Kitabı oku: «Aproximaciones a la filosofía política de la ciencia», sayfa 10
Así las cosas, las entidades híbridas latourianas no sólo serían agregados de naturaleza-cultura, sino una matriz antropológica que cambia su constelación en cada movimiento, su organización y su heterogeneidad. De modo que el diagnóstico de la práctica humana y su relación con la naturaleza no consistiría, como dice Latour, en el proceso incesante de hibridación y purificación de entidades. El problema anterior impone la caracterización de las entidades originarias que participan en la mezcla híbrida en un estado prístino, cuando en realidad su originalidad es resultado de otras interacciones y otras mezclas; a nuestro juicio, las entidades en el mundo existen en permanente reorganización y reconstrucción de las relaciones precedentes. Las dimensiones que escojamos como campo de intervención y estudio serán resultado de una primera selección guiada por el interés de los actores; en este sentido optamos por las dimensiones que la antropología ha trabajado entanto procesos de hominización desde sus estudios clásicos. 66 Las dimensiones comprometidas en la hominización corresponden con aquellos elementos que posibilitan la interacción humana mediada por instrumentos naturales (antropología de la naturaleza y ambiental), materiales (antropología cultural y arqueología), simbólicos (antropología cultural), sociales (antropología social) e intersubjetivos (antropología cultural). Estos elementos se encuentran permanentemente en reorganización y dan indicios de los diferentes arreglos del proceso de hominización.
No malinterpretemos, no tratamos de fundar de una vez por todas una epistemología de sustento antropológico absolutista; por el contrario, se trata de una propuesta de formulación de una epistemología surgida del reconocimiento de los campos de estudio de una disciplina abocada al estudio del mundo con presencia del fenómeno humano. El trabajo epistemológico está por realizarse, este texto no es más que una propuesta de exploración que pudiese continuarse de forma enriquecedora con la participación y crítica de otros grupos de investigación y, desde luego, con la incorporación de los antropólogos en estas discusiones.
La propuesta de una epistemología de sustento antropológico tiene como antecedentes toda la discusión hasta aquí planteada de manera generalizada. Luego de haber discutido la epistemología a partir de un esquema binario ciencias-política, los esquemas siguen siendo limitados; sin embargo, en este estudio hemos aprendido que las relaciones son más complejas y que una vía para continuar el camino de eliminación de las fracturas y relativizaciones desenfrenadas sería contemplar las dimensiones de hominización, entre las cuales ciencia y política deberían ponerse en un debate que, relativizando las propuestas, apuntase a la discusión de consensos alcanzados, de ese modo lograríamos no sólo relativizar las propuestas sino incorporarlas en un proceso de objetivación negociada.
________NOTAS________
1 Bruno Latour, "For David Bloor... and Beyond: A Reply to David Bloor's ´Anti-Latour´", en Studies of History and Philosophy of Science, vol. 30, 1999:113-129. [Regreso]
2 Jürgen Habermas, La technique et la science comme Idéologie, París, Gallimard, 1973. [Regreso]
3 Latour, Nous n'avons jamais été modernes, París, La Découverte, 1991. [Regreso]
4 Habermas, "Nuestro breve siglo", en Nexos, agosto, 1998: 39-44. [Regreso]
5 Paul Gross y Norman Levitt, Higher Superstition: The Acadenuc Left and Its Quarrels with Science, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1994. [Regreso]
6 Manuel Castells, La sociedad red, Madrid, Alianza Editorial, 1996. [Regreso]
7 Alan Sokal y Jean Bricmont, Impostures Intellectuelles, París, Éditions Odile Jacob, 1997: 8. [Regreso]
