Kitabı oku: «El dragón. De lo imaginado a lo real», sayfa 4

Yazı tipi:

Por lo tanto, en la zona de Cataluña es posible observar hacia el siglo XII la existencia de un círculo significativo de scriptoria consolidados en su propia tradición pictórica, aunque con lazos ultrapirenaicos cada vez más afianzados. Esto es perceptible también en las novedades de la escultura monumental y en la pintura mural, la cual alcanzó un evidente impulso en este momento.

Resumiendo, los dominios territoriales de León y Castilla concentraron entre el siglo XII e inicios del XIII, la mayor variedad y riqueza de producciones pictóricas en materia de manuscritos. Asimismo, principalmente el área catalana y la ciudad de Toledo experimentaron otras tendencias de iluminación codicológica a partir de resoluciones locales más específicas y transitando otros procesos.

3. El surgimiento del Estilo 1200 en el contexto de esplendor del románico hispánico

Estos cambios experimentados en la miniatura ibérica estuvieron en total sintonía con las innovaciones estilísticas prósperas en el ámbito internacional. Ya en el siglo XII, el románico había alcanzado un indiscutible desarrollo en la Península Ibérica. Tanto en arquitectura, como en escultura y pintura, este estilo había generado un considerable impacto y había logrado una enorme difusión, en especial por todo el norte ibérico. Como anteriormente indiqué, esto fue posible en gran medida gracias a la importancia sustancial del camino a Santiago de Compostela y a las rutas que provenían de Francia convergentes en Puente la Reina desde donde avanzaba el itinerario principal161. Este último atravesaba los centros citadinos y monásticos más activos a nivel político y económico, lo cual permitió solventar el desarrollo del románico, además de contar con el soporte y fomento proporcionado por Cluny. Tal como expone Serafín Moralejo, las urbes regias fundamentales como Pamplona, Jaca, Nájera, Burgos y León –entre otras– estaban ubicadas sobre la ruta principal, así como también los monasterios y panteones reales más destacados como San Juan de la Peña, Santa María de Nájera, San Salvador de Leyre, Santa María de las Huelgas, Sahagún y San Isidoro de León, estaban situados sobre ella o en sus proximidades162. En este sentido, el estilo románico logró tener una amplia popularidad, expansión y transmisión de sus formas impulsadas en gran parte por el fenómeno de peregrinación.

Las imágenes románicas que comenzaron a configurarse en el siglo XI y que se consolidaron en el XII, se caracterizaron por evidenciar tanto en las manifestaciones materiales tridimensionales como en el plano bidimensional, figuras cada vez más sólidas, rotundas y corpóreas al mismo tiempo que más gestuales y expresivas163. Las formas utilizadas para representar personajes bíblicos, humanos, animales y elementos fitomorfos, además de espacios naturales y entornos arquitectónicos, adquirieron diseños más concretos y corpóreos, afianzados en la escultura a partir de una mayor volumetría de las masas y en la pintura mediante el progresivo uso de pasajes cromáticos de valor. Los drapeados de las vestimentas representadas comenzaron a responder a estos mismos principios, así como la vitalidad gestual de los personajes, remitiendo en gran medida a diversos modelos clásicos y a fórmulas retóricas procedentes de la Antigüedad grecolatina164. En efecto, las tipologías románicas en general hicieron uso de una iconografía compleja y mixta dependiendo de sus variantes locales y de las diversas readaptaciones y reinterpretaciones de fórmulas de raigambre oriental, helenística e incluso bizantina165.

No obstante, comenzaron a producirse importantes cambios en las manifestaciones artísticas hispánicas hacia la segunda mitad del siglo XII y en particular a inicios del siglo XIII. Nuevas tendencias y corrientes estilísticas provenientes de Europa emprendieron un nuevo diálogo con el vocabulario románico ya instalado. Esta dicotomía fue pronto reconciliada a partir de una interesante y heterogénea fusión de elementos románicos y temprano-góticos que dio lugar a nuevos modos de representación. Ciertamente, Joaquín Yarza Luaces

caracterizó la segunda mitad del siglo XII como una etapa de experimentación, como “(…) un laboratorio de experiencias que no es el gótico ni tampoco ya el románico inmediatamente anterior”166. Así, comenzaron a difundirse las innovaciones estilísticas procedentes de Francia, Italia e Inglaterra en torno al 1200, las cuales no podrían haberse dado sin el sustancial germen del románico167.

