Kitabı oku: «Paso a la juventud», sayfa 10
3. UNA ORGANIZACIÓN JUVENIL PARA UNA
GUERRA CIVIL
La juventud española despierta cuando siente que el territorio nacional está en peligro, cuando siente que el corazón de la Patria está en peligro, que está en peligro lo que es el tesoro de su espíritu de libertad. Y (…) España, encuentra una juventud salvadora, una juventud que la libera.1
3.1. LAS JSU: UNA ORGANIZACIÓN ENTRE DOS PARTIDOS
La vieja Federación de Juventudes Socialistas tenía rotas sus relaciones con el Partido Socialista (no puede negármelo nadie porque fui yo mismo quien, en representación de ella, me retiré del Comité Nacional del Partido Socialista).2
3.1.1. Un proceso de unificación inacabado
El proceso de unificación entre la FJS y la UJCE y las formas organizativas que adoptó la Juventud Socialista Unificada durante la guerra civil supusieron el intento de aplicación en España de la nueva política establecida por la Internacional Juvenil Comunista en su VI Congreso. En éste, se defendió el carácter educativo de las organizaciones juveniles y se insistió en que no debían ser «partidos de la juventud», lo que implicaba dar mayor independencia a las secciones nacionales con respecto a la IJC y cambiar la estructura de las organizaciones juveniles, que debían adoptar formas más atractivas para los jóvenes: frente a la actividad de las células –organización que la FJS acababa de asumir– se debía dar más importancia a los clubs, círculos y organizaciones culturales o sindicales, que «no deben seguir siendo consideradas (…) organizaciones de segunda clase», auxiliares o complementarias, sino «las formas de nuestras organizaciones». Se propuso, además, la creación de «una organización de masas única de los jóvenes trabajadores, al margen de los partidos» y abierta a todos los jóvenes antifascistas, que debía iniciarse con la unión de las juventudes comunistas y socialistas, en un proceso en que «los militantes de ambas organizaciones decidan libremente» sobre sus relaciones con los partidos y con las internacionales obreras.3 Sin embargo, o igual habría que decir lógicamente, el proceso de cambio de la estructura tradicional de las dos organizaciones juveniles obreras españolas no fue rápido ni se produjo sin tensiones.
La firma de las bases de unificación fue precedida de un viaje a Moscú de dirigentes juveniles socialistas y comunistas (Santiago Carrillo y Federico Melchor, por la FJS, y Trifón Medrano y Felipe Muñoz Arconada, por la UJCE), que no fue ningún secreto en su momento: incluso las dos ejecutivas juveniles escribieron una «carta a sus militantes» anunciando que una delegación conjunta había salido hacia la capital soviética para entrevistarse con la IJC y ultimar los detalles de la unificación, al igual que se había hecho pública anteriormente la carta con que Raymond Guyot, dirigente juvenil comunista francés y secretario general de la Internacional Juvenil Comunista, había invitado a la ejecutiva de la FJS a dicha reunión.4
Los comunistas aceptaron que la organización se llamara Juventud Socialista (como «cláusula transitoria», según el delegado de la Internacional Comunista en España, Vittorio Codovilla), y los jóvenes socialistas el rechazo al trotskismo,5 que se sumó al centrismo y al reformismo socialistas como «enemigos de la juventud»: «llamamos a todos los miembros de esta organización unificada a prestar la máxima ayuda para derribar todas las barreras que los escisionistas de la derecha y del trotskismo, con los dirigentes centristas que se oponen a la unidad, coloquen en nuestro camino», una ampliación, que probablemente tuvo su origen en Moscú, de la referencia a los «enemigos» presente en la primera propuesta de ambas organizaciones.6 En el primer saludo conjunto de las dos direcciones juveniles se agregaba: «¡Lucharemos con decisión contra los trotskistas, escisionistas y saboteadores del movimiento obrero y enemigos del país donde el Socialismo triunfa bajo la