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El lenguaje desde una perspectiva intercultural

De acuerdo con Meyin (1981), el lenguaje es el medio colectivo de comunicación del pueblo y, por lo tanto, símbolo externo de su integridad cultural y nacional desarrollada históricamente. La escuela histórico cultural y la psicología crítica merecen el crédito por haber destacado este aspecto esencial del lenguaje. Por medio de su método de acercamiento histórico, y basándose en el concepto marxista del proceso de la autogénesis del hombre mediante el trabajo social, fue posible dar contenido a la relación dialéctica entre actividad, conciencia y lenguaje, y con estos, a la definición del lenguaje como conciencia efectiva práctica. Meyin (1981) destaca tres propiedades del lenguaje, que ha formulado la escuela histórico cultural y basándose en ella, la psicología crítica:

1. La característica del lenguaje de remitir a la actividad vital humana, a la cual debe, a la vez, su existencia. Solo recurriendo sistemáticamente a lo otro del lenguaje, a las condiciones del mundo y la derivación de su significado a partir de la realidad histórico-social, se pueden hacer afirmaciones sobre las cualidades de las simbolizaciones lingüísticas y sobre las condiciones y los resultados de la interacción del lenguaje en la realidad.

2. La función del lenguaje consiste en captar las experiencias sociales en forma conceptual, y universal y hacerlas comunicables para conservarlas históricamente.

3. Como portador conceptual de experiencias sociales, el lenguaje orienta respecto a la manera de crearse las experiencias sociales nuevas, mientras que, como portador de experiencias históricamente distantes introducen estas en las experiencias nuevas; es decir que las experiencias nuevas se forman a través del concepto. En tal sentido el lenguaje no solo mira hacia el pasado, sino que, por ser portador de conocimientos sociales, se debe considerar como factor esencial de la anticipación de futuras actividades vitales y de su realización.

La hipótesis de Edward Sapir y Benjamin Whorf establece que la estructura del lenguaje de una cultura influye en la conducta y hábitos de pensamiento de ella (Moreno, 1983). Esta hipótesis sostiene que el lenguaje estructura las percepciones y moldea la manera de pensar, sentir y actuar de los miembros de una sociedad y que se forman en un medio cultural primordialmente lingüístico (Fernández, 1999). La cultura acondiciona y estructura nuestros procesos perceptuales, influenciando los estímulos que recibimos y la interpretación que le damos a estos (Samovar, Porter y Jaín, 1988).

Los preceptos establecidos en la hipótesis de Edward Sapir y Benjamin Whorf conjugan adecuadamente con la teoría de Vygotsky que dan particular atención al génesis del ser humano en la reconstrucción del pensamiento. Danis citado por Meyin (1981) indica que el lenguaje no solo sirve de medio de comunicación, sino también de medio de pensamiento y conocimiento, y por eso desempeña, además, un papel activo en la estructuración de la conciencia humana. Para una representación del proceso de identificación, debemos referirnos no solo a la acción material o lingüística en la cual se define un individuo respecto a la sociedad, sino también al lenguaje mismo. El lenguaje, pues, no solo es el medio de comunicación en el cual se efectúa la formación de la identidad, sino a la vez, el medio que forma la identidad.

Los sistemas comunicativos que utilizan unas culturas se manifiestan por medios lingüísticos y extralingüísticos —paralenguaje, kinésica, proxémica, cronímica, etcétera— (Poyatos, 1971). Guns (citado por Flores Caraballo, 1991) argumenta que la transmisión de la cultura por estos medios les proporciona a las personas: símbolos, mitos, valores e información sobre la sociedad.

Los estudios del lenguaje, a través del análisis de la comunicación intercultural, han esbozado varias perspectivas de pensamiento interesantes. Según expone Rodrigo (1999) la comunicación intercultural es un campo bastante reciente. Esto hace que haya pasado por las vicisitudes habituales conducentes a su consolidación. Si en muchos campos de las ciencias sociales hay problemas de orden epistemológico, ontológico y metodológico, en el caso de la comunicación intercultural estos se acentúan por las propias características del objeto de estudio. Con el propósito de establecer las diversas oportunidades de estudio que existen en la comunicación intercultural, Gudykunst (1987) establece cuatro diferentes áreas de estudio:

1. La comunicación intercultural es la comunicación interpersonal entre pueblos con diferentes sistemas socioculturales, y/o la comunicación entre miembros de diferentes subsistemas —por ejemplo, grupos étnicos— dentro del mismo sistema sociocultural. Este tipo de estudio busca la eficacia comunicativa, la competencia comunicativa intercultural.

2. La comunicación transcultural, designada como la comparación entre formas de comunicación interpersonal de distintas culturas. En este caso, se trata de comparar las diferencias entre las propias formas de comunicación de cada cultura.

3. La comunicación internacional, la cual hace referencia a los estudios de las relaciones internacionales en el ámbito de la comunicación de los medios de comunicación masiva. Desde la perspectiva de la política económica de los medios se trataría el orden internacional de la información y la comunicación.

4. La comunicación de masas comparada se centra en tanto el tratamiento diferenciado de la información de un mismo acontecimiento en medios de distintos países, como los efectos que tiene un mismo tipo de programa en cada país.

Podríamos inferir que la diversidad lingüística sociocultural inmersa en poblaciones heterogéneas, como las latinoamericanas, facilitaría que se diera un proceso de comunicación transcultural durante un intercambio de información. Esto propiciaría interpretaciones disímiles en la adjudicación de significados de un mensaje por parte de los receptores.

En 1998, Schutte indicó que la comunicación a través del lenguaje transcultural va más allá de las diferencias del idioma, porque se trata de diferencias en valores, tradiciones, costumbres y visiones del mundo. Para aminorar los problemas de comunicación transcultural hay que comprender los marcos de referencias perceptuales de las personas. Debemos comprender cómo perciben el mundo otros grupos étnicos, ya que esto ayudará a producir mejores resultados en la decodificación de los mensajes. Estudios han demostrado que se debe tomar en consideración la estrategia temática del mensaje organizando tácticamente lo que se quiere decir de diferentes maneras para poblaciones activas y con culturas diversas.

Steinberg (1981) destaca cómo el lenguaje no solo es importante en el intercambio de información, sino que ajusta las actitudes y percepciones culturales. Este indica que los distintivos étnicos no solo perduran después de que la lengua madre ha sido perdida, sino que está igualmente clara como enlace vital con el pasado cultural. La transmisión completa del lenguaje entre segundas y terceras generaciones marca un estado decisivo en la asimilación de los procesos. Para comunicarse efectivamente es importante entender y respetar las diferentes orientaciones culturales que corrientemente influyen en los pensamientos y actos de cada persona (Kreps y Kunimoto, 1994).

Debo distinguir el asunto relacionado a la posible pérdida de aspectos lingüísticos por parte de un receptor. Mucho se ha dicho sobre el proceso de enculturación en personas que inmigran a otros países. La enculturación infiere la adaptación de los aspectos socioculturales de una cultura a otra. Pero ¿cuán inmerso puede estar un ciudadano a ese proceso si mantiene lazos sociales y de residencia con personas de su propio origen? He aquí un cuestionamiento que va más allá de una simple suposición. Los expertos en comunicación deben auscultar si las poblaciones de inmigrantes cautivos en un país, y que mantienen lazos de convivencia común con personas de su mismo lugar de origen, pueden asignar el significado que se pretende en un mensaje no obstante a que las estructuras del lenguaje utilizadas no necesariamente están presentes en su estructura mental regida por la esencia de la cultura.

Samovar et al. (1988) exponen que existe un problema inherente cuando un mensaje es codificado por un miembro de una cultura y decodificado por otra. Esto debido a que los individuos están fuertemente inclinados a aceptar y creer lo que su cultura les ha hablado desde niños. Dicha situación puede inducir a que la gente tienda a ignorar o bloquear aquello que es contrario a sus creencias o realidades culturales.

El medio principal por el que una cultura transmite sus creencias, valores y normas es el lenguaje. Este es un sistema de símbolos aprendido, usado para representar las experiencias de una comunidad geográfica o cultural, además es el principal medio de pensamiento e interacción con otros miembros de una cultura (Rice, D’ Ambra y More 1998). Edward Sapir y Benjamin Whorf van más allá y concluyen que el lenguaje sirve como una guía a la realidad social.

Noam Chomsky (citado por Littlejhon, 1987) define el lenguaje como una estructura que cambia de acuerdo con el contexto cultural. El lenguaje no es solo un idioma: es una estructura gramatical e ideológica. El modo de articular el lenguaje (incluyendo la conducta no verbal) modifica la percepción. El aprendizaje del lenguaje es parte integral del proceso de enculturación desde tres perspectivas: el lenguaje es parte de la cultura, del cuerpo de conocimientos, actitudes y habilidades transmitidos de una generación a otra; el lenguaje es el medio primario a través del cual otros aspectos de la cultura se transmiten; y, por último, el lenguaje es una herramienta que puede usarse para explorar y manipular el ambiente social y establecer el estatus y las relaciones dentro de él.

Gallois y Callens (1997) mencionan cómo el lenguaje en muchas culturas es usado cuando la gente quiere obtener ideas e información eficientemente, aunque estos no sean necesariamente efectivos en la realización de dicha tarea. Podemos inferir de lo expuesto por Gallois y Callens que el lenguaje es fácil de recordar cuando sigue reglas estrictas de la propia cultura. Si este difiere de los valores y reglas dadas por la cultura que recibe la información puede haber interferencias en la interpretación y por consiguiente adjudicación de significados.

En suma, se puede deducir luego del análisis teórico realizado que las características propias del lenguaje, incluyendo el aspecto cultural inmerso en su estructura, pueden tener alguna injerencia significativa en los resultados finales de un proceso de comunicación social. Es importante entonces que los expertos del campo de la comunicación profundicen sobre las teorías del lenguaje y culturales para que de esta forma puedan integrar a sus esfuerzos los conocimientos derivados de estos planteamientos teóricos. Al así hacerlo, promueven que haya equidad del lenguaje en un proceso de intercambio de información, incrementando las probabilidades de lograr los objetivos de la comunicación.

2.3 Actividad

Realizar un diagrama de flujo.

¿Qué es?

Es un diagrama jerárquico que permite identificar un proceso. Tiene una simbología específica para una adecuada lectura.

La simbología se compone básicamente de:

• Óvalo: Inicio y término del proceso.

• Rectángulo: Actividad o procedimientos.

• Rombo: Decisión, formula una pregunta o cuestión.

• Círculo: Conector, es el enlace de actividades dentro de un procedimiento.

• Flechas: Indican la direccionalidad del proceso.

¿Cómo se realiza?

a. Se identifica el proceso a ilustrar.

b. Se elabora una lista de pasos, actividades o subprocesos que conforman el proceso.

c. Se establece qué se espera del proceso.

d. Se formulan preguntas clave de los subprocesos.

e. Se elabora el diagrama de flujo con base en la simbología predeterminada.

f. Se verifica el proceso.

¿Para qué se utiliza?

El diagrama de flujo permite:

• Esquematizar procesos que requieren una serie de actividades, subprocesos o pasos definidos y sobre los cuales hay que tomar decisiones.

• Analizar un proceso.

• Plantear hipótesis.

• Enfocar al aprendizaje sobre actividades específicas, en esa labor auxilia al profesor y al estudiante.

• Redefinir procesos de acuerdo con los resultados de haberlo implementado.

TEMA 3

LA ACCIÓN COMUNICATIVA COMO UNA FORMA DE ENTENDER LA INTEGRACIÓN DE LA SOCIEDAD

3.1 La teoría de la acción comunicativa

Habermas y la teoría de la acción comunicativa

Introducción

Jürgen Habermas es, sin lugar a duda, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX. Proveniente de una formación en filosofía, este autor ha desarrollado significativos aportes en la Teoría Sociológica moderna, fundamentalmente, a partir de sus teorías sobre la Democracia deliberativa y la Acción comunicativa. Para muchos pensadores, Habermas es uno de los intelectuales más influyentes de la llamada segunda generación de la Escuela de Frankfurt en Alemania.

Su obra proviene de una influyente tradición de investigación seguida por los intereses de esta escuela de pensamiento, los cuales apuntaban al análisis de la racionalidad, el sujeto, los regímenes políticos, la democracia, la modernidad, la dialéctica, entre otros. En este contexto, el trabajo de Habermas estuvo dirigido a explicar y superar las contradicciones entre los métodos materialistas y trascendentales en torno: a una nueva teoría crítica de la sociedad, a retomar la teoría social marxista contemplando las posturas individualistas propias del racionalismo crítico, y en torno al análisis de las relaciones entre los fenómenos socio-estructurales culturales con los psicológicos y de la estructura económica de la sociedad moderna.

En términos generales, el pensamiento Habermasiano ha contribuido significativamente en la filosofía analítica del lenguaje, en el desarrollo de la hermenéutica desde de la polémica con Gadamer sobre su pretensión de universalidad (García, 2006), en el llamado giro lingüístico de la Teoría Crítica (McCarthy, 1987) y en la discusión con Niklas Luhmann sobre los fundamentos de una teoría comprehensiva de la comunicación social (Leydesdorff, 1999). Para variados autores, (McCarthy, 1987; Ureña, 1998; Vallespín, 1995), la obra de Habermas ha logrado consolidar la relación entre el análisis fenomenológico y trascendental dentro de una teoría materialista de la evolución social, entendida como parte de una teoría reflexiva trascendental de sabiduría emancipadora social reflexiva a partir de la evolución cultural. En este sentido, la naturaleza empírica y trascendental de esta sabiduría constituye la base del pensamiento crítico bajo esta perspectiva.

La idea de sabiduría emancipadora constituye un referente de la acción social. En este sentido, Habermas analiza las condiciones de la racionalidad de la acción social a partir de la interacción basada en el uso del lenguaje, apoyado en el principio de que la razón subyacente en la acción de los sujetos es una propiedad de las estructuras de comunicación, más no de los individuos por sí solos. En esta idea reside la posterior crítica a la sociedad capitalista moderna, en términos de las maneras en que somete y debilita la autonomía y la racionalidad del individuo, operando a través de la substitución de la racionalidad comunicativa por una racionalidad tecnológica, y finalmente, en la idea de la ética comunicativa como idea de base para consolidar la deliberación pública como una práctica política que oriente a la sociedad hacia una realización integrada (emancipadora).

La obra titulada como Teoría de la acción comunicativa es una de las más trascendentales de Habermas, ya que en este trabajo analizó y desarrolló los fundamentos racionales de una teoría de la acción capaz de superponerse al subjetivismo e individualismo propios de la filosofía moderna de la época. Además de eso, en esta obra logró construir una teoría comprehensiva de la sociedad y de la comunicación social a partir de los conceptos de sistemas y mundo de la vida. Finalmente, Habermas logró construir una teoría crítica de la modernidad a partir del proyecto original sobre ella misma, sugiriendo nuevas vías para reconstruirlo. Dicho todo esto, cabe señalar que este apartado intenta abordar los principales tópicos presentados en el libro Teoría de la acción comunicativa. En la primera parte se analiza el contexto en que Habermas produjo esta sustancial obra, luego se hace una revisión de los dos volúmenes que componen esta obra: Racionalización de la acción y racionalización social y Crítica de la razón funcionalista. Finalmente se analiza la vigencia de esta obra en el análisis de la comunicación y se presentan dos conclusiones.

Habermas y la teoría de la acción comunicativa

Uno de los hechos significativos dentro de la producción teórico-analítica de Habermas se expresa en la influencia del pensamiento de Karl Marx, sobre todo, a partir de la pretensión de establecer una teoría empírica de la evolución de la sociedad. En este sentido, comenzó adoptando la noción de praxis, que define la acción o práctica fundamental por la cual el ser humano accede o se realiza en el mundo, con la pretensión de reformularla al considerarla reduccionista en el caso marxista (Habermas, 1976), debido a que solo consideraba al trabajo, lo que le daba un sesgo tecnicista asociado a la preeminencia de la racionalidad instrumental. Según Habermas, esto denotaba una carencia de otra dimensión fundamental de la praxis humana: la acción comunicativa y sus efectos simbólicos (Habermas, 1976, 1985a, 1985b y 1987b). Por ello, si bien su pensamiento se origina con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, este es un elemento distintivo que lo distancia de autores como Adorno y Horkheimer, y que proyecta su visión hacia una teoría social sobre las dinámicas del capitalismo avanzado.

En esta nueva praxis que entiende Habermas, están los cimientos de su propia teoría de la acción comunicativa, ya que este principio le permitió integrar la filosofía del lenguaje con la explicación sociológica en una teoría crítica del capitalismo moderno. Siguiendo esta línea, su primer gran análisis se vio expresado en la obra Historia de la opinión pública, (Habermas, 1981a) en donde sienta las bases del concepto de esfera pública y da cuenta de sus grandes transformaciones estructurales en la época moderna desde el ideario planteado en la ilustración, logrando establecer una nueva visión explicativa de este fenómeno expresada entre la existencia de dos espacios de opinión pública: el manipulado y el crítico.

Posteriormente, en su obra: Teoría y praxis. Estudios de filosofía social (Habermas, 1987a), Habermas retoma su preocupación por la interacción social mediada por el lenguaje como una dimensión constitutiva de la praxis humana, no solamente como una acción fundamental, sino que, además, se propone argumentar porqué en este tipo de acción reside el verdadero cambio social, no como en el marxismo en donde este venía desde el trabajo.

A diferencia de autores como Adorno, Horkheimer y Gramsci, Habermas planteó que este tipo de cambio debía darse en un ámbito simbólico, en un ámbito comunicativo de interacción y entendimiento entre los sujetos. En este contexto, en 1981 va a publicar su gran obra: La teoría de la acción comunicativa (1987b y 1987c). Conformada por dos tomos en donde se propone analizar la racionalidad de la acción, la racionalización social y una crítica a la razón funcionalista, intentando explicar su concepción sobre el conocimiento del sujeto y sus dinámicas de interacción en la conformación de la sociedad a partir de una teoría comprehensiva integradora de las dinámicas subjetivas a partir de la noción de mundo de la vida, y de la comunicación desde la noción de sistemas. Finalmente, cabe señalar que esta obra es la base de sus análisis y reflexiones posteriores sobre la ética, la democracia deliberativa y la consolidación del Estado en la sociedad moderna. Asimismo, de importantes y reconocidos trabajos posteriores como Facticidad y validez (Habermas, 1998) respecto de los usos del conocimiento en la interacción social.

La racionalidad comunicativa y la crítica al funcionalismo

La teoría de la acción comunicativa es una obra compuesta por dos volúmenes titulados Racionalidad de la acción y racionalización social y Crítica de la razón funcionalista. En este trabajo, Habermas realizó un análisis detallado sobre la teoría de la acción y sus fundamentos racionales en torno a tres tópicos. En primer lugar, analizar y construir una concepción de racionalidad de la acción más allá de los principios individuales y subjetivistas imperantes en el pensamiento de la época. Luego, analizar la concepción de una teoría comprehensiva de la interacción social a través del análisis integrado de dos niveles paradigmáticos definidos como mundo de la vida y sistemas sociales. Finalmente, analizar los fundamentos de una nueva teoría crítica de la modernidad vislumbrando nuevos escenarios para reconstruirla en torno a las finalidades estipuladas en sus orígenes en la época ilustrada. A continuación, se presenta un análisis sobre los principales tópicos abordados por Habermas en cada uno de los volúmenes de su obra:

Racionalidad de la acción y racionalización social

La primera gran pretensión de Habermas, en esta primera parte de la presentación de su teoría, apunta al análisis de la racionalidad. Si bien este tema venía siendo tratado por la filosofía en torno a las opiniones y acciones de los sujetos, Habermas se propone reinterpretar estos análisis intentando ampliarlos en su dimensión social en torno al fenómeno de la comunicación en la interacción humana. En este sentido, el autor se refiere a la necesidad de contar con la Sociología como una disciplina capaz de explicar las modalidades estructurales que determinan el comportamiento de los sujetos, sobre todo a nivel de los planos simbólicos como determinantes de la acción. Asimismo, se refiere a la importancia que tiene la Antropología en el análisis de la conformación y devenir de la cultura como un factor esencial para explicar la producción y permanencia de estos planos simbólicos antes mencionados. La figura 1 muestra una relación que Habermas denomina como de correspondencia entre las Ciencias Sociales y los Subsistemas Sociales, que corresponden a espacios comunicativos identificables debido a la presencia de códigos específicos o patrones comunicativos:

Figura 1.9: Correspondencias entre las Ciencias Sociales y los Subsistemas Sociales



Es interesante constatar la relación que se establece entre la Sociología y Antropología cultural con la comunidad y el concepto de cultura respectivamente. Habermas diferencia estos espacios, en tanto afirma que el espacio comunitario o la vida societal responden a un tipo de acción que se define en la integración societal. Es decir, en un plano más ampliado, a diferencia de la Antropología cultural —que, si bien se especializa en una forma de relación específica o, en términos de Bourdieu, en un campo determinado como lo es la Cultura— ofrece la posibilidad de comprender y analizar los patrones estructurales de los sujetos. En esta idea reside lo que Habermas va a llamar como mundo de la vida, que se compone de tres aspectos: la cultura, la sociedad y la personalidad. Cada uno de los cuales, hace referencia a pautas interpretativas o suposiciones sobre cómo la cultura ejerce una influencia sobre la acción, sobre cómo se van estableciendo pautas determinadas en las interacciones sociales de los sujetos y finalmente, cómo se estructura un modo de ser de los individuos.

Esta es una idea trascendental para comprender la raíz de la teoría de la acción comunicativa, ya que Habermas sostiene que a través de este tipo de interacción logrando la realización y comprensión de cada uno de estos elementos, posibilita la reproducción de los mundos de la vida de los sujetos y refuerza a la cultura como un subsistema de representación de la realización de la vida social. En esta idea está la crítica implícita del autor a la modernidad, ya que, si bien estos componentes han estado presentes desde las sociedades arcaicas, en el devenir de la modernidad se ha tendido a su racionalización, lo que ha implicado la creciente diferenciación entre la cultura, la sociedad y la personalidad.

A partir de esta idea base se desarrolla un análisis al concepto de racionalidad y su evolución desde la hermenéutica clásica. Habermas concibe que uno de los descubrimientos que se constatan en la sociedad moderna tiene que ver con la relación entre el saber y la racionalidad expresada en la acción comunicativa: «La estrecha relación que existe entre saber y racionalidad permite sospechar que la racionalidad de una emisión o de una manifestación depende de la fiabilidad del saber que encarnan» (Habermas, 1987b, p. 24). Es decir, existe una racionalidad propia de este tipo de interacción que permite cuestionar la veracidad de ciertos saberes racionales en las sociedades. Con base en esta idea, Habermas analiza las formas y tipos de argumentación que son posibles de establecer con sus respectivas consecuencias asociadas, y lo aplica para comparar la forma de comprensión mítica con la comprensión moderna del mundo.

A partir de esta crítica, Habermas comienza a referirse a los primeros supuestos sobre la filosofía del lenguaje en torno al análisis de las consecuencias y posibilidades que se desprenden en el intercambio de códigos simbólicos en torno a la realización del mundo de la vida: «al actuar comunicativamente los sujetos se entienden siempre en el horizonte de un mundo de la vida. Su mundo de la vida está formado de convicciones de fondo, más o menos difusas, pero siempre aproblemáticas. El mundo de la vida, en tanto que trasfondo, es la fuente de donde se obtienen las definiciones de la situación que los implicados presuponen como aproblemáticas» (Habermas, 1987b, p. 84). En torno a la idea del mundo de la vida, Habermas plantea la idea de sistema, una idea que toma desde Talcott Parsons y que representa a hechos comunicativos externos al sujeto. Esto se denominó un factor externo configurador de una estructura sistémica.

Tomando en cuenta lo anterior, Habermas sugiere la necesidad de alcanzar una pragmática universal, es decir, un conocimiento (o ciencia) sobre la lingüística capaz de integrar las estructuras (o subsistemas) universales y validados como ciencia del lenguaje, basada en estructuras universalizadas y válidas en cualquier contexto comunicativo como el horizonte de los sujetos. En esta nueva ciencia, para el autor, descansan las condiciones que posibilitan la razón comunicativa. Sin embargo, estas condiciones están determinadas por las modalidades de acción que realizan los sujetos. Por ello, Habermas recurre a la revisión histórica de la Sociología desde Durkheim y formula una tipologización de la acción social:


• La acción estratégica o teleológica: es aquella asociada a una finalidad consciente.

• La acción regulada por normas: es aquella asociada a valores compartidos y legitimados por los sujetos en la vida social.

• La acción dramatúrgica: asociada a la manifestación plena de la subjetividad individual.

• La acción comunicativa: es la interacción entre dos sujetos capaces de comunicarse lingüísticamente y de efectuar acciones para establecer una relación interpersonal.


En esta última modalidad de acción, capaz de concretar una relación interpersonal, Habermas concibe las posibilidades de alcanzar el entendimiento: «El concepto de entendimiento (Verständigung) remite a un acuerdo racionalmente motivado alcanzado entre los participantes, que se mide por pretensiones de validez susceptibles de crítica. Las pretensiones de validez (verdad preposicional, rectitud normativa y veracidad expresiva) caracterizan diversas categorías de un saber que se encarna en manifestaciones o emisiones simbólicas» (Habermas, 1987b, p. 110). Cada una de estas acciones presentadas por el autor están sujetas a modalidades de racionalidad implícitas. Por ello, cuando Habermas analiza la evolución hacia la modernidad, establece una clasificación de las modalidades de expresión del racionalismo en las sociedades occidentales en la modernidad, tal como se observa en la figura 2.1:

Figura 2.1: Formas en que se manifiesta el racionalismo occidental en el momento en que emerge la modernidad




Las formas de racionalismo en la sociedad occidental han determinado predominios de ciertos tipos de acciones sobre otras en la práctica comunicativa. Según Habermas, existen ciertos efectos de acción en la comunicación de carácter locucionario (cuando una persona expresa algo), ilocucionario (cuando una persona expresa algo con el afán de ser comprendido) y perlocucionario (cuando una persona expresa algo con el afán de lograr algo). Estos efectos se encuentran inmersos en lo que el autor denomina elementos pragmáticos formales, tal como lo muestra la figura 2.2:


Figura 2.2: Tipos puros de interacciones mediadas lingüísticamente




La figura 2.2 tipologiza los elementos pragmáticos formales contenidos en cada tipo de acción. En base a esta clasificación, Habermas analiza las acciones sociales predominantes en la modernidad (figura 2.3):


Figura 2.3: Acciones sociales




Habermas concluye que, en la época moderna, la acción estratégica tiende a colonizar espacios de interacción propios de la acción comunicativa, lo que imposibilita la reproducción de los mundos de la vida de los sujetos y deteriora a la cultura como un subsistema de representación de la realización de la vida social, ya que, en el devenir de la modernidad se ha tendido a su racionalización, lo que ha implicado la creciente diferenciación entre la cultura, la sociedad y la personalidad. Además, Habermas concluye realizando una crítica de la razón instrumental sosteniendo que esta se entiende a sí misma como una crítica de la cosificación, analizando el problema de la objetivación y sus consecuencias para la integración social.