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2.2 Lenguaje

El lenguaje: herramienta de reconstrucción del pensamiento

El lenguaje, siendo algo íntimamente ligado al ser humano y estar inmerso en varios aspectos de nuestra vida diaria, ha sido estudiado desde diferentes perspectivas de pensamiento. Algunas ciencias, particularmente las humanas, han prestado atención especial al lenguaje hablado. Sin embargo, son innumerables los análisis realizados hasta el presente sobre el lenguaje escrito y sus características. La idea de que el lenguaje ha transformado la conciencia humana porque permite el desarrollo de nuevas formas de pensamiento y la adquisición de conocimientos, nos lleva a buscar una explicación teórica sobre las relaciones existentes entre el pensamiento, el lenguaje y su posible relación en la determinación de las acciones de un receptor.

En el escrito que se presenta a continuación se pretende hacer un análisis teórico crítico sobre algunos elementos que componen el lenguaje y su potencial injerencia en los procesos de comunicación social. Aspecto que debe ser atendido por los expertos del campo de la comunicación por las implicaciones que puede generar durante el desarrollo y envío de mensajes dirigidos a la población.

Lenguaje

Son varias las definiciones que existen desde tiempos remotos para describir el término lenguaje. Definiciones que proyectan las visiones y creencias individuales de sus proponentes. Debemos inferir que las interpretaciones que se hacen del término lenguaje están atadas —en su mayoría— a los intereses particulares de cada proponente de la definición.

Watson (1924) define el lenguaje como un hábito manipulatorio. Considero que esta definición carece de sentido práctico, ya que, más allá de manipular el lenguaje, brinda la oportunidad al emisor o receptor de otorgar los significados de un texto de acuerdo con sus propias experiencias y características lingüísticas. Este aspecto deja a un lado el elemento manipulador otorgado por Watson.

Chomsky (1957) expone que el lenguaje es un conjunto finito o infinito de oraciones, cada una de ellas de longitud finita y construida a partir de un conjunto finito de elementos. Esta definición enfatiza las características estructurales del lenguaje sin adentrase en sus funciones y la capacidad de generar acción que tiene para un emisor y el receptor. Dicho aspecto es medular dentro de los estudios relacionados al lenguaje.

Luria (1977) expone que lenguaje es un sistema de códigos con la ayuda de los cuales se designan los objetos del mundo exterior, sus acciones, cualidades y relaciones entre los mismos. Esta definición la considero interesante dada la importancia que le presta a los códigos para la delineación de objetos, ya sean concretos o abstractos, los cuales en gran medida nos ayudan a visualizar el mundo que nos rodea considerando nuestros preceptos socioculturales.

Bronckart (1977) define el lenguaje como la instancia o facultad que se invoca para explicar que todos los hombres hablan entre sí. La definición de Bronckart la considero un poco tímida y profunda, ya que deja a un lado la posible injerencia que tiene la cultura en un acto comunicativo entre un receptor y el emisor.

Pavio y Begg (1981) indican que el lenguaje es un sistema de comunicación biológico especializado en la transmisión de información significativa e intraindividualmente, a través de signos lingüísticos. La definición de estos autores entrelaza de forma soslayada diversas disciplinas de pensamiento para describir los procesos de transmisión de información lo cual la hace multidisciplinaria.

Según Sapir citado por Hernando (1995) el lenguaje es un método exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberada. De esta definición, se desprende que el lenguaje, como medio de comunicación humana, frente a los medios de comunicación animal (o de cualquier otro tipo), reúne estas propiedades: a) ser un fenómeno exclusivamente humano, b) servirse de la voz como vehículo de transmisión, c) no ser instintivo, d) utilizar un sistema de signos y e) estar articulado a partir de determinadas unidades mínimas.

