Kitabı oku: «Paso a la juventud», sayfa 11
Aunque los dirigentes de la JSU dirían durante la guerra que la mayoría de los congresos de unificación se celebraron en mayo de 1936,38 solo podemos constatar la celebración del congreso provincial de Zaragoza, los días 27 y 28 de junio, en el que se reunieron representantes de 3.000 militantes y hubo problemas porque un sector minoritario de la Juventud Socialista no aceptaba la fusión; y el de Lugo, celebrado el 12 de julio. Por lo demás, conocemos la celebración de congresos o asambleas de unificación locales como el de Torrelavega, en Santander. El diferente desarrollo de ambas organizaciones también influyó en el proceso: por ejemplo, en Castellón no había juventud comunista, por lo que durante la guerra se diría que la «unificación» había sido un simple cambio de nombre de la juventud socialista.39 El Congreso Provincial de Pontevedra estaba previsto para el 18 y 19 de julio en Vigo y fue suspendido por orden gubernativa –y costó casi un año al delegado enviado por la Comisión Nacional de Unificación conseguir llegar a zona republicana. En los mismos días se iban a desarrollar los congresos provinciales de unificación de Alicante, Asturias y Almería, seguramente también suspendidos, mientras que en Salamanca se pretendía celebrarlo el 26 de julio.40
El proceso de unificación fue aún más complejo en Cataluña. Por una parte, por la participación de un mayor número de organizaciones, y, por otra, porque allí sí que se consiguió un «partido único»: el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya). Ya en enero de 1936 se habían fusionado las Joventuts Socialistes de Catalunya (pertenecientes a Unió Socialista de Catalunya) con las Joventuts del Partit Català Proletari, adoptando el nombre de las primeras. Éstas habían mantenido una postura cercana a la izquierda socialista y el programa de su unificación incluía la petición de adhesión a la IC y la consideración del Frente Popular como «circunstancial». En abril, se unificaron la Juventud Comunista de Cataluña de la UJCE y la Federación Catalana de la FJS con el nombre de Unión de Juventudes Socialistas de Cataluña. Se formó un comité de enlace entre ambas organizaciones unificadas que aprobaría su fusión en las JSUC (Juventuts Socialistes Unificades de Catalunya) en junio, decidiéndose celebrar un congreso en agosto, que, al igual que el estatal, tampoco se llegó a realizar por el comienzo de la guerra civil.41
La guerra,42 por tanto, frenó y desconfiguró el proceso unificador en los ámbitos locales y regionales según estaba planteado en sus orígenes e influyó en el mismo mantenimiento de la organización juvenil. La situación en que pudieron haber quedado muchas secciones locales –ya unificadas o no– se refleja en un informe de la que todavía se llama Juventud Socialista de Potes, en Santander, que contaba con 23 afiliados antes del «movimiento fascista», todos hombres. De los siete miembros de la directiva, sólo el presidente estaba en la retaguardia, para ocuparse de la organización y porque tenía un «cargo de responsabilidad» en el Frente Popular. Entre los otros 16, diez, al igual que los restantes miembros de la directiva, eran «voluntarios desde el primer día». Otros dos estaban en la retaguardia por ser demasiado jóvenes; un tercero, declarado inútil para las armas, era delegado de asistencia social del pueblo; y un cuarto, era alguacil del ayuntamiento. Una sección asturiana recordó, en abril de 1937, que la unificación se había producido «hacía tiempo» pero que, con la guerra, los responsables elegidos se habían marchado a combatir y se había desorganizado la sección. En Santander, en marzo de 1937, se justificaba la escasa actividad de sus secciones porque «vino la guerra y se marcharon los mejores camaradas de nuestra Juventud para el frente» –aunque en este caso también influyera la división de la organización como muestra que se agregara que «hay muchos jóvenes que son jóvenes socialistas y no jóvenes socialistas unificados».43
