Kitabı oku: «El Despertar de los Dragones », sayfa 15

Yazı tipi:

CAPÍTULO VEINTISÉIS

Kyra abrió los ojos en la oscuridad recostada sobre un frío piso de piedra, con la cabeza y el cuerpo doliéndole, y preguntándose en dónde estaba. Temblando de frío, con la garganta reseca y sintiendo como si no hubiera comido en días, alargó la mano y sintió el piso de adoquines bajo sus dedos, y trató de recordar.

Imágenes inundaron su mente al principio incierta de si eran memorias o pesadillas. Recordó haber sido capturada por los Hombres del Señor, arrojada en un carro y una puerta de hierro cerrándose. Recordó un largo y sacudido viaje, recordó que se resistió mientras la puerta se abría tratando de escabullirse y como un mazo la golpeaba en la cabeza. Después de todo eso ahora todo lo que tenía era oscuridad.

Kyra alargó el brazo y sintió un golpe en la parte de atrás de la cabeza y se dio cuenta de que no había sido un sueño. Todo había sido real. La realidad le cayó como una piedra: había sido capturada por los Hombres del Señor, echada en un carro y encarcelada.

Kyra estaba furiosa con Maltren por su traición y furiosa consigo misma por haber sido tan estúpida de creerle. También estaba asustada pensando en qué pasaría ahora. Aquí ella estaba sola bajo la custodia del Gobernador, y sólo le podían esperar cosas horribles. Estaba segura de que su padre y su gente no tenían idea de dónde estaba. Tal vez su padre pensaba que le había hecho caso y que se aventuraba hacia la Torre de Ur. Maltren de seguro mentiría y les diría que la había visto escapar de Volis para siempre.

Mientras Kyra pensaba en la oscuridad, de manera instintiva trató de tomar su arco y su bastón—pero se los habían quitado. Miró hacia arriba y vio una pequeña luz atravesando las barras de la celda y se sentó viendo antorchas alineadas en las paredes del calabozo, debajo de las cuales había varios soldados haciendo guardia. Había una gran puerta de hierro en el centro, y ahí abajo todo estaba en silencio, con el único sonido siendo el de un goteo en algún lugar de la celda y el de ratas escurriéndose por una esquina oscura.

Kyra se sentó contra la pared abrazando sus rodillas hacia su pecho tratando de calentarse. Cerró los ojos y respiró profundo tratando de imaginarse que estaba en otro lugar, en cualquier parte. Mientras lo hacía, vio los intensos ojos amarillos de Theos observándola. Podía escuchar la voz del dragón en su mente.

La fuerza no se mide en momentos de paz. Se mide en la dificultad. Acepta tus dificultades, no te alejes de ellas. Sólo entonces podrás conquistarlas.

Kyra abrió los ojos asombrada por la visión y viendo a todos lados esperando a ver a Theos enfrente de ella.

“¿Lo viste?” dijo la voz de una chica de repente cortando la oscuridad y haciendo que Kyra saltara.

Kyra rodó aturdida al encontrar la voz de otra persona con ella en la celda viniendo de entre las sombras—y más impresionada aun al darse cuenta que era una chica. Sonaba como de su misma edad, y mientras una figura salía de entre las sombras, Kyra miró que tenía razón: ahí estaba sentada una hermosa chica como de quince años, con cabello y ojos castaños, el pelo largo y enredado, su rostro cubierto de tierra y ropa desgarrada. Se miraba aterrada observaba a Kyra.

“¿Quién eres?” Kyra preguntó.

“¿Lo has visto?” repitió la chica con urgencia.

“¿A quién?”

“A su hijo,” respondió.

“¿Su hijo?” preguntó Kyra confundida.

La chica se volteó y miró hacia afuera de la celda con terror y Kyra se preguntó qué clase de horrores había visto.

“No he visto a nadie,” dijo Kyra.

“Oh Dios, por favor no dejes que me maten,” rogó la chica. “Por favor. ¡Odio este lugar!”

La chica empezó a llorar descontrolada acurrucándose en el piso de piedra y Kyra, con su corazón rompiéndose por ella, se le acercó y le puso un brazo alrededor de los hombros tratando de consolarla.

