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Europa y la crisis actual de los refugiados

En este momento, permítanme un breve excursus para venir a nuestros días. Entre las muchas crisis que amenazan a Europa (y las crisis son inherentes a la democracia, no hay «crisis final» como pronosticaba el marxismo-leninismo), una de las crisis humanas más graves es la de los refugiados, los sirios que huyen de la guerra en su país, el conflicto vivo más reciente, y los que proceden de territorios más lejanos, de situaciones de opresión y violencia de años, como Irak, Afganistán, Eritrea o Sudán, por nombrar solo algunos.

Podemos preguntarnos ¿qué diría Semprún hoy ante este drama humanitario? Sobre todo ¿qué diría de la respuesta política que está dando la Unión Europea? No podemos suplantar su palabra, no podemos atribuirle una respuesta, cierto, pero es seguro que al europeo militante que fue la situación actual no le satisfaría en modo alguno.

Podemos dar por seguro que la respuesta insolidaria de muchos países europeos, el regateo y la cicatería entre los distintos gobiernos para el reparto de seres humanos, el levantar, como única respuesta efectiva, muros, alambradas y otras medidas de blindaje de nuestro sagrado territorio frente al foráneo, muchas veces considerado invasor y otras, todavía peor, terrorista hipotético… todo esto, podemos estar seguros, habría hecho alzar la voz indignada de Jorge Semprún.

Hagamos un sencillo ejercicio de memoria. En febrero de 1939 cruzaron la frontera pirenaica hacia Francia unos 450.000 republicanos españoles huyendo de la represión franquista. Todavía hoy lamentamos y criticamos el trato dispensado por las autoridades francesas, con confinamiento de muchos de ellos, en campos de concentración o de internamiento, en condiciones extremas. A lo largo de 2015, más de 800.000 personas, solicitantes de asilo, entraron en la Unión Europea por Grecia y en total, más de 1.000.000, han llegado a las puertas de Europa, después de viajes arriesgados para dejar atrás la guerra, la destrucción de sus países y la miseria. ¿Vamos a repetir hoy la historia? ¿No hemos aprendido nada del pasado?

Por lo visto hasta ahora tenemos que decir que esta no es la Europa que queremos los ciudadanos. Exigimos altura de miras, que la palabra solidaridad, que figura en el frontispicio de los tratados, se ejercite efectivamente, que una política común de asilo sea acordada, que no se suprima o anule por la puerta trasera el Acuerdo de Schengen, que se convoque una conferencia donde se aborde específicamente el problema y se adopten soluciones reales y humanitarias y se dejen atrás acuerdos tan insuficientes como el llamado Reglamento Dublín II de 2003. Por último, es necesario que Europa, la Unión Europea, se implique como un actor político en la resolución de los múltiples conflictos de nuestro tiempo, que deje de lado esa permanente tentación de atender exclusivamente a sus problemas internos, el eterno mirarse al ombligo, si me permiten la expresión. ¿Es mucho pedir? Empecemos. Tomemos en serio, hagamos realidad, los tan repetidos versos de nuestro más admirado poeta: «Se hace camino al andar».

El espacio interfronterizo

Al pensar en la despedida, a medida que la edad acercaba el momento final, Semprún, que no creía en la eternidad ni soportaba la idea de la inmortalidad, ni siquiera figuradamente, llegó a la conclusión de que el mejor lugar para su reposo definitivo estaría en Biriatou, junto a la línea que trazaba antaño la frontera. Ese punto simbólico delimitaba España de Francia en los tiempos de la clandestinidad, los tiempos de la dictadura franquista y separaba al mismo tiempo España de Europa. Hoy no es sino una señal administrativa.