La conversión del golpe de Estado en una guerra civil dificultó la acción de la misma Comisión Nacional de Unificación, de la FJS y de sus opositores: Carrillo, Medrano y Laín estaban en Francia al producirse el golpe de Estado.44 Volvieron rápidamente a España, luchando en el País Vasco, y no llegaron a Madrid hasta avanzado agosto. Muchos otros dirigentes juveniles dedicaron las primeras semanas a la tarea de frenar al enemigo: Claudín estuvo en Getafe el 20 de julio, Vidal luchó en la sierra madrileña y después en la Ciudad Universitaria, mientras que Cazorla organizó los batallones Meabe y Octubre, Cabello luchó en Barcelona en los primeros días de la sublevación, y Enrique Puente, junto con La Motorizada, participó en el asalto al cuartel de la Montaña en Madrid.45
Ante la imposibilidad de celebrar el congreso previsto y lo que consideraban necesidad de una «dirección única» por «las circunstancias de la lucha» y porque se empezaron a abrir «diferencias que no tenían otro fundamento que la falta de una acción específicamente juvenil» se decidió, en septiembre de 1936, hacer regresar a los dirigentes del frente y unificar la dirección, a sugerencia, al parecer, de Raymond Guyot, responsable de la Internacional Juvenil Comunista.46 La comisión ejecutiva unificada quedó conformada por 8 miembros de la FJS y siete de la UJCE:47 Santiago Carrillo (FJS), secretario general y político; Trifón Medrano (UJCE), Secretario Primero de Organización; José Laín (FJS), Secretario Segundo de Organización; Fernando Claudín (UJCE), Director de Periódico; Segundo Serrano Poncela (FJS), Secretario de Agitación y Propaganda; Federico Melchor (FJS), Secretario de Milicias; Inspectores de Milicias, Segismundo Álvarez (UJCE) y José Cazorla (FJS); Secretaria del Frente de la Juventud, Lina Odena (UJCE); Secretario de Relaciones Exteriores, Alfredo Cabello (FJS); Secretario Administrativo, Luis Rodríguez Cuesta (FJS); Secretaria Femenina, Aurora Arnaiz (FJS); Secretario Sindical, Manuel Vidal (UJCE); Secretario Deportivo, Justo Rodríguez (UJCE); Secretario de Pioneros, J. José Renales (UJCE). Se puede decir por tanto, que la mayoría de los cargos importantes quedaban en manos de la juventud socialista, y donde esto no era así, había un segundo de dicha organización. En el caso del periódico, se nombró redactor jefe de Juventud a un miembro de la FJS, el caballerista Leoncio Pérez.48
Poco después, desde la misma ejecutiva se dijo que «la dirección nacional tiene escasas noticias sobre los efectivos, secciones…»; y se planteó ya extender la organización de la JSU al frente. Indicaba también lo que iba a ser la política oficial de la organización juvenil durante la guerra: «Todos los jóvenes que luchan y trabajan por el aplastamiento del fascismo merecen ser miembros de la JSU» porque el «objetivo único» de todas las direcciones y afiliados de la JSU era «ganar la guerra». Se pedía, además, que en los casos en que parte de las direcciones hubieran «desaparecido» por la guerra, los miembros que quedasen o las secciones más importantes tomasen la iniciativa de «reorganizar urgentemente la dirección por el medio más rápido posible, tratando de convocar un congresillo o conferencia de delegados o representantes de las secciones».49 Pero no parece que en los primeros meses de la guerra se lograra que la organización tuviera una política unificada: cuando en enero de 1937 se informó de la puesta en funcionamiento del «Servicio de Prensa» de la organización, que sería dirigido por Isidro R. Mendieta, se dijo que «la prensa de las Juventudes no tiene hoy (…) una unidad de exposición y pensamiento. Cuanto más, se produce la coincidencia espontánea».50
En todo caso, algunas organizaciones se habían comenzado a reorganizar antes y por su cuenta: el cinco de septiembre de 1936, la Federación Provincial de Juventudes Socialistas Unificadas de Santander había celebrado una reunión extraordinaria en la que participaron representantes de los frentes y donde se aprobó, a propuesta de la sección local de la capital, que la organización tuviera representación en los Frentes Populares «para activar la realización de la Revolución Proletaria» y que «nuestra juventud haga todo lo posible para organizar las Alianzas Obreras y Campesinas» y por la unificación de los partidos socialista y comunista. A pesar de estas posiciones, alejadas de las que adoptaría la dirección nacional de la organización, los trabajos propuestos estaban dirigidos más a ganar la guerra que