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Rescher y el cambio
Rescher (1985) rescata la tradición de Hegel para explicar el cambio a través de un proceso dialéctico, aun cuando difiere en su noción de la historia como sucesión de sistemas, ya que considera, siguiendo a Dilthey, que el cambio en la historia se suscita por un “paralelismo progresivo de sistemas en conflicto” (Rescher, 1985, p. 131), lo que no permite que sean eliminadas en ese proceso de competencia las teorías perdedoras; como dice Popper, “mueren en lugar de nosotros”. No tiene cabida en ese proceso de competencia filosófica ningún acuerdo: “Lo que tenemos en filosofía no es la evolución del consenso, sino la controversia continua. La lucha entre idealistas y realistas, deterministas y defensores del libre albedrío, escépticos y cognoscitivistas, deontologistas y consecuencialistas, y así sucesivamente, todas representan ramificaciones de un río que fluye sin cesar” (Rescher, 1985, p. 131). Si para explicar el cambio científico llevamos la noción de competencia al plano de la ciencia, veremos que prevalecen tanto los consensos como los disensos, y ambos forman parte de un proceso de cooperación-competencia.
No obstante, para Rescher la innovación científica, al igual que la innovación filosófica, se presenta “como un refinamiento progresivo de doctrinas preexistentes, un desarrollo en cuyo curso doctrinas divergentes cada vez más sofisticadas surgen de las discordias fundamentales de programas viejos, establecidos. Está marcada por la persistencia del conflicto entre las escuelas, una rivalidad progresiva de los sistemas” (Rescher, 1985, p. 131). La innovación en la ciencia también es un proceso que surge como consecuencia de la competencia entre tradiciones o paradigmas, y especialmente de una de las formas más depuradas de la crítica, la controversia científica, que no es otra cosa sino una expresión de la competencia entre dos científicos en pleno ejercicio argumentativo.
Según Rescher, el refinamiento conceptual, la sofisticación, o innovación diría Dascal, ocurre a través de un proceso dialéctico:
Las respuestas que damos a las preguntas filosóficas son siempre burdas y aproximadas. Nuestras soluciones a los problemas filosóficos engendran nuevos problemas. Siempre están abiertas a desafíos que requieren elaboraciones y refinamientos adicionales. En filosofía siempre estamos impelidos hacia una sofisticación mayor; nuestras distinciones para resolver problemas siempre acarrean distinciones ulteriores. No hay un párrafo de ningún texto filosófico sobre el que un pensador sagaz no pueda escribir un volumen de críticas sólidas (Rescher, 1985, pp. 119-121).
Veamos cómo expresa Rescher la dialéctica del cambio:
Figura 1
El ciclo dialéctico de la investigación filosófica
(Rescher, 1985, p. 119)

En la figura 1, Rescher considera que a toda posición teórica o tesis (T1) se le antepone una crítica (C), que señala la inconsistencia teórica de la T1, lo cual obliga a dicha tesis a modificarse o ser modificada, con lo que se remplaza dicha posición dando pie a la T1*.
La dialéctica de la innovación filosófica se produce de la siguiente manera:
Figura 2
Dialéctica de los problemas de la filosofía
(Rescher, 1985, p. 121)

En esta figura, el proceso dialéctico parte de un problema filosófico: la inconsistencia aporética; al ser resuelto se presenta como reto para el surgimiento de nuevas formas de solución, nuevos retos y dificultades y, posteriormente, nuevas respuestas, que en su desarrollo posterior se encontrarán con nuevas inconsistencias, con lo que se genera la innovación científica. A un ciclo aporético sigue otro; por ley dialéctica todo sistema está en constante perfeccionamiento, por lo que no hay nada definitivo ni absoluto. “En nuestro trato con los grupos aporético y las antinomias en la filosofía, la consistencia, una vez establecida, no se sostendrá para siempre. Pues al resolver nuestros problemas siempre empezamos con las soluciones viables más simples. Pero la dificultad invariablemente acecha en cada esquina” (Rescher, 1985, p. 121).
La dialéctica de la competencia teórica
Desde nuestro punto de vista, la dinámica de la competencia científica se da así, simplificando: la competencia se da entre tradiciones y entre teorías aun dentro de la misma tradición, así T1 compite con T2 y con T3, de la misma manera que T1 y T3 están en competencia, una de las tres será la triunfadora (Tx), que a su vez competirá con otras teorías que surjan posteriormente, de las cuales una de tantas será la ganadora. De esta manera, las teorías perdedoras serán eliminadas, pero algunas teorías perdedoras no desapareceran del todo, pueden ser archivadas, como diría Lakatos, para posteriormente ser reformuladas y refinadas o formar teorías híbridas y reaparecer nuevamente en la contienda.
