Kitabı oku: «¡Aquí mando yo!», sayfa 3

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4. Resiliencia humana. Dejar de sufrir y encontrar sentido a lo que nos pasa

La Resiliencia no es algo que se tiene o no se tiene, sino algo que se cultiva en un proceso de entrenamiento mental que consigue que la plasticidad neuronal juegue a nuestro favor. Tiene una repercusión directa en nuestro bienestar, funciona como un sistema de prevención de riesgos en el ámbito emocional. Aprender a ser resiliente es, por tanto, aprender a vivir con aceptación y responsabilidad, acostumbrándonos a interiorizar los factores externos de forma constructiva para evitar situaciones de bloqueo y distrés.

El uso del término «Resiliencia» comenzó en la física, con el estudio de los materiales que son capaces de adaptarse a otras formas bajo presión para después recuperar la propia. Por ejemplo, en ingeniería se llama Resiliencia de un material a la energía de deformación que puede ser recuperada de un cuerpo deformado cuando cesa la fuerza que causa la deformación. Es decir, el nivel de Resiliencia de un material es igual al trabajo externo realizado para deformarlo hasta su límite elástico: ejemplo sencillo estrujar una esponja y soltarla, pero hay una diferencia esencial entre la Resiliencia física de los materiales y la humana: las personas no volvemos a nuestra forma inicial una vez superada —o no— la fuerza deformadora (esas circunstancias adversas sufridas). Nuestro cerebro ha cambiado, y nosotros también. Este hecho puede ser, bien manejado, una ventaja y una enorme ganancia. Por el contrario, esa situación difícil también nos puede cambiar para peor. Más de una vez he oído decir que una calamidad o enfermedad (a nivel personal y colectivo) nos puede ennoblecer o embrutecer, dependiendo de la respuesta que demos. No deja de estar en nuestra mano la decisión, aunque tiene que ver también con encontrar un sentido y saber cómo manejarse. De eso trata este capítulo: encontrar el sentido y el cómo hacer que al final las cosas y las circunstancias funcionen a nuestro favor.

«Las esperanzas se encadenan», Séneca.

4.1 Proceso

Considerar la Resiliencia como un proceso significa que no es solo una simple respuesta puntual ante una adversidad específica, sino que incorpora varios aspectos que hay que trabajar a lo largo de toda la vida. La primera condición indispensable en el proceso de Resiliencia es promover los factores adecuados en uno mismo (yo soy, yo puedo y yo quiero: aquí mando yo) y la segunda es el compromiso (el comportamiento resiliente, que supone una acción continuada en el tiempo). La Resiliencia está asociada al crecimiento y al desarrollo humanos, incluyendo diferencias de edad y de género. Atendiendo a los estudios de IRYDE, podemos decir que este proceso consta de cuatro pasos:

1) Aceptar la realidad como es hoy y adaptarnos a ella.

2) Pasar del «por qué a mí» al «para qué a mí», con lo que conseguiremos un primer nivel de sentido.

3) Manejar nuestra creatividad para encontrar salidas: qué voy a hacer para salir de o cambiar esta situación.

4) Dejar un legado en mi universo. Hablamos de propósito y misión personal en el sentido más pleno y conecta con lo que hemos visto respecto a la antropología de la persona humana.

Así, todo parte de ese primer paso de aceptación y adaptación a la realidad, que no significa resignación, sino trabajar para cambiarla si está en nuestra mano. Reconocemos nuestra situación de partida y trazamos un plan de acción que nos lleve hasta donde queremos estar.

4.2 Las claves

Para crecer en Resiliencia humana y salir fortalecidos en la adversidad es necesario tener en cuenta el conocimiento de algunas nociones generales sobre el proceso así como el entrenamiento de algunos hábitos que desglosamos a continuación.