a realizar una revolución u organizar un gobierno proletario: trabajar horas extraordinarias en las fábricas, organizar a las mujeres jóvenes para que cosieran ropa para las milicias, crear «comités de jóvenes unificados» en los frentes e incrementar la propaganda entre los jóvenes combatientes. Y pronto las consignas cambiaron: la lucha era «contra el fascismo internacional y en defensa de la democracia del mundo entero» y había que «asegurar todas las conquistas de la revolución democrático burguesa en todos los frentes de lucha y, principalmente», «apoyar al Gobierno del Frente Popular del que es presidente nuestro camarada Largo Caballero», aunque, al menos hasta noviembre de 1936, la JSU de Santander no recuperó el contacto con la ejecutiva nacional desde el comienzo de la guerra civil.51
En Cataluña, el 3 de septiembre se publicó el primer número de Juliol, órgano de las JSUC, y el 6 se celebró un mitín en Barcelona, aunque el primer comité ejecutivo de la organización, con Martí Salvat como secretario general, no se formó hasta un pleno celebrado los días 14 y 15 de noviembre de 1936.52 En octubre de 1936, la comisión de unificación de Asturias se convirtió en comité provincial. La elección de la ejecutiva se realizó en un «pleno de unificación de juventudes» celebrado en Gijón el día 15 de dicho mes, en el que se dijo que había más de 300 delegados y que acordó que la línea de la juventud fuera «la unidad y la disciplina en torno al gobierno de Largo Caballero» y la lucha por la unidad de acción de «todas las juventudes antifascistas».53 Como tareas concretas, el pleno de unificación aprobó normalizar la vida de las secciones, acelerar la formación de unidades militares y la instrucción militar, organizar y movilizar a la juventud en la retaguardia para la ayuda a los frentes, con talleres de costura o colectas de víveres; crear equipos de propagandistas que hicieran un especial trabajo entre las mujeres; cuidar a los niños, especialmente a los hijos de los milicianos, y hacer contraespionaje en la retaguardia. En noviembre de 1936 se formó en el País Vasco un Comité Nacional de lo que se llamó Federación de Juventudes Socialistas Unificadas de Euskadi, que tenía a Iván Zárate, miembro de la antigua dirección de la Juventud Socialista de Vizcaya, como secretario general.54 La organización de Alicante, por su parte, celebró un congreso provincial los días 2 y 3 de enero de 1937, para elegir a los delegados a la conferencia nacional y un comité provincial definitivo, que tuvo a José Sánchez como secretario general.55
El nuevo carácter de la JSU como organización de masas y su apertura facilitó su crecimiento y su capacidad de movilización durante la guerra, no sólo entre los hombres sino también entre las mujeres. Seguramente, como en el caso del resto de organizaciones –juveniles y no juveniles– la seguridad que proporcionaba un carnet también ayudó a su crecimiento. Entre el 27 de agosto y el 1 de octubre de 1936 la JSU asturiana había entregado 567 nuevos carnés en la retaguardia –de los cuales 330 fueron a mujeres– y 736 en el frente. De 106 miembros del radio sur de Santander de los que se indicaba la fecha de afiliación sólo 46 habían ingresado antes del 18 de julio de 1936, y de éstos, sólo 7 eran mujeres. Entre los ingresos posteriores al comienzo de la guerra civil las mujeres eran 22.56 En enero de 1937, la organización de Almería, decía contar con 11.000 militantes frente a los 6.000 de octubre de 1936, habiendo organizado a 1.500 mujeres y a 4.000 pioneros.57 Estos ingresos serían en muchos casos de militantes muy jóvenes, especialmente en la retaguardia y en el caso de los hombres, como indica el caso asturiano.58
Este carácter de los nuevos afiliados influyó también en el tipo de propaganda que «debía» realizar la organización. Serrano Poncela defendió que la propaganda debía partir de «la concepción simplista que las masas de la juventud tienen en general de la política, de la vida social», por lo que las consignas y orientaciones políticas de la organización debían «entrar por los ojos antes que por la inteligencia; que las sienta antes su corazón y su sentimiento que su cerebro». La importancia de la formación de los nuevos afiliados justificó también la recogida de fondos para la creación de una editorial juvenil y la creación de una distribuidora de películas, «Juventud Film».59
