Kitabı oku: «El cine silente en el Perú», sayfa 6

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Un ingenio sonoro

La necesidad de incorporar sonido al espectáculo del cine se convirtió en el objetivo de muchos empresarios desde los días iniciales. Ya Edison había logrado una precaria combinación de efectos sonoros e imágenes móviles en 1895 con su kinetophone (combinación de un kinetoscopio y un fonógrafo).

En 1900, la Exposición Universal de París presentó como atracción el Phono-Cinéma-Théatre de Paul Decauville, que intentó la sincronización sonora a través de un fonógrafo que resultaba débil y aproximativo en el momento de lograr la coincidencia de los niveles visuales y sonoros.

Una modalidad de imágenes móviles con sonido llegó a Lima en 1906. Se trataba de un ingenio del empresario Casajuana, que unía, para su funcionamiento simultáneo, el cinematógrafo denominado Biógrafo París y el Gramófono Gaumont. Sobre la pantalla se contemplaba a los cantantes gesticulando; al costado del écran, el gramófono trataba de hacer coincidir el gesto con el ruido.

Pese a su naturaleza forzada e imperfecta, esta unión del cinematógrafo con un fonógrafo apareció, en 1906, como un anuncio del camino que iría a emprender la tecnología cinematográfica. Buscaba, además, satisfacer las expectativas del auditorio, siempre dispuesto a solicitar mayor realismo a ese espectáculo casi ritual, de rígidas convenciones que era, por entonces, el cine.

En 1909, el cinematógrafo Gaumont, instalado en el teatro Olimpo, inauguró un gramófono parlante para sincronizar la palabra y la acción, dando preferencia a las canciones y arias entonadas por cantantes franceses: “Ello significa la trasplantación de los café-concerts de París en Lima” (La Prensa, 11 de febrero de 1909). Con gran despliegue publicitario, el kinetófono de Edison se presentó en Palacio de Gobierno el 15 de agosto de 1913.

El cine sedentario y el nacimiento de la distribución y exhibición

Las carpas para alojar los aparatos cinematográficos se levantaron a lo largo de Lima en desarrollo simultáneo a la proliferación de locales de exhibición fílmica en Estados Unidos y en el resto del mundo.

En septiembre de 1908, funcionaban en Lima la carpa de la Plaza de San Juan de Dios, el cine Pathé y el aparato Kineman, ubicado en la carpa de la plaza de Santa Ana, que alojó después al Biógrafo Wallace, exhibido antes en Iquique. Las funciones cinematográficas consistían en la proyección de películas de una o dos bobinas, conteniendo, cada una, vistas sobre media docena de asuntos distintos. El cine, poco a poco, dejó su carácter itinerante y ferial para radicarse en algunos lugares de la ciudad, convocando una afluencia masiva y segura de espectadores.

El sistema de proyecciones en carpas fue, de alguna manera, equivalente al método de exhibición en locales adaptados que en Estados Unidos, desde 1905, se conocieron como nickelodeons (apelativo derivado del costo de la entrada de admisión, un níkel, es decir una moneda de cinco centavos de dólar).

El equipamiento de las carpas, como el de aquellos primitivos salones de exhibición en Norteamérica, era precario: una lona, un écran y, a veces, un piano. La proliferación de esas carpas por la ciudad creaba nuevas condiciones para la existencia del espectáculo. Ellas convocaban a un público identificado con una zona geográfica de la ciudad, lo que convertía al espectáculo cinematográfico en una presencia urbana con irradiación específica y en un lugar de encuentro cotidiano.

El sistema de funcionamiento de las carpas requería cambios constantes en la programación de las cintas con el fin de evitar la saturación del público del barrio, afincado en la vecindad, lo que supuso la constitución de empresas sedentarias que no podían mantener cautivo al público solo con un catálogo limitado de cintas. Era necesario acopiar y mantener un repertorio capaz de garantizar el suministro permanente de películas.

Esa exigencia explica la constitución de las empresas distribuidoras, importadoras y vendedoras de cintas cinematográficas. El negocio se fue bifurcando: por un lado, un empresario adquiría en el exterior un lote de cintas, mientras que otro exhibía las películas importadas por el primero.

