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Kitabı oku: «Filosofía Fundamental, Tomo IV», sayfa 20

Balmes Jaime Luciano
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[238.] Atendiendo al órden puramente natural, se descubre, que todas las obligaciones morales, tienen en último resultado un objeto útil; así como todas las prohibiciones, se dirigen á prevenir un daño; mas para la moralidad, no basta el querer la utilidad de ella, se necesita querer el órden mismo, de donde la utilidad resulta; siendo de notar que con cuanta mas reflexion, con cuanto mas amor se quiere este órden, sin mezcla de miras heterogéneas, tanto mas moral es el acto.

Socorrer al pobre, con la simple mira de aliviarle, con amor hácia el pobre, es un acto virtuoso; socorrerle con este amor, y con la reflexion explícita de que se cumple con un deber de humanidad, es todavía mas virtuoso; socorrerle con el pensamiento en Dios, viendo en el pobre á un hombre, imágen de Dios, y á quien Dios nos manda amar, es un acto todavía mas virtuoso: socorrerle, aun contra los impulsos del propio corazon, agriado quizás por un resentimiento, ó agitado por otras pasiones, y dominarse á sí mismo con una voluntad firme por amor de Dios; es ya un acto de virtud heróica. Nótese bien: la perfeccion moral del acto se aumenta á proporcion de que se quiere la cosa en sí misma con mas reflexion y amor; y llega al mas alto punto cuando en la cosa amada, se ama al mismo Dios. Si las miras son egoistas, el órden se pervierte, y la moralidad se disipa; cuando no hay miras de egoismo, y se obra principalmente á impulsos del sentimiento, la accion ya es bella, pero su carácter es mas bien de sensibilidad que de moralidad; mas cuando, con el corazon desgarrado por el dolor del sacrificio, la voluntad, precedida por la reflexion, manda este sacrificio, y se cumple el deber, porque es un deber; ó quizá se hace un acto no obligatorio, por el amor á su bondad moral, y porque el acto es agradable á Dios, vemos en la accion, algo tan bello, tan amable, tan digno de alabanza, que nos quedaríamos desconcertados si se nos preguntase entonces la razon del sentimiento respetuoso que experimentamos hácia la persona que por tan nobles motivos se sacrifica por sus semejantes.

Con arreglo á estos principios, podemos fijar clara y exactamente las ideas morales.

[239.] La moralidad absoluta, y por consiguiente el orígen y tipo de todo el órden moral, es el acto con que el ser infinito ama su perfeccion infinita. Este es un hecho absoluto, del cual no podemos señalar ninguna razon à priori.

En Dios no hay deber propiamente dicho; hay necesidad absoluta de ser santo.

[240.] El acto esencialmente moral en toda criatura es el amar á Dios. Es imposible, fundar la moralidad de este acto, en la moralidad de otro acto.

[241.] Los actos de la criatura son morales, en cuanto participan explícita ó implícitamente, de este amor.

[242.] Cuando la criatura ve intuitivamente á Dios, le ama necesariamente; y así todos sus actos, llevando este augusto sello, son necesariamente morales.

[243.] Cuando la criatura no ve intuitivamente á Dios, ama necesariamente el bien en comun, ó sea bajo una idea indeterminada: pero no ama necesariamente, ningun objeto en particular.

[244.] En este amor hácia el bien en comun, sus actos libres son morales, cuando su voluntad quiere el órden que Dios ha querido, sin mezclar combinaciones ajenas ó contrarias á este órden.

[245.] Para ser moral un acto, no es necesario que el que lo hace piense explícitamente en Dios, ni que su voluntad, le ame explícitamente.

[246.] El acto será tanto mas moral, cuanto vaya acompañado de mas reflexion sobre su moralidad, y sobre su conformidad con la voluntad de Dios.

[247.] El sentimiento moral, es un sentimiento que se nos ha dado para percibir la belleza del órden querido por Dios: es por decirlo así un instinto de amor de Dios.

[248.] Como este sentimiento es innato, indeleble, é independiente de la reflexion, lo experimentan hasta los ateos.

