Kitabı oku: «Imaginarios sociales», sayfa 4
En este sentido, la teoría expuesta por Castoriadis, aplicada en el estudio de movimientos sociales y otro tipo de colectividades, permite orientar —en clave de imaginario radical: imaginario social instituido/imaginario social instituyente— otra lectura y apuesta coherente con esta perspectiva de pensamiento jurídico, en la que son posibles otras formas de entender y comprender distintas expectativas de vida desde los derechos humanos. Esta es la tarea que falta por realizar, de acuerdo con lo enunciado por Charles Taylor.
Conclusiones
• La propuesta que proporciona Castoriadis permite desarrollar un estudio de la sociedad y del ser humano según variables que identifican las dinámicas de cohesión social desde prácticas que tienen sentido para un grupo colectivo, el cual ha otorgado legitimidad a formas de coexistencia colectiva en un tiempo y espacio específicos, que no siempre coinciden con la propuesta de contratos o pactos sociales, sino que se verifican en dinámicas culturales que permiten la vida colectiva, que ha sido imaginada por un grupo social. El imaginario radical se consolida como el centro de la teoría desde la cual es posible reconstruir y describir a grupos sociales en una relación de lo instituido con lo instituyente, que permiten ubicar características que según la teoría del contrato social no es posible identificar; de ahí la relevancia de este tipo de “elucidación crítica”, en palabras del autor.
• La reconstrucción realizada por Charles Taylor sobre imaginarios sociales en sociedades modernas, contemporáneas y occidentales —en otras palabras, capitalistas— muestra el orden social como el eje que les ha otorgado una legitimación a las teorías contractualistas, desde una perspectiva política, económica y jurídica de la sociedad. El orden moral como categoría permite dar sentido a la totalidad de instituciones sociales que se han organizado bajo el esquema de lo público y lo privado, a excepción de la religión que tras la conceptualización del secularismo terminó relegada a la vida privada, mostrando una separación institucional de la Iglesia y el Estado, pero con la idea del orden moral paradójicamente se ha mantenido el discurso religioso de la vida social y colectiva. El orden moral es el eje de lo que constituye el imaginario social en la idea de modernidad.
• Taylor y Castoriadis integran en común una reflexión de la sociedad que falta por comprender, estudiar y explicitar en los estudios sociales y jurídicos de las sociedades modernas, y de las que no son modernas, comprendiendo los límites del estatuto epistemológico de la modernidad según grupos que no es posible describir con esta categoría. Se ubica allí la tarea pendiente, que se propone realizar en la segunda parte, desde la vía rural de los imaginarios sociales en Colombia, donde las múltiples dinámicas del campo y la selva permiten una pluralidad de sociedades y de sus imaginarios sociales.
• Los derechos humanos como teoría, discurso y práctica permiten registrar la legitimación en sociedades modernas del orden moral desde una perspectiva jurídica del derecho internacional. Sin embargo, esta perspectiva permite orientar los límites en la protección, aplicación y afirmación de derechos que han sido prescritos en las cartas y declaraciones internacionales en materia de derechos humanos. Así, se le otorga un sentido relevante a repensar el derecho internacional según las distintas dinámicas en las que se formulan los movimientos sociales y los denominados derechos humanos emergentes, en los que tiene cabida y sentido la enunciación de una correlación entre imaginarios sociales y derechos humanos, en la medida en que es bajo esta comprensión que un ejercicio del derecho puede ser afirmado como el resultado de la imaginación de la coexistencia, la resistencia y la supervivencia de un grupo social.
Estudios de caso, imaginarios sociales y derechos humanos: Corregimiento N.° 8 de Buenaventura y Nación U’wa
Ya no hay conflicto entre nosotros. Yo no esculpí la sonrisa, sino que forma parte de la propia culata de fusil. Los agujeros de tornillo y la marca que ha quedado en el lugar donde la correa se engancha al arma. De modo que elegí las armas que tenían mayor expresividad. En la parte superior se puede ver una cara sonriente. Pero hay otra cara sonriente: la culata del otro fusil. Y se sonríen una a otra como diciendo: «Ahora somos libres».
