Kitabı oku: «El mediterráneo medieval y Valencia»
EL MEDITERRÁNEO MEDIEVAL Y VALENCIA
ECONOMÍA, SOCIEDAD, HISTORIA
EL MEDITERRÁNEO MEDIEVAL Y VALENCIA
ECONOMÍA, SOCIEDAD, HISTORIA
Paulino Iradiel
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.
Esta publicación forma parte del Proyecto I+D+i «Identidades urbanas Corona de Aragón- Italia: redes económicas, estructuras institucionales, funciones políticas», referencia HAR 2011-28861, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
© Paulino Iradiel, 2017
© De esta edición: Publicacions de la Universitat de València, 2017
Publicacions de la Universitat de València
Ilustración de la cubierta:
Anónimo mallorquín atribuible al taller de Gabriel de Vallseca (ca 1439).
Biblioteca Nazionale Centrale, Florencia
Maquetación: Textual IM
Corrección: Communico-Letras y Píxelex, S. L.
ISBN: 978-84-9134-119-2
ÍNDICE
«PAULINO IRADIEL, HISTORIADOR CRÍTICO DEL MEDIEVALISMO», Germán Navarro y David Igual
PRESENTACIÓN
I. HISTORIOGRAFÍA, METODOLOGÍA Y FUENTES
1. Definir y medir el crecimiento económico medieval
2. La transición y los aspectos del desarrollo comercial y manufacturero en la Europa bajomedieval y moderna
3. Antes de la identidad, las identidades. Reflexiones desde la periferia
4. Economía y sociedad feudo-señorial: cuestiones de método y de historiografía medieval
5. Medievalismo histórico e historiográfico
6. Fuentes de derecho privado: protocolos notariales e historia económica
II. EL MEDITERRÁNEO MEDIEVAL Y LA CORONA DE ARAGÓN
7. La idea de Europa y la cultura de las élites mercantiles
8. Metrópolis y hombres de negocios (siglos XIV y XV)
9. Nápoles en el mercado mediterráneo de la Corona de Aragón
10. La economía de la Corona de Aragón a finales de la Edad Media
III. CORPORACIONES, INDUSTRIA Y COMERCIO
11. En el Mediterráneo occidental peninsular: dominantes y periferias dominadas en la baja Edad Media
12. Corporaciones de oficio, acción política y sociedad civil en Valencia
13. Consecuencias económicas y demográficas de las epidemias del siglo XV en la Corona de Aragón
14. El siglo de oro del comercio valenciano
15. El comercio en el Mediterráneo entre 1490 y 1530
PAULINO IRADIEL, HISTORIADOR CRÍTICO DEL MEDIEVALISMO
Germán Navarro Espinach Universidad de Zaragoza
David Igual Luis Universidad de Castilla-La Mancha
La cercanía que tenemos con el autor de este libro, nuestro querido maestro y amigo el profesor Paulino Iradiel, condiciona sin duda el análisis de su trayectoria historiográfica. Por eso hemos concentrado la atención en la letra de sus publicaciones más que en nuestras conversaciones con él durante tantos años, citando sus propias palabras cuando ha sido posible para ilustrar en primera persona las pinceladas que componen este intento de biografía académica. Para mayor complejidad y como se aprecia por su propio bagaje personal, Iradiel pertenece al clan de los historiadores migrantes e itinerantes cuya mente está habituada a la percepción de múltiples espacios historiográficos. Navarro de nacimiento (Miranda de Arga, 1945), se licenció en la Universidad de Salamanca, de la que luego fue profesor, y obtuvo el doctorado por la Università degli Studi di Bologna, para terminar como catedrático del Departament d’Història Medieval de la Universitat de València hasta su jubilación en calidad de profesor emérito en el curso 2015-2016. Además ha sido director del departamento de Valencia y de su Revista d’Història Medieval, desempeñando también el cargo de decano de la Facultat de Geografia i Història. Y si hubiera que destacar uno entre sus muchos méritos académicos, ese sería sin duda el de formar parte del prestigioso Comité Científico y de la Junta Directiva del Istituto Internazionale di Storia Economica Francesco Datini de Prato (Italia).
