Kitabı oku: «El norte de Jalisco», sayfa 2

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Las autoridades virreinales señalaban que los indígenas se habían vuelto “turbulentos”, que colindaban con los “serranos nayaritas y […] los taraumares y tepeguanes de la Nueva Vizcaya, estos últimos estaban acusados gravemente de infidelidad y aún de coligación con los apaches y por último que había principios de iguales sospechas contra los referidos colotlanes” (AGS: 7050-1, no. 769, s.f.), por lo tanto, era necesaria una descripción minuciosa que permitiera tener un panorama amplio del gobierno fronterizo y emitir una recomendación para su mejor administración. De ahí que se buscara un militar para hacer el informe del estado de las Fronteras de Colotlán. Debía ser alguien de confianza para el virrey, pues era una tarea delicada; se trataba de un gobierno en donde mantener la calma significaba tener resguardada la ruta comercial de la plata y, asimismo, conservar libre de rebeliones una región en donde las alianzas, incluso con indios alejados de Colotlán, podían materializarse en cualquier momento, y con ello desestabilizar la economía regional: el trabajo en las minas, el intercambio comercial y la producción agroganadera.

Calleja llegó a la Nueva España, junto con Revillagigedo, con el título de capitán agregado al regimiento de infantería fijo de Puebla. Hacia 1788 el virrey buscaba un “oficial de guerra instruido en su profesión, buen matemático y de acreditado talento, eficacia, prudencia y conducta”, para llevar a cabo el análisis de la situación que vivían las Fronteras de Colotlán, específicamente en el sentido militar, pues se mantenía una compañía de indios flecheros resguardando los límites. La trayectoria de Calleja en el servicio castrense era excepcional, tenía experiencia en el reclutamiento y organización de varias compañías presidiales antes de visitar Colotlán, por lo que conocía lugares fronterizos y su funcionamiento.6 No es gratuito que Revillagigedo decidiera enviar a Calleja a una zona con un fuerte sello militar. En el oficio que se le extendió dice lo siguiente:

Como en usted concurren las circunstancias de talento, conducta, amor al servicio y deseos de acreditarlo; tengo por conveniente confiarle el reconocimiento prolixo [sic] de las milicias, pueblos y misiones de yndios [sic] de las fronteras de Colotlán; y provincia del Nayarit en los términos que previene la instrucción adjunta (AGS: 7050-1, cuaderno 1, fj. 16v., 21 de abril de 1790).

El objetivo de enviar a Calleja era para recabar información sobre las milicias de indios flecheros y su posible sustitución por compañías de dragones, es decir, de mestizos armados con el fin de desarticular las compañías de flecheros y quitarles sus prerrogativas como indios fronterizos, lo cual los llevaba a tener un estatus social inferior y, entre otras cosas, los obligaba a pagar tributo. En esos momentos la recaudación era un tema de sumo interés para la Corona española. También se le pidió que indagara sobre la vida cotidiana, las condiciones sociales y materiales de los pueblos, con el propósito de “desarmar a los indios”, de acercarlos a la fe católica, de contribuir a la tranquilidad de los pueblos estableciendo algunas familias españolas y de anexar sus pueblos a las jurisdicciones cercanas (AGS: 7050-1, cuaderno 1, fj. 19f).

La intención del virrey consistía en eliminar el carácter de frontera del gobierno coloteco y convertirlo en una jurisdicción más, lo cual daría nuevas obligaciones a sus habitantes; la más clara era pagar tributo. Sin embargo, no era una tarea sencilla debido a que fue creado para salvaguardar la seguridad de la Corona y apaciguar un espacio donde se libró un sangriento encuentro entre colonizadores y colonizados: la Guerra Chichimeca. Finalmente, la creación del gobierno fue una solución en donde unos y otros llegaron a un acuerdo para mantener la paz de un espacio que permitía el avance de los europeos hacia territorios norteños, otorgando a los colotecos privilegios que pueblos indígenas de otras latitudes no gozaban.

La petición de Revillagigedo del informe del gobierno fronterizo no es única: en 1783 se recopilaron noticias de autoridades civiles, eclesiásticas y militares acerca de los pobladores de Colotlán, sus ocupaciones, costumbres, forma de gobierno, número de habitantes, etc. Una compilación de dichos testimonios se encuentra en Colotlán doble frontera contra los bárbaros (Velázquez, 1961), y se hicieron con el fin de saber si podían cesar las excepciones con las que habían vivido los colotlecos y disgregar el gobierno para que formara parte de las diversas alcaldías que lo circundaban.