4.2.1 Leyes universales

Como veremos en distintos apartados de este libro, la persona se desenvuelve cumpliendo con las leyes universales: físicas, matemáticas, etc., que le afectan en su progreso y en las relaciones interpersonales. Da igual que crea o no que esas leyes existen, el hecho es que funcionan sí o sí. Se trata de una realidad objetiva, no subjetiva. La Ley de la Gravedad funciona aunque yo no esté de acuerdo y me manifieste en contra, y si no la tengo en cuenta, notaré las consecuencias. Asimismo, hay leyes en las relaciones interpersonales que se vinculan con las leyes sistémicas y que a su vez funcionan sí o sí, esté yo de acuerdo o no. Y como estas, otras leyes que yo llamo del alma y que también funcionan sí o sí. Si aprendo a manejarlas, puedo hacerme y hacer mucho bien. Por el contrario, por ejemplo, si no respeto la ley de pertenencia o de reconocimiento o de prevalencia en los equipos y/o familia, antes o después provocará consecuencias negativas. Ignorar a un familiar o a un compañero de trabajo, no tratar con deferencia a alguien que nos precede por edad o antigüedad y/o no reconocer los méritos y éxitos de otros empobrece la convivencia y pone nuestras relaciones en peligro. Estamos interconectados y lo que hago o dejo de hacer por supuesto que me afecta a mí, porque modulo mi cerebro y forjo mi personalidad, pero también afecta a los demás, aunque no lo note siempre de forma sensible. Cuando en ocasiones pensamos desanimados que para qué nos vamos a esforzar en hacer algo bien, algo que quizá nos cuesta mucho trabajo, porque nadie se va a dar cuenta ni lo va a agradecer, en ese momento hay que recordar que soy arquitecto de mi cerebro, ¡que la autoridad para decidir la tengo yo! Y si decido seguir adelante, lo hago primero por mí, por un sano amor propio, pues todo deja huella en mí y en mi entorno, por eso continúo adelante, por la razón que sea que me mueva. Es una sana independencia para ser yo misma. Estamos interconectados y somos interdependientes, pero es necesario cultivar una sana independencia. Me puedo dar a los demás si me poseo previamente. Puedo amar a los demás si me tengo un recto amor a mí misma.

Siguiendo con la Resiliencia humana y los procesos intrapsíquicos que hemos de mantener para que se acreciente, hay que hablar de la importancia de estar preparados para cuando venga la dificultad, y eso no se improvisa: se entrena.

Estoy insistiendo en el cambio, en cómo adaptarnos a él, porque la vida es un discurrir permanente. Y también estoy insistiendo en cómo me influye a mí lo que hacen los demás y cómo impacta en los demás lo que hago yo porque vivimos dentro de un sistema relacional y no somos islas: los nuevos paradigmas y nuestras respuestas a los mismos afectan a todos, incluido el entorno. Esto es simplemente ciencia. Se estudió ya en los años 50, cuando el sociólogo Talcott Parsons y algunos psicólogos aplicaron la Teoría General de Sistemas a los procesos de cambio en la sociedad. Para ilustrarlo con más precisión, voy a poner dos ejemplos de leyes sistémicas en el entorno físico: la Ley Cibernética y la Ley del Caos Determinista, que nos afectan cuando en el transcurso de nuestros procesos vitales y mentales algo impacta cambiando el rumbo esperado y distorsionando el resultado que parecía seguro. Cuando estas leyes propician un cambio no deseado, estar preparados para ser flexibles hará que ante la adversidad, en lugar de resistir sin rechistar hasta reventar, tengamos la actitud y el comportamiento inteligente de pedir ayuda y rebotar, de cambiar la dirección, lo que nos llevará más lejos incluso de lo que esperábamos. Eso es entrenar la Resiliencia.


Dinámica Cibernética. Explica la evolución de un sistema abierto al recibir más elementos y retroalimentarse. Así que el entorno actúa sobre el estado inicial y la transformación resulta mayor que la suma de los elementos nuevos y antiguos. Las huellas del proceso en cada etapa retroalimentan los materiales de partida hacia la complejidad funcional. De esta manera, un proceso determinado conduce a un resultado esperado y se pueden predecir los mismos, salvo que la Dinámica del Caos entre en acción interrumpiendo y modificando este proceso.


Dinámica Caótica. Se da cuando los sistemas abiertos sufren una perturbación (el famoso efecto mariposa). Dada la sensibilidad de las condiciones iniciales, la dinámica caótica tiene como resultado que cualquier fluctuación cambia la trayectoria y que mantiene la capacidad (Resiliencia) de regresar a un estado óptimo.

