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Claves facilitadoras de la experiencia de formación

La formación en psicología y la deformación de los psicólogos *

Ian Parker y Erica Burman conversan con Daniel Goulard Universidad de Mánchester, Universidad de Brasilia**

Erica Burman es profesora de educación en el Instituto de Educación de la Universidad de Mánchester (Inglaterra). Recientemente fue reconocida como profesora asociada en Akershus University College (Oslo, Noruega) y ha dado lecciones de cátedra en Sudáfrica, Brasil y España. Es feminista e investigadora sobre la infancia, supervisora y asesora en materia de raza, género e igualdad de clase, especialmente en relación con la salud mental, aspectos psicológicos y las confluencias entre el Estado y la violencia interpersonal. Es también analista de grupo certificada. Ha escrito decenas de libros, capítulos de libros y artículos académicos, los cuales han sido traducidos a varios idiomas. Algunas de sus últimas publicaciones son: Developments: Child, Image, Nation (2008), Deconstructing Developmental Psychology (2017), y Fanon, Education, Action: Child as Method (2018).

Ian Parker es investigador profesional honorario en el Instituto de Educación de la Universidad de Mánchester (Inglaterra). Es profesor emérito de Administración en la Universidad de Leicester (Inglaterra), y dicta cátedras en Bélgica, Brasil, Sudáfrica, España y el Reino Unido. Ha escrito decenas de libros, capítulos de libros y artículos académicos, que han sido traducidos a varios idiomas en los campos del psicoanálisis, la psicología y la teoría social, con un foco y discurso particular en psicología crítica, salud mental y práctica política. Es psicoanalista en práctica y presidente del College of Psychoanalysts (Reino Unido). Es el secretario de Manchester Psychoanalytic Matrix y jefe redactor de la revista Annual Review of Critical Psychology. Es miembro de la British Psychological Society y de la Royal Society for the encouragement of Arts, Manufactures and Commerce (RSA). Algunas de sus últimas publicaciones son: Handbook of Critical Psychology (2015), Critical Discursive Psychology (2015) y Revolutionary Keywords for a New Left (2017).

Erica Burman e Ian Parker son dos académicos mundialmente reconocidos y agentes clave en la psicología crítica. Al margen de sus trayectorias académicas particulares, como se dará a conocer en esta entrevista, los autores han articulado sus intereses políticos y teóricos para fundar la Discourse Unit en 1991. Desde entonces, como codirectores del centro colaborativo transinstitucional, han organizado múltiples actividades académicas, textos y supervisiones, que soportan una amplia variedad de proyectos de investigación en las áreas cualitativa y cuantitativa para el desarrollo de la práctica y la teoría radical. Su trabajo ha sido relevante para investigadores y activistas de seis continentes que han tenido la posibilidad de trabajar con ellos.

La siguiente entrevista fue realizada el 10 de julio de 2017, justo después del seminario Discourse Unit, que reunió casi cien academias de más de treinta países, con el fin de discutir y crear colaboración en áreas como el discurso, la investigación, el lenguaje, la subjetividad y la práctica. El tema central de la entrevista es el proceso de entrenamiento en psicología.

Daniel Goulard (D. G.): Ambos tienen trayectorias diferentes, por lo tanto, sería muy interesante empezar la entrevista hablando de cómo y por qué han escogido formarse como psicólogos. ¿Nos podrían hablar de su proceso de formación? ¿Cómo eran ustedes cuando eran estudiantes?

Ian Parker (I. P.): Para mí fue una completa casualidad. Empecé mi primera carrera en Botánica y Zoología en la universidad. Empecé esta carrera únicamente porque me estaba yendo muy mal en el bachillerato y había un nuevo profesor de Biología que introdujo el tema de botánica. Posteriormente hice los exámenes para bachillerato técnico y fui a la universidad después de haber trabajado algunos años. ¡Me fue muy mal en los exámenes que realicé en la universidad!

D. G.: Por eso su título incluye Botánica…

I. P.: Como me fue muy mal en esos exámenes, tuve que escoger una tercera asignatura. Escogí Psicología, de la cual nunca había escuchado antes y no sabía nada. Pensé que era divertida y quería saber cómo funcionaba.