Por otra parte, los cambios producidos en la escultura monumental también dan cuenta de este proceso. El Pórtico de la Gloria creado por el Maestro Mateo y su taller hacia finales del siglo XII e inicios del siglo siguiente, revela una importante mixtura estilística,168 con figuras cada vez más estilizadas y humanizadas. Además, otros monumentos arquitectónicos hispánicos revelan las novedades introducidas a través de Francia y de otros focos artísticos europeos. David Simon ha indicado algunos casos puntuales, como los capiteles claustrales de la Catedral de Pamplona, los cuales evidencian fuertes lazos con las corrientes provenzales o de Aviñón, la fachada de la iglesia de Santiago en Carrión de los Condes o las esculturas del claustro de Santo Domingo de Silos, con figuras cuyos drapeados pueden asimilarse a ciertos patrones formales de Languedoc, Borgoña y París169. También ha subrayado la notoriedad de elementos expresivos de raíz claramente románica que pueden observarse incluso en el arte del Maestro Mateo y en obras de fines del siglo XII provenientes de otros centros hispánicos como de Ávila, Silos, Oviedo y Carrión de los Condes, pues en ellas abunda la animación en las figuras, así como también componentes emocionales y dramáticos que envuelven cada vez con mayor soltura y movimiento las representaciones170. Alicia Miguélez Cavero, quien estudió en profundidad la gestualidad en el arte románico, conviene con la idea de que, en especial a partir de los cambios sociales, económicos, políticos y culturales que delimitaron la apertura del siglo XIII (entre ellos crecimiento comercial, citadino, administrativo y organizacional, y el surgimiento de las universidades), comenzó a desarrollarse una mayor utilización del lenguaje y de las modalidades de comunicación escritas, aunque con un aumento simultáneo de diversos repertorios gestuales171. Así, esta mayor gestualidad y desenvoltura de las formas nacidas en el románico, continuó adoptando otras facetas expresivas en este momento de quiebres e innovaciones decisivas.

Como resultado de todo ello, el siglo XIII trajo consigo una radical metamorfosis estilística. Se produjo entonces el pasaje del románico al denominado Estilo 1200 o arte del 1200, el cual estaba adquiriendo una significativa amplitud y difusión internacional172, llegando a propagarse paulatinamente por los reinos cristianos hispanos (ver Figura 3, en pág. 66). El Estilo 1200 consolidó tendencias ultrapirenaicas francesas e inglesas, diferentes elementos de raíz clásica y un marcado gusto por las formas de corte bizantino173. En el norte y centro de Italia, estos diversos elementos fueron también ampliamente explorados, especialmente en la pintura sobre tabla y en mosaicos. En un primer momento, en el marco de variados focos de talleres pictóricos, destacaron entre otros, Giunta Pisano y Bonaventura Belinghieri, mientras que, hacia la segunda mitad del siglo XIII, Duccio y Cimabue afianzaron las formas bizantinas, así como Pietro Cavallini, Filippo Rusuti y Jacopo Torriti desde la escuela romana, persiguieron más bien la impronta antigua clásica174. Al mismo tiempo, en Inglaterra esta corriente pictórica estaba circulando fundamentalmente en importantes centros de producción de manuscritos, tales como Winchester, St. Albans, Canterbury, Oxford y Londres, adoptando para ese ámbito el nombre The Channel Style o Early Gothic175. Además, estaba obteniendo un amplio desarrollo en Francia, en especial en París y en el sur franco por donde comenzó a expandirse hacia el área peninsular.

Los mencionados cambios estilísticos lograron concretarse y tener éxito a partir de la incursión de una importante corriente general bizantinista, activa tanto en los principales focos monásticos de iluminación de códices como en talleres seculares, consolidándose fuertemente en torno a la primera mitad del siglo XIII176. Debemos considerar que ya durante el transcurso del siglo XII la iconografía, los temas y los esquemas de origen bizantino o ítalo-bizantino habían alcanzado una relevante jerarquía y difusión, avanzando desde Italia por el continente europeo e inclusive llegando hasta Inglaterra177.