Aparte de haber tenido una trayectoria académica excelente, el profesor Iradiel deviene toda una singularidad historiográfica. Siempre se ha caracterizado por escribir ensayos y libros de tono interpretativo profundo en los que ha vertido propuestas innovadoras y alegatos firmes en defensa de la reflexión epistemológica, metodológica y conceptual para los temas tratados. Su compromiso social explícito como docente e investigador –que no ha dejado de expresar en todo momento– le ha acabado convirtiendo en un historiador crítico del medievalismo. Y es que con Iradiel estamos ante una de las voces mejor formadas y más potentes de la historia medieval española de los últimos cincuenta años. Sus escritos no dejan indiferente a nadie y hay que leérselos varias veces para exprimir todo el jugo que rezuman bajo el paraguas de una prosa que resulta tan compleja y contundente como los mismísimos pensamientos que transmite. Véase a título ilustrativo la introducción que ha redactado para justificar esta obra de título sugerente: El Mediterráneo medieval y Valencia.
En las conclusiones de un libro que acabamos de coeditar juntos sobre Identidades urbanas Corona de Aragón - Italia (Iradiel, Navarro, Igual y Villanueva, 2016) dice que está «al final de mucho, o de casi todo», más dispuesto a dar consejos y la penúltima lección (Iradiel, 2016: 327). Sin embargo, la lectura de esas mismas conclusiones o de algunos de los trabajos más recientes que constituyen este libro demuestran que, en verdad, sigue estando a la vanguardia de todo más que al final de mucho o, si se prefiere, ante «la continuidad de mucho» como planteamos también para cerrar la presentación de otro libro colectivo que le hemos dedicado quienes fuimos sus doctorandos (Igual y Navarro, eds. 2017). Nuestro maestro sigue siendo un referente académico vigente porque al día de hoy va por delante en el camino del conocimiento en busca de ideas con las que innovar, profundizar, avanzar, provocar.
El perfil historiográfico que reflejan los artículos que componen la presente obra es el de un especialista en la historia económica y social del mundo urbano de la Corona de Aragón, pero sus publicaciones a lo largo de más de cuarenta años de recorrido trascienden bastante esa etiqueta. Él mismo justifica en el texto introductorio por qué motivos ha elegido esos trabajos y no otros para componer este libro y «hasta qué punto los temas tratados han logrado imponerse como trayectoria de investigación coherente pese a la diversidad de argumentos y de enfoques». Tal vez ha pensado más en los temas que le han ocupado últimamente sobre el mundo mediterráneo medieval desde el observatorio valenciano. También es muy probable que haya querido reflejar sus últimas posturas historiográficas. El hecho es que del conjunto de 15 artículos que ha reunido solo hay cuatro de los años 1986-1993. La mayoría absoluta se publicó desde el año 2000 hasta hoy, incluyendo uno inédito. Por ello creemos que es importante aquí y ahora dibujar algunas líneas en retrospectiva viajando al «principio de mucho» para reivindicar que sin aquellos comienzos no se entienden estas aportaciones.
Vaya por delante, pues, la idea de que en su trayectoria no van a percibirse movimientos de péndulo contundentes como el que hemos visto en otros grandes medievalistas viajando entre opciones temáticas y metodológicas a veces muy distantes. Servirían en ese sentido el caso de Georges Duby, que empezó con Economía rural y vida campesina para derivar, con el paso del tiempo, en Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo; o el de Jacques Le Goff, cuya cuantiosa producción le ha permitido columpiarse sin solución de continuidad entre Mercaderes y banqueros y El Dios de la Edad Media. En el caso de Iradiel no hay tentativas de esa magnitud pero sí que se observan ciertos golpes de timón, que lo han llevado al cabo de los años desde la historia económica marxista de referente italiano a la nueva historia económica anglosajona, pasando de la historia de la industria, la propiedad agraria y el feudalismo al estudio de las élites, la idea de Europa y las identidades urbanas. Como es lógico dichos cambios de ruta no son inocentes o incoherentes. Algunas de esas novedades llevaban una maduración larga en su mente y por fin se han manifestado. Para entenderlo tendremos que acudir a los orígenes de su vida académica, sin salirnos nunca de la materia prima fundamental que utilizaremos y que, como hemos anunciado, es la letra de sus publicaciones.