Algunas veces estas funciones confluían hasta confundirse en una misma persona. En otras ocasiones, los importadores establecían relaciones de poder con los exhibidores, como veremos más adelante.

Se formó también un nuevo tipo de espectador especializado, el aficionado al cine, el “cinemero”, como se le llamó en Lima. Un espectador que buscaba contemplar modos diversos de representación, sobre todo de la representación de ficción, a la que podía acceder, gracias al cine, a un precio módico y con fines de evasión.

A pesar del impulso tomado por el negocio, las condiciones de la exhibición no siempre se desarrollaron en las mejores condiciones. A veces, las cintas se pasaban tal como llegaban a las aduanas, sin traducción de intertítulos, lo que ocasionaba quejas y protestas:

Es el caso que muchas películas tienen sus explicaciones en inglés, las más en francés y algunas en italiano, con lo que casi todos los asistentes se quedan en ayunas con los ojos atónitos y la boca abierta en presencia de algo que no entienden.

¿Qué les puede costar a esas empresas, que grandes rendimientos perciben, trasladar al castellano esas explicaciones, ofreciendo un mejor servicio…? (Carta de un lector, El Comercio, 18 de noviembre de 1911.)

El costo era el de la oportunidad. La traducción de íntertítulos resultaba un procedimiento técnico lento y costoso. La alternativa presentaba similares dificultades. La lectura de intertítulos a viva voz, o los comentarios y explicaciones a la manera del benshi en el cine japonés, no eran posibilidades cómodas ni toleradas por los espectadores.

El cine Pathé y el nacimiento de las funciones divididas

En 1905, la empresa francesa Pathé, a través de la Compañía General de Fonógrafos Pathé, fundada por Charles Pathé, instaló oficinas en el país. En octubre de ese año abrió un local comercial en la esquina de las calles Merced y Minería. “Con un fonógrafo Pathé no hay necesidad de matarse para aprender música y reemplaza con ventaja todos los instrumentos…” (El Comercio, 24 de febrero de 1907).

La publicidad de los fonógrafos Pathé hizo familiar el patronímico de su fabricante, Charles Pathé, entre los peruanos.

El cine Pathé llegó precedido de informaciones diversas. Todas mencionaban su calidad de espectáculo “culto”, capaz de seducir a los auditorios europeos. En junio de 1908, el diario El Comercio informó que en París y Madrid el cinematógrafo “viene sustituyendo a otros espectáculos” (El Comercio, 30 de junio de 1908).

Causante de estas nuevas preferencias del público, la empresa Pathé decidió iniciar funciones en Lima con un aparato legítimo y operadores enviados desde la casa matriz, en París. Sus películas “harán agradables las noches de invierno, por tratarse de un espectáculo culto, hoy generalizado en las capitales europeas” (El Comercio, 13 de julio de 1908).

La empresa del cine Pathé rompió fuegos el 17 de julio, con una función destinada a la prensa; los invitados vieron París elegante, una cinta de seiscientos pies de extensión, Error de un boticario (ochocientos pies), Los funerales del Rey de Portugal (cuatrocientos pies), entre otras. Los comentarios de los asistentes a esa función fueron expresivos:

El cinematógrafo es hoy la diversión en boga en todas las capitales. Sus ventajas son muchas. En primer lugar es un pasatiempo que está al alcance de todas las fortunas y que es no sólo moral y recreativo, sino muchas veces instructivo, pudiendo conocerse los países, sus costumbres, sus monumentos, sus calles y paseos, tan exactamente casi como si estuviera uno en ellos. (El Comercio, 18 de junio de 1908.)

El estreno, para el público en general, del cine Pathé en la carpa instalada en la Plaza de San Juan de Dios se frustró el día inicial a causa de un incendio provocado por la inflamación de una de las películas. Destruida la caseta de madera y un trozo de la lona de la carpa, se le reemplazó con una caseta de hierro y asbesto ubicada fuera de ella: fue suficiente para que el técnico de la Comisión Municipal de Espectáculos diera el visto bueno para la inauguración el 26 de julio de 1908. Ese día se pasaron vistas como Un inglés en el harem, Venecia en góndola, Fiesta de la Vieja en París. Desde entonces, el Pathé de San Juan de Dios se convirtió en el espectáculo central de Lima.