dirección de Lenin y de Stalin!». También se decía que la unidad de las dos organizaciones juveniles debía llevar a la de «toda la nueva generación trabajadora» y que defenderían una central sindical única y un partido (proletario) único. Una circular de la FJS propuso que se invitase a los congresos de unidad a «todas las organizaciones revolucionarias de la juventud, singularmente a las anarquistas» para que el ejemplo de la unificación fuera «el acicate que las empuje a intensificar la unidad de acción con nuestra organización primero; y más tarde, en la medida de lo posible, a realizar la unidad orgánica», mientras que la resolución del buró de la UJCE en que se designó a Trifón Medrano y Felipe Muñoz Arconada para negociar con la FJS las condiciones de la unificación, por su parte, no contenía referencias a ningún frente o bloque popular, pero sí a la creación de una organización amplia en la línea del VI Congreso de la IJC.7
Siguiendo la política de dicho congreso, las bases de unidad entre la FJS y la UJCE establecían que la nueva organización, que todavía no se llamaba JSU, mantendría relaciones cordiales tanto con el PSOE como con el PCE, buscando la unidad de ambos partidos y la creación de una única central sindical. En el ámbito internacional, se adhería como simpatizante a la IJC pero decía querer mantener relaciones cordiales con la IJS, planteando la necesidad de llegar también a una unificación de ambas internacionales. Organizativamente, tanto las bases de unificación como las primeras circulares conjuntas establecían claramente que se quería crear una organización «de nuevo tipo» siguiendo las propuestas del congreso internacional juvenil comunista: «Ambas direcciones resuelven forjar una amplia organización de nuevo tipo de la juventud trabajadora como ha sido indicado en el VI Congreso de la IJC»,8 aunque este objetivo no parecía estar en los planes de Carrillo en una fecha tan tardía como finales de noviembre de 1935, cuando dijo a Margarita Nelken que «por lo que se refiere a los jóvenes comunistas de aquí (…) es esperar (sic) que no insistan mucho en su posición de quitar carácter político a la organización juvenil, y que comprendan la necesidad de que, para el bien de la revolución», la Federación de Juventudes Socialistas «continúe trabajando dentro del partido». Sin embargo, en diciembre, cuando se informó a las secciones juveniles socialistas de haber iniciado las conversaciones de unidad orgánica con la organización juvenil comunista, la FJS consideraba «única condición» que la unificación «venga a reforzar nuestra tarea bolchevizadora (…) dentro del Partido Socialista», razón que daría Carrillo en Moscú para mantener la estructura de la organización juvenil socialista.9
La defensa de la izquierda socialista, cuando la ejecutiva de la FJS había roto con la dirección del PSOE, como hemos visto en la circular que envió la dirección juvenil tras la salida de Largo Caballero de la dirección del partido y recordó Federico Melchor en su discurso en el último pleno que celebró la JSU en España con que se inicia este apartado, se convirtió en un objetivo fundamental para la ejecutiva juvenil socialista. Y el rechazo a la ejecutiva del PSOE y la defensa del largocaballerismo fueron mantenidos por los jóvenes socialistas hasta el comienzo de la guerra civil. Así, los principios en que se basaría la nueva organización juvenil se definirían de la siguiente forma:
Defensa diaria de los intereses económicos, políticos y culturales de la juventud trabajadora y educación de sus miembros en el espíritu de la lucha de clases, del internacionalismo proletario y del marxismo-leninismo; captación de los jóvenes obreros, campesinos, estudiantes, muchachas, de toda la juventud laboriosa dispuesta a colaborar sinceramente en el desarrollo de la organización; luchar en las primeras filas de la juventud, agrupándola y educándola en la acción por la libertad, contra la reacción, el fascismo y la guerra imperialista, contra el régimen capitalista en su conjunto y por la victoria del socialismo.10