En consecuencia, las transformaciones formales por las que atraviesan las miniaturas hispánicas en este periodo están totalmente vinculadas al auge del Estilo 1200 y a las renovaciones plásticas que éste propuso. Pese a que las tipologías de iluminación experimentaron variaciones al ser producidas en diferentes scriptoria y adoptar por ende reformulaciones locales, es posible observar la notoria potencia y persistencia que alcanzó este estilo de corte internacional en las tendencias pictóricas ibéricas de esos siglos. Como analizaré en los siguientes capítulos, la complejidad de las letras capitales, el detallismo y el preciosismo en los trazos para la obtención de variados entramados visuales, el marcado horror vacui de figuras en sintonía con el gusto por las formas ornamentales fitomorfas, pero también con abundantes y específicos seres zoomorfos, resultaron síntomas conformes a estos giros estilísticos innovadores.




Capítulo II
La figura del dragón: definición y modalidades representativas


1. Entre el mundo de las serpientes: la tradición iconográfica del dragón medieval

Si pensamos en la imagen prototípica del dragón, enseguida imaginamos un enorme reptil con fauces amenazantes, lengua serpentina y fuego que sale por su boca; su cuerpo repleto de ásperas escamas, portando grandes alas, crestas múltiples y cola puntiaguda. Esto no es casual, sino que es el resultado de un importante cúmulo de fuentes, tanto escritas como iconográficas, que fueron configurando a lo largo del tiempo la apariencia de este animal imaginario. Tal es así, que esta criatura zoomorfa logró forjar una notoria impronta en el Occidente medieval. La figura dragontina estuvo presente en la cotidianidad de las sociedades medievales y formó parte de un amplio abanico de representaciones propias de su cultura visual, siendo plasmada en miniaturas y marginalia de diversas tipologías de libros, en los variados motivos heráldicos e, incluso, en capiteles y en diversos componentes escultóricos. La popularidad del dragón y su lugar preponderante en la mentalidad medieval estuvo ligada a su asociación general con las fuerzas demoníacas, al ser un agente diabólico destinado a esparcir maldad178. Bajo estos propósitos, su morfología corpórea se ha caracterizado por una hibridez siempre mutable. La heterogeneidad de sus formas consistió en la amalgama de diversas partes de otros animales tales como serpientes, anfibios, leones y águilas –entre algunas de las especies más reconocibles–, aunque fundamentalmente portando semblantes serpentiformes y alados179. Su aspecto físico monstruoso estuvo acompañado de comportamientos violentos y por un carácter irascible, feroz y peligroso. Pertenece a un orden infra animal, siempre cambiante y multiforme, lo que constituye su monstruosidad180. Así, veremos cómo estas características tanto corporales como actitudinales contribuyeron a reforzar los significados malignos atribuidos a esta bestia desde el pensamiento medieval cristiano.

No obstante, la figura dragontina asumió tipologías y simbolismos cultural y temporalmente ambivalentes. Esto puede comprobarse observando sus cambios desde ciertas sociedades orientales y occidentales de la Antigüedad, hasta su presencia en la idiosincrasia medieval. En líneas generales, de Oriente a Occidente, el dragón adoptó dos polaridades bien distintas: la de ser guardián y la de constituirse en un símbolo demoníaco181. Siguiendo estos lineamientos, experimentó un pasaje formal y conceptual de ser una criatura apotropaica a una totalmente nociva.

Asimismo, quisiera subrayar en estas primeras páginas que nuestro posicionamiento teórico sobre la construcción cultural del dragón en la Edad Media hispánica remite indefectiblemente a la definición brindada sobre este animal por Isidoro de Sevilla en sus Etymologiae. Este compendio enciclopédico escrito a inicios del siglo VII es deudor a su vez, de diversas concepciones antiguas de Plinio el Viejo y, a través de éste, de postulados aristotélicos. Adelantándome un poco a los temas que trataré con mayor detalle en las siguientes páginas, es importante aclarar que Isidoro de Sevilla clasificó al dragón dentro del grupo de las serpientes (De serpentibus), otorgándole la característica particular de ser la más grande de ellas182; una especie de “reina-madre” entre la especie. Esta noción de dragón como tipología de serpiente intentó ser explicada por el erudito cartaginés mediante la etimología del término latino draco derivado del griego drakón183, aludiendo a una gran serpiente, que ya desde la perspectiva antigua greco-latina era designada como enemiga del águila y del ichneumon184, así como también del elefante185, entre algunas de las especies animales con las que combatirá186. Tales vínculos entre lo dragontino y lo serpentino pueden detectarse, como comprobaremos, tanto en fuentes escritas como en fuentes iconográficas antiguas y medievales.

