Kitabı oku: «Tras la apariencia de la soberanía», sayfa 3

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Referencias

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2. Según Donna Haraway (2004), la difracción como método de lectura es una herramienta feminista contra las políticas de la negación y de reflexión, la cual resulta insuficiente para la crítica pues corre el riesgo de colocar lo negado en un pedestal o consiste en el simple movimiento de ubicar lo mismo del otro lado –cual reflejo–, además de desarrollarse dentro de una lógica dualista; opone visiones entre sí y asume una posición externa y superior con relación a lo que se lee. Las lecturas difractivas buscan generar grietas para el cambio. Se evita así reproducir los parámetros previamente establecidos. Como escribe Haraway, se trata de encontrarse en una «relación crítica, deconstructiva, en una (racio)nalidad difractiva más que reflectiva –como medio para establecer una conexión potente que exceda la dominación» (2004, p. 69).

3. La explicación filosófica de un traslape entre el campo de la percepción y el de la imaginación ha sido propuesta desde la fenomenología. En el campo de la neurociencia, existe evidencia recogida por estimulación trascraneal del cerebro que parece respaldar esta conclusión, mientras que estudios neuropsicológicos de lesiones cerebrales muestran disociaciones funcionales y anatómicas entre la imagen mental y la percepción. Artículos de revisión sobre el tema concluyen, no obstante, que, aunque no exista un mecanismo compartido subyacente a la visión para la percepción y las imágenes conscientes, es posible afirmar una superposición entre los mecanismos subyacentes de la visión para la acción y las imágenes visuales inconscientes. Esto brinda explicaciones para la fenomenología cuasi-pictorial de la imagen mental (como memoria de trabajo en imagen, recuperación de memorias episódicas, soñar despierto, visualizar narrativas escritas, etc.) consciente a pesar de que sus sustratos neuronales subyacentes y mecanismos son típicamente distintos de aquellos de la experiencia visual (Brogaard, B. y Gatzia D.E., 2017).

4. En Dar (el) tiempo, Derrida introduce la figura de la moneda falsa, a partir del cuento de Baudelaire como el hacer pasar una ficción por verdadera. Una moneda falsa no es lo mismo que una no-moneda. «La moneda falsa debe ser tomada por una moneda verdadera y, para eso, debe darse como una moneda que tiene título que la acredita convenientemente» (p. 86), escribe.

5. El poema de Rudyard Kipling (1899) con el mismo título se popularizó a inicio del siglo XX desde una lectura imperialista y racista, dio paso a un sinnúmero de representaciones gráficas que hacían alusión al mensaje de civilizar a las culturas no occidentales como misión principal del hombre blanco. El poema hace referencia la adquisición de Cuba y las Filipinas por los Estados Unidos y coincide con la invención del cine, por lo que entre las primeras proyecciones de Lumière y Edison menciona a la «lucha por África» y replican otros discursos imperialistas de la época que justificaban despojos y masacres. Los primeros ejercicios de publicidad, como los del jabón Pear hacían uso de la frase «the white man’s burden», para resaltar el consumo del producto como alcance civilizatorio, o como lo exponían en una de sus pancartas: «el consumo del jabón es una medida de la riqueza, la civilización, la salud y la pureza de las personas».

6. En sus célebres ensayos sobre el arte moderno, Charles Baudelaire celebra el arte de su tiempo, y a sus principales representantes, como aquel capaz de capturar la esencia del momento, razón por la cual la fotografía tuvo tanto interés y se desarrolló entonces, si bien la tecnología necesaria para ello existía en Europa desde el siglo XVI. Ser un hombre moderno es, para Baudelaire (1995) ser un Hombre de mundo, un «hombre del mundo entero, hombre que comprende las razones misteriosas y legítimas de todas sus usanzas» (p. 83), es decir, aquel capaz de capturarlo todo y ser un hombre de mundo, significa ser, a su vez, en ser un hombre de su tiempo.

7. Para Derrida (1991) el sujeto por excelencia del individualismo humanista occidental es trascendente y desencarnado y se encuentra separado del mundo. El sujeto es el quién de la pregunta por el sujeto, una que siempre vuelve al sujeto mismo. Más que preguntar por el sujeto, escribe, «uno podría colocar al sujeto en su subjetividad en escena, someterlo a la escena como el idiota (el inocente, el apropiado, el virgen, el originario, el nativo, el ingenuo, el gran inicio; tan gran, tan erecto y tan autónomo como sumiso, etc.» (p. 99).

