Kitabı oku: «Buenas nuevas desde América Latina», sayfa 3

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También se dibuja un Dios preocupado por su creación, que anhela redimirla y nos demanda a sus habitantes responsabilidad y cuidado de ella. En palabras de James Padilla DeBorst, se trata de un Dios interesado en el «equi-rollo», en el desarrollo con equidad, de toda la humanidad en armonía con la creación. El evangelio es shalom, Dios es un Dios que trae ese shalom a la sociedad por medio del actuar de su pueblo.39

En este pensamiento siempre subyace algún riesgo. Paradójicamente, se puede producir un desbalance hacia las preocupaciones sociales y ecológicas urgentes, de manera que se puede terminar dibujando a un Dios más preocupado por las cuestiones sociales, políticas y ecológicas, y que no le pone atención a la persona humana en su integralidad. El desafío está en desprender desde las Escrituras una imagen balanceada de Dios, el Dios creador.

Imágenes en el evangelicalismo tradicional

En el evangelicalismo tradicional latinoamericano, subsisten simultáneamente varias imágenes de Dios. Por un lado, como se menciona arriba, esa idea del Dios airado marca profundamente el pensamiento evangélico. Incluso, en medio de círculos más deterministas como los grupos calvinistas, a nivel popular persiste la idea de ese Dios airado que finalmente decide si da salvación a las personas sobre la base de su conducta en la vida. Es un Dios patrón, como lo llama Pablo Deiros, «con un carácter arbitrario y abusivo, se presenta como un ser justiciero, más inclinado al despliegue de su ira y enojo, que a gestos y acciones de misericordia y gracia».40 Esa imagen de Dios, ante desastres naturales y situaciones de pobreza o violencia, lleva a algunos creyentes a una vida resignada a los designios incomprensibles de Dios, a un «qué le vamos a hacer, Dios lo quiso así». Como me dijo una vez un tío, «es que a ustedes los evangélicos se les cae la pared y se sientan con los brazos cruzados diciendo, “esa fue la voluntad de Dios”».

Por otro lado, también se observa una imagen de Dios más preocupada por la salvación de las almas que de los cuerpos de las personas. Es un Dios que provee salvación a las almas de los individuos para ir al cielo, que no le importa mucho el deterioro del planeta pues lo destruirá con fuego al final de los tiempos.

Coexistiendo con aquellas imágenes, cada vez más recurrentemente, se ve una imagen de Dios cuidadoso de todo el ser humano y del planeta. Al mismo tiempo, es un Dios más activo en la política contingente, que impulsa una voz profética de un pueblo evangélico que se agrada del neoliberalismo económico y se identifica con ciertos valores tradicionales de familia latinoamericana. Es un Dios que viste de pañuelos celestes, pero al mismo tiempo calla ante la aflicción del pobre y las injusticias laborales.

Gracias a Dios, no todo es malo. El Dios que se refleja en el evangelicalismo latinoamericano es un Dios cercano, en especial en tiempo de angustia. Es un Dios pronto a socorrer y proveer al necesitado. Es un Padre que no solo disciplina, sino por sobre todo ama, cuida y consuela. Es un Dios que predominantemente, a lo largo de la historia evangélica, se identifica con el pobre, la viuda, la persona sin estudios. En ese sentido, es un Dios que no discrimina, sino que empodera a sus hijos e hijas para vivir la vida cotidiana.

Imágenes en el neopentecostalismo

Al igual que en el resto del mundo evangélico, en el neopentecostalismo coexisten varias imágenes de Dios. Una conceptualización importante de Dios, también presente en el mundo pentecostal, es la de un Dios que cambia el curso de la realidad. Esta imagen es poderosa e impactante, pues rompe el fatalismo presente también en el evangelicalismo latinoamericano. Es un Dios que, en su amor y omnipotencia, obra ante la fe ferviente de sus hijos e hijas que claman en oración. Además, es un Dios que revela su voluntad a través del Espíritu Santo por medio de revelaciones, sueños y otros portentos.