Notamos la complejidad que supone mantener una forma lineal para abordar los problemas complejos y multidimensionales. También ha sido necesario un cambio en el paradigma científico mecanicista newtoniano, y ampliarlo a una visión holística para trascender las restricciones impuestas y encontrar respuestas.

Esta Ley del Caos habla de cómo la complejidad desborda la posibilidad de hacer pronósticos sobre la evolución de sistemas complejos como el clima, la ecología o las sociedades humanas. Tenemos ejemplos de que aparentemente pequeños sucesos han provocado grandes revoluciones (siempre he asociado de forma automática en este punto el collar de María Antonieta y la Revolución Francesa; como dicen los libros de historia, esa fue la chispa que encendió la hoguera. Otro ejemplo fue la aparición de cisnes negros en la socioeconomía, etc.).

¿Cómo aparecen relacionadas la Dinámica Caótica y la Resiliencia?

1 Se da una gran sensibilidad a las condiciones iniciales. Cuando hay un cambio de la trayectoria es porque aparece la adversidad y se traduce en estrés.

2 En estas trayectorias, la adversidad ha producido una bajada de energía. En sí misma, la trayectoria tiende hacia un atractor, y la recuperación del estado óptimo hacia ese atractor es la Resiliencia.

3 La Resiliencia afecta a la eventualidad de rebotar a un estado alto tras una perturbación. Siempre y cuando el atractor facilite una recuperación distinta a la esperada pero mejor; si no, no hay Resiliencia sino consecuencias.

4 Es necesario estar en buenas condiciones físico–mentales para superar la adversidad/caos y crecer aprovechando la fuerza interna que trae consigo la fuerza vital del caos.

5 El estado óptimo es un atractor al que el sistema tiende de manera natural. Los dos grandes atractores que posee la persona y que la hacen ser resiliente ante cualquier adversidad son el amor que reside en el corazón del cerebro y los hábitos positivos (que los clásicos llamaban virtudes), consecuencias del control cognitivo y ejecutivo del cerebro.

Podemos hablar, pues, de una Resiliencia neuronal, personal y social. Las trayectorias son irreversibles, no se trata de echar marcha atrás y borrar las huellas, sino de entrenar la facultad humana de utilizar la fuerza del rebote, lo que implica preparación física y mental y creatividad para dar con las estrategias adecuadas, además de prevención y atención para estar preparados ante la adversidad.

4.4.2 Cerebro, estrés y Resiliencia

Dado que percibe lo que es potencialmente amenazador y determina nuestras respuestas conductuales y fisiológicas, el cerebro es el órgano central del estrés y de la adaptación a los estresores. Juega un papel fundamental en el comportamiento y las respuestas fisiológicas, que pueden conducir desde a una adaptación exitosa al entorno cambiante, a una patología cerebral o trastorno mental e incluso a la enfermedad física.

En este contexto en el que la Resiliencia consiste en lograr un resultado positivo en la adversidad, es relevante manejar adecuadamente el estrés y la flexibilidad para adaptarse positivamente a nuevos desafíos y reescribir si hiciera falta las experiencias duras o/y negativas tempranas de la vida. Por muy grave que sea lo que se haya sufrido, la psique se revela tan flexible que con el contacto humano, con el entendimiento y la palabra, se puede volver a flote. Así lo puso de manifiesto el neuropsiquiatra Viktor Frankl (autor reconocido como uno de los padres de la Resiliencia y ejemplo de superación personal) con la logoterapia. Por eso son tan importantes las redes de apoyo: en el ámbito social, en el trabajo, con familias adoptivas... Cuando un niño no ha tenido la atención necesaria para crecer en armonía, el tener un adulto en quien confiar, una red que le dé seguridad le ayudará a suplir aquellas carencias y a salir adelante de forma saludable, a pesar de las insuficiencias iniciales. No obstante, cada persona es única: niños de la misma familia y en las mismas circunstancias adversas han tenido a lo largo de su vida comportamientos y resultados muy distintos: unos han hecho un gran servicio a la sociedad y otros han sido los peores delincuentes.