D. G.: ¿Por qué le pareció divertida?

I. P.: Porque se hacían experimentos con personas y los experimentos eran completamente estúpidos e irrelevantes para su vida. Sin embargo, cuando empecé el curso de Psicología supe que ésta tenía una influencia y un poder en la vida de las personas al diagnosticarlas y determinar la trayectoria de su vida. Quería saber cómo funcionaba eso. Decidí entonces estudiar la carrera. Luego me inscribí en otra universidad y fue así como comencé a estudiar Psicología, en 1978. ¡Fue una completa casualidad!

D. G.: Estas ideas pueden relacionarse con su trayectoria marxista del momento. Recuerdo que una vez nos contó una historia muy graciosa de un colega que le dijo que era un error formarse como psicólogo, que uno no se debería involucrar en una disciplina tan burguesa (risas).

I. P.: (Risas). Es cierto, pero me dijeron eso después de haberles comentado que estaba interesado en estudiar psicología. Hubo entonces una contradicción entre el marxismo y la psicología. Tuve que encontrar luego el modo de hacer la relación. Una manera de hacer la relación era entender cómo la psicología operaba como una ideología. Era mucho más difícil hacer la conexión entre las teorías marxistas y las teorías psicológicas. Solo pude hacer esas conexiones diez años después.

Erica Burman (E. B.): Mi trayectoria educativa fue más bien distinta. Todo fue en realidad sobre género y clases sociales. Yo era una niña con un rendimiento alto en un colegio femenino y allí se daba por sentado que yo iría a la universidad. En ese momento, el Gobierno apoyaba a los jóvenes para ingresar a la educación superior.

I. P.: Es muy, muy importante, porque había becas disponibles para ir a la universidad. Sin beca no hubiera podido ir a la universidad.

E. B.: Estas becas pagaban la matrícula y otorgaban además un subsidio. Se suponía que, si eras lo suficientemente inteligente, irías a la universidad. Yo no estaba segura sobre qué hacer. Psicología era un campo nuevo; no era una carrera universitaria. Era un área nueva en las universidades, y nueva en ser pensada.

I. P.: Es cierto, nunca tuvimos Psicología en el colegio. Nunca habíamos oído hablar de ella.

E. B.: Entonces, la psicología era muy nueva en el colegio. Pensé muchas cosas. Psicología combinaría en cierta manera con todo y el título por el que opté fue Psicología del Desarrollo con Estudios Cognitivos. Me gradué en 1981.

I. P.: ¿Entonces vio la psicología como una forma de entender el mundo?

E. B.: La vi como una mezcla de todos los temas filosóficos y conceptuales que pensé que, obviamente, eran importantes. Era un título colectivo, muy particular. La Universidad de Sussex, en ese momento, tenía diferentes tipos de psicología y psicología del desarrollo estaba principalmente centrada en estudios culturales, en la escuela de estudios culturales y comunitarios. Las ciencias sociales estaban articuladas con estudios cognitivos. Fue un momento particular en la psicología angloamericana porque la psicología del desarrollo y los modelos de procesamiento de la información, que dieron lugar a la inteligencia artificial, estaban unidos. Se estaba entrelazando la idea de usar el modelo computacional para perfeccionar las teorías que se tenían sobre el pensamiento humano y los trabajos en modelos humanos de desarrollo. Fue antes de la división de la inteligencia artificial en modelamiento humano y computacional y de los sistemas expertos, que se abandonó la noción de tener una relación con cualquier idea de cómo piensan las personas y solo se trató de hacer el trabajo lo más eficientemente posible. Esa fue la manera como yo llegué a la psicología.

D. G.: Y el tipo de psicología que usted encontró, Ian, ¿fue aquella de la que nos burlábamos por ser estúpida y por todos los experimentos sociales?

I. P.: ¡Oh, no! No era la psicología social en específico, era toda la psicología.

E. B.: Hubo un momento breve en el que estuve bastante comprometida con la psicología de enfoque científico.

D. G.: Entonces, ¿era un asunto serio para usted?

E. B.: Lo bueno era que había cursado asignaturas obligatorias en pensamiento filosófico y filosofía de la mente. De hecho, pienso que esta fue la parte más útil de mi carrera. Me enseñaron teóricos muy conocidos, como Margaret Boden, que estaba muy involucrada con la inteligencia artificial de una manera en la que yo ya no estoy. Me sorprendí de lo estúpidos que pueden ser los computadores. Entonces, me desilusioné progresivamente de la psicología mientras terminaba la carrera y empezaba a pensar acerca de qué haría. Luego salí del colegio directamente a la universidad. Solo Sussex tenía este título colectivo y especializado en diferentes tipos de psicología, algo que ya no tiene. Posteriormente no sabía qué hacer y, por accidente, obtuve un puesto doctoral.

