Kitabı oku: «Filosofía Fundamental, Tomo I», sayfa 11
CAPÍTULO XXI.
SI EL PRINCIPIO DE CONTRADICCION MERECE EL TÍTULO DE FUNDAMENTAL; Y EN QUÉ SENTIDO
[204.] Aclarado ya el verdadero sentido del principio de contradiccion, veamos si merece el título de fundamental, reuniendo todos los caractéres exigidos para esta dignidad científica. Estos son tres: primero, que no se apoye en otro principio. Segundo, que cayendo él, se arruinen todos los demás. Tercero, que permaneciendo él firme, pueda argüirse de una manera concluyente contra quien niegue los demás, reduciéndole á buen camino por demostracion, al menos indirecta.
[205.] Para resolver cumplidamente todas las cuestiones que se refieren al principio de contradiccion, asentaré algunas proposiciones acompañándolas con la demostracion correspondiente.
PRIMERA PROPOSICION
Si se niega el principio de contradiccion, se desploma toda certeza, toda verdad, todo conocimiento.
Demostracion. Si una cosa puede ser y no ser á un mismo tiempo, podemos estar ciertos y no ciertos, conocer y no conocer, existir y no existir; la afirmacion puede estar junto con la negacion, las cosas contradictorias pueden hermanarse, las distintas identificarse, las idénticas distinguirse; la inteligencia es un caos en toda la extension de la palabra; la razon se trastorna, el lenguaje es absurdo, el sujeto y el objeto se chocan en medio de espantosas tinieblas, toda luz intelectual se ha extinguido para siempre. Todos los principios están envueltos en la ruina universal; y la misma conciencia vacilaria, si al hacer esta suposicion absurda no se hallase sostenida por la invencible mano de la naturaleza. Pero en medio de la absurda hipótesis, la conciencia que no desaparece porque no puede desaparecer, se siente arrastrada tambien por el violento torbellino que lo arroja todo á las tinieblas del caos; en vano se esfuerza por conservar sus ideas, todas desaparecen por la fuerza de la contradiccion; en vano hace brotar otras nuevas para sustituirlas á las que va perdiendo, desaparecen tambien; en vano busca objetos nuevos, desaparecen tambien; y ella misma no continúa sino para sentir la imposibilidad radical de pensar nada; solo ve á la contradiccion que señoreada de la inteligencia, destruye con fuerza irresistible cuanto se quiera levantar.
SEGUNDA PROPOSICION
[206.] No basta que no se suponga falso el principio de contradiccion; es preciso además suponerle verdadero, si no se quiere que se arruine toda certeza, todo conocimiento, toda verdad.
Demostracion. Las razones alegadas con respecto á la proposicion anterior podrian reproducirse por entero. En el primer caso se supone negada la verdad del principio; en el segundo no se le da por verdadero ni por falso; pero es evidente que la indiferencia no basta; porque desde el momento en que el principio de contradiccion no esté fuera de toda duda, volvemos á caer en las tinieblas, debemos dudar de todo.
No quiero decir que para tener certeza de cualquiera cosa, sea necesario pensar explícitamente en dicho principio; pero sí que debemos tenerle por firmemente asentado, que no podemos abrigar sobre él la menor duda, y que en viendo alguna cosa ligada con él mismo, es preciso considerarla como asida de un punto inmóvil; la menor vacilacion, el mas ligero quién sabe!…. sobre este principio, lo arruina todo: la posibilidad de un absurdo es ya por si misma un absurdo.
TERCERA PROPOSICION
[207.] Es imposible encontrar un principio que nos asegure de la verdad del de contradiccion.
Demostracion. Hemos visto que en todo conocimiento es necesario suponer la verdad del principio de contradiccion; luego ninguna puede servir para demostrarle á él. En cualquiera raciocinio que con este objeto se haga, habrá por necesidad un círculo vicioso; se probará el principio de contradiccion con otro principio que á su vez supondrá siempre el de contradiccion. Tendremos pues un edificio que estribará sobre un cimiento y un cimiento que estribará sobre el mismo edificio.
CUARTA PROPOSICION
[208.] A quien niegue el principio de contradiccion, no se le puede reducir directa ni indirectamente por ningun otro.