Para profundizar un poco más en la búsqueda de recursos tenemos las investigaciones de Edith Henderson Grotberg5 , que en las primeras etapas de sus estudios identificó cuatro categorías de factores resilientes, que enunció como «yo tengo, yo soy, yo estoy y yo puedo». El primer grupo muestra la importancia de contar con esa red de apoyo:

Yo tengo:

 Personas del entorno en quienes confío y que me quieren incondicionalmente.

 Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o problemas.

 Personas que me muestran, por medio de su conducta, la manera correcta de proceder.

 Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.

 Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro o cuando necesito aprender.

En el segundo grupo el «yo soy» hace referencia a los términos de autoconcepto y calidad en las relaciones. Exponen los factores que muestran consideración hacia uno mismo y hacia los demás.

Yo soy:

 Una persona por la que otros sienten aprecio y cariño.

 Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.

 Respetuoso de mí mismo y del prójimo.

Cuando me paraliza la duda, cuando no sé para qué intentarlo siquiera, recuerdo que mis decisiones me forman, que moldean mi cerebro y son mi responsabilidad. Ahí me impulsan los factores que se corresponden a «yo estoy», que hacen referencia a la actitud con la que encaro la adversidad.

Yo estoy:

 Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.

 Seguro de que todo saldrá bien.

Finalmente, los factores que enuncia Edith Henderson Grotberg como correspondientes a «yo puedo» señalan la importancia de la motivación, del autocontrol, de encontrar sentido a lo que nos pasa y del pensamiento creativo para emprender la acción deseada.

Yo puedo:

 Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.

 Buscar la manera de resolver los problemas.

 Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.

 Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.

 Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.

La esencia de la Resiliencia es reforzar lo sano para luchar contra las magulladuras, y observamos que algunas personas parecen salir más airosas a la hora de superar las tensiones extremas. Por eso es importante la capacidad de respuesta, la reelaboración mental de las vivencias estresantes y la búsqueda de sentido al dolor. Como las neuronas espejo nos facilitan imitar a otros, en momentos difíciles podemos tomar ejemplo de personas que lo han pasado igual de mal o peor que nosotros y han superado la situación. ¿Cómo? Modelando su comportamiento, observando qué hicieron ellos que nosotros no hacemos para rectificar y fijándonos en qué no hicieron ellos que nosotros sí hacemos para cambiar nuestra actuación. Aprender de y modelar a los demás es un camino para la propia superación más sencillo y fácil que otros. Podemos acercarnos y recurrir a los ejemplos cercanos y a los de los famosos para inspirarnos. ¡Si queremos, podemos! ¡No hay excusa! Es cierto que nacemos con un temperamento que no cambia y con un coeficiente intelectual que tampoco lo hace, pero sí podemos crecer y hacernos grandes. El crecimiento personal y la forja de nuestro carácter y personalidad dependen de nosotros y ascienden al compás de nuestro enfoque y decisiones: la armonía o desarmonía obtenida en nuestra vida depende de cada uno.

También disponemos de un arma poderosa para afrontar la adversidad de la que ya hablamos, y que es el humor. Nos ayuda a salir de nosotros, a relativizar los temas, y nos desarma liberando el estrés. Reír es saludable y mejora la convivencia.

Asimismo la autoestima y el autocontrol promueven el despliegue de una arquitectura cerebral saludable que genera esa flexibilidad cognitiva que hace que el cerebro cambie con las experiencias en curso. Por eso, a estos factores, incluyendo la congruencia ética, la confianza, la motivación y las relaciones saludables, se los considera los pilares de la Resiliencia.

4.3 Prevención para tener una buena salud emocional: El C.A.F.E Doble

Para afrontar la adversidad y lograr la Resiliencia, tenemos que estar habituados a funcionar con Creatividad y Confianza, Aceptación y Adaptación, Flexibilidad y Fortaleza, Espiritualidad y Esperanza (recursos cuyas iniciales forman el C.A.F.E. Doble). Integrar estos elementos y entrenarlos de forma constante, cuanto más jóvenes mejor, es clave. Sabemos que el estrés crónico y el trauma disminuyen la función prefrontal, hiperestimulan la evaluación de lo negativo en la amígdala y reducen la actividad del hipocampo, con lo que bloquean la memoria emocional.

