Kitabı oku: «Origen de la defensa personal», sayfa 7
Mientras se encontraba eligiendo en la zona de refrigerados, notó que el sujeto se aproximaba por detrás de él. Bruce se giró rápidamente y le preguntó qué quería. El sujeto gritaba y soltaba espuma por la boca. Le insultó y le dijo que lo iba a matar. Cada vez se aproximaba más a Bruce y este mantenía la distancia de seguridad como podía, intentando reconducir la situación mediante el diálogo. Finalmente, recibió un empujón y un escupitajo en la cara siendo acorralado en una esquina. Viendo que la única opción era el cuerpo a cuerpo, Bruce utilizó un par de técnicas policiales para reducirlo, pues su mente actuó según la ley y lo que representaba para él. No le sirvió en absoluto, pues el sujeto no iba a por él porque fuera policía, sino porque le había plantado cara, y empezó a propinarle puñetazos con rabia y una fuerza desmedida que hacían tambalearse a Bruce.
Antes de seguir, hay que tener en cuenta varios detalles. Bruce había perdido mucho peso debido a una cuestión familiar que le estaba afectando a nivel psíquico y que no le permitía pensar con tanta claridad como en él era habitual. El sujeto medía unos veinte centímetros más que él, pasando el metro noventa, con envergadura y peso superiores rondando los cien kilos, lo que podían suponer perfectamente una diferencia de treinta kilos entre ambos.
Bruce parecía un muñeco en manos del sujeto y estaba sufriendo una paliza considerable, hasta que, en un lance de la contienda, el sujeto se puso a su espalda y le rodeó el cuello con sus brazos. Empezó a gritar y a generar mucha fuerza para estrangularlo, lo cual estaba consiguiendo, pues Bruce se quedaba sin aire y, por más que lo intentaba, no podía zafarse del individuo. Durante esos momentos agónicos en los que el sujeto no dejaba de gritar que lo iba a matar, Bruce llegó a hincar una rodilla en el suelo, parecía que ya no podía hacer nada más que sucumbir a lo que aquel animal le tuviera preparado. Pero fue en ese instante, cuando se vio en las últimas, cambió el chip, agarró con una fuerza renovada los antebrazos del sujeto logrando abrir un pequeño hueco entre su garganta al tiempo que sus piernas resistieron y empujaron hacia arriba venciendo la resistencia del que quería verlo muerto.
Cuando consiguió ponerse en pie, logró colocar dos codazos en la zona abdominal del sujeto, el cual, finalmente, cedió y abandonó la estrangulación empujando a Bruce y dando dos pasos hacia atrás con la expresión de la cara desencajada. La sorpresa de su rostro evidenciaba que jamás se había cruzado con una persona que le hubiera plantado cara y le hubiese hecho frente con tanta bravura. Desconcertado, se marchó del lugar, al tiempo que Bruce le decía que no se fuera, que allí le esperaba. Cuando intentó seguirlo, le fallaron las piernas y empezó a marearse. Los golpes que había sufrido en la cara y cabeza habían sido brutales. Estoy seguro de que a cualquier otro lo habrían dejado noqueado en la lona. Por cierto, si os habéis preguntado en algún momento si es que el supermercado se encontraba vacío la respuesta es no. Nadie le ayudó ni llamó a la Policía. Tuvo que llegar él a la línea de cajas y pedir auxilio».
Análisis
En este segundo relato hay que diferenciar dos momentos. Uno inicial en el que, tras la sorpresa por la agresión que se iba a producir, Bruce tuvo algo de tiempo para pensar, y al igual que en el caso de Juan, actuó como policía antes que como ser humano, y su único objetivo era detenerlo, no repeler la agresión. Para él, en ese momento era policía y debía actuar según las normas para no tener problemas legales posteriores, por lo que conminó al sujeto que depusiera su actitud y, antes de iniciar el intercambio de golpes, le indicó que iba a quedar detenido. Esa era su creencia y estaba dispuesto a llevarla hasta el final.
En el momento, temió por su vida, cuando se vio sin una gota de aire en los pulmones y que iba a encontrarse a merced de alguien que gritaba que lo quería matar, fue cuando su cerebro reptiliano tomó las riendas de su supervivencia y descargó su programa favorito, «el del guerrero». Bruce es un guerrero. Criado en las artes marciales, pero no una cualquiera, en una muy dura que le curtió por dentro y por fuera. Le enseñó a disfrutar del dolor, le preparó para no retroceder, le aportó herramientas eficaces para la batalla. Una que le permitió participar en múltiples campeonatos al KO saliendo victorioso en la mayoría de ellos. Ese espíritu de superación y de no rendición fue el que aplastó la creencia que lo habría dejado posiblemente morir.
No pensó, actuó, y los automatismos que tantos años de entrenamiento y sufrimiento había interiorizado le permitieron cambiar el objetivo de la detención por el de la supervivencia. Bruce pudo contarlo, se recuperó satisfactoriamente y vio cómo condenaban a su agresor. Con el tiempo, recuperó su estado físico y mental, y sigue trabajando de policía, impidiendo que este tipo de sujetos triunfen en la sociedad.
Es totalmente necesario trabajar la parte mental, y no se trata de reemplazar a las personas profesionales en el campo de la psicología, pero sí que hay que aplicar cierta psicología para poder entender estas cuestiones, así como tener el conocimiento suficiente para plasmarlas en las clases. Esta cuestión no ha de abordarse únicamente mediante el diálogo personal o la ponencia en grupo, también hay que saber elegir qué ejercicios van a ser proclives para alcanzar ese objetivo. Y no me refiero en exclusiva a ejercicios técnicos o tácticos, durante la parte física se pueden trabajar perfectamente las emociones de modo que vayan a sumar en nuestro beneficio. Ya hemos visto lo poderosas o peligrosas que pueden ser nuestras creencias y en defensa personal es muy importante que la persona se conozca todo lo que pueda. No se trata de un trabajo destinado solo a la clase, se trata de una tarea donde la persona ha de tomarse en serio realizar una introspección e ir reconociendo cuáles son sus creencias y si estas le van a perjudicar o ayudar. Es muy importante saber qué límites puede superar, hasta dónde puede llegar y el papel del docente aquí es fundamental. Que conozca al alumnado, que sepa de antemano lo que necesita, lo que le frena, lo que le bloquea, dónde se siente más cómodo. Que lo trabaje de manera individual y colectiva. Que elija las palabras adecuadas adaptadas a la persona. Que sepa cómo estimularla, cómo impedir que se venga abajo. Saber adaptar los ejercicios o parte de ellos a aquello que necesita cada persona sin caer en el error de personalizar una clase entera. En definitiva, saber qué darle a cada alumno, a cada alumna, para que pueda crecer.
Como he dicho al inicio del capítulo, no voy a detenerme en cada emoción para analizarla, pero con el miedo sí que entraremos algo más en detalle. Se trata de una emoción sobre la que pesan creencias erróneas del tipo «el miedo es malo» o «yo no tengo miedo, eso es de cobardes». A mi modo de verlo, el miedo es como un superpoder. Según la ciencia, se trata de un sistema de «alarma» tan necesario y eficaz que, seguramente, haya sido el culpable de la supervivencia del ser humano a través de las distintas épocas de nuestra historia. No existe cobardía en sentir miedo, se trata de algo innato, algo que llevamos «de serie», el no sentirlo puede ser causa de algún tipo de enfermedad o trastorno. El miedo ante una amenaza o peligro activa el mecanismo de lucha o huida, pero este utiliza dos vías. Según el autor del libro Budo, control emocional José Santos Nalda: detectada esa amenaza «el primer cerebro en reaccionar será el reptiliano al interpretar el hecho como un riesgo directo y actual para la supervivencia, y ante el que reacciona luchando o escapando. Si este cerebro identifica el ataque como no peligroso, pasa la información al cerebro mamífero quien a su vez reaccionará enfrentándose o rechazando la provocación, pero con menos virulencia que en el caso del cerebro primitivo».
Este tipo de respuesta o activación de dos vías sucede de forma simultánea, pues cuando se detecta un estímulo por cualquiera de nuestros sentidos y este es percibido en forma de amenaza por el cerebro reptiliano, traslada la información tanto al cerebro que siente como al que piensa y, dependiendo de la gravedad, seguirá una vía u otra.
Es muy importante conocer cómo funciona el organismo en este tipo de situaciones. Entendamos que, cuando nuestro, vamos a llamarlo «policía interno», ese que siempre se encuentra alerta, detecta una amenaza, en función del grado de peligrosidad que represente, activará una respuesta u otra. Esta puede ser más razonada si la amenaza no precisa una reacción inmediatísima, pero, por el contrario, si nuestra reacción depende de seguir enteros o no, se activará la vía más rápida. Aquella parte de nuestro cerebro que no piensa tomará las riendas de la situación con un único objetivo, ponernos a salvo. Esa parte del cerebro no va a hacer preguntas y no se va a arrepentir de lo que suceda posteriormente, no va a plantear dudas y ni siquiera se va a parar a pensar si sus métodos son más o menos ortodoxos porque no piensa, solo actúa, y lo hace en la forma de nuestro ser más primitivo, sin mucha técnica, pero con una ferocidad y agresividad propias de un ser sin control.
Este tipo de comportamiento es posible gracias a las reacciones internas que sufre el organismo que es capaz de producir una serie de cambios fisiológicos enfocados a darnos un «plus», a potenciarnos para poder sobrevivir. Desde el punto de vista de la defensa personal es interesante saber que esa reacción no se puede controlar y no se puede trabajar directamente sobre ella de forma racional, pero sí que se puede hacer hincapié de forma indirecta, entrenando nuestra percepción del peligro y nuestra reacción al mismo. Por otro lado, cuando se activa la vía más lenta puede existir una respuesta más o menos razonada, pero corremos el riesgo de que nuestras creencias se cuelen en esa ecuación y nos pase lo mismo que a los protagonistas de los relatos anteriores, que carguen el poderoso programa de la creencia basado en el miedo antes que cargar el programa de la supervivencia con resultados totalmente perjudiciales.
Vamos a matizar. Cuando digo que la respuesta puede ser más razonada porque implicamos la parte del cerebro que piensa, no me refiero a que nos dé tiempo a poner una mesa y dos sillas para poder dialogar. Puede que estemos hablando de décimas de segundo. Imaginemos que nos encontramos totalmente tranquilos en casa de un familiar manteniendo una relajada conversación y, de repente, uno de los niños te sorprende por la espalda colgándose de tu cuello y, aunque para ellos se trata de un juego a ti te puede llegar a sobresaltar. Por supuesto que depende de cómo te sorprenda podrás reaccionar de una forma u otra, pero de antemano tú ya sabes que te encuentras en un entorno donde, en teoría, no vas a ser atacado, ni tu vida e integridad corren peligro, por lo que tu policía interno está más que relajado y ha podido valorar ese ataque e incluso reconocerlo para poder darle una respuesta acorde. Y la siguiente cuestión que tener muy en cuenta es que aquí no se insinúa nada. Cada cual es muy libre de tener las creencias que quiera y a nadie se le empuja a dejarlas de lado para obtener una respuesta irracional ante una situación amenazante. Esa respuesta va a existir te guste o no, ya seas más o menos culto, más o menos educada, o más o menos cívico. No tiene nada que ver. Si te lanzan algo a los ojos, parpadeas, no hay más, es así de simple. Lo que sí que conviene tener en cuenta, aunque sigue siendo una reflexión a título personal, es que tipo de creencias cultivamos con respecto a qué tipo de cuestiones y si estas nos van a permitir reaccionar de forma natural o condicionada.
Imaginemos que aún no he entendido como este conocimiento puede afectar a la defensa personal y ha de ser un factor importante a la hora de valorar si la enseñanza que recibo es completa o no. Vamos a verlo. Por un lado, tenemos los cambios a nivel fisiológico que vas a notar en tu cuerpo y de no conocerlos de antemano pueden llegar a bloquearte o paralizarte dejando que lo que va a suceder pase delante de tus narices sin poder hacer nada. Cualquier ser humano está preparado para sobrevivir y su respuesta puede ser la huida, la lucha o quedarse paralizado, independientemente se tenga o no, un mayor conocimiento sobre esta área. Pero es muy posible que, si lo conocemos de antemano y lo vamos trabajando, quedarse paralizado dejará de ser una opción. Este fenómeno es conocido en el ámbito científico como el «secuestro de la amígdala». El miedo se apodera de tal forma del organismo que no puedes pensar ni razonar quedando a merced de los impulsos instintivos, a merced del cerebro reptiliano. De ahí que sea sumamente importante la inoculación al estrés. En el capítulo sobre el combate profundizaremos más sobre esta cuestión.
Y, por otro lado, tenemos la parte de las emociones, la de nuestras creencias, la de conocernos a nosotros mismos, la de los límites y la superación. Es muy importante analizar en una situación de peligro cuáles son las emociones que vas a experimentar tanto en el momento de la amenaza, como en el de la agresión y, posteriormente, a la misma. El miedo, la rabia, la ira, la angustia, la ansiedad, el estrés y algunas más van a pasar a ser compañeras de viaje. Si un buen docente, independientemente del estilo que enseñe, no se preocupa en hablarte de ese tipo de emociones, de ponerte en la situación en que las vas a sentir, si no te enseña cómo son y qué producen en el organismo, no serás capaz de identificarlas y, si no las identificas, no podrás controlarlas, dejando un deportivo a trescientos kilómetros por hora sin nadie al volante. Si no es capaz de explicarte qué va a sucederte a nivel mental instantes después de haber pasado la situación, incluso lo que va a ocurrirte al día siguiente, decididamente no estarás recibiendo una enseñanza completa. Sí, realizarás técnicas en clase y, poco a poco, irás ganando confianza hasta, vamos a utilizar una palabra muy de moda actualmente, empoderarte, pero, llegado el momento de la verdad, será como lanzar una moneda al aire, no sabrás como vas a reaccionar porque nunca te han puesto en una situación similar aflorando tus instintos más primitivos y saboreando el cóctel de emociones que van a asaltarte de forma inmediata. Si la persona que te enseña no sabe de lo que estamos hablando, tu enseñanza va a quedar muy debilitada y puede colocarte en una situación muy seria, de riesgo. Siempre hablando desde el punto de la defensa personal pura y dura, pues el enfoque mental para una competición camina por otra senda.
Cuerpo y mente van de la mano, son un todo, haríamos mal en no verlos de forma conjunta. Pensemos en cómo las emociones afectan al cuerpo, cómo nos atenaza el miedo, la chispa que nos da la alegría o la energía positiva que nos infunde el amor. Ahí tienes tu respuesta. Si hemos de utilizar la defensa personal, lo haremos como un todo, mente y cuerpo actuarán al unísono, de lo contrario, no hablaríamos de seres humanos y sí de robots.
Si nos conocemos a nosotros mismos, estaremos decantando la balanza a nuestro favor. Si conociéramos a nuestro agresor, aún tendríamos más puntos a favor, y aunque eso es prácticamente imposible, sí que podemos incidir en entrenar determinadas acciones y situaciones que se nos pueden presentar. Sí que podemos ponernos en la piel del mal y simular, para identificar y responder. En nuestra mano está buscar la forma de progresar, pero el primer paso es interno, personal, y nadie lo hará por ti.
«Conoce al enemigo y conócete a ti mismo, y en cien batallas, no conocerás jamás el más mínimo peligro.
Cuando no conozcas al enemigo, pero te conozcas a ti mismo, las probabilidades de victoria o de derrota son iguales.
Si a un tiempo ignoras todo del enemigo y de ti mismo, es seguro que estás en peligro en cada batalla.»
El arte de la guerra. Sun Tzu.
PARTE FÍSICA
Es posible que, de los pilares que tratar, este sea el más conocido, o sobre el que más conocimientos se posee debido a que casi nadie es ajeno a la actividad física. Puede que entrenes a diario o que alguna vez hayas realizado algún tipo de deporte. Por otro lado, existe gran cantidad de información, tanto en libros como online y, además, cada vez es de mayor calidad, aunque también hay que tener mucho cuidado con la que no llega a esos estándares y nos puede llevar a no lograr nuestros objetivos e incluso a lesionarnos.
Así pues, hablar de condición física a estas alturas puede parecer de Perogrullo, pero igual no te has planteado que tipo de entrenamiento ha de realizar la persona que se dedique a la defensa personal, ¿no?, igual piensas que practicando cualquier tipo de deporte vale o que, con lo que haces en clase tienes bastante. No lo creo. Al igual que se adapta un tipo de entrenamiento para un deporte concreto, en defensa personal pasa lo mismo. Seguramente, habrás escuchado que, si quieres entrenar natación tendrás que nadar, si quieres entrenar la escalada tendrás que escalar, es decir, si quieres tener grandes piernas, no entrenes los brazos. Hablamos de la ley de la especificidad que hace referencia a la necesidad de entrenar las cualidades físicas en las condiciones concretas en las que las vamos a utilizar porque así se favorecen las adaptaciones biológicas necesarias de nuestro organismo para poder ejecutarlas. Si hablamos del tipo de entrenamiento apropiado para un determinado deporte, parece claro que no existirán dudas al respecto, al igual que si tratamos con la parte deportiva de las artes marciales, pero cuando queremos precisar el tipo de entrenamiento que tendría que realizar una persona que se dedique a defensa personal, se antoja bastante complicado. Sabiendo de antemano que no existe esa actividad registrada como tal, que no hay unos referentes y que ningún maestro con los que he tenido el privilegio de conversar me ha sabido decir qué es la defensa personal, parece todo un reto el abordar este capítulo.
A este punto llegamos los instructores cuando planteamos la cuestión física, y los conocimientos de Andrés, fisioterapeuta de profesión, fueron de gran ayuda. Pero no solo su conocimiento nos iba a brindar la respuesta, pues él no había participado en campeonatos y mucho menos por su trabajo, en identificaciones, persecuciones, detenciones y demás cuestiones policiales. Nuestra experiencia en esas facetas junto con sus conocimientos sí que nos abrió una vía más adecuada de trabajo. Por otro lado, teníamos las limitaciones propias de las instalaciones donde dábamos las clases, de ahí que insistiéramos al alumnado en proseguir el entrenamiento adaptado a sus condiciones personales fuera de clase.
Para nosotros habría sido muy fácil el haber extraído entrenamientos de la red y haberlos incorporado a las clases. Entrenamientos de moda, variados y nada aburridos, y como bien dice mi maestro Pepe en su entrevista —la gente estaría muy agradecida, pues cuanto más sudan y se cansan piensan que mejor han entrenado—, cuando, en realidad, ese tipo de entrenamiento lo podrían hacer en sus propias casas. Se trata de otra creencia relacionada con el deporte: como la liberación de endorfinas me produce una agradable sensación, parece que cualquier tipo de deporte que practique, siempre que me brinde esas sensaciones, será el adecuado. Pero nosotros nunca hemos querido «vender humo», así que pensamos cuales eran las cualidades que precisaba cualquier practicante de defensa personal y nos dimos cuenta de que eran las asociadas con dos áreas. Tengamos en cuenta que, a nivel de condición física, existirán demandas en determinadas áreas, como: acondicionamiento, mejora de la salud; mejora de la imagen; prevención y tratamiento de patologías; rehabilitación; búsqueda del mayor rendimiento deportivo y población especial. Si vamos analizando una por una estas áreas, nos daremos cuenta de que, en diferente medida, la del acondicionamiento físico y la búsqueda del mayor rendimiento serán claves para la defensa personal.
Elegir acondicionamiento físico te mostrará un camino muy diferente al del estético o el del mayor rendimiento, pues el acondicionamiento es el objetivo en sí, mientras que, para la mejora de la imagen, parece complicado que se alcance el objetivo, porque siempre habrá algo que pulir y lo mismo pasa con el rendimiento deportivo, pues una vez se ha alcanzado el objetivo, se puede dejar pasar un tiempo de descanso para intentar superarlo la próxima vez. Pero cuando eliges acondicionamiento para encontrarte en óptimas condiciones, lo que quieres es mantenerlas lo máximo posible en el tiempo. Y voy más allá de encontrarte bien para poder trotar con tus hijos o salir a patinar con tu pareja. Extrapolado a defensa personal, quiero estar bien para salir corriendo, trepar, saltar, esprintar, esquivar, rodar por el suelo, o repeler la agresión e incluso poner fin a la misma, y ¿cuándo voy a necesitar este tipo de condiciones? Pues parece obvio que cada día de tu vida, o ¿en algún momento dejas de ser una posible presa en la jungla? No olvides nunca que en la jungla de la calle cualquiera puede ser un depredador, y estos siempre están al acecho, aunque no los veas ni los oigas. No lo olvides.
Vamos a verlo con un ejemplo para comprenderlo mejor. Pensemos en un vehículo como si fuera nuestro cuerpo: tenemos dos tipos de vehículos, uno para toda la semana, el funcional, el que nos vale para todo, y otro para los domingos, el estético, el que solo vale para lucir y carece de tantas prestaciones. Ahora bien, tenemos dos opciones a realizar con los vehículos. Podemos volcarnos en el funcional, hacer las revisiones cuando corresponden, comprobar la presión de los neumáticos, revisarlos para ver si tienen algún daño, comprobar los niveles de los diferentes líquidos, verificar volante, cambio de marchas, cinturones, utilizar un buen combustible y demás, en definitiva, tenerlo a punto para que no te deje tirado. O podemos dedicar todo ese porcentaje de tiempo en tener el vehículo de lucimiento personal en perfectas condiciones. Si elegimos la segunda opción, es evidente que el vehículo de toda la semana, el que necesitamos siempre, el que podemos utilizar incluso si falla el del domingo, lo abandonaremos a su propia suerte, lo descuidaremos y dejará de rendir como al principio, hasta que falle por algún sitio.
Si elegimos la primera opción y tenemos siempre a punto el vehículo funcional, nos dará igual que el del domingo falle, pues lo podremos sustituir y, lo más importante, tendremos toda semana cubierta. Además, parece bastante caro mantener un vehículo para lucimiento personal cuando únicamente lo vamos a utilizar en señaladas ocasiones. Por supuesto, se trata de un ejemplo en el que se han obviado algunas cuestiones pero, aun así, vamos a ver dos matices importantes. Si dispusiéramos de todo el tiempo del mundo y quisiéramos tener los dos tipos de vehículo, habría que dedicarle el mismo mantenimiento a ambos, pero esto supondría más inversión económica además de revaluar nuestros objetivos iniciales. Por otro lado, cualquiera de los dos sería susceptible de ser sustraído o dañado, independientemente del tipo de vehículo que sea.
Si mantenemos un cuerpo pensando únicamente en el apartado estético, está claro que, cuando hablemos de funcionalidad, se quedará cojo y manco. Ciertamente, se trata de una decisión personal, deportiva e incluso laboral, pero si hablamos de defensa personal, la estética no es la opción más indicada. Por lo tanto, la preparación física ha de estar enfocada plenamente a los requisitos que una persona va a necesitar para afrontar una agresión con las mayores garantías. Se ha de basar en un entrenamiento funcional con transferencia de movimientos, buscando la efectividad y el mayor rendimiento en los campos de la fuerza, resistencia, velocidad y flexibilidad. Y, al igual que los vehículos, nuestros cuerpos están expuestos a la delincuencia, entonces, ¿qué tipo de cuerpo elegirías si tuvieras que salir bien parado de una agresión, el funcional o el estético?
Si validamos este enfoque, podemos seguir avanzando. Pensemos que nos encontramos ante una amenaza real, un peligro inminente, ¿qué cualidad pensáis que será una de nuestras mejores aliadas dentro del apartado físico? La movilidad. Si realmente estamos haciendo el esfuerzo de visualizar un tipo de agresión, tómate tu tiempo, cierra los ojos y respira profundamente, ¿lo tienes?, estoy seguro de que, sea cual sea la situación, quedarnos inmóviles no será la opción más acertada. Y, aunque nuestra parte racional pueda estar pensando en ofrecernos la posibilidad de escondernos en algún lugar, seamos conscientes de que, cuando se activa el mecanismo de lucha o huida, será la huida la primera opción que elija nuestro cerebro. Pero si aún no lo ves claro, piensa que tienes ante ti un tirador profesional con su rifle y mira telescópica, o una boxeadora apretando los dientes apuntando a tu mentón, o una silueta con la cara cubierta por un pasamontañas que avanza hacia ti con un cuchillo bien afilado, ¿realmente piensas que quedándote parado o quieta tendrás alguna opción? Recuerda que la misión de nuestro cerebro es la supervivencia, así que, algún movimiento vas a realizar, ya sea agacharte, cubrirte, correr, acurrucarte, defenderte. Movimiento en definitiva. No hace falta buscar un rifle o un cuchillo para poder hacer la prueba. Queda con un amigo o una amiga, dile que empiece a golpearte con la mano abierta y sin necesidad de causar dolor, únicamente buscando número de impactos. Quédate completamente quieto durante treinta segundos y dime qué pasa. ¿Qué sensaciones tienes? ¿Te gusta que te golpeen? ¿Puedes quedarte quieto? Después, haz lo mismo, pero permítete esquivar, ¿te sientes mejor? ¿Tu cuerpo está cómodo? Acto seguido, súmale a las esquivas blocajes defensivos. ¿Más seguridad? Por último, olvídate de esquivar y bloquear, muévete de forma que nunca estés en distancia de golpeo, es decir, que sus golpes nunca puedan alcanzarte, ¿cómo te sientes ahora?
Parece obvio que la última opción es la que más seguridad te va a proporcionar y, aun así, es posible que, en determinadas circunstancias, no la puedas utilizar. Pero imprimir movimiento a tus acciones te dará más posibilidades de que la agresión no consume su objetivo final. Solo hay que fijarse en los boxeadores. No están huyendo, se mantienen a distancia de golpeo porque también tienen que lanzar sus golpes, pero nunca están demasiado quietos, lo cual propicia que el que tiene delante le cueste coordinar la precisión con la sincronización y la potencia suficiente para poder noquearlo. Son movimientos sutiles, pero bien estudiados y entrenados. Entrenar la movilidad es clave.
Movilidad
El concepto de movilidad que he planteado no ha de entenderse como si estuviéramos jugando al juego de la pelota moviéndonos en todas direcciones para no ser alcanzados por esta. Hay que entenderlo de forma global en el sentido de involucrar el mayor número de cadenas cinéticas de nuestro cuerpo para obtener una mejor respuesta ante la amenaza. Según el libro Anatomía de las artes marciales, por cadenas cinéticas se entienden aquellas «...descargas de energía del cuerpo, o cuando los músculos colaboran para producir una determinada línea de energía».
Pongamos un ejemplo para verlo mejor. Imaginemos que hemos diseñado un entrenamiento que afecte al pectoral y a los bíceps. Podemos enfocarlo de varias formas:
— Utilizamos unos pres de banca o una máquina guiada para trabajar el pectoral y una barra convencional con discos a los extremos para trabajar los bíceps. Es indistinto si hacemos los ejercicios por separado o superseriados.
— Utilizamos las flexiones para involucrar al pectoral, corremos una distancia elegida y saltamos a una barra de dominadas para trabajar los bíceps.
En ambos casos, el objetivo inicial planteado se verá cumplido, pues tanto el pectoral como los bíceps se habrán entrenado, pero parece que, si nos centramos en involucrar el mayor número de grupos musculares, con el segundo ejemplo lo habremos conseguido, además de haber incorporado un ejercicio aleatorio como un sprint. Cabe entender que la musculatura funciona en sintonía, por lo tanto, parece más interesante entrenar desde el punto de vista de la función que desempeña cada músculo para obtener un movimiento concreto que desde el punto de vista del aislamiento muscular para buscar un mayor rendimiento individualizado.
¿Cómo nos movemos?
El movimiento se consigue a través del sistema neuromuscular. Por un lado, tenemos la musculatura propiamente dicha y por otro el sistema nervioso. Resumido de forma muy básica y sin entrar en especificaciones técnicas, el movimiento se consigue de la siguiente forma: el sistema nervioso manda una orden o señal en forma de impulso nervioso, también conocido como potencial de acción, al músculo específico. Se producen una serie de reacciones químicas que favorecen que las fibras musculares se contraigan (acortamiento) produciendo el movimiento deseado. Si no existen nuevos impulsos nerviosos, se producen nuevamente reacciones químicas destinadas a relajar dicho músculo. El músculo puede contraerse, relajarse, pero también resistirse al estiramiento. Cuando un músculo se contrae, se denomina agonista y por cada agonista existe su antagonista, el que relaja, por lo tanto, no trabajan de forma aislada. Existen varios tipos de contracción muscular. Hay que tener en cuenta que, gracias al nivel de reclutamiento de las unidades motoras (compuestas por fibras musculares), en cada contracción podremos obtener más o menos precisión y más o menos fuerza en el movimiento.
Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.