Kitabı oku: «Edgar Allan Poe y la literatura fantástica mexicana (1859-1922)», sayfa 3
Traducciones de Edgar Allan Poe
La primera observación y, sin duda, la más evidente al estudiar las traducciones de obras de Poe aparecidas en México es que son pocos los libros de obras de este autor impresos en el país; una situación que responde a la oferta variada de ediciones francesas y españolas (Englekirk, 1934: 20) que, junto con las hispanoamericanas, circularon en el país. Esto permite explicar que el mayor número de traducciones localizadas pertenece a la prensa periódica, en la que a sus obras en prosa y su poesía se sumaron numerosas menciones o alusiones a él como autor, personaje, o a alguna de sus obras; este último aspecto permite determinar la circulación de textos mucho antes de que aparecieran en forma de libro.
La abundancia de traducciones originarias de la península ibérica en buena medida responde a que la recepción de este autor ahí fue anterior (comenzó en 1857, casi al mismo tiempo que Baudelaire publicara Histoires extraordinaires [1856] y Nouvelles histoires extraordinaires [1857]) y la difusión de la obra del estadunidense en Latinoamérica aprovechó estos textos. Se trata de una las posibilidades de difusión de este autor en México, aunque no la única.
La explicación a la preeminencia de traducciones procedentes de Europa está vinculada a las preguntas de ¿por qué el interés en México por este autor no fue temprano? y, a su vez, ¿por qué son contadas las traducciones directas del inglés pese a la cercanía con EE.UU.? Las relaciones entre México y EE.UU. no eran las óptimas para ello. Durante la etapa más productiva del autor, sus últimos diez años de vida (1840-1849) tenía lugar la guerra entre ambos países (1846-1848). Una vez resuelto el conflicto bélico, con el bloqueo que supuso, las relaciones tardaron en reestablecerse. Durante el Imperio de Maximiliano, no hubo gran contacto entre las dos naciones dado que el país del Norte se encontraba en plena Guerra de Secesión (1861-1865). De hecho, ésta es también una de las razones por las que la nación vecina no aprovechó la Intervención Francesa para hacerse de más territorio, aunque fue llamada junto con Inglaterra y España a participar (Díaz, 2000: 609). Estas circunstancias dificultaron el contacto entre los dos países y son decisivos para entender la recepción de la obra de Poe. Si bien, durante la República Restaurada EE.UU. fue visto como un prototipo de nación, a la que era mejor tener de aliada que de enemiga, en ningún momento desplazó a Francia, que representó el modelo de civilización y cultura de la élite.
El segundo aspecto a considerar, consecuencia de lo anterior, es la deuda que las traducciones aparecidas en México tienen con las francesas. Esto se debe a que la traducción realizada por Charles Baudelaire atrajo la atención de Europa y posteriormente la de Hispanoamérica. El mundo hispánico no se pudo sustraer a la seductora traducción del autor de Les fleurs du mal, que incluso adoptó los títulos y el orden dado por el escritor francés a los cuentos de Poe (Englekirk, 1934: 25).1
Sin embargo, es importante señalar que las traducciones al español no fueron totalmente dependientes de la traducción de Baudelaire, ni la siguieron pasivamente, ya que adoptaron una división de frases distinta al texto original y a la traducción en francés (Englekirk, 1934: 30); recurrieron a la paráfrasis cuando se enfrentaban con algún giro o fragmento difícil de verter a nuestro idioma, e inclusive adaptaron algunos pasajes o añadieron texto de acuerdo con las necesidades de la publicación.
Es posible confirmar que el mayor número de traducciones directas del inglés corresponde a la poesía, aunque en la lectura atenta de algunas narraciones se observa que muchas veces este trabajo se hacía utilizando el original y la traducción francesa.
Si bien es cierto que la atracción por la obra de Poe se avivó por la moda francesa, éste se manifestó en México por lo menos desde 1868. Indudablemente fueron importantes para Hispanoamérica la traducción de Juan Antonio Pérez Bonalde de “El cuervo” (1887) y el reconocimiento que los escritores franceses hicieron a Poe (Englekirk, 1934: 21); pero no son los fundamentales en el caso mexicano.
Finalmente, es notable que las traducciones de la obra de este autor no fueran exclusivas de algún bando político; contrario a lo que podría pensarse, tanto las publicaciones de corte liberal como las conservadoras colaboraron en su difusión. Esto constituye una evidencia de que la prensa ulterior a la República Restaurada funcionaba de acuerdo con las necesidades del mercado y que la prensa conservadora compitió en todos los terrenos, aún en el económico (Ceballos Ramírez, 1997: 165-166).