Demostracion. Seria curioso oir los argumentos dirigidos contra un hombre que admite la posibilidad del sí y del nó en todo. Cuando se le reduzca al sí, no se le hará perder el nó, y vice-versa. Es imposible no solo argumentar, sino hablar, ni pensar en suposicion semejante.
QUINTA PROPOSICION
[209.] No es exacto lo que suele decirse que con el principio de contradiccion podamos argüir de una manera concluyente contra quien niegue los demás.
Adviértase que solo digo que no es exacto; porque en efecto creo que en el fondo es verdadero, pero mezclado con alguna inexactitud. Para manifestarlo examinemos el valor de la demostracion que se da en casos semejantes. En forma de diálogo las razones, las contestaciones y las réplicas se presentarán con mas claridad y viveza. Supongamos que uno niega este axioma. El todo es mayor que la parte.
Si V. niega esto, admite que una cosa puede ser y no ser á un mismo tiempo.
Esto es lo que se me ha de probar.
El todo de V. será todo y no lo será, y la parte será parte y no parte.
¿Por qué?
En primer lugar, será todo, porque así se supone.
Admitido.
Al mismo tiempo no lo será….
Negado.
No lo será porque no será mayor que su parte.
Buen modo de argumentar; esto es una peticion de principio: yo comienzo por afirmar que el todo no es mayor que su parte, y V. me arguye en el supuesto contrario; pues me dice que el todo no será todo si no es mayor que su parte. Si yo concediese que el todo es mayor que su parte, y luego negase esta propiedad, entonces incurriría en contradiccion haciendo un todo que segun mis principios no seria todo; pero como ahora niego que el todo haya de ser mayor que su parte, debo negar tambien que deje de ser todo, por no ser mayor que su parte.
[210.] ¿A quien discurre de esta manera qué se le puede replicar? nada absolutamente en forma de raciocinio; lo que se puede hacer es llamarle la atencion hácia el absurdo en que se coloca; pero esto nó argumentando, sino determinando con toda exactitud el sentido de las palabras y analizando los conceptos que por ellas se expresan. Esto es lo único que se puede y debe hacer. La contradiccion existe, es cierto; y lo que conviene es que la vea el que ha incurrido en la misma; para lo cual, ó será suficiente la explicacion de los términos y el análisis de los conceptos, ó no bastará nada.
Veámoslo en el mismo ejemplo. El todo es mayor que su parte. ¿Qué es todo? es el conjunto de las partes, es las partes mismas reunidas. En la idea del todo entran pues las partes. ¿Qué significa mayor? Una cosa se dice mayor que otra, cuando además de contener cantidad igual á esta, contiene alguna otra; el siete es mayor que el cinco, porque á mas de contener el mismo cinco, contiene tambien el dos. El todo contiene á la parte y además á las otras partes, luego en la idea de todo entra la idea de ser mayor que su parte. Así se podria reducir á quien negase este principio: método que mas bien que de argumentacion, podria llamarse de explicacion de términos y análisis de conceptos, porque es claro que no se ha hecho mas que definir aquellos y descomponer estos.
SEXTA PROPOSICION
[211.] El principio de contradiccion no puede ser conocido sino por evidencia inmediata.
Demostracion. Se han de probar dos cosas. Que el conocimiento es por evidencia, y que la evidencia es inmediata. Tocante á lo primero observaré que el principio de contradiccion no es un simple hecho de conciencia sino una verdad puramente ideal. El hecho de conciencia envuelve la realidad, no puede expresarse de ningun modo sin que se afirme alguna existencia; el principio de contradiccion no afirma ni niega nada positivo; esto es, no dice que algo exista ó no exista; solo expresa la repugnancia del ser al no ser, y del no ser al ser, prescindiendo de que el verbo ser se tome sustantiva ó copulativamente.
[212.] Todo hecho de conciencia es algo, no solo existente sino determinado; no es un pensamiento en abstracto, sino tal ó cual pensamiento. El principio de contradiccion no contiene nada determinado; no solo prescinde de la existencia de las cosas sino tambien de la esencia, pues no se refiere á solas las existentes sino tambien á las posibles; y entre estas no distingue especies, sino que las abraza todas en su mayor generalidad. Cuando se dice «es imposible que una cosa sea y no sea,» la palabra cosa no restringe su significacion de ninguna manera; expresa el ser en general, en su mayor indeterminacion. En el sea ó no sea, el verbo ser no expresa solo la existencia sino toda clase de relaciones de esencias, tambien en su mas completa indeterminacion. Así el principio se aplica igualmente en estas dos proposiciones; es imposible que la luna sea y no sea; es imposible que un círculo sea y no sea círculo; no obstante que la primera es del órden real, y en ella el verbo ser expresa existencia; y la segunda es del órden ideal, y el verbo ser significa únicamente relacion de predicado á sujeto.