La compilación está constituida por una serie de informes redactados en 1783 a petición del virrey Matías de Gálvez, además contiene un estudio introductorio realizado por María del Carmen Velázquez. La autora señala que el territorio sobre el que el virrey pedía informes era “desde tiempos prehispánicos, el lindero de los pueblos civilizados con los bárbaros del Norte” (Velázquez, 1961: 7). La región de Colotlán constituyó la frontera de avance español hacia el norte, formada gracias a las alianzas entre distintos pueblos indígenas y españoles. Coincido con Velázquez al afirmar que las Fronteras de San Luis Colotlán formaban “una especie de baluarte contra los enemigos del gobierno colonial: indios bárbaros, rebeldes y malhechores” (Velázquez, 1961: 10). Las Fronteras de Colotlán no eran sólo una línea divisoria entre “indios bárbaros” e indios aliados a la Corona española. El gobierno fronterizo tenía características muy específicas, con una sociedad que reunía en su seno grupos de origen racial diverso; ser indio fronterizo significaba no pagar tributos, “se traducía en independencia de la burocracia administrativa, libertad de cargas económicas y conciencia de ser importantes en la república dominada por los españoles”, y se constituyó en una forma de vida (Velázquez, 1961: 19). Ser colotleco implicaba una identidad sociocultural, designaba el lugar de origen y la fuerte organización comunitaria para defender su autonomía y rechazar el control colonial.7 En el aspecto económico era una región que satisfacía sus propias necesidades; los pobladores sembraban maíz, tenían huertas, ganado mayor y menor, y otros completaban su sustento con el comercio de sal, madera, mezcal y el trabajo en las minas y haciendas cercanas.

El objetivo de los informes recopilados por Velázquez y el de aquel realizado por Calleja era el mismo: reformar el gobierno de las Fronteras de Colotlán; y se vincula con dos eventos: conflictos jurisdiccionales entre Nueva Galicia y Nueva España con respecto a la administración y control de Colotlán, y la implementación de las reformas borbónicas8 con motivo de la ascensión de los Borbones al trono, que, inspirados en la Ilustración, proponían, entre otras cosas, la división del territorio en intendencias.9

El entorno económico

Con el descubrimiento de las minas zacatecanas, el abastecimiento de granos y carne era necesario para mantener a los trabajadores y continuar con la extracción de minerales. Las haciendas agroganaderas, ubicadas alrededor de las minas se fueron multiplicando paulatinamente, convirtiéndose en unidades de producción redituables; si bien producían menos ganancias que las minas, su ingreso era constante. Gracias a las extensas zonas de pastizales la ganadería se consolidó como una de las principales actividades en el septentrión novohispano. Las haciendas agroganaderas proveyeron de alimentos, mulas y cueros a las minas y, cuando estas se agotaron, persistieron como empresas rentables (Calderón, 1988: 202). Actualmente, la ganadería continúa siendo una actividad primordial en la región, surtiendo el mercado de carne de varias ciudades de la república mexicana e incluso de algunas ciudades estadounidenses.

La dinámica del gobierno de las Fronteras de Colotlán estuvo relacionada con las bonanzas de los minerales cercanos. Colotlán se convirtió en un lugar necesario para conservar la seguridad de los caminos e impedir los asaltos y saqueos de los viajeros. Por lo tanto, el establecimiento de familias tlaxcaltecas, españolas y criollas otorgó una personalidad particular a la región. En los siglos XVI y XVII el gobierno fronterizo se fue consolidando como un importante bastión español para las exploraciones y conquistas al norte del río Santiago. Su triunfo se debe en parte a la labor de las familias tlaxcaltecas en cuanto a la introducción de nuevas técnicas agrícolas y la sedentarización de los pobladores.

Primero las estancias de ganado y después las haciendas agroganaderas dieron una composición distinta a la sociedad colonial, articulaban lugares cercanos y distantes en torno a una economía centrada en los auges y descensos de la minería. El establecimiento de haciendas dedicadas a la agricultura y la ganadería inició aproximadamente en el siglo XVII, pero fue en la decimoctava centuria cuando se consolidaron las haciendas de mayor poder económico. Las haciendas eran propiedades rurales de base mixta (combinaban agricultura y ganadería basándose en la última, por lo tanto, el uso de la tierra era extensivo), que estaban en manos de criollos o españoles. Su producción estaba dirigida básicamente a los centros mineros de Bolaños, Fresnillo, Sombrerete y Zacatecas.