Así pues, en una revisión general es posible notar que de los 64 relatos breves que consignan Patrick F. Quinn y G.R. Thompson (Poe, 1984a) se tiene constancia de 29 en la prensa mexicana. De ellos los que aparecieron más veces y tuvieron un mayor número de traducciones diferentes fue “The Black Cat” (1874, 1877, 1888, 1893, 1898 y 1899), seguido por “The Oval Portrait” con cinco (1891[2], 1892, 1898, 1909), “The Cask of Amontillado” (1873, 1874, 1875, 1884 y 1899) y por “Shadow. A Parable” (1878, 1910[2], 1911), con cuatro cada uno. Algunas de las narraciones fueron impresas con poco retraso con respecto de España, tales son los casos de “The Balloon-Hoax” que se publicó en España en 1875 y, en México, en 1877; o “A Descent into the Maelström”, publicado por vez primera en España en 1875 y, en México, en 1877. Asimismo, hay dos textos que primero fueron publicados en México, “The Fall of the House of Usher” que apareció en 1884, y después en España, en 1890; y “Hop-Frog” publicada en 1879, mientras que en la península Ibérica lo fue en 1884.
Salvo “The Premature Burial”, “Mystification”, “Mesmeric Revelation”, “A Tale of Ragged Mountains”, “The Imp of Perversity” y “The Oblong Box”, se conocieron la mayor parte de sus cuentos terroríficos y sobrenaturales. Un dato curioso es que, aunque el primero de esta lista no apareció en la prensa mexicana durante el periodo analizado, como se verá en el cuarto capítulo, dedicado a la creación literaria, fue el que causó mayor impresión y generó textos de creación basados en la misma idea. Las cuatro mujeres de Poe, “Berenice”, “Morella”, “Eleonora” y “Ligeia”, conocieron diferentes ediciones; de este grupo, las dos últimas tienen un gran mérito: “Eleonora” fue el primer cuento de Poe que apareció en México y “Ligeia” es una de las pocas traducciones mexicanas que aparecieron en libro. Del cuarteto, las más famosas fueron “Berenice” y “Ligeia”, publicadas un mayor número de veces.
Es importante mencionar que hay omisiones significativas en la obra traducida de este autor: por las prensas mexicanas no pasó The Narrative of Arthur Gordon Pym; del conjunto de cuentos policiacos y de raciocinio faltó “The Mystery of Marie Rôget”; de los cuentos de tema metafísico sólo apareció “The Conversation of Eiros and Charmion”, no así “The Power of Words”, “The Colloquy of Monos and Una”, “Mellonta Tauta”; de los contemplativos, “The Domain of Arnheim”, “The Island of Fay”, “Langor’s Cottage” “The Philosophy of Forniture”, “The Sphinx”; ni los satíricos y grotescos “King Pest”, “The Man That Was Used Up”, “Loss of Breath”, “Some Words with a Mummy”, “Bon-Bon”, “Lionizing”, “The Literary Life of Thingum Bob, Esq.”, “Three Sundays in a Week”, “The Duc of L’Omelette”, “How to Write a Blackwood Article”, “The Spectacles”, “Diddling Considdered as One of the Exact Sciences”, “Never Bet the Devil Your Head”, “Why the Little Frenchman Wears His Hand in a Sling”, “Four Beasts in One. The Homo-Cameleopard”, “Von Kempelen and His Discovery” y “The Angel of Odd”. Sin embargo, pese a las omisiones hay que destacar la publicación de “The Thousand-and-Second Tale of Scheherazade” (“La mil y segunda noche” [1882, 1884]), obra cuya traducción es directa del inglés, ya que ésta no fue publicada por Baudelaire y tampoco apareció en francés sino hasta 1887, traducida por F. Rabbe; y “Silence. A Fable” (“Silencio” [1919]) que no apareció en España.