D. G.: Hay algo interesante. Usted empezó con psicología porque era divertida o porque combinaba aspectos que usted consideraba importantes, pero ambos se decepcionaron rápidamente con la disciplina y, sin embargo, continuaron estudiándola. ¿Por qué?

I. P.: Quizás un asunto en común entre nuestras experiencias es que Erica tuvo otra perspectiva teórica y filosófica en su carrera, como la filosofía de la mente; yo me encontré con el trabajo de Rom Harré y la aproximación del acto de habla. Entonces, en ambos casos, encontramos una manera de alejarnos de la psicología, para conceptualizar en los problemas que le subyacen y buscar otras alternativas.

D. G.: ¿Y usted tuvo contacto con estos autores durante su formación en psicología?

I. P.: Teníamos clases sobre estas personas, sí, las teníamos. Harré visitó en mi último año de estudios el Politécnico de Plymouth, que fue donde obtuve mi primer título como psicólogo. Allí tuvimos esa exposición.

D. G.: ¿Ese fue un vínculo para que usted continuara en psicología?

I. P.: Sí, y no estoy seguro de si fue algo bueno o malo, para ser honesto, porque me mantuvo en la psicología. Si ves, pude haber desarrollado una crítica a la psicología que tuve desde el comienzo y mantener esa crítica desde la perspectiva marxista, pero estas otras críticas del paradigma revolucionario de la lingüística me proporcionaron una manera de quedarme en la psicología y de hacer algo crítico dentro de la investigación cualitativa. Fue bueno para mi carrera, pero me tuvo dentro de una disciplina que era profundamente problemática. No sé si fue igual contigo, Erica. Se volvió una solución, pero, aun así, de alguna manera, me quedé en ella.

E. B.: En mi caso fue un proceso muy extraño. Empecé la carrera de Psicología porque me interesaban muchas cosas y en ese momento las carreras de Enfermería estaban empezando, pero la directora pensaba que esta era una carrera de bajo estrato para mí. Entonces, al final de mi carrera de Psicología, uno de mis tutores me dijo que debería pensar en hacer un doctorado, algo que nunca se me había ocurrido. Apliqué para uno en Sussex, pero me dijeron que no tenían becas y yo no sabía qué hacer.

D. G.: Ian tuvo esta conexión con la perspectiva crítica dentro de la psicología y usted, Erica, estaba igualmente decepcionada con la psicología. ¿Tuvo usted, de la misma manera, estas conexiones con los autores críticos? ¿Hizo su doctorado para poder seguir estas perspectivas críticas?

E. B.: No creo. Pienso que mis orientaciones críticas se desarrollaron de manera separada. Me involucré más con algunos debates feministas. Tuve la grave experiencia de ser acosada sexualmente en mi último año de universidad, lo que fue horrible, pero también bastante politizado. Fue también un momento en el que los debates feministas estaban empezando a reconocer diversas posiciones minoritarias. La segunda ola feminista1 se estaba fragmentando en diferentes tipos de feminismos y yo me involucré en las movilizaciones feministas antirraciales mientras estuve en Sussex. Luego vine a Mánchester y ocupé una plaza doctoral; la política, en ese punto, parecía alejada de la psicología. Supongo que encontré más sobre política. Ya me había vuelto bastante cínica sobre la política en las universidades, por mi experiencia en el pregrado. Algunas personas fueron solidarias, pero había una falla en la institución. Entonces empecé a tomarme muy en serio las preguntas del sexismo y el acoso. Esto, para mí, como alguien en un contexto en el que estaba acostumbrada a tener una posición privilegiada, era transformador. Pienso que yo era, de muchas maneras, un poco individualista.