En septiembre de 1908, el cine Pathé empezó una práctica exitosa: la división del espectáculo en sesiones fijas, destinadas a satisfacer las expectativas de diversos sectores del público.

A la manera europea, el cinema Pathé reservó la matinée para los niños y las funciones de vermouth y noche para el público adulto y burgués. Así, el domingo 27 de septiembre, a las cuatro de la tarde, ofreció una sesión cinematográfica destinada a los niños: la llamada “función de matinée” alcanzó un notable suceso.

Los palcos y plateas se vieron ocupados por niñitos que con sus gestos o carcajadas frescas marcaban las escenas más cómicas de las vistas exhibidas. En los semblantes de las criaturas se revelaba la impresión que les producían las escenas proyectadas, principalmente las fantásticas y de colores con vida y movimiento. (El Comercio, 28 de septiembre de 1908.)

La empresa continuó con la programación diaria de sesiones infantiles, a las 5.45 de la tarde, para concluir una hora después. En esa tanda solo se exhibieron cinco vistas.

Buena idea han tenido los empresarios del cinema que trabaja en la plazuela de San Juan de Dios al establecer las tandas y especialmente la de la tarde, porque viene a dar ocupación, puede decirse, a mucha gente que no sabe qué hacer en Lima la hora antes de la comida. Aquí donde hay tan poco que ver y donde los paseos no invitan a ser frecuentados por muchos motivos que silenciamos, el asistir a exhibiciones cinematográficas en las tardes viene a llenar un vacío que en otras capitales ya se tuvo la precaución de satisfacer ofreciendo al público espectáculos cultos… La tanda de la tarde tan frecuente en París, como en Roma y Berlín y llamada en Madrid la sección vermouth será pronto favorecida en Lima por distinguido público. (El Comercio, 29 de septiembre de 1908.)

Lo mismo ocurrió con la función nocturna, desdoblada en dos, una a las ocho y cuarenta y cinco (“la hora antes de la comida”) y, la otra, una hora después. En cada sesión se pasaban cinco vistas, con precios rebajados a la mitad (un sol por palco; cuarenta centavos en preferencia y numeradas; treinta centavos la platea; diez centavos la cazuela). “El sistema de espectáculos combinados del cinema Pathé es el que se encuentra en boga en París y demás capitales europeas” (El Comercio, 28 de septiembre de 1908).

Se estableció entonces la división del espectáculo en tres funciones diarias — matinée, vermouth y noche— que fue la norma de exhibición usual en el Perú hasta la inauguración de las salas múltiples a mediados de la última década del siglo XX.

Pero el cinematógrafo Pathé también motivó el interés del público en las cintas con argumento, algunas de mayor metraje que lo acostumbrado, como La vida de Jesús, de seis mil pies de extensión. La prensa incluyó en sus columnas como asunto cotidiano el comentario de los incidentes de las películas exhibidas.

Los filmes de Pathé dieron origen a las primeras descripciones periodísticas de los argumentos de las películas hechas para el cinematógrafo. Así describió el diario El Comercio la trama de Amor de esclava:

También va como estreno esta noche la interesante película de colores Amor de esclava, escena que se desarrolla en Atenas, siendo la protagonista Polynos, noble ateniense y su esclava Chloé que en una de esas orgías, tan corrientes en los tiempos antiguos, logra cautivar a su amo y despertar en él una pasión volcánica. La mujer de Polynos descubre los amores y celosa, irritada, ordena encerrar en inmundo calabozo a la desdichada esclava, la que en tan triste condición se resuelve a quitarse la vida apurando una fuerte dosis de veneno. En esos momentos llega el amante, le arrebata el veneno de las manos y apura el último trago, muriendo en los brazos de la amada esclava a vista de la esposa que contempla atónita aquella escena de amor sublime. (El Comercio, 24 de agosto de 1908.)

El resumen de la trama o la sinopsis argumental se convirtió, por entonces, en el modo más frecuente de la reseña cinematográfica periodística.