8 Knorr-Cetina, "Les épistemes de la société: l'enclavement du savoir dans les structures sociales", en Sociologie et sociétés, vol. xxx, 1, Printemps, 1998: 10-21. A juicio de algunos filósofos y científicos, el gran debate entre posmodernistas y modernistas ha ocurrido en torno al tema del constructivismo. El relativismo sería una parte de aquél y se asociaría a la noción de construcción social observada por los estudiosos de la ciencia, en este sentido es emblemática esta posición en Barry Barnes en el texto "Cómo hacer sociología del conocimiento", en Política y Sociedad, 14/15, 1993-1994: 9-20; igualmente se puede ver el debate entre Regis Debray y Jean Bricmont, en A l'ombre des lumieres, Débat entre un philosophe et un scientifique, París, Odile Jacob, 2003, a propósito de este tema. Para los fines de este trabajo se evita la asociación constructivismo-relativismo por la razón que se esgrime en el cuerpo del texto. Nosotros nos referimos al relativismo como relativismo epistémico, es decir, como posiciones relativistas tomadas por los actores en un dispositivo de elaboración de conocimientos. [Regreso]
9 Latour y Steve Woolgar, La vie de laboratoire, la production des faits scientifiques, París, La Découverte, 1988. [Regreso]
10 "Introduction", en Michel Callon y Latour, en La science telle qu'elle se fait, París, La Découverte, 1991. Esta frase puede ser entendida como la práctica de describir realistamente la investigación. Puede significar que se aplica una concepción relativista de la ciencia mediante un tratamiento realista de observación empírica (Emilio Lamo de Espinosa, "El relativismo en sociología del conocimiento", en Política y Sociedad, op. cit.: 21-31). El problema de esta argumentación es que la oposición universalismo-relativismo no es fecunda en sí misma, sin la consideración de los procedimientos que permiten a los actores científicos en juego no sólo las controversias y las relativizaciones, sino, inversamente, las acuñaciones colectivas negociadas. [Regreso]
11 La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1971. [Regreso]
12 Paul Feyerabend, Contre la méthode, Esquisse d'une théorie anarchiste de la connaissance, París, Ed. du Seuil, 1979. [Regreso]
13 Retomamos el reconocimiento de Giddens respecto a que fue Schutz quien introdujo el principio de adecuación para rendir cuenta de la relación pertinente entre los conceptos teóricos de las ciencias sociales y las nociones que los actores mismos utilizan para actuar comunicativamente en el mundo de las significaciones (se puede consultar la importante contribución de este principio a la metodología de la doble hermenéutica en Las nuevas reglas del método sociológico de Anthony Giddens, Buenos Aires, Amorrortu, 1987). [Regreso]
14 Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre (The End of History and the Last Man), Nueva York, The Free Press, 1992. [Regreso]
15 Dan Sperber, Le savoir des anthropologies, París, Hermann, 1982. [Regreso]
16 El surgimiento de la antropología posmoderna, España, Gedisa, 1998. [Regreso]
17 Ver: la proliferación de trabajos que se enmarcan en lo que se conoce como movimiento Ciencia-Tecnología- Sociedad. [Regreso]
18 Michael Lynch, "La rétine extériorisée, Sélection et mathematisation des documents visuels", en Culture Technique, 14, 1985b: 108-123. [Regreso]
19 Latour, "¿por qué se ha quedado la crítica sin energía?, de los asuntos de hecho a las cuestiones de preocupación", en Convergencia, año 11, 35, mayo-agosto, 2004: 17-49. [Regreso]
20 Geertz y Clifford, op. cit. [Regreso]
21 Para familiarizarse con el escándalo y sus consecuencias epistemológicas se puede consultar: H. Antonio Arellano, "La guerra entre ciencias exactas y humanidades en el fin de siglo: el escándalo Sokal y una propuesta pacificadora", en Ciencia Ergo Sum, vol. 7, 1, marzo-junio, 2000: 56-66; igualmente se puede ver De probetas, computadoras y ratones, Pablo Kreimer, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1999. [Regreso]
22 Vid. Arellano, op. cit. [Regreso]
23 Callon, "Whose Imposture? Physicists at War with the Third Person", en Social Studies of Science, vol. 29, 2, abril, 1999: 261-286. [Regreso]
24 Sokal y Bricmont (S&B), op. cit. [Regreso]