Al mismo tiempo, una imagen que sobresale es la de un Dios subordinado al hombre. Es un Dios atado a las declaraciones y reclamos de líderes con poder espiritual. Es un Dios que está obligado a cumplir los deseos de personas, expresados en pronunciamientos positivos que desatan la realidad que declaran. Usualmente vinculado a esa imagen, aparece la idea de un Dios banquero que debe proveer financieramente del estándar económico consumista neoliberal de moda, principalmente a los líderes que él ha ungido con poder y, por lo tanto, cuentan con su unción.

Hay sensaciones contrapuestas al pensar en estas imágenes. Por un lado, la primera imagen mencionada aporta hacia un balance bíblico. El Dios sobrenatural sigue actuando en medio de su pueblo. Por lo tanto, debemos rescatarla en nuestra proclamación del Dios de las Escrituras. Sin embargo, por otro lado, el Dios subordinado al ser humano es una distorsión que causa daño. Es tan fuerte la presencia de esta idea a nivel popular que casi compite con la imagen del Dios airado dentro de esos mismos círculos.

Imágenes de la Coalición por el Evangelio

Si bien el movimiento conocido como Coalición por el Evangelio es relativamente nuevo en América Latina, su impacto mediático y literario es importante. En sus escritos se reflejan algunas de las imágenes de Dios ya observadas en otros movimientos evangélicos. Su fuerte énfasis en cuestiones soteriológicas hace que termine reduciéndose el contenido del evangelio a lo soteriológico en desmedro de otros énfasis que las Escrituras le dan al Evangelio.41 Así, el anuncio de la buena noticia acerca del reino de Dios que ha llegado se reduce a la salvación del individuo que quiera creer en Jesús como su salvador personal. Se dibuja así a un Dios más preocupado por la salvación del individuo que por la vida de la comunidad en la que esa persona vive. Es un Dios que habita solo en los corazones de los individuos que salva, en donde yace también su reino. De esta manera, el reino de Dios solo se extiende de corazón a corazón por medio de la proclamación y obra de los individuos que forman la iglesia, como dice Bryan Chapell.42

El Dios airado también está presente en ese mensaje evangelizador. De hecho, al tratar de justificar su poca preocupación por el pobre y marginado, en un apartado titulado «justicia y ministerio a los pobres», en su declaración inicial en La centralidad del evangelio, Don Carson y Timothy Keller miran la obra de Cristo en la cruz básicamente en términos de «aplacar la ira de Dios». De ahí, dirán que por eso deberíamos ser sensibles a los derechos de los pobres, los que «están en bancarrota económica», incluso «deberíamos estar dispuestos a dar de nuestros recursos a “los pobres que no lo merecen” ya que nosotros somos los pobres espirituales que no merecen recibir la misericordia gratuita de Dios»,43 pero nada mencionan en el libro sobre las causas que muchas veces generan esa pobreza estructural ni nuestra responsabilidad ante ello.

El exclusivismo de algunas aseveraciones de sus líderes ideológicos pareciera reflejar un Dios que se equivocó por quinientos años en América Latina, pero ahora ha entrado en razón y está enmendando su obra por medio de esta nueva evangelización neocalvinista. Por ejemplo, Miguel Núñez dice: «el movimiento de la Reforma pasó por alto a América Latina y eso explica por qué ahora, quinientos años después, nuestras naciones latinoamericanas están experimentando un avivamiento al entender las doctrinas de la gracia por primera vez».44 Peor aún, Donald Carson en el prólogo de Gracia sobre gracia: La nueva reforma en el mundo hispano (2015), pareciera desconocer América Latina al afirmar que «cuando algunas personas aplauden el crecimiento tan rápido del evangelicalismo en Latinoamérica, realmente no se han percatado de que tiene muy poco evangelio en su raíz». Ante semejante evaluación agrega: «No hay santificación sin el poder de la Palabra de Dios y, en mi opinión, el legado cristiano que ha entendido y proclamado este evangelio con mayor consistencia, construyendo iglesias que son moldeadas por las enseñanzas de las Escrituras, es el legado reformado».45 Por eso insisto, Dios no se ha equivocado.