En lo que respecta a la poesía, en la que no ahondaré demasiado, se tradujeron algunos de sus poemas más célebres. A diferencia de lo que ocurrió con los cuentos, en su mayoría de carácter anónimo, se conoce la identidad de casi todos los traductores. Los más publicados fueron “The Raven” y “To Helen”. A estos se agregaron “Annabel Lee”, “Ulalume. A Ballad”, “The Bells”, “Eldorado”, “Silencio”, “To my Mother”, “Spirits of the Death”, “Tha Happiest Day” y “The Lake”. A la lista se añaden las anónimas de “The Sleeper” (1902), “Dream-Land” (1909) y la del poema apócrifo “Leonine” escrito por James Whitcomb Riley y publicado posteriormente por José Juan Tablada en 1906.2 También hay que señalar que se tradujo “The Philosophy of Composition”, texto que apareció en 1908 en la Revista Moderna de México.
Estos comentarios generales permiten tener una idea global del fenómeno. A continuación, haré una reconstrucción de la historia de las traducciones más relevantes a partir de artículos, notas, reseñas y anuncios que se refieren al autor o a sus obras.
La primera referencia a Poe en la prensa mexicana que he podido localizar corresponde al 5 de diciembre de 1859 en Diario de Avisos, en un artículo titulado “La tripulación del ‘Constante’” en el que se informa del trágico destino de los sobrevivientes del naufragio y refiere el horror que padecieron durante 79 días, en los que además de comerse sus heces y orines practicaron el canibalismo: “El que oye la narración de los padecimientos inauditos de[l capitán] Uyttenhoven y sus malaventurados compañeros, se figura que está leyendo un capítulo de Edgardo Poe, individualidad fantástica y lúgubre, escritor el más enérgico y sombrío de América, y acaso del mundo entero”. La mención no sólo se refiere al carácter escabroso de la situación, sino también al paralelismo que existe entre esta desgracia y uno de los episodios narrados en The Narrative of Arthur Gordon Pym (1838). Resulta interesante, pues esta mención es temprana con respecto a la traducción francesa de la novela que apareció como folletín en Le Moniteur Universel (25 de febrero a 18 de abril de 1857) y, posteriormente, conoció su primera edición como libro en 1858. Muy probablemente se trata de una noticia traducida del francés, pero no deja de ser digna de mención porque en ella se vinculan algunos de los conceptos clave en la obra del autor.
Tuvieron que transcurrir casi diez años para que apareciera la primera traducción de un cuento del escritor norteamericano en México: “Eleonora por Edgar Poe”, en El Semanario Ilustrado, 27 de noviembre de 1868 (pp. 53-54). La huella de la edición francesa es visible; en este caso, en lugar de ocurrir en un lugar llamado Valley of the Many-Colored Grass en el texto original, se convierte en el valle de Gazon Diapré, denominación usada por Baudelaire (“Vallée du Gazon Diapré”).
Un año después, los negros aleteos de “El cuervo”, traducido por Ignacio Mariscal, ensombrecieron las páginas de El Renacimiento, 1 de enero de 1869 (pp. 158-160). De acuerdo con el testimonio de Pedro Santacilia, en la carta que introduce el poema y la fecha del mismo, la traducción fue realizada el 30 marzo de 1867 en la ciudad de Washington. Ambos datos son significativos desde el punto de vista histórico:
Su versión acaso demasiado libre y no muy afortunada del poema más célebre de Poe, está fechada en Washington el 20 de marzo de 1867, es decir, cuando Maximiliano se refugiaba en Querétaro, el ejército republicano se disponía al sitio de la plaza y el gobierno de Juárez daba los pasos hacia la victoria final. En ese momento, Mariscal se encontraba en Washington, con categoría de primer secretario de la legación. Darse el lujo de traducir a Poe es un homenaje a un momento de nuestra historia en que estaba a punto de terminar el discurso de las armas para dar paso al discurso de las letras (Quirarte, 2014: 4).
Esta primera traducción cuenta con dos alteraciones dignas de mención: en vez de “Nevermore”, el ave dice “Jamás”, y la amada muerta se llama Felícitas en vez de Lenore.
El 1 de enero de 1874 en La Colonia Española (p. 1) se publicó el siguiente anuncio:
Habiéndose extraviado algunas hojas de la novela “Un secreto de familia” hasta tanto que se reciben de la Habana, empezamos a publicar otra novela, desconocida en México, que alternará con las Historias Extraordinarias de Edgardo Poe.
Dicha edición, a cargo del español Adolfo Llanos y Alcaraz, contenía “El gato negro”, “El sistema del doctor Brea”, “El diablo en el campanario”, “La carta robada”, “El barril de amontillado”, “Ligeia”, “El Lucero de Valdemar” [sic], y tres textos desconocidos: “El grito de la consciencia”, “De Europa a América” y “La vida en el sepulcro”.3 Posteriormente, apareció como libro en la imprenta de La Colonia Española.