25 Idem. [Regreso]
26 Londres, Athlone, 1996: 140-141. [Regreso]
27 Collins, Changing Order, Replication and Induction in Scientific Knowledge, Londres, Sage, 1985. [Regreso]
28 Recordemos que el escándalo fue propiamente desencadenado por las publicaciones de Alan Sokal y la argumentación epistemológica posterior fue el resultado de la colaboración con Jean Bricmont. La posición de Sokal se acota a opiniones científicas, en cambio Bricmont discute de manera enfática la epistemología (Debray y Bricmont, op. cit.). [Regreso]
29 Sokal," Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity", en Social Text, 46-47, 1996: 217-252; "A Physics Experiments With Cultural Studies", en Lingua Franca, mayo-junio, 1996b: 62-64; "Transgressing the Boundaries: An Afterword", en Dissent, (43)4, 1996c: 93-99. [Regreso]
30 "What's wrong with relativism?", en Physics World Magazine, vol. 11, Issue 4, abril, 1998: s/p. [Regreso]
31 Arellano, La producción social de objetos técnicos agrícolas: antropología de la hibridación del maíz y de los agricultores de los valles altos de México, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 1999. [Regreso]
32 Callon, "Élements pour une sociologie de la traduction, la domestication des coquilles Saint-Jacques et des marins-pêcheurs dans la baie de Saint-Brieuc", en L'année sociologique, 36, 1986: 169-208. [Regreso]
33 David Bloor, Socio-logie de la logique ou les limites de l'épistémologie, París, Pandore, 1976. [Regreso]
34 Idem. [Regreso]
35 Callon, op. cit., 1986: 176-177. En 1997, ocurrió un debate entre David Bloor y Bruno Latour en la revista Studies of History and Philosophy of Science a propósito de la construcción del conocimiento científico. Por un lado, Bloor critica a Latour su falta de precisión respecto al constructivismo social y, por otro, Bruno Latour rechaza el relativismo epistémico sustentado por principio de simetría (formulado por Bloor) para analizar las variaciones del conocimiento del mundo exterior y el de simetría generalizada (formulado por el propio Latour) para estudiar las variaciones del conocimiento social del proceso científico (Bloor, "Anti-Latour", en Studies of History and Philosophy of Science, op. cit.: 81-112 y Latour, "For David Bloor…", ibid.: 113-129). [Regreso]
36 Arellano, op. cit., 1999: 48. [Regreso]
37 Steve Weinberg, "Sokal's Hoax", en The New York Review of Books, Nueva York, 3 de octubre, 1996. [Regreso]
38 Ejemplo de este escepticismo radical respecto a la realidad lo expresa el autor cuando, refiriéndose al ataque a las torres gemelas en Nueva York, escribe "La táctica del modelo terrorista es causar un exceso de realidad y hacer hundirse el sistema bajo este exceso de realidad. Toda la burla de la situación en mismo tiempo que la violencia movilizada del poder, se dan la vuelta contra él, ya que los actos terroristas son a la vez el espejo exorbitante de su propia violencia y el modelo de una violencia simbólica que le está prohibida, de la única violencia que no pueda ejercer: la de su propia muerte", Jean Baudrillard, "L'esprit du terrorisme", en Le Monde, 2 de noviembre, 2001. [Regreso]
39 Habermas, L'avenir de la nature humaine, vers un eugénisme libéral?, París, Gallimard, 2002: 39. [Regreso]
40 Ibid.: 27. [Regreso]
41 Ulrich Beck, La sociedad del riesgo. En camino hacia otra sociedad moderna, Barcelona, Paidós, 1998. [Regreso]
42 Knorr-Cetina, op. cit., 1998. [Regreso]
43 Edgard Morin, El método: el conocimiento del conocimiento, Madrid, Cátedra, 1999. [Regreso]
44 Latour, op. cit., 1999. [Regreso]
45 Giddens, op. cit., 1987. [Regreso]
46 Habermas, op. cit., 1987. [Regreso]
47 Morin, op. cit. [Regreso]
48 R. Luis Valencia, Introducción a la física, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, 2003 y Steve Weinberg, Le Réve d'une theorie ultime, París, Odile Jacob, 1997. [Regreso]
49 Michel Serres, Hermes III, la traduction, París, Éd. de Minuit, 1974 y Eclaircissements, entretiens avec Bruno Latour, París, François Bourin, 1994. [Regreso]