Produce desazón mirar estas declaraciones y contrastarlas con el crecimiento del cristianismo que derivó el terremoto del 1976 en Guatemala, y en medio y a lo largo del conflicto armado que dejó una estela de miles de muertos; o el crecimiento del evangelicalismo durante los años de dictaduras militares tanto de derecha como de izquierda en Sudamérica y Centroamérica. Causan dolor estas frases cuando uno piensa en todas aquellas personas que desafiando la malaria, el dengue, selvas y montañas, llevaron la luz del evangelio y las Escrituras en los idiomas locales a muchos rincones. Nos consta el poder transformador de Dios Padre, quien por medio de su Espíritu ha obrado en la proclamación del evangelio de Jesucristo a lo largo y ancho del continente por tantas décadas. Por lo visto, el ímpetu de los deseos de impulsar el estudio y predicación profundos de las Escrituras y construir iglesias sanas, pero con una visión limitada del evangelio ha llevado a algunos de estos líderes de opinión a exagerar sus afirmaciones, proyectando con ello una imagen distorsionada de Dios. Dios no se ha equivocado. Él ha traído salvación y transformación desde mucho antes que estos nuevos vecinos llegaran al barrio.

Sin duda no todo es negativo. Varios asuntos positivos se rescatan de algunas de las imágenes de Dios que se presentan en los escritos de este movimiento. Dios es una persona cercana, deseosa de rescatar a los seres humanos de su condición de condenación eterna. Dios los ama y desea el arrepentimiento de las personas. Este énfasis trae algo de balance a una imagen cada vez más observada en América Latina de un Dios bonachón que de todos modos obrará en favor de la humanidad.

Conclusiones

Esta pequeña reflexión nos invita a ser conscientes de las imágenes de Dios que circulan en nuestras tierras y nos llama a contraponerlas con las Escrituras. De esa manera podemos proclamar una imagen más balanceada y cercana del Dios revelado en la Palabra de Dios. La imagen del Dios airado es la más recurrente, aunque compite con otras como las del Dios subordinado al ser humano, o la de un Dios sesgado políticamente. Cada una de ellas tiene su grado de popularidad, y afecta no solo la lectura e interpretación popular de las Escrituras; además son un filtro a través del cual se oye el mensaje y se interpretan las Escrituras. La función docente del liderazgo y el discipulado consciente buscará corregir estas distorsiones para traer libertad y balance en el pueblo de Dios.

También este es un llamado a la humildad, respeto y diálogo en el pueblo de Dios. Dios Padre no se equivocó con América Latina. Él ha hablado y actuado en y a través de sus hijas e hijos por varios siglos en nuestro continente y lo seguirá haciendo. Sin duda, seguimos en necesidad de volver siempre a las Escrituras, pues en ellas tenemos vida eterna, y ellas dan testimonio del Dios trino que trae buenas nuevas. Pero esa realidad no es excusa para dividir al pueblo de Dios ni menospreciar en última instancia al Dios que nos trajo salvación.

34 Juan Guillermo Durán y Rubén Darío García, «Los coloquios de los “Doce Apóstoles” de México: Los primeros albores de la predicación evangélica en el Nuevo Mundo», RevFTPUCA 34 (1979): Líneas 450-456.

35 José Luis Sicre, «El Dios de los profetas: Contra una imagen ‘light’ del Dios cristiano», SalTer 76 (1988): 420.

36 Véase el excelente análisis de Pastor Bedolla Villaseñor, «La Teología de la Liberación: Pastoral y violencia revolucionaria», rel 64 (2017): 185-221.

37 Al respecto, véase el buen análisis y los distintos artículos en Alejandro F. Botta y Pablo R. Andiñach, The Bible and the Hermeneutics of Liberation, sblss (Atlanta: Society of Biblical Literature, 2009).

38 James A. Gehman, «Definición de la misión integral e implicaciones para la hermenéutica bíblica», Kairós 45/2 (2009): 126-127.

39 Santiago James Padilla DeBorst, «Decolonial Integral Mission?: Development and Contextualization at New Scales», jlat 13 (2018): 65-75.

40 Pablo A. Deiros, El mundo religioso latinoamericano (El Paso: Casa Bautista, 2017), 475.

41 Véase por ejemplo los diversos artículos en D. A. Carson y Timothy Keller, eds., La centralidad del Evangelio (Miami: Patmos, 2014), 19-20, 43, 131-155.

