Kitabı oku: «Vivir de oído», sayfa 3
Conversación en tres tiempos
Al niño que yo fui le diría en voz baja:
esa rabia se puede dibujar,
los muñecos que robes harán ruido,
un hemisferio tuyo va a ser huérfano.
Al joven que ya dejo le diría:
no creas que en el tiempo hay un mensaje,
correr es impuntual,
elijamos camisas de colores absurdos.
Al viejo que seré le pediría
que me recuerde así, arrugando papeles
para tantear su cara,
que por favor me cuente si va a venir despacio.
Ese viento obstinado
En memoria de Eduardo García
En un amigo caben
–como en ese cajón donde se encuentra
de pronto algo perdido–
la linterna sin pilas
y la costilla rota,
el fósforo quemado
y el páncreas para nada,
los anteojos que ya no pueden ver
o la pupila propia.
Si esta mano operase en el cajón
y revolviese, amigo, tu comienzo
¿acaso no derrocharíamos
con feliz reincidencia
las mismas energías que te faltan?
Ese viento obstinado era deseo.
Ese empecinamiento se llamaba vida.
Regreso ligeramente tardío de la hoja
Esta torpe manera de arrastrar
como una capa el tiempo,
escoba que se lleva
las hojas y las huellas dactilares.
Este medio vivir
en la otra mitad,
su póstumo sigilo
al cruzar una calle y verla sin sujeto.
Cada escenario tiene
su propio darwinismo,
en cada transeúnte va ladrando
la buena compañía de una hipótesis.
Esta insistencia
en retener algún minuto
cuando las hojas vuelvan y yo no.
Morir en paralelo
Es un dulzor trepando por la sangre.
Un plegar las persianas más adentro.
Un volumen que mengua voz a voz
en la radio obsesiva de la mente.
Una mano en la cara de mis horas.
Un ascensor cayendo hacia mí mismo,
si es que hay espacio en alguien
y abajo no es un tiempo que se frena.
Sólo quiero apagarme
cada noche a su lado,
en espera del día.