50 Latour, op. cit., 1991. [Regreso]
51 John Law y John Hassard, Actor Network Theory and After, Oxford, Blackwell and Sociological Review, 1999 y Law, Alfter method: mess in social science research, Londres, Routledge, 2004. [Regreso]
52 Teoría de la acción comunicativa II, Madrid, Taurus, 1987: 76-77. [Regreso]
53 Latour, op. cit., 1999. [Regreso]
54 Philippe Descola y Gísli Pálsson (eds.), Nature and Society, Anthropological Perpectives, Londres, Routledge, 1996 y Descola, La nature domestique: Simbolisme et praxis dans l'écologie des Achuar, París, Éds. de la maison de l'Homme, 1986. [Regreso]
55 Francis Chateauraynaud, "Forces et faibleses de la nouvelle anthropologie des sciences, Michel Callon et Bruno Latour: La science telle qu'elle se fait", en Critique, tomo XLVII, X, 1991: 529-530. [Regreso]
56 Michael Lynch, Art and Artifact in Laboratory Science: A Study of Shop Work and Shop Talk in a Research Laboratory, Londres, Routledge and Keagan Paul, 1985a. [Regreso]
57 Latour y Woolgar, op. cit., 1988. [Regreso]
58 Knorr-Cetina, The Manufacture of Knowledge: An Essay on the Constructivism and Contextual Nature of Science, Oxford, Pergammon, 1981. [Regreso]
59 Law, op. cit., 2004. [Regreso]
60 Callon, "Pour une sociologie des controverses technologiques", en Fundamenta Scientiae, vol. 2, 3-4, 1981: 381-399 y Dominique Raynaud, Sociologie des controverses scientifiques, París, PUF, 2003. [Regreso]
61 Habermas, op. cit., 2002: 27. [Regreso]
62 Latour, op. cit., 1999. [Regreso]
63 Latour, op. cit., 1991. [Regreso]
64 Arellano, op. cit., 2000. [Regreso]
65 Michel Foucault, et al., "L'enjeu de Foucault", en Bulletin peridique du champ freudien, 10, julio 1977: 62-93. [Regreso]
66 L. H. Morgan, J. G. Frazer, Marcel Mauss, entre otros. [Regreso]
La filosofía política de la ciencia
y el principio de precaución
Alfredo Marcos
Introducción
Si uno consulta en Google la expresión "filosofía política de la ciencia", 1 aparecen unas pocas páginas relacionadas con la actividad que se realiza en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y con una mesa redonda que bajo ese título tuvo lugar en la Universidad de Valladolid el pasado mes de noviembre. Poca cosa y muy reciente todo. Si uno consulta la expresión correspondiente en lengua francesa obtiene tan sólo resultados relacionados con la obra de Bruno Latour. 2 En inglés sí aparecen algunos sitios más, no muchos, la mayoría de ellos referidos a un libro de Joseph Rouse, 3 a otro más reciente de James Brown 4 y a una ponencia de Thomas Uebel. 5 Por supuesto, otras muchas obras y líneas de investigación que no aparecen bajo el rótulo de "filosofía política de la ciencia", pueden, sin embargo, ubicarse dentro de este campo temático. Una parte de los estudios CTS, una parte de los de bioética y biopolítica,6 así como muchos estudios sobre ciencia y género, sobre sociología e historia de la ciencia, sobre ética ambiental, sobre racionalidad, sobre modernidad y postmodernidad, sobre políticas científicas o sobre filosofía de la tecnología, contienen elementos propios de una filosofía política de la ciencia. Obras más clásicas del ámbito de la filosofía de la ciencia, como el texto de Paul Feyerabend titulado La ciencia en una sociedad libre, también entran de lleno en este territorio. Hay que considerar, además, que muchos filósofos de la ciencia estuvieron interesados también en cuestiones políticas y que difícilmente podríamos trazar una separación radical entre ambos intereses. Podemos recordar los casos de Otto Neurath y de Karl Popper, por citar tan sólo dos de los más notables. Por otro lado, autores que solemos ver como pensadores políticos o sociales, como por ejemplo Jürgen Habermas, tienen también un considerable interés para la filosofía de la ciencia. La conexión estrecha entre epistemología y pensamiento político aparece reiteradamente a lo largo de la historia de la filosofía. Un par de casos obvios son Platón y John Locke, pero, como todos podemos ver, el listado sería realmente largo.