Entonces, considerando como punto de anclaje conceptual esta clasificación isidoriana y medieval del dragón en tanto serpiente de grandes dimensiones, es posible examinar cómo se produjo su gradual metamorfosis desde las imágenes de la Antigüedad al Medioevo, partiendo de la representación de serpientes grandes y monstruosas, hasta llegar a figuras dragontinas mucho más complejas y compuestas por rasgos de serpientes y reptiles variados. Así, propongo realizar un breve recorrido por los diversos antecedentes iconográficos dragontinos y por sus graduales modificaciones hasta llegar a su tradición representativa medieval187.

1.1. La tradición dragontina en la Antigüedad

Ya en las culturas antiguas es posible encontrar diferentes criaturas vinculadas a los seres dragontinos. Por lo general, la Antigüedad asoció la figura monstruosa del dragón directamente a la serpiente: característica que luego será retomada en la Alta Edad Media188, remitiendo a su modo de actuar traicionero y maligno, germen del pecado original. Esta actitud de trasposición simbólica no es fortuita. La serpiente, un animal salvaje pero visible en los ambientes cotidianos, reunía tanto en su fisonomía como en su actitud un marcado componente bestial. Su piel escamosa, áspera y viscosa; sus ojos rasgados y amenazantes; sus fauces feroces delimitadas por sus colmillos y su larga lengua, además de su cuerpo largo y ágil, fueron características que contribuyeron a la consolidación de su perfil peligroso. La serpiente era un animal al que se le temía y se debía aniquilar. No sólo constituía una completa amenaza para la vida de los mismos humanos, sino también para la de los rebaños y animales domésticos, por lo que también ponía en riesgo cotidiano el desarrollo de las actividades económicas y productivas. Otro elemento que podemos observar en continuidad entre la época antigua y la medieval consiste en el tópico recurrente de lucha entre el hombre contra la serpiente-dragón o el dragón en sí mismo. Esta oposición que deviene en un combate concreto suele significar una alegoría del combate del bien contra el mal, por lo que la derrota de las fuerzas malignas y caóticas terminaría por restituir el orden cosmogónico ansiado.

Esto puede observarse con claridad en el mito de la serpiente Apofis del Antiguo Egipto. Se creía que Apofis era una serpiente gigantesca que hacía peligrar diariamente la salida de Ra (el sol), al querer destruir la barca solar en la realización de su itinerario nocturno189. Habitaba en las aguas profundas del inframundo y todos los días batía duelo contra Seth quien protegía el curso de la barca. Sin embargo, aunque Seth alanceara, descuartizara y quemara al monstruo gigante todas las noches, éste volvía a regenerarse al día siguiente, significando esto una batalla constante entre las fuerzas malignas y benignas. Este combate permanente involucraba la contraposición del ma’at contra el ifset: la amenaza del principio fundamental de orden y armonía cósmica a causa de la falsedad y el caos. En este sentido, la serpiente Apofis encarnó la idea del retorno continuo del caos que, como ella, al fin y al cabo, nunca puede ser aniquilado, pues aunque abatido momentáneamente siempre retorna para intentar quebrantar el orden190. Es esta situación incorruptible del monstruo que, sin embargo, no tenía ni vista ni oído191, la que simbolizó la regeneración infinita del caos primigenio y de las fuerzas del mal. Uno de los registros iconográficos que han sobrevivido sobre este tema, se encuentra en la tumba privada de Inherkhau correspondiente al periodo ramésida, en cuyos frescos parietales, hay una escena del gato sagrado apuñalando a Apofis192. Se trata indefectiblemente de un monstruo implacable.