Aquí otro ejemplo:

La película representando episodios del terrorismo es bien emocionante. Se trata de uno de aquellos crímenes tan frecuentes en el imperio moscovita, y el público asiste al lanzamiento de una bomba […]. La mujer que lanzó la bomba es capturada y una vez en la prisión recibe la visita de la viuda [de su víctima], acompañada de sus dos tiernos hijos a cuya presencia la criminal se arrepiente de su crimen y promete separarse del club terrorista que le encargó la ejecución del asesinato […]. El arrepentimiento fue verdadero, porque cuando los del club terrorista pretenden que lance una otra bomba ella se excusa y suplica, y no pudiendo reducir a sus compañeros, coge la bomba y la lanza en la misma habitación, destruyéndola por completo y causando así la muerte de los terroristas y la suya propia… (El Comercio, 24 de agosto de 1908.)

El diario El Comercio describió Día de desgracias:

La cinta que se estrenó anoche resultó bastante divertida. Se puso de manifiesto, ante los espectadores, que no andan muy distantes de la verdad los que creen que hay días fatales, como también hay fechas que influyen poderosamente en el destino de los hombres.

Así como en unos el día siete, cuando cae en domingo, los llena de susto y los tiene en continua alarma, así hay otros, como el protagonista de la película estrenada anoche, a quien el día trece les es fatal y propicio para toda clase de calamidades. (El Comercio, 16 de septiembre de 1908.)

Los antecedentes del género periodístico del comentario o review fílmico fueron motivados por las cintas de la casa Pathé, convertida en una presencia permanente incluso después de la clausura de las carpas y de la instalación de los cines permanentes.

A fines de 1910, la casa de Pathé Frères celebró un contrato de suministro con la Empresa del Cinema Teatro, obligándose a proporcionarle cincuenta mil metros de películas documentales y de argumento cada mes. Ello permitió al Cinema Teatro, en octubre de 1910, estrenar las vistas que los reporteros del Pathé Journal registraron de los vuelos de Jorge Chávez a través de los Alpes y de su fatal accidente en Domodossola.

La puntualidad en la proyección de acontecimientos le valió a la empresa los elogios periodísticos:

Llama la atención el notable servicio de la Empresa del Cinema Teatro. De una manera matemática nos tiene informados gráficamente de todos los acontecimientos que tienen lugar en el mundo entero, en el término de la distancia y lo que es notable aún, con gran anticipación de los demás cines establecidos en la capital. Ayer fue la película de la guerra ítalo-turca y de la revolución china, y hoy nos regala con las vistas del Delhi Durbar o sea la coronación de los reyes de Inglaterra en la India, que acaba de verificarse… (La Prensa, 30 de enero de 1912.)

Gracias al Pathé Journal, los limeños vieron en junio de 1912 una cinta sobre la captura de la banda anarquista Bonnot, ocurrida meses antes en París.

Nuevas vistas del Perú: Gaumont vs. Pathé

El cinematógrafo Pathé empezó, en octubre de 1908, una precaria producción cinematográfica que recogía los ecos de las vistas sociales filmadas por el empresario Pont cuatro años antes.

El 8 de octubre de 1908, la empresa del cinematógrafo Pathé estrenó Un domingo en Lima, filmada el 4 de octubre de 1908, que recogía imágenes de la salida de la misa de las once de la mañana de la iglesia de San Pedro y de las carreras del hipódromo de Santa Beatriz. Fragmentos de esta cinta fueron proyectados sin aviso previo en la sesión de vermouth del día 6 de octubre de 1908.

Un cronista del diario La Prensa admiró las vistas, presentándolas, de modo erróneo, como las primeras películas nacionales exhibidas en Lima:

Es de suponer que en ellas se verán a muchas distinguidas familias de la sociedad, lo cual será de gran atractivo para el público. (La Prensa, 8 de octubre de 1908.)

Una semana después, el 16 de octubre, la empresa exhibió nuevas películas filmadas en la capital, esta vez el domingo 11 de octubre de 1908: Salida de misa de Santo Domingo y El Presidente Leguía en las carreras. El éxito fue instantáneo; la proyección movilizó a toda la “buena sociedad” a las salas y los resultados económicos fueron importantes.