[249.] La idea de obligacion moral ó deber, resulta de dos ideas: órden querido por Dios; libertad física de apartarse de este órden. Dios otorgándonos la vida, ha querido que procurásemos conservarla; pero el hombre es libre, y á veces se suicida. El que conserva su vida cumple con un deber; el que se mata, le infringe. Así en la idea del deber, entra la de libertad física, que no puede ejercerse en cierto sentido, sin salir del órden querido por Dios.

[250.] La pena es una sancion del órden moral; sirve para suplir la necesidad imposible para los seres libres. Las criaturas que obran sin conocimiento, cumplen su destino por necesidad absoluta; los seres libres, cumplen su destino, nó por necesidad absoluta, sino por la especie de necesidad producida por la vista de un resultado doloroso.

[251.] Aquí se palpa la diferencia entre el mal físico y el mal moral, aun en el mismo ser libre: el físico es el dolor; el moral, es el desviarse del órden querido por Dios.

[252.] Ilícito es lo contrario á un deber.

[253.] Lícito es todo lo que no se opone á ningun deber.

[254.] Ley eterna es el órden de los seres inteligentes querido por Dios, con arreglo á su santidad infinita.

[255.] Acciones intrínsecamente morales, son las que forman parte del órden que Dios, (supuesta la voluntad de criar tales ó cuales seres), ha querido por necesidad, en fuerza del amor de su perfeccion infinita. Semejantes acciones, están mandadas porque son buenas.

[256.] Las acciones que son buenas porque están mandadas, son las que forman parte del órden querido por Dios libremente, y del cual ha dado conocimiento á sus criaturas.

[257.] El mandato de Dios, es su voluntad comunicada á la criatura. Si esta voluntad es necesaria, el precepto es natural; si esta voluntad es libre, es positivo.

[258.] Atendiendo á lo puramente natural, el órden querido por Dios, es el que conduce á la conservacion y perfeccion de los seres criados. Las acciones serán morales cuando se conformen con este órden.

[259.] La perfeccion natural de los seres consiste en el uso de sus facultades acomodado al fin á que su misma naturaleza los muestra destinados.

[260.] La naturaleza ha encargado á cada individuo el cuidado de su propia conservacion y perfeccion.

[261.] La imposibilidad natural de que el hombre viva solo, indica que la conservacion y perfeccion de los individuos, se ha de conseguir en sociedad.

[262.] La primera sociedad, es la de familia.

[263.] Los padres deben alimentar y educar á sus hijos; porque sin esto no puede conservarse el linaje humano.

[264.] Los deberes conyugales, nacen del órden necesario para la conservacion y perfeccion de la sociedad de familia, indispensable para la conservacion del humano linaje.

[265.] Cuanto mas necesario es el enlace de un acto con la conservacion y perfeccion de la familia, mas necesaria es su moralidad, y por consiguiente menos sujeta á modificaciones.

[266.] La inmoralidad de los actos contrarios al pudor, y muy especialmente los contrarios á la naturaleza, se funda en grandes razones de un órden indispensable para la conservacion del individuo y de la especie.

[267.] Las pasiones, por lo mismo que son ciegas, es evidente que nos han sido dadas como medios, nó como fines.

[268.] Luego cuando la satisfaccion de las pasiones se toma nó como un medio, sino como un fin, el acto es inmoral. Un ejemplo sencillo aclarará esta idea. El placer de la comida tiene un objeto muy útil para la conservacion del individuo; así el comer con placer, no es nada malo, sino bueno; pero el comer por el placer de la comida, es invertir el órden: el acto no es bueno. La misma accion que en el primer caso es muy racional, en el segundo es un acto de glotonería. Así lo juzga el sentido comun sin necesitar de análisis.

[269.] Viviendo el hombre solo, el uso de su libertad física, no perjudicaria jamás sino á sí mismo; el límite moral de su libertad seria el de satisfacer sus necesidades y deseos, con arreglo al dictámen de la razon. Pero viviendo los hombres en sociedad, el ejercicio de la libertad física del uno, tropieza por necesidad con el del otro; para impedir el desórden es necesario restringir un poco la libertad física de cada uno, y someterlos á todos á un órden conforme á razon, y conducente al bien general: hé aquí la necesidad de una legislacion civil. Esta no puede establecerse, ni conservarse, por sí sola: hé aquí la necesidad de un poder público. El objeto de la sociedad, es el bien general, con sujecion á los principios de la moral eterna; este mismo es el objeto del poder público.