I. P.: En cierto modo, pienso en los otros marcos de trabajo llamados “posestructuralismo” como una brecha: una brecha entre el nivel político y el nivel personal. La naturaleza de esta brecha ha sido abordada o ha sido visible de distintas maneras para los dos por el feminismo, por la segunda ola feminista de los setenta. Dicho movimiento estaba organizado alrededor del eslogan “lo personal es político”; en este sentido, la manera en que funcionó no fue únicamente por medio de una gran estructura opresora patriarcal, sino también por medio de la interacción cotidiana, del privilegio que los hombres tienen de controlar las situaciones, dominando la conversación, dominando la agenda de reuniones, hasta las maneras en que los hombres y las mujeres se sienten sobre sí mismos, la forma en que está estructurada esa subjetividad. Entonces, el nivel personal refleja y mantiene en realidad esos procesos políticos; eso es algo que el marxismo debió ser capaz de abordar.

D. G.: ¿No fue en ese momento?

I. P.: Para mí fue algo que el marxismo debió ser capaz de abordar, pero no lo hizo, porque el feminismo socialista estaba empezando a aparecer en la izquierda.

D. G.: Erica, ¿cómo empezó el feminismo a hacer parte de su trayectoria? Puedo ver esto como una semejanza de sus trayectorias. Usted estaba hablando sobre su experiencia personal a la par con los debates que estaban surgiendo…

E. B.: Yo era muy excluida y me sentía alienada en la mayoría de los debates feministas que estaban sucediendo en la Universidad de Sussex, porque hablaban de una experiencia generalizada de las mujeres y esa no era en absoluto mi experiencia. Entonces no me conecté con el privilegio de las mujeres blancas de Occidente, ni con su posición ni su experiencia. Mi punto de entrada al feminismo llegó cuando el feminismo estaba fragmentado. Me volví feminista, como una judía feminista, viniendo de una posición inferior. La fragmentación del feminismo en feminismos reconoció las diferentes experiencias que diferentes mujeres tienen en los diferentes contextos.

I. P.: El feminismo llegó a mí porque yo estaba involucrado con las políticas marxistas del momento, y en ellas y en las organizaciones marxistas empezó a aparecer el feminismo.

D. G.: ¿Como una crítica a los acercamientos marxistas?

I. P.: Como una crítica a la mayoría de las formas económicas reductivas y patriarcales del marxismo. No siempre como crítica del marxismo, en ocasiones como una manera de cuestionamiento hacia las prácticas marxistas, agregando otra dimensión al marxismo. El feminismo fue viable ahí en ese momento y no se podía ignorar. Algunos de los marxistas trataron de ignorarlo y de describirlo como algo que provenía del individualismo burgués o algo por el estilo, pero el feminismo apareció para mí en ese momento; ese fue exactamente el momento en el que empecé a involucrarme con el marxismo. De esta manera, el feminismo se volvió parte de mi marxismo. No puedo pensar en el marxismo sin el feminismo. No tiene sentido para mí.

D. G.: El feminismo estaba tratando de dirigirse a la opresión y a la desigualdad por medio de diferentes conceptos, ¿cierto?

I. P.: Sí, por medio de diferentes conceptos que abordan el nivel experiencial relacional en la explotación capital y en los sistemas de poder. Entonces, el feminismo abrió esa pregunta y yo supongo que surgió como algo que obligó a plantearla; pero el feminismo, como tal, no tenía tampoco la respuesta a esa pregunta. Pienso que por eso se dan estos marcos de trabajo, como los de Foucault y Derrida, los llamados posestructuralistas. Ellos formularon conceptos que nos permitieron hacer esas conexiones y concepciones teóricas.

D. G.: ¿Cómo fue su experiencia en el doctorado, Erica?

E. B.: Para ser honesta, empecé el doctorado y me quedé atascada después del primer año. El primer año de mi doctorado estaba conectado con un proyecto sobre microprocesadores en la educación –lo que ahora denominamos computadores– e hice algunos experimentos. Posteriormente, mi asesor y yo nos dimos cuenta –al menos él fue capaz de reconocerlo– de que no entendía nada de aquello de lo que yo estaba hablando cuando nos reuníamos.