“Shhh,” dijo Kyra, tratando de que se calmara. Kyra nunca había visto a nadie en tal estado; esta chica parecía positivamente aterrada de quién sea que estaba hablando. Le dio a Kyra un sentimiento de vacío por lo que se avecinaba.

“Dime,” dijo Kyra. “¿De quién estás hablando? ¿Quién te ha herido? ¿El Gobernador? ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?”

Vio los moretones en el rostro de la chica, las cicatrices en su espalda, y trataba de no pensar en lo que le habían hecho a esta pobre chica. Esperó pacientemente hasta que ella dejara de llorar.

“Mi nombre es Dierdre,” dijo. “He estado aquí…no lo sé. Pensé que era un ciclo de luna, pero he perdido la noción del tiempo. Me arrebataron de mi familia desde la nueva ley. Traté de resistirme y me enviaron aquí.”

Dierdre miraba hacia el vacío como si lo viviera todo de nuevo.

“Cada día me esperan nuevas torturas,” continuó. “Primero era el hijo, después el padre. Me pasan como si fuera un juguete y ahora…yo… soy nada.”

Observó a Kyra con una intensidad que la asustó.

“Ahora sólo quiero morir,” pidió Dierdre. “Por favor, sólo ayúdame a morir.”

Kyra la miró horrorizada.

“No digas eso,” dijo Kyra.

“Traté de tomar un cuchillo el otro día para matarme—pero se me resbaló de las manos y me capturaron de nuevo. Por favor. Te daré lo que sea. Mátame.”

Kyra negó con la cabeza, pasmada.

“Escúchame,” dijo Kyra sintiendo una nueva fuerza interior elevándose dentro de ella, una nueva determinación al ver la petición de Dierdre. Era la fuerza de su padre, la fuerza de generaciones de guerreros que pasaba dentro de ella. Y más que eso: era la fuerza del dragón. Una fuerza que no sabía que tenía hasta este día.

Tomó a Dierdre por los hombros y la miró a los ojos tratando de que la escuchara.

No vas a morir,” dijo Kyra firmemente. “Y ellos no te van a hacer daño. ¿Me entiendes? Vas a vivir. Yo me aseguraré de eso.”

Dierdre pareció calmarse tomando parte de la fuerza de Kyra.

“Lo que sea que te hayan hecho,” continuó Kyra, “ya está en el pasado. Pronto vas a ser libre, vamos a ser libres. Vas a empezar tu vida de nuevo. Seremos amigas y yo voy a protegerte. ¿Confías en mí?”

Dierdre la miraba claramente conmocionada. Finalmente asintió calmada.

“¿Pero cómo?” preguntó Dierdre. “No lo entiendes. No se puede escapar de aquí. No sabes cómo son—”

Ambas saltaron mientras la puerta de hierro se abría. Kyra miró como el Señor Gobernador entraba seguido de media docena de hombres, y acompañado por un hombre que era su misma imagen, con esa misma nariz abultada y mirada de suficiencia, tal vez en sus treinta. Debió ser su hijo. Tenía el mismo rostro estúpido de su padre con la misma mirada de arrogancia.

Todos cruzaron el calabozo acercándose a las celdas y sus hombres sostenían antorchas alumbrando la celda. Kyra miró a su alrededor con la luz brillante horrorizada al ver por primera vez el lugar en el que estaba, al ver las manchas de sangre en todo el piso. No quiso ni imaginarse quién más había estado aquí o que les había pasado.

“Tráiganla aquí,” ordenó el Gobernador a sus hombres.

Se abrió la puerta de la celda y los hombres entraron mientras pusieron a Kyra de pie, con los brazos detrás de su espalda y sin poder liberarse por mucho que lo intentó. La trajeron cerca del Señor Gobernador y él la examinó de arriba a abajo como si fuera un insecto.

“¿No te lo advertí?” dijo suavemente con una voz baja y oscura.

Kyra frunció el ceño.

“La ley Pandesiana te permite tomar a las chicas no casadas como esposas, no como prisioneras,” dijo Kyra desafiante. “Estás violando tu propia ley al encarcelarme.”

El Señor Gobernador les dio una mirada a los otros y todos se echaron a reír.