El refinamiento teórico conceptual, a través de la competencia entre tradiciones y teorías, es constante, siempre hay pérdidas y ganancias; aun las teorías perdedoras contribuyen al progreso conceptual (Kitcher, 1993). El progreso podría ser evolutivo o revolucionario: el cambio evolutivo se produce dentro de una misma tradición o teoría; el revolucionario es un cambio de tradición, es menos frecuente, aparecen nuevos esquemas para enfocar la realidad.
La crítica de la dialéctica
Karl Popper, en su artículo “¿Qué es la dialéctica?”, publicado en 1963, hace señalamientos críticos hacia la dialéctica, que es importante considerar:
a) La dialéctica y las contradicciones. La dialéctica se enfrenta a un dilema; si bien las contradicciones son fructíferas, fértiles y fecundas para el progreso, ninguna ciencia puede aceptar las contradicciones, pues echan por la borda toda fecundidad. La labor de la crítica es señalar las contradicciones y la de la ciencia no admitirlas, ya que “una teoría que contiene una contradicción es por consiguiente totalmente inútil como teoría” (Popper, 1963, p. 383). La tarea de la crítica consiste en señalar contradicciones, es la antítesis ante la tesis en la teoría criticada, entre una teoría y otra o entre la teoría y ciertos hechos; es la fuerza motriz del desarrollo intelectual: “Sin contradicciones, sin crítica, no habría motivos racionales para cambiar nuestras teorías: no habría progreso intelectual” (Popper, 1963, p. 379). Este autor acepta que la dialéctica está en lo correcto cuando señala que la crítica es la fuerza progresiva, pero rechaza que las contradicciones sean inevitables y simplemente haya que vivir con ellas, ya que se propiciaría el estancamiento de la ciencia. La importancia de la crítica y de la competencia teórica está en la eliminación de las teorías; en eso consiste su fuerza progresiva. No obstante, ninguna teoría está libre de contradicciones, señala Popper, ni siquiera la teoría de Newton, como el perihelio de Mercurio (Lakatos, 1970).
b) La vaguedad de la dialéctica es otro peligro que nos permite forzar una interpretación de todo desarrollo, incluso hasta de cosas contradictorias. Lo mismo sirve para explicar el desarrollo de la sociedad, la naturaleza y las matemáticas; se habla de leyes para explicar el todo. El ejemplo lo tenemos en las matemáticas, en la llamada síntesis superior de Engels: “La ley de la síntesis superior es usada comúnmente en las matemáticas. El número negativo (-a) multiplicado por sí mismo se convierte en a2, es decir, la negación de la negación ha logrado una nueva síntesis” (Popper, 1963, p. 387). Ante esto, Popper se pregunta por qué habría de multiplicar -a por sí misma, pues si multiplicara -(-a) el resultado sería: a, lo cual es una síntesis superior. De la misma manera, si se suma la tesis con la antítesis el resultado sería: 0. Todo lo anterior “muestra la extrema arbitrariedad con que se aplican las vagas ideas de la dialéctica” (Popper, 1963, p. 388).
c) Lo engañoso de las interpretaciones de la dialéctica de Hegel. Para Hegel la lucha entre el racionalismo (cartesiano) y el empirismo (británico) se resuelve con la síntesis kantiana. Kant trató de presentar su obra Crítica de la razón pura como una síntesis de ambas posturas, pero según Popper esa propuesta no es más que “una forma modificada de empirismo”, cuya pretensión fue refutar al racionalismo puro. No es una síntesis de la lucha entre este último y el empirismo.
d) Las inconsistencias de la dialéctica de Hegel son el dogmatismo reforzado, la incorporación de la dialéctica a la lógica y el panlogismo de Hegel, temas en los cuales no abundaremos.