KESTER
En el presente capítulo, se propone construir un cuarto tipo de estudio sobre derechos humanos e imaginarios sociales, en el cual se ubiquen los derechos humanos como imaginario radical en sociedades que no sean modernas, que no sean occidentales, es decir, en comunidades étnicas. Se ubicarán en estudios de caso imaginarios sociales instituidos e imaginarios sociales instituyentes en Colombia, específicamente el Corregimiento N.° 8 de Buenaventura y la Nación Indígena U’wa, comunidades donde la defensa de los derechos humanos se expresa desde una cosmovisión diferente a la formulada por las cartas de derechos humanos de las sociedades modernas, contemporáneas y occidentales para afirmar la vida, la identidad, la resistencia y la autocreación colectiva de los grupos étnicos en la actualidad colombiana.
Para ello, se partirá por desarrollar una breve descripción de las metodologías de investigación sobre imaginarios sociales que se han elaborado para el estudio de grupos y movimientos sociales acogiendo la propuesta de Castoriadis. Luego, se desarrollará una descripción de los límites, las posibilidades y la forma como se registró y organizó la información sobre imaginarios sociales en los dos casos propuestos en materia de derechos humanos. Posteriormente, se describirá el imaginario social instituyente en las comunidades étnicas y el imaginario social instituido por parte del Estado colombiano en los casos de estudio, de acuerdo con la formulación teórica de Cornelius Castoriadis y Charles Taylor. Finalmente, a modo de conclusión, se hará un análisis del aporte de esta propuesta para el estudio de los derechos humanos en grupos étnicos.
Es importante advertir que este trabajo permite ubicar la ruta rural de los imaginarios sociales que coexisten en el país con las otras dos rutas que se registran en esta obra a manera de resultado de la investigación sobre las implicaciones de los imaginarios sociales en Colombia: lo urbano, lo rural y lo virtual, ya que lo histórico-social, siguiendo a Castoriadis, permite definir un espacio-tiempo específico donde la vida en la selva, en la naturaleza, en el Pacífico colombiano y en la Sierra Nevada del Cocuy enuncian formas de vida que de algún modo coexisten con lo que llamamos ciudad y virtualidad.
Hacia una metodología de investigación sobre imaginarios sociales, derechos humanos y comunidades étnicas
A partir de la propuesta de Castoriadis sobre los denominados imaginarios sociales, se han desarrollado distintos trabajos que buscan formular una metodología de investigación que conceda situar esta categoría en diversos grupos sociales. Es el caso de Martínez y Muñoz, que proponen tres pasos para el estudio de los imaginarios sociales: 1) ubicación del contexto social, 2) ubicación de la vida cotidiana (tradiciones e instituciones) y 3) análisis de fenómenos estructurales o imaginarios centrales:
La contextualización de los imaginarios sociales a contextos sociales específicos, denominada sociomorfología de lo imaginario, amplía de esta manera el análisis de las representaciones colectivas hacia las manifestaciones estéticas e iconográficas, desde las tres líneas de indagación: en primer lugar, desde la recuperación discursiva de espacios simbólicos, en los cuales encuentran un contexto las diversas manifestaciones estéticas, espacio en el cual se confirman modelos o ideales estéticos, pero que de igual forma permiten el invento de nuevos sistemas de representación simbólica; en segundo lugar, el reconocimiento, en cuanto escenario de «experimentación» de la vida cotidiana, en el cual se pueden abrir brechas en los determinismos impuestos por la tradición y las instituciones; y en tercer lugar, se recuperan los llamados fenómenos «aestructurales» cuya estructura aparente no es más que provisoria, ya que cada generación posterior propone para ellos una comprensión diferente. (2008, p. 218)
Sodré (2012) esboza el estudio de los imaginarios sociales desde la relación que sobrepasa la interacción lenguaje-mundo, discurso-mundo, en la medida en que está sometido a la continua autocreación y renovación, características propias del imaginario social, por lo que presenta el estudio del lenguaje que expresa de forma directa el sentimiento y la idea de mundo que tiene un grupo social específico.