Así pues, en cierto sentido, la filosofía política de la ciencia es una disciplina muy reciente, casi más un proyecto que una realidad, pero, en otro sentido, las raíces intelectuales de la misma llegan muy lejos en el tiempo y pueden ser rastreadas en algunos de los más prestigiosos filósofos actuales y no tan actuales. Es un fenómeno al que estamos acostumbrados en filosofía, cada vez que aparece un nuevo territorio temático comenzamos a leer retrospectivamente a nuestros clásicos bajo otra luz, lo cual hace que aparezcan también innumerables precedentes de los temas que creíamos nuevos. Sin embargo, esto no les resta novedad, es más, pone de manifiesto precisamente la novedad de la perspectiva que ahora adoptamos. Quizá sea esto lo que suceda con la filosofía política de la ciencia. Pero, si nos hallamos ante una perspectiva nueva, tendremos que preguntarnos por las razones que han favorecido su surgimiento, lo cual nos ayudará a comprender también su especificidad. Esa será la tarea que abordaré más adelante. Veremos que no se trata de una nueva superespecialización de la filosofía, sino precisamente de lo contrario, de un intento de crear zonas de solapamiento entre disciplinas filosóficas que no pueden permanecer separadas por más tiempo. La razón es que los problemas tradicionales del pensamiento político sobre la justicia, la libertad, la legitimidad y la democracia, se presentan hoy muy especialmente en relación con la tecnociencia. Hoy estas cuestiones dependen en gran medida de cómo se regule la tecnociencia, el acceso a los bienes que produce y la distribución de los riesgos que genera. Por su lado, la tecnociencia se entiende cada vez más como acción, lo cual ha forzado una ampliación de la filosofía de la ciencia hacia cuestiones prácticas, de modo que los problemas clásicos sobre la racionalidad y el realismo empiezan a ser tratados bajo la forma de razón práctica y verdad práctica.
En este espíritu, trataré de explorar esa zona de solapamiento. Intentaré mostrar los problemas filosóficos que dicho territorio nos depara. Confío en que se aprecie que son problemas reales –por utilizar la expresión de Popper–, y no meros artificios académicos. Tan reales son, que de hecho han sido los propios problemas los que nos han salido al paso. Casi se podría decir que la comunidad de filósofos de la ciencia ha tratado de esquivar este tipo de problemas hasta que su inexorable presencia nos ha hecho ya imposible la huida.
Por último, en el apartado 4 me centraré en una de las cuestiones que deben ser objeto de tratamiento dentro de la filosofía política de la ciencia. Me refiero a las nuevas relaciones entre una ciencia que no aspira ya a la certeza y una acción política que aspira todavía a la justicia; me refiero a las nuevas relaciones entre dos importantes ámbitos de la vida humana que no tienen por qué renunciar a sus pretensiones de racionalidad y legitimidad. La conexión entre el conocimiento científico y la acción política no puede ser ya de carácter rígido ni jerárquico, sino que se requieren conexiones, como el principio de precaución, que sirvan de engranaje entre ambas partes. Trataré, pues, de presentar el principio de precaución, reflexionar sobre las condiciones que legitiman su aplicación y esclarecer su función mediadora entre ciencia y política.