La aprobación de las bases de unidad supuso la creación de una Comisión Nacional de Unificación de la que formaban parte, además de los miembros de la delegación que había viajado a Moscú, Carlos Hernández Zancajo, por la FJS, y Manuel Vidal, por la UJCE. La comisión debía encargarse de preparar el congreso nacional, mientras comisiones de unificación locales, provinciales y regionales –se llamaron nacionales en Cataluña y el País Vasco– organizaban juntas y congresos de fusión, en los que debía realizarse la «elección democrática de nueva dirección» que «debe responder a la composición y al espíritu de la organización unificada y no podrá ser en ningún caso la resultante del aplastamiento de la minoría por la mayoría».11
Con la firma por parte de ambas direcciones de estas bases de unificación se suele dar por culminado el proceso de unificación, pero dichas bases sólo eran el comienzo del proceso. En mayo de 1936, un pleno ampliado del Comité Central de la UJCE aprobó las gestiones de unidad y, posteriormente, se celebró una sesión conjunta con el Comité Nacional de la FJS en la que intervinieron Medrano y Carrillo.12 A partir de las bases de unificación se debía desarrollar la fusión entre ambas organizaciones en los ámbitos locales y provinciales para después realizar un congreso nacional de unificación –convocado del 5 al 9 de agosto de 1936– en que se analizarían, entre otros temas, la línea política y el carácter de la nueva organización, sus estatutos y programa; y se elegiría el nombre y la nueva dirección de la organización, que hasta entonces se llamaría Juventud Socialista. También la circular conjunta de ambas organizaciones decía que el congreso determinaría «democráticamente, los principios, programa y estructura definitivos y elegirá la dirección» y, hasta éste, la fusión se haría sobre la base de la Federación de Juventudes Socialistas.13 Sin embargo, el Congreso Nacional nunca se llegó a celebrar debido al comienzo de la guerra civil y fue sustituido por una Conferencia Nacional de la Juventud que se celebró en Valencia los días 15, 16 y 17 de enero de 1937 y que trataremos posteriormente. Antes, sin embargo, es importante detenerse en analizar la situación creada en la primavera de 1936 con el pacto de unidad y los congresos provinciales que se produjeron antes de la guerra civil.
Si bien, por una parte, Largo Caballero y la izquierda socialista en general animaron la unidad de las juventudes como parte de su estrategia en la lucha por el control del PSOE, y, por otra, tanto la FJS como gran parte de los líderes caballeristas creían que la preponderancia numérica de las juventudes socialistas sobre las comunistas permitiría a las primeras controlar el proceso de unidad,14 la división interna del PSOE, el cambio de rumbo comunista y los cambios en la política de alianzas que este viraje favoreció hacían el proceso muy complejo y las diferencias internas en las juventudes socialistas aún más acusadas: no hay que olvidar que durante prácticamente todo el año 1935 las propuestas y posiciones de la FJS habían estado más relacionadas con las de los referentes internacionales comunistas que con las del PSOE o la Internacional Obrera Socialista, pero en ciertos aspectos –como en el rechazo a la colaboración con los republicanos o su continua defensa de una «revolución obrera» y de la «dictadura del proletariado»–, más cerca de lo que podríamos llamar vieja posición de la Internacional Comunista –y de la posición que mantenía y seguiría manteniendo el comunismo heterodoxo– que de la política frentepopulista. Esta última, por su parte, hizo que en el primer semestre de 1936 las organizaciones comunistas estuvieran más cerca del centrismo socialista que del izquierdismo caballerista en cuestiones como el gobierno a formar tras el triunfo del Frente Popular o la política que debía desarrollar éste.