42 Brian Chapell, «Qué es el Evangelio», en La centralidad del Evangelio, ed. D. A. Carson y Timothy Keller (Miami: Patmos, 2014), 154.

43 D. A. Carson y Timothy Keller, «La centralidad del Evangelio en el ministerio», en La centralidad del Evangelio, ed. D. A. Carson y Timothy Keller (Miami: Patmos, 2014), 13.

44 Énfasis agregado. Núñez, El poder de la Palabra 147.

45 D. A. Carson, «Prólogo», en Gracia sobre gracia: La nueva reforma en el mundo hispano, ed. Juan Sánchez, et al. (Medellín: Poiema, 2015), 8-9.

Capítulo 3

El evangelio en el pajar

Sadrac Meza

El concepto «evangelio» ha sido clave para el cristianismo desde sus inicios hasta hoy. El cristianismo pone en juego su identidad en la definición de este concepto, y esto es así no solo para los cristianos que se llaman evangélicos. Sin embargo, buscar el evangelio en el siglo veintiuno es como buscar una aguja en un pajar. Algunos no se han enterado de que el evangelio es solo uno.46 El pajar de los evangelios ha crecido y cada vez se hace más grande (o al menos, así parece). ¿Qué contiene este pajar? Para ilustrar, recordaré el evangelio del culto imperial, el evangelio de los judaizantes, el de los gnósticos, el de los neoplatónicos, etc., hasta llegar a los evangelios contemporáneos, ya sean protestantes o católicos, sociales o espirituales, liberacionistas o neopentecostales, modernos o posmodernos, críticos o no críticos, y por qué no decirlo, evangelios calvinistas o arminianos, etc., etc. Al respecto, y señalando el camino a seguir, René Padilla afirmaba hace un tiempo: «la pregunta que nos tenemos que plantear en relación con cualquiera de las fórmulas doctrinales que hoy están en circulación y que pretenden ser síntesis del evangelio no es si funciona sino si es fiel al evangelio bíblico».47

El término griego euangelion es polisémico, y con el desarrollo de la doctrina cristiana se ha convertido en un término técnico. En un primer momento el concepto hace referencia al mensaje proclamado por Jesús acerca del reino de Dios. En un segundo momento, evangelio hace referencia al mensaje sobre Jesús proclamado por la iglesia primitiva, de manera especial con relación a su muerte y resurrección. En un tercer momento, evangelio hace referencia a documentos escritos que narran la vida, obra, sufrimientos, muerte y resurrección de Jesucristo (lo que en este capítulo escribiré siempre con mayúscula: Evangelios). Y en un cuarto momento, el concepto evangelio es un concepto inclusivo; incluye lo que llamamos el mensaje central o esencial o unitario de la Biblia. O sea, su significado etimológico de «buenas noticias» requiere una amplificación compleja. Y es precisamente en este último sentido que este capítulo trata del concepto evangelio.

¿Cuál es el problema: el pajar o la aguja? El evangelio es un misterio revelado. Ya al inicio era tropezadero para los judíos y locura para los griegos. Marción en el siglo segundo, entre otras cosas, eliminó el Antiguo Testamento como testigo del evangelio. Lo cual presagió esa historia de veintiún siglos de conflictos de interpretaciones. Y es que el evangelio es un relato y una interpretación. No es posible esa verificación absoluta histórica y científica que algunos desean y buscan. La razón es que el evangelio nos llega como interpretación de los relatos de las Escrituras que dan testimonio de él. Tanto tiempo hemos estado estudiando las Escrituras y todavía nos cuesta saber qué es el evangelio. El evangelio es antiguo y nuevo testamentario. Notemos cómo el evangelio está muy entrelazado en la historia bíblica según la siguiente formulación paulina:

Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre; entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo; a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (Ro 1.1-7 rvr).