La confluencia entre filosofía política y filosofía de la ciencia
La progresiva confluencia entre filosofía política y filosofía de la ciencia se ha visto favorecida por cambios objetivos ocurridos recientemente en el ámbito de la tecnociencia y en el ámbito político-social, y a raíz de ellos en la propia naturaleza, que ha sido, por así decirlo, "politizada". Pero también el rumbo que ha tomado la filosofía de la ciencia en la última mitad del siglo xx ha favorecido esta confluencia. En poco tiempo, desde la Segunda Guerra Mundial, han cambiado muchas cosas en ciencia y tecnología, en la reflexión filosófica sobre la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad y en la propia naturaleza. La ciencia se ha convertido claramente en un hecho social, ha estrechado sus vínculos con la tecnología, también con el sistema político. Por otra parte, la filosofía de la ciencia ha descubierto los aspectos prácticos de la misma –la ciencia es acción humana y social, no sólo resultados–, ha descubierto también que el conocimiento científico y su aplicación tecnológica tienen que convivir con la inevitable incertidumbre y ha desarrollado el concepto de racionalidad científica en un sentido que lo aproxima mucho al de racionalidad política. Permítaseme analizar, de modo un poco más detenido, estos procesos.
La ciencia es un hecho social
Que la ciencia se ha convertido, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, en un complejo hecho social, no requiere mayores demostraciones y puede ser tenido por algo obvio. Eso no quiere decir que haya desaparecido la investigación científica individual o en pequeños grupos y con escasos recursos, pero este modo tradicional de investigación se ha visto rebasado hoy por la llamada "Gran Ciencia" (Big Science). Me limitaré a ilustrar la idea con un par de datos históricos aislados, pero significativos.
Isaac Newton ingresó como estudiante en el Trinity College de Cambridge en el mes de julio de 1661. Allí permaneció hasta el verano del año 1665. En este momento Inglaterra se vio azotada por una epidemia de peste, y los estudiantes de Cambridge se vieron obligados a dejar la ciudad y refugiarse en el campo, donde las probabilidades de contagio eran menores. En la soledad de su obligado retiro de Woolsthorpe, entre 1665 y 1666, Newton descubrió el método de fluxiones, elaboró la teoría de los colores y concibió la idea de la gravitación universal. Según señala su biógrafo, Richard Westfall, 7 la famosa historia de la manzana parece estar vinculada también a su estancia en esta localidad. Todos estos logros, anota el propio Newton, "corresponden al periodo 1665-1666, los años de la epidemia. Porque en aquel tiempo, me encontraba en la plenitud de mi ingenio, y las matemáticas y la filosofía me ocupaban más de lo que lo harían nunca después". Todo esto se produce en la soledad, en el aislamiento, lejos de los laboratorios, las bibliotecas y las estructuras académicas, de congresos y reuniones y en un momento en que incluso la asignación económica de su College estaba en el aire. Por entonces un científico, uno de los más importantes que ha dado la humanidad, aún podía trabajar así.