Como dicen Elorza y Bizcarrondo, «las visiones estratégicas del caballerismo y del PCE divergían cada vez más», algo que no parecían notar los largocaballeristas de la FJS: por poner sólo algunos ejemplos, los jóvenes socialistas exiliados en la URSS defendían –tras las elecciones que habían dado el triunfo al Frente Popular– extender las Alianzas Obreras como «alianzas obreras y campesinas hasta un plano nacional como órganos de lucha y futuro instrumento de poder». El mismo órgano central de la FJS planteó tras las elecciones de febrero que la victoria del Frente Popular suponía el desarrollo de la revolución democrática y, por tanto, se estaba en un «periodo revolucionario» que requería, por una parte, la unidad política del proletariado y, por otra, la creación de Alianzas Obreras como órganos de la revolución, para «levantar con brío el doble poder frente al cual saltará en pedazos el Estado de la burguesía».15
A lo largo de la primavera de 1936 también se acrecentó la tensión entre caballeristas y centristas, como mostraron los enfrentamientos producidos durante un mitin de Prieto en Écija o la oposición largocaballerista a que este dirigente socialista fuera el presidente del gobierno republicano en mayo de 1936. Y la FJS, todavía existente como tal, defendió en todo momento a Largo Caballero. La circular sobre los sucesos de Écija enviada por la Ejecutiva de la organización juvenil socialista a sus secciones negó toda responsabilidad de la primera o del comité nacional de unificación en los hechos, condenó la violencia que se había producido en el mitin, pero agregó que se buscaba aprovechar lo sucedido para «levantar una plataforma política a favor del centrismo». En la circular se reconocía que tanto el comité provincial de unificación de Sevilla como el comité de la FJS de la misma ciudad habían dado instrucciones «para contrarrestar los efectos políticos de los discursos» que «previsiblemente» se iban a realizar, en las que se decía que «los vivas a Prieto y González Peña se deben ahogar con otros a Largo Caballero, a la izquierda socialista, a la unificación, etc.». Acusaba a los oradores de mantener una actitud desafiante y provocar al público y a los jóvenes socialistas que acudieron con Prieto «desde Madrid» (es decir, a Enrique Puente y a los milicianos organizados en torno a él en la llamada «Motorizada») –«algunos de ellos expulsados ya» de la JSM, por «indisciplinados» y por «haber sacado las pistolas» contra el resto de afiliados en una asamblea general de la organización– de amenazar al público al oír los vivas, provocando los enfrentamientos violentos.16 La división del movimiento socialista se acentuó durante la guerra civil, cuando a la completa ruptura entre centristas y largocaballeristas se añadiese una última ruptura dentro de los primeros entre negrinistas y prietistas.17 Por tanto, las líneas de división interna de la nueva organización juvenil unificada eran múltiples. Y gran parte de estas tensiones estuvieron presentes desde el momento en que se formalizaron las bases de unidad entre ambas organizaciones juveniles y se reflejaron en las primeras unificaciones locales y provinciales llevadas a cabo antes del comienzo de la guerra civil.
Uno de los primeros lugares en que se plantearon problemas con la unificación fue en la capital de la República, supuesto feudo de la izquierda socialista, donde fueron, entre otros, Bullejos, Felipe Barroso Moral y Antonio Muñoz Lizcano –estos dos últimos, presidente y secretario de la JSM, respectivamente–, los que celebraron una reunión los días 14 y 15 de abril de 1936 en la que se acordó crear una fracción y, según la ejecutiva juvenil socialista, hasta se eligió un comité en que estaban los tres citados, García Lago y Benita, tres de los cuales eran miembros del Comité Nacional de la organización. En esta reunión habían participado también militantes de la FJS y del PSOE de San Sebastián, Barcelona, Lérida, León, Badajoz y Zaragoza. La dirección juvenil socialista elaboró una circular en que pedía a las secciones a las que pertenecían los asistentes que les abriera un expediente y les expulsara de la organización, excepto que rectificaran públicamente.18 Desde el órgano del PCE se habló de «fracción de izquierda» y de «grupo troskista, antiunitario y saboteador», aunque la JSM no había contestado a los llamamientos que el POUM había realizado para reconstituir la Alianza Obrera en marzo y abril de 1936. Ya durante la guerra civil, la JSU siguió llamando a estos ya exmilitantes «trotskistas» –aunque este fue un calificativo que pasó a definir a todos los que se mostraban en contra de la unidad, como reconoció el mismo Carrillo.19