D’Agostino (2014) desarrolla una revisión de diferentes metodologías para la investigación de imaginarios sociales, tras lo cual concluye que existe una gran variedad de enfoques para este tipo de estudios. Por ello, es ineludible disponer del fenómeno social que se va a estudiar y seleccionar las diferentes técnicas que permitan ubicar lo que da sentido a lo histórico-social en cada caso, comprendiendo la imposibilidad de medir la totalidad de la realidad social que se busca trabajar. Bassok (2012) reconoce la dificultad —en materia de investigación— que implica desarrollar un trabajo que busque identificar imaginarios sociales con la rigurosidad que la ciencia exige en la actualidad, ya que la base empírica se ubica como un límite en este tipo de trabajos. El autor propone el estudio de la cultura a partir de sus productos, como la música, la literatura, el arte, la comida y el vestuario, entre otros.
Conforme a lo anterior, es importante resaltar la dificultad que implica desarrollar una investigación que tenga por objeto ubicar imaginarios sociales; sin embargo, los distintos autores coinciden en la importancia de situar el contexto histórico-social como punto de partida y analizar el lenguaje como forma de explicación del contexto en el que vive cotidianamente un grupo social, el cual puede rastrearse en el arte, la música, la poesía, la imagen, etc.
Es importante retomar la fórmula que proporciona Castoriadis en su obra, pues permite registrar con claridad los imaginarios sociales desde la categoría de imaginario radical: relación de la confrontación que existe entre el imaginario social instituido y el imaginario instituyente. El imaginario instituido, en este caso, consiste en prácticas histórico-sociales desarrolladas por el Estado que son legitimadas socialmente pese a que han tenido un uso previo, el cual les da un horizonte de sentido y fundamentación histórica en busca del mantenimiento del orden establecido. La transformación de la sociedad es perseguida por el imaginario social instituyente, que no ha sido afirmado ni aceptado por la sociedad vigente; por el contrario, su negación es lo que le da sentido a la búsqueda de la transformación del imaginario social instituyente para poder existir. En este último, caben las prácticas de resistencia que desarrollan grupos sociales para enfrentar la confrontación en la que viven.
Para el estudio que se pretende realizar, se desarrollará la siguiente metodología de investigación con base en el trabajo expuesto en la primera parte. En primer lugar, se reconstruirá el contexto histórico-social de las comunidades negras del Corregimiento N.° 8 de Buenaventura, que comprende las veredas de Aguas Claras, Guaimía, Potedó, San Marcos, Limones, Sabaletas y Sacarías, en relación con tres conflictos: el alud de lodo derramado por la EPSA2 sobre el río Anchicayá, la ruta paramilitar, la aspersión con glifosato y la prohibición de la minería en la región. Igualmente, se reconstruirá el contexto histórico-social de la Nación U’wa en la Sierra Nevada del Cocuy en relación con el conflicto por la instalación de un pozo de inspección petrolera en su territorio por parte de la empresa canadiense OXY, vulnerando el derecho a la consulta previa de los pueblos indígenas.
En segundo lugar, se identificarán las prácticas implementadas por el Estado colombiano como formas de expresión y de legitimación del imaginario social instituido, que históricamente han sido utilizadas por sociedades modernas, contemporáneas y occidentales como formas de legitimización del poder y del orden establecido e incluso se han apropiado de prácticas de resistencia como contrarresistencia. En tercer lugar, se registrarán prácticas de resistencia de las comunidades étnicas que tienen un sentido histórico-social desde el cual el grupo social ha afirmado su identidad y rechazo sobre lo instituido a partir del lenguaje (el cual aparece en común para ambos grupos, como se mostrará más adelante). Finalmente, se describirán los elementos comunes de los imaginarios radicales descritos en este trabajo, a fin de mostrar las implicaciones en materia de derechos humanos que se ubicaron en el estudio de los imaginarios sociales.