Utilicemos como contraste el paisaje del Proyecto Manhattan, que sirvió para desarrollar y fabricar la primera bomba atómica. Para empezar conocemos el nombre del proyecto, una entidad social, más que el de los científicos que intervinieron en él, que fueron muchos, de diversas nacionalidades y de distintas especialidades, instalados algunos en centros universitarios y otros en centros industriales, y conectados todos con el poder político y militar. El "éxito" del proyecto no se hubiera producido de no ser por el impulso político y financiero que recibió de Churchill, Roosevelt y Truman, por la colaboración de muchos de los mejores científicos del momento: físicos, químicos, informáticos..., por las aportaciones de la industria química de los Estados Unidos y por la coordinación de todo ello dentro de complejas estructuras militares. Con el Proyecto Manhattan nace lo que se conoce como la "Gran Ciencia", un hecho social de enormes dimensiones con ramificaciones de todo género. Para hacernos una idea de su envergadura, basta con recordar que en él se gastaron 2.191 millones de dólares, que su resultado final sirvió para generar una terrible masacre, que todos los equilibrios de la Guerra Fría (la política mundial de cuatro décadas) dependieron de la investigación y el desarrollo nuclear, y que, en fin, el estallido de la bomba atómica abrió en Occidente un debate ético sobre la función de la técnica en el que todavía nos encontramos.8 En nuestros días ocupan un lugar similar el "Proyecto Genoma Humano" (pgh) y el "Proyecto Brain", pero se han dado algunos cambios significativos. Por ejemplo, el pgh nace ya rodeado de un aparato de relaciones públicas importante, desde el propio pgh se ha intentado incentivar el debate social y las repercusiones éticas y políticas forman parte, de modo explícito, de las preocupaciones de algunos de los científicos involucrados en el proyecto.
La naturaleza eminentemente social de la producción científica, así como el gran poder de influencia que la ciencia tiene sobre la propia sociedad, tanto mediante las aplicaciones tecnológicas, como mediante las imágenes del mundo que propone, hacen que la reflexión filosófica sobre la ciencia no pueda permanecer ajena por más tiempo a la perspectiva política. Y viceversa, la filosofía política y social no ha podido por menos que ocuparse de la tecnociencia, ya que se trata de uno de los más poderosos factores de configuración social. Cuando los sociólogos comienzan a caracterizar nuestra sociedad actual como una sociedad de la información y del conocimiento, es más que evidente que la tecnología y la ciencia son ya objeto de reflexión para el pensamiento político y social. Pero, junto a la perspectiva sociológica, hace falta una mirada filosófica que atienda a los aspectos críticos y evaluativos. Como ha defendido Srdan Lelas, 9 la filosofía de la ciencia tiene que tratar ahora sobre la legitimidad de la ciencia en una doble dimensión, en su relación epistémica con la naturaleza y en su relación práctica con la sociedad.
La simbiosis entre tecnociencia y política
Como ha señalado Miguel Ángel Quintanilla, los cambios científicos y tecnológicos se producen hoy a un ritmo extraordinariamente rápido, tienen una gran amplitud y profundidad, dependen de la estrecha conexión existente entre ciencia y tecnología, y son uno de los factores más importantes del crecimiento económico y del cambio social. Pero los cambios en ciencia y tecnología no están determinados, dependen de la voluntad de las personas (en el mejor de los casos de la voluntad democrática, aunque esto, por supuesto, no está garantizado). En consecuencia, parece sensato y necesario el establecimiento de políticas científicas.
De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial, muchos organismos (UNESCO, OCDE, OEA...) y gobiernos comenzaron a adoptar políticas científicas. En principio se trataba de políticas para impulsar y promover el desarrollo científico y tecnológico, que se adoptaban en el convencimiento de que dicho desarrollo produciría, a su vez, un progreso económico e industrial. Indudablemente, tanto el desarrollo tecnocientífico como el industrial y económico se hallan entrelazados en nuestros días, y producen intensos cambios sociales y naturales. Además, tanto la investigación científica como la innovación tecnológica están en estrecha dependencia de las decisiones políticas y de las prácticas sociales: la expansión de internet, por ejemplo, está recibiendo un apoyo político inusitado, y la introducción de ordenadores, que, sin un cambio cultural y de costumbres, no serviría para aumentar la productividad, contribuye a ella merced a los cambios sociales y laborales recientemente introducidos. No existe, en fin, algo así como un destino fatal necesario para la tecnociencia.