Los dos dirigentes de la JSM presentes en la reunión de la fracción habían prologado en febrero un texto en que se expresaban posiciones bastante cercanas a las directrices que había dado hasta ese momento la Federación de Juventudes Socialistas: unión del PSOE y del PCE y de las juventudes de ambos partidos sobre la base del «marxismo revolucionario», depuración del centrismo y el reformismo en las organizaciones socialistas, y organización del frente único, «articulándolo local y nacionalmente en el seno de las Alianzas Obreras», aunque este texto iba más allá que la ejecutiva juvenil socialista en el rechazo a la política de Frente Popular al decir explícitamente que el gobierno del Frente Popular «ha de transformarse inevitablemente en adversario nuestro en plazo no muy lejano».20
Sin embargo, ya a mediados de mayo de 1936, el Comité de Madrid de la Juventud Socialista, tras decir que se habían producido casi todas las unificaciones de radio en la capital, significativamente, incluía entre las tareas a realizar la defensa de los Frentes Populares «contra todos los que de una forma u otra pretenden romperlos», único caso en que la organización juvenil socialista se planteó expresamente esta defensa en la primavera de 1936, que no apareció, como veremos, en los objetivos explicitados en los diferentes congresos provinciales y regionales de unificación que se celebraron antes de la guerra. Se apoyaba también el desarrollo de las «Alianzas Obreras y Campesinas», como expresión del «frente único de todo el pueblo laborioso», la formación de «Milicias Populares», y la realización de una amplia campaña de reclutamiento. El comité de la organización juvenil socialista madrileña decía haber suprimido las «restricciones» al ingreso de nuevos militantes existentes hasta entonces: ya no se exigiría que los nuevos afiliados pertenecieran previamente a los sindicatos y tampoco se exigirían firmas que les avalasen, considerándose suficiente el «control» de las «células» –lo que muestra también las dificultades de lenguaje que generaba la organización de nuevo tipo, que todavía no se había asumido en las secciones juveniles aunque se reclamara, como se hacía en el mismo boletín de la JSM, que recordaba las bases de la unificación y la idea del congreso de la IJC de una «organización de nuevo tipo» para pedir que se hiciera «más rápido el cambio de carácter», considerando que éste se había «olvidado» en el proceso de fusión.21
Al congreso de unificación de Madrid, celebrado el 28 de junio, asistieron más de 200 delegados representando a 7.000 militantes y en él intervino Enrique de Francisco en nombre de la Agrupación Socialista Madrileña (ASM).22 Aunque con el avance de la guerra el largocaballerismo se convertiría en uno de los principales enemigos de la JSU, en estos primeros pasos de la formación de la nueva organización no hubo enfrentamiento entre ambas partes, como se recogía en el órgano de la comisión de unificación, donde el mismo día en que comenzaría la guerra civil se fijaban como «enemigos» a los trotskistas y a los centristas del PSOE, y se hablaba de los ataques que recibía la unificación juvenil desde El Socialista, El Liberal y La Lucha de Clases, dirigidos por los centristas, por su «supuesta» defección del PSOE, y desde La Batalla, el órgano barcelonés del POUM, por «un supuesto abandono de la lucha contra las tendencias antimarxistas en el movimiento obrero»: para el marxismo heterodoxo, como dijo la JCI, el VI Congreso de la IJC había supuesto la modificación del carácter de las organizaciones y de la misma internacional, sustituyendo la «política ultraizquierdista» por una «fundamentalmente reaccionaria», y los métodos de trabajo «proletarios por los reformistas», llegando a hablar de «sustitución del lenguaje comunista por un lenguaje fascistizante».23
Sin embargo, tampoco los supuestos bastiones centristas, como Asturias o el País Vasco, se mostraron monolíticos en sus apoyos ni mucho menos, como refleja el hecho de que ya en marzo de 1936 la Juventud Socialista de Gijón aprobara expresar su adhesión al semanario Claridad, a Largo Caballero y a la ejecutiva de la FJS. No es cierto, como dice Vidarte, que los centristas evitaran la unificación en Asturias, pero tampoco lo que recuerda Carrillo en sus Memorias, donde plantea que la unificación asturiana fue de las primeras en realizarse, ya que la unificación regional, como veremos, no se produjo hasta después de comenzada la guerra civil.24