¿Podemos revertir los cambios adversos? ¿Qué se puede hacer para remediar los efectos del estrés crónico o el asociado con la adversidad de la vida temprana?

La epigenética (recordemos: los mecanismos que regulan la expresión de los genes, estableciendo la relación entre las influencias genéticas y las ambientales) se da también en la vida adulta. En ninguna etapa del desarrollo hay una marcha atrás, sino que surge un nuevo conjunto de posibilidades que ofrecen otras tantas oportunidades. Las intervenciones para revertir la adversidad no son, por lo tanto, eventos de desarrollo inverso. Los resultados aportan ocasiones para redirigir las tendencias malsanas a través de una variedad de acciones que fomentan mecanismos compensatorios. Muchas de estas intervenciones están dirigidas a promover la plasticidad y la salud: el estilo de vida, la dieta, la ingesta de vitaminas… Las experiencias tempranas de la vida determinan las diferencias individuales en tales capacidades. La arquitectura cerebral determina la idoneidad posterior de adaptación flexible o la falta de la misma.

Tras aceptar nuestra situación, determinar el cambio que queremos afrontar, asimilar para qué queremos hacerlo y poner en marcha con creatividad los recursos internos y externos necesarios para decidir qué vamos a hacer, llega el momento de plantearnos el sentido final que queremos dar a lo que nos pasa. Este proceso de la Resiliencia, interiorizado y hecho connatural a nuestro modo de pensar, sentir y actuar, nos sirve para recorrer el camino de la sabiduría y nos da el poder de la claridad. Para este logro hay que empezar el día con un café doble: confiar en que tenemos el talento suficiente y la creatividad necesaria para aceptar y adaptarnos a las circunstancias y acontecimientos que se nos presentan, ya que, para los humanos, las cosas rara vez son como deberían ser. ¡Las cosas son como son!

Esta experiencia nos hace mantener una actitud responsable y madura, que contrasta con la insanamente idealista del que se enfada, culpa y lucha para que todo lo de alrededor cambie en lugar de cambiar él mismo y tratar después de influir con su ejemplo en los demás y en el entorno. Quizá nos han hecho creer que somos el centro de todo y que tenemos derechos ilimitados, pero esa no es la realidad. Así sí que solo tendrían cabida los más fuertes y los exitosos, pero no sería una vida real, sino una de Matrix. Ser flexibles y fuertes para mantenernos en los objetivos y proyectos, aunque no nos apetezca, es parte del dominio interior para vivir la vida en plenitud con lo que venga. Somos eslabones de una inmensa cadena que recorre todos los tiempos y nuestra vida tiene sentido y sujeta y aporta a los demás. Como diría D Quijote: «Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia». La esperanza de ser mejores nos acompaña y da fuerza para seguir trabajando por alcanzar nuestra mejor versión y para dejar un legado en nuestra sociedad.

Brindemos por la vida, pero esta vez ¡con un café doble!

4.4 Los niveles neurológicos

He tenido la suerte de tener como profesor a Robert Dilts, uno de los principales impulsores de la PNL, autor, formador y consultor en el área de Programación Neurolingüística. También es el principal nombre en las aplicaciones de la PNL en salud, aprendizaje, creatividad y mejora organizacional. Una de las mejores explicaciones que le he oído es acerca de cómo ser conscientes de nuestro subconsciente para reconocer los programas que tenemos insertos en nuestro cerebro y que nos hacen pensar, sentir y comportarnos de una determinada manera y obtener unos concretos resultados. Se trata de lo que se ha dado en llamar los Niveles Neurológicos de Dilts. Él señala que podríamos determinar seis niveles de profundidad entre nuestro consciente y subconsciente. Por orden de hondura, en el nivel más profundo estaría la espiritualidad, seguida hacia arriba de la identidad, las creencias, las capacidades, el comportamiento humano y el entorno en el que nos movemos. solo vemos de las personas cómo se comportan y el entorno en el que se desenvuelven, todo lo demás queda en el interior; una primera consecuencia es la de que, al no ser Dios, no podremos juzgar a la gente solo por lo que vemos. Por otra parte, se hace necesario tomar conciencia de que existen esos niveles y de que nos condicionan aún sin saberlo.