En el siglo XVII hubo expansión del ganado: se introdujeron algunas especies que no tuvieron mayor problema en adaptarse al terreno y al clima, reproduciéndose y multiplicándose rápidamente. Con la ayuda de la ganadería se colonizó el norte, se establecieron grandes estancias ganaderas en donde las condiciones naturales hacían fácil la reproducción del ganado. Las estancias ganaderas ubicadas al norte de la Nueva Galicia abastecían de ganado a la Nueva España. “A principios del siglo XIX, la Intendencia de Guadalajara producía entre 300 000 y 350 000 reses al año, mientras que el censo vacuno de la región llegaba a más de dos millones de cabezas” (Fujigaki, 2004: 95-96).

La rápida multiplicación del ganado provocó su invasión en terrenos comunales; al respecto, las autoridades coloniales se preocuparon por dar solución al problema, enviando visitadores para que hicieran justicia a los indígenas. Tal irrupción en tierras indígenas era a causa de la trashumancia, es decir, del cambio de ganado de los pastos invernales a los de verano; una práctica común en aquellos días y que hoy se mantiene, la cual tiene su origen en la ganadería española.

Las haciendas ubicadas en las inmediaciones del gobierno fronterizo ocuparon la mano de obra de los indígenas intermitentemente; existía una relación de simbiosis entre unos y otros. Los indígenas hablaban de explotación proveniente de los vecinos “de razón”. Los indígenas que anteponían sus raíces tlaxcaltecas se defendieron de los abusos de los vecinos “de razón”, utilizando argumentos legales para defender su uso de la tierra y los privilegios que les fueron otorgados en las capitulaciones a las primeras familias provenientes del centro de México para poblar el septentrión novohispano. Por su parte, los hacendados señalaban frecuentes robos de ganado. La relación entre indígenas y terratenientes era necesaria para la subsistencia de ambos, ya que sin la mano de obra proporcionada por las comunidades las cosechas se hubieran perdido, en cambio las comunidades necesitaban el trabajo en las haciendas para completar su subsistencia (véase Ultreras, 2005).

En lo que respecta a la minería, en la segunda mitad del siglo XVIII el real de Bolaños repuntó económicamente. A pesar de algunas crisis en la extracción argentífera, las minas de Bolaños tuvieron su primer auge hacia 1740, seguido de retrocesos y ascensos económicos hasta el fin del siglo XVIII (Carbajal, 2002). La articulación de la minería en torno a Bolaños otorgó un nuevo carácter a la economía regional, los habitantes de los pueblos circunvecinos eran contratados en los periodos de mayor extracción argentífera, mientras que las haciendas y los poblados cercanos abastecían de víveres a las minas bolañenses. La frontera parecía consolidada para estos momentos y sus habitantes estaban concentrados en la búsqueda y extracción de mineral, así como en el cultivo de la tierra y la reproducción del ganado.

El recorrido de Félix María Calleja10

El viaje del capitán Calleja comenzó en la Ciudad de México, de donde partió el 12 de mayo de 1790 con rumbo a Querétaro. Pasó por León, Lagos, Aguascalientes, Nochistlán, Juchipila, Jerez, Fresnillo y entró al gobierno de las Fronteras de Colotlán por Huejúcar el 21 de junio del mismo año. La instrucción que recibió Félix María Calleja indica que debía revisar los pueblos de las Fronteras de Colotlán y su estado. El expediente formado con la documentación del informe de Calleja está dividido en seis cuadernos: el primero contiene la instrucción emitida a Calleja, el recorrido del viaje y el resumen de la travesía de Calleja. No es sino hasta el segundo cuaderno donde inicia su diario, describiendo cada lugar que visita; asimismo, informa sobre los resultados de la revisión de milicias de las Fronteras de Colotlán. En el tercer cuaderno señala el estado de la provincia de Nayarit. El cuarto cuaderno es un informe del gobernador de Colotlán, Simón de Herrera, sobre el estado de las Fronteras de Colotlán y la Sierra del Nayar. El quinto cuaderno trata sobre los resultados de la visita de Calleja y sus propuestas para mejorar la frontera con una renovación de las milicias. El sexto y último cuaderno es el reglamento para la formación del nuevo cuerpo de dragones de Colotlán y restructuración de las milicias. Calleja realizó sus informes en tres ocasiones: el 28 de septiembre y el 13 de octubre de 1790, así como el 17 de enero de 1791.