Va a resultar, a la postre, que toda la plata acuñada va a ir a dar a poder de los empresarios de cines, que con sus aparatos han descubierto la piedra filosofal. (La Prensa, 24 de octubre de 1908.)

Las vistas fueron filmadas por un enviado de la casa Pathé, el camarógrafo francés de apellido Cazes. La presencia del técnico extranjero en el Perú demostró el interés de Pathé por llevar a cabo una producción permanente de películas.

La estrategia para atraer al público fue la misma seguida antes por el empresario Pont: ubicar la cámara ante rostros de personas conocidas de “nuestro mundo social y diplomático”, según lo fraseaba la prensa.

Poco a poco, las vistas limeñas se convirtieron en el complemento usual de las cintas Pathé. Luego se programaron junto con las películas de la compañía Film d’Art y las aventuras seriadas de Nick Carter y similares.

Los aparatos de proyección Pathé también se afincaron en locales de exhibición del interior del país, como lo testimonió el exhibidor Aurelio Costa Vaccaro, conductor de salas en la sierra central peruana, que recordaba las barracas equipadas con aparatos Pathé en La Oroya, Jauja, Tarma, Cerro de Pasco y Huánuco.

1908: Un agosto interminable

En 1908 se instaló, de modo cierto y definitivo, el negocio cinematográfico en el Perú. A las carpas levantadas en diferentes puntos de Lima se agregaron el Biógrafo Universal, el Gran Cinematógrafo Universal, la carpa de Bonarillo, la carpa del Baratillo, el Gaumont del Teatro Olimpo. El público colmó todos esos negocios.

Nos llueven cines: tres cines han funcionado anoche y han funcionado con más público que el que hubieran atraído tres espectáculos teatrales de cualquier otro género […] Esta predilección del público por los biógrafos no es nueva, ni es local; ya el genial Benavente y el admirable Margueritte, en deliciosas crónicas, nos han hablado de ello. El primero ve en el Biógrafo el futuro triunfador de la escena; el segundo lo combina con el fonógrafo y resuelve con ellos todas las dificultades teatrales. Nuestro público, que no quiere ser menos que el de Europa, acude a los biógrafos y acude en número tal que hoy mismo han llegado a nuestra mesa de redacción los anuncios de dos nuevos aparatos próximos a disputar el campo, o al menos a compartir el negocio con los ya existentes, sin temer la mayor competencia que habrán de soportar tan pronto como esté terminado el Cinema Teatro de la esquina de Belén. Estos aparatos funcionarán, según rezan los volantes, uno en el Teatro Olimpo y otro en los barrios de abajo el puente.

[…] El “centro artístico”, sociedad de chicos amantes de Talía se ha convencido, aunque tarde, que Dios no los llama por ese camino, y para solazarse en las noches de verano están ya armando la sábana blanca. Otros dos cines proyectan hermosas vistas en los locales de la “Juventud Católica” y el teatrito Mignon de la “Liga de San Alfonso”. (La Prensa, 28 de octubre de 1908.)

El periodista dio testimonio del avance incontenible del espectáculo de la “sábana blanca”, dispuesto a irrumpir en los predios teatrales del Olimpo pero también en los confesionales de los grupos católicos y las ligas de devoción.

Pero Pathé no fue la única causante del entusiasmo por el cine; su competidora en el mercado francés, la casa Gaumont, se instaló también en el Perú. A diferencia del cinematógrafo Pathé que arribó con un operador, Gaumont se introdujo en el mercado peruano por medio de un representante, el empresario e intelectual Federico Larrañaga, arrendatario del teatro Olimpo, que trajo el equipo Gaumont, contrató a un operador francés, conformó la empresa para la exhibición y abrió el escenario del Olimpo para las proyecciones del aparato.

La llegada de un aparato Gaumont al teatro Olimpo fue todo un acontecimiento:

Es el primer Gaumont que se recibe en Lima […] trae un selecto repertorio de películas de últimas actualidades europeas, tales como Carreras de automóviles de Dieppe, Los últimos concursos de aeroplanos en París, Las visitas regias europeas, etc., y una infinidad de vistas cómicas y dramáticas. (La Prensa, 6 de noviembre de 1908.)

