Kitabı oku: «Origen de la defensa personal», sayfa 6

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En el libro Secretos de los Samurái se recoge de este modo: «...el descubrimiento de que las disciplinas de introspección usadas para lograr la centralización en el hara4 parecían coordinar los diversos factores de la personalidad del hombre de un modo que desbloqueaba la fuente de una extraña forma de energía...», «...el bushi5...», «había desarrollado también una plataforma interior estable de control mental a partir del cual actuar o reaccionar según las circunstancias del encuentro».

«Los sensei6 más destacados, en efecto, enseñaban que ningún método, cualquiera que fuese su mérito aparente, tenía ningún valor real a menos que ayudase a desarrollar el carácter del hombre de un modo que le convirtiese en maestro de su arma y así en verdaderamente poderoso en su uso».

Las artes marciales modernas también abarcan el ámbito deportivo expresado mediante las competiciones. Algunas de ellas le han otorgado tamaña prioridad a este campo que han dejado de ser arte marcial para convertirse en un deporte. Así pues y para concluir, las artes marciales ofrecen técnicas de combate y defensa, conocimiento cultural, disciplinario y emocional, meditación, preparación física y competición.

Deportes de contacto

Se trata de una disciplina enfocada netamente al ámbito deportivo, por lo tanto, su objetivo es conseguir éxitos en este campo.

Dado la evolución del profesorado en esta materia es evidente que la enseñanza de unos determinados valores educativos se halla presente, así como cierta disciplina, muy válida, pero diferente a la de las artes marciales. Aquí se trazan estrategias mentales para conseguir logros individuales y colectivos cuyos objetivos están más alejados de la vía espiritual y del desarrollo interior de la persona. No obstante, dado que se utiliza la psicología y pedagogía deportiva, la mejora del individuo se hace patente. Existen características idénticas en ambas prácticas cuando hablamos del carácter socializador que poseen así como la mejora física y psíquica de la persona. Enseñan técnicas de combate que se circunscriben única y exclusivamente a unas normas y a un escenario deportivo.

Federaciones y asociaciones deportivas

Se trata de entidades privadas sin ánimo de lucro y, sin entrar en mucho detalle, cabría diferenciar su cometido, estando las federaciones más enfocadas a la competición y no así las asociaciones. Las federaciones también pueden aglutinar varias asociaciones. Aunque me he centrado en las deportivas, sería necesario nombrar también las asociaciones de carácter cultural. En resumidas cuentas, son un medio para desarrollar una determinada actividad y, hoy por hoy, los sistemas de lucha han de estar federados o asociados para poder funcionar legalmente.

Defensa personal

Existen muy pocas modalidades que se dediquen de forma exclusiva a la defensa personal, aunque, si nos atenemos a la información comercial que existe en el mercado, puede que nos parezca todo lo contrario. Cualquier gimnasio o centro deportivo anuncia defensa personal. Es un reclamo. Ahora bien, una vez pasas y te informas, te das cuenta de que puede ser cualquier estilo de artes marciales o incluso deportes de contacto donde te aseguran que puede servirte para autodefensa.

Entonces, ¿cómo lo diferencio?

Para empezar, no existe una varita mágica como la que aparece en ciertos cuentos tradicionales, o un intrincado modelo matemático que te ayude a identificar que es una cosa y cuál es la otra. Como he explicado anteriormente, existe tal hibridación de modelos, así como que no tenemos un referente real de lo que es la defensa personal, que sería muy poco ético y sensato por mi parte el aseverar aquí y ahora cuál es la forma de diferenciarlos. Si partimos de la base de que todos los sistemas tienen algo de todos, nos va a costar mucho poner barreras o fronteras entre disciplinas. Si nos enfocamos en el objetivo del que ya hemos hablado, y teniendo en cuenta este propio y el del sistema de lucha, podremos orientar mejor nuestra búsqueda. Así pues, por descarte, todo lo que esté destinado a la competición pura y dura, o sin ser su objetivo prioritario la incorpore como parte de la actividad, saldrá de nuestro punto de mira. Y todo aquello que presente un cierto vestuario aderezado con un cinturón de color, que incluya parte cultural y tradicional, también, aunque a veces cueste más de diferenciar, estará fuera de nuestro objetivo.