“No te preocupes,” dijo dándole una mirada, “Voy a hacerte mi esposa. Muchas veces. Y mi hijo también; y cualquier otro que yo desee. Y cuando acabemos contigo, si es que no te hemos matado todavía, entonces te dejaré vivir tus días aquí abajo.”

Él sonrió de forma maligna claramente disfrutando esto.

“Y en cuanto a tu padre y tu gente,” continuó, “he cambiado de opinión: los vamos a matar a cada uno de ellos. Pronto no serán más que una memoria. Y me temo que ni siquiera eso: Yo me encargaré de que Volis sea borrado de los libros de historia. Mientras hablamos, una división entera del ejército Pandesiano se acerca para vengar a mis hombres y destruir tu fortaleza.”

Kyra sintió una gran indignación crecer dentro de ella. Trató con desesperación de invocar su poder, lo que sea que le había ayudado en el puente, pero para su consternación este no vino. Trató de moverse y sacudirse pero no pudo liberarse.

“Tienes un espíritu fuerte,” dijo. “Eso es bueno. Voy a disfrutar rompiendo ese espíritu. Lo voy a disfrutar mucho.”

Él volteó la espalda como si estuviera a punto de irse cuando de repente, sin ninguna advertencia, se volteó y la golpeó con el dorso de la mano con todas sus fuerzas.

Era un movimiento que ella no se esperaba, y Kyra sintió que el poderoso golpe impactaba su mandíbula y la mandaba rodando al piso junto a Dierdre.

Kyra, aturdida y con dolor en la mandíbula, se quedó ahí mirando hacia arriba observando cómo se iban. Mientras todos dejaban la celda cerrándola detrás de ellos, el Señor Gobernador se detuvo y miró hacia abajo entre las barras.

“Esperaré hasta mañana para torturarte,” dijo sonriendo. “He descubierto que mis víctimas sufren más cuando han tenido una noche entera para pensar en lo que les espera.”

Dejó salir una horrible risa contento consigo mismo y entonces se volteó junto con sus hombres y salieron del calabozo, con la gran puerta de hierro cerrándose detrás de ellos como un ataúd en el corazón.

CAPÍTULO VEINTISIETE

Merk caminaba a través del Bosque Blanco al atardecer, con sus piernas doliéndole y el estómago gruñendo mientras trataba de mantener la fe de que la Torre de Ur estaba allá en el horizonte y que eventualmente llegaría a ella. Trataba de concentrarse en cómo sería su nueva vida una vez que llegara, en cómo se convertiría en un Observador y empezaría de nuevo.

Pero no podía enfocarse. Desde que se había topado con esa muchacha, desde que había escuchado su historia, lo había estado molestando. Él trataba de sacarla de su mente, pero sin importar lo que intentara no podía hacerlo. Estaba seguro de que se había alejado de una vida de violencia. Si volviera a buscarla y la ayudara a matar a esos hombres, ¿cuándo terminarían los asesinatos? ¿Es que no habría otro trabajo, otra causa justo detrás de esta?

Merk caminó y caminó golpeando el suelo con su bastón con hojas quebrándose bajo sus pies, furioso. ¿Por qué tuvo que habérsela topado? Era un gran bosque; ¿por qué no pudieron ir por caminos distintos? ¿Por qué la vida siempre le arrojaba este tipo de cosas, cosas que no podía entender?

Merk odiaba las decisiones difíciles y odiaba el dudar; en toda su vida siempre había estado tan seguro de todo, y había tomado esto como uno de sus puntos fuertes. Siempre había sabido quién era. Pero ahora, no estaba tan seguro. Ahora estaba dudando.

Maldijo a los dioses por hacerlo que se topara con esta chica. ¿Por qué las personas no podían cuidarse solas? ¿Por qué siempre lo necesitaban? Si ella y su familia no podían defenderse por sí mismos, ¿entonces por qué merecían vivir? Si los salvaba, ¿no vendría otro depredador tarde o temprano para matarlos?

No. No podía salvarlos. Eso no les ayudaría. Las personas tenían que aprender a defenderse por sí mismas.