Los pueblos fronterizos

La extensión de la provincia era de “65 leguas de norte a sur y 76 de este a oeste” (AGS: 7050-1, no. 3, s.f.); por el norte colindaba con las jurisdicciones de Fresnillo, Sombrerete y Zacatecas, por el sur con la de Guadalajara y la subdelegación de Hostotipaquillo, por el este con la de Juchipila y parte de la de Jerez, y por el oeste con la provincia de Nayarit y con “el río grande que llaman del Nayarit”. En cuanto a los vecinos “de razón” que tenían haciendas cercanas a los pueblos que conformaban las Fronteras de Colotlán, estos dependían de las jurisdicciones más próximas. En el centro, como una suerte de isla, estaba situado el real de Bolaños, compuesto por los pueblos de Chimaltitán, Gilacatitán, Pochotitán y Goaquasco (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fs. 10v-11f).

El gobierno fronterizo, según datos de Calleja, comprendía veintisiete pueblos, aunque dependiendo de la fuente consultada se contabilizan más o menos lugares. Estaban situados en una extensión de 329.75 leguas cuadradas de terreno, de las cuales 51.25 eran de pan llevar,11 105.25 de pasto y 173.25 de sierra perteneciente al rey por ser terrenos realengos. Los pueblos estaban asentados en las márgenes de los ríos o arroyos. Contaban con cuatro ríos “bastante caudalosos […] [que] desaguan en la mar del sur” y trece arroyos con agua corriente todo el año. El río Chapalagana dividía los límites entre Colotlán y Nayarit. En los meses de junio a septiembre se registraba el temporal de lluvias y los ríos crecían tanto que no era posible cruzarlos hasta que bajara el nivel del agua, hacia fines de octubre (AGS: 7050-1, cuaderno 1, fs. 35f y cuaderno 2, fj. 11v).

Las mediciones que realizó Calleja ubicaban al gobierno de las Fronteras de Colotlán en los 22º 15’ de latitud boreal y 273º de longitud. Se encontró con varios climas a causa de la diversidad de altitudes, además de algunas “cañadas anchas, poco profundas, y que sus inmediatas montañas no impiden la entrada en los vientos”, con bastante calor en ciertas zonas, mientras que en los lugares altos de las sierras “se hielan de frío los ganados” (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fs. 11f-v).


Tabla 1. Pueblos que formaban las Fronteras de San Luis Colotlán, 1790
Real de Bolaños, gobernadorColotlán, un teniente generalHuejuquilla, un teniente particularNueva Tlaxcala, un teniente particular
Ascapulco*+Tepisuaque*+Mamata*+Aposolco*+Ascaltlán*+San Sebastián*+Camotlán*+Ostoco*+HuilacatitánPochotitánChimaltitánCocoascoColotlán*+Soyotatitán (barrio de Colotlán)+Tochopa (barrio de Colotlán)+Santiago*+Santa María*+Talcosagua*+Huejúcar*+Temastián*+Totatiche*+Huejuquilla*+San Nicolás*+Soledad*+Tensompa*+Nostic*+Mezquitique*+Nueva Tlaxcala*+San Andrés del Teúl*+Santa Catalina*+San Andrés Coamiata*+
*Pueblos con bienes comunes (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fj. 50).+Pueblos en los que se manifiesta el número de curatos del gobierno de Colotlán (AGS: 7050-1, cuaderno 2, cuadro número 4) y el número de familias indias y “de razón” (AGS: 7050-1, cuaderno 2, cuadro número 3).

Fuente: elaboración propia con base en el informe de Calleja (AGS: 7050-1, relación número 3, s.f.).