José M. Santos Coy en un artículo titulado “¿Es un retrato?”, que se publicó en El Eco de Ambos Mundos. Diario de Política, 31 de octubre de 1876 (p. 3), hace alusión a “The Oval Portrait”, obra que no apareció en la prensa mexicana hasta 1891, pero que, como se ha dicho, fue de las que se publicó más veces: “ –Y ¿no le ha robado V. la vida a esa señora, para trasladarla al lienzo, como nos asegura Edgard Poe que sucedió una vez?”
En 1877, a cargo del tipógrafo Santiago Sierra, hermano del escritor Justo Sierra, en la imprenta de La Época aparece una traducción de “El gato negro” (el 27 de mayo, 3 de junio y 10 de junio de 1877, pp. 2, 2-3 y 2, respectivamente) así como la edición de Aventuras maravillosas, libro que recoge “Viaje a la luna”, “Manuscrito encontrado en una botella”, “La mentira del globo”, “¡En el Malestrom!” [sic] y “Morella”. El contenido del volumen coincide con el de Querol y Domenech impreso en Valencia (1875), cuya segunda edición salió de las imprentas de Pascual Aguilar en la misma ciudad (1882); y que contó con una tercera en la década de 1890 (Roas, 2011a: 191-193). La impresión de la primera de ellas es referida en La Colonia Española el 21 de diciembre de 1874, en un artículo titulado “Movimiento literario en España” en el que se daba cuenta de las novedades editoriales en la península ibérica con la finalidad de que los lectores comprobaran que los conflictos de política interior no mermaban la producción cultural.
En 1882 del taller tipográfico de Ireneo Paz salieron dos libros Las mil y segunda noches: cuento oriental y Ligeia. El mérito del primero, como se adelantó en los comentarios generales, es que para ese entonces no había sido traducido aún al francés ni al español; en Francia apareció hasta la edición de F. Rabbe, Derniers contes de Edgar Allan Poe (1887), impreso por Albert Sabine.
La Patria Ilustrada del 21 de enero de 1884 (p. 46) publicó un anuncio de su imprenta; entre los libros promocionados está “Novelas fantásticas en tres tomos” que incluye “Caída de la casa Usher” en el primero y “Las mil y segunda noches” y “Liegia” [sic] en el tercero. Muy probablemente los dos últimos sean las traducciones de Ireneo Paz.
En 1888 apareció la que sin duda es una de las traducciones más interesantes en la historia de la recepción de Edgar Allan Poe en México: “El gato negro. Confesiones de un asesino”, en La Defensa Católica. Periódico Hispano-mexicano. Consagrado a Promover y Sustentar los Intereses Latinos de América, 19 de enero de 1888 (p. 3). Su publicación en un periódico conservador es curiosa y explica por qué la segunda entrega nunca vio la imprenta. Probablemente el responsable, Ramón Figuerola, consideró que los lectores podían encontrar en ella un atentado contra la institución familiar y tomó la decisión de omitir el final. No se consigna el nombre del autor del texto, que probablemente aparecería en la última entrega, como era costumbre en muchas publicaciones de la época. El subtítulo aproxima el cuento a los encabezados sensacionalistas que más tarde darán paso a la nota roja.
La primera cosa a destacar es que se omite el párrafo inicial del texto original, que sí está presente en la edición francesa. Cabe suponer que esta eliminación haya respondido a la intención de adaptar el texto para que, por un lado, comenzará con la acción, y por el otro, le cancelará de la posibilidad de lo fantástico. En esta versión se enfatiza la sangre fría del protagonista.
El uso del verbo “agarrar”, en vez de “coger”, al gato por el cuello, habitual en el castellano peninsular, permite confirmar el origen hispanoamericano de esta traducción. Sin embargo, es importante señalar que el texto no es una traducción directa del inglés, ya que sigue de cerca la francesa.
En “¿Muertos o vivos?” texto aparecido en El Correo de San Luis, 7 de julio de 1889 (p. 2), se alude a “The Premature Burial”, cuento que, como se adelantó, pese a no haber aparecido en la prensa mexicana en el siglo XIX, hizo eco en la obra de autores como Carlos Díaz Dufoo, Pedro Castera, Laura Méndez de Cuenca y Rubén M. Campos.