Y el nuevo carácter de la JSU, que implicó que sus organizaciones de base pasaran a ser, oficialmente, los clubs, las casas de la juventud campesina o los clubs de educación del soldado en los que se buscaba expresamente la participación de jóvenes sin militancia o de otras organizaciones, unidos sólo por su antifascismo aunque se hablara de darles una educación «marxista», suponía una organización muy alejada de las estructuras y formas de trabajo tradicionales de los jóvenes socialistas -y también de los comunistas- e influyó en el enfrentamiento entre la dirección de la JSU y lo que se presentó como vieja guardia de la juventud socialista, en su mayoría largocaballerista –aunque la línea de la organización unificada fue apoyada por importantes miembros de la última dirección de la FJS, como el mismo Carrillo, José Cazorla o Federico Melchor– que expresó su oposición desde muy pronto con la creación de los «Rincones Tomás Meabe». Sin embargo, esta estructura estaba ya implícita en las bases de unificación, como hemos visto, aunque parece que se empezó a aplicar no solo bastantes meses después de su aprobación, sino también bastantes meses después de comenzada la guerra civil: todavía en octubre de 1936 se seguía hablando de grupos y células como «organizaciones de base» de la juventud unificada.60
Tras la Conferencia de Valencia y especialmente tras la crisis de gobierno de mayo de 1937, como veremos, los sectores socialistas disconformes acusaron a la nueva ejecutiva juvenil de acabar con el «espíritu marxista» y el carácter obrero de la organización, incumpliendo las bases de la unificación y el programa que algunos de los miembros de la ejecutiva, como dirigentes de la FJS, habían establecido en Octubre. Segunda Etapa. Como hemos visto y como recordó durante la guerra Carlos Hernández Zancajo, expresidente de la FJS, uno de los objetivos planteados en ese folleto era «la derrota de la burguesía y el triunfo de la revolución bajo la forma de la dictadura proletaria», mientras que la JSU se presentó durante todo el conflicto bélico como una defensora a ultranza del Frente Popular y de una república democrática, lo que llevó al citado Hernández a decir que «la nueva federación deja de ser marxista, deja de ser revolucionaria, deja de luchar contra la burguesía y deja arrinconada la dictadura del proletariado»: «la regresión revolucionaria [de los dirigentes de la nueva organización] rebasa los 180 grados».61
Pero no está claro cuando se produjo este viraje frentepopulista, que convirtió a la nueva organización juvenil en el principal apoyo de la política del PCE, en los dirigentes de la JSU procedentes de la juventud socialista. Como ya hemos dicho, los congresos de unificación que se celebraron antes de la guerra prácticamente no hicieron referencia al Frente Popular. El mismo Santiago Carrillo reconoce en sus memorias el «error» de la FJS de rechazar la alianza con los republicanos pero no especifica cuando se produjo –ni siquiera en él mismo– el cambio de postura. Recuerda que en abril de 1936, cuando por primera vez se reunió con la dirección del PCE, «advirtió» que «eran mucho menos sectarios en sus juicios sobre Indalecio Prieto y los republicanos de lo que éramos en la izquierda socialista». Hablando sobre mayo de 1936 plantea que «Caballero y los que le seguíamos no nos percatábamos de que la inminencia de la sublevación trastocaba los planteamientos tácticos hechos hasta entonces» en relación con los republicanos; y recuerda como una reunión que mantuvo con Casares Quiroga en julio de 1936 para hablar sobre los rumores de sublevación hizo que «mi sectarismo hacia los republicanos burgueses» se radicalizara. No parece que el cambio definitivo de la dirección nacional de la JSU –o de la mayoría de la parte socialista de esta dirección– hacia la defensa del Frente Popular se produjera antes del comienzo de la guerra,62 no se ratificó oficialmente hasta la Conferencia de Valencia, y estuvo influido, precisamente, por las características del conflicto bélico, las posiciones adoptadas por los diferentes sectores políticos y la situación internacional.