La obra clave por la que es más conocido es sin duda su Evolución de la industria textil castellana (Iradiel, 1974). Más de cuarenta años después sigue vigente como el primer día tanto como modelo de investigación impecable a la que los jóvenes medievalistas deberían aspirar, como por tratarse de un diagnóstico tan profundo y certero del desarrollo industrial castellano que solo ha sido matizado levemente por otros autores e incluso por él mismo al cabo del tiempo. Es la edición de su memoria o tesis de licenciatura de la Universidad de Salamanca. En ella demostró ser un perfecto conocedor de las manufacturas laneras de Cuenca, pero no se limitó a describir el proceso técnico, sino que pasó a interpretarlo siempre desde la perspectiva de un materialismo histórico depurado, integrándolo en la realidad de la economía europea medieval. Como recuerda en el prólogo su director José Luis Martín, el estudio lo inició antes de conocer al que sería uno de los grandes referentes en la vida académica de Paulino Iradiel, el profesor Federigo Melis, promotor de aquella segunda Settimana di Studi de Prato sobre producción, comercio y consumo de paños de lana. Es cierto, pero conviene apuntar que para llevarlo a cabo estuvo aconsejado desde el principio por el profesor Felipe Ruiz Martín, el cual fue quien le sugirió la documentación de Cuenca. Por añadidura, a finales de los años sesenta Iradiel fue alumno de profesores de la talla de Miguel Artola o José Ángel García de Cortázar, por aquel tiempo docentes en la Universidad de Salamanca. Ambos le influyeron notablemente en su concepción de la historia y en sus perspectivas de interpretación.
Así narra sus comienzos el propio Iradiel en una entrevista bastante posterior:
Yo empecé en el tardofranquismo, pero ya en un momento muy de transición y en un lugar un poco privilegiado. Era el final de la década de los años 60 y principios de los 70, la cosa ya empezaba a cambiar. Y en un lugar privilegiado porque estudié en Salamanca y realmente Salamanca en aquella época era un poco excepcional. Había inquietud, había ya aires bastante europeos, había una excelente Facultad de Historia y, respecto a otras universidades, tenía ciertas ventajas. Sí, se notaba la cerrazón, el nacionalismo un poco insano y fuerte, y el retraso respecto a historiografías europeas, pero no era tanto como en otras universidades españolas. Por ejemplo, yo vine a Valencia en 1981 y todavía encontré un poso de historiografía y de visión que no acababa de lanzarse plenamente hacia una renovación total. Estaba como estábamos en Salamanca 10 años antes. Pero bueno, en los inicios de los años 70 el franquismo se notaba y mucho (Cerdà, 2008).
Su argumento incidía en el hecho de que en Salamanca se comenzaba ya a hablar de marxismo, renovación o Annales en esos momentos. Y no era problema hacerlo respecto a épocas como la Edad Media, por el contrario a las dificultades que ello suponía cuando se pretendía aplicar a la historia del siglo XX, por ejemplo. En ese sentido, Iradiel no reconoce haber tenido una vocación concreta por la Edad Media o por otra época, aunque es cierto que le gustaban más las sociedades anteriores a lo contemporáneo, pero su dedicación al medievalismo fue casi por casualidad. Podría haber sido modernista o historiador de la economía. En verdad también lo es. En suma, lo suyo era vocación de historiador y punto.
Su toma de contacto con Federigo Melis aconteció en 1970. El profesor Antoni Riera describe así sus primeros pasos en la querida Italia:
Paulino Iradiel –recien licenciado– con las sugerentes figuras de Federigo Melis, en el Instituto Internazionale di Storia Economica Francesco Datini de Prato, y de Ovidio Capitani, en la Universidad de Bolonia, había reforzado su opción por la historia social y económica. Con un sólido bagaje teórico, el profesor Iradiel reinició su actividad investigadora en los archivos mediterráneos ibéricos, cuya riqueza en documentación privada le permitió ampliar considerablemente su horizonte temático (Riera, 2001: 14-15).