[270.] Con la teoría que precede, se explica satisfactoriamente el doble carácter que presenta el órden moral: lo absoluto y lo relativo. La razon, el sentido comun, el corazon, nos obligan á reconocer en el órden moral algo absoluto, independiente de la consideracion de la utilidad: esto se explica, elevándose á un acto absoluto, de perfeccion absoluta; y mirando la moralidad de las criaturas, como una participacion de aquel acto. La razon y la experiencia nos enseñan que la moralidad de las acciones tiene resultados útiles; esto se explica, observando, que en aquel acto absoluto, está comprendido el amor del órden que habia de reinar entre los seres criados, para cumplir sus destinos. Este órden pues, era á un tiempo querido por Dios, y conducente al fin especial de cada criatura; será pues á un mismo tiempo moral y útil.

[271.] Pero los dos caractéres se conservan siempre esencialmente distintos: el primero, lo sentimos; el segundo lo calculamos. Cuando nos falta el primero, somos malos; cuando el segundo, somos desgraciados. El resultado doloroso, es pena, si nuestra voluntad ha infringido á sabiendas el órden; cuando nó, es simplemente desdicha.

[272.] Permítaseme lisonjearme con la idea de que esta teoría es algo mas satisfactoria, que las que han excogitado algunos filósofos modernos, para explicar la naturaleza absoluta de la moralidad. He necesitado de la idea de Dios, es cierto; porque no concibo órden moral, en quitando á Dios del mundo. Sin la idea de Dios, la moralidad no puede ser otra cosa que un sentimiento ciego, tan absurdo en su objeto, como en sí mismo; la filosofía que no lo funde en Dios, no podrá llegar jamás á una explicacion científica: deberá limitarse á consignar el hecho como una necesidad, cuyo carácter y orígen se ignoran del todo.

[273.] Añadiré una observacion que compendia toda mi teoría, y que pone de manifiesto lo que la diferencia de las otras, que reconocen en Dios el fundamento del órden moral, y el amor de Dios, por el primero de los deberes. Los sistemas á que me refiero suponen la idea de moralidad distinta de la del amor de Dios, pero yo digo que la esencia de la moralidad es el mismo amor de Dios. Así afirmo que la santidad infinita, es esencialmente el amor con que Dios se ama á sí mismo; que el acto primitivo y esencialmente moral de la criatura es el amor á Dios; que la moralidad de todas sus acciones, consiste en conformarse explícita ó implícitamente con la voluntad de Dios; lo que equivale á un amor explícito ó implícito de Dios.

Uno de los resultados mas notables de esta teoría que pone la esencia de la moralidad en el amor de Dios ó del bien infinito, es el que hace desaparecer la diferencia entre la forma de las proposiciones metafísicas y las morales, manifestando como el se debe y se ha, que se encuentra en estas, se reduce al es absoluto de aquellas (V. 210, 211, 212 y 213). Hé aquí la aplicacion de este importante resultado.

La proposicion: El amar á Dios es bueno moralmente; es una proposicion absoluta é idéntica, porque la bondad moral no es otra cosa que el amor de Dios.

La proposicion: El amar al prójimo es bueno; se reduce á la primera, porque amar al prójimo es un cierto modo de amar á Dios.

La proposicion: el socorrer al prójimo es bueno: se reduce á la anterior, porque socorrer es amar.

La proposicion: El hombre debe conservar su vida, se explica por esta otra absoluta: la conservacion de la vida del hombre, es querida por Dios. Así la palabra debe, significa la necesidad de que el hombre conserve su vida, si no quiere oponerse al órden querido por Dios.

Estos ejemplos bastan para que se vea con cuánta facilidad pueden reducirse á una forma absoluta, las proposiciones morales. Esto, no alcanzo de qué manera se podrá conseguir, si en vez de decirse: el amor de Dios es la misma moralidad; se dijese: el amor de Dios es un acto moral, distinguiendo entre el amor y la moralidad.