Debemos destacar el elemento sistema de símbolos citado por Hernando, el cual es atendido en los análisis de la lingüística textual, cuyo objeto de estudio no necesariamente es la palabra o la oración aisladas, sino el texto, considerado la unidad básica de manifestación del lenguaje, dado que los seres humanos se comunican en muchas ocasiones por medio de pasajes y dado que existen fenómenos lingüísticos que solo pueden ser explicados como propios de un texto.

Calabro, Taylor y Kapadia (1996) exponen que dependiendo de cuán complejo o sencillo esté estructurado el lenguaje, tanto verbal como escrito, puede variar significativamente el nivel de pensamiento y entendimiento en el individuo. Esta definición resalta la importancia que tiene para los estudiosos de la comunicación la estructura del lenguaje debido a su posible influencia en la comprensión de la información por parte de un receptor. Aspecto que puede ser determinante en esfuerzos masivos de comunicación pública.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2001) define el lenguaje como estilo y modo de hablar y escribir de cada persona en particular. La Real Academia presenta una definición simple tomando en consideración la comunicación verbal y escrita sin adentrarse en las particularidades lingüísticas que puedan estar inmersas en las personas, sean emisores o receptores.

Como se puede observar existe una gran cantidad de definiciones otorgadas al término lenguaje. Cada una de ellas con sus propias particularidades. No obstante, pese a su disparidad, estas definiciones del lenguaje permiten entrever ciertas regularidades. Una de ellas, quizás la más importante, es que, de un modo u otro, todas las definiciones recogen o dan cuenta de alguno de los siguientes hechos:

• El lenguaje puede interpretarse como un sistema compuesto por unidades (signos lingüísticos).

• La adquisición y uso de un lenguaje por parte de los organismos posibilita en estas formas peculiares (y específicas) de relación y de acción sobre el medio social.

• El lenguaje da lugar a formas concretas de conducta, lo que permite su interpretación o tipo de comportamiento.

Desde la perspectiva de la comunicación social, la diversidad de signos lingüísticos inmersos en una población puede ser una amenaza, al pretender comunicar un mensaje que requiera acciones en el receptor. El desconocimiento de las características lingüísticas que distinguen la población a la cual se pretende dirigir un mensaje, puede tener influencia en el proceso de comunicación por la ausencia de empatía lingüística inmersa en la estructura del lenguaje utilizado.

Teoría sociocultural del lenguaje de Vygotsky

La Teoría del lenguaje de Vygotsky, propone que desde el punto de vista de la comunicación el significado de cada palabra es una generalización o un concepto. Si las generalizaciones y conceptos son innegablemente actos del pensamiento podemos considerar el significado como un fenómeno inherente al pensamiento. Sin embargo, el nexo entre palabra (o significado) y pensamiento no es constante (Vygotsky, 1987; 1977).

Según Vygotsky (1987), esto se debe a que en la evolución histórica del lenguaje los significados de las palabras sufren un proceso de trasformación. Debido a este proceso el significado de las palabras varía. Una variación en la estructura interna del significado de la palabra equivale a un cambio en la relación entre pensamiento y palabra (Siguán, 1987). Los planteamientos de Vygotsky presentan una transformación histórica del lenguaje y a la variación continua que se da en el significado de las palabras. La idea fundamental es que la relación entre palabra y pensamiento no es un hecho, sino un proceso. Un continuo ir y venir del pensamiento a la palabra y de la palabra al pensamiento.

En este proceso de ir y venir la palabra sufre cambios que pueden ser considerados como desarrollo en sentido funcional. Vygotsky (1987) propone que el lenguaje que acompaña la acción cumple distintas funciones. A veces un mero acompañamiento sonoro que subraya y refuerza los puntos culminantes de la actividad. Para Vygotsky las palabras tienen un papel destacado tanto en el desarrollo del pensamiento como en el desarrollo histórico de la conciencia en su totalidad. Vygotsky citado por Santiuste (1990) considera la socialización como la estructura fundamental de la formación lingüística.

Vygotsky (1987) señala en su teoría que las palabras dan forma a ese sistema de signos que llamamos lenguaje, el cual lejos de ser estático y universal, es dinámico, cambiante y flexible. En el lenguaje se permite la codificación y decodificación de significados. Además, puede considerarse como una herramienta de reconstrucción del pensamiento. Precisamente uno de los planteamientos centrales de la obra de este teórico fue presentar la función mediadora del lenguaje como signo en la conducta humana (Siguán, 1987). Los postulados de Vygotsky son interesantes por la importancia que les brindan a las estructuras mentales como parte de la adjudicación de significados a las palabras.

El trabajo de Vygotsky recibió mucha influencia de los postulados de Iván Pavlov sobre el lenguaje como segundo sistema de señales (Ramírez, 1987). Pavlov había señalado que el lenguaje juega un papel importante como mecanismo de abstracción y generalización de señales provenientes del medio externo. Desde esta perspectiva el lenguaje aporta al ser humano una forma peculiar de aprender (Ramírez, 1987).

Más allá de las ideas del aprendizaje asociativo de la Gestalt y de la linealidad mecánica del estímulo-respuesta de los conductistas pavlovianos, Vygotsky lleva su pensamiento hacia una visión constructivista del conocimiento, en la que se advierte una relación dialéctica —no una mera relación causal— entre el entorno histórico y cultural y el individuo. Una relación dialéctica y, por consiguiente, dinámica, que acompaña al ser social durante su existencia, período en el que se depuran los procesos cognitivos. Hay, pues, un espacio para el protagonismo o la autonomía negociadora del individuo con su entorno, para la construcción de su propio conocimiento, de su propia cosmovisión. Pudiéramos decir que es la formación social de la mente, la cual estará enmarcada por las experiencias adquiridas desde la niñez.

En esta fase, el individuo desarrolla aquellos mecanismos mentales que le permiten entender y relacionarse con el ambiente social y cultural según los postulados de Vygotsky. Para que la interacción (ambiente-individuo) se produzca es necesario un proceso de mediación a través de instrumentos de comunicación como la lengua, los símbolos y otras extensiones comunicativas o instrumentos conectivos de una sociedad dada con el individuo que accede a ella. Vygotsky habla de los instrumentos de mediación —el conjunto de las manifestaciones culturales— como herramientas psicológicas armadas mediante los signos, que hacen a la interacción comprensible y asequible.

Rol del significado en la estructura del lenguaje

Tratar de entender el origen y el desarrollo del estudio del significado de las palabras y de las oraciones como expresiones del lenguaje natural es, sin lugar a duda, una tarea ardua. Sin embargo, es meritorio reflexionar sobre las implicaciones que tiene el significado de las palabras en la reconstrucción del pensamiento y en la predisposición de conductas de un receptor.

De acuerdo con Berlo (2000) el lenguaje incluye un sinnúmero de símbolos significantes, pero también algo más. El lenguaje es un sistema que implica tanto los elementos como las estructuras. Como en todo sistema, podemos definir las unidades elementales y estructurales a distintos niveles, según el propósito. A todo nivel, empero, el lenguaje comprende un conjunto de símbolos (vocabulario) y los métodos significativos para combinar esas unidades (sintaxis). Una gramática es la descripción de las características de la estructura del lenguaje. Para que esos símbolos significantes tengan sentido dentro de los postulados de Berlo, es meritorio definir los términos codificación y decodificación, los cuales son necesarios entender como parte de este proceso de introspección teórica.

Moreno (1983, p. 26) define codificación como «trabajo a realizar por el comunicador. Consiste en convertir los conceptos o significados en un conjunto o serie de significantes agrupados de acuerdo con las reglas del código en cuestión. Todo proceso de codificación implica la elección y actualización de ciertas alternativas o posibilidades comunicativas establecidas y definidas ya por el código». Sobre el término descodificación, se entiende por la «operación propia del perceptor, que es precisamente inversa al trabajo del comunicador, pues consiste en convertir los significantes en significados apoyándose en el código» (Moreno, 1983, p. 30). Rodrigo (1995) ha sustituido el término decodificación por el de interpretación debido a la identificación de tres niveles dentro del proceso:

• Acústico-fonemático-silábico.

• Gramático-semántico-estilístico.

• Axiológico.

De acuerdo con Rodrigo (1995), la decodificación no sería una operación sino un conjunto de operaciones de identificación, de interpretación y de valoración. La identificación se producirá en el nivel acústico-fonemático-silábico. La interpretación en el nivel gramático-semántico-estilístico y el asunto de la valoración por su parte se dará en el nivel axiológico. Este enfoque de Rodrigo trastoca los lineamientos que han caracterizado a través de los años los estudios sobre decodificación dentro del proceso de comunicación. Sin embargo, brinda la oportunidad de repensar en los conceptos que autores como Berlo, entre otros, han utilizado para describir el proceso de comunicación.

Mignot (1996) expone que un código puede ser definido como un sistema de señas que establece correspondencias entre un universo del significante y universo del significado. Codificación y decodificación no son únicamente operaciones de traducción de un repertorio a otro, sino procesos de significación. El emisor codifica su mensaje asociándole una señal. La descodificación lograda por el receptor consiste en buscar el sentido que se le quiere transmitir. Las dos operaciones se logran gracias a las correspondencias establecidas por el código entre las divisiones del campo semántico (conjunto de señales pertenecientes a un código) y las del campo noético (conjunto de señales admitidas por el código).

El conocimiento del código permite al receptor identificar el mensaje recibido con una clase de señales, con un significante y atribuirle el significado correspondiente. El significado que se le otorga al lenguaje expresado a través de un símbolo puede variar de un individuo a otro, incluyendo al desarrollador de un texto —que podríamos catalogar como emisor—, el cual tiene la responsabilidad de comunicar un mensaje que pretende acción por parte del receptor. Sin embargo, esa acción estará determinada por los preceptos que rigen al receptor, quien tendrá la potestad finalmente para determinar el curso de acción a seguir.

No debemos olvidar el planteamiento de Vygtoski que indica que el lenguaje es como una herramienta de reconstrucción del pensamiento. Podemos inferir que dicha reconstrucción estará enmarcada por el significado que le otorgamos a los símbolos y que rigen en nuestras vidas desde el nacimiento. El significado de un signo lingüístico puede ser definido, en principio, como la información que, a través de él, se transmite en el acto de comunicación (Hernando, 1995). Dicho acto de comunicación debería estar influenciado por la presencia de los elementos socioculturales inmersos en el emisor y receptor de la información, los cuales, al momento de enviar o recibir un mensaje, utilizarán como marco de referencial los preceptos que han adquirido a través de su desarrollo para otorgar significados a conceptos gramaticales.

Cada palabra puede tener un posible significado para nosotros. La interpretación que le damos a un significado en un momento dado puede que afecte las verdaderas intenciones comunicativas de la estructura gramatical que es puesta ante nuestra consideración. Por tanto, es meritorio exponer las dimensiones del significado utilizadas por Berlo, ya que nos ayudará a entender los elementos intrínsecamente relacionados a los estudios del lenguaje como herramienta de reconstrucción del pensamiento. De acuerdo con Berlo (2000) no se debe olvidar que los significados se encuentran en la gente, ya que cada individuo tiene sus propias concepciones de la definición que se le puede otorgar a un término en un momento dado; no obstante, está indicado que podemos separar ciertas dimensiones del significado.

Entre las dimensiones expuestas por Berlo (2000) se encuentran:

1. Significado denotativo. Actualmente existe entre la gente, pero nosotros podemos abstraerla y generalizar sobre ella para todos los usuarios de un determinado lenguaje. Berlo utiliza como ejemplo el uso de la palabra pelota, la cual denota o se refiere al objeto pelota. Las relaciones entre dichos vocablos y los correspondientes objetos adquieren sentido.

2. Significado estructural. Está basado en una relación entre unos signos y otros. El dominio del significado estructural es la realidad formal, no la realidad física. Entre los significados estructurales Berlo menciona a) la cantidad —singular o plural— y b) persona —primera, segunda o tercera—. En la expresión: «Muchos táranos tienen un ave», el significado formal para la s en la palabra tárano es más de uno y el significado formal para la palabra tienen es, así mismo, más de uno.

3. Significado contextual. Otorgar significado a una palabra particular. Es un medio que ayuda a definir palabras nuevas al receptor, pero que la fuente siente que debe usar en la comunicación de un determinado tema. Un ejemplo que podríamos utilizar para apoyar lo que es un significado contextual sería el término elocuente, el cual puede representar para algunos versado como para otros hablador. Las experiencias sociolingüísticas inmersas en el receptor o emisor determinarán el significado contextual que finalmente se le otorgue a un término.

4. Significado connotativo. Es la relación entre un signo y un objeto, pero involucra a las personas más que otros tipos de significados. Berlo lo define como una relación entre un signo, un objeto y una persona. Está orientado hacia las personas. Cuando utilizamos palabras que son altamente connotativas, debemos poner una atención especial para asegurarnos de que el receptor habrá de significar algo mediante ellas, probablemente lo que nosotros intentamos que signifique. Si el término tiene diversas connotaciones podría causar problemas al receptor al momento de tratar de otorgar un significado al vocablo.

Utilicemos como ejemplo las características lingüísticas de Puerto Rico y la República Dominicana. Ambos países tienen sus elementos diferenciales, en gran parte, por el carácter sociopolítico histórico y prevaleciente en estas islas del Caribe. Dicho aspecto puede tener alguna influencia durante el desarrollo y envío de mensajes que pretenden ser dirigidos a la población general de Puerto Rico. La posible sustitución de significados inmersa en un proceso de decodificación por parte de receptores con culturas heterogéneas (puertorriqueños y dominicanos) y conocimientos diversos podría tener alguna influencia en la comprensión de una estructura lingüística que pretende acciones en la población.

De acuerdo con Belinchón, Riviére e Igoa (1996, p. 188) «los aspectos fundamentales del lenguaje se adquieren en un breve lapso de tres o cuatro años, que se produce en la fase (de los 12-18 meses a la edad escolar) a la que Piaget denomina periodo preparatorio. Durante esa fase, es posible adquirir, con extraordinaria facilidad, cualquier lengua a la que se esté expuesto. Además, se adquiere un vocabulario muy amplio a un ritmo aproximado de una palabra por cada hora que una persona a esa edad se pasa despierto, llegando a adquirir por lo menos, unos 15 000 elementos léxicos».

En Puerto Rico el alto nivel de interferencia del inglés, por su relación con los Estados Unidos, es marcado y se puede inferir que ha impactado en el proceso de desarrollo de significado lingüístico descrito por Belinchón et al., como período preparatorio. Se puede observar un deterioro alarmante en el uso del español que se manifiesta con la gran cantidad de anglicismos y giros gramaticales extranjeros inmersos en el habla y la escritura de los puertorriqueños. Si utilizamos como ejemplo palabras relevantes al tema de la salud podemos encontrar que la historia lingüística de Puerto Rico se ha encargado de otorgar ciertos significados a varias enfermedades como, por ejemplo: monga y gripe (catarro), falfallota (papera), sarango (sarampión), viruela brava (varicela), acartonao (tuberculosis), agilao (pálido), y tísico (tuberculoso), entre otras.

En el caso de la República Dominicana su particularidad lingüística está supeditada por la zona geográfica de referencia. Cabe señalar, que el español dominicano al igual que el castellano latinoamericano presenta fenómenos fonéticos, morfosintácticos y lexicales, que regularmente se presentan en los estudios dialectales hispánicos. Algunas de estas palabras son descritas con otros términos en Puerto Rico. A continuación, algunas de las palabras que son denominadas en Puerto Rico de una forma y en República Dominicana de otra (véase figura 1.8).

Figura 1.8 Denominación de algunas palabras en Puerto Rico y República Dominicana Ríos (2009). Denominación de palabras en Puerto Rico y República Dominicana.



Según Raiter (2003) el significado de una oración no depende exclusivamente de la suma de los significados de los signos/palabras en ella contenidos. El significado depende tanto de las palabras que la componen como del contexto comunicativo. Por ejemplo, en: «La casa es bonita», todo parece indicar que independientemente del contexto, esta oración siempre indicará una relación, entre casa, signo del que es fácil indicar de modo no ambiguo un referente como vivienda, y determinada cualidad de estética de belleza. Esta relación indica que esa propiedad es un atributo del sujeto gramatical.

Raiter utiliza el aspecto contexto comunicativo como ente importante al momento de asignar un significado a las oraciones o palabras. El elemento contexto comunicativo defendido por Raiter va en línea con la exposición que hace David Berlo sobre el significado contextual y su rol en la comprensión de un mensaje. Podemos apreciar cómo ambos autores utilizan el elemento contexto en la formulación de un significado, el cual podría ser catalogado como la esencia del lenguaje. El contexto que finalmente otorgue una persona a algún signo o estructura gramatical podría tener implicaciones en la interpretación que se dé a una estructura lingüística.

Ramírez (1987) ha realizado varios trabajos sobre el lenguaje y su función mediadora en el proceso de pensamiento. Señala que el lenguaje está preñado de conceptos generales que pertenecen al conocimiento y a la experiencia humana. Añade que, así como las herramientas de trabajo cambian históricamente, también los instrumentos del pensamiento varían históricamente. Del mismo modo que nuevas herramientas de trabajo dan lugar a nuevas estructuras sociales, nuevas herramientas de pensamiento dan lugar a nuevas estructuras de pensamiento. Una reformulación en el pensamiento influenciado por el significado que tengamos de lo que nos rodea puede representar un cambio en la visión y expectativas de uno mismo, de su entorno y su futuro.

Los lenguajes o códigos están integrados por dos sistemas paralelos: el de los significantes y el de los significados, entre los cuales se establece una serie de correspondencias reguladas. A todo significante corresponde por lo menos un significado. Se ha discutido mucho sobre si la relación entre significado y significante es arbitraria o no. Saussure ha dominado la teoría de la relación arbitraria entre significante y significado pero enfocado en el signo verbal. Para Saussure (2007, p. 144), «el lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado». De acuerdo con Saussure (2007) la palabra arbitrario necesita una observación. No debe dar la idea de que el significante depende de la libre elección del hablante, implica que es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural.

La importancia de las raíces sociales de los símbolos ha sido destacada por otros expertos interaccionistas como Mead y sus seguidores, los cuales han denominado interaccionismo simbólico a este campo de estudio (Blumer, 1982). La perspectiva de estos investigadores es importante, porque permite comprender para qué se realizan símbolos (y lenguaje) y no solo en qué consisten. De este modo abren una vía de reflexión que es básica para comprender la naturaleza funcional que tiene el propio lenguaje.

Luria (1984) citado por Valery (2000), expone que el lenguaje escrito es el instrumento esencial para los procesos de pensamiento, incluyendo que, por una parte, operaciones conscientes con categorías verbales, permitiendo, y, por otra parte, volver a lo escrito garantiza el control consciente sobre las operaciones que se realizan. Todo esto hace del lenguaje escrito un poderoso instrumento para procesar y elaborar el proceso de pensamiento. Las relaciones semánticas de los símbolos pueden tener algún tipo de influencia en las percepciones de los individuos y en la posible identificación de significados. Dicho asunto ha sido atendido por innumerables autores entre los que se encuentran Saussure (2007), Lozano (2007) y Marín (2001).

Cuando a un solo significante le corresponde un solo significado (como en cenicero, electrón o reloj) la eficacia de la comunicación podría ser considerada como óptima. A esto, los expertos en el estudio del lenguaje le llaman monosemia, ya que se da una relación unívoca entre el significante y el significado (Hernando, 1995). Sin embargo, en las lenguas naturales se producen otros tipos de relaciones como lo es la polisemia donde a un significante puede corresponder a varios conceptos. Este fenómeno favorece la economía del lenguaje, ya que una misma palabra, como cuarto, por ejemplo, puede expresar distintos conceptos. La polisemia, por otro lado, puede producir ambigüedad, como en: «Me esperó con un arco en la mano», donde, en principio, no se sabe si arco se refiere al arma o al instrumento musical, hasta deducirlo por el contexto o la situación.

Se habla de homonimia en los casos en que dos o más palabras distintas tienen el mismo significante. De acuerdo con Hernando (1995) la identidad de la palabra puede ser solo acústica (vasto y basto) o acústica y gráfica (vino: bebida procedente de la uva, y vino, tercera persona del singular del pretérito indefinido del verbo venir). La homonimia es consecuencia de la evolución fonética, ya que los significantes de las palabras llegan, por evolución, a hacerse idénticos. Los significados de palabras homónimas son totalmente dispares, mientras que los significados de un término polisémico guardan siempre una relación más o menos clara entre sí.

Otro de los elementos que debemos atender como parte del análisis de las estructuras semánticas y su impacto en el significante y por consiguiente en el significado es la sinonimia, la cual puede producirse, según los casos, entre palabras (retama e hiniesta), entre palabras y palabras derivadas (pizarra y encerado), entre palabras y palabras compuestas (anís y agua ardiente) o entre palabras y frases: morir o pasar a mejor vida. Se considera que la sinonimia tiene un valor relativo que atañe a uno de los significados de la palabra, pero no a todos.

Por otro lado, tenemos la metonimia, la cual consiste en la transformación del nombre, por contigüidad de significado, del lugar de origen del producto (valdepeñas, campana), del continente al contenido (tomarse una copa, comerse una cazuela de chipirones), del inventor a la cosa inventada (voltio, amperio), de una parte del todo (ha vendido treinta cabezas de vacuno) o de un individuo a la especia (celestina, quijote).

Existen palabras que tienen significados opuestos. El fenómeno recibe el nombre de antonimia, la cual se refiere a los términos de una oposición entre cuyos extremos cabe la existencia de grados intermedios: frío y caliente. Cuando los significados de otras palabras guardan entre sí una relación se le conoce como hiperónimo (fruta es hiperónimo de manzana) mientras que los hipónimos son considerados subordinados o incluidos (violín es hipónimo de instrumento musical).

Reconocer las diferencias entre monosemia, polisemia, homonimia, sinonimia, metonimia, antonimia, hiperónimo e hipónimo, nos permite entender un poco más las relaciones colaterales que pueden estar inmersas en un lenguaje sea verbal o escrito. La idea de que el origen de los símbolos reside en el desarrollo social y comunicativo, y no solo en el de las competencias cognitivas generales, establece una diferencia clara entre esta perspectiva interaccionista y las posiciones mantenidas por Jean Piaget.

De acuerdo con Belinchón et al. (1996) Piaget identifica, en gran parte, las nociones de función simbólica y de representación. Además, tiende a establecer, como criterio esencial de la representación, la capacidad de establecer un mundo objetivo, es decir, de objetos con una consistencia permanente, independientemente de la percepción inmediata y de las versátiles apariencias (y desapariciones) de los estímulos que se brindan a los sentidos. Establece así un requisito importante para el desarrollo de la función simbólica, que es la capacidad de evocar lo ausente. O sea, darle significado a una palabra basado en los esquemas de pensamiento que están presentes en nuestra mente y que han sido configurados desde la niñez como parte del proceso de socialización defendido por Vygotsky.