En abril de 1936, la Juventud Socialista Asturiana celebró un congreso para elegir un nuevo comité provincial considerando que «las juventudes debían juzgar la conducta de sus ejecutivos» antes de la unificación –de la que lo que quedaba de la ejecutiva elegida en 1933 se declaraba partidaria–, y porque solo continuaban en sus cargos uno de los vocales (Ramón Suárez) y el secretario general (Rafael Fernández, que continuaría en este puesto tras el congreso y en la JSU). El cónclave asturiano aprobó la gestión de la ejecutiva nacional de la organización en cuanto a la unificación juvenil, lo que llevó a decir a Renovación-Juventud Roja que «las Juventudes Socialistas de Asturias asestan un golpe formidable al centrismo y al reformismo y dan un gran impulso a la unidad».25
El 24 de abril el comité provincial de unificación asturiano mandó su primera circular con el objetivo de señalar las normas por las que debía desenvolverse el proceso, destacando que «no se trata solo de unir a los miembros de las Juventudes Socialista y Comunista, sino que esto es el comienzo de la unidad de toda la generación, de la creación de una organización juvenil de nuevo tipo conforme a las decisiones del VI Congreso de la IJC», en lo que se insistía a lo largo de la circular, pidiendo que se transformara el carácter «estrecho» de las organizaciones juveniles y se establecieran «nuevas formas de organización», como casas y clubs «de la juventud socialista», que educaran a los jóvenes «en el espíritu del marxismo-leninismo y de la lucha de clases del proletariado», a la vez que definía como objetivo final de la unificación «la unidad revolucionaria del proletariado en un solo partido». Llamó a constituir de forma inmediata comités locales de unificación y a la celebración de asambleas de unificación, a las que se debía invitar a los jóvenes libertarios en particular y a la juventud en general, recomendando que «no se repare en proporcionalidades ni procedencias para elegir a los miembros de los nuevos comités» y que se investigara la conducta de aquellos militantes que habían tenido actitudes «dudosas» durante y después de la insurrección de octubre de 1934. Agregaba que «todo brote de fracción, sea centrista, reformista o trotskista, en una palabra antiunitaria, será aplastada inmediatamente». En mayo de 1936 se informó de que se había realizado la unificación en Oviedo, Gijón, Sotrondio, Villabona o Figaredo y que en otras localidades ya estaban fijadas las fechas para hacerlo.26 En la asamblea de unificación de Gijón, celebrada el seis de mayo, se dijo que los jóvenes comunistas entraban en «la Juventud Socialista Española» y se expresó el deseo de la nueva organización de crear una internacional juvenil única, por lo que la FJS había roto con la IJS, pero no pertenecía a la IJC.27
En el otro feudo centrista, Vizcaya, un miembro de la ejecutiva provincial de la FJS dimitió el 29 de marzo de 1936 por su oposición a la política de la dirección nacional de la organización y por su apoyo a los «órganos rectores del partido».28 Ya en junio, la comisión de prensa de la Juventud Socialista de Bilbao rechazó la política de la dirección nacional y, a pesar de un acuerdo en contra de la dirección local, decidió continuar vendiendo el órgano del PSOE y defensor del centrismo socialista La Lucha de Clases. Ante este enfrentamiento, la dirección juvenil local decidió dar libertad a los afiliados, pero esto no solucionó el problema porque en él incidía la diferente postura ante la unificación. Una asamblea de la organización expulsó a los miembros de la comisión de prensa, lo que hizo que se retiraran de la reunión unos cien jóvenes. Algunos de ellos se reunieron con miembros de la ejecutiva local del PSOE, que declaró que «si se deciden a reorganizar la Juventud Socialista, no tendrá el partido inconveniente alguno en reconocerlos», y crearon un comité reorganizador de la organización juvenil.29 El 14 de junio se celebró en Bilbao un pleno provincial extraordinario con la presencia de Carrillo, el delegado de Vizcaya al Comité Nacional de la FJS, Leoncio Peña, y miembros del Comité Nacional de Unificación de Euskadi,30 en el que se dio un voto de confianza a Iván Zárate, Pedro Felipe y Ángel Varona, miembros de la ejecutiva provincial juvenil socialista que habían sido expulsados del PSOE. Se aprobó también por unanimidad «declarar traidores a quienes traten de escindir la Juventud», «elevar una protesta enérgica» a la Federación Socialista Vizcaína por haber aceptado en su órgano de prensa una nota del llamado comité reorganizador, e «identificarse con la línea política» de la FJS.31
