Kitabı oku: «La democracia de las emociones», sayfa 7
QUé LÍO ES ESTO DEL DINERO Y LAS FINANZAS
«El mundo es rico, pero seguimos pensando que nuestro problema es de riqueza».
Volvamos a contar otra fábula cuyos hechos se desarrollaron en el hemisferio sur de la Tierra coetáneamente a la civilización de los airis en el norte. Si estos últimos vivían ciegamente perdidos en la acumulación de AER€OS, los lagunos de nuestra nueva fábula fueron la mejor representación de una sociedad altamente competitiva.
La fábula de los habitantes de la Gran Laguna
Una vida para la competitividad
En la misma era de los airis, otra gran colonia poblaba la Gran Laguna que ocupaba todo el hemisferio sur de la Tierra. Era un maravilloso mar de agua dulce, limpia y cristalina. Nadie imaginaba que un día la Gran Laguna pasaría a llamarse la Laguna Seca tras quedar prácticamente sin agua. Allí vivían los lagunos, con sus fuertes cuerpos con forma humana protegidos por una piel de escamas y grandes capacidades para manejarse en el medio submarino, en el que se nutrían de oxígeno al no ser capaces de respirar directamente el oxígeno del aire. Solo las escamas de su piel, con algunas aletas y su sistema respiratorio branquial, les hacía distintos de los humanos de hoy.
Los lagunos habían desarrollado una sociedad muy productiva generadora de gran cantidad de riqueza. Tras unos primeros siglos duros por el derroche de esfuerzo realizado para sobrevivir a las dificultades y alcanzar un buen nivel de vida en una sociedad eficientemente ordenada, vivían en un mar de abundancia que llegó a ser muy compartido por toda la sociedad al desarrollar tecnologías que aplicaron con éxito a la satisfacción de sus necesidades en un mundo lleno de comodidades y entretenimiento. Sabían disfrutar de su riqueza pues la sociedad cuidaba mucho la educación de los lagunos en integridad dedicando mucho esfuerzo no solo al desarrollo de los aspectos relacionados con el «saber ganarse la vida» sino también a los dedicados al autoconocimiento, el crecimientos personal y el mundo de la espiritualidad, que procuraban lo que llamaban el «saber vivir».
Durante largos siglos, los lagunos fueron cuidadores de su cuerpo y su alma. Trabajaron y desarrollaron muy bien el mundo de lo útil para conseguir una industria de bienes y servicios submarinos muy eficiente. Crearon rápidos y cómodos trasportes submarinos y el cultivo de todo tipo de sabrosas algas, que constituían su alimento junto con la captura y cría de otras especies marinas inferiores. A pesar de su vida subacuática, difícil de concebir para nosotros, tenían una gran vida cultural, espectáculos y representaciones teatrales, a las que eran especialmente aficionados con grandes capacidades de comunicación con su propio lenguaje submarino. Cuidaban también mucho el mundo de lo que llamaban «lo inútil», es decir el mundo interior, la estética, la cultura, el arte, con gran presencia de la escultura y las representaciones a base de grandes y coloridas algas, que tanto abundaban, en atractivas combinaciones con rocas marinas llenas de forma y fantasía. Mantenían el cuidado de las relaciones y del alma como uno de los más importantes valores, dedicando a ello al menos tanto esfuerzo e inversión como el empleado en el cuidado de la salud. En definitiva, en paralelo a su eficiencia productiva, eran grandes cuidadores de aquellos aspectos de la vida y la sociedad que no servían para crear riqueza o utilidades materiales pero que contribuían a la serenidad, la plenitud y la satisfacción profunda de sus miembros.
En todas las comunidades existían escuelas dedicadas a formar lagunos empresarios que organizaban la producción y distribución de las riquezas y comodidades. Los sabios y los maestros en disciplinas humanas variadas dedicaban su vida a la formación y desarrollo de los lagunos de las distintas comunidades. Enseñaban a todos a conocerse, pensar, vivir, a tener presente el sentido común, y a saber y respetar los principios y normas de convivencia de la Laguna como algo primordial para asegurar una convivencia pacífica y enriquecedora. Como parte de esa formación, y con respeto al pensar y sentir de cada uno, dedicaban una parte importante de su tiempo a trabajar su faceta espiritual o trascendente.