En agosto de 1936 desde el órgano de la Comisión Nacional de Unificación se pidió «disciplina» «en el cuartel y en el frente», considerando el objetivo de la lucha la República democrática. A finales del mismo mes se exigió claramente «milicia única, mando único, objetivo único».63 Y estos fueron los planteamientos del Partido Comunista desde el comienzo de la sublevación militar, pero también del centrismo socialista. En su discurso en la emisora del PCE a finales de septiembre, Santiago Carrillo definió la guerra civil como «la lucha del fascismo internacional contra el proletariado y los regímenes democráticos», y pidió la unión de «todo el pueblo democrático», especialmente de la juventud. Rechazó todo debate sobre qué régimen se establecería después del fin de la guerra, considerando «absurdo» que se planteasen discusiones sobre «la salida de la situación cuando todavía no se ha organizado completamente la lucha». Saludó a los jóvenes nacionalistas vascos, republicanos y libertarios, planteó que en las zonas ocupadas por los rebeldes los «jóvenes esperan que se les libere» y pidió la unidad de acción de la IJS y la IJC para «defender a la juventud española».64
Fue especialmente el papel del Partido Comunista de España en la defensa de Madrid –tras la salida del gobierno republicano pero también de la ejecutiva del PSOE de la capital–, el que hizo que las JSU, y en concreto los dirigentes de ésta que procedían de las juventudes socialistas, se identificaran claramente con el PCE. Como plantea Helen Graham, los dirigentes juveniles socialistas consideraron que «era mejor un PCE unido y con una política clara sobre cómo ganar la guerra que un PSOE dividido», convencidos de que no era posible bolchevizar al PSOE y, sobre todo, influidos por la mayor capacidad del PCE en la guerra.65 En este sentido, es significativo que sea después del 6 de noviembre de 1936 cuando la prensa de la JSU vincule por primera vez claramente a la organización juvenil con el PCE: «El Partido Comunista y las Juventudes Socialistas Unificadas, al frente de toda la clase obrera, defenderán Madrid hasta la última gota de sangre». A principios de diciembre de 1936 se publicó en Juventud. Diario de la juventud en armas otra de las pocas expresiones públicas de relación con el PCE que se encuentran en la prensa de la JSU: «somos una organización independiente (…) [pero] nuestra actividad será guiada por el Partido del Proletariado, que es el Partido cuya autoridad y cuya influencia ha sido enormemente reforzada en estos meses de guerra civil y en la inmortal defensa de Madrid: el Partido Comunista de España, con el que nosotros nos esforzaremos en unificar (…) el Partido Socialista». Santiago Carrillo dijo en marzo de 1937 al Comité Central del PCE que «cuando el enemigo estaba a las puertas de Madrid, en aquellos trágicos días de noviembre…, al volver la vista a nuestro alrededor no encontramos más que al Partido Comunista».66
A medida que las tensiones internas en la JSU se intensificasen y la oposición a la unidad de la organización fuera claramente dirigida por los sectores juveniles socialistas que siguieron siendo partidarios de Largo Caballero, los reproches por el abandono que había sufrido la dirección juvenil en noviembre de 1936 aumentaron, considerando que quienes la habían dejado entonces sola en Madrid no tenían ningún derecho a decirle cómo debía actuar. En su discurso en el pleno celebrado por el Comité Nacional de la JSU en mayo de 1937, Carrillo nombró entre quienes se oponían a la línea que la organización había fijado en la Conferencia de Valencia a «los que cuando los rebeldes se acercaron a Madrid, tomaron el camino de Valencia»; y aunque criticó los «graves errores sectarios» cometidos por el periódico editado por la JSU en Madrid –probablemente haciendo referencia a artículos como los que hemos citado en el párrafo anterior– los justificó porque «el 7 de noviembre (…) como organizaciones para defender Madrid, había el partido comunista y la juventud socialista unificada» (sic), a pesar de los esfuerzos que, según dijo, habían hecho desde la dirección nacional de la JSU para que las demás organizaciones se quedasen organizando la defensa, concluyendo con un explícito «vosotros sabéis qué situación se provocó dentro de nuestra juventud». Más adelante, se dijo que el 7 de noviembre «el gobierno marchó de Madrid y con él una gran cantidad de falsos patriotas tomaron las de Villadiego cobardemente, faltos de confianza en su pueblo y en su juventud», y «algunos y no pocos» de los que «hoy» atacan a la JSU habrían estado entre los que se marcharon.67