Es muy probable que el retraso en la aparición de este texto en México tenga su explicación en que no formó parte de las traducciones de Baudelaire, y que sólo haya aparecido en Derniers contes de F. Rabbe (1887). Su primera traducción española fue en 1859 y, posteriormente, en 1871.
En 1896 apareció “El corazón revelador” en El Mundo, 8 de noviembre,4 texto que junto con “La embriaguez. Musa trágica”, aparecido en las páginas de El Mundo Ilustrado, 17 de abril de 1898, se atribuyen a la pluma de Francisco Zárate Ruiz.5 El segundo es la versión más interesante de “The Black Cat” publicado en la prensa mexicana del siglo XIX. Aunque la mayor parte del texto corresponde a la versión de J.C. de Historias extraordinarias (1890) procedente de la imprenta de J. Pons en Barcelona, con ligeras erratas, el texto aparecido en El Mundo Ilustrado incluye fragmentos que no están presentes en el original en inglés, la traducción francesa y mucho menos en las españolas.
El cambio de título, del que se ha omitido el autor, revela la intencionalidad moral del discurso. Las ilustraciones que acompañan el texto, de artistas desconocidos y, al parecer, de las que disponía El Mundo Ilustrado en ese momento, resultan interesantes porque, salvo la última, nada tienen que ver con la violencia representada en el texto. En la primera, una mujer que viste toga, La Embriaguez, ofrece una copa a un felino crispado (p. 309). En la segunda página el texto viene acompañado por la imagen de una joven con su gato, típica de publicaciones románticas, estética que ya había dejado de imperar en los gustos de la época (p. 310). La tercera corresponde a una litografía, quizá perteneciente a alguna edición francesa, en la que el protagonista aparece en el subterráneo escondiendo el cuerpo de su mujer (p. 311).
La alteración más evidente, además de la división en pequeños capítulos corresponde al carácter calculador del personaje. El asesinato, que da pie a fantasías sádicas, se consuma de un modo distinto al original: el ahorcamiento es sustituido por el apaleamiento previo. Esto modifica el sentido del cuento ya que lo que en el original responde a un impulso irracional, por lo mismo más aterrador, aquí se justifica a través de una sintomatología médica que refuerza la caracterización del personaje psicópata:
Me latían las sienes con fuerza como si mi cabeza fuera a estallar; profunda ira me minaba con sus estragos; todo lo veía yo negro con manchas rojas que parecían manchas de sangre; y en mi frenesí de destrucción y aniquilamiento, habría querido reducir a menudo polvo, a voladoras cenizas cuanto tiene vida sobre la tierra, pero particularmente al gato, al odioso Plutón, al horrendo gato grande, negro y tuerto que parecía un trasgo de pesadilla.
Con cierta especie de deleite insano, estuve meditando mi crimen y revisando y pensando todos los medios que podrían conducir a la destrucción del aborrecido animal.
Deseché la idea del veneno porque aunque me halagara la perspectiva del espectáculo que se ofrecería a mi vista con la lenta y dolorosa muerte del gato, temí que mi mujer descubriera el caso y a escondidas le diese algún contraveneno que dejara ilusionada mi venganza.
Por otra parte, consideraba que aunque siendo yo el que daba el veneno, yo sería la única y eficiente causa de la muerte y de los sufrimientos que causara, estos sufrimientos no satisfarían mi crueldad, como no la satisfaría un pistoletazo. Mi bárbaro deseo era saborear el placer de herir y que esa voluptuosidad salvaje del asesinato, se transmitiera por el puñal, desde los miembros sangrientos y palpitantes de la víctima hasta lo más profundo de mis entrañas.
Con incesantes vasos de gin ya en la taberna, ya en casa, avivaba yo la hoguera de mis crueles y sanguinarios pensamientos.
Un cuchillo bien filoso, mi navaja estaba muy a propósito, le dividiría el cuello poco a poco, después de haber previamente asegurado el animal en algún mueble para que no pudiera defenderse.
Pero por lentamente que se hiciera esa operación, una vez cortada cualquiera [sic] vena del cuello la muerte no tardaría en venir. ¡Mejor era encerrarme en un cuarto con él y matarlo a palos!
Y así lo resolví en definitiva.
Pero ¡qué lucha! ¡qué horrible y fatigosa lucha!
Desde que recibió a traición el primer bastonazo, comprendió seguramente la suerte que le esperaba y empezó su defensa. Yo no lo había querido amarrar para que la persecución por el cuarto hiciera mi tarea más grata y tardía. Eso me perdió.