[213.] Todo hecho de conciencia es individual, el principio de contradiccion es lo mas universal que imaginarse pueda; todo hecho de conciencia es contingente, el principio de contradiccion es absolutamente necesario: necesidad que es uno de los caractéres de las verdades conocidas por evidencia.
[214.] El principio de contradiccion es una ley de toda inteligencia; es de una necesidad absoluta tanto para lo finito como para lo infinito: ni la inteligencia infinita se halla fuera de esta necesidad, porque la infinita perfeccion no puede ser un absurdo. El hecho de conciencia como puramente individual, se refiere tan solo al ser que lo experimenta; de que yo exista ó no exista ni el órden de las inteligencias ni el de las verdades sufre alteracion alguna.
[215.] El principio de contradiccion, á mas del carácter de universalidad y necesidad con que se distinguen las verdades de evidencia, posee tambien el del ser visto con esa claridad intelectual inmediata, de que mas arriba se ha tratado. En la idea del ser vemos clarísimamente la exclusion del no ser.
De esto se infiere la prueba de la segunda parte de la proposicion: porque hay evidencia inmediata de la relacion de un predicado con un sujeto, cuando para verla nos basta la sola idea del sujeto sin necesidad de ninguna combinacion con otras ideas; así se verifica en el caso presente, pues no solo no es necesaria ninguna combinacion, sino que todas son imposibles si no se presupone la verdad del principio (XXI).
CAPÍTULO XXII.
EL PRINCIPIO DE LA EVIDENCIA
[216.] Entre los principios que han figurado en las escuelas en primera línea, con pretension al título de fundamentales, se encuentra el que ha solido llamarse de los cartesianos. «Lo que está comprendido en la idea clara y distinta de una cosa, se puede afirmar de ella con toda certeza.» Ya hemos visto que Kant resucita, aunque en otras palabras, este principio, tomándole equívocamente por sinónimo del de contradiccion. Bien examinada la cosa se echa de ver que tanto la fórmula de los cartesianos como la de Kant no son mas que la expresion de la legitimidad del criterio de la evidencia. Ambas podrian reducirse á otras mas sencillas: la evidencia es criterio de verdad; ó bien, lo evidente es verdadero. Como esta transformacion me ha de servir en adelante para distinguir ideas, en mi opinion muy confusas, daré la razon de ella manifestando la igualdad de las dos expresiones.
[217.] Decir que una cosa está comprendida en la idea clara y distinta de otra, es lo mismo que decir que hay evidencia de que un predicado conviene á un sujeto; las palabras no tienen ni pueden tener otro sentido; «estar comprendido en una idea clara y distinta,» equivale á decir que vemos una cosa en otra con aquella luz intelectual que llamamos evidencia: luego esta expresion, «lo que está comprendido en la idea clara y distinta de una cosa» es exactamente igual á esta: «lo que es evidente.»
Decir que una cosa se puede afirmar de otra con toda certeza, es lo mismo que decir: «la cosa es verdadera, y de esto podemos estar completamente seguros.» Lo que se puede afirmar, es la verdad y solo la verdad: luego esta expresion, «se puede afirmar de ella con toda certeza,» es exactamente igual á esta otra: «es verdadero.»
Así, la expresion de los cartesianos puede transformarse en esta: «lo evidente es verdadero,» ó en su equivalente: «la evidencia es seguro criterio de verdad.»
[218.] «El predicado que repugna á un sujeto, no le conviene,» esta es la fórmula de Kant. La repugnancia de que aquí se trata es la que se encuentra en las ideas, esto es, cuando de la idea del sujeto está necesariamente excluido el predicado por repugnancia intrínseca. La expresion pues «el predicado que repugna á un sujeto,» equivale á esta otra: «cuando de la idea del sujeto se ve con claridad excluido el predicado;» la que á su vez es igual á esta «la exclusion ó la repugnancia entre el sujeto y el predicado es evidente.»