8. En años recientes, se ha propuesto el concepto de Antropoceno para marcar el inicio de una nueva época geológica, que habría comenzado a dar fin al holoceno hace 200 años y a evidenciarse claramente hace sesenta. Estos cambios que la tierra ha experimentado en este período han sido causados por el impacto humano. Sin embargo, no existe un consenso científico sobre el término y los criterios para determinar una nueva época geológica. Por otro lado, diversos autores y autoras han cuestionado el uso del término, entre estos Naomi Klein (2019), quien escribe que «estas formas de explicar nuestras circunstancias actuales tienen un significado muy específico, aunque tácito: que los seres humanos son un solo tipo, que la naturaleza humana puede ser esencial para los rasgos que crearon esta crisis. De esta manera, los sistemas que ciertos humanos crearon, y que otros humanos han resistido poderosamente, se libran por completo. Capitalismo, colonialismo, patriarcado – ese tipo de sistemas» (Let them Drown: The violencie of othering a warming world).

9. De acuerdo con Deleuze, la singularidad se refiere no solamente a algo que reemplaza lo universal sino también es un elemento que puede ser extendido en dirección de otro, como posibilitante de una conexión. En este sentido, esta noción puede asociarse a la de ensamblaje, referida en este ensayo.

10. El término es utilizado aquí a partir del trabajo de Amin, Samuel y Dhunpath (2006) quienes plantean que el humano puede ser dañado no solo por daño interno, accidente o degeneración, sino que el daño cognitivo puede darse también en ausencia de esas condiciones como resultado de su propia plasticidad y el entrenamiento neuronal que puede causar que las personas no puedan diferenciar lo que es de lo que no es. Esta reflexión parte de un análisis del aprendizaje y su capacidad de integrar conexiones intraneuronales, influir los patrones de onda y alterar la construcción de significado de modos que no siempre son beneficiosos para todas las comunidades y en algunos casos pueden resultar incluso dañinos.

Por daño cognitivo entendemos: aceptar y habitar imposiciones que son antiéticas al sentido del yo (self); la incapacidad de reconocer las maneras y medios en que el individuo/self es marginado, anulado, hecho invisible, tratado injustamente, oprimido, silenciado, suprimido, censurado, ignorado, maltratado, debilitado o esclavizado; prestarse a prácticas y estructuras de la hegemonía; obediencia y consentimiento a la imposición de estas varias maneras de subyugación, la incapacidad de superar/resistir estas imposiciones cuando se es consciente de ellas; y la ausencia de agencia, sublevación o acción retributiva (p. 5).

11. A modo de cautela, cabe señalar los riesgos de entender aquí, por dislocación, anulación o aniquilamiento. Deleuze recuerda que un concepto no muere sencillamente porque así se quiera sino solo cuando nuevas funciones en nuevos campos lo desacreditan. «Esta es la razón por la que nunca es muy interesante criticar un concepto: es mejor construir nuevas funciones y descubrir los nuevos campos que lo vuelven inútil o inadecuado» (p. 94). Por su parte, Derrida (1991) subraya que la liquidación de un concepto expone en general una ilusión y una ofensa, pronuncia la liquidación como promesa, como un hacer justicia y, por ende, la salvación o rehabilitación del concepto mismo.

12. En el Seminario La bestia y el soberano, Derrida (2008) plantea el concepto de unheimlich (estar-en-casa-en-casa-del-otro) como una tendencia propia del movimiento «de vigilancia intelectual» (p. 245), de disección y anulación de las corporalidades no humanas, el cual ejemplifica con los zoológicos y los jardines botánicos y su orden artificial. Para Baudelaire (1995) estar fuera de casa y sentirse en ella en todas partes tiene que ver con la capacidad que tiene el hombre moderno de «estar en el centro del mundo y permanecer oculto al mundo» (p. 87).

13. Según Karen Barad (2014), el por-venir es un movimiento de apertura siempre dada gracias a la indeterminancia. «Incluso el re-torno de un patrón de difracción no señala un ir de vuelta, una borradura de la memoria, la restauración de un presente pasado. La memoria –el patrón de pliegues sedimentados de intra-actividad iterativa– está escrita en el tejido del mundo. El mundo “sostiene” la memoria de todas las trazas; más bien, el mundo es su memoria» (p. 182), apunta la autora.

14. Este concepto es recogido por Rosi Braidotti (2019) de las teorías feminista, subalterna y postcolonial como práctica metodológica y herramienta pedagógica para construcción de conocimientos posthumanos.

«Dar la mano»: Sobre el carácter aporético del altruismo

Matheus Kar

Resumen

El presente ensayo indaga el carácter ontológico de la mano (entendido como la esencia e imposibilidad del don), cuya búsqueda parte del carácter pragmático de dar la mano, que, a su vez, converge con los eventos de reprensión y altruismo por parte de quienes tienen la Ley en estados de excepción, como lo es el Estado durante la pandemia por covid-19. En este sentido, se confrontan (derridianamente) las visiones logocéntricas que tanto Heidegger como Aristóteles tienen respecto a «la mano» y la teoría política de los estados de excepción documentada en trabajos de Carl Schmitt y Walter Benjamin. De igual modo, el texto funge como una pesquisa del carácter aporético de la soberanía de los Estados canallas.