A su turno, la revista Variedades comentó el arribo del Gaumont de la siguiente manera:

En el Teatro Olimpo, que por sus dimensiones, situación y forma es el más aparente para las proyecciones luminosas, se ha instalado un nuevo cinematógrafo traído por una empresa de la que es miembro nuestro amigo Federico Larrañaga, director de Siluetas. El cine es el espectáculo que prima hoy entre nosotros, y el aparato que funciona en el Olimpo es el cuarto que se instala [sic] y, sin duda alguna, el mejor, debido a que la casa Gaumont, por lo mismo que no hace aparatos de pacotilla para la exportación, como hacen otras casas, sus aparatos son de mejor garantía en cuanto a solidez, finura y buen funcionamiento.

El público aficionado a las vistas cinematográficas ha estado acudiendo a las carpas de feria de aldea en que han estado funcionando diversos cinematógrafos; pero ahora que el cine Gaumont verifica el entretenido espectáculo en un local digno de su cultura, como es un teatro, afluye con frecuencia a llenar las localidades del Olimpo.

El cine Gaumont es el más perfeccionado de los aparatos de su clase que se construye; es también el más caro, condición que regularmente acompaña a las cosas de buena calidad. Sus proyecciones son de una gran luminosidad y claridad, la vibración está reducida al mínimun, al extremo de que en muchas de sus proyecciones la ilusión de la realidad es perfecta debido a que la intermitencia de los movimientos rápidos está completamente suprimida. La cantidad de cintas que tiene la empresa del cine (Gaumont) es enorme y todas ellas del más palpitante interés.

Como sucede que en los otros cinematógrafos la proyección de muchas de las vistas animadas es hecha por individuos inexpertos, que juzgan que el éxito depende de la uniformidad del pasaje de la cinta, Larrañaga ha hecho venir con el aparato a un hábil operador de la casa Gaumont, quien con el tino que da la experiencia y el conocimiento a fondo del asunto, sabe dar con precisión y oportunidad la velocidad conveniente en los distintos momentos de las escenas proyectadas.

Igualmente ha contratado Larrañaga con la casa Gaumont el envío de cincuenta películas quincenales con las últimas novedades y acontecimientos europeos y con los más sensacionales asuntos cómicos. El público del Olimpo tendrá, pues, siempre sin más diferencia que el término de la distancia, las vistas que en París y en Europa constituyen la novedad cinematográfica… (Variedades 37, 14 de noviembre de 1908.)

El Gaumont, que debutó el 7 de noviembre, fue instalado por un técnico de la casa matriz Gaumont de París, frecuentándolo el público de los sectores acomodados de Lima, sobre todo por la variedad de su oferta de películas. Larrañaga había pactado con Gaumont el suministro de cincuenta títulos quincenales.

Pocos días después de la apertura del Gaumont se abrió un cine popular. El 10 de noviembre de 1908 se inauguró la carpa de Baratillo, ubicada en la plaza del mismo nombre. El día de la apertura murió Mauricio Bardier, mecánico francés de la empresa A. J. D. Wallace, propietaria de los aparatos que funcionaban también en la plaza de Santa Ana y el Callao. El joven recibió una fatal descarga eléctrica al subir a un poste para solucionar el desperfecto eléctrico que impedía llevar a cabo la función. A causa de ello la primera proyección se realizó el 13 de noviembre.

Con buen pie empezó su carrera comercial el Gaumont del Olimpo, ofreciendo una vista limeña: Sesión de periodistas en la Municipalidad de Lima. Introdujo una novedad, “que hace aún más real al arte del cinematógrafo: los sonidos apropiados a los pasajes de la película, tal como se acostumbra en los cines europeos”. Combinó las proyecciones de cintas extranjeras con la exhibición de vistas fijas y fotografías luminosas de personajes políticos y personalidades de la sociedad, como el ex presidente Nicolás de Piérola o el alcalde de Lima, Federico Elguera.