En efecto, Italia y el Mediterráneo lo atraparon para siempre en el mejor de los sentidos. Su estancia como becario del Colegio de España en Bolonia (1970-1971) le permitió concretar su tesis doctoral sobre la propiedad agraria de esa misma institución que le acogía a él como colegial «albornociano». Y sí, es cierto, el tema visto así suena a cuestión española, pero en la práctica lo convertía de facto en historiador de la economía rural del norte de Italia. Era un medievalista castellano que se transmutaba en italianista. Cuando un extranjero investiga la historia de España lo llamamos hispanista, pues bien españoles como Iradiel lo han hecho acerca de otros países. En su caso bajo la batuta de uno de los mejores maestros del medievalismo italiano, el profesor Ovidio Capitani.
La publicación de la tesis doctoral (Iradiel, 1978) constituye una segunda obra maestra después de la edición de su Evolución de la industria textil castellana cuatro años antes. Sinceramente, más que una memoria de licenciatura y una tesis de doctorado lo que escribió al final fueron dos tesis doctorales. La segunda, la tesis reconocida como tal, ostenta un título extremadamente potente: Progreso agrario, desequilibrio social y agricultura de transición. Fue pensada en Italia –como dice su autor en la presentación– con el apoyo de otro gran historiador del medievalismo italiano, el profesor Antonio Ivan Pini, pero reelaborada sin embargo en el Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Salamanca, quedando claro que fue en ámbito castellano donde había nacido antes su interés por el mundo agrario (Iradiel, 1978: 10).
En el corazón del libro Progreso agrario estaba la idea de que el modelo social es el envolvente del modelo económico, y en ese punto la diferente relación con la tierra que generaba cada familia campesina en su modo de reproducción social es un aspecto fundamental para entender el lugar que ocupaba en la tipología social. De hecho, la delimitación, todo lo más precisa que sea posible, de la empresa agraria, esto es, la individualización del tipo de unidad productiva predominante en dicho territorio durante los siglos XIV-XV, constituye uno de los elementos más fuertes de su trabajo. La primera tarea debe ser reconocer la ubicación y la composición de las unidades de producción. La historia social del campesinado ha de partir siempre de un análisis de las formas de explotación de la tierra aludiendo al medio físico y los recursos naturales disponibles, la demografía y la organización del espacio, y, en suma, las características fundamentales de la economía agropecuaria. Por ese motivo es necesario centrar el campo de investigación en los límites precisos de un área geográfico-económica bien delimitada o de unidades autónomas y perfectamente conocidas de producción.
Entre las ideas importantes que subyacen de la tesis de Iradiel está la de que el análisis de la producción implica la investigación de las formas específicas que reviste la organización de todo el proceso de trabajo social. En todo intento de real convergencia entre análisis económico y conocimiento histórico es fundamental una investigación tendente a identificar con exactitud las relaciones de producción y la concreta estructura económico-social en la que ellas se insertan. Cuando hoy trabajamos en novedosos programas de investigación como ERMO («Empresas Rurales en el Mediterráneo Occidental»), liderado por la Casa de Velázquez de Madrid, debemos releer esta tesis que tiene casi cuarenta años. En ella ya se planteaba una historia de la economía rural en la que el primado de la producción es el elemento prioritario y que lleva consigo también una reorientación en la búsqueda de la documentación más idónea y unos métodos nuevos.
Al año siguiente de la publicación de Progreso agrario, Paulino Iradiel hablaba ya del «modelo del Colegio de España de Bolonia» para análisis futuros sobre estructuras de producción y consumo de productos agrarios en los siglos XIV y XV (Iradiel, 1979), tomándolo como referente él mismo para estudiar las bases económicas del hospital de Santiago en Cuenca (Iradiel, 1981). Esas dos grandes experiencias investigadoras sobre la industria textil castellana, primero, y sobre las estructuras agrarias boloñesas, después, constituyeron la base de dos artículos sucesivos para la revista del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Salamanca (Iradiel, 1983a y 1984). Con el primero de ellos introdujo el debate sobre la protoindustrialización en el medievalismo español comparando los esquemas de referencia de la industria castellana con la de otros países europeos. Su planteamiento era conectar industrias urbanas e industrias rurales y debatir sobre los modelos de articulación agro-urbana. Y dejó bien claro que la clave de explicación del desarrollo industrial en ámbito rural reside siempre en el sistema agrícola, en el contexto agrario (Iradiel, 1983a).