No obstante, Popper considera que la dialéctica es una descripción bastante adecuada de ciertos pasos de la historia y de algunos desarrollos de movimientos sociales de ideas y teorías, pero que el método de ensayo y error puede sustituir dicha descripción dialéctica, ya que la crítica se puede interpretar como la antítesis dirigida hacia la tesis y, además, “la competencia de teorías lleva a la adopción de nuevas teorías sólo si se dispone de suficientes teorías para someter a ensayo (Popper, 1963, p. 377). En el ensayo y el error, Popper expresa la relación de una idea con su crítica, no la lucha entre una tesis y su antítesis, cuya consecuencia es la síntesis. Sugiere en todo caso la expresión de que la contraposición entre una tesis y su antítesis conduce a la eliminación de una u otra. Esto es, un modelo de competencia que produce nuevas teorías sólo si se cuenta con suficientes teorías para el ensayo.
Destaca la importancia que Popper atribuye tanto al ensayo y error como a su interpretación de la dialéctica como modelo de competencia entre teorías, cuyo parteaguas para la supervivencia de la teoría es la crítica, pero también se subraya que él no considera que la crítica nos permita la reformulación de una teoría en competencia, lo cual nos lleve al refinamiento de las teorías; la función de ésta se reduce a la eliminación de teorías por medio de la falsación. En ese sentido, tanto Dascal como Rescher nos dan las pautas para considerar el papel de la crítica en un modelo de competencia teórica, en la evolución conceptual de la ciencia.
LOS MODELOS DEL CAMBIO CIENTÍFICO
El positivismo lógico y el progreso acumulativo
Aunque el positivismo lógico no es una postura homogénea, y más bien el término tiene que ver con quienes se agruparon alrededor del Círculo de Viena, enriquecida al principio con las contribuciones del Círculo de Frankfort y del primer Wittgenstein, el del Tractatus, es una escuela que fue cambiando hasta adoptar su forma más acabada con las contribuciones de Carnap-Hempel (Suppe, 1974). Se caracteriza por su confianza en “las técnicas de la lógica matemática para formular y tratar sus problemas” (Shapere, 1966, p. 59), por su rechazo a la metafísica y su énfasis en la verificación de los enunciados teóricos a través de reglas de correspondencia con los hechos, así como por su noción del progreso acumulativo. Esa última noción se expresa, según Suppe (1974), en tres formas:
a) Aunque la teoría haya sido ampliamente aceptada, por haber sido confirmada, su grado de confirmación será aminorado debido a que los adelantos tecnológicos mostrarán sus límites predictivos.
b) En tanto que la teoría continúe siendo confirmada, ampliará su campo hasta abarcar un número mayor de sistemas y fenómenos.
c) Las teorías dispares, con alto grado de confirmación, se incluirán en otras teorías más amplias.
En síntesis: “La ciencia es, pues, una empresa acumulativa de extensión y enriquecimiento de viejos logros con otros nuevos; las viejas teorías no se rechazan o abandonan una vez que se han aceptado; más bien lo que hacen es ceder su sitio a otras más amplias a las que se reducen” (Suppe, 1974, p. 77). El desarrollo posterior de la filosofía de la ciencia se caracterizó por el cuestionamiento y la refutación del programa del positivismo lógico, sin que hubiese una clara alternativa que lo sustituyera, no obstante que la noción de progreso acumulativo pasó a segundo plano.
Popper y el progreso evolutivo
Popper (1958, 1959, 1981, 1994) es otro autor de no menor importancia en la búsqueda de las bases teóricas de la controversia científica, pese a su limitada noción del papel de la crítica, ya que la reduce a un plano cuasi algorítmico (Dascal, 1997). Conviene distinguir de sus ideas la demarcación entre ciencia y metafísica y la idea de que el método de las ciencias naturales y las sociales es el mismo, ideas que, por cierto, bien pueden ser vistas como reservorios del ideal positivista. No obstante, en lo referente al desarrollo del conocimiento, Popper resulta relevante por lo siguiente:
1. Presupone la teoría de la evolución como el sustento teórico que explica el origen de la discusión racional.
2. Considera que, desde el punto de vista del evolucionismo, en la naturaleza se elimina al miembro que comete errores, pero el hombre “ha alcanzado la posibilidad de ser crítico de sus propios ensayos tentativos, de sus propias teorías” (Popper, 1994, p. 76), y así evita ser eliminado por las exigencias del medio.
3. Destaca la importancia de las luchas interculturales en el desarrollo del conocimiento, el papel de las polémicas diría Dascal (1995), las cuales se expresan en las controversias científicas.
Popper parte de una idea evolucionista para explicar tanto el comportamiento animal como el humano. La similitud consiste en que ambos actúan por ensayo y error; la diferencia básica es que los ensayos erróneos en los animales se pagan con la vida, en tanto el ser humano rectifica sus errores por medio de la retroalimentación y la reflexión, arribando con ello a un mejor nivel de conocimiento, incluyendo, por supuesto, el científico. Explica la importancia del conflicto en el descubrimiento científico, el cual, contrariamente a la concepción heredada, es no acumulativo; por tal motivo —afirma— es necesario derrotar a la teoría que le precede. Dice al respecto: “En primer lugar, para que una teoría nueva constituya un descubrimiento o un paso adelante, es menester que entre en conflicto con “En primer lugar, para que una teoría nueva constituya un descubrimiento o un paso adelante, es menester que entre en conflicto con su predecesora […]; significa que debe contradecir a su predecesora: debe derrocarla” (Popper, 1994, p. 24). La crítica tiene un papel central en la supervivencia humana, ya que permite la corrección del error y así “podemos librarnos de una teoría que no se adapta, antes de que su adopción nos convierta en inadaptados para sobrevivir. Mediante la crítica de nuestras teorías podemos dejarlas morir en nuestro lugar” (Popper, 1994, p. 24).
Desde el punto de vista evolutivo de Popper, la ciencia progresa con fines de adaptación al medio, sea para invadir nuevos nichos ambientales o para inventar otros. Existen tres tipos de adaptación: la genética, el aprendizaje conductista y el descubrimiento científico, aunque en lo fundamental el mecanismo de adaptación es el mismo. Los tipos de adaptación se explican por el proceso adaptativo, entendido como una estructura heredada “por pruebas tentativas que están sujetas a la natural selección o la eliminación del error” (Popper, 1981, p. 160). Pero las interpretaciones sobre los tipos de adaptación no están exentas de diferencias; una de ellas es central entre la postura genética y la conductista. La primera postula que las mutaciones genéticas no sólo son aleatorias, sino completamente a ciegas. Los conductistas, en cambio, consideran que son más o menos aleatorias, pero no son completamente a ciegas, ya que son dirigidas a un objetivo, y de ellas se aprende y se aprovechan los resultados, a la vez que se evita el comportamiento que puede conducir al fracaso.
Además, la adaptación, según el concepto conductista, es un proceso sumamente activo, aunque dicho aprendizaje o insigth pueda ser erróneo, de ahí que tenga el carácter de conjetura o hipótesis y deba ponerse a prueba; así que los animales y el hombre requieren “emplear el método de pruebas y eliminación del error” (Popper, 1981, p. 163). Por ello, las teorías científicas al formularse lingüísticamente, se vuelven objetos de sí mismo, objetos abiertos a la investigación y a la crítica. El descubrimiento científico depende del lenguaje, un juego abierto y susceptible a la crítica, que además nos permite entrar al terreno de la creatividad.
El método crítico se explica por el choque de culturas: “La tradición crítica se fundó con la adopción del método según el cual se criticaba un relato o explicación heredada y luego se procedía a crear un nuevo relato imaginario mejor que el anterior, el cual se sometía a su vez a la crítica. Sugiero que éste es el método de la ciencia” (Popper, 1994, p. 54).
Para Popper, la búsqueda de la “verdad” y la competencia son procesos distintos, aunque relacionados. El intercambio de ideas y los proyectos comunes son la parte amistosa entre los científicos en la búsqueda de la verdad; la parte hostil comienza cuando se inicia la competencia por no ser eliminados teóricamente, ya que, como dice Popper, “los científicos no mueren”, pero sí pagan el precio de la marginación.
Más aún, el progreso científico está directamente relacionado con la competencia científica, en lo que no podríamos estar más de acuerdo con su postura. “Nuestras creencias son reemplazadas por teorías en competencia recíproca, por conjeturas rivales. Y a través de la discusión crítica de esas teoría podemos progresar” (Popper, 1994, p. 64). Considera que el lenguaje desempeña un papel primordial para estimular la “imaginación creadora”, por lo que el mito, la imaginación poética y el descubrimiento científico tienen funciones heurísticas, pero el desarrollo de la imaginación hace necesario el control y la participación de la crítica interpersonal, explicadas por la cooperación hostil-amistosa de los científicos, “que parcialmente se basa en la competencia y parcialmente en la meta común de acercarse a la verdad” (Popper, 1981, p. 167), cuyas repercusiones se expresan en el descubrimiento científico.
En una clara analogía de la competencia teórica con la supervivencia de los más aptos de Darwin, Popper dice que la crítica evita que nos volvamos ineptos: “Criticando nuestras teorías podemos dejar que las teorías mueran en lugar de nosotros” (Popper, 1981, p. 166). El papel de la crítica se explica porque dicho conocimiento sólo se alcanza como conocimiento público; la comunidad científica juega el papel de árbitro para otorgar legitimidad a quien lo amerite. La crítica es un procedimiento de refinamiento conceptual, por lo que la competencia entre científicos es un acto deliberado de eliminación de teorías, compiten por alcanzar la verdad y legitimidad ante la comunidad científica en forma semejante, análoga, a la función biológica de la supervivencia de los más aptos, pero con carácter social. Se trata de la lucha por la supervivencia teórica entre los científicos, cuyas “garras y uñas” son la crítica (Laudan, 1977).
Popper entiende el papel revolucionario del cambio puesto que en este proceso queda implícita la competencia: “Para que una nueva teoría constituya un descubrimiento o un paso adelante, debe entrar en conflicto con su predecesora, es decir, debe conducir al menos a algunos resultados conflictivos. Pero esto, desde un punto de vista lógico, significa que debe contradecir a su predecesora: debe derrocarla. En ese sentido, el progreso en la ciencia —o al menos el gran progreso— siempre es revolucionario” (Popper, 1981, p. 178). De acuerdo con Popper, la competencia es un proceso constante en la lucha por la supervivencia teórica: se lucha al mismo tiempo para no ser eliminado y para derrocar teorías incapaces de resistir el proceso de crítica, de ser falsadas. El progreso científico se da como consecuencia del descarte de teorías y el triunfo de las teorías con temple, resistentes a la refutación.
Éste es el plano de la crítica que reconoce Kuhn, aunque la reduce a la ciencia extraordinaria, donde el intento por derrocar al paradigma en competencia hace explícito el papel de la crítica. Pero la función de la crítica, como reconoce Popper, se expresa en la historia de la ciencia formando parte del progreso científico, por lo que se suscita una revolución permanente; como consecuencia, la racionalidad se identifica con la decibilidad de “si una teoría es mejor o no que su predecesora” (Popper, 1981, p. 181). El cambio científico normalmente es evolutivo y progresivo y, al mismo tiempo, el gran cambio es revolucionario.
Popper sugiere que los cambios científicos son evolutivos, como sucede en el mundo vivo y son explicados por la selección “natural”, pero hay una diferencia sustantiva entre la naturaleza y el progreso científico: existen obstáculos ideológicos, como el de la intolerancia ideológica y la religiosa como los procesos realizados contra Giordano Bruno y Galileo. Las revoluciones científicas están sujetas a normas racionales, pero las ideologías excepcionalmente son de carácter racional.
Popper considera que entre los obstáculos económicos e ideológicos contra el progreso científico son más apremiantes los últimos, entre los que destacan, como se dijo, la intolerancia ideológica y la religiosa, que siempre va acompañada por dosis de dogmatismo y por falta de imaginación; no obstante, una pequeña dosis de dogmatismo en la ciencia siempre es necesaria, ya que “sin una seria lucha por la supervivencia en que las antiguas teorías se defienden tenazmente, ninguna de las teorías en competencia podrá mostrar su temple; es decir, su poder explicativo y su contenido de verdad” (Popper, 1981, p. 187). Lucha de la supervivencia por demostrar qué teoría pasa la prueba de la competencia teórica, filtro necesario para validar el conocimiento.
Recapitulando, el problema que encuentro en Popper es que reduce el papel de la crítica, aunque es fundamental en su idea del progreso científico: “Hablaré ahora del progreso en la ciencia. Enfocaré este tema desde un punto de vista biológico o evolucionista” (Popper, 1981, p. 155), donde la supervivencia es de carácter darwiniano y una teoría elimina a otra por su supervivencia; con él no se entiende el conocimiento como proceso público, social, donde aquél es sometido a la prueba de la crítica, y el científico alcanza la legitimidad, el reconocimiento de sus pares, de la comunidad científica, por sus contribuciones a la búsqueda común de la verdad, que es la coronación a su esfuerzo, y lo logra eliminando teorías, mostrando sus insuficiencias conceptuales o empíricas.
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