no estarás bien en el momento presente, el pasado regresa una, dos o más veces… porque algo quedó pendiente por arreglar, redimir, perdonar, o bien no te has reconciliado con tu pasado. También se trata de estar en paz con lo que haces, y para ello ayuda el ser coherente con tus acciones. La verdadera paz es la no violencia en todos los ámbitos de tu vida.
El amor
Cuando uno vive en su núcleo positivo, vive en lo que es: amor. Así, de manera natural amas al prójimo generosamente, sin engancharte, sin controlar, sin necesidad de poseer ni de que te posean, sin que la otra persona pierda su libertad ni tú la tuya. Con la meditación aprendes a recuperar esta dimensión del Amor en mayúsculas. Aprendes a valorar el ser, el cuerpo, las personas y lo que le das a tu cuerpo. Tu cuerpo es como el templo de tu ser, lo alimentas mejor, piensas mejor, estás y vives más relajado. Amas lo que piensas. Amas lo que dices. Amas lo que haces. Cuando vives en el núcleo positivo, lo consigues.
La sabiduría innata
El corazón es sabio. La sabiduría del corazón nos guía para vivir sin dañar. Su naturaleza es no violenta. Tenemos tal potencial de amor y sabiduría en el corazón de nuestro ser que podemos sanar el planeta. Para ello debemos despertar al potencial de nuestro corazón.
El corazón despierto intuye, siente y comprende al otro. Ve lo esencial aunque sea invisible a los ojos. No necesita razonamientos ni justificaciones lógicas. Sabe lo que es. La voz de la consciencia heartful es la intuición.
Nuestra intuición nos guía. Cuando conectas con tu intuición, no fallas. Tú, el ser, eres sabio. Cuántas veces tenemos la intuición de hacer algo, pero nuestra lógica, nuestra mente, nuestras creencias, nos dicen: «No, no, por aquí, no, por allá». Después piensas: «Tendría que haber hecho lo que intuía». No confiamos en esta intuición porque hay muchas mezclas de deseos, miedos, opiniones y creencias que interfieren.
La intuición es la facultad de una consciencia despierta. Con ella te das cuenta de lo que ocurre dentro y fuera, y tienes una visión global. La intuición es un acceso directo, sin pasar por lo racional, a una información de la que normalmente no somos conscientes. Es la capacidad que tenemos de saber algo sin una base lógica. Sabes algo sin saber cómo lo sabes, lo intuyes y aciertas. La intuición te ayuda a mantener el rumbo en momentos de incertidumbre. Te conecta con tu brújula interior, con la estrella que te guía.
La autenticidad
Podría llamarse también la pureza, la sinceridad, la honestidad, la transparencia. Hoy en día, vemos que abunda la corrupción, la mentira, el engaño, porque nos hemos alejado del corazón del ser y residimos en la periferia: en personajes, identidades, roles y etiquetas temporales y pasajeras.
En la autenticidad del ser, uno se libera de falsas identidades, de personajes que uno no es. Es una libertad que nos lleva a ser felices. La base de la felicidad es la libertad. Viviendo la autenticidad del núcleo positivo, sientes la verdadera plenitud del ser: plenitud que no viene de fuera hacia dentro, sino que emerge y se transmite de dentro hacia fuera. En su estado auténtico, no carece de nada esencial.
El poder personal
Cuando estamos vinculados con nuestras raíces internas, vivimos la convicción de que podemos. Podemos ser lo que somos y podemos estar bien. «Nada hay tan indestructible como un hombre convencido. Ningún obstáculo es infranqueable cuando hay verdadera fe».3
Somos singulares. No temamos brillar, ser únicos y ser diferentes. Nuestra singularidad personal es el regalo que podemos aportar al mundo y a nuestras relaciones. Nos enriquecemos al darnos y compartir. El coaching apreciativo honra la singularidad de cada uno, su excepcionalidad y los elementos esenciales y diferenciales que la persona aporta al proceso. Cada uno es especial, diferente y único. Quien es singular es original, notable, sorprendente, excelente, extraordinario, raro, distinto, peculiar, atípico, diferente, excepcional y misterioso. Nuestra singularidad se enaltece al compartirla ya que somos seres sociales y nos necesitamos unos a otros para ser y potenciar lo que somos, para convivir y compartir, para florecer.
Con la indagación apreciativa descubrimos la singularidad de cada uno, la potenciamos y la despertamos; así todo el talento y la capacidad personal florecen. Si además meditas, la meditación te ayuda a escuchar la voz que sintoniza con tu ser originalmente pacífico, auténtico, amoroso, sabio y fuerte porque está enraizado en tu esencia. Al meditar accedes al corazón del ser, al templo del ser que no ha sido contaminado por los miedos, el egoísmo, la avaricia, la negatividad, lo inútil ni lo superfluo. Conectas con el núcleo positivo que te revitaliza y te da fuerzas para vivir lo auténtico que reside en ti y que eres tú.
3. En busca de la liberación
Para vivir tu esencia, en tu núcleo positivo, que consiste en lo que he expuesto en el capítulo 2, necesitas permitírtelo y liberarte de miedos, de creencias limitantes, de sentimientos de culpa y rencor. La persona cuyo espíritu se libera de ellos controla su mente, dirige su pensamiento y mantiene centrada su atención. Su corazón está en paz, e irradia energía positiva y de amor. Su acción está alineada con sus valores, decisión y voluntad. Su ser convive fluyendo con los otros.