La buena noticia (evangelio) en relación con la búsqueda del evangelio es que parece que hay muchas personas interesadas en esta búsqueda hoy en día. Baste mencionar los intentos recientes por recordar, definir o reformular el evangelio por parte de la Coalición por el Evangelio y obras recientes como las de Scot McKnight, Matthew Bates, Jeremy Treat, entre otros, en el ámbito anglosajón.48 Hay una especie de avivamiento literario evangélico. A América Latina también ha llegado la buena noticia (el evangelio), aunque algunos no se hayan enterado. Y es por ello, que nosotros también somos parte de esta búsqueda. Y es que, aunque el evangelio es uno, y fue dado una vez a los santos, la única manera de actualizarlo en el siglo veintiuno es creyendo en el evangelio, viviendo el evangelio, y predicando el evangelio. Es imposible no tener un concepto de qué es el evangelio, ya sea para abrazarlo o para negarlo. Falsos evangelios, caricaturas del evangelio, rumores del evangelio, evangelios truncados, siempre estarán entre nosotros. Pero ¿cuál es el evangelio verdadero? ¿Cuándo un evangelio deja de ser el evangelio?

Criterios formales y materiales para definir el evangelio

Antes de tratar de contestar la pregunta de manera directa, necesitamos decir algo respecto a los presupuestos de la búsqueda y la respuesta. El hecho de que existan algunas propuestas irreconciliables sobre lo que es el evangelio se debe al hecho de que se parte de presupuestos distintos. Otras propuestas sobre lo que es el evangelio son distintas, no tanto porque los presupuestos sean otros, sino por la manera en que éstos se entienden y aplican. Aquí es donde el tema de qué es el evangelio se entrelaza con la pregunta teológica por la esencia del cristianismo. Definir el evangelio es una tarea teológica. Es decir, el concepto de Dios, el concepto de la Biblia, el concepto de la revelación, el concepto del canon, etc., tiene mucho que ver con la respuesta que a fin de cuentas demos a la pregunta en torno a qué es el evangelio.

1. La definición del evangelio presupone la revelación de Dios. El evangelio presupone que Dios existe y que se comunicó con el ser humano para contarle su plan de salvación, lo que estaba haciendo, lo que iba a hacer, lo que ha hecho y lo que hará, para la salvación del ser humano. Dios expresó su voluntad para el ser humano (comunicación, revelación, salvación) y la misma está revelada en las Escrituras. Por lo tanto, la última palabra sobre qué es el evangelio la tiene la Palabra de Dios.

2. La definición del evangelio presupone un proceso de interpretación. El evangelio presupone que las Escrituras son la Palabra de Dios en palabras humanas (la plenitud del lenguaje) escritas a través de la historia. El tema principal de esta obra literaria es la historia de la salvación en Jesucristo, hijo de David e hijo de Abraham. Para conocer el evangelio no hay atajos. Se necesita un conocimiento de las Escrituras, lo cual comienza con un reconocimiento de su naturaleza, su propósito y la manera adecuada de interpretarla.

3. La definición del evangelio presupone la unidad del mensaje del canon bíblico. Es decir, la definición del evangelio es el resultado del proceso hermenéutico de relacionar las partes con el todo y el todo con las partes. Una o varias partes de la Biblia, aisladas de las demás, no nos lleva al conocimiento del evangelio de Dios. No creemos que es la intención de las Escrituras presentar un evangelio en el Antiguo Testamento, otro evangelio diferente por parte de Jesús, y otro evangelio diferente por parte de la iglesia primitiva. Estos acercamientos no prestan atención a la historia bíblica, ni al contenido, ni a la intención expresa de sus autores. Es prestando atención a todo lo que dice, a todas sus partes, a todas sus historias, a todas sus enseñanzas, lo que nos lleva a entender su mensaje central, que es el evangelio. Siendo las Escrituras lo que son, en su variedad literaria, teológica e histórica, no hay porqué asumir que el evangelio se agota expresándolo de una sola manera. Que la Biblia tenga un mensaje unitario no significa que solo se puede expresar de una única manera.