Si queremos alcanzar un objetivo de mejora personal, profesional, trazar un proyecto de vida, una estrategia en el trabajo, etc., importa conocernos bien a nosotros mismos y diseñar un plan desde el respeto y el deseo de excelencia. Para eso es necesario bucear en nuestro interior para acertar con el nivel en el que hemos de centrar la acción. Por ejemplo, podríamos tener la creencia limitante de que no podemos hablar en público por una experiencia bochornosa que tuvimos de pequeños. El contexto desde entonces ha cambiado, por lo que el resultado negativo no tendría por qué repetirse ahora; no obstante, esa creencia nos tiene aherrojados y seguimos sin atrevernos por miedo al ridículo. En este caso, tendríamos que trabajar en cuatro niveles de profundidad para cambiar la realidad: entorno, comportamiento, capacidades y creencias. Cambiar la creencia limitante de que no puedo hablar en público supondrá un impacto positivo sobre mis capacidades, ya que tendré que ejercitar los talentos que necesito para hablar en público de forma oportuna, los pondré en acto aumentando mi potencial al entrenarlos y afectará a mi comportamiento y a los resultados, porque al hacerlo impactaré en mi entorno. Las cosas cambian porque yo cambio y actúo. Desde mi punto de vista, entre hacer algo que puede ser beneficioso y no hacerlo elijo siempre hacerlo y me impulso con esta pregunta: ¿qué es lo peor que podría pasar si lo hago y no sale bien? Y a no ser que la respuesta sea un resultado catastrófico para mi bien o para el de los demás (y hasta ahora nunca me ha salido ninguna respuesta así), siempre opto y aconsejo ¡¡hacerlo!! Salimos fortalecidos y enriquecidos, con más aptitudes para la toma de decisiones. Aumenta el tamaño de nuestra zona de confort y tomamos el control.

Otro ejemplo de calibrar el nivel en el que tengo que actuar sería cuando decido proceder en el primero: con cambiar de entorno me refiero al puesto de trabajo, o la empresa, irme del club social o deportivo al que pertenecía hasta ahora, etc. y esto porque no tengo las facultades necesarias para modificarlo y ese entorno está en contra de mis valores. (Los valores son la brújula de mi vida y señalan el rumbo de mi felicidad, que no confundimos con la alegría ni el placer, los valores duermen en una de las partes más profundas de mi yo: en la identidad. Es en ese nivel donde me planteo por qué hago o dejo de hacer las cosas. Traicionar mis valores es traicionarme a mí misma, y para respetar a los demás me tengo que respetar yo). Si donde me desenvuelvo no puedo honrar esos valores, estaría justificado un cambio en ese primer nivel, porque es donde se ubica el choque con la parte más íntima de mi ser. Los valores justifican un cambio de ruta en el camino, en el entorno. Ahora bien, no tendría sentido un cambio de entorno cuando lo que me pasa es, por ejemplo, que creo que no puedo trabajar con personas de determinado carácter, pues esa creencia volvería a aparecer y siempre estaría huyendo de un lugar a otro. Es distinto huir que retirarse, como sucedía en el anterior ejemplo. En este segundo caso, hay que afrontar la situación abordando la creencia limitante, así evoluciono como persona. Hasta aquí, las posibles aplicaciones prácticas del manejo de los distintos niveles neurológicos de Dilts desde mi propia interpretación.

En los entrenamientos trabajamos maneras de abordar estas pugnas, y en este libro podrás acceder a la ficha n.1.4 «Creer crea» y, si tienes oportunidad, también a las cartas–anclaje para trabajar el cambio de creencias limitantes y a la n. 3.13 para revisar tus valores y cómo honrarlos con más congruencia. Partamos, no obstante, de la afirmación de que somos perfectos en nuestra imperfección y de que los errores son connaturales a nuestra persona, por lo que los reconocemos con naturalidad, los corregimos pidiendo ayuda cuando hace falta y no les damos más importancia que la que tengan en cada momento. Esto es parte de la sabiduría del crecimiento personal. Mucha tranquilidad. La inquietud, el distrés y la exigencia son frutos de creencias que nos limitan, haciéndonos pensar que solo valemos si no tenemos fallos. Nada más lejos de la realidad humana: esta creencia es causa de los destrozos que a diario nos infligimos a nosotros mismos y a los demás y conviene trabajarla desde todos los ámbitos: personal, familiar, profesional, social, en la escuela, etc.