Con el paso del tiempo un grupo de lagunos que venían trabajando en la «ciencia de la venta» inventó algo que llamaron «publicidad». Se trataba de una ciencia que trabajaba en el conocimiento de los contenidos y las formas para una eficaz presentación de los productos comercializables para despertar el interés de los demás. Su fin era conseguir atraer a los lagunos hacia algo para despertar un deseo y casi un sentimiento de necesidad de disfrutar de ello. Desde su inicio esta nueva ciencia tuvo sus detractores. Algunos estimaban que sería pronto el embrión de una industria de la influencia y manipulación que llevaría a los pobladores de la Laguna por malos derroteros. Pero el bien pensar mayoritario, casi ingenuo, unido las comodidades de la vida con pocos problemas que resolver llevaba a reducir mucho la reflexión profunda y el análisis de los efectos a medio y largo plazo lo que hizo que no existiera una verdadera oposición al comienzo de la explotación económica de esta nueva ciencia. La fuerza de la ambición de quienes querían utilizar la publicidad para vender sus productos era muy superior a la energía y las ganas de oponerse a ello por parte de quienes tenían inquietudes éticas e intelectuales respecto de los efectos a largo plazo de su explotación. Los lagunos en general estimaban que nada ni nadie condicionaría su libertad y que su decisiones siempre quedarían en última instancia bajo su control.
Efectivamente, pronto algunos lagunos dedicados a la producción de bienes y servicios vislumbraron la potencial utilidad de la nueva ciencia de la publicidad para hacer más atractivos sus bienes y servicios e incrementar sus ventas. La inmensa mayoría de los lagunos empresarios rehuyó inicialmente el uso de las artes publicitarias y de venta siendo críticos con quienes sí las utilizaban. Argumentaban que con el paso del tiempo se convertiría en una forma de ir en contra de los principios de lealtad de los empresarios con sus clientes que tan respetados eran hasta entonces en la sociedad, y que ello sería el embrión de la «sociedad de la mentira y la manipulación». Nadie dudaba de que cualquier práctica que abierta u subliminalmente supusiera una manipulación o condicionamiento guiado de los compradores-consumidores, no tanto para su beneficio sino para el enriquecimiento del vendedor, debería ser severamente castigada. La verdad y la lealtad en las relaciones constituía un pilar básico del contrato social de la Gran Laguna como única forma de garantizar la sana y duradera buena relación de sus pobladores.
La utilidad de la publicidad para incrementar las ventas se apreció muy pronto y de forma muy clara tras el comienzo de su utilización. Por un lado, eso supuso un empujón para un enorme y brillante desarrollo de esta ciencia, y por otro provocó que, en general, aunque muy a regañadientes, todos los empresarios se vieran obligados al uso de la publicidad si no querían desaparecer, por más que sus productos pudieran resultar de magnífica calidad. El mundo empresarial constataba que sin artes de venta y publicidad ni el más extraordinario producto sería viable mientras los mercados se inundaban de productos cuyo único mérito era haber sido «bien vendidos» o colocados. La competencia, que hasta entonces conceptualmente nadie había considerado que pudiera ser insana, comenzó a revestir unos niveles de agresividad muy significativos, lo que supuso el abandono o expulsión gradual de la industria empresarial de quienes quisieron permanecer firmes a sus principios éticos y sin violar su lealtad a la comunidad a la que como empresarios servían.
Los pensadores de la sociedad tenían clara la esencia y diagnóstico del problema: entre los empresarios-vendedores se decía que las técnicas publicitarias servían para comunicar de forma más clara las cualidades de los productos y que así los consumidores o usuarios pudieran elegir mejor y tomar mejores decisiones. Pero la realidad es que su utilización iba dirigida principalmente a arrastrar a los lagunos hacia la elección de los productos publicitados con despreocupación por el interés y sentido de las compras por estos. A pesar de que parecía que la oferta de bienes se hacía pensando en los beneficios del comprador, a través de las artes comerciales y publicitarias se convertía a los confiados consumidores en muñecos influidos o manipulados para desear los productos vendidos. Se comunicaban las prestaciones o beneficios concretos utilitaristas para el comprador sin ninguna mención de los efectos en el medio y largo plazo derivados de la utilización de los productos. Los gritos de los detractores calificaban de falsos y endebles los argumentos de defensa de la publicidad basados en la libertad y supuesta madurez y responsabilidad del consumidor alegando que, si ello fuera así, también la venta de drogas y estupefacientes debiera ser libre. Pero estos gritos eran siempre apagados por la creciente voracidad empresarial.
La deslealtad y la mentira siempre habían existido, pero la creciente tolerancia a ello por la sociedad en aras de mejorar las ventas de los empresarios como algo bueno para el empuje de la economía supuso un punto de inflexión en el contrato social, comenzando así la relajación moral y la relativización de la mentira. Inconscientemente comenzaba la aceptación social de la relajación de los principios y la mentira cuando todo ello se encontraba al servicio de lo que se llamaba desarrollo empresarial y económico. Con el paso del tiempo resultaba cada vez más difícil saber lo que estaba bien y lo que estaba mal fruto de la confusión de justificaciones y reivindicaciones bien relatadas y de la creación de argumentos y discursos supuesta y cínicamente basados en el interés común. En general cuando existían dudas sobre la ética de ciertos comportamientos, la balanza se inclinaba a admitir dichas o dudosos comportamientos siempre que su práctica favoreciera la actividad empresarial. Y con el paso del tiempo la reiteración de todas esas dudosas prácticas creó un entorno en el que se hacía imposible luchar contra prácticas empresariales que no parecían ética y moralmente admisibles. Sin darse cuenta la sociedad empezaba a colocar el valor empresarial y económico por encima del valor y el interés laguno-humano.
La eficacia de la publicidad y las artes de seducción para arrastrar a la sociedad de los lagunos a un creciente consumo era extraordinaria. En pocas decenas de años los lagunos se habían convertido en unos «adictos necesitados de la siguiente novedad» y, teniendo colmadas sus necesidades de alimento, dedicaban su energía a mirarse y compararse unos con otros, empujados en gran medida por esa publicidad que incitaba a la distinción social como forma de vida. Parecía que el «más y más y más» era el «leit motiv» para la sociedad, o al menos para quien quería ser alguien. La sabiduría y el sentido común en poco tiempo quedaron eclipsados por la «adicción a lo nuevo» y a lo distinto para enseñarlo a los demás lagunos de la comunidad. Parecía que el tiempo dedicado al consumo y a conseguir como fuera más recursos económicos para incrementar el consumo estaba eliminando el tiempo para la reflexión y el pensamiento, que iban quedando relegados.
Victimas también de este fenómeno, los lagunos empresarios se vieron obligados cada vez más a invertir y dedicar mayores esfuerzos a la invención de nuevos productos y a la creatividad para despertar la tentación o necesidad de los mismos en los lagunos consumidores y poder así venderlos. La lucha por la supervivencia del empresario se hacía también cada vez más dura. La velocidad de cambio era creciente y necesaria la adaptación permanente de los empresarios a las exigencias de los mercados, lo que colocaba el mundo empresarial en permanente riesgo de evolución económica positiva o negativa y de desaparición de unas y otras empresas.
Ante ello comenzaron las apuestas inversoras de algunos lagunos por unas u otras empresas en función de las expectativas que generaban. El dinero que tiempo antes la comunidad laguna había desarrollado como herramienta útil para favorecer el intercambio de bienes y servicios se empezó a convertir en un bien especialmente preciado por su capacidad de acumular riqueza y hacer apuestas de crecimiento para el futuro de una u otra empresa o mercado. Eran apuestas inversoras en las que el objetivo ya no era crear o desarrollar algo que permitiera ofrecer nuevos o mejores productos sino generar mayor dinero con la posterior venta de lo invertido. La rápida proliferación de estas operaciones dio lugar a mercados en los que lo que se ofrecía ya no eran productos sino las propias empresas, generándose importantísimas transacciones. El dinero había pasado de ser un medio o una herramienta a ser un fin en sí mismo. Se había convertido en el objetivo primero de una nueva clase de empresarios financieros en la que los niveles de ambición eran máximos y siempre peligrosamente combinados con ciertos niveles de inteligencia para la especulación. Cuanto más cerca de estos mercados se encontraban los lagunos empresarios, más perdían las formas y los principios con tal de ganar dinero. Cada vez por más y más lagunos se asumía como objetivo vital no tanto buscar la felicidad sino reunir más y más dinero pensando que la acumulación era el camino para la felicidad.
Consecuencia de estos fenómenos y de la acelerada exigencia de adaptación y mejora de la competitividad de los empresarios para innovar y poner en el mercado productos nuevos, diferentes y atractivos, los lagunos empresarios necesitaban dedicar más recursos de los que tenían. Nació así la actividad financiera por la que algunos que acumulaban dinero les prestaban a los empresarios que querían hacer apuestas para crecer comprometiendo su futuro por la obligación de devolver el dinero tomado en préstamo para ello. Cada vez más, el empresario que quería sobrevivir se veía obligado a crecer incrementando los recursos dedicados a ello y en general acumulando préstamos para sostener sus apuestas hacia el crecimiento de sus ventas. Las ventas crecían, pero más crecía la deuda y la necesidad de reinvertir los beneficios según las normas y convenciones de contabilidad que se fueron desarrollando.
Sin darse cuenta, empresarios y consumidores empezaron a verse sometidos a una loca espiral por la que era imprescindible consumir más y más para que las empresas pudieran sobrevivir y cada vez con una mayor velocidad de cambio para sustituir unos bienes y servicios por otros más nuevos o actuales. Además, las exigencias de productividad provocaban la reducción constante de puestos de trabajo sustituyéndolos por máquinas y pequeños laguno-robots que desarrollaban sus funciones sin errores y de forma más económica. Más y más lagunos entraban en una insana inactividad sintiéndose en gran medida inútiles e incluso excluidos de la sociedad. Los lagunos exitosos y privilegiados a su vez necesitaban más y más cosas, planes y actividades para «distinguirse», descuidando cada vez más los aspectos de su vida interior y el valor de lo sencillo e inútil. La sociedad estaba absurdamente secuestrada por la necesidad de incrementar permanentemente el consumo para poder así sostener el crecimiento contable financiero. Como rechazo a ello, nacían más y más grupos de lagunos que se unían a otros grupos de insatisfechos para protestar y desahogarse ante las crecientes diferencias y desigualdades sociales que se percibían.
Al vivir en el agua, en flotación y en esa dinámica de creciente producción, en general las actividades de producción y consumo de los lagunos debían hacerse siempre en movimiento, pues solo así podían controlar su posición sin estar sujetos a los vaivenes de las corrientes y la inestabilidad de la flotación. Al no existir tierra firme en la que sujetarse se apoyaban en lo que llamaban «movimiento firme». Ese «movimiento firme» generaba unos altos niveles de absorción del oxígeno y evaporación del agua en el ecosistema de la Gran Laguna, de forma que poco a poco su calidad se fue deteriorando, si bien los efectos no eran apreciados nada más que por cierta parte de la comunidad científica más preocupada por el medio natural y social que por sus ganancias económicas cortoplacistas.
Aunque algunos lagunos empezaban a levantar sus voces llamando la atención sobre esta espiral destructiva, la necesidad de crecer, la búsqueda de ganancias personales y la superficialidad en la que se había instalado la comunidad hacían muy difícil la toma de una conciencia generalizada ante esta peligrosa evolución. La población general, instalada en la comodidad y sintiendo cada vez más la superioridad e invulnerabilidad de su especie, daba muy poco seguimiento a esas voces.
Era claro el gran desarrollo empresarial y la consecución de unos niveles de riqueza de la población que aseguraba a todos los lagunos el acceso al alimento y a la satisfacción de las demás necesidades fisiológicas. Y en paralelo al desarrollo empresarial, los líderes políticos y los gobernantes de las distintas comunidades de lagunos empezaron a descubrir también la gran utilidad para ellos de la publicidad, que algunos críticos empezaban a llamar propaganda. Pronto se hizo patente que para captar seguidores en el campo político en una sociedad con excesiva información (aunque no siempre de buena calidad) y con una creciente complejidad que hacía difícil la comprensión de las cosas, nada era más eficaz que servirse de los discursos, relatos y técnicas publicitarias en sentido amplio que conectaban emocionalmente con los lagunos para captar su atención y adhesión. En lo que se refiere a lealtad, también estos políticos y gobernantes empezaron a sumirse, con creciente descaro, en dinámicas en las que el interés de la comunidad, cuya protección debía constituir su razón de ser, comenzaba a situarse muy por debajo de la búsqueda y el mantenimiento de esos liderazgos y de las posiciones de poder.
En definitiva, la sociedad aceptaba, sin energía para oponerse a ello, el progresivo deterioro de los principios aplicados a la convivencia, a la vez que caminaba hacia la degradación del medio acuático en el que vivían cuyo oxígeno sufría un constante deterioro por la sobreactividad de los lagunos, haciendo el agua poco respirable para sus branquias.
El contexto era propicio para que algunas empresas organizadas por lagunos, de tanto crecer y exprimir la productividad extrayendo para ellos mismos la riqueza generada por otros, se convirtieran en gigantes imperios empresariales que llamaron «ballenas», cada vez más grandes, poderosas y destructivas por su efecto distorsionador de la armonía social. Las diferencias eran tan grandes que las relaciones sociales se hacían muy complicadas, pues las grandes ballenas no eran capaces de entender que en términos de riqueza la satisfacción de los lagunos no tenía tanta relación con lo que cada uno tenía, sino con la intensidad de sus deseos y con lo que poseían los lagunos del entorno.
La sociedad de la Gran Laguna evolucionaba haciéndose cada vez más grandes las ballenas y cada vez mayor el número de necesidades que se iban creando. De hecho, las grandes ballenas se habían convertido en grandes creadores de necesidades en la comunidad laguna para seguir sosteniendo la actividad económica. Como las necesidades naturales estaban cubiertas, se necesitaba crear nuevas necesidades sociales para despertar la motivación para el consumo. Pero nunca era suficiente y la espiral continuaba provocando crecientes niveles de insatisfacción en la sociedad de los lagunos, que necesitaban cada vez más cosas para vivir como siempre, pero a mucha mayor velocidad y con muchas carencias afectivo-emocionales. El descontento estaba alumbrando una polarización social que era constantemente agitada por políticos y medios de comunicación, los cuales recogían buenos frutos de esa agitación. Los políticos hacían discursos para la creación de enemigos, para agitar y provocar con ellos a sus propios seguidores mientras los medios de comunicación sacaban también mucho más lucro de las malas noticias, de la crítica y de jalear la confrontación entre unos y otros...
El descubrimiento de nuevas tecnologías para escuchar y trasmitir por el agua todas las conversaciones, comunicaciones e información entre los lagunos supuso una aceleración de la normal evolución social. Esta tecnología basada en principios de electrolisis y conductividad del agua fue siendo integrada con gran rapidez por más y más lagunos, creándose en muy pocos años lo que llamaban la «Malla» en la que todo acababa interconectado. En poco tiempo ello provocó una revolución por la posibilidad de acceso por parte de cualquiera a cantidades ingentes de información. Pero lejos de servir de ayuda, la sobreinformación producía una enorme confusión ante la imposibilidad de ser digerida de forma inteligente para su propio bienestar por los lagunos, quienes, sin ser inicialmente conscientes de ello, iban perdiendo su intimidad o privacidad.
Había nacido un nuevo ámbito de competencia en esa feroz lucha por vender más y más, pues la grandes ballenas explotadoras de la «Malla» (las Big Whales) competían por atraer por cualquier medio la atención de los lagunos a cada segundo a través de los dispositivos de comunicación que ya todos tenían en la Gran Laguna. Idearon para ello todo tipo de técnicas para tratar de impedir que los usuarios de la «Malla» (que ya eran casi todos los miembros de la comunidad) pudieran desconectarse de sus «dispositivos de conexión», buscando mantenerlos siempre con la atención captada por una u otras vías. Ofrecían cosas gratis, provocaban el cotilleo en nuevas comunidades creadas en la «Malla», difundían «memes», instauraban sistemas de alarma y notificación para que nadie se perdiera nada... Poco a poco, más y más lagunos se fueron haciendo verdaderos adictos a sus dispositivos de conexión, de los cuales no podían prescindir ni siquiera mientras dormían.
Aunque no era fácil de observar, de nuevo eran la publicidad y la necesidad de las empresas de generar actividad económica y vender lo que movía este irracional y desasosegante uso de la red por más y más lagunos. Las ballenas captaban la atención de los usuarios de la «Malla» para vender espacios para publicidad a los lagunos empresarios. También en el ámbito político se iba haciendo un uso creciente de la «Malla» como mecanismo de propaganda, confrontación, aletargamiento y polarización para arrastrar con ello al voto. Parecía que valía todo en la dura y competitiva lucha, la mentira se había hecho de uso generalizado y muchos la utilizaban sin el más mínimo pudor, a la vez que el mundo se veía inundado de las llamadas «fake news» que acabaron haciendo casi imposible saber lo que era verdad y lo que no.
Los lagunos más espirituales que observaban esté fenómeno se estaban haciendo cada vez más convencidos de la insostenibilidad de la vida en la laguna y gritaban para abrir los ojos al mundo y hacer que este despertara para observar la degradación de una sociedad basada en la búsqueda sin límites de riqueza, productividad y seguidores a costa de sacrificar los bienes espirituales y la paz del alma. El agua de la Gran Laguna era cada vez menos respirable y, con la concepción y paradigmas firmemente arraigados en ella, jamás mejoraría sus condiciones. La Gran Laguna, por esa senda tenía muy mal destino.
Ante ello, los lagunos más visionarios y comprometidos con un propósito comenzaron a hacer excursiones fuera de la laguna emergiendo al aire y la tierra seca. A pesar de que desde el interior de la laguna ello parecía inconcebible, poco a poco estos exploradores fueron descubriendo que sus branquias, cuando iban practicando y exponiéndose al aire de la atmósfera, se hacían gradualmente más capaces también de respirar ese aire. Parecía que el limitado mundo de la Gran Laguna podría salir de sus cerrados confines y disponer de un nuevo y gran espacio para su expansión, abandonando las ataduras limitantes y las esclavas miradas y los paradigmas instalados en la laguna. Con cierto entrenamiento las branquias funcionarían como pulmones. Y con esta visión, poco a poco más y más lagunos fueron despertando y creando un movimiento hacia esta nueva realidad, dándose cuenta de que solo este despertar podría salvar su mundo de la degradación y degeneración en las que se veía sumido. Pero la inmensa mayoría de lagunos, que seguía anclada en sus marcos mentales tradicionales y escépticos, jamás creyó que pudiera vivirse fuera de la laguna sin agua como fuente de oxígeno.
Había comenzado el mini éxodo de los más visionarios de la laguna, pero solo una pequeña parte de toda la comunidad de lagunos salió a lo largo de unos años. El resto habían quedado atrapados en el miedo y en su incapacidad de observar la realidad y de luchar para recuperar los valores sociales de la laguna aferrados a la más y más irrespirable agua de la Gran Laguna. Por ese camino solo cabía esperar el conflicto social y su extinción como pueblo ante la creciente evaporación y desecación de la laguna hasta quedar reducida a una laguna seca.
Los lagunos del éxodo pronto fueron perdiendo las escamas que cubrían todo su cuerpo cuando vivían en la laguna y desarrollando órganos y miembros para su perfecto desenvolvimiento en tierra firme. Eran plenamente conscientes de que habían sido creados y que estaban programados genéticamente para mantener las fuerzas del deseo y emocionales que habían llevado a la total destrucción de la vida en la laguna. Pero eran también muy conscientes de que la degeneración se había debido a que todo el ámbito de vida interior espiritual y del cuidado del alma se había perdido en la Gran Laguna, secuestrado por una adicción permanente a lo nuevo, a lo siguiente, a no perderse nada y a la acumulación.
Empezaba por tanto una nueva era para los lagunos del éxodo, quienes yendo en busca de sentido recuperaron la verdad y el respeto de sus viejos principios y valores, incorporando en su vida social y económica nuevas prácticas que permitieran ordenar un verdadero bienestar material y emocional. La economía y el dinero debían volver a ser instrumentos al servicio de la comunidad, y no ser los secuestradores de la misma.
Caminaron y caminaron, buscaron y buscaron. Y un día en su deambular se encontraron con la comunidad de airis que había huido de la Tierra del Aire.
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