Soy consciente de que puedo haber aportado una estrategia muy genérica y hasta se puede considerar somera para aquella persona que no tenga conocimientos previos en este ámbito. Pero cabe entender que, al no existir la defensa personal como tal, con su propia «naturaleza» y «logotipo», se hace bastante complicado el tratar de hacer comprensible una temática sin el peligro de caer en opiniones y recomendaciones personales. No obstante, la experiencia y el conocimiento adquirido me brindan la oportunidad de, al menos, señalar una serie de cualidades que son totalmente necesarias para que la actividad que queremos realizar pueda denominarse defensa personal. Las he incluido en lo que he denominado «fundamentos básicos».

3.ª PARTE

FUNDAMENTOS BÁSICOS

PILARES BÁSICOS. PARTE MENTAL.

«Nunca moriría por mis creencias, porque podría estar equivocado». Bertrand Rusell.

No entiendo la defensa personal como algo aislado. La concibo como un ente multidisciplinar. Recuerdo perfectamente que, cuando los instructores estuvimos planteando un nombre para el método que habíamos creado se nos hizo un mundo, no solo por encontrar el apropiado y que no lo estuvieran ya utilizando. Fue más bien el significado, que ese nombre representara lo que queríamos transmitir y, claro, tras muchos debates llegamos a la conclusión que no se trataba de defensa personal. Hablamos de tantos aspectos, factores, disciplinas que en su conjunto se encaminaban a proteger a la persona, que nos adentramos en el camino de la supervivencia y, para nuestra sorpresa, la defensa personal no era el todo, más bien formaba parte de él, como otra actividad necesaria.

¿Existe diferencia entre supervivencia y defensa personal? Sinceramente, y tras una larga y meditada reflexión, siento que no se trata de una cuestión semántica. Acudir únicamente a diferenciar su significado sería una decisión muy pobre y dejaría bastantes vacíos que aclarar. Pienso que se trata más bien de tradición. La forma en la que nos lo han transmitido, lo que nos han querido mostrar y finalmente lo que se encuentra a nivel de mercado.

Si tomamos como cierto el origen biológico de la defensa personal, creo que es mucho más sencillo de explicar y de entender. Teniendo en cuenta este origen, sabemos que estamos programados para sobrevivir y, en determinadas situaciones, hemos de utilizar nuestro cuerpo como arma para conseguirlo. Así pues, esa defensa de la persona utilizando su propio cuerpo o los objetos de los que se valga estaría encaminada a la supervivencia, pero esa supervivencia no es tan limitada como nos la han «vendido». No se puede circunscribir a unos determinados movimientos o técnicas. La supervivencia requiere parte mental, parte física y parte táctica o estratégica, no exclusivamente la parte técnica. De hecho, lo óptimo y lo que se persigue con las enseñanzas es no tener que llegar a la parte técnica porque, como le digo al alumnado «si hemos tenido que utilizar la técnica, es que todo lo demás ha fallado».

Pero claro, si volvemos, de nuevo, a pisar tierra firme nos encontramos con que las enseñanzas que aterrizaron en este país estuvieron condicionadas por determinadas elecciones, siendo las más místicas y menos agresivas las que encontraron antes las puertas abiertas. Lo asombroso de esta novedad se centraba en la técnica y en el control de la energía interna. Supongo que alguien vio un filón y se pasó a comercializar como defensa personal, pero entrenando prácticamente técnica, técnica y solo técnica además de una evidente parte física y algo de meditación. Y mucho me temo que trabajar solo la técnica es como si un caballo cabalgara con una única pata, pero esa era la realidad, ya fuera en combate, en katas como en el aprendizaje de los movimientos o patrones de golpeo y defensa, la técnica era lo preferente. Así pues, la dinámica de entrenamiento, la información que se impartía y la que llegaba a través de las películas, quedó grabada en la retina de cualquier persona.