Por tanto, la salida del gobierno de Largo Caballero del Madrid sitiado parece haber influido mucho en la dirección nacional de la organización juvenil, lo que es aún más comprensible si se tiene en cuenta que incluso la tarde antes de la salida del gobierno de la capital, el Lenin español, el patrón, como le había llamado Santiago Carrillo sólo unos meses antes, le negó que fuera a abandonar Madrid. Y que la opinión de la dirección juvenil era completamente distinta a la del viejo dirigente sindical quedó claro en una circular en que había pedido a todas sus secciones que organizaran fuerzas para enviar a Madrid y defender la capital porque la toma de Madrid significaría «la inclinación absoluta de la balanza internacional» a favor de los rebeldes: el pueblo madrileño, con la ayuda del resto de España, no debe «abandonar el suelo de la capital de la República Española más que cuando ésta sea un montón de ascuas y se haya derramado la última gota de sangre». En esta circular se sugería que para preparar estas fuerzas las secciones de la organización juvenil unificada se pusieran en contacto con «todas las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular», pero en una circular posterior, aunque se seguía hablando de independencia orgánica y de mantener «buenas relaciones con todos los elementos del Frente Popular», se decía que estas relaciones debían desarrollarse «especialmente con el Partido Comunista con cuya apreciación de la situación y línea a seguir para la salida victoriosa coincidimos plenamente». Podrían aceptarse, por tanto, las palabras de Julián Zugazagoitia cuando dice sobre la actitud de Largo Caballero que hasta «las juventudes, a cuya unificación contribuyó él, se le vuelven irritadas».68
Carrillo afirma en sus memorias que fue en el momento de la marcha del gobierno de Madrid cuando él y los demás miembros socialistas de la dirección de la JSU decidieron ingresar en el PCE, y que José Díaz les «aconsejó» que esto no afectase «a la relación oficial con la dirección del PSOE», que los dirigentes del PCE «priorizaban en aquel momento».69 Aunque la decisión no se hizo pública oficialmente hasta más tarde, quedó claramente reflejada, como hemos visto, en la prensa de la JSU, y es confirmada por un listado de los miembros del Comité Central del PCE de marzo de 1937 en que se da la fecha del 7 de noviembre como la del ingreso de Cazorla en este partido.70 Y todavía en enero de 1937, desde Nueva Ruta, el órgano de la JSU de Santander, al hablar de un manifiesto firmado por los principales dirigentes de la izquierda largocaballerista se decía que eran los «camaradas más importantes y queridos del Partido Socialista», los que habían favorecido y potenciado la unidad juvenil y que, «antes del 18 de julio, fundieron sus concepciones ideológicas con las Juventudes Socialistas Unificadas», «la vanguardia del marxismo ibérico» junto a la JSU y al PCE.71 Resulta significativo también que el informe sobre el PCE enviado por André Marty a la Internacional Comunista el 14 de octubre de 1936 no hiciera ninguna referencia a la organización juvenil, mientras que en otro informe, fechado el 7 de marzo de 1937, ya decía que en las filas de la JSU «predomina la influencia del partido».72
3.1.2. La Conferencia de Valencia y la ruptura de la organización
En diciembre de 1936 la ejecutiva juvenil se trasladó a Valencia por ser ésta el «centro geográfico de la mayoría de la zona leal y residencia actual del gobierno» y no poder mantener desde Madrid «las relaciones estrechas (…) con todos los órganos subalternos» que consideraba necesarias, aunque en un primer momento se encargaron de la dirección desde la ciudad levantina Federico Melchor, José Laín, Aurora Arnaiz, Segis Álvarez y J. José Renales, seguramente por las responsabilidades que, como veremos, tenían Carrillo, Cazorla y Serrano Poncela en Madrid. Las dificultades para contactar con las diferentes secciones debieron continuar porque tanto desde el secretariado de organización como desde el de propaganda se insistió en la necesidad de establecer «una inmediata relación entre el secretariado nacional y las secciones».73
La conferencia de Valencia, celebrada entre el 15 y el 17 de enero de 1937, fijó las formas de organización y la política que, con escasas variaciones, la dirección de la JSU defendería oficialmente durante toda la guerra, convirtiendo su actuación en un intento de aplicación de las estrategias establecidas en el VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista y, como «organización unificada», un ejemplo palpable de estas políticas en los ámbitos nacional e internacional. Siguiendo la estrategia frentepopulista del PCE, la JSU mantuvo su defensa de una república democrática con contenido social y rechazó explícitamente establecer cualquier tipo de república socialista: «Luchamos por la República democrática; no nos da vergüenza decirlo», porque si se luchara por el socialismo se daría la victoria al fascismo. «Luchamos ahora, lucharemos mañana, después de la victoria, por una democracia fuerte, por una democracia llena de contenido social, por una democracia nueva». Esta nueva forma de democracia nunca se llegaría a explicitar como una «democracia popular» –ni nada que se le asemeje– en los discursos de la organización y, con el avance de la guerra, los adjetivos se irían perdiendo para hablar de democracia a secas.74
Se mantuvo también la definición de la guerra como una guerra de independencia contra el «fascismo invasor»75 y se apoyó la constitución de un ejército regular, incluyendo el restablecimiento del servicio militar obligatorio, en lo que insistieron en la conferencia diversas intervenciones, como las de B. Montagut, de origen comunista y representante de la JSUC, Alberto García Palacios, que habló en representación de «la aviación»,76 y hasta Prudencio Sayagués, que intervino en nombre de las JIR, y un alemán de las brigadas internacionales al que se llamó Alberto.77
Se defendió además –y esto era algo más novedoso en la organización juvenil–, la militarización de la economía y la limitación del papel de los sindicatos, apoyando a los pequeños campesinos y rechazando las medidas colectivizadoras «desorganizadas» en el campo: el mismo Santiago Carrillo reconoció que las «medidas socializadoras» habían sido aplicadas incluso por militantes de la JSU por «incomprensión del carácter de la lucha». Y aunque él dio la pauta en su discurso de apertura de la conferencia, estos puntos fueron desarrollados, en nombre de la ejecutiva de la JSU, por Federico Melchor y Segis Álvarez. Melchor definió la política de colectivizaciones como «falsa» y «equivocada», en función del carácter de la guerra: se estaba haciendo una revolución democrática no una revolución social, por lo que la economía y la producción no podían ser socializadas. Pidió a los sindicatos que volvieran «al lugar» que les «correspondía» –«que no pretendan erigirse en directores o rectores de toda la marcha económica y social de nuestro país»–, y que obedecieran «al gobierno del Frente Popular». Una política de guerra «solo puede estar mantenida por una economía de guerra… y en una economía de guerra, todas las audacias y todos los ensayos terminan inmediatamente». Planteó que había que convencer de esta idea a los jóvenes libertarios, mientras que acusó a los «trotskistas» de servir «a los intereses del imperialismo alemán», por considerar que la JSU había «traicionado los intereses del proletariado».78 Segis Álvarez insistió en que la JSU defendía que «solamente se quite la tierra que pertenecía a los que vendieron el suelo de la patria a los enemigos del país»: «No estamos en contra del colectivismo, pero (…) éste debe realizarse solamente cuando las masas de los campesinos estén convencidos» de su necesidad. Había que hacer ver a los campesinos que estaban en el bando rebelde que la República no era enemiga de la pequeña propiedad ni estaba en contra de los creyentes, sino de quienes apoyaban a los «invasores». En esto insistiría, en relación con los campesinos de la zona republicana, Ignacio Gallego en nombre de la JSU de Jaén.79
En el plano organizativo, la JSU se presentó en la conferencia y durante toda la guerra como una organización de masas representante de todos los jóvenes, independiente de los partidos, de la que podían formar parte y que podía ser dirigida por jóvenes que fueran miembros de cualquiera de las organizaciones que apoyaban al Frente Popular y que mantendría relaciones cordiales con todas estas últimas: según Carrillo, «nuestra juventud no es la juventud de ningún partido», «ni somos la juventud de los marxistas exclusivamente; nosotros somos la Federación de las Juventudes Españolas», abierta a campesinos, pequeños propietarios y católicos. Trifón Medrano insistió aún más en el nuevo carácter de la organización, y criticó que algunos militantes y secciones «en el colmo del sectarismo, desde el 19 de julio cerraron a cal y canto las puertas de la juventud y aún no las han abierto».80 Además, esta organización amplia e independiente de los partidos debía ser la base para la creación de una «Alianza Nacional de la Juventud Española», formada con anarquistas, republicanos, jóvenes católicos, vascos y catalanes, con los objetivos de defender la democracia y luchar contra el fascismo y por la independencia de España, que debía culminar con la formación de una Federación Única de la Juventud, aunque Carrillo también reconoció que esta propuesta «todavía» no era comprendida siquiera por «algunos» de los militantes de la misma JSU.81
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