El caso del chontaduro y el Corregimiento N.° 8 de Buenaventura
Primeramente, puse el chontaduro porque es la parte que nos duele. Por medio de esto estamos siendo victimizados, muchas veces victimizados, ¿por qué? El chontaduro era la primer fuente económica de nuestras comunidades. Al irse, hace que las personas se desplacen. Al irse el chontaduro también quedamos adoptando prácticas económicas que no son, que no ayudan al desarrollo sostenible, nos vuelven y nos acorralan, porque muchas veces se dice por qué hacen tal cosa, pero no miran que antes de eso hubo algo que nos llevó allá, porque anteriormente la gente vivía del chontaduro, no hacía nada más, se aguantaban los meses que no estaba el chontaduro, pero cuando se fue tenemos que buscar prácticas que nos ayuden rápido, entonces por eso nos duele el chontaduro.
(Mujer, habitante del Corregimiento N.° 8, agosto de 2018)
El Corregimiento N.° 8 de Buenaventura, ubicado en el departamento de Valle del Cauca, en Colombia, está conformado por comunidades negras cuyas costumbres, tradiciones e historia colectiva permiten ubicarlas dentro del concepto de comunidades étnicas. Estas comunidades tienen una historia cronológica de lucha y resistencia frente a las reiteradas vulneraciones de derechos humanos que han sufrido desde inicios del año 2000. Es posible dividir cronológicamente la historia del corregimiento en cuatro partes:
1. el alud de lodo que derramó la EPSA al abrir sus compuertas, contaminando el río Anchicayá y la tierra, y afectando críticamente la fauna y flora (los habitantes se dedicaban a la pesca artesanal);
2. el paso de la ruta paramilitar en la región, que dejó un rastro de asesinatos selectivos;
3. aspersión con glifosato sobre el territorio que afectó los cultivos de chontaduro, generó infertilidad en el suelo y enfermedades a la población (cáncer, brotes en la piel, infertilidad); y con ello dificultó la producción del chontaduro, principal economía de la población, lo que perjudicó la gastronomía, los festivales y los rituales colectivos;
4. implementación de la Ley de prohibición de la minería ilegal y tradicional, acompañada de la destrucción de retroexcavadoras de propiedad colectiva que tenía la comunidad para la explotación “legal” del oro en el territorio.
Esta historia la he descrito con mayor detenimiento en investigaciones anteriores (López et al., 2019) sobre el corregimiento, de las cuales se retoma la tabla 1.
Imaginario social instituido: ludismo y destrucción en el Corregimiento N.° 8
En este esquema, es posible ubicar una serie de vulneraciones en materia de derechos humanos, a partir del incumplimiento en el deber de garantía que tiene el Estado colombiano con las comunidades negras del Corregimiento N.° 8 tanto por acción como por omisión frente a los deberes de garantía de la vida individual y colectiva, la propiedad colectiva (reconocida en la Ley 70 de 1993), la salud, la cultura y la obligación de administrar justicia sobre los hechos alegados. Esto ha consentido, desde una lectura extensa del contexto, el exterminio sistemático de la población y la cultura de estas comunidades étnicas dada la magnitud de la muerte, la enfermedad y el desplazamiento de estas comunidades.
Tabla 1. Sistematización de resultados de los testimonios3

Fuente: López et al. (2019).