Como disparado por el cañón de una escopeta, Plutón daba saltos vertiginosos que lo hacían llegar hasta el techo, se encaramaba en los armarios, se escurría bajo los muebles y me costaba un triunfo sacarlo de cada escondite. Sin embargo, algo había adelantado en mi horrorosa empresa, pues más de treinta veces mi palo había caído con la fuerza brutal sobre la cabeza y costillas del infeliz.
Pero me había entrado el cansancio y ya era el tiempo de llegar al fin. Entonces me vino una idea: [¡] ahorcarlo! Hice un lazo corredizo, lo coloqué de manera que el gato cayera en él, y poco después llevaba yo a mi víctima casi arrastrándola con dirección al jardín.
Allí escogí un árbol, colgué de una rama la cuerda y el gato, y mi crimen se consumó al fin.
Ya nada faltaba a mi venganza.
En el cuento original el personaje es atormentado por sentimientos contradictorios después de asesinar al gato; en cambio, el protagonista de este texto no experimenta el remordimiento ni pena, un aspecto que acentúa su carácter patológico. En esta traducción, el lector sabe que la policía ha sido alertada gracias a “la chismografía de la vecindad” y el criminal llega a planear su fuga.
El cuento termina con una coda que no deja la menor duda de que “la Embriaguez es una musa trágica” y que el merecido castigo llega. Las últimas líneas diluyen la solemnidad patibularia con un toque humorístico: “Detalle horroroso.– Acaban de notificarme mi sentencia de muerte, debo morir ahorcado. En toda mi causa no hablé una sola vez del gato origen de mis desdichas, y sin embargo, en la carátula del expediente algún escribano ocioso había dibujado a pluma un gato negro al cual ¡le faltaba un ojo!”
El Chisme, entre octubre y diciembre de 1899, publicó como folletín varios cuentos de Poe. Estos pertenecen a la edición de Historias extraordinarias publicada en Barcelona por J. Pons en 1890: “El gato negro”, “Bereniza” [sic], “El corazón revelador”, “La máscara de la muerte roja”, “La caída de la casa Usher”, “Hop-Frog”, “El tonel del amontillado”, “William Wilson”, “El hombre de las muchedumbres”. De este conjunto, traducido del francés, el más interesante es “Bereniza”. El texto corresponde con el que apareció en el Southern Literary Messenger de marzo de 1835 (pp. 333-336) que también formó parte de Tales of the Grotesque and Arabesque (1840). El cuento utilizado por Baudelaire difiere del que apareció en el Broadway Journal del 5 de abril de 1845 (pp. 217-219). La singularidad de esta última consiste en que Poe resolvió, por medio de la elipsis, el tratamiento de algunos fragmentos considerados de mal gusto (Thompson, 2004: 140-147). Esta versión, que hace explícito el tema vampírico, es la que dio pie a la edición de J. Pons publicada en El Chisme. A continuación se presentan el pasaje eliminado que corresponde con el francés:
Con el corazón lleno de angustia y oprimido por el miedo, yo me dirigí con repugnancia al dormitorio de la difunta. Era este vasto y sombrío, y a cada paso tropezaba con los preparativos del entierro. Las cortinas del lecho, según me dijo un criado, estaban cerradas y ocultaban su féretro y en este féretro, según añadió en voz baja, yacía todo lo que de Bereniza restaba.
¿Quién me invitó a que examinase el cadáver? Lo ignoro: yo no vi que nadie moviera sus labios. Esto, sin embargo, la invitación fue hecha de un modo claro y distinto, y el eco de sus frases aún resonaba en el cuarto. Era imposible resistirla y con el corazón destrozado yo me arrastré hacia el lecho funerario. Levanté con tiento las cortinas; pero al dejarlas caer descendieron sobre mis hombros y separándome del mundo de los vivos me encerraron en la más estrecha comunión con la difunta.
Toda la atmósfera de aquel cuarto sentía a la muerte; pero el aire que se desprendía del féretro me hacía daño, pues se me figuró que de aquel cuerpo se exhalaba un olor deletéreo. Yo hubiese dado todo un mundo por evitar, para huir la perjudicial influencia de la mortalidad, para respirar una vez más el aire puro del eterno cielo. Pero no tenía fuerzas para moverme; doblábanse mis rodillas; parecía que mis pies habían echado raíces sobre el suelo y yo seguía mirando el rígido cadáver tendido en toda su longitud sobre el abierto féretro.