[274.] Sea cual fuere el juicio que se forme de esta explicacion, no puede negarse que con ella, se reconoce una sabiduría profunda, aun ateniéndonos al solo órden natural y filosófico, en aquella admirable doctrina del Divino Maestro, en que llama al amor de Dios el mayor y el primero de los mandamientos, y en que, cuando quiere señalar el carácter del bien moral, recuerda, muy especialmente, el cumplimiento de la voluntad divina.

[275.] Puesta la esencia de la moralidad en el amor, lo moral debe parecernos bello, porque nada mas bello que el amor; debe ser agradable al alma, porque nada mas grato que el amor. Entonces se comprende tambien por qué las ideas de desinterés, de sacrificio, se nos presentan tan bellas en el órden moral, y nos hacen rechazar instintivamente la teoría del interés propio: nada mas desinteresado, que el amor; nada mas capaz de grandes sacrificios que el amor.

[276.] Así el egoismo queda desterrado del órden moral: Dios se ama á sí mismo, porque es infinitamente perfecto; fuera de sí no encuentra nada que amar, que él no haya criado. El amor que tiene á las criaturas es completamente desinteresado, porque nada puede recibir de las mismas. La criatura se ama á sí propia y ama tambien á las demás; pero este amor, no es de un egoismo estrecho, sino que ama en sí misma, y en sus semejantes, el reflejo del bien infinito. Desea unirse con el bien supremo, y en esto pone su última felicidad; pero este deseo lo enlaza con el amor del bien supremo en sí mismo, y no le ama precisamente porque de ello deba resultar su propia felicidad.

CAPÍTULO XXI.
OJEADA SOBRE LA OBRA

[277.] Llego al término de mi trabajo; y así conviene echar una ojeada sobre el largo camino que acabo de recorrer.

Me habia propuesto examinar las ideas fundamentales de nuestro espíritu, ya considerado en sí mismo, ya en sus relaciones con el mundo.

[278.] Con relacion á los objetos, hemos encontrado en nuestro espíritu dos hechos primitivos: la intuicion de la extension; la idea del ente. En la intuicion de la extension se funda toda la sensibilidad objetiva; en la idea del ente se funda todo el órden intelectual puro en lo tocante á las ideas indeterminadas. De la idea del ente, hemos visto salir las de identidad, distincion, unidad, número, duracion, tiempo, simplicidad, composicion, finito, infinito, necesario, contingente, mutable, inmutable, substancia, accidente, causa, efecto.

[279.] En el órden subjetivo, hallamos como hechos de conciencia, la sensibilidad, ó el ser sensitivo (incluyendo en esto no solo la sensacion, sino tambien el sentimiento); la inteligencia y la voluntad; lo que nos da ideas intuitivas de modos de ser determinados, y distintos del de los seres extensos.

[280.] Así todos los elementos de nuestro espíritu se reducen á las ideas intuitivas de extension, de sensibilidad, inteligencia y voluntad, y á las ideas indeterminadas, que á su vez se fundan todas en la idea de ser.

[281.] De la idea de ser, combinada con la del no ser, nace el principio de contradiccion: que por sí, da orígen solamente á conocimientos indeterminados. Para que la ciencia tenga un objeto realizable, es necesario que el ser se le presente bajo alguna forma. Nuestra intuicion nos ofrece dos: extension y conciencia.

[282.] La conciencia nos ofrece tres modos de ser: sensibilidad, ó el ser sensitivo, inteligencia y voluntad.

[283.] La extension considerada en toda su pureza, cual la imaginamos en el espacio, es la base de la geometría.

[284.] La misma extension modificada de varias maneras, y puesta en relacion con nuestra sensibilidad, es la base de todas las ciencias naturales, ó que tienen por objeto el universo corpóreo.

[285.] La inteligencia da orígen á la ideología y á la psicología.

[286.] La voluntad, en cuanto movida por fines, da orígen á las ciencias morales.

[287.] La idea de ser engendra el principio de contradiccion; y con él, las ideas generales é indeterminadas, de cuya combinacion nace la ontología; y que además circulan por todas las demás ciencias como un flúido vivificante.

[288.] Así concibo el árbol de las ciencias humanas: examinar las raíces de este árbol, era mi objeto en la Filosofía Fundemental.

FIN