Y aun así pensaba que tal vez había una razón por la que se la había topado. Tal vez estaba siendo probado.

Merk miró hacia el cielo, con la puesta de sol en el horizonte apenas visible entre el Bosque Blanco, y pensaba en su nueva fe.

Probado.

Era una palabra fuerte, una fuerte idea, una que no le gustaba. No le gustaba lo que no podía entender, lo que no podía controlar, y ser probado era precisamente eso. Mientras caminaba atravesando las hojas con su bastón, Merk sintió que su mundo cuidadosamente construido se colapsaba todo a su alrededor. Antes, su vida había sido sencilla; pero ahora se sentía como un desagradable estado de cuestionamientos. Se había dado cuenta de que estar seguro de cosas en la vida era fácil; el cuestionar las cosas era lo difícil. Acababa de salir de un mundo de blanco y negro y entraba a uno lleno con sombras de gris, y la duda lo incomodaba. No entendía en quién se estaba convirtiendo y esto era lo que lo molestaba más.

Merk subió una colina con hojas crujiendo y respirando pesado pero no de cansancio. Mientras llegaba a la cima, se detuvo y observó y, por primera vez desde que había empezado este viaje, sintió un rayo de esperanza. Casi no podía creer lo que estaba viendo.

Ahí estaba, en el horizonte, brillando con la puesta de sol. No era una leyenda, no era un mito, sino un lugar real: la Torre de Ur.

Colocada en un pequeño claro en medio de un vasto y oscuro bosque, se levantaba una antigua torre circular de piedra, de tal vez cincuenta yardas de diámetro y elevándose junto con la línea de los árboles. Era la cosa más antigua que él jamás había visto, más antigua incluso que los castillos en los que había servido. Tenía un aura misteriosa e impenetrable. Podía sentir que era un lugar místico. Un lugar de poder.

Merk respiró profundo exhalando con cansancio y alivio. Lo había conseguido. El verla aquí era como un sueño. Finalmente tendría un lugar para estar en el mundo, un lugar al cual llamar hogar. Tendría una oportunidad de empezar su vida de nuevo, una oportunidad de arrepentirse. Se convertiría en un Observador.

Sabía que debería estar feliz, doblar el paso y ponerse en marcha para recorrer el último tramo del camino antes de que cayera la noche. Y aun así mientras trataba de hacerlo, no podía dar el primer paso. Se quedó ahí congelado con algo molestándole.

Merk se dio la vuelta pudiendo ver el horizonte en todas las direcciones, y en la distancia, contra la puesta de sol, vio humo negro elevándose. Fue como un golpe en el estómago. Sabía de dónde procedía: de la chica. Su familia. Los asesinos lo estaban quemando todo.

Siguiendo el rastro de humo se dio cuenta de que todavía no habían llegado hasta la granja. Aún estaban en las orillas de sus campos. Pronto llegarían. Pero por ahora, por estos preciosos últimos minutos, ella estaba a salvo.

Merk se tronó el cuello como solía hacerlo cuando estaba dividido por un conflicto interno. Se quedó parado moviéndose en su lugar, lleno de una gran sensación de incomodidad e incapaz de seguir adelante. Se dio vuelta y miró hacia la Torre de Ur, el destino de sus sueños, y sabía que debía continuar. Había llegado, y ahora quería relajarse y celebrar.

Pero por primera vez en su vida brotó un deseo en su interior. Era el deseo de actuar desinteresadamente, el deseo de actuar puramente por amor a la justicia. Sin ninguna cuota y sin ninguna recompensa. Merk odiaba este sentimiento.

Merk se hizo para atrás y gritó en guerra consigo mismo, en guerra con el mundo. ¿Por qué? ¿Por qué justo ahora?

Y entonces, a pesar de cada parte de sentido común que tenía, se encontró dándole la espalda a la Torre y caminando hacia la granja. Primero caminaba, luego trotaba y ahora corría.

Mientras corría algo dentro de él se estaba liberando. La Torre podía esperar. Era el momento de que Merk hiciera algo bueno en el mundo. Era tiempo de que esos asesinos se encontraran con alguien de su tamaño.