Las políticas de promoción de la ciencia y de la técnica fueron pronto completadas con políticas de orientación del desarrollo tecnocientífico (por ejemplo, a través del establecimiento de áreas prioritarias en las convocatorias de proyectos de investigación), y posteriormente enriquecidas y mejoradas con las políticas de control y previsión de los efectos de dicho desarrollo, efectos de diversa índole de los que no quedaban excluidos aquéllos considerados perjudiciales. Por último, hay ya países en la actualidad que diseñan políticas científicas integrales de promoción, orientación, evaluación y control de riesgos e impactos de naturaleza social o ambiental. "En este momento el desarrollo del sistema científico y técnico depende tanto del científico que está investigando en el laboratorio como del ciudadano de a pie que está votando los presupuestos para que pueda seguir investigando en el laboratorio." 10
Quizá esta afirmación es por ahora demasiado optimista, pero lo que está claro es que apunta claramente en la dirección de una confluencia entre filosofía de la ciencia y filosofía política, especialmente si queremos que algún día la afirmación sea plenamente verdadera.
La naturaleza "politizada"
De las transformaciones tecnocientíficas y sociopolíticas a las que nos hemos referido se han seguido también transformaciones en la propia naturaleza. La relación natural/social ha resultado modificada, así como la relación natural/ artificial. En el primer caso se ha dado una inversión, en el segundo una fusión. Inversión, porque ya no es la polis la que está en el seno de la naturaleza, sino la naturaleza la que ha sido incluida dentro de la polis. Fusión, porque lo natural y lo artificial no se presentan ya como dominios disjuntos de objetos, sino como concausas de los mismos efectos.
El hombre siempre pensó en la naturaleza como en un ser de dos caras. Por un lado es la madre amorosa que provee de todo lo necesario para la vida. Por otra parte, la naturaleza con frecuencia exige del ser humano el esfuerzo del trabajo y del ingenio para arrancarle sus bienes más preciados y en los peores momentos se vuelve un monstruo que atormenta y devora a sus hijos. La relación del ser humano con la naturaleza, venerada y temida, era de todo menos política. El hombre extraía unos pocos frutos de la naturaleza y se protegía de la misma. Eso es todo. Jamás imaginó el hombre antiguo que su labor sobre la Tierra podría amenazar la continuidad de la vida en la misma, que sus artes de pesca o de caza podrían acabar con ninguna especie. La naturaleza era vista como algo grande y estable, inconmensurable con la escasa fuerza de los hombres. Y así han continuado las cosas prácticamente hasta nuestros días. Pero actualmente incluso los llamados santuarios de la biosfera son, como mínimo, espacios cuyo aspecto virgen se consiente y se protege. Están, pues, bajo la mano del hombre, bajo su tutela, casi todos los espacios de la Tierra. Cualquier vuelta a una naturaleza realmente salvaje, con la estabilidad inatacable que le atribuían los antiguos, no pasa de ser una romántica ilusión. Además, los mismos vivientes individuales pueden ser hoy fruto de la intervención humana. Es verdad que en cierta medida siempre ha habido vivientes moldeados por la mano del hombre, pero hoy la posibilidad de intervenir sobre el genoma constituye una herramienta mucho más poderosa y precisa para esta tarea de moldeado, y, por lo mismo, más cargada de implicaciones prácticas. De modo que también en los vivientes puede haber algo de artificial. Hoy lo natural se funde con lo artificial, lo natural queda incluido en lo social. La ciudad ya es global y es la naturaleza la que está en su seno, el poder de nuestras técnicas es tan amplio que nadie puede ignorar la amenaza y la promesa que supone. Por decirlo con las palabras de Hans Jonas, la naturaleza también ha caído bajo nuestra responsabilidad. Dicho de otro modo, la naturaleza se ha convertido en una cuestión política. No es raro que la reflexión acerca de las ciencias de la naturaleza se haya vuelto en cierta medida una reflexión política.