I. P.: Entonces, el doctorado fue una buena práctica en términos formativos; de su parte fue formativo (risas).

E. B.: Sí, él me invitó a buscar otro asesor. Estuve a punto de darme por vencida, pero en ese momento asistía a varios cursos, incluyendo uno sobre género y sexualidad impartido por Elena Lieven, en el Departamento de Psicología del Desarrollo. Estaba aprendiendo mucho, pero no sumaba para mí; me estaba moviendo en múltiples direcciones. Cambié de asesor y empecé a hacer algunos trabajos sobre Piaget y la edad, con una conexión de conceptos sobre el tiempo y el desarrollo (en los sentidos más amplios). La edad era un concepto muy social y era una parte muy pequeña en su libro sobre el tiempo, mencionada en términos de relación lógica de sucesión y duración. Posteriormente, en otro punto, me atasqué porque no sabía qué hacer con el material. Había visitado colegios y había tenido conversaciones interesantes con los niños. Me había alejado de la entrevista clínica de Piaget.

D. G.: ¿Usted empezó a criticar la perspectiva dominante piagetiana también durante este proceso?

E. B.: Lo hice y estaba muy impresionada por esto. Pienso que hay mucho más a favor de ello de lo que las tradiciones angloamericanas reconocen. Después pasé un tiempo insegura de lo que iba a hacer. Me ofrecí como voluntaria en Mind.2 Apliqué como asistente de apoyo, pero no obtuve el puesto. Tuve una crisis sobre qué tipo de trabajo iba a hacer. Por medio de una serie de coincidencias me involucré en la organización de un taller con Ian en el Politécnico de Mánchester y fui después invitada a aplicar a un trabajo allí. Fue así de accidental. En un momento pensé: ¿debería tratar de formarme como psicóloga clínica? ¿De verdad quiero hacer eso? ¿Debería formarme en trabajo social? ¿Debería hacer esto? Pude haber ido en varias direcciones, pero al final terminé en una posición en la cual fui invitada a aplicar para un trabajo, que sí obtuve.

D. G.: ¿Eso fue antes de que terminara su tesis?

E. B.: Eso fue mucho antes de que terminara mi tesis. A pesar de haber trabajado tres años, mi financiación había terminado, pero no había completado el proceso. Fue solo después de haber terminado los primeros dos años de docencia que abrieron un puesto nuevo. Apliqué y me dijeron que tenía que comprometerme con terminar mi doctorado. Pensé entonces que debía hacer eso y lo hice. De hecho, encontré muy útil la experiencia de preparar clases para superar el bloqueo en la escritura. Cuando tienes que escribir y tienes que producir cosas y reconciliarte con la decepción y la imperfección de lo que has producido y además tienes que presentarlo en una fecha límite… eso fue lo que me permitió terminar. Entonces, empecé en el doctorado tiempo completo y lo terminé en medio tiempo, en parte porque tenía que conservar mi trabajo.

I. P.: Yo obtuve mi doctorado antes que mi trabajo en el Politécnico de Mánchester.

D. G.: ¿Usted terminó su doctorado y después obtuvo el trabajo?

I. P.: Sí, algunas de mis experiencias son diferentes de las de Erica. Ella tuvo este empujón para la escritura por tener que preparar clases; sin embargo, en mi caso, la experiencia clave fue la de estar involucrado con organizaciones políticas. La educación que tuvimos fue política, en las organizaciones de izquierda. Incluía una formación sobre cómo ir a una reunión con un grupo de compañeros e intervenir en ella. Nos decían: “Usted hable sobre esto y usted hable sobre aquello”. Hubo un tipo de empujón para hablar, intervenir y argumentar, y pienso que abordé las ponencias de las conferencias y las presentaciones de los seminarios de esa manera.

D. G.: ¿Había algo más que solo enseñar?

I. P.: Sí, porque esto fue antes de enseñar. No había sido docente y no tenía idea de serlo. Entonces, el empujón para escribir surgió de preparar, argumentar y tratar conferencias y presentaciones académicas como si fueran intervenciones políticas; de alguna manera me imaginé que eran intervenciones políticas. Usar a Foucault para hablar sobre el poder en la psicología en una conferencia era una intervención política.

D. G.: Y, por supuesto, sigue pensando de esa manera…

I. P.: Sí, no puedo dejar de pensar de esa manera.

E. B.: Hay ciertos puntos generales que quisiera delinear. Se pueden ver como una serie de accidentes. Ahora las personas, en ocasiones, nos preguntan: “¿Cómo hiciste eso?, ¿cómo obtuviste aquello?, ¡no pudo ser planeado!”.