En el segundo artículo de la revista de Salamanca, Paulino Iradiel recogía ya los comentarios de autores como Moreta o Fontana sobre su Evolución de la industrial textil castellana, aludiendo a las conclusiones más polémicas a las que había llegado, a la vez que abordaba una problemática más general entonces ampliamente debatida, a saber, las realidades feudales o señoriales y las relaciones campo-ciudad en la Baja Edad Media. La relectura que hace del propio Marx –planteando hasta tres formas distintas de comprenderlo– y de los debates posteriores suscitados muestran con claridad a un historiador marxista preocupado por depurar al máximo el uso futuro del materialismo histórico en un sentido innovador y prudente, que se aleje del marxismo leninista-moscovita, del dogmatismo vulgar que se niega a revisar con autocrítica sus propios planteamientos: «aun a costa y con plena conciencia de tocar temas muy debatidos y polémicos, es necesario volver sobre cuestiones viejas, y nunca resueltas, como “feudalismo” y periodización histórica, o si se prefiere, “transición”» (Iradiel, 1984: 62).
Ni en Evolución de la industria textil ni en Progreso agrario Paulino Iradiel había lanzado al aire una pregunta semejante a la que se hizo a sí mismo Pierre Vilar en el prólogo a la primera edición castellana del año 1978 que tuvo su Historia de España: ¿acaso he querido escribir un libro marxista? Vilar contestaba lo siguiente: «Nunca he escondido... mi elección metodológica (que no quiere decir ideológica)... Espero tan solo que mis análisis, en la medida en que su condensación podía permitirlo, se hayan realizado en el espíritu de las exigencias marxistas». También la elección metodológica marxista de Paulino Iradiel viene implícita desde el principio de su trayectoria y comenzaría a hacerse más latente tras su cambio de destino académico. Y es que antes de publicarse esos dos artículos de Salamanca, Paulino Iradiel ya se había incorporado en 1981 a la cátedra de Historia Medieval de Valencia. De hecho, sus primeras publicaciones en ámbito valenciano fueron a la par que las de Salamanca y se editaron en un mismo número de la revista Debats.
El primero de ellos era un estado de la cuestión sobre el feudalismo mediterráneo en el que integraba ya el observatorio valenciano (Iradiel, 1983b). El otro artículo servía para introducir un dosier sobre el conocido debate Brenner, uno de los foros de discusión más fecundos entonces en el seno de la historiografía marxista y fuera de ella (Iradiel, 1983c). El propio Iradiel sería tiempo después uno de los traductores españoles del libro The Brenner Debate, editado por T. H. Aston y C. H. E. Philpin. Su síntesis sobre la Corona de Castilla para el manual de historia medieval de España de la editorial Cátedra constituye la última publicación en la que tratará monográficamente el mundo medieval castellano (Iradiel, Moreta y Sarasa, 1989). Se cerraba así de forma consolidada su visión sobre la historia castellana en perspectiva general. No ha vuelto a entrar en ella, si descontamos ocasiones puntuales como un estudio posterior sobre las ciudades castellanas, la incursión que hizo para la historia de Zamora o su análisis acerca de Fernando III y el Mediterráneo (Iradiel, 1991b, 1995a y 2003c).
A mediados de los años ochenta del siglo pasado, el profesor García de Cortázar ya valoraba positivamente su planteamiento sobre qué era el feudalismo con una alusión directa:
Las respuestas españolas a la pregunta, en cierto modo, las han sintetizado sobre todo tres autores: Julio Valdeón, Luis García de Valdeavellano y Paulino Iradiel. De ellos, en especial, del tercero, podemos deducir unas dosis de sano realismo que nos ilustren en un campo especialmente propenso a la «desorientación e indefinición de especialistas y no especialistas» (García de Cortazar y otros, 1985: 27).
En efecto, el posicionamiento marxista de Iradiel pasaría a reflejarse con claridad en dos grandes campos de reflexión, a saber, el feudalismo peninsular y la crisis bajomedieval –con todo lo que esta última tenía que ver con el gran debate de la transición al capitalismo–. No dedicó más atención a estas cuestiones de forma directa después de inicios de los años noventa. Estamos hablando de aquel breve manual poco conocido, pero muy útil por su tono de divulgación, que se llamó Las claves del feudalismo 860-1500 (Iradiel, 1991a). Una versión ampliada de las ideas esenciales de este la elaboró en su lenguaje académico complejo como ponencia para el congreso Señorío y feudalismo en la Península Ibérica (Iradiel, 1993b).