«No le conviene» significa lo mismo que es verdadero que no le conviene; y como estas fórmulas tienen dos valores, uno para los casos afirmativos, otro para los negativos, pues si se dice: el predicado que repugna á un sujeto no le conviene, se puede decir con la misma razon, el predicado contenido en la idea del sujeto le conviene, resulta que la fórmula de Kant coincide exactamente con esta: «lo que es evidente es verdadero.»
[219.] Con esta transformacion se logra mayor sencillez y mas generalidad: sencillez, por la expresion misma; generalidad, porque están contenidos tanto los casos afirmativos como los negativos. Las palabras «lo que es evidente» abrazan tanto las afirmaciones como las negaciones; porque tan evidente puede ser la inclusion de un predicado en un sujeto como su mutua repugnancia. Se puede ver que está contenida una cosa en la idea de otra, como que está excluida de ella. Bajo todos los conceptos es preferible la fórmula: lo que es evidente es verdadero; y si se quiere expresar nó como principio sino como regla aplicable, se puede convertir en esta otra: «la evidencia es seguro criterio de verdad.»
[220.] No se crea que el análisis precedente tenga por único objeto la transformacion indicada; bien que en estas materias la claridad y la precision deben ser llevadas al mas alto punto posible, no obstante me hubiera abstenido de entrar en semejantes consideraciones si solo me hubiese propuesto lograr una innovacion que en la práctica puede producir muy escaso resultado; lo mismo se expresa de un modo que de otro, quien no entienda las primeras fórmulas no entenderá la última. Pero no era esta innovacion mi objeto principal; sino el manifestar la confusion de ideas que hay en este punto cuando se examina si el principio que contiene la legitimidad del criterio de la evidencia debe ser considerado ó nó como fundamental y preferido al de contradiccion y al de Descartes.
[221.] Comienzo por asentar una proposicion que parecerá la mas extraña paradoja, pero que está muy lejos de serlo. El principio de la evidencia no es evidente.
Demostracion. Este principio puesto en forma mas sencilla es el que sigue. Lo evidente es verdadero. Yo digo que esta proposicion no es evidente. ¿Cuándo es evidente una proposicion? cuando en la idea del sujeto vemos el predicado; esto no sucede aquí. Evidente es lo mismo que visto con claridad, que ofrecido al entendimiento de una manera muy luminosa. Verdadero es lo mismo que conformidad de la idea con el objeto. Pregunto ahora ¿por mas que se analice esta idea: «visto con claridad» se puede descubrir esta otra, «conforme al objeto?» nó. Se da aquí un salto inmenso, se pasa de la subjetividad á la objetividad, se afirma que las condiciones subjetivas son el reflejo de las objetivas, se hace el tránsito de la idea á su objeto, tránsito que constituye el problema mas trascendental, mas difícil, mas oscuro de la filosofía. Vea pues el lector si he dicho con fundamento que no era una paradoja esta asercion: El principio de la evidencia no es evidente.
[222.] ¿Qué diremos pues de esta proposicion: lo evidente es verdadero? hélo aquí. No es un axioma porque el predicado no está contenido en la idea del sujeto; no es una proposicion demostrable porque toda demostracion estriba en principios evidentes y consiste en deducir de los mismos una consecuencia evidentemente enlazada con ellos; lo que no puede tener lugar si no se presupone la legitimidad de la evidencia, es decir, lo mismo que es objeto de la demostracion. Al comenzar el raciocinio se podria preguntar desde luego, ¿cómo es conocido el principio en que se le quiere fundar? ¿cómo se sabe que sea verdadero? ¿por la evidencia? recuérdese que se trata de probar que lo evidente es verdadero, y por tanto hay una peticion de principio. La verdad de las leyes lógicas á que debe conformarse todo raciocinio, es conocida solo por evidencia: luego si no se supone que lo evidente es verdadero, no se puede ni raciocinar siquiera.
[223.] Tenemos pues que el principio de la evidencia no puede apoyarse en otro, y por consiguiente reune el primer carácter de principio fundamental. Cayendo él caen tambien todos los demás, incluso el de contradiccion, que como todos, no es conocido sino por evidencia; este es otro de los caractéres del principio fundamental. Veamos sí reune el tercero, á saber, que con su auxilio se pueda reducir á quien niegue los demás.