Es en este contexto que es posible argumentar la existencia de una práctica histórica que está desarrollando el Estado colombiano en esta comunidad, con la cual se legitima a modo de imaginario social instituyente: el ludismo. De acuerdo con Erick Hobsbawm, en su artículo “Los destructores de máquinas”:
Para la mayoría de los especialistas, los términos destructor de máquinas y ludita son intercambiables. Lo cual resulta completamente natural, porque los estallidos de 1811-1813 y de algunos años después de Waterloo atrajeron más que cualquier otro la atención pública, y se creyó que la supresión de los mismos requería mayor fuerza militar. Darwall ha hecho bien en recordarnos que los 12.000 efectivos desplegados contra los luditas excedieron con mucho los efectivos del ejército que Wellington llevó a la península ibérica en 1808. Sin embargo, la gran preocupación por los luditas tiende a oscurecer la discusión acerca de la destrucción de máquinas en general, que comenzó a plantearse como fenómeno de importancia durante el siglo XVII y que se prolongó aproximadamente hasta 1830. (1952, pp. 16-17)
El ludismo como movimiento tuvo dos tipos de destrucción de máquinas; una fue sin hostilidad hacia las máquinas, cuya destrucción se realizaría como medio de presión laboral. Es importante destacar que el ludismo se ubica a inicios de la Revolución industrial, en la época en que todavía no existía el movimiento obrero, ni la conciencia sindical —solamente las primeras manifestaciones de organización, oposición y coacción frente a los patronos, pero aún no se tenía consciencia de clase obrera—. Es el periodo de 1811 en Lancanshire y de 1826 en Wiltshire:
Este tipo de destrucción fue un aspecto tradicional y reconocido del conflicto industrial en el periodo del sistema doméstico y manufacturero, y en las primeras etapas de la fábrica y de la mina. No estaba dirigido solo contra las máquinas, sino también contra la materia prima, los productos terminados o incluso contra la propiedad privada de los patronos, según el tipo de daño que más pudiera afectarles. (Hobsbawm, 1952, pp. 16-17)
El ludismo tuvo su mayor esplendor la noche del 12 de abril de 1811 cuando se desplegaron 12 000 efectivos militares en tres condados: Derby, York y Lancashire; para esta época York era el centro de la Revolución industrial. La destrucción de telares en esta fecha generó la creación de la pena capital contra aquel que intentara destruir una máquina. De ahí el nombre “ludismo”, porque se interrogó sobre el líder que divulgó la idea de destruir las máquinas, quien de aparecer sería condenado a muerte, por lo cual se creó un personaje ficticio denominado “Ned Ludd”, quien supuestamente sería el autor de la destrucción de máquinas. Se dice que es ficticio, porque de existir, habría sido ejecutado. La pena de muerte quedó instituida en 1812 y en 1816 se registró la muerte de la última persona condenada: Jones Towle.
A este periodo se añade otro en el que se generaron motines contra las máquinas, con la conciencia y el sentido de destruirlas. Este periodo se direcciona por completo contra la máquina, tanto que se encuentra registro de este tipo de prácticas impulsadas en ocasiones por capitalistas como medio de resistencia consciente: “A veces el estudio detallado de un incidente local revela que el movimiento ludita no era tanto una agitación de los trabajadores como un aspecto de la competencia entre el dueño de taller o industrial atrasado y el progresista” (Hobsbawm, 1952, p. 26).
Este apartado permite registrar el ludismo como práctica histórica estatal sobre el Corregimiento N.° 8 de Buenaventura, en la medida en que es usada por la contrarresistencia como forma de presión para anular las condiciones mínimas de subsistencia de las comunidades negras en este territorio, generando un desplazamiento forzado de la población.
Existe una lectura, que hago como investigadora, una mirada muy personal, sin fundamento fáctico, pero en todo caso es una lectura que permite una explicación del sentido del ludismo en este territorio y es en torno a la existencia del oro en el subsuelo. Según narran los habitantes, al ser un territorio colectivo, las implicaciones y los límites legales para la explotación son muchos dado que existe un uso continuo de la propiedad, la cual puede ser interrumpida por el desplazamiento de una comunidad. Con ello, puede ser obtenida la explotación de los recursos que existen en el subsuelo, en este caso el oro, sin desarrollo de algún tipo de consulta previa, ni de límite o impedimento legal, lo cual otorgaría una posible explicación y sentido al uso del ludismo como práctica estatal sobre la que se ha constituido el imaginario social instituyente.
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