El Gaumont ha descubierto un filón con la presentación de instantáneas de actualidad que son ofrecidas en los intermedios de las vistas móviles. (La Prensa, 23 de noviembre de 1908.)

Vistas que apelaban al interés del auditorio principal de ese cinematógrafo, las clases altas e ilustradas, a diferencia del cine de Baratillo, ubicado Abajo el Puente.

El cine de Baratillo tiene un público propio. Esta empresa ha venido a poner en evidencia la necesidad de que los capitalistas de los barrios bajos se preocupen de establecer un teatro para satisfacer las exigencias de vecindario tan numeroso. (La Prensa, 23 de noviembre de 1908.)

El de Baratillo fue precursor de los cines de barrio que luego se instalaron en todo Lima.

Se percibió desde entonces la preferencia de determinados sectores sociales por ciertos tipos de películas. Los estratos acomodados de la población elegían las vistas de paisajes urbanos extranjeros, la reproducción de hechos históricos y los reportajes filmados en la ciudad, pues su proyección era una oportunidad para contemplarse y reconocerse.

Ya en 1904 la exhibición de La salida de la misa de la Iglesia de San Pedro dio lugar a opiniones periodísticas que lamentaban la extracción social de las personas filmadas. Se decía que las señoritas registradas en la película carecían del “linaje” —“horteras” se les llamaba— requerido para aparecer en el écran. De acuerdo con esas opiniones, la selección del contenido del encuadre por el operador cinematográfico debía tener en cuenta criterios técnicos y consideraciones relativas al tipo social. En los cines de clases bajas, en cambio, afectados por incomodidades, como el del Baratillo, se privilegiaban las vistas breves de entretenimiento o las cómicas.

Las carpas o los locales de cine ofrecían esparcimiento para sectores sociales segregados de los espectáculos “cultos”. Al cine podían ir los obreros y sus familias, las mujeres y los niños. Sobre todo los niños, que no accedían a ningún otro espectáculo de “representación”.

Al mismo tiempo, el cine Pathé de la carpa de San Juan de Dios proseguía con el estreno de películas locales. El 2 de diciembre exhibió El Jubileo de Su Santidad, filmada en la Catedral de Lima; el 6 de diciembre, un aparato Pathé se desplazó hasta la plaza de toros para filmar la corrida de ese día. La encarnizada competencia entre las salas dio lugar a comentarios periodísticos.

Siguen de moda las proyecciones luminosas. Hoy por hoy ya no es el mejor negocio el de la empresa que posee el más moderno aparato. Ahora, como diría cierto Gedeón criollo, todos los aparatos son mejores. La cuestión está en el renuevo de las películas. Y de allí que todas las empresas se afanen en pedir por cartas y cables a Buenos Aires y a Europa “las últimas novedades en la materia”. Es por eso que todos los carteles nos anuncian “grandes estrenos en todos los cines”. Al título que presenta el Gaumont, le sale al encuentro otro del mismo calibre en el Politeama, mientras el Pathé de San Juan de Dios se echa a la calle en busca de vistas locales de palpitante actualidad, y el de Santa Ana se aferra a las magníficas películas Lux. Total que los estrenos son diarios en todas las salas de cine y el público se divide repartiendo sus favores a todos ellos y llenando las localidades puestas a la venta. (La Prensa, 9 de diciembre de 1908.)

No faltó el ingenio para reproducir un aparato proyector:

Desde anteanoche funciona con éxito halagador, un cine en miniatura que han fabricado unos industriales nacionales. El aparato en sí, con apariencia de ser un cajón mortuorio, es un aparato de proyección de madera pintada de negro mate en su interior y charolada por fuera.

Un vidrio despulido de 25 por 25 colocado convenientemente en el interior reproduce las figuras que proyecta la linterna colocada en uno de sus extremos. Las figuras son de movimiento y si no son del todo nítidas es debido al uso del vidrio despulido que les aconsejamos reemplazar por un bastidor de género blanco corriente. El precio que se cobra por vista es dos centavos y sólo es lamentable que sea un poco incómodo. Aplaudimos la idea de los ingeniosos industriales y les deseamos un agosto interminable. (La Prensa, 18 de diciembre de 1908.)

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