CAPÍTULO VEINTIOCHO

Kyra se sentaba contra la fría pared de piedra, con los ojos rojizos mientras observaba los primeros rayos de luz que pasaban por las barras de la celda cubriendo la habitación con una luz pálida. Había estado despierta toda la noche como lo había predicho el Señor Gobernador, viendo en su mente le horrible castigo que se le avecinaba. Pensaba en lo que le habían hecho a Dierdre, y trataba de no pensar en las maneras en las que estos crueles hombres tratarían de romperla.

Kyra pensó en su mente en mil maneras de resistirse y escapar. El espíritu de guerrero en ella se rehusaba a romperse; preferiría primero morir. Pero mientras pensaba en todas las posibles maneras de desafiarlo y escapar, seguía volviendo a un sentimiento de desesperanza y desamparo. Este lugar estaba más bien vigilado que cualquier otro lugar en el que había estado. Estaba en el medio del fuerte del Señor Gobernador, una fortaleza Pandesiana, un complejo militar masivo con miles de soldados. Estaba lejos de Volis, e incluso si de alguna manera lograba escapar, sabía que no llegaría lejos antes de que la cazaran y la mataran. Y eso asumiendo que Volis todavía existía para que ella regresara. Peor aún, su padre no sabía en dónde estaba y nunca iba a saberlo. Estaba completamente sola en el universo.

“¿No dormiste?” dijo una voz suave rompiendo su meditación.

Kyra miró a Dierdre que estaba sentada junto a la otra pared con su rostro iluminado por la primera luz de la mañana, viéndose muy pálida y con círculos negros bajo sus ojos. Parecía estar completamente abatida y miraba a Kyra con ojos hechizados.

“Yo tampoco dormí,” Dierdre continuó. “Estuve pensando toda la noche en lo que te van a hacer—lo mismo que me hicieron a mí. Pero por alguna razón me duele más pensar en ellos haciéndotelo a ti que a mí. Yo ya estoy rota; no queda nada de mi vida. Pero tu aún eres perfecta.”

Kyra tuvo una profunda sensación de temor al contemplar sus palabras. No podía imaginarse los horrores por los que había pasado su nueva amiga, y el verla de este modo solamente aumentó su determinación de pelear.

“Debe haber otra manera,” dijo Kyra.

Dierdre negó con la cabeza.

“Aquí no queda nada más que una vida de miserable existencia. Y después la muerte.”

Entonces vino el sonido repentino de una puerta abriéndose en el pasillo del calabozo, y Kyra se levantó preparada para enfrentarse a lo que viniera, preparada para pelear hasta la muerte si era necesario. Dierdre de repente se puso de pie y corrió hacia ella tomándola del codo.

“Prométeme una cosa,” insistió Dierdre.

Kyra vio la desesperación en sus ojos y asintió.

“Antes de que te lleven,” dijo, “mátame. Estrangúlame si tienes que hacerlo. No me dejes seguir viviendo así. Por favor. Te lo ruego.”

Mientras Kyra la observaba, tuvo un sentimiento de determinación que crecía dentro de ella. Se sacudió su autocompasión, todas sus dudas. En ese momento supo que tenía que vivir. Si no por ella, entonces por Dierdre. No importaba lo sombría que se viera la vida, sabía que no podía rendirse.

Los soldados se acercaron con sus botas haciendo eco y haciendo sonar sus llaves, y Kyra, sabiendo que quedaba poco tiempo, se volteó y tomó a Dierdre por los hombros de manera firme y la miró directo a los ojos.

“Escúchame,” le imploró Kyra. “Tú vas a vivir. ¿Me entiendes? No sólo vas a vivir, sino que vas a escapar junto conmigo. Vas a empezar una vida de nuevo, y va a ser una vida hermosa. Juntas, nos vamos a vengar de las basuras que te hicieron esto. ¿Me escuchas?”

Dierdre la miraba dudando.

“Necesito que seas fuerte,” insistió Kyra y dándose cuenta que también lo decía para ella misma. “El vivir no es para los débiles. Morir, rendirse, eso es para los débiles—el vivir es para los fuertes. ¿Quieres ser débil y morir? ¿O deseas ser fuerte y vivir?”