Quedaba claro en ambas publicaciones que entendía el feudalismo como un conjunto coherente de estructuras más amplias que las simples relaciones de producción, como forma de gobierno, de organización de la sociedad y del Estado en relación con las características económicas que presenta el modo de producción. Una concepción más comprensiva y global desde la que se puede hablar del feudalismo como un sistema de relaciones que integra una particular estructura económica y otros elementos de naturaleza diversa muy cambiantes en el tiempo en la larga duración y no dominados o determinados por ninguna instancia económica, ideológica, social o política. La teoría económica del sistema feudal de Kula (1962), el feudalismo como horizonte teórico de Alain Guerreau (1980) o la obra de Guy Bois sobre la mutación del año mil (1989) eran algunas de las principales fuentes de inspiración de Iradiel para su concepción del feudalismo. Eso sí, teniendo siempre como telón de fondo el pensamiento del antropólogo mar-xista-estructuralista Maurice Godelier, la obra cumbre del cual fue por aquel entonces Lo ideal y lo material, cuya edición francesa original es de 1984 (Iradiel, 1993a: 278, n. 47; 1993b: 37, n. 27).
Escribe en esos años: «En la situación actual, cualquier medievalismo que pretenda inspirarse conscientemente y con provecho en el materialismo histórico deberá necesariamente acentuar los aspectos de metodología crítica, tanto más crítica cuanto más se persiga ser “sistémico” y totalizante o globalizante» (Iradiel, 1993b: 35, n. 24). Insistía así en la fecundidad y en la eficacia del método de análisis propuesto por Marx para el avance de la historia económica. Su ensayo concreto sobre la formación del territorio y de la sociedad del reino de Valencia en el siglo XIII constituía el último eslabón de esta cadena de trabajos sobre el sistema feudal (Iradiel, 1990a), si exceptuamos aquella ponencia de la Semana de Estudios Medievales de Estella sobre señoríos jurisdiccionales y poderes públicos a finales de la Edad Media en la que insistió en que el escenario de base, más que el Estado o los aparatos de este, es la interpretación del sistema político bajomedieval como «una pluralidad de cuerpos, grupos y centros políticos», que no expresa un ordenamiento centrado solo en la monarquía sino también en otras formas políticas complementarias como ciudades, señoríos, corporaciones, órdenes y grupos sociales (Iradiel, 1997b: 84). Idea que tiene mucho que ver con la propuesta de Giovanni Tabacco sobre el Medievo como un mundo de estructuras políticas inestables y cambiantes.
Respecto a la crisis bajomedieval y su contribución como tema de estudio al debate de la transición del feudalismo al capitalismo, cabe observar que el segundo artículo de Iradiel para la revista Debats –el de introducción al debate Brenner– encontró continuidad en el ensayo que redactó para la obra Cien años después de Marx (Iradiel, 1986c). Sus planteamientos teóricos se trasladaron después al terreno empírico con su balance peninsular sobre la crisis, que contó con uno de sus trabajos de síntesis más importantes mediante un extenso capítulo para la Historia de España de la editorial Planeta, dirigida por Antonio Domínguez Ortiz (Iradiel, 1988). El estado de la cuestión que hizo sobre la evolución económica del siglo XV en la Història del País Valencià de Edicions 62 (Iradiel, 1989) se integra coherentemente en esa síntesis interpretativa de ámbito peninsular que había publicado antes. También en este tema de la crisis bajomedieval solo ha vuelto a adentrarse a través de una única publicación derivada de una ponencia que presentó para una Semana de Estudios Medievales de Nájera (Iradiel, 2004b).