4. La definición del evangelio debe prestar atención al aspecto escatológico. Es el aspecto escatológico lo que da, y explica, la unidad del mensaje bíblico. El evangelio predicado por Jesucristo durante su ministerio no puede ser igual en todos sus aspectos al de la iglesia primitiva, por la sencilla razón que él todavía no había muerto ni resucitado. Enseñanzas del Antiguo Testamento no aplican sin más a la iglesia por la sencilla razón que la iglesia, aunque es el nuevo Israel, no vive en el mismo momento escatológico. Con el aspecto escatológico queremos decir que la dimensión temporal es fundamental para entender el evangelio bíblico. En la historia bíblica el evangelio primero es promesa y después es cumplimiento. El evangelio bíblico es dinámico. El evangelio tiene primeros y últimos días. En la historia bíblica el evangelio es ensayado una y otra vez de diferentes maneras. El evangelio bíblico es una revelación progresiva. En otras palabras, el evangelio bíblico es un relato.

5. La definición del evangelio requiere prestar atención, en primer lugar, al relato bíblico y, en segundo lugar, a las formulaciones conceptuales posteriores (me refiero a la historia de la reflexión teológica). Las dos cosas son necesarias, pero de manera distinta. No es posible expresar el evangelio solamente en el lenguaje bíblico, aunque ya en la Biblia hay ejemplos de intentos por expresar lo esencial del evangelio. Pero las formulaciones conceptuales producidas por la reflexión teológica cristiana a través de los siglos necesitan ser evaluados por cada generación tomando como base el relato bíblico. No podemos dar valor absoluto a formulaciones históricas del evangelio.

6. Definir el evangelio es una tarea constante por parte de cada generación de cristianos. Padilla nos recuerda que «con demasiada frecuencia se da por sentado que los cristianos ya conocemos nuestro mensaje y que lo único que ahora necesitamos es una mejor estrategia y métodos más eficientes para comunicarlo».49 Que la definición del evangelio requiera un proceso de interpretación de las Escrituras, demanda un esfuerzo constante por cada generación para conocerlo, apropiarlo, y proclamarlo. La definición de lo que es el evangelio por cada generación, es una necesidad para ser fieles al Señor en nuestro contexto histórico. Recordando, eso sí, en palabras de G. Stanton, que «el mismo evangelio puede ser dicho en otra época a condición de que se diga de forma diferente».50

¿Qué es el evangelio?

El evangelio bíblico es un evangelio cristológico, soteriológico y deontológico. Usaremos estas distinciones con propósito conceptual. Son para ayudar a nuestro entendimiento de la obra de Dios. Estas distinciones o dimensiones no significan que son cosas separadas en el evangelio. La salvación que anuncia el evangelio es una. Y lo que Dios ha unido nosotros no debemos separarlo. Hay una unidad, y yo añadiría, un pensamiento unitario, que es fruto del Espíritu: «Uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a la que han sido llamados. Sólo hay un Señor, sólo una fe, sólo un bautismo. Sólo un Dios, que es Padre de todos, que todo lo domina, por medio de todos actúa y en todos vive» (Ef 4.4-6 bhti).

Recordemos que estas dimensiones del evangelio debemos explicarlas a la luz de nuestros criterios o presupuestos esbozados en la sección anterior. No se puede conocer el evangelio que es Jesucristo sin pasar por la escuela de Dios; sin pasar por la pedagogía divina. Esta pedagogía es la historia de dos mil años entre Abrahán y Jesucristo. Abrahán, Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué, el pueblo de Israel y su historia; todo esto constituye la pedagogía de Dios. La ley es el ayo que nos lleva a Cristo. Pero no solo la ley es un ayo. Israel y su historia son un ayo que nos llevan a Cristo.

El evangelio es cristológico

«Tanto amó Dios al mundo, que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna» (Jn 3.16 bhti). El evangelio cristológico (el Hijo) y soteriológico (tenga vida eterna) fluye del amor de Dios, de la gracia de Dios. Tan grande es este amor y gracia que estaba operando desde antes de la fundación del mundo. Pero la grandeza del amor se ve más en la calidad del amor: no dudó en entregar a su Hijo único. «La gracia de Dios —como enseñara Pablo— es infinitamente mayor que el pecado del hombre o que incluso la reacción divina al mismo».51

El evangelio no comienza con un anuncio de salvación (dimensión soteriológica). El evangelio comienza con el anuncio del salvador. ¿Qué otra cosa se puede concluir de la historia de dos mil años preparando al salvador? (Mt 1.1-17). Me refiero a la historia bíblica entre Abrahán y Jesús (Jesucristo, hijo de David e hijo de Abrahán). ¿Qué otra cosa es el propósito de Israel y la ley que lo identificaba, sino es la preparación de la venida del salvador? («Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley»). Israel y todas sus instituciones van a prefigurar la identidad del salvador (y desde luego, de la salvación, porque recordemos, solo conceptualmente podemos separar estos aspectos).