Difícil es encontrar quien niegue el principio de contradiccion y admita el de evidencia; sin embargo haciendo esta suposicion extravagante, si algun principio pudiera servir para el caso seria este sin duda, porque la cuestion estaria reducida á si confesaria que los principios son para él evidentes; si no lo son, su entendimiento es diferente del de los demás hombres; si lo son, el argumento que se le hace es concluyente. Segun V. confiesa lo evidente es verdadero; tal ó cual principio es evidente para V., luego es verdadero. Las premisas son admitidas por él mismo; la legitimidad de la consecuencia es evidente, y por tanto debe reconocerla tambien, ya que por regla general admite el criterio de la evidencia.
[224.] ¿De qué nacen las extrañezas que hemos notado en este principio? No es evidente, ni es demostrable; es necesario para todos los demás, y con su auxilio se puede reducir á quien los niegue; ¿de dónde semejante extrañeza? de un orígen muy sencillo. Es que el principio de la evidencia no expresa ninguna verdad objetiva, y por consiguiente no es demostrable; no es un simple hecho de conciencia porque expresa la relacion del sujeto al objeto y por consiguiente no puede limitarse á lo puramente subjetivo; es una proposicion que conocemos por acto reflejo y que expresa la ley primitiva de todos nuestros conocimientos objetivos. Estos se fundan en la evidencia; así lo experimentamos; pero cuando el espíritu se pregunta ¿por qué debes fiarte de la evidencia? no puede responder otra cosa sino que lo evidente es verdadero. ¿En qué funda esta proposicion? ordinariamente en nada: se conforma á la misma sin haber pensado nunca en ella; pero si se empeña en reflexionar encuentra tres motivos para asentir á la misma. Primero: un irresistible instinto de la naturaleza. Segundo: el ver que no admitiendo la legitimidad del criterio de la evidencia, se hunden todos sus, conocimientos y le es imposible pensar. Tercero: el notar que admitiendo este criterio todo se pone en órden en la inteligencia, que en vez de un caos halla un universo ideal con trabazon admirable, y se siente con los medios necesarios para raciocinar y construir un edificio científico con respecto al universo real del que tiene conocimiento por la experiencia (XXII).
CAPÍTULO XXIII.
CRITERIO DE LA CONCIENCIA
[225.] Apreciado el mérito de los tres principios, de conciencia, de contradiccion y de evidencia, con respecto á la dignidad de principio fundamental, vamos ahora á examinar el valor intrínseco de los diferentes criterios. Para esto nos suministra mucha luz la doctrina de los capítulos anteriores, de la cual son los siguientes un desarrollo y complemento. Comencemos por la conciencia ó sentido íntimo.
El testimonio de la conciencia ó del sentido íntimo, comprende todos los fenómenos que activa ó pasivamente se realizan en nuestra alma. Por su naturaleza, es puramente subjetivo; de modo que considerado en sí mismo, separadamente del instinto intelectual y de la luz de la evidencia, nada atestigua con respecto á los objetos. Por él sabemos lo que experimentamos, nó lo que es; percibimos el fenómeno, nó la realidad; él nos autoriza á decir: me parece tal cosa; pero nó, es tal cosa.
La transicion del sujeto al objeto, de la idea representante á la cosa representada, de la impresion á la causa imprimente, pertenece á otros criterios: la conciencia se limita á lo interior, ó por mejor decir á ella misma, que no es mas que un hecho de nuestra alma.
[226.] Conviene distinguir entre la conciencia directa y la refleja; aquella acompaña á todo fenómeno interno, esta nó; aquella es natural, esta es filosófica; aquella prescinde de los actos de la razon, esta es uno de estos actos.
La conciencia directa es la presencia misma del fenómeno al espíritu, ya sea una sensacion, ya una idea, ya un acto ó impresion cualquiera, en el órden intelectual ó moral.
Por esta definicion se echa de ver que la conciencia directa acompaña á todo ejercicio de las facultades de nuestra alma, activo ó pasivo. Decir que estos fenómenos existen en el alma y no están presentes á ella, es una contradiccion.
Estos fenómenos no son modificaciones como las que se verifican en las cosas insensibles; se trata de modificaciones vivas por decirlo así, en un ser vivo tambien: en la idea de las mismas está contenida su presencia al espíritu.