¡Dios del cielo!... ¡fue cierto lo que vi! ¿Fue un extravío de mi cerebro?...... ¡Vi en efecto como el dedo de la difunta se movía bajo su blanco sudario! Extremecido [sic] de horror levanté con calma mis ojos para fijarlos en el cadáver. Este llevaba una venda con que se había ceñido sus mandíbulas; pero no sé por qué en aquel instante se veía desatada. En sus pálidos labios se dibujaba una especie de sonrisa y a través de ellos y de un modo triste y melancólico, vi los dientes de Bereniza, blancos, terribles lucientes, que me miraban con una realidad espantosa. Me separé de un modo convulso de aquel lecho y sin pronunciar una frase, me arrojé como un loco, fuera de aquel cuarto donde sólo reinaba el misterio, la muerte y el espanto.
Para desgracia del lector, al final del cuento aparece una aclaración que explica más de lo que debería: “¡Eran los dientes de Bereniza que yo la había arrancado en su tumba! [sic]”. Esto probablemente respondió a que el editor consideró necesaria la eliminación de la ambigüedad.
El 30 de agosto de 1900 en las páginas de El Contemporáneo de San Luis Potosí apareció una noticia escalofriante, que parecía emular uno de los cuentos de Poe, con el título “Orangután asesino”; este hecho es destacable porque la traducción de “The Murders in the Rue Morgue” no apareció en la prensa mexicana, sino hasta 1913.
El 1 de septiembre de 1904 la Revista Moderna de México publicó la traducción de “El cuervo” de Ricardo Gómez Robelo con una viñeta de Julio Ruelas (pp. 26-28). Esta misma publicación dio a conocer en 1908 la “Filosofía de la composición”, el 1 de noviembre (pp. 131-139). Es muy probable que se trate de una edición directa del inglés, porque el título francés era “Méthode de composition”6 y en inglés “The Philosophy of Composition” (1846).
En 1909 se publicó “El retrato ovalado”, en El Mundo Ilustrado del 28 de marzo (pp. 730-731); otro texto interesante con alteraciones destacables, pues el traductor precisa detalles que no pertenecen al original, como el motivo de abandono del castillo (“Sin duda, huyendo de nuestro ejército, sus dueños lo habían abandonado hacía muy poco, sin tener tiempo para llevarse otra cosa que sus alhajas, y dejando todo el mobiliario antiguo y rico”); o elimina otros, como la descripción completa de los marcos.
En cuanto a la prolongada descripción del lugar y de los cuadros, esta podría entenderse como parte de la exaltación del pasado de esa estirpe, compuesta por cancilleres e hidalgos. De algún modo podría ser una manera de defender el orgullo español, ya que, no hay que olvidarlo, es el país en donde se desarrolla la acción. Esto último hace suponer la nacionalidad del traductor. Asimismo, que la joven sea “de peregrina belleza”, refuerza la posibilidad de que se trate de una traducción hecha en España.
Je lus longtemps,–longtemps;–je contemplai religieusement, dévotement; les heures s’envolèrent, rapides et glorieuses, et le profond minuit arriva. La position du candelabra me déplaisait, et, étendant la main avec difficulté pour ne pas déranger mon valet assoupi, je plaçai l’objet de manière à jeter les rayons en plein sur le livre.
Mais l’action produisit un effet absolument inattendu. Les rayons des nombreuses bougies (car il y en avait beaucoup) tombèrent alors sur une niche de la chambre que l’une des colonnes du lit avait jusque-là couverte d’une ombre profonde.
*
Encendí varias bujías de un fino candelero antiguo, y cuando disponía a desnudarme, hallé bajo las almohadas, un pequeño libro, en el cual estaban enumeradas prolijamente las obras de arte que contenía la señorial mansión abandonada.
Entre los cuadros veíanse algunos representando viejos, nobles, muertos hidalgos, cancilleres, guerreros ilustres…. Y las horas me parecían rápidas en aquella compañía muda y gloriosa. Sería cerca de media noche, cuando, al ir a sustituir una de las velas que ya amenazaba extinguirse, merced a un movimiento torpe hice oscilar el candelabro, y extendiéndose la luminosidad, llegó hasta un rincón de la estancia que, oculto a mi vista por una de las columnas del lecho, había hasta entonces permanecido en la sombra.
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