Tabla 2. Distancias a los pueblos de las Fronteras de Colotlán y las jurisdicciones inmediatas, 1790
Nombres de los pueblosDistancias a Colotlán (en leguas)Distancias a las cabeceras de las jurisdicciones inmediatas
A Jerez
San Luis de Colotlán-16
Santiago115
Santa María de los Ángeles214
San Diego Tlalcosagua610
Huejúcar79
Mezquitic18A Fresnillo
35
Nostic2037
Huejuquilla3032
San Nicolás3133
La Soledad3137
Tensompa3339
San Andrés del Teúl50A Sombrerete
12
5510
San Sebastián55A la primera misión de Nayarit (Mesa del Tonati)
22
Santa Catalina5522
San Andrés Coamiata6512
Santiago Totatiche8A Tlaltenango
9
Temastián1011
Acaspulco1213
Asqueltán20A Bolaños
12
Tepisoac3620
Mamata4016
Aposolco4522
Camotlán5523
Ostoco55A Hostotipaquillo
25

Fuente: elaboración propia con base en el informe de Calleja (AGS: 7050-1, cuaderno 1, número 4, fs. 23f-v).

Naturaleza y trabajo

Los pueblos del gobierno fronterizo se ubicaban en diversas altitudes, y así lo informaron las autoridades y visitadores coloniales. En los informes se subraya la fertilidad de las tierras, la variedad de frutos que se podían cosechar, “frutas de tierra caliente, […] de tierra fría y de la mejor especie”, sin olvidar que el maíz y el frijol eran los principales cultivos. Asimismo, se cosechaba trigo en modestas cantidades y existían abundantes pastos. El paisaje en las barrancas y las ásperas sierras se cubría de pinos y mezquites. En los lugares de tierra caliente se criaban animales ponzoñosos, especialmente víboras y alacranes con un veneno extraordinario.

En las sierras se habían encontrado yacimientos mineros, existían muchas minas abiertas, pero pocas contaban con la suficiente cantidad de plata para cubrir los costos de extracción. Calleja indica que poco se había excavado en los yacimientos encontrados por la falta de recursos económicos para hacer perforaciones más profundas, aunado al temor de que los indígenas impidieran las labores (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fs. 12f-v).

Otra actividad económica importante era la elaboración y comercialización de “mezcal” de frutas de la región, que se consumía y transportaba a los reales de Bolaños, Fresnillo, Sombrerete y Zacatecas. La noción de Calleja sobre naturaleza y trabajo contrasta con lo que observó en su visita. Para Calleja la tierra era fértil “para todo género de siembras”, y a pesar de la cantidad de frutos que ofrecían aquellos parajes, los indígenas vivían en la “mayor miseria” (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fj. 12f), ya que no cultivaban ni comerciaban los frutos de las cosechas que podían venderse a buenos precios en los reales mineros cercanos. Sólo sembraban

poco maíz y […] tienen muy corta cría de ganado mayor y lo mucho robado en las inmediatas haciendas de europeos […],13 un terreno que si se cultivara según se debe, y a que será utilísimo animarlos serían sus producciones muy estimables, pero es la lástima que todo se halla inculto por la suma flojedad y desidia de aquellos naturales, tan amantes del ocio y del vicio, contentándose con mantenerse la mayor parte del año a expensas de las frutas y hierbas silvestres que la naturaleza concede a tan fértiles campos (AGS: 7050-1, cuaderno 4, fj. 1f, 653-4).

Calleja, así como otros visitadores (cfr. Velázquez, 1961), aseguraban que los indígenas poseían gran cantidad de terrenos de buena calidad y excelente pasto, y sólo era aprovechado para criar ganado vacuno y caballar, pues en las 22 cofradías que Calleja contabilizó en las Fronteras de Colotlán, había 1 052 cabezas de ganado vacuno y 3 240 de ganado caballar administrados por los párrocos e invertidos en las fiestas. Así, la cría de ganado era una de las principales actividades.

El carácter de los indios

Los indígenas son descritos como insolentes, inquietos, ebrios, indolentes, tumultuosos, guerreros a su modo, crueles, asesinos y tenían completa libertad de viajar por las demarcaciones del gobierno fronterizo gracias al fuero que disfrutaban (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fs. 38v-39f, 29v-30f). Las autoridades coloniales decidieron conservar los privilegios de los indígenas, mismos que mantenían desde 1590, con el fin de obtener su auxilio en el control de insurrecciones de pueblos vecinos.