I. P.: Si lo hubiéramos planeado no habría sucedido, porque tú sabes cuáles eran las condiciones y sabes que nosotros estábamos respondiendo momento a momento a diferentes órdenes, de las instituciones, de las invitaciones o de las sugerencias que nos hacían.

D. G.: Pienso que en ambos casos ustedes estaban muy comprometidos con diferentes áreas sociales: marxismo, feminismo judío y toda esa discusión. Entonces, el proceso de formación no fue lo que los condujo a este tipo de trabajo o trayectoria.

I. P.: Pienso que eso es algo que se reconoce en algunos de nuestros estudiantes de doctorado que quieren trabajar con nosotros. Fueron empujados de alguna manera, algo en ellos los está empujando a hablar sobre asuntos en psicología o educación; ellos provienen de otra esfera de la vida. Pienso que eso es lo que nos atrae a acoger a esos estudiantes.

D. G.: ¡Muy interesante! ¿Cuáles fueron otros movimientos sociales y áreas políticas en las que ambos estuvieron involucrados en ese momento?

E. B.: Mientras no estaba haciendo mi doctorado estuve involucrada en varios movimientos políticos del momento. Había mucha movilización en contra de las armas nucleares a comienzos y mediados de 1980. De hecho, el Departamento de Psicología de la Universidad de Mánchester estaba muy involucrado en el movimiento antinuclear, y estaban formulando y publicitando algunos argumentos para el movimiento europeo antinuclear. Es ahí cuando se empezaron a formular relaciones entre la psicología y algunos aspectos ambientales. En este sentido, la relación con la psicología fue ahí, pero al mismo tiempo estuve involucrada con otros debates que estaban sucediendo. Como una judía culturalmente identificada, me encontré muchas cosas en común con otros debates que estaban emergiendo de otros contextos feministas minoritarios. Me involucré de igual manera con movimientos antisionistas y en debates que estaban sucediendo con el movimiento feminista, pero giraban en torno a la diferencia entre antisionismo y antisemitismo y al desafío del semitismo que aparecía en la forma de sionismo. Me involucré con publicar y editar, políticamente, antes de haber publicado o editado algo académico. De esta manera tuve la experiencia de ver cómo un libro, del cual yo era la editora, fue impreso en Manchester Free Press. Dicho proceso me dio otra mirada sobre el ámbito de la escritura y la publicación, me mostró la importancia de escribir para otro tipo de audiencias y me permitió estar involucrada desde otra posición. Entonces, mientras Ian se volvió más político antes de estudiar Psicología, en mi caso, esto vino de la mano.

D. G.: Dada la tradición empírica británica y el contexto, ¿qué reflexiones tienen ustedes con respecto a su formación en psicología? Hasta donde yo puedo verlo, fue insuficiente dada la cantidad de experiencias que tuvieron. Estaban más allá de ese proceso formativo para poder producir algo. Quiero entender: ¿qué piensan sobre este proceso formativo?

E. B.: Pienso que constantemente reflexionamos sobre nuestra formación del pregrado y del posgrado. En el momento en que realizamos nuestro doctorado no había una formación regularizada. Pienso que en la medida en que íbamos encontrando personas de otros países y teníamos estudiantes de distintas procedencias, nos volvimos más y más perceptivos sobre qué era el pregrado británico de Psicología, en lo inadecuado, particular y parcial, en el sentido de que venía desde una posición particular. Nos encontramos con personas de España, de Barcelona y de otros lugares, ¡y nos dimos cuenta de que la psicología era muy distinta en otros países! No sabíamos cuáles eran las alternativas, entonces nos tomó trabajo descubrirlas y pienso que es difícil para los pregrados británicos saber que hay algo diferente, en parte porque tienen poca o ninguna exposición a fuentes no angloparlantes. Se necesitan oportunidades para conocer personas de otros países, de países no angloparlantes, para ser conscientes de que hay otras tradiciones psicológicas posibles.

I. P.: Pienso que el hecho de que no hayamos tenido ninguna formación específica en investigación cualitativa en nuestro pregrado en Psicología quiere decir que tuvimos que investigar, por medio de las ciencias sociales, diferentes métodos que fueran útiles para nosotros.