Nuestra capacidad creadora de escoger qué pensamos y qué sentimos en cada momento y cómo respondemos en cada situación es nuestra fuerza y nuestra libertad. Sin embargo, nuestras creencias nos limitan, nuestro pasado nos condiciona y nuestros miedos nos impiden vivir nuestros sueños más profundos. Si queremos vivir liberados de condicionamientos autolimitadores, hemos de conocernos mejor, cuestionar nuestras creencias, limpiar el almacén de los recuerdos que nos mantienen anclados en el pasado, y vencer nuestros miedos, que nos frenan y bloquean nuestra inmensa energía creativa. Para acompañarnos unos a otros a vivir con este espíritu de libertad, podemos preguntarnos ¿estás seguro? Cada vez que alguien haga una afirmación rotunda, podemos hacer que se cuestione sus convicciones para abrirse a incorporar otras perspectivas.
En los próximos capítulos explicaré cómo la mirada apreciativa en el acompañamiento a personas y el coaching apreciativo contribuyen al proceso de liberación. Ahora, aquí, te explico lo que podemos lograr. En la parte III del libro, comparto contigo cómo lo conseguimos y qué principios y etapas podemos seguir.
Para florecer juntos es importante comprender los hábitos que hemos creado, que nos influyen, condicionan y atan. No nacimos con ellos, sino que los fuimos creando. Algunos son hábitos que nos privan de nuestra libertad personal; otros limitan nuestro potencial. Puede incluso que estos hábitos lleguen a generar una esclavitud o adicción a nivel emocional y mental. Algunos hábitos se han cultivado en el seno de unas relaciones que, finalmente, se volvieron dependientes y tóxicas.
La libertad consiste en ser capaces de pensar, experimentar y expresar nuestros pensamientos y sentimientos, sin ser condicionados por factores externos ni por las tendencias negativas de nuestra personalidad, y sin causar dolor. Sí, debemos tener en cuenta los factores circunstanciales y las relaciones, el momento y el lugar, pero no actuar como víctimas de todo ello, sino cuidando y cuidándonos. El que actúa como víctima siente que no puede gobernar su vida porque sus relaciones mandan y las circunstancias lo abruman y confunden. De todas maneras, si nos sentimos condicionados, seamos conscientes de ello y de la posibilidad de elegir otras perspectivas. Y, según las condiciones, elegir lo mejor para cuidarnos y cuidar.
Se trata de ser capaces de vivir en las emociones positivas, en los sentimientos que enaltecen nuestra vida, y en plantear con asertividad las conversaciones que nos importan y nos llevan a avanzar. Es poder transitar por las emociones negativas sin ahogarnos en ellas.
Para vivir con mayor libertad, aprendamos a plantearnos las preguntas poderosas que serán como llaves que nos abrirán puertas. Esto nos ayudará a ampliar nuestra visión y a ser más conscientes. Plantearnos las preguntas adecuadas nos ayuda a recibir las respuestas necesarias. Aunque tengamos la respuesta delante de nosotros, si no nos hemos planteado la pregunta, no recibiremos ni captaremos la respuesta. Si podemos formular la pregunta, veremos que la respuesta está en el umbral de nuestra puerta.
Para formular la pregunta que nos abrirá y liberará, debemos entender el contexto, y que vivimos basándonos en un conjunto de creencias que forman nuestra visión de la vida, nuestras actitudes, nuestras decisiones y nuestros comportamientos. Estas creencias son sociológicas, psicológicas, culturales, políticas, religiosas y espirituales. Son creencias acerca de lo que es bueno y de lo que es malo; del bien y del mal; acerca de lo que es éxito y lo que es fracaso. Y así un sinfín de creencias que forman nuestros condicionamientos y status quo en el cual vivimos. Con los principios apreciativos nos abrimos a otras perspectivas y aprendemos a cuestionar apreciativamente; si no lo hiciéramos así, provocaríamos una actitud defensiva y de mayor anclaje en las propias convicciones.
¿Qué es lo que te lleva a estar convencido de algo?, ¿estás seguro? ¿Pueden liberarnos las creencias? o, en definitiva, ¿hemos de trascender ciertas creencias? En la experiencia del silencio contemplativo lo trascendemos todo, incluido nuestro yo individualista y dual. Entramos en la dimensión de la claridad pura. Como bien expresa Pablo d’Ors (2012): «Cuando ya no tienes ni eres nada, estás por fin en liberad. Eres el territorio interior mismo: no solo estás en tu patria, eres tu patria». En esta peregrinación hacia tu patria, el destino de la libertad no está lejos ni fuera; está a un segundo y a un milímetro de distancia. Eres tú y está en ti.
Veamos otro aspecto importante en el tránsito hacia nuestro interior y en el anhelo de liberación. Se trata del sufrimiento que albergamos en nosotros y en nuestras relaciones. ¿Hasta qué punto confundimos los mecanismos de huida del sufrimiento con liberarnos de él? Profundicemos en la comprensión del sufrimiento en nuestras vidas y relaciones en el siguiente apartado.