Kyra siguió mirándola con intensidad mientras la celda se llenó con la luz de las antorchas y llegaron los soldados—y finalmente pareció que pudo ver algo cambiar en los ojos de Dierdre. Fue como un pequeño destello de esperanza seguido por una pequeña afirmación con la cabeza.

Se escucharon las llaves y la puerta de la celda se abrió mientras ella veía cómo se aproximaban. Unas manos ásperas y callosas la tomaron de las muñecas y Kyra fue extraída de la celda con la puerta cerrándose detrás de ella. Dejó que se la llevaran con facilidad. Necesitaba conservar energía. Ahora no era el momento para pelear. Tenía que atraparlos con la guardia baja, encontrar el momento perfecto. Sabía que incluso un poderoso enemigo simpre tenía un momento de vulnerabilidad.

Dos soldados la sostenían y por la puerta de hierro apareció un hombre al que Kyra apenas reconoció: el hijo del gobernador.

Kyra parpadeó confundida.

“Mi padre me envió para llevarte,” dijo mientras se acercaba, “pero yo te voy a tener primero. Claro que esto no le va a gustar cuando se entere—¿pero qué va a hacer cuando ya sea muy tarde?”

El rostro del hijo se contorsionó en una sonrisa fría y maligna.

Kyra sintió un frío temor mientras observaba a este hombre enfermo que se lamía los labios y la examinaba como si fuera un objeto.

“Lo ves,” le dijo acercándose y empezando a quitarse su capa de pieles, con su aliento visible en la celda fría, “mi padre no necesita saber todo lo que sucede en este fuerte. A veces me gusta disfrutar yo primero de lo que pasa por aquí—y tú, querida, eres un buen espécimen. Voy a divertirme contigo. Después te voy a torturar. Pero te voy a dejar viva para tener algo que llevarle.”

Sonrió acercándose tanto que podía oler su terrible aliento.

“Tú y yo, querida, nos vamos a poner muy cómodos.”

El hijo le hizo una  señal a los guardias y ella se sorprendió al ver que la soltaban y se hacían para atrás, cada uno retirándose hacia un lado de la habitación para darle espacio.

Y ahí estaba ella con sus manos libres, furtivamente analizando la habitación y analizando las probabilidades. Había dos guardias cada uno armado con una espada larga y el hijo mismo, que era más alto y más ancho que ella. No le sería posible derrotarlos a todos incluso si estuviera armada, que no lo estaba.

Notó que en la esquina más alejada y apoyadas en la pared estaban sus armas—su arco y su bastón junto con sus flechas—y su corazón empezó a latir más rápido. Lo que daría para tenerlas ahora.

“Ahh,” dijo el hijo sonriendo. “Buscas tus armas. Aún piensas que puedes sobrevivir a esto. Veo el desafío en ti. No te preocupes, pronto te romperé eso.”

Inesperadamente el hijo la golpeó con el dorso de la mano tan fuerte que la dejó sin aliento, con el rostro entero pulsándole de dolor. Kyra se tambaleó cayendo de rodillas con sangre saliéndole de la boca, con el dolor despertándola con rudeza y zumbando en sus oídos y cabeza. Se quedó agachada de manos y rodillas tratando de recuperar el aliento, dándose cuenta de que esto era un poco de lo que estaba por venir.

“¿Sabes cómo domamos a nuestros caballos, querida?” preguntó el hijo mientras se paraba sobre ella y reía con crueldad. Un guardia le lanzó el bastón de Kyra y el hijo lo atrapó y sin perder ningún momento lo levantó y lo dejó caer en la espalda expuesta de Kyra.

Kyra gritó con un dolor insoportable y cayó de rostro a la piedra, sintiendo como si hubiera roto todos los huesos de su cuerpo. Ella apenas si podía respirar, y sabía que si no hacía algo pronto, quedaría lisiada de por vida.

“¡No!” grito Dierdre rogando detrás de las barras. “¡No la lastimes! ¡Tómame a mí en su lugar!”

Peor el hijo la ignoró.

“Se inicia con bastón,” le dijo a Kyra. “Los caballos salvajes se resisten, pero si los rompes una y otra vez, si los golpeas sin misericordia día tras día, en algún momento se van a someter. Serán tuyos. No hay nada mejor que infligir dolor a otra criatura, ¿no es verdad?”