Se nos presentaba una complicación muy real a la hora de darnos a conocer. Pues si hubiéramos optado por dar clases de supervivencia, que habrían englobado todo lo expuesto en el párrafo anterior, no habríamos llegado a nadie, pero si nos decantábamos por presentarnos como defensa personal, todo el mundo sabría lo que ofrecíamos, o al menos, creerían saberlo. Desde ese prisma comercial decidimos darnos a conocer en una materia ya conocida, aunque el subconsciente no nos permitía desviarnos y el nombre finalmente contuvo la palabra survival, en inglés, «supervivencia». Tras valorar nuestras experiencias personales y, sobre todo, laborales, así como los conocimientos adquiridos tras muchos años de práctica, investigación y aprendizaje, entendimos que las áreas o pilares fundamentales sobre los que descansaba la supervivencia (lo que representa una defensa personal real) eran los siguientes:

Parte mental

Es la parte donde se hace hincapié en la persona, tratada y valorada como ser individual. Se centra en el autoconocimiento y en la gestión de las emociones, lo que supone mayor bienestar y autocontrol. Trata de recuperar valores perdidos y recordar aquellos que están presentes como el respeto y la disciplina. Como máxima se inculca la necesidad de no crear o atraer ese tipo de situaciones de peligro, prevenirlas, y huir, si se han creado, siempre que exista la posibilidad de hacerlo.

Podría enumerar cada una de las emociones, profundizar en su gestión y control, las percepciones, las acciones, pero entiendo que ya existen muchísimas publicaciones que lo trabajan de forma exquisita. Creo que, sin abandonar la senda de la defensa personal, es más interesante entender como nos puede ayudar nuestra salud mental en este cometido. Según el catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado, «la mente es un conjunto de funciones o procesos que ocurren en el cerebro, como sentir, percibir el mundo y nuestro propio cuerpo, sentir emociones, aprender, recordar...», «...recordamos mejor aquello que nos emociona debido a que las emociones influyen en la memoria, y esta determina buena parte de nuestros sentimientos, de igual forma lo hacen las percepciones...». «La mente se nutre de la herencia biológica y del medio ambiente y de la continua interacción entre ambos. Los procesos mentales ocurren tanto de forma consciente como inconsciente, siendo la consciencia un estado de la mente que nos permite darnos cuenta de las cosas que pasan en ella, aunque no todas. La consciencia nos permite ver, recordar o sentir miedo. A diferencia de la atención que es más analítica, la consciencia resume la información que vamos recibiendo, nos permite controlar nuestros pensamientos y nuestra conducta permitiéndonos interpretar el mundo y responder a él. Gracias a la consciencia adquirimos nuevas habilidades, corregimos errores perceptivos y conductuales, tomamos decisiones, simulamos amenazas potenciales…».

Romilla Ready y Kate Burton, en su libro PNL (programación neurolinguística) para dummies, hablan del mapa y el territorio. «Percibimos el mundo a través de los sentidos, es decir el territorio, pero después tomamos esa información y hacemos una representación dentro de nuestro cerebro, el mapa. Ese mapa interno se moldea en base a percepciones, recuerdos, enseñanzas... por lo tanto, es distinto para cualquier persona e incluso a lo que percibimos del exterior del cerebro. Estos sentidos nos bombardean con dos mil millones de bits de información por segundo, ¡es una locura!, no se le puede prestar atención a todo por lo que precisamos de algún tipo de filtro. Ese filtro es distinto para cada persona y se ha sintonizado de acuerdo a sus valores, creencias, recuerdos, decisiones, experiencias, por lo que prestará más atención a una determinada información, siendo la que atiende nuestra mente consciente, entre cinco y nueve fragmentos de información en un instante». Es interesante comprender cómo funciona este mapa interno. Imaginemos dos personas distintas que han paseado por el mismo camino. Es posible que una haya disfrutado de los árboles y la otra solo haya visto vehículos estacionados. Reaccionamos a los estímulos exteriores de acuerdo a nuestro mapa interno, al mundo que hemos creado en nuestro interior y en relación a la defensa personal es tan significativo, que la calle puede suponer una jungla o un camino de rosas.