Asimismo, también es posible encontrar diferentes características dragontinas en la amplia diversidad de seres de la mitología mesopotámica antigua. En esta área del Oriente Próximo, bajo la sucesión de los diversos imperios, las criaturas y dioses fueron representados con una mayor corporalidad, asumiendo cuerpos de cuadrúpedos, principalmente tomando formas felinas. En el periodo asirio tardío (ca. 1000-612 a.C.), los palacios de los reyes se decoraron con largos frisos de pinturas y relieves que conmemoraban campañas militares o bien representaban escenas de lucha para demostrar el poder vencedor del soberano. Su concepción vinculada al peligro provenía de la idea sumeria de animal como adversario, concepto que las sociedades occidentales luego atribuyeron al diablo193. En este contexto, los seres de inspiración dragontina comenzaron a conformarse, a partir de la unión de formas aviarias, leoninas y serpentinas. Según Sara Arroyo Cuadra, del águila leontocéfala concentrada en la figura de Imdugud (Dios de la Tormenta), surgieron las derivaciones iconográficas mesopotámicas del dragón leonino y del dragón serpentiforme, y de este último, la figura del grifo194. Particularmente para nuestro marco de estudio, quisiera focalizarme en las figuras dragontinas combinadas con el león y con la serpiente. Del Templo de Ninurta ubicado en Nimrud (destruido por un incendio en el 612 a.C.), nos han llegado registros de un bajorrelieve ejecutado durante el reinado de Assurnasirpal II (siglo IX a.C.) en el que aparece un guerrero y un demonio en plena batalla195 (Figura 4, en pág. siguiente). Mientras algunos autores refieren a la existencia de un genio alado y un dragón196, otros reconocen a Ninurta (dios de la guerra) matando a Anzu, un pájaro-demonio197.


Debemos tener en cuenta que la mitología mesopotámica es muy extensa y que la denominación de sus seres fue variando según los diferentes imperios. El demonio representado en el relieve posee cuerpo, cabeza y garras delanteras de león, patas traseras de ave y grandes alas, adoptando el carácter híbrido dragontino. De hecho, la diosa babilónica Tiamat, asimilada también a esta figura, era la deidad dragona maligna del caos, aspecto recogido en la epopeya Enuma elis, que especifica cómo era el universo antes de que Tiamat fuera asesinada por Marduk, reestableciéndose así el orden cosmogónico198. Una vez más, se trata de un relato tendiente a demostrar la restitución del orden contrapuesto al caos original, a partir de su destrucción y la de sus agentes monstruosos serpentinos199. Luego de darle muerte a la dragona, Marduk utilizó su cadáver para crear el universo:

Le aplastó el cráneo y desmembró sus extremidades; una parte se convirtió en el cielo y la otra en el lecho de las profundidades. De sus ojos agujereados fluyeron los grandes ríos: el Tigris y el Éufrates. Las serpientes monstruosas del ejército de Tiamat se convirtieron en estatuas que decoraron el templo de Ea200.

En la representación de la dragona destaca su cuerpo leonino cubierto en parte con plumas, con extremidades musculosas y potentes, rematadas en filosas garras, mientras que de su lomo parten dos enormes alas. Su rostro feroz y amenazante, con las fauces abiertas, será un motivo iconográfico muy extendido, incluso si pensamos en las posteriores bocas infernales medievales.

En el segundo caso, el dragón serpentiforme se manifestó en el mušḫuššu mesopotámico en tanto criatura híbrida cuya difusión iconográfica se desarrolló desde los acadios hasta al menos el helenismo de la Antigüedad griega201. Se trató de otro temprano antecedente dragontino de cuerpo escamoso, patas delanteras leoninas y patas traseras con garras aquiliformes, aunque con cola y cuello que acusan formas totalmente serpentinas. Este ser primero fue vinculado al dios Ninazu y ya en Babilonia, a Marduk202. En el marco del imperio Neobabilónico (612-539 a.C.), la Puerta de Ishtar (hoy reconstruida en el Museo Pérgamo de Berlín) incorporó una representación en ladrillos vidriados del mušḫuššu (Figura 5), alternándose con figuras taurinas. Unos y otros quedan afrontados en forma especular a ambos lados de la puerta, evidenciando un sentido de protección y guardia203. La desarrollada cola del mušḫuššu también parece una extensión serpentina, característica que posibilitó engendrar poco a poco una tipología dragontina que, combinada con elementos felinos y leoninos, alcanzaría un gran éxito en la configuración de los dragones occidentales medievales.