Desde tiempos recientes, con la frontera desaparecida de hecho, Semprún ha considerado que ahí, en Biriatou, en el lugar francés desde el que contemplaba una España solo accesible clandestinamente, estaría la plaza que mejor recordaría sus orígenes y su trayectoria vital, la terraza asomada sobre el Bidasoa que permite contemplar con serenidad la España, hoy democrática y sólidamente insertada en Europa:

pediría que me enterraran en el pequeño cementerio de Biriatou. En este lugar fronterizo, patria posible de los apátridas, entre los ámbitos a los que pertenezco –el español, que es de nacimiento, con toda la perentoriedad, a veces abrumadora, de lo que cae de su propio peso; el francés, que es electivo, con toda la incertidumbre, a veces angustiosa, de la pasión–, en la vieja tierra de Euskal Herria. Ese es el lugar, a mi entender, que mejor perpetuaría mi ausencia. Es más… pediría asimismo que mi cuerpo fuera envuelto en la bandera tricolor –rojo, gualda y morado– de la República. (ALV: 213–214)

Como ciudadano europeo que lucha por la unidad política del continente y por la desactivación de las fronteras en el espacio europeo, y como escritor que ha desbordado los límites estrechos de los géneros literarios, Semprún propone el lugar ideal desde el que poder ser recordado –es verdad que las circunstancias han hecho que lo sea solo simbólicamente, mediante la estela pétrea realizada por su amigo, el pintor Eduardo Arroyo–. Ha escogido el territorio interfronterizo, mixto o mestizo, en el que se fueron fraguando su vida y sus convicciones, en el que han germinado y se han nutrido muchos de los elementos que inspiran su actuación, su escritura y su reflexión a lo largo de los años.

Para nosotros reposa en su patria de elección, el lenguaje sin fronteras, gracias al cual, cualquiera que sea el idioma al que esté traducido, su obra sigue siendo una voz amiga que nos acompaña y nos anima en la continuación del que fue uno de las objetivos centrales de su vida, pensar y hacer más humano nuestro mundo.

Bibliografía

Anónimo [Semprún, J.] (s. a. [1953]): «Sobre algunos aspectos de la situación entre los intelectuales españoles (informe sobre un viaje de un mes por el Interior).» Madrid: Archivo Histórico del PCE (sección «Intelectuales y movimiento estudiantil», Jacqs. 14, 20–24, 40).

Landaburu, A. (10-01-2011), «‘La izquierda no acertó a condenar la lucha violenta de ETA’, Entrevista: Jorge Semprún. Escritor. Miradas sobre Euskadi.» En: El País.

Montero, R. (30-10-1977): «Entrevista a Jorge Semprún: ‘No sé realmente quién soy’.» En: El País dominical, 4–9.

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Semprún, J. (s. a.): Soledad, pièce en trois actes. Madrid: Archivo Histórico del PCE (copia mecanografiada, Caja 129, carpeta 1) [= Sol].

La obra temprana de Jorge Semprún. La conquista de la autoridad en el relato colectivo

Íñigo Amo (Universidad de Málaga)

Desde mediados de los cuarenta hasta la publicación de Le grand voyage (1963), Semprún escribe dos obras de teatro y decenas de poemas y artículos, tanto en francés como en español. La primera fuente de este periodo poco conocido de su escritura fue proporcionada por el propio autor en su Autobiografía de Federico Sánchez (1977) donde se reseñaban tanto sus publicaciones como materiales inéditos, entre los que destaca su obra de teatro Soledad (1947). No obstante, el recuento de Semprún sirvió también para sepultar en el olvido algunas publicaciones importantes.

Nuestro objeto de estudio aquí es, precisamente, esta escritura temprana (1946–1963) que, como espacio fronterizo, desde nuestro punto de vista, sigue albergando muchas de las claves para entender la obra del Jorge Semprún a partir de Le grand voyage: desde la genealogía de sus estrategias literarias y retóricas, hasta otros aspectos más generales como la noción funcional de portavocía (véase Céspedes 2015: 196 y ss.). En este sentido partimos de que su debut como novelista, lejos de constituir un corte definitivo en su escritura, mantiene con su obra temprana una relación más estrecha de lo que en un primer momento podría parecer.

El factor más determinante a la hora de organizar este segmento de la obra de Semprún es su relación con el relato identitario del PCE. La identidad narrativa colectiva nos remite a un concepto dinámico y en continua elaboración. Descendiendo a lo concreto, el relato identitario del PCE, desde 1946 hasta 1963, sufre una serie de alteraciones importantes que tienen que ver con acontecimientos de distinta naturaleza1 que a su vez tienen repercusión en un orden más general (el peso relativo de vectores identitarios como el legado republicano, la dimensión patriótica del partido, el discurso marxista-leninista, etc.). Las síntesis particulares de estos cambios se objetivan en un relato oficial o autorizado que pueden asimilarse, por lo general, a la línea política del PCE. No obstante, como veremos, en este relato autorizado se producen también solapamientos que tienen como consecuencia la coexistencia de líneas narrativas identitarias que, llegado el caso, pueden ser contradictorias.

En este marco, podemos decir que:

En primer lugar, las aportaciones de Semprún cumplen distintas funciones dentro del relato colectivo (celebración identitaria, corrección del relato autorizado, prescripción, proselitismo, etc.).

En segundo lugar, existe una relación directa entre este carácter funcional de los escritos de Semprún y su posición relativa dentro de la jerarquía del PCE. Desde esta perspectiva utilitaria, su conquista progresiva de la portavocía autorizada es un factor determinante a la hora de entender la evolución de su escritura y su distribución en distintos géneros. Por lo demás, su ascensión jerárquica se retroalimenta, en un movimiento circular, de la acumulación de capital simbólico derivada de su propia actividad como agente creador del relato colectivo.

En tercer lugar, el grado de adecuación de la obra de Semprún al relato autorizado del PCE presenta dos características significativas. Por un lado, es gradual y muestra una voluntad de adaptación. Por otro lado, precisamente a causa de esta voluntariedad, al estar sometido a los mismos cambios que el relato oficial, reproduce también sus ambivalencias. En base a estos factores distinguimos dos etapas en la obra temprana de Jorge Semprún:

La primera etapa (1946–1953) caracterizada por su adaptación progresiva al relato colectivo, la apelación implícita al poder –el núcleo dirigente del PCE y el aparato cultural que regla y custodia tal relato– y, en estrecha relación con esto, la existencia de marcas autorreferenciales en su escritura.

La segunda etapa (1954–1963) mostraría la apropiación del relato colectivo que se explica por la conquista de la portavocía autorizada y tiene como consecuencia el abandono de las referencias al yo.

Primera etapa (1946–1953)

Sin lugar a dudas la obra más relevante de la primera etapa es Soledad, si bien Semprún cuenta ya con algunas publicaciones hasta entonces.1 El carácter precursor de esta obra en la narrativa sempruniana es excepcional,2 aunque Semprún no retomará estas anticipaciones hasta su consagración como novelista. A pesar de su condición de paso perdido, Soledad es la primera tentativa de adaptación al relato colectivo. La obra de teatro inédita, escrita en francés, marca también la candidatura de Semprún a la portavocía autorizada. Efectivamente, el autor presenta un proyecto detallado de activismo intelectual que tiene como uno de sus puntos fundamentales la reflexión colectiva de sus personajes acerca de la necesidad de contar con un relato identitario.

Ahora bien, este relato debe de contar con un grado de elaboración suficiente como para que sea efectivo políticamente. En este sentido, debe de ser confeccionado por una instancia precisa y especializada, un portavoz:

JUAN– Je pense souvent que je devrais noter par écrit tout ce qui se passe, au jour le jour. Pour que ça se sache, maintenant ou plus tard. Mais ce n’est pas possible, bien sûr. Il faut un temps fou pour écrire, c’est un vrai métier […] (Sol: 14–15/II)

Es necesario que este relato colectivo esté adaptado a distintos lectores. Dicho de otro modo, deberá distinguir, según su destinatario, un relato interno reservado al ámbito de los individuos que pertenecen a la comunidad, de carácter identitario:

JUAN– Tous les détails. Il faudrait que l’on sache tous les détails. Qu’il y a des types qui tiennent le maquis depuis huit ans, depuis la fin de notre guerre. Est-ce qu’on s’imagine ce que cela représente, huit ans de maquis? Tu crois qu’on sait cela?