De todos los filtros que podríamos nombrar, voy a centrarme en uno que, según las autoras, habría que tenerle miedo. Las creencias. Cuidado en lo que se cree, porque se puede convertir en realidad. Por creencias mueren personas y, aunque hablamos de posturas extremistas, no por ello dejan de ser menos reales. Las creencias pueden funcionar en nuestro beneficio si son «positivas» o perjudicarnos terriblemente si son «negativas». Una cualidad de las creencias es que, además de afectarnos las generadas en base a nuestras experiencias, es decir, las propias, también pueden afectarnos igualmente las de los demás. Imaginemos que una profesora un día nos dijo que no servíamos para ballet. Posiblemente, y salvo que nuestros padres buscaran otra profesora distinta para obtener otra opinión, nunca más volvimos a hacer ballet. Pero, en cambio, si piensas que eres bueno en algo, desarrollarás la creencia de que lo eres y lo potenciarás al máximo, consiguiendo, posiblemente, alcanzar tus metas. No perdamos el respeto que merecen las creencias porque van a marcar nuestra vida, y nos guste o no, no son fruto del azar. Tenemos la posibilidad de controlarlas e incluso cambiarlas, pero para ello hay que realizar un examen interno, sensato y concienzudo para poder identificarlas.

A continuación, y bajo el prisma de la defensa personal, vamos a leer dos relatos reales en los que las creencias particulares de cada protagonista determinaron su resultado final.

1) Juan Cadenas, expolicía local

Plasmo a continuación el testimonio real de Juan Cadenas, una de las muchas entrevistas que, por desgracia, concedió, y digo desgracia porque no fue para celebrar algo bueno. También existen vídeos en internet, que impactan más, si cabe, cuando se le ve y se le escucha.

«La historia de Juan Cadenas tuvo un antes y un después el sábado 17 de enero de 2015. La noche de ese día estaba de servicio como Policía Local de Puerto Serrano (Cádiz). Ese día detuvo a Jorge, un miembro de la familia Venegas, conocida en el pueblo como el clan de Los Cachimba, familia que acumulaba numerosos antecedentes delictivos: robos violentos, hurtos, riñas, atentados contra la autoridad, tenencia y consumo de drogas, malos tratos... Jorge Venegas conducía un Golf de manera temeraria por las calles del pueblo e incluso había estado haciendo trompos. Y se saltó el alto policial donde estaba Juan. “Yo podría haber mirado hacia otro lado cuando vi la matrícula, y ya está. Pero no lo hice”.

Al policía local Juan Cadenas le debían ocho nóminas, pero estaba de servicio, vio lo que ocurría, miró la matrícula e inició la persecución. Una vez detenido, Jorge fue trasladado a la jefatura de la Policía Local de Puerto Serrano a la espera de la llegada de la Guardia Civil. Pero esta no llegó a tiempo. Otros tres miembros del clan de Los Cachimba reventaron la puerta de las dependencias policiales para liberar a Jorge. Entraron Pepe y su hijo. Poco después, entró Pedro. Fue un asalto tremendamente violento. El compañero de Juan fue rociado con espray en los ojos para inmovilizarlo. Juan Cadenas llevaba su pistola. Pero decidió no disparar. Y Pedro Venegas, el Cachimba, que entró con un cristal de 20 centímetros, se lo clavó en un ojo y le seccionó el cuello.

Estuvo a punto de morir, pero ya han pasado casi dos años. En estos días bulle de rabia porque “el mismo día y en el mismo lugar, en el Instituto Nacional de la Seguridad Social, se ha decidido que mi incapacidad es total, y que Pedro Venegas tenga la absoluta”. Su agresor percibirá, por tanto, el cien por cien de la prestación por un trastorno mixto de personalidad producto del consumo de drogas. En cambio, Juan Cadenas tiene una incapacidad permanente total para su profesión de policía y se le ha asignado un 55 por ciento de su salario. Pedro Venegas, El Cachimba tiene la incapacidad permanente absoluta para toda profesión y, por tanto, tiene derecho a una pensión del cien por cien de su base reguladora. La noticia le habrá llegado en prisión, provisional y a la espera de juicio, por intentar matar a Juan.

“Yo me escucho contártelo y yo mismo no me lo creo”, cuenta emocionado el agente de la Policía Local, que hace dos años tenía 31, un hijo y otro en camino al que estuvo a punto de no conocer. Se hizo policía por vocación: para luchar contra las injusticias. “En un país serio no puede ocurrir esto. Ni en Francia, ni en Estados Unidos”. Juan no concibe que “por cumplir con mi deber, el sistema haga estas cosas. Porque yo hice lo que me pedía el sistema, lo que debía hacer”. Percibía un sueldo base de unos 1500 euros al mes. Ahora percibirá entre 800 y 900 euros. “Impotencia, rabia. Eso es lo que siento. Cuando me enteré de que el que me ha hecho esto tiene el cien por cien de la prestación me tuve que ir de mi casa”.

“En España, los policías estamos educados para llevar la pistola de adorno”

Han pasado dos años. Estrés postraumático, incapacidad permanente total, pérdida del globo ocular izquierdo y limitaciones funcionales orgánicas y psicológicas son las secuelas de lo acaecido esa noche de enero de 2015. Hoy asegura que “lo que pasó esa noche, lo he llegado a entender: que las personas razonables no concebimos acabar con una vida. Y en España, los policías, aunque llevemos pistola, estamos educados para llevarla de adorno, para no meternos en líos”.

Juan Cadenas entiende que su impotencia e indignación es extensiva a otros miembros de otros cuerpos de seguridad. “Porque, con lo que me ha pasado a mí, ¿qué mensaje se le está dando a los policías? Pues que, ante situaciones como la mía, que miren para otro lado”. Que no cumplan con su deber de velar por la seguridad ciudadana si haciéndolo ponen su vida en riesgo. En apenas dos meses tendrá lugar el juicio contra su agresor, “que tiene que estar descojonándose en la cárcel”. Lo sucedido en el INSS “decidido en el mismo despacho y en la misma fecha”, sostiene Juan, hace que no confíe ni en el sistema ni tampoco en la justicia. Porque los hechos “son los hechos y la defensa no podrá negarlos. Pero sí podrá agarrarse a que Pedro El Cachimba tiene una incapacidad absoluta por un trastorno de personalidad producto del consumo de drogas, algo que se le ha concedido estando ya en prisión por lo que me hizo a mí”. En España “ser delincuente es positivo económicamente”.

Por eso, y tras conocer la decisión del INSS, se ratifica en pensar que esa noche debería haber disparado. “Esa es la justicia. Habría sido lo justo”. Porque lo que más le atormenta “es que debería haberlo hecho. Debería haber disparado. No estaría tuerto ni habría estado a punto de morir. Yo tendría mi ojo, estaría psicológicamente bien. Habría disparado para defenderme y luego me habría defendido también ante un juez. Y, probablemente, hubiera salido absuelto”».

Análisis

En primer lugar, hay que ponerse en la piel de un policía dejando muy de lado lo que crees que sabes de esta noble profesión. Si quieres entenderlo bien para poder extrapolarlo a la parte mental que puede condicionar la defensa personal has de dejar prejuicios a un lado y abrir tu mente a una profesión muy real. Un policía ha de velar por los derechos de los demás y tratar de garantizar su seguridad aunque le vaya la vida en ello, pero la cuestión, aunque parece lógica y así demandada por la sociedad, no está exenta de vergonzosas barbaridades. Para poder llevar a cabo este elevado cometido se ha de dotar a la policía de una serie de herramientas legales, jurídicas, materiales, prácticas y humanas. Pero no es así. En este país existe normativa con rango de ley orgánica que regula a las distintas policías y en la que se determinan sus principios básicos de actuación, que no son más que una mezcla entre un código deontológico y relaciones con la ciudadanía y otras administraciones públicas, inspirados en regulaciones internacionales nada menos que de los años setenta y ochenta.

En dicha ley se faculta a la policía a utilizar lo que se denomina como «el uso de la fuerza», que viene a ser un deber y una facultad que le atribuye el Estado para hacer cumplir la ley en situaciones de confrontación. Para no aburrir con una densa lectura técnico-normativa, entendamos que, para hacer uso de esa facultad, se imponen una serie de límites, más destinados al garantismo del ciudadano para que no se produzcan abusos policiales que para proteger la integridad o la vida de la policía. Uno de esos límites es la proporcionalidad en base a la fuerza o violencia que se vaya a ejercer. Pensemos en una detención. ¿Nos suena la palabra proporcionalidad? En el capítulo destinado al origen legislativo de la defensa personal se ha tratado ampliamente, no obstante, voy a dejar un extracto del «Estudio de la problemática de la policía local a nivel nacional y sus relaciones con la ciudadanía y las administraciones públicas», para aproximar más, si cabe, el concepto y poder entenderlo desde el prisma policial:

«Sigamos con el principio de proporcionalidad. Además de la congruencia incongruente, también dentro de la misma actuación hay que valorar que el medio que se emplee ha de estar equilibrado, es decir, que el daño que se vaya a infligir no sea mayor que la intensidad que se utilice para finalizar la actuación, ¿Y cómo se tasa este jeroglífico?

¿Si no lleva nada en las manos solo puedo usar mis manos? ¿Eso es proporcionalidad? ¿Y si se encuentra muy agresivo es proporcional y congruente el uso de la defensa? ¿Cómo se determina? ¿En base a una tabla? No se puede tasar, simple y llanamente.

No solo es que cada situación sea distinta, es que dentro de una misma situación la cuestión puede ser cambiante. Es que igual quien pensó en la proporcionalidad no anduvo acertado en el hecho de tener presente que una posible detención puede ir pasando de tonos claros a oscuros, pasar de estado normal a agresivo, no ver armas como pasar a ver armas ocultas, solo haber una persona a aparecer más personas en juego. Muchos factores que tener en cuenta como para saber que es proporcional en cada paso.

Igual si pensamos en un delincuente desarmado y sin basarnos en su agresividad o envergadura, el hecho de utilizar la defensa, el espray o armas no letales, a más de uno/a le puede suponer un dolor de cabeza y un artículo en redes sociales cargando contra los/as uniformados/as, pero si pensamos que el delincuente fuera tan letal con las manos como Mike Tyson ¿Sería proporcional? Es como intentar jugar a un videojuego con lápiz y papel. No se puede tasar.

Visto lo visto, los principios básicos de actuación están más enfocados a cuidar al delincuente que a cuidar a la Policía y eso es lamentable.

No me gusta hablar en términos del bien y el mal, pero para poder expresarlo de forma que se entienda, si la Policía está del lado del bien ¿Para qué existe tanta literatura encaminada a defender el mal?

El objetivo final de toda esta exposición de motivos es que toda actuación policial “física” que finalice en el juzgado va a ser mirada con lupa por quienes imparten justicia en base a los principios enumerados anteriormente.

Una persona del ámbito judicial va a leer, sentada en un sillón o silla, tranquilamente, con las pulsaciones dentro de la normalidad y sin prisa porque nadie le quiere arrancar la cabeza, una exposición de hechos escrita hace años».

Una vez expuesta la parte normativa, si seguimos profundizando, observamos que esa ley es antigua y se encuentra bastante obsoleta, y no lo digo yo, lo aseveran numerosísimos expertos en la materia. Deja unos conceptos muy abiertos que nunca se han desarrollado como así se le ha exigido en las cumbres internacionales a este país. Por ello, las actuaciones policiales se dejan en mano de cursos de formación que han debido hacer una interpretación legislativa de una norma muy genérica, aunque la interpretación más ambigua para los intereses de cualquier policía es la que proviene de la jurisprudencia y la doctrina, es decir, la de los Tribunales.

El concepto de proporcionalidad, muy ligado al de necesidad racional del medio empleado que expuso nuestro abogado Pablo Romero, es tan indeterminado que ha de ser la justicia la que marque unos criterios y por supuesto han sido tan garantistas para la ciudadanía y destructivos para la policía que «cualquiera se la juega» haciendo uso del arma de fuego. Existen muchas condenas a policías por hacer su trabajo y eso se traduce en miedo, y ese miedo se transforma en una creencia del tipo «si uso el arma, me voy a la cárcel», tan poderosa y convincente, que en el caso de Juan Cadenas se antepuso a su propio instinto de supervivencia, lo anuló, el miedo a las represalias judiciales casi le cuesta la vida, ya que, tal y como ha reconocido en otros medios, el corte de la garganta no fue letal por un centímetro.

Ahora me gustaría que nos pusiéramos en la piel de Juan, una persona que defendía el uso del arma de fuego ante este tipo de actuaciones, que llevaba cargadores posicionados y cartuchera modificada para desenfundar rápido. Hagamos el esfuerzo y una vez en la situación de Juan temiendo por su vida, visualicemos una balanza. De un lado, su preparación y convicción policial y del otro lado el miedo a las sentencias judiciales, el miedo por la enseñanzas de la academia viciadas por esas sentencias, el miedo por determinados medios de comunicación esperando siempre carnaza policial para desmenuzarla a pedacitos, el miedo a ciertas jefaturas y determinados compañeros que abogan más por dejar el arma enfundada y no enfrentarse a posibles expedientes disciplinarios. Esa balanza se decantó tanto por el miedo generado por esa creencia que a punto estuvo de costarle la vida. Parece un chiste, pero es totalmente real y en el estudio del que me he valido anteriormente deja muy claro que no se trata de un hecho aislado, es una «lacra mental real» que sobrevuela a cualquier policía. En el citado estudio se lanzó una pregunta y la respuesta fue abrumadora, recordando que se trata de un ámbito nacional en el que participaron policías locales de las todas las comunidades autónomas:

«¿En alguna ocasión totalmente justificada no has hecho uso del arma de fuego por miedo a las repercusiones jurídicas y disciplinarias?

Sí: 43 %

No: 57 %».

Casi la mitad de la policía encuestada prefirió no hacer uso del arma de fuego por las posibles repercusiones que afectarían, no solo a su persona, seguramente a una familia que tienen que mantener. Es para pensarlo. Como último detalle, hay que añadir que el compañero de Juan de esa noche declaró en el juicio (según medios de comunicación) que no usó el arma de fuego, ni siquiera para salvar a su compañero, «por no meterse en un marrón». ¿No te deja de hielo?

B) Bruce, policía local

A diferencia de Juan Cadenas, el policía de este segundo relato sigue, afortunadamente, de servicio, y su caso no ha sido mediático, por lo que su nombre real seguirá en el anonimato.

«Bruce es de ese tipo de policía que escasea y que dentro de poco, salvo que se modifique la visión que se tiene sobre este cuerpo, pasará a formar parte de un museo. Noble, disciplinado, educado, no se arruga y siempre llega el primero. No tiene miedo en aplicar la ley y es lo bastante listo para saber qué hacer en cada situación. Si tuviera la oportunidad, lo elegiría de compañero de patrulla de por vida.

El hacer cumplir la ley te enemista con cualquiera, incluso con lo peor de esta sociedad y eso le pasó en una regulación de entrada de escolares al colegio. Vehículo mal estacionado en el paso de peatones. Bruce se aproxima y, tras observar al conductor subirse a su vehículo, le recrimina de forma educada su actitud, lo cual sorprendió a la persona, que cambió de humor de forma desproporcionada. Y es que, claro, hay que poner en antecedentes a este personaje que, dada su personalidad y reputación, nadie le decía nada en el pueblo. Camorrista como ocupación laboral con posibilidad de portar un arma de fuego. Es decir, lo contrataban para dar palizas, sustos u otras utilidades de la misma índole.

Es evidente con ese estatus, que el que un “simple” policía local se plantara delante de él para dejar en evidencia su comportamiento, no le sentó nada bien. Subió al vehículo negándose a identificarse ante las continuas advertencias de Bruce, que por cierto, poco apoyado se vio por su compañero. En un momento dado hizo ademán de atropellar a Bruce, el cual, tuvo que hacerse a un lado para que no consiguiera su objetivo. Identificado plenamente el sujeto, posteriormente, se realizaron diligencias al juzgado dando la razón al policía.

Tiempo después, Bruce trabajó en turno de mañanas y dado que tenía que doblar turno por la tarde, se puso la ropa de calle y se dirigió al supermercado más próximo a dependencias policiales para poder comprar comida. Cuando entró al interior, observó que el sujeto del vehículo se encontraba en la línea de cajas pagando su comida para abandonar el establecimiento. Sus miradas se cruzaron momentáneamente, pero nuestro policía siguió adelante sin darle ninguna importancia a este hecho.

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