El carácter de los yndios [sic] en general tímido y cobarde pero vengativo y cruel, cuando se hayan con fuerzas superiores, es en apariencia blando y sumiso, pero siempre con un secreto designio de venganza. Es desconfiado, indolente, perezoso al exceso y adicto a sus costumbres; aman la libertad desordenada y unen los vicios de los pueblos salvajes a los de los civilizados, son por naturaleza hipócritas y ejercitan con tanto fruto esta detestable ficción en lo moral y civil que apenas hay jefe o prelado eclesiástico a quien no compadezca e interese la visita de un hombre desnudo y miserable en que aparece ultrajada toda la misma naturaleza y que se presenta en actitud humilde con semblante compuesto y al parecer sencilla. A pesar de este mal carácter distingue a estos yndios [sic] un respeto y veneración sin límites por el nombre del Rey que, aunque sea aparente bien manejada puede producir ventajas (AGS: 7050-1, cuaderno 2, fj. 50f).

Provincia de Nayarit

Existieron varios intentos de colonizar y evangelizar la provincia de Nayarit. En el siglo XVII, tras diversas incursiones por los laberintos serranos, los franciscanos no habían logrado evangelizar completamente la sierra nayarita. Hacia 1722 las autoridades coloniales solicitaron los servicios de los jesuitas para evangelizar a los nayaritas. Los jesuitas tomaron las riendas de la evangelización y se establecieron en los pueblos de Santa Teresa, Mesa del Tonati, Santa Gertrudis, Nuestra Señora de Guadalupe, Guaynamota, San Juan Bautista, San Pedro Ixcatán, entre otros (De la Torre, 2001: 267). Cuando los jesuitas fueron expulsados, los franciscanos retomaron la administración de las misiones.

En este contexto y con las innumerables quejas que el virrey recibía de los abusos cometidos por los religiosos en la provincia de Nayarit, colindante con el gobierno de las Fronteras de Colotlán, envió a Calleja para revisar la zona y tener una idea general de quiénes eran los nayaritas y cómo vivían. Asimismo, se pidió la recomendación de Calleja sobre la posibilidad de incorporar la provincia de Nayarit al gobierno colotlense.

La provincia de Nayarit estaba ubicada en una porción de la escarpada Sierra Madre, colindando con los tarahumaras al norte y noroeste, “distantes 40 a 160 leguas, teniendo que atravesar para venir a esta la intendencia de Durango, Mesquital de la sierra”; por el este confinaba con la provincia de Colotlán, demarcada por numerosos milicianos; por el oeste con las costas del mar del Sur; por el sur con la intendencia de Guadalajara y la jurisdicción de Tepic (AGS: 7050-1, cuaderno 3, fj. 11f). Comprendía ocho misiones y seis pueblos de visita divididos como se muestra en la tabla 3.


Tabla 3. Misiones del Nayar y sus pueblos
MisionesPueblos de visita
Mesa del Tonati-
Jesús MaríaSan Francisco
San Juan PeyotánSanta Rosa
Santa TeresaLos Dolores
San Pedro Yscatán-
El RosarioSan Juan Coropa
San Ignacio Guainamota-
Santa FeSan Diego y San Juan Buenavista

Fuente: elaboración propia con información obtenida de AGS (7050-1, cuaderno 3, fj. 22f, 24f).

Naturaleza y trabajo

Las características del terreno, según el informe de Calleja, indicaban cultivos abundantes de maíz, frijol, chile, cacao y vainilla; los últimos eran ingredientes apreciados en la gastronomía europea, por ende, desde la óptica de nuestro relator, se podía hacer buen comercio con ellos. A pesar de que el cultivo de esos productos era posible, su comercialización era complicada debido a los malos caminos y las largas distancias entre los pueblos de Nayarit y las jurisdicciones más cercanas, lo cual aumentaba el precio de los productos al momento de su comercialización, poniéndolos en desventaja.

En los lugares escarpados y de mayor altitud de la inexpugnable sierra sobresalía la producción de madera de pino y palo de Brasil, mientras que la caña dulce y el tabaco “silvestre” se cultivaban en pequeñas cantidades, solamente para el consumo local (AGS: 7050-1, cuaderno 3, fs. 14v-15f).

Calleja subrayaba la abundancia de minerales de plata que no se explotaban, “más de 50 descubiertos […] y no hay ningún cerro que no contenga ley de plata”, pero no se puede aseverar que la información fuera exacta. Le sorprendía la “miseria y abatimiento” en la que vivían los indígenas a la vista de la cantidad de minerales sin explotar, porque como todos “los de su especie […] indolentes y perezosos al exceso, nada aprecian el dinero ni las cosas que lo vale” (AGS: 7050-1, cuaderno 3, fj. 11f, 15f). Esta afirmación parece más un juicio de valor sobre el carácter de los indígenas, fundado en la noción de naturaleza, productividad y explotación de los colonizadores.