SANTIAGO– On le sait. Ceux qui doivent le savoir le savent. (Sol: 14/II)

Por otro lado, se propone un relato externo, dirigido a otras comunidades, de carácter práctico que tiene como objetivo la eficacia política. Este último está simbolizado en la obra por el episodio de los marineros de un carguero australiano que se solidarizan con la huelga de Bilbao:

1º voix– Nuit ou pas nuit, un bateau australien qui est arrivé hier. Alors, ce matin, les marins ont appris qu’il y avait la grève générale. Ils ont été trouver [sic] le capitaine et lui ont dit: «Les dockers sont en grève on en décharge pas ici.»

[…]

3º voix– La nouvelle avait déjà fait le tour du port… «Il y a un bateau australien qui refuse de décharger parce qu’il y a la grève…» Les gens accouraient de partout.

[…]

1º voix– À chaque port où le bateau va faire escale, les marins raconteront leur histoire et tout le monde apprendra ainsi qu’il y a eu la grève chez nous… C’est loin l’Australie? (Sol: 25–26/II)

A pesar de éstas y otras aportaciones a la construcción de un relato colectivo eficaz, tanto a un nivel interno como externo, Soledad, sometida a las instancias culturales del PCE, es rechazada precisamente por no amoldarse al relato autorizado del PCE:

Soledad, me dijo,3 no era una obra positiva. En primer lugar no se destacaba en ella correctamente el papel de las masas y del partido en la huelga de Euzkadi. Esto reducía considerablemente su interés. En segundo lugar, los personajes principales no parecían suficientemente convencidos del inevitable y próximo triunfo de la lucha de masas en España. (AFS: 88)

La crítica de Antonio Mije, pertinente en su ámbito, podría desarrollarse así: no existe una referencia explícita al PCE en la obra. En rigor, ni siquiera se evoca una identidad comunista. A lo sumo se apunta vagamente a la caída de la República como relato fundacional colectivo. Por otro lado, la profundidad de los personajes –a menudo contradictorios y cambiantes– y los ecos existencialistas de algunos diálogos (Santiago y Soledad; Santiago y La Madre), no pueden constituir un modelo de propaganda adecuado.

Tras la tentativa fallida de Soledad, Semprún debe reorientar su proceso de adaptación al relato autorizado y, en este sentido, las indicaciones de Mije lo guiarán en gran medida en sus colaboraciones (principalmente, de crítica literaria y de poesía) en las revistas Cultura y Democracia, Nuestro Tiempo y France-Espagne, en su primera publicación en Cuadernos de Cultura, y en su obra de teatro ¡Libertad para los 34 de Barcelona! (1953) y en algunos poemas inéditos. El resultado de la corrección es –aparte del abandono de una apuesta literaria personal, original y prometedora– un mayor grado de exaltación identitaria y la rápida conversión a los principios de un realismo socialista en el que Semprún comienza a ejercer una labor prescriptiva.

Nos encontramos en un momento en que el relato del PCE muestra un momento defensivo, de repliegue identitario, que se explica en gran medida por las tensiones derivadas de la guerra fría, y que en el caso particular de España se había ido agravando con el acercamiento estratégico de EE.UU. al régimen franquista. En este sentido, la obra de Semprún cumple una función de cohesión identitaria:

Nosotros, comunistas, somos gentes

de una madera aparte

y de un temple especial.

Somos los combatientes

del gran Ejército de LENIN y de STALIN.

Nuestro dolor no es llanto irremediable,

nuestro dolor nos empuja adelante,

nos da un impulso nuevo, decidido,

nos lleva a reforzar en este instante

la unidad del Partido. (Semprún 1953b: 15–16)

A su vez, sus colaboraciones tienen una función de corrección y prescripción en el ámbito literario, marcada por la defensa del realismo socialista, con la que el autor irá perfilando la idoneidad de su perfil para la intelectualidad orgánica:

[E]n esta revista, la crítica literaria no tendrá ningún parecido con la que suelen practicar los ‘especialistas’ de las publicaciones reaccionarias. […] [No] nos importan las intenciones de la escritora, los móviles que la alentaron. Sólo importa su significación objetiva de la novela, o sea su contenido real, hoy en la España franquista, y sus consecuencias posibles, tanto entre los lectores en general, por la visión del mundo que en ellos despierte, como entre los jóvenes escritores de la última generación. (Semprún 1950a: 41)

Al mismo tiempo, empieza a apreciarse en el estilo de Semprún un uso cada vez más acentuado del sarcasmo y de la violencia verbal, (si bien ya existía algún precedente en Soledad), que se explica aquí en gran medida como una declaración de adhesión incondicional del sujeto a la comunidad. Buen ejemplo de ello lo encontramos en «Los yanquis invasores» (1952), uno de los momentos álgidos de la literatura propagandística de Semprún, cuasipanfletaria, donde el descuido general en la forma sólo compite con los apelativos que reserva a sus enemigos: «Más tarde convocaron / a los hijos de perra y les dijeron», «Y Acheson4 sonreía, / viéndolos bien amaestrados, / esos hijitos de la gran chingada» (Semprún 1952: 25). En este poema épico, expresiones como «nuestro pueblo» –no obstante el poema tiene un destinatario interno al que se dirige en segunda persona y no utiliza el nosotros– anticipan una portavocía colectiva que se consolidará en la etapa siguiente:

Lo que Acheson no sabe, maricón de playa,

es para quién guarda sus balas

nuestro pueblo.

No tardará en saberlo (Semprún 1952: 26)

Estas llamadas de atención al poder estarían amplificadas por la potencia evocadora y mortificante de la fe del converso en una serie de poemas escritos entre 1947 y principios de los cincuenta: «Yo soy hijo de una clase vencida / de un mundo derrotado» (AFS: 25); «Si acaso voy camino de ser hombre, / se lo debo al Partido de ser hombre de verdad, no sombra o nombre, se lo debo al Partido» (AFS: 116), o su Canto a Dolores Ibárruri: «no soy bolchevique, intento serlo / y es que no soy, Dolores, de raigambre / obrera» (AFS: 18). No obstante, ninguno de estos poemas o fragmentos fue publicado, ni, hasta donde sabemos, existe constancia documental de su existencia más allá de la autocitación. De hecho, Semprún atribuye a «un acto ritual totalmente íntimo, gratuito» (AFS: 22) el último de ellos, lo que hace suponer una consideración idéntica para el resto.

Por último, durante este periodo son reconocibles pervivencias de una escritura autorreferencial (inaugurada por Soledad) presente tanto en estos ejemplos probables de su poesía como en la irrupción ocasional del yo en sus artículos de crítica literaria (lo cual resulta tanto más llamativo en la medida en que, como veremos, este rasgo desaparecerá por completo en la etapa siguiente):

Tengo en mi mesa algunos recortes recientes de prensa franquista. […] Yo casi he llegado a la conclusión de que hablar de literatura, dedicarle nuestro esfuerzo es perder el tiempo. (Semprún 1950b: 61)

Este primer momento de la escritura temprana se cierra con ¡Libertad para los 34 de Barcelona! que supondría la rectificación de Soledad (Amo 2015), en la medida en que Semprún asume las críticas a las que fue sometida esta obra y compone otra nueva, introduciendo la serie de enmiendas propuestas por Mije. Su importancia fronteriza como culminación y límite puede observarse también en la anticipación del abandono de la escritura autorreferencial, con la disolución del yo en un personaje colectivo.

En definitiva, Semprún convierte su actividad literaria en una serie de llamadas de atención a la jerarquía del PCE –tal y como reconoce el propio autor, si bien lo suele enfocar únicamente como un medio para regresar a España–; unas llamadas de atención que se expresan a través del modo particular de abordarlas: a través de la estrategia autorreferencial –incluso con contenidos autobiográficos en el caso de Soledad–, la carga beligerante y hasta violenta del estilo –como marca de la adhesión incondicional del sujeto– y, por último, de una voluntad de adaptación persistente, sacrificando incluso su talento literario, cuyo ejemplo más claro es el contraste entre las dos obras de teatro.

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ISBN:
9783823300823
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Serideki Sekizinci kitap "Frankfurter Studien zur Iberoromania und Frankophonie"
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