A principios de los años ochenta, la incorporación de Paulino Iradiel a la Universitat de València como nuevo catedrático supuso el diseño de un ambicioso plan de investigación cuyo alcance ha llegado hasta su jubilación y más allá como profesor emérito. Su preferencia por la historia de la economía y de la sociedad bajomedievales era evidente. Un amplio conjunto de becarios y doctorandos se interesaron por sus directrices y el maestro creó escuela. Contribuyeron a ello las tesis doctorales que supervisó, especialmente sobre historia rural valenciana (Furió, Guinot, García-Oliver, Viciano, Rabassa) y sobre el mundo urbano (Narbona, Ruzafa, los hermanos Cruselles y nosotros mismos). El profesor Riera habla del «núcleo de Valencia» como un auténtico grupo de investigación, cohesionado por unos objetivos y una metodología comunes en el que destaca el recurso a la técnica prosopográfica para el estudio del mundo urbano: «Es de justicia reconocer que el equipo coordinado por el profesor Iradiel ha sido el introductor de esta técnica en el medievalismo hispano y el que mejor partido le ha sacado» (Riera, 2001: 15). También lo han reconocido hace años José Ángel Sesma y Carlos Laliena desde el Grupo de Investigación Consolidado CEMA (Centro de Estudios Medievales de Aragón) de la Universidad de Zaragoza, insistiendo en la influencia que el equipo de Valencia, dirigido por Iradiel, tuvo para el uso del método prosopográfico respecto a las sociedades urbanas del Aragón bajomedieval (Sesma, Laliena y Navarro, 2006: 9).
Precisamente, el propio Iradiel reconocía en un seminario de la Universidad de Zaragoza, celebrado los días 5 y 6 de mayo de 2005, sobre La prosopografía como método de investigación sobre la Edad Media, que su acercamiento a este método de investigación no fue teórico sino práctico, como resultado de un interés manifiesto por la historia social para superar las diferentes clasificaciones bipolares que se utilizaban hasta entonces en las interpretaciones: señores y campesinos, artesanos y mercaderes, pobres y ricos. Además, ante la magnitud inabarcable de la documentación heterogénea conservada en los archivos valencianos esta era la única forma de poner un mínimo de orden en la búsqueda. La elaboración de bases de datos prosopográficas nos ha permitido incluso ensayos de historia cuantitativa, mediante la comparación de campos y series de resultados. También ha sido una buena forma de abordar los grupos sociales que aparecen en movilidad continua por los territorios urbanos y sus adyacentes o incluso que emigraban de ciudad en ciudad, o de la ciudad al campo y viceversa, perdiéndose la pista de sus trayectorias. En el fondo, vistas individualmente, las prosopografías reflejan estilos de vida insignificantes a los ojos del historiador, pero puestas en conjunto plantean un panorama importante de resultados que permite, como decimos, el estudio estadístico, analítico y cuantitativo. En suma, la prosopografía podría definirse como un instrumento de relación indispensable para agrupar fuentes fragmentarias y dispersas que son abundantes. De hecho, no existen fuentes específicas, todas son válidas para la prosopografía.
De los primeros trabajos de investigación de Iradiel sobre Valencia surgieron sus aportaciones iniciales sobre la industria textil valenciana en el conocido artículo de la revista Áreas (Iradiel, 1986a), donde se posicionó con rotundidad en el debate en torno a economías dominantes y periféricas; o el brillante trabajo acerca de la familia y la función económica de la mujer en actividades no agrarias (Iradiel, 1986d), completado con otro estudio reeditado varias veces sobre los paradigmas de la belleza femenina –que es lo más cerca que ha estado nunca de la historia de la vida cotidiana y las mentalidades en una publicación específica (Iradiel, 1986b, 1986c y 1987)–. Fue entonces cuando editó el manifiesto historiográfico que abrió el programa de estudio de la sociedad urbana valenciana en Millars, la revista del entonces Col·legi Universitari de Castelló, ahora Universitat Jaume I (Iradiel, 1990b). En este artículo aludía a los resultados de investigación que las primeras tesis de Rafael Narbona (patriciado urbano) y Manuel Ruzafa (mudéjares) ya habían proporcionado a finales de los ochenta. Todo ello unido a los numerosos materiales recogidos en forma de fichas escritas a mano por unos y por otros investigadores del equipo, resumiendo documentos notariales de los archivos del Reino y del Patriarca para los proyectos iniciales. Se estaba preparando el terreno para las otras tesis que vinieron en los años noventa: José María Cruselles (notarios), Germán Navarro (artesanos), David Igual (mercaderes italianos) y Enrique Cruselles (mercaderes locales). La ciudad de Valencia se convertía así en el laboratorio predilecto de Iradiel para contemplar desde una atalaya firme ese mundo económico del Mediterráneo occidental en el que la Corona de Aragón extendía sus dominios.