Adentrarnos con profundidad en nosotros mismos es una responsabilidad ineludible para estar sanos y acertar en nuestros comportamientos. Si nos centramos en querer cambiar a los demás o nuestro entorno, cuando este vuelva a transformarse perderemos cualquier beneficio que hayamos creído conseguir. Por eso, si trabajamos en nosotros mismos, el cambio será dramáticamente eficaz, pues al transformarnos cada uno en el proceso resiliente, lo conseguido pasa a enriquecer nuestro patrimonio interior y nuestro vigor personal, y nos permite volver a afrontar entornos cambiantes.


4.4.1 Creencias limitantes, qué son y cómo transformarlas

Las creencias son ideas y paradigmas que en un momento dado llegaron a nosotros y las aceptamos a priori sin cuestionarlas, y también son experiencias vividas que conforman nuestra biografía. Cuando una creencia se instala en nosotros de forma consistente y sólida, nuestra mente elimina o no tiene en cuenta las que no casan con ella. Son los sesgos de confirmación. Las creencias son una fuente poderosísima dentro de nuestra conducta: pueden modelar e influir incluso en el grado de inteligencia, en nuestra salud, creatividad, la manera en que nos relacionamos y hasta nuestro éxito. Muchas de las creencias son determinantes, tanto si nos dan poder como si lo limitan. En el caso de estas últimas, estamos en condiciones de entrenar nuestra mente para superarlas y convertirlas en beneficiosas. Creer crea, y querer transformarlas nos lleva a desplegar un plan para cambiarlas, que supone pensar de manera distinta en las mismas circunstancias, reencuadrar la realidad, forzando al cerebro a disparar nuevas secuencias: buscar y activar nuestros recursos internos (todo lo que necesito está dentro de mí) para alcanzar las metas de forma constructiva y flexible (cfr. herramienta n.1.4 en la parte IV de este libro).

5. Cabeza, Corazón y Acción

Manejar las riendas de nuestra vida pasa por conducir los controles cognitivo, emocional y ejecutivo de nuestro cerebro.

5.1. El autocontrol

Los trabajos realizados con N. López Moratalla nos han permitido explorar cómo funcionan los procesos del control en nuestro cerebro y saber cómo intervenir en su funcionamiento para tomar las riendas, para convertir los secretos del cerebro en herramientas prácticas con las que llegar donde queremos.

¿Qué guarda el corazón del cerebro? Recuerdos en forma de memoria (cfr. con la siguiente figura).


Los estímulos despiertan emociones que se manifiestan en el cuerpo, en su corazón: latidos, sudor de las manos, lágrimas… El corazón del cerebro los percibe y de este percibir el cuerpo emocionado surge el yo siento. Y esos sentimientos que el cerebro guarda en su corazón como recuerdos–memoria puedo, porque soy libre, aceptarlos o rechazarlos. Cabeza, Corazón y Acción se aúnan en toda actividad, trabajo o toma de decisiones en las personas con autocontrol, que deciden libremente porque paran y piensan.

¿Qué subyace en ese autocontrol? Lo que subyace es la ocasión de ajustar la velocidad de los diferentes circuitos neuronales mediante el frenado de la excitación a fin de sincronizar en la gran red los circuitos reguladores, consiguiendo así el equilibrio cortical–subcortical. El autocontrol es la fuerza de voluntad que dirige la propia conducta hacia metas a corto y a largo plazo. Existen dos fuerzas que compiten por el control de la respuesta a un estímulo: el sistema reflexivo, que planifica de forma racional, y el sistema impulsivo, con asociaciones rápidas.


El autocontrol mejora con el entrenamiento de la memoria de trabajo o memoria a tiempo real, ese superpoder que tenemos los humanos y del que vengo hablando.

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9788411140645
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