Es imposible sentir sin que la sensacion se experimente: porque quien dice sentir, dice experimentar la sensacion; esta experiencia es la presencia misma: una sensacion experimentada es una sensacion presente.
El pensamiento es por su esencia una representacion, la que no puede existir ni aun concebirse sin la presencia; el nombre mismo lo está indicando; y la idea que le unimos confirma el significado de la palabra. Cuando de representacion hablamos, entendemos que hay algun objeto real ó imaginario, que mediata ó inmediatamente se ofrece á un sujeto: hay pues presencia en toda representacion, y por consiguiente en todo pensamiento.
Si de lo pasivo como son las sensaciones y representaciones, pasamos á lo activo, es decir, á los fenómenos en que el alma desenvuelve libremente su fuerza en el órden intelectual ó moral, combinando ó queriendo, la presencia es, si cabe, mas evidente. El ser que obra de este modo no obedece á un impulso natural, sino á motivos que él se propone, y á que puede atender ó dejar de atender: combinar intelectualmente, ejercer actos de voluntad, sin que ni lo primero ni lo segundo estén presentes al alma, son afirmaciones contradictorias.
[227.] La conciencia refleja, que los franceses suelen llamar apercepcion, del verbo s'apercevoir, apercibirse, que entre ellos puede significar percepcion de la percepcion, es el acto con que el espíritu conoce explícitamente algun fenómeno que en él se realiza. En la actualidad oigo ruido; la simple sensacion presente á mi espíritu afectándole, constituye lo que he llamado conciencia directa; pero si á mas de oir me apercibo (permítaseme el galicismo) de que oigo, entonces no solo oigo sino que pienso que oigo: esto es lo que llamo conciencia refleja.
[228.] Claro es por el ejemplo que se acaba de aducir, que la conciencia directa y la refleja son no solo distintas, sino separables; puedo oir sin pensar que oigo, y esto se verifica infinitas veces.
[229.] El comun de los hombres tiene poca conciencia refleja y la mayor fuerza intelectual es en sentido directo. Este hecho ideológico se enlaza con verdades morales de la mayor importancia. El espíritu humano no ha nacido para contemplarse á sí propio, para pensar que piensa; los afectos no le han sido concedidos para objetos de reflexion, sino como impulsos que le llevan á donde es llamado; el objeto principal de su inteligencia y de su amor es el ser infinito así en esta vida como en la otra. El culto de sí propio es una aberracion del orgullo cuya pena son las tinieblas.
[230.] Los grandes adelantos científicos son todos con relacion á los objetos, nó al sujeto. Las ciencias exactas, las naturales y tambien las morales, no han nacido de la reflexion sobre el yo, sino del conocimiento de los objetos y de sus relaciones. Aun las ciencias metafísicas, en lo que tienen de mas sólido, que es lo ontológico, cosmológico y teológico, son puramente objetivas; la ideología y psicología que versan sobre el sujeto, se resienten ya de la oscuridad inherente á todo lo subjetivo; la ideología apenas sale de los límites de la pura observacion de los fenómenos internos, observacion que para decirlo de paso suele ser escasa y muy mal hecha, se pierde en vanas cavilaciones; y la misma psicología, ¿qué es lo que tiene verdaderamente demostrado sino la simplicidad del espíritu, consecuencia precisa de la unidad de conciencia? En todo lo demás hace lo mismo que la ideología, y hasta cierto punto se confunde con ella; observa fenómenos que luego deslinda y clasifica bien ó mal, sin que acierte á explicar su misteriosa naturaleza.
[231.] El sentido íntimo ó la conciencia, es el fundamento de los demás criterios, nó como una proposicion que les sirva de apoyo, sino como un hecho que es para todos ellos una condicion indispensable.
[232.] La conciencia nos dice que vemos la idea de una cosa contenida en la de otra; hasta aquí no hay mas que apariencia: la fórmula en que podria expresarse el testimonio seria: me parece, designándose un fenómeno puramente subjetivo. Pero este fenómeno anda acompañado de un instinto intelectual, de un irresistible impulso de la naturaleza, el cual nos hace asentir á la verdad de la relacion, no solo en cuanto está en nosotros, sino tambien en cuanto se halla fuera de nosotros, en el órden puramente objetivo, ya sea en la esfera de la realidad, ó de la posibilidad. Así se explica cómo la evidencia se funda en la conciencia, nó identificándose con ella, sino estribando sobre la misma como en un hecho imprescindible, pero encerrando algo mas: á saber, el instinto intelectual que nos hace creer verdadero lo evidente.