Palabras clave: Derrida, Heidegger, covid-19, soberanía, altruismo, reprensión, estados de excepción, Benjamin, Schmitt, Žižek

Usualmente, dar la mano es el saludo más común y extendido en el mundo y el que se ha adoptado como el más universal. Desde que se es pequeño se aprende a dar la mano y esta acción es la que se adopta como la usual para saludar o despedirse.

De acuerdo con Ruth Rayo, directora ejecutiva del Centro de Etiqueta y Protocolo para Guatemala, dar la mano es el signo más antiguo de saludo entre dos personas; es un signo de paz, el inicio de una amistad, rompe el hielo entre dos individuos que acaban de conocerse o ser presentados (Saravia, 2005).

Iván Granda, Ministro de Inclusión Económica y Social de Ecuador (MIES), en rueda de prensa virtual, el sábado 21 de marzo de 2020, informó sobre la entrega del bono «Dar una mano, sin dar la mano» a las personas en situación de escasos recursos de dicho país: «Este es el Gobierno de Todos que trabaja para todos, y con este bono se busca ayudar a los más necesitados. Este nació por una iniciativa de la sociedad civil en la ciudad de Guayaquil en donde el Gobierno se sumó» (El Tiempo, 2020). El funcionario manifestó que el Bono de contingencia es de $60 y está destinado a 400 mil familias del Ecuador. «La empresa privada, los gobiernos locales y el Gobierno Nacional, mediante plataforma virtual, ofrecerán canastas de alimentos para las familias en situación de vulnerabilidad con 245 mil raciones de alimentos» (El Tiempo, 2020), indicó el ministro del MIES del gobierno ecuatoriano.

Por tanto, existen dos acepciones de «dar la mano»: una como símbolo de cortesía (en la etiqueta y el protocolo) y otra como altruismo (en lo político y económico). Sin embargo, en el contexto actual (primer semestre del 2020), dentro de la coyuntura de la pandemia del covid-19, los médicos sugieren la restricción del contacto físico. Un artículo en Internet indica: «Médicos piden no dar besos y no saludar con la mano: los cambios culturales que podría traer el coronavirus» (Pérez, 2020). Sin embargo, esto no quiere decir que la cortesía y el altruismo se hayan acabado. Es más, «dar una mano, sin dar la mano» se podría leer como el gesto de mayor altruismo de estos días, puesto que no solo se promulga una campaña de prevención al evitar el contacto físico, sino que, aparentemente, se apuesta por la ayuda a los más necesitados: doble cuidado. Por ejemplo, en Guatemala, ante la actual situación y el distanciamiento social derivados del covid-19, la empresa guatemalteca Cervecería Centroamericana donó más de Q7.7 millones para el equipamiento médico del centro de cuarentena que se encuentra habilitado para atender a todas las personas que lo necesiten. No obstante, frente a este acto de altruismo, la población (sobre todo los jóvenes que tienen acceso a redes sociales) mostró cierta negatividad, pues acusan a la empresa de ocultar motivaciones mercadológicas (que también pueden ser catalogadas como cínicas).

Ahora bien, ¿por qué esta dada de mano, la del Grupo Gallo, no parece cordial, respetuosa o pacífica para la población guatemalteca, sobre todo a la población joven que pertenece a la clase media y tiene acceso a redes sociales y, por tanto, la capacidad de viralizar ciertas inconformidades? ¿Por qué «dar la mano, sin darla» puede ser lo contrario a la cortesía o el altruismo? Y, quizá, la pregunta más incordiosa: ¿es posible que eventos excepcionales, como la pandemia causada por el covid-19, tengan la capacidad de mostrar otra naturaleza del «dar la mano», una más cínica o utilitaria? O, asimismo, desde una perspectiva trascendental del sujeto, ¿podría ser este «altruismo» la máscara (ocultamiento) cínica de las contradicciones del sistema? Posiblemente, para dar respuesta a estas interrogaciones, se deba explorar, en un principio, las acepciones de «la mano».

Arqueología de la mano

En la vida cotidiana, «la mano» es utilizada para transmitir muchos mensajes (encriptados o no). Se dice que se da la mano, se realiza un apretón. Pero, a la vez, también se levanta la mano, ya sea para que nos noten, nos seleccionen, nos ubiquen o, como en las empresas o la escuela, para pasar asistencia. Metonímicamente, en estos casos, la mano es una representación del hombre (15) (un representante de él, si se quiere), y, sin embargo, todas las manos se parecen. En general, poseen cinco dedos, uñas y nudillos, una palma, un dorso y una muñeca. Quizá, de esta manera, «dar la mano», por su simplicidad, es lo más práctico.

La palabra «mano», como lo indica su etimología, proviene del latín manus y este de una raíz indoeuropea man- (mano) que dio μάρη (marē = mano), εὐμαρής (eumarēs = fácil, fácil de hacer, fácil de manipular, cómodo; que facilita o arregla, complaciente), etc., en griego. Esta palabra latina, en el lenguaje jurídico romano, también significa «poder», sobre todo aquel que un amo tiene sobre sus esclavos, o, en ciertas formas rupestres de matrimonio