No fueron mejor las cosas en la caballerista Federación Provincial Valenciana de la FJS. Su dirección consideraba que, finalizado el proceso de unidad regional, la comisión de unificación debía desaparecer y el comité provincial juvenil socialista debía continuar dirigiendo la nueva organización, porque la FJS, como base de la unificación, «es la que continúa y continuará», por lo que se rechazaba celebrar un congreso provincial de unificación y se proponía como solución de compromiso que los tres comunistas de la comisión de unificación pasasen a formar parte del comité de cinco miembros de la Federación Provincial de la FJS, manteniendo así los socialistas el control de la nueva organización unificada. La Juventud Comunista Valenciana se quejó al Comité Nacional de Unificación de que sus homólogos socialistas de la provincia «tienen la concepción de que es un ingreso puro y simple y no una fusión de las dos organizaciones» y expresó su frustración porque los comunistas estaban «sacrificando toda su organización», mientras que «los jóvenes socialistas no quieren sacrificar ni la camisa». Los jóvenes comunistas plantearon ya entonces que las juventudes socialistas valencianas mantenían las posiciones «de la izquierda socialista», atacaban al gobierno republicano y rechazaban el mantenimiento del Frente Popular. Aparecían ya los nombres de jóvenes socialistas que a lo largo de la guerra se posicionarían claramente en contra de la dirección y la política de la JSU y a favor de Largo Caballero, como Salvador Martínez Dasi y José Gregori Martínez, de los que se decía que habían defendido en distintos actos celebrados conjuntamente en la provincia que había que romper el Frente Popular.32
Aunque no hemos encontrado las respuestas –si las hubo– a estas cartas, no parece que en ese momento la política frentepopulista fuera defendida plenamente por la dirección juvenil socialista, ni que la dirección juvenil comunista hiciera de ella un casus belli de cara a la unidad: en el congreso de unificación de Baleares, celebrado el cinco y seis de junio de 1936, no se dijo nada sobre apoyar o potenciar el Frente Popular, pero sí se aprobó fomentar las Alianzas Obreras y Campesinas. Se habló de crear una organización de nuevo tipo, a la vez que se felicitó a la Agrupación Socialista Madrileña, a la UGT y a Largo Caballero –en pleno debate sobre la renovación del comité nacional del PSOE y el atrincheramiento de la izquierda socialista en las dos primeras organizaciones–, se saludó a Claridad y a Mundo Obrero, se reafirmó el objetivo de eliminar de «las filas socialistas a los elementos reformistas y centristas» y se acordó protestar ante El Socialista por «las falsas posiciones que desde hace bastante tiempo sustenta».33 Parece, por tanto, que a cambio de una defensa a ultranza de la izquierda largocaballerista, los jóvenes socialistas aceptaron la «organización de nuevo tipo», al menos de palabra, y los jóvenes comunistas no insistieron en la defensa del Frente Popular.34 En mayo de 1936, un miembro de la dirección de Renovación, Isidro R. Mendieta, planteó que el «partido del proletariado» que querían los jóvenes tenía que surgir de la fusión del PCE con el ala izquierda del PSOE, a la vez que apoyó el cambio en los «métodos de trabajo» de la juventud, abandonando lo que llamó carácter de «secta» y defendió ya crear «casas de la juventud», para desarrollar actividades artísticas, conferencias, cursos, etc.35
Sin embargo, la forma en que Largo Caballero recoge el proceso de unificación en sus memorias, probablemente influido por sus vivencias posteriores, ignora el papel que tuvo en él y su misma participación y la de sus más fieles seguidores, animando a la unidad en diferentes actos y asambleas de unificación: según el viejo dirigente sindical, al volver de la URSS, Santiago Carrillo y «otros jóvenes», se reunieron con él y le expusieron sus planes, incluyendo el cambio de estructura organizativa, y él les dio «su parecer contrario»: «a su juicio, esa mezcla de Juventudes de diferentes ideologías desvirtuaba en absoluto los fines para los que las Juventudes Socialistas se habían fundado», considerando, «desde ese momento», «muertas las Juventudes Socialistas de España».36 La expresión gráfica también parece indicar que Largo Caballero era todavía el máximo héroe de lo que aún se llamaba Juventudes Socialistas a finales de julio de 1936: en el órgano de expresión unificado la foto del dirigente sindical socialista era la más grande entre las de «los vencedores», acompañada de otra más pequeña de José Díaz y de fotos de milicianos. Ya en agosto el mismo órgano de prensa incluiría fotos de Largo Caballero, Pasionaria, José Díaz y Azaña de similares tamaños, pero ninguna de miembros de la ejecutiva del PSOE.37