En la Antigüedad grecolatina, el dragón mítico también se dirimió en combates al ser un enemigo primordial tanto del ámbito divino como humano. Según Daniel Ogden, la perspectiva antigua estableció dos polaridades semánticas paralelas en torno a los drakontes: como grandes serpientes del mundo real y como serpientes de enormes dimensiones combinadas con rasgos de otros animales o con elementos antropomorfos en un extremo más bien fantástico204. No obstante, igualmente aludió a las múltiples facetas de activa intervención por parte de estas grandes serpientes en ritos, en sueños proféticos, en diversos procesos de metamorfosis, como guardianas de los dioses e incluso asociadas al inframundo205. Sumado a ello, diferentes luchas míticas entre duplas antropo-zoomorfas, entre deidades y guerreros tales como Zeus, Apolo, Hércules, Cadmo, Perseo y Sigfrido, entre tantos otros, tuvieron que subyugar dragones-serpentinos206, representando estas criaturas monstruosas un claro símbolo del mal y del caos aun en tiempos antiguos. Por ejemplo, como ha distinguido Sara Arroyo Cuadra, Apolo debió vencer a un dragón para amparar a su madre; también había dragones que custodiaban las manzanas de las Hespérides, contra los cuales Hércules tuvo que batallar, al igual que con la hidra207; así como el dragón de la Cólquida, al nunca caer dormido, resguardaba permanentemente al vellocino de oro presente en la saga de Jasón y los Argonautas208. En este último sentido, sus roles resultaron ambivalentes ya que además de significar siempre una adversidad terrorífica contra la cual luchar, en varias ocasiones los dragones fueron representados además como guardianes de tesoros y en esta faceta presentaron lazos relacionales con la figura del grifo209.

Si comparamos los mitos de Cadmo, Zeus y Hércules vinculados a los dragones210 y algunos programas iconográficos presentes en cerámicas griegas, donde ellos son protagonistas, nos percataremos de la importancia de la resolución serpentiforme del monstruo211, aunque con extremas variaciones. En el caso de Cadmo, conmovido éste por la desaparición de su hermana Europa al ser raptada por Zeus, emprendió un viaje para efectuar su rescate. Al ir al oráculo de Delfos se le indicó que dejara a un lado la búsqueda, que encontrara una vaca que portara un signo en forma de luna y que la siguiera para fundar una ciudad (la cual sería Tebas) en el lugar en donde ésta se detuviera. Lo hizo y fundó así Boecia, mató a la vaca en honor a Atenea y consignó recoger agua de una fuente para sus seguidores. Allí es cuando se topó con el dragón de Ares que la custodiaba, quien devoró a los hombres. Cadmo asesinó al monstruo y siguiendo las recomendaciones de la sabia diosa Atenea, le sacó sus dientes serpentinos y sembró la mitad, de los que nacieron guerreros que fueron dominados por Cadmo y de cuyos supervivientes surgieron las cinco estirpes de la nobleza de Tebas. Como consecuencia de haber aniquilado a la bestia, Cadmo tuvo que servir durante ocho años a Ares212. En una cerámica de figuras rojas del siglo IV a.C., es posible encontrar la escena de lucha entre el héroe griego y el dragón (Figura 6). Allí, este último adquiere una evidente forma de serpiente, con su cuerpo enroscado en círculos o anillos, sus marcadas escamas y su actitud de inminente ataque.


Por su parte, el combate entre Zeus y Tifón213 (tifonomaquia) tuvo lugar a raíz del destronamiento de su padre Crono, que fue retado a luchar contra este monstruo nacido de Gea en una verdadera batalla de dimensiones cósmicas214. Zeus lo atacó con sus rayos, pero Tifón le arrebató los tendones de sus piernas y fue rescatado por Hermes215. Esta versión del mito responde a la de Apollodorus (Bibliotheca 1. 6. 1-3)216, en la cual los tendones de Zeus también son custodiados por la dragona Delfine, aunque también el relato aparece con variantes en la Teogonía de Hesíodo y en las Dionisíacas de Nonno de Panópolis, entre algunas de las principales fuentes antiguas217. En este último episodio, Tifón resultó vencido por Zeus al ser aplastado por una parte de la Península Itálica, aunque sin poder matarlo, por lo que el mito indica que del Etna continuó surgiendo eternamente su aliento terrorífico218. Una vez más, aparece patente esta idea del caos no mitigado por completo, sino contenido por medio del triunfo del orden. Por otro lado, la caracterización de este monstruo guarda relación con el aspecto serpentino-dragontino griego, aunque con ciertas alteraciones formales. Según el mito, Tifón poseía cola de serpiente y cabezas también en ocasiones definidas como cabezas serpentinas219. De esta manera, se buscó resaltar su carácter bestial a partir de la figura serpentina multiplicada.