Para reforzar su argumento sobre el carácter poco industrioso de los indígenas, Calleja señalaba que mientras estos no tenían más de 500 reses, los vecinos “de razón” poseían alrededor de 4 000 cabezas de ganado y completaban su sustento con la siembra y “el trafico de arriería” (AGS: 7050-1, cuaderno 3, fj. 4f). Desde la perspectiva emprendedora y “civilizada” de los visitadores, los indígenas se conformaban con poco, es decir, no aprovechaban al máximo los recursos que tenían al alcance, solamente extraían de la naturaleza lo básico para subsistir. En cambio, los europeos mantenían un espíritu más resuelto en cuanto a la puesta en marcha de nuevos proyectos para acrecentar sus ingresos y elevar su estatus social. Para los colonizadores la vasta extensión de montes, sierras y bosques, aunado a los diversos ríos y arroyos, era propicia para la ganadería extensiva. Pero los indígenas tenían una práctica distinta del uso de los recursos naturales, comunal y en apariencia aunada al ciclo religioso, de acuerdo con el reporte de Calleja sobre bienes de cofradías: 22 cofradías con 1 052 cabezas de ganado vacuno y 3 240 de ganado caballar; mientras que la organización española y mestiza giraba en torno a la propiedad privada y el comercio. Lo anterior es muestra de los distintos proyectos y prácticas de territorialidad.

El carácter de los indios

El carácter de los indios era “el de la suma desidia […], pusilanimidad y la suma obediencia en quanto [sic] se les manda” (AGS: 7050-1, cuaderno 3, fj. 3v). En comparación con lo que se describe de los pobladores de las Fronteras de Colotlán, a los nayaritas se les reconocía su buen comportamiento, mejores costumbres y “aborrecen el robo, vicio tan dominante en todas las naciones que pueblan la superficie de la tierra”. A causa de su odio a robar dejaban sus casas abiertas cuando salían de sus pueblos, y al regreso encontraban sus pertenencias justo como las habían dejado, sin que nada hiciera falta; si se encontraban algo que no fuera de ellos, lo llevaban con el misionero.

De ellos se decía que eran muy propensos a la “idolatría”, pero Calleja los percibió devotos a la Iglesia, asistiendo a la confesión anual, presentando sus hijos al bautismo y pidiendo los santos óleos cuando su vida corría peligro (AGS: 7050-1, cuaderno 3, fj. 3v). Incluso en los testimonios que Calleja recopiló de los moradores de estas latitudes, menciona que después de hablar con algunos “del tiempo de la conquista” habían manifestado satisfacción en profesar la religión católica.

Las propuestas político-administrativas

Después de revisar los pueblos que componían las Fronteras de Colotlán y la provincia de Nayarit, Calleja señaló algunos puntos que creía conveniente reformar para un mejor control del gobierno fronterizo.

En su opinión, no era prudente agregar algunos pueblos a las jurisdicciones cercanas porque los indígenas perderían su fuero militar, el cual apreciaban. Tampoco creía que se podrían hacer visitas frecuentes en la región debido a la accidentada geografía, por lo tanto, consideró necesario nombrar a un comandante en jefe de un cuerpo de milicias al mando del gobierno y a las órdenes del virrey. “En caso de sublevación en esta provincia, la del Nayarit, o la de la Tarahumara alta, inmediatas a ambas conviene haya a la vista una persona militar con fuerzas suficientes para cortarla en su origen” (AGS: 7050-1, cuaderno2, fj. 37v).

Aprobó la incorporación de los partidos de Bolaños y Nayarit al gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán y la formación de nueve compañías de dragones para el resguardo de la frontera, así como la extinción de las compañías de indios flecheros. Decidió reducir el número de compañías de dragones de 24 a 9, con un total de 630 hombres que serían de gente a caballo y, por lo tanto, se podrían reunir de manera ágil.

Sugirió el repartimiento de solares a familias españolas. Esta medida obedecía a la mezcla de los tlaxcaltecas con otras castas, como negros, mulatos, coyotes, etc., llevándolos a “corrompidas costumbres que los dispone a inobediencias y a mirar con repugnancia cuanto les priva de una vida licenciosa”. De ahí que propusiera la introducción de familias españolas, para hacerlos “de trato más dócil y de mejores sentimientos religiosos” (AGS: 7050-1, no. 117, s.f.).

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