[233.] La sensacion considerada en sí misma, es un hecho de pura conciencia, pues que es inmanente; lejos de que sea un acto por el cual el espíritu salga de sí trasladándose al objeto, debe mas bien ser mirada como una pasion que como una accion; lo que está acorde con el lenguaje comun, que le da el significado del ejercicio de una facultad pasiva mas bien que activa. Sin embargo, sobre este puro hecho de conciencia se funda en algun modo lo que se llama el testimonio de los sentidos, y por consiguiente todo el conocimiento del mundo externo y de sus propiedades y relaciones.
En la sensacion de ver el sol, hay dos cosas: primera: la sensacion misma; es decir, esta representacion que experimento en mi, y que llamo ver; segunda: la correspondencia de esta sensacion con un objeto externo que llamo sol. Es evidente que estas son cosas muy distintas, y sin embargo las hacemos andar siempre juntas. La conciencia es ciertamente la primera base para formar el juicio, pero no es suficiente para él; ella en sí, atestigua lo que se siente, nó lo que esto es. ¿Cómo se completa el juicio? por medio de un instinto natural que nos hace objetivar las sensaciones, es decir, nos hace creer en un objeto externo correspondiente al fenómeno interno. Hé aquí cómo el testimonio de los sentidos se funda en algun modo sobre la conciencia; pero no nace de ella sola, sino que ha menester el instinto natural que hace formar con toda seguridad el juicio.
[234.] Aquí es de notar que el testimonio de los sentidos, aun en la parte que encierra de intelectual, en cuanto se juzga que á la sensacion le corresponde un objeto externo, nada tiene que ver con la evidencia. En la idea de la sensacion como puramente subjetiva, no se encierra la idea de la existencia ó posibilidad de un objeto externo: condicion indispensable para que el criterio de la evidencia pueda tener lugar. Esto, á mas de ser claro de suyo, se confirma con la experiencia de todos los dias. La representacion de lo externo considerada subjetivamente, como puro fenómeno de nuestra alma, la tenemos continuamente sin que le correspondan objetos reales: mas ó menos clara, en la sola imaginacion durante la vigilia; viva, vivísima, hasta producir una ilusion completa, en el estado de sueño.
[235.] Con la exposicion que precede podemos determinar fijamente el valor y la extension del criterio de la conciencia, lo que haré en las siguientes proposiciones, advirtiendo que en todas ellas me refiero á la conciencia directa.
PROPOSICION PRIMERA
El testimonio de la conciencia se extiende á todos los fenómenos que se realizan en nuestra alma, considerada como un ser intelectual y sensitivo.
PROPOSICION SEGUNDA
[236.] Si en nuestra alma existen fenómenos de algun otro órden, es decir, que ella pueda ser modificada en algun modo en facultades no representativas, á estos fenómenos no se extiende el testimonio de la conciencia.
Esta proposicion no la establezco sin fundado motivo. Es posible y además muy probable, que nuestra alma tiene facultades activas de cuyo ejercicio no tiene conciencia: sin esta suposicion parece difícil explicar los misterios de la vida orgánica. El alma está unida al cuerpo, y es para él un principio vital cuya separacion produce la muerte, manifestada en una desorganizacion y descomposicion completas. Esta actividad se ejerce sin conciencia, así en cuanto al modo, como en cuanto á la existencia misma del ejercicio.
Tal vez se pueda objetar que hay en esto una serie de aquellas percepciones confusas de que nos habla Leibnitz en su monadología; tal vez estas percepciones sean tan tenues, tan pálidas por decirlo así, que no dejen rastro en la memoria ni puedan ser objeto de reflexion; pero todo esto son conjeturas, nada mas. Es difícil persuadirse que el feto al encontrarse todavía en el seno de la madre, tenga conciencia de la actividad ejercida para el desarrollo de la organizacion; es difícil persuadirse que aun en los adultos haya conciencia de esa misma actividad productora de la circulacion de la sangre, de la nutricion y demás fenómenos que constituyen la vida. Si estos fenómenos son producidos por el alma, como es cierto, hay en ella un ejercicio de actividad de que, ó no tiene conciencia, ó la tiene tan confusa y tan débil que es como si no la tuviese.