Kyra sintió movimiento y con la esquina de su ojo pudo ver cómo levantaba el bastón de nuevo con una mirada sádica, preparándose para un golpe mucho más fuerte.

Los sentidos de Kyra se intensificaron y su mundo se desaceleró. El sentimiento que había tenido en el puente vino de prisa como un calor familiar, uno que inició en el plexo solar y se extendió a todo su cuerpo. Sintió como se llenaba de energía, con mucha más fuerza y velocidad de la que podía soñar.

Imágenes aparecieron enfrente de sus ojos. Se vio a sí misma entrenando con los hombres de su padre, sus entrenamientos, cuando aprendió a sentir dolor sin paralizarse, el cómo pelear con varios atacantes al mismo tiempo. Anvin la había lastimado sin parar por horas, día tras día, hasta que había perfeccionado su técnica, hasta que se había vuelto parte de ella. Ella había insistido en que los hombres le enseñaran todo sin importar lo dura que fuera la lección, y ahora todo volvía hacia ella. Había entrenado precisamente para un momento como este.

Mientras estaba derribada con el impacto del dolor detrás de ella, con el calor posándose sobre su cuerpo, Kyra miró hacia el hijo y sus instintos se activaron. Moriría, pero no ahí, no hoy, y no por la mano de este hombre.

Recordó una antigua lección: El piso te puede dar una ventaja. Mientras más alto sea un hombre, más vulnerable será. Las rodillas son un objetivo fácil si te encuentras en el piso. Bárrelas. Se desplomarán.

Mientras el bastón caía sobre ella, Kyra de repente puso las palmas en la piedra, se levantó lo suficiente para tener ventaja y giró su pierna rápida y decisivamente apuntando a la parte de atrás de las rodillas del hijo. Con todas sus fuerzas, sintió la satisfacción de golpear el punto suave detrás de ellas.

Sus rodillas se doblaron y él estaba en el aire, cayendo de espaldas con un sonido y el bastón cayéndosele de las manos y rodando en el piso. Apenas si creía que había funcionado. Mientras caía, cayó con el cráneo en el piso crujiendo tan fuerte que ella estaba segura de haberlo matado.

Pero él debió haber sido invencible pues de inmediato empezó a sentarse, mirándola con el veneno de un demonio y preparándose para atacarla.

Kyra no espero. Se puso de pie y fue por su bastón que estaba en el piso a varios pies de distancia, sabiendo que si tan sólo pudiera tomar su arma, tendría una oportunidad contra todos estos hombres. Pero mientras corría para tomarlo el hijo saltó tratando de tomarla por la pierna para detenerla.

Kyra reaccionó con su agilidad tomando el control y saltó como un gato por encima de él evitando que la tomara, y cayó rodando detrás de él tomando su bastón mientras lo hacía.

Ella se quedó de pie sosteniendo su bastón con cuidado delante de él, agradecida de tener su arma de vuelta con el bastón ajustándose perfectamente a sus manos. Los dos guardias se acercaron con sus espadas rodeándola y ella de inmediato miró a todos lados como un animal herido y acorralado. Se dio cuenta que era afortunada de que todo pasara tan rápido, pues esto le dio tiempo antes de que se unieran los guardias.

El hijo se puso de pie limpiándose sangre de la boca con el dorso de la mano y se rio de ella.

“Ese fue el error más grande de tu vida,” dijo. “Ahora no sólo te voy a torturar—”

Kyra ya había tenido suficiente de él y no iba a permitir que golpeara primero. Antes de que terminara de hablar, Kyra se lanzó hacia adelante levantando el bastón y golpeando rápidamente, como el mordisco de una serpiente, justo en medio de los ojos. Fue un golpe perfecto, y él gritaba mientras ella le rompía la nariz con un crujido que había hecho eco.

Él cayó de rodillas gimiendo y tomándose la nariz.

Los dos guardias vinieron hacia ella con sus espadas apuntando hacia la cabeza. Kyra giró su bastón y bloqueó una espada con chispas saliendo del metal, e inmediatamente lo giró y bloqueó la otra justo antes de que la golpeara. Así continuó bloqueando un golpe tras otro, con ellos viniendo tan rápido que ella apenas tenía tiempo de reaccionar.

Uno de los guardias blandió muy fuerte y Kyra vio una apertura: levantó su bastón y lo bajó en su muñeca expuesta golpeándola y haciendo que soltara la espada. Mientras caía en el piso con un sonido metálico, Kyra golpeó de costado en la garganta del otro guardia, aturdiéndolo, y después lo giró golpeando al primer guardia en la cien, derribándolo.

Kyra no se quiso arriesgar: mientras uno de los guardias trataba de levantarse, saltó en el aire y dejó caer su bastón sobre su plexo solar—y entonces mientras se doblaba lo pateó en el rostro dejándolo noqueado. Y mientras el otro guardia rodaba tomándose la garganta y empezando a levantarse de nuevo, Kyra lo golpeó en la parte de atrás de la cabeza noqueándolo también.

Kyra de repente sintió unos brazos duros sosteniéndola por detrás y se dio cuenta que el hijo había vuelto; él trataba de sacarle la vida, de hacer que soltara su bastón.

“Buen intento,” le decía al oído, con su boca tan cerca que podía sentir su aliento caliente en la nuca.

Kyra, con un destello de energía pasando por ella, recobró la fuerza lo suficiente para empujar con los brazos, ajustar los codos, y escapar del abrazo del hombre. Ella entonces tomó su bastón y lo giró detrás de ella hacia arriba con ambas manos por en medio de las piernas del hijo.

El gimió cayendo de rodillas y ella se acercó poniéndose encima de él, mientras él finalmente indefenso la miraba sorprendido con ojos llenos de dolor.

“Dile hola a tu padre por mí,” dijo levantando su bastón y golpeándolo con todas sus fuerzas en la cabeza.

Esta vez se colapsó inconsciente en la piedra.

Kyra, respirando con dificultad y aún enardecida, revisó su trabajo: tres hombres, hombres formidables, estaban en el suelo sin moverse. Ella, una chica indefensa, lo había conseguido.

“¡Kyra!” dijo una voz.

Se volteó y recordó a Dierdre, y sin perder otro segundo corrió a través de la habitación. Tomando las llaves de la cintura del guardia abrió la celda y, al hacerlo, Dierdre corrió hacia sus brazos abrasándola.

Kyra la hizo hacia atrás y la miró a los ojos queriendo saber si estaba mentalmente preparada para escapar.

“Es hora,” dijo Kyra firmemente. “¿Estás lista?”

Dierdre se quedó de pie, pasmada, viendo lo que había pasado en la celda.

“Lo derrotaste,” dijo Dierdre mirando sus cuerpos sin creerlo. “No puedo creerlo. Lo derrotaste.”

Kyra miró como algo cambió en los ojos de Dierdre. Todo el miedo se esfumó, y Kyra vio a una mujer fuerte saliendo de lo profundo, una mujer a la que no reconoció antes. Ver a sus atacantes inconscientes le hizo algo, le dio una nueva fuerza.

Dierdre caminó hacia una de las espadas que estaban en el piso, la tomó y caminó hacia el hijo que aún estaba derribado inconsciente. Miró hacia abajo e hizo una mueca de desprecio.

“Esto es por todo lo que me hiciste,” dijo.

Levantó la espada con manos temblorosas y Kyra pudo ver que había una gran batalla en su interior mientras dudaba.

“Dierdre,” dijo Kyra suavemente.

Dierdre la miró con un rostro de duelo.

“Si lo haces,” dijo Kyra, “serás justo como él.”

Dierdre se quedó ahí con brazos temblorosos pasando por una tormenta emocional, y finalmente bajó la espada soltándola en la piedra. Resonó a sus pies.

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
09 eylül 2019
Hacim:
272 s. 5 illüstrasyon
ISBN:
9781632912824
İndirme biçimi:
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 5, 1 oylamaya göre
Metin PDF
Ortalama puan 4, 2 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 4,4, 7 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 5, 4 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 5, 1 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 4,8, 6 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 5, 1 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 4,8, 5 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 5, 2 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre