Kitabı oku: «Elige solo el amor»
Elige solo el amor
Libro I: Ecos de santidad
© de los textos: Sebastián Blaksley, 2019
© de esta edición: Editorial Tequisté, 2020
Coordinación editorial: M. Fernanda Karageorgiu
Corrección: Noelia González Gerpe
Diseño y maquetación: Alejandro G. Arrojo
1ª edición: abril de 2020
Producción editorial: Tequisté
ISBN: 978-987-4935-26-7
Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723
No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA
Un mensaje de Sebastián
El amor incluye todo lo que somos. Desde nuestra realidad humana nos puede llevar más allá de nuestras ideologías, culturas, educaciones, personalidades y creencias, hacia lo que no puede ser expresado en palabras porque está más allá de todo límite. Esta es la razón por la que, en esta oportunidad, los ángeles expresan su amor universal utilizando símbolos concretos. En mi caso, los propios de una persona laica, devota del siglo XXI, nacida en Argentina y con educación católica. Sin embargo, durante las manifestaciones, se entiende con claridad que el amor es universal y su voz va dirigida a todos y todo. El amor no hace excepción de personas. Es siempre inclusivo.
Sé, por lo que escucho, veo y experimento, que los mensajes recibidos son para todo el mundo e incluso para todos los tiempos, a pesar de la dificultad que a veces experimentamos por causa de la limitación de las palabras humanas, las cuales pueden separar, a pesar de que están ahí para explorar y unir.
Espero de todo corazón que todos se sientan incluidos dentro del abrazo del amor de Dios, expresado de un modo particular en estos mensajes del cielo, no para que se entiendan estos escritos como especiales ni como un puerto de llegada, sino como un trampolín o puerto de salida desde el cual nos animemos cada día más a expresar con nuestra voz particular el amor divino que vive en nosotros. En otras palabras, dar a conocer esa parte del amor que solo cada cual puede manifestar.
Si somos capaces de entender las palabras y símbolos de esta obra como medios y no como un fin, y recibimos estos mensajes con el corazón y no con la mente pensante, podremos ir, más allá de los símbolos, hacia el amor que los suscita y comenzaremos a recordar a nuestro primer amor, es decir a Dios.
Tal como Jesús lo ha dicho en el capítulo 1 del libro 5 titulado “La dulzura del amor”:
...Antes de seguir adelante por el camino de la dulzura del amor, es importante que recuerdes que los nombres, al igual que las palabras, no tienen un significado propio en relación con el reino de la verdad divina. Sin embargo, en el plano de las percepciones, los nombres pueden significar mucho, al igual que las palabras. No te olvides que el amor no tiene palabras.
En esta obra se han utilizado deliberadamente nombres con un alto contenido emocional y dotados de muchos significados a los largo de siglos. Nombres tales como Jesús, María, Espíritu Santo, Dios, y muchos otros pueden ser signos de contradicción.
No podemos escapar a las leyes de la percepción mientras se viva en ella. Tampoco hay por qué hacerlo. El amor de Dios no se salta nada de lo que hayas creado en tu mundo. Más bien se une a ello y, desde esa unión, lo transforma junto contigo en medios eficaces para que la verdad que está más allá de toda palabra brille libremente.
Esta obra no busca prosélitos ni seguidores. Tampoco busca evangelizar o compartir una sabiduría que otros no conocen. Si esta fuera la meta, esta obra carecería de sentido porque intentaría enseñar lo que todos saben: el amor.
Se han elegido los nombres que se eligieron y el contexto que se eligió para que esta obra salga a la luz por múltiples razones, muchas de las cuales exceden el propósito de estos escritos. Sin embargo, hay una razón que es esencial a la meta de la sanación de la memoria y el refuerzo de tu verdadera identidad...
Estos escritos son una carta de amor de Dios, el padre, para sus hijas e hijos bien amados. Va dirigida a la sanación de la memoria para que, una vez sanada resplandezca en nosotros el recuerdo de un amor que no tiene principio ni fin: el amor de Dios, en cuyo centro vive nuestro ser.
Cómo se originó
El 3 de octubre de 2018, súbitamente una presencia que era todo amor, y cuya magnificencia, belleza y benevolencia no se pueden describir, vino a mí de un modo que nunca había experimentado. Se presentó diciendo: “soy la medicina de Dios”. Se me dio a entender con perfecta claridad que era el Arcángel Rafael en toda su gloria. Me dijo que orara una oración en particular durante nueve días. También me dictó las intenciones por medio de inspiración interior. Así lo hice. La oración consistía en rezar cinco Padrenuestros, cinco avemarías y cinco glorias, tal como estas oraciones son descriptas en la Iglesia católica, a la que pertenezco.
El día 13 de octubre, al día siguiente de finalizar la novena de oración, comencé a recibir la visita gloriosa de un coro de incontables ángeles de Dios, cuyo amor y belleza son indescriptibles. En el coro viene una voz, que es la de Cristo, la cual es expresada en una forma inefable.
La voz se hace imagen y se muestra en símbolos visibles para el espíritu. Lo visto luego es puesto en palabras escritas y grabado por mi voz humana, para que también quede plasmado en la palabra dicha. Cada sesión viene a mí de esa manera. La secuencia es la siguiente: recibo las imágenes que el coro presenta, luego el coro se retira, los arcángeles Rafael y Gabriel quedan como custodios, o presencias amorosas, hasta que es transcripto el mensaje o la sesión en cuestión.
El glorioso arcángel Rafael es quien guía la transcripción, permitiendo que se reciba el mensaje y que lo mostrado se pueda pasar de imagen a palabra. El arcángel Gabriel es custodio amoroso de todo lo que atañe a la obra; no solo en referencia a la manifestación en sí y a los escritos, sino a todo lo que de ellos surge y surgirá.
Los mensajes, o sesiones, me son mostrados como en un cuadro de gran belleza en el que cada forma (que no tiene forma) es en sí una voz, un “sonido-imagen”. Es como el tañido de un arpa que se hace palabra. Este es una vibración de música celestial cuya frecuencia no es como la de los sonidos del mundo. Es una especie de “vibración- frecuencia” que el alma conoce perfectamente bien y que con perfecta certeza reconoce como la voz del cordero de Dios. Una vez que todo es transcripto, en palabras escritas y dichas, entonces el coro se presenta en toda su gloria una vez más, como si vinieran a buscar a los santísimos arcángeles Rafael y Gabriel, y todos juntos se retiran cantando un hosanna al Cristo de Dios.
Ese hosanna cantado por el coro de ángeles es un majestuoso canto de alabanza y gratitud al creador, por el misterio infinito de amor que es la segunda venida de Cristo. Es un preludio de su venida. Si los hombres fuéramos capaces de comprender, en toda su magnitud, el inefable misterio de amor que significa la segunda venida de Cristo, cantaríamos eternamente las misericordias de Dios en unión con los ángeles y toda la creación.
Durante las visiones, en ciertas oportunidades, me son mostrados textos de otros tiempos, algunos de los cuales nunca había conocido. Ellos encierran dentro de sí una sabiduría que no es del mundo. En particular me han sido mostrados los escritos de la Bhagavad Gita, Santa Teresa de Jesús, la sabiduría sufí expresada por medio de los textos de Rumi, así como pasajes específicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Todo ello unido a su significado. Lo que me fue mostrado está reflejado en esta obra. De este modo, la revelación desea expresar que la sabiduría es una y que es la misma voz de Cristo la que se expresa en toda manifestación en la que ella es plasmada, a lo largo de los siglos, sin importar el contexto cultural, religioso o mental de quienes reciben la revelación. En otras palabras, lo que se pretende expresar es que somos una sola mente, un solo corazón, un solo ser, unidos en la verdad.
En los casos en que la mismísima virgen María o Jesucristo se hacen presentes en su persona humana y divina, y se comunican en forma directa, el coro de ángeles del cielo y toda la creación quedan enmudecidos de amor. Un silencio que es sagrado y de pura expectación rodea sus presencias benditas, por decirlo de algún modo. Los ángeles inclinan sus cabezas, fijando sus miradas hacia abajo y quedan arrobados en un éxtasis de amor, veneración y contemplación. Nada ni nadie se atreve, ni puede, interrumpir el silencio santísimo en el que el universo queda sumergido ante la soberana presencia de María y de Jesús, cuando le hablan en forma directa a nuestras almas. Esto se debe a que ese espacio de dialogo, entre Cristo y el alma, es un espacio inviolable. Es el templo sagrado de la intimidad del alma con Dios.
Durante las manifestaciones, todo mi ser experimenta una gran paz y alegría. Es como si fuera abrazado por el amor universal. Al finalizar la misma, el cuerpo manifiesta un gran cansancio. Pareciera que le cuesta sostener la energía que recibe. La parte de la manifestación que incluye al coro de ángeles, la voz y las imágenes, es algo que ocurre en cualquier momento, lugar o circunstancia. Sin embargo, la transcripción de los símbolos recibidos en palabras escritas y luego dicha ocurre cuando puedo ponerme a disposición para hacerlo. Puede ser en forma inmediata o varios días después.
El mensaje principal de esta obra podría resumirse de la siguiente manera: ha llegado el tiempo de una nueva humanidad. Una humanidad que está lista para que manifieste en cada uno de nosotros al Cristo viviente. Somos Cristo. Esta es la verdad acerca de nosotros, aunque nos percibamos de un modo diferente. Ya estamos preparados para poder vivir la vida en la certeza que dice: ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ayudarnos a hacer real esta verdad en nuestras vidas, aquí y ahora, es de lo que se trata esta manifestación. Todo el cielo nos ayudará en este santo propósito, pues es en sí el segundo advenimiento.
Espero de todo corazón que quienes reciban esta manifestación se dejen amar cada día más por Dios, y de esa manera sean transformados por la belleza de un amor que no tiene principio ni fin.
Descripción de las manifestaciones
Cuando los arcángeles vienen, vienen sin alas. Son como personas (personas humanas) con túnicas. La túnica de San Rafael es verde y el borde de la túnica es dorado, la de San Gabriel es rosa, casi blanca, con el borde amarillo. Todas las túnicas son majestuosas, como si estuvieran hechas de una seda muy preciosa.
Las caras son alegres, radiantes, con una piel amarillenta muy clara y todos tienen el pelo largo hasta el hombro, como si fueran dorados, rubio-dorado... Sus ojos son verdes... Todos tienen características particulares, de modo tal que se identifican muy bien en su singularidad. Sus cuerpos están radiantes de luz en un brillo sereno que genera paz a la vista y un gran sentido de belleza y armonía.
En el coro de los ángeles hay muchos de ellos con túnicas de color rosa claro y azul claro, otros con dorado claro... Todos en colores pasteles, con una luminosidad serena. Algunos tienen túnicas verdes, como si fueran esmeraldas, pero un poco más tenues.
Sorprende la expresión de felicidad permanente. Todo es alegría en ellos, ángeles y arcángeles. Un día me dijeron que irradian felicidad perpetua porque siempre dan alegría.
La presencia de los ángeles está rodeada de luz blanca y majestuosa, como si vivieran en un mediodía eterno de amor y luz que nunca se apaga. Además, la visión se presenta con una canción que es un coro celestial, el cual suena en todos los rincones del universo. Es como el sonido de millones de arpas que suenan al unísono, formando una sinfonía amorosa de gran armonía.
Las vibraciones son de tal cualidad, que calman la mente y el corazón, dando paz a todo el ser. Uno sabe, sin saber cómo, este himno es una especie de himno-oración-alabanza que es canción inmemorial. Es el canto de gratitud de la creación hacia Dios, Padre y creador, por haberla llamado a la existencia. Es la música celestial que el alma ha dejado de escuchar y que cuando regrese a la casa del Padre, recuperará y volverá a oír. Es una canción olvidada y amada por siempre por el alma que ama a su Padre y creador.
Cabe señalar que la belleza inefable de las visiones de los ángeles y los arcángeles, la cual no puede expresarse plenamente en palabras humanas, deja al alma sumergida en un éxtasis de amor y arrobamiento, del cual participa todo el ser. No hay alegría, ni felicidad en la tierra que pueda compararse con este éxtasis que genera la visión de la grandeza, magnanimidad y hermosura de los ángeles y arcángeles.
La inteligencia angélica es de tal grado que supera todo entendimiento del mundo. Sus pensamientos viajan a una velocidad que no se puede describir, incluso más rápido que el pensamiento humano. Sus pensamientos no tienen distorsión de ningún tipo, son pensamiento puro y no hay contradicción de ninguna especie. Todos son caridad perfecta y solo expresan una cualidad de santidad. Así como un relámpago atraviesa el firmamento, tanto más rápido los pensamientos angelicales atraviesan la mente.
La humildad, prudencia y simplicidad son las características centrales de los ángeles, y su mayor alegría es servir. Servir a Dios, sirviendo a toda la creación. Aman a los seres humanos, animales, plantas, piedras, elementos y todos los aspectos materiales e inmateriales de la creación, con un amor y ternura que, cuando se experimenta, es capaz de derretir incluso el corazón más duro. Estoy convencido de que la dureza del corazón procede muchas veces de una falta de experiencia de amor perfecto. Si cada uno de nosotros conociera el amor de Dios, no solamente lloraríamos de felicidad, sino que nos haríamos uno con el amor, y de nosotros brotaría solo amor.
Si bien la belleza y la magnanimidad de las visiones angélicas son inefables, estas son solo un pálido destello en comparación con la magnificencia, grandeza y cualidad inefable de Jesús y María. Nada en el universo se parece a lo que son sus corazones en términos de su realidad indescriptible.
El corazón de Jesús y María son la belleza eterna. Son la hermosura que no puede ser nombrada. Son Dios mismo hecho hombre y mujer. Son la alegría de los ángeles y la veneración de la creación. De ellos brota toda armonía, grandeza y santidad.
Las miradas de Jesús y María derriten todo el universo, por la ternura y el amor que irradian. Sus sonrisas son la pureza en sí misma y de ahí es que brota su hermosura. En su presencia, el alma queda fascinada en un éxtasis de veneración y contemplación que la deja muda. El alma se queda sin palabras y exhala un gemido de alegría que dice algo así, como un “¡ah!”.
Personalmente creo que el cielo consiste en tener la alegría de contemplar eternamente las miradas y sonrisas de Jesús y María.
Espero que se sepa entender algo de lo que intento decir al intentar describir lo indescriptible. Solo digo lo que veo, experimento y escucho. Solo digo que el cielo existe, que Dios existe y que es amor.
Esto es lo que me es dado a ver, oír y entender.
Con amor en Cristo,
Sebastián Blaksley, un alma enamorada
Buenos Aires, Argentina, enero de 2019
Nota aclaratoria
Tal como ha sido transmitido por la voz de la conciencia de Cristo, el mensaje central de la obra que ha sido denominada Soplo de amor vivo, y de la cual Elige solo el amor es parte integral, es el siguiente:
«Ha llegado el tiempo de la relación directa con Dios, una relación sin intermediarios, tal como lo era en el origen del tiempo».
En la relación directa con Dios es donde se alcanza la plenitud del ser y, por ende, la plenitud del amor. Esto se debe a que es en Dios donde eres tal como él te creó para ser. Es en la relación directa entre el creado y su creador donde el ser se conoce a sí mismo en la verdad de lo que es. Conocerse a sí mismo, tal como Dios lo conoce, es un anhelo inherente del ser, porque ser y conocer son en verdad uno y lo mismo.
Dado que el amor es relación, puesto que es unión, el amor divino solo puede conocerse en la relación con lo divino, es decir, con Dios. Dicho llanamente, conocerse a uno mismo en la relación directa con Dios es conocer a Dios, fin último de todo ser. Conocer a Dios es tu meta y tu destino.
En la relación directa con Dios es donde descubres, por medio de la revelación, la verdad de lo que eres: el Cristo viviente que vive en ti. Vivir en armonía con este descubrimiento es lo que significa retornar al amor.
Preludio
Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti.”
Amada mía. He venido como el Cristo viviente que vive en ti. He venido a reclamar mi herencia. He venido a reclamar tu ser. He venido a recordarte a ti, alma enamorada, y a los muchos que recibís estas palabras de sabiduría y amor, cuál es el camino de la felicidad y la plenitud. El camino consiste en amar todo lo que surja en tu interior. Todo lo que percibas que experimentas interiormente.
Tu función es bendecir a la creación. En otras palabras, es llevar amor a todo lo que surge en el marco de tu consciencia, sean imágenes, sentimientos, recuerdos, emociones, pensamientos, sensaciones, cosas, cuerpos, circunstancias o acontecimientos. Todo. Sea lo que sea que el espíritu puro, que es aquel a quien habéis dado el nombre de Espíritu Santo y procede del Padre, te muestre.
Soy el Cristo viviente que vive en ti.
Soy el fiel reflejo de tu ser, de tu alma.
Soy la perla de inestimable valor.
Soy la dracma perdida.
Soy el tesoro escondido.
Soy eso que habéis olvidado precisamente porque es verdad.
Soy la luz de la consciencia crística.
Soy tu verdadera identidad.
Soy lo que eres en verdad.
Soy el Cristo en ti.
La blancura de la luz en la que he venido es un pálido reflejo de la inefable gloria y poder que viven en ti, que eres luz de luz verdadera.
Soy el reflejo perfecto de tu ser.
Soy la morada de la luz.
No vengo a ti en cualquier momento sin tu participación volitiva. Nunca irrumpo intempestivamente en vuestras vidas. Estoy siempre a la puerta y llamo. Cuando os disponéis a abrir vuestras mentes y vuestros corazones, haciendo un espacio sereno para mí, entonces sin demoras me hago presente. Me manifiesto en toda mi gloria y todo mi esplendor. Gloria y esplendor que también es vuestra pues yo no me quedo nada para mí mismo. Yo no escucho ni sigo a la llamada codiciosa porque no tengo ni albergo miedo alguno.
Soy puro amor.
Soy la pura potencialidad.
Soy pura inteligencia.
Soy tu alma, radiante, ilimitada, perfecta.
Soy la morada de la luz.
Basta un solo pensamiento para que haga acto de presencia en vuestras vidas y os abrace en la luz, la calidez y el solaz de mi amor. Yo amo todo lo que surge en mí y tú eres precisamente eso que ha surgido de mi divinidad, de mi ser de amor infinito. Eres mi perfecta creación. Eres esa parte de mí que solo tú puedes ser. Eres un pedacito de cielo. Una partícula de amor. Eres una molécula del Dios que soy. Eres mi luz, mi amor, mi verdad.
No existe ningún lugar donde yo no esté.
Allí donde sopla el viento, allí estoy yo.
Allí donde la brisa de una tarde de primavera abraza todo, allí estoy yo.
Allí donde el rocío besa la hierba, allí estoy yo.
Allí donde el perfume del nardo es esparcido por la belleza de su flor, allí estoy yo.
Allí donde nace una estrella, allí estoy yo.
Allí donde hay un corazón roto, y una lágrima brota, allí estoy.
Allí donde mora la dulzura, allí estoy yo.
Allí donde reside la ternura, allí estoy yo.
Allí donde las aguas del cielo se juntan con las de la tierra creando océanos insondables, allí estoy yo.
Allí donde un pensamiento de miedo asoma sobre el horizonte, allí estoy yo.
Allí donde hay una flor, allí estoy yo con todo mi amor.
Allí donde estás tú, allí estoy yo porque tú eres mi luz, mi amor y mi todo.
No hay un lugar donde yo no esté.
No hay un lugar donde tú y yo no estemos por siempre unidos en la luz de la verdad.
Allí donde el rayo de luz que emerge del sol ilumina, allí estamos tú y yo.
Allí donde cae el pétalo de una rosa, allí estamos tú y yo porque somos aquello que ha dado vida a todo lo que ven los ojos y más allá.
Somos la pura potencialidad del amor.
Somos la morada de la luz.