D. G.: Oh, ¿entonces no fueron formados en investigación cualitativa durante su pregrado?

I. P.: No, ninguno de los dos tuvo métodos cualitativos en su pregrado. En mi pregrado descubrí mucho más adelante la investigación por entrevistas y pude usar algo de esto en mi monografía de grado. Fue de una manera muy ad hoc. En mi maestría no tuve formación en métodos de investigación, tuve que asistir a otros cursos teórico-filosóficos por fuera de la universidad, pero no teníamos métodos en formación cualitativa.

E. B.: No existía.

I. P.: No existía. De algún modo era algo positivo, pues significaba que teníamos que descifrar la investigación por nuestros propios medios. Cuando encontrábamos a otras personas que estaban haciendo este tipo de cosas, valorábamos mucho las conexiones; en esas conexiones, Erica y yo nos conocimos. Ahora bien, está el riesgo de que, con la formación de métodos investigativos, los métodos cualitativos se enmarquen como simples métodos empíricos. Se vuelve parte de ese aparato empírico, porque hay muchos tipos de métodos cualitativos, es como si hubiera una paleta completa, una gama amplia de métodos disponibles para que los estudiantes elijan, como si simplemente pudieran tomarlos y aplicarlos.

D. G.: Sí, una perspectiva muy instrumental.

E. B.: Con mi conocimiento sobre el enfoque de Piaget, al tener que entenderlo y situarlo, surgió al mismo tiempo el debate sobre la metodología de investigación feminista.

I. P.: Venían desde otra metodología, fuera de la psicología, desde la sociología y la sociología de la ciencia.

E. B.: Sí, en la Universidad de Mánchester, donde hice mi doctorado, tuvimos discusiones entre disciplinas (al menos me movilicé para formar un grupo de investigación feminista e hice algunas amistades duraderas), por lo que la cuestión de las metodologías cualitativas, para mí, siempre estuvo vinculada a la investigación feminista y fue interdisciplinaria. Ian y yo estábamos al mismo tiempo involucrados en varias redes de psicología que surgían de los estudiantes de posgrado. Estábamos tratando de hacer doctorados fuera de lo común, que no fueran cuantitativos, que no utilizaran estadísticas, que fueran más filosóficos o cualitativos de alguna forma y trataran de encontrar formas de apoyar y legitimar eso. El trabajo discursivo estaba comenzando a emerger y había discusiones que sucedían sobre cómo sostener ese trabajo, encontrar asesores que nos permitieran hacer esto o ver en qué lugares estaban obstaculizando a las personas. Poco a poco, las personas empezaron a terminar sus doctorados y a ganar posiciones. Sigue siendo una situación muy similar ahora: la mayoría de los departamentos pueden tolerar a uno o dos investigadores cualitativos, pero rara vez más, a pesar de que la investigación cualitativa se ha inscrito en el plan de estudios de psicología británico.

D. G.: Si traemos la discusión a hoy en día, si pensamos en la universidad británica ahora, vemos que hay muchos estudiantes de todo el mundo, por lo que este escenario internacional se establece en un sentido y, al mismo tiempo, advertimos que la investigación cualitativa ha proliferado mucho, pero también de una forma problemática. ¿Creen que la investigación cualitativa ha avanzado, en el sentido de superar las dificultades, o que el asunto es aún más problemático hoy con la intensificación del neoliberalismo? ¿Cómo ha cambiado desde hace treinta años?

E. B.: Originalmente, los enfoques cualitativos en psicología se consideraron intervenciones críticas y lo fueron. A menudo fueron tratados de una manera muy hostil. A medida que la investigación cualitativa se ha vuelto más aceptada, también se ha recuperado. Luego se convirtió en parte de la historia del éxito neoliberal y se ha agregado a una variedad de enfoques que son aceptables.

I. P.: La presencia de estudiantes internacionales en diferentes Facultades de Gran Bretaña, dado que este es el contexto, es muy contradictoria porque, por un lado, sí hay estudiantes provenientes de contextos diferentes, pero esos estudiantes, que son estudiantes de pregrado, no provienen de tradiciones diferentes. Están entrando en la psicología para aprender sobre psicología. Vienen a aprender sobre la psicología aquí y cómo se piensa aquí, y esto está sucediendo en el mismo momento en que la psicología positivista se ha vuelto más poderosa internacionalmente alrededor del mundo. Realmente no aportan perspectivas.

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0+
Hacim:
524 s. 7 illüstrasyon
ISBN:
9789587206012
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Bookwire
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