La salvación no puede ser separada del salvador. Es más, «yo seré tu Dios», «yo estaré contigo» y «Dios con nosotros», son las formulaciones más comunes de la promesa de Dios en la Biblia. Por cierto, nada muestra más la iniciativa de Dios en la salvación que estas formulaciones.

Precisamente, esta dimensión de relación personal entre el Dios santo y su pueblo es lo que demanda el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo. En otras palabras, la dimensión cristológica demanda ambas dimensiones, a saber, la soteriológica y la deontológica del evangelio. Pero la dimensión deontológica hace posible la dimensión soteriológica. La relación de hijos de Dios, lo cual ya comunica la bienaventuranza, es posible solamente por el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo. Y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor, es hecha realidad por el Espíritu Santo (soteriología). Esa santidad es para esta vida, y lo que no se alcance en esa vida, se alcanzará en la otra.

El evangelio del reino de Dios no puede ser separado del rey. El Mesías de Dios reina. En este Mesías sufriente, Dios rescata y traslada al ser humano del reino de las tinieblas al reino de su amado Hijo. No más esclavos del pecado, ahora esclavos de la justicia. La esclavitud a la justica es paradójicamente llamada libertad, la libertad de los hijos de Dios.

El evangelio comienza a conocerse al empezarse a conocer la identidad del salvador («le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados»). La identidad del salvador dice mucho de la necesidad o problema del ser humano. ¿Quién es el salvador? Es la simiente de Abrahán, el profeta como Moisés, el Rey Hijo de David, el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, el Logos, el Siervo Sufriente de Jehová, Dios, el Señor, el Sumo Sacerdote.52 Esta multifacética identidad de la persona que es el evangelio (por eso hablamos de dimensión cristológica) es atestiguada por los testigos privilegiados del evangelio, los cuales son las Escrituras del Antiguo Testamento y las Escrituras del Nuevo Testamento.53 Es por ello que estamos de acuerdo en que el evangelio no puede ser separado del Jesús de la historia,54 pero debemos apresurarnos a decir que, estamos hablando de la historia bíblica (Mt 1.1-17) y no de una siempre dudosa reconstrucción humana que ni siquiera respeta las fuentes bíblicas.

De manera particular, para ilustrar la dimensión cristológica del evangelio, recordemos la predicación del evangelio por Pedro en Hechos 2. Luego de explicar la venida del Espíritu Santo como cumplimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento, se dedica a hablar de Jesús de Nazaret, su muerte y resurrección, para llegar a su parte conclusiva que dice: «Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a ese mismo Jesús a quienes ustedes han crucificado» (Hch 2.36 bhti). El evangelio bíblico tiene dos afirmaciones: Jesucristo es Señor y Jesucristo es Salvador.55

Que el evangelio sea cristológico significa que la salvación no es un don separado del salvador. El evangelio es una invitación a recibir el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo de parte del salvador que es Señor, Mesías y Rey («El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como ustedes están viendo y oyendo», Hch 2.33 bhti). La salvación sale del salvador hacia el ser humano para que el ser humano vuelva al salvador. El evangelio es una invitación a aceptar la reconciliación con Dios en Cristo. Recibir el evangelio no es sumar un amuleto de buena suerte, o tener un as bajo la manga o ganarse la lotería. Recibir el evangelio es recibir una adopción como hijos. Recibir el evangelio es recibir una esperanza para el futuro y recibir una realidad en el presente. Es entrar en una nueva realidad presente, la realidad del conocimiento de Dios, la realidad de la amistad con Dios, la realidad de ser parte de la familia de Dios, la realidad de vivir espiritualmente, la realidad de entrar al reino de Dios. El evangelio es la buena noticia de que estamos invitados por el rey a ser parte de su familia y de su reino. Estamos invitados para entrar al reino de Dios por la fe en el salvador.

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