En otra pieza cerámica, esta vez de figuras negras, hallamos una representación curiosa del monstruo220, con torso y cabeza antropomorfa, pero con extremidades de serpientes (Figura 7). Nótese, sin embargo, que éste es alado, lo cual, junto con su parte inferior rematada en formas serpentinas guarda vínculos con posteriores variaciones dragontinas.


Asimismo, el segundo trabajo destinado a Hércules por parte del rey Euristeo, consistió en dar muerte a la hidra de Lerna221. Se trataba de una enorme serpiente de nueve cabezas las cuales, al ser cortadas, se duplicaban. El gran monstruo sólo pudo ser abatido gracias a la ayuda de Yolao, quien luego de cada decapitación, cauterizó el tronco de los cuellos, impidiendo así que las cabezas volvieran a crecer222.

En una cerámica griega del siglo VI a.C., la representación de esta escena se despliega a partir de la figura central del monstruo con los dos héroes flanqueándolo (Figura 8). Su bestialidad es subrayada mediante la disposición rítmica de cuellos con cabezas serpentinas, las cuales emergen de un mismo cuerpo grueso, potente y anudado en forma circular. De esta manera se observa, por un lado, la insistencia en recurrir a la figura de la serpiente, a sus características físicas y a sus comportamientos para el proceso de configuración de estos monstruos contra los que los héroes y divinidades griegas combaten. Por el otro, la necesidad de acentuar su aspecto bestial, apelando a diferentes recursos formales como el agrandamiento de su cuerpo y de sus dimensiones, así como la multiplicación de sus cabezas.

Los escritos clásicos también describieron al dragón bajo tipologías similares: con cuerpo de serpiente y a veces con alas que le permitían volar, o con fauces enormes con las que devoraban a hombres y animales. Así, su aspecto serpentino es una constante también por su mención en las obras escritas. Por ejemplo, Aristóteles refirió a la serpiente como uno de los animales más voraces, pues intenta asirse de todo lo que encuentra, desde pajarillos y otros animales hasta tragar huevos223. Plinio el Viejo señaló en su Naturalis Historia, la astucia de los dragones respecto de los elefantes, quienes sorprenden a estos cuadrúpedos agazapados desde lo alto de los árboles; entrelazan la cola en sus patas y al querer los elefantes desatar los nudos con sus trompas, los dragones terminan metiéndose por sus trompas, les impiden respirar y los desgarran en su interior, además de atacar sus ojos, por lo que suelen quedar ciegos224.


Otro tipo de embestida según Plinio se basaba en la absorción de la sangre extremadamente fría de los elefantes por parte de los dragones, dándoles un mordisco en las orejas. Esto generaba, sin embargo, que muchas veces los elefantes cayeran al suelo desangrados y terminaran aniquilando con el peso de sus cuerpos a los dragones, al quedar estas bestias inmovilizadas y ebrias de sangre225. En estas menciones, se destaca justamente el carácter serpentino del dragón, por su capacidad de reptar incluso subiéndose en árboles, de enroscarse y de atacar mordiendo con gran voracidad. A continuación, Plinio prosiguió refiriéndose a diversas serpientes procedentes de la India e incluso de Italia, señalando a Macrobio y a Metrodoro de Escepsis, y destacó su gran tamaño para deglutir cerdos, toros, aves o incluso niños enteros226. Por su parte, Eliano también agregó que el dragón-serpiente, oculto en las ramas de los árboles, disimula la mitad de su cuerpo por el follaje, dejando visible su parte inferior como si fuese una cuerda, lo que le permitía atacar al elefante, sacarle los ojos y estrangularlo con su cola227. Estar al acecho permanente, esperar a la mínima señal de avance de la presa y mirar sin ser visto han sido características dragontinas exaltadas desde los autores clásicos, así como también la aguda capacidad de visión de estas bestias228.

Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.

Türler ve etiketler

Yaş sınırı:
0+
Hacim:
446 s. 145 illüstrasyon
ISBN:
9788418095535
Yayıncı:
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Seriye dahil "Ideas en debate. Serie Historia antigua~moderna."
Serinin tüm kitapları
Metin
Ortalama puan 4,7, 363 oylamaya göre
Ses
Ortalama puan 4,2, 752 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 4,9, 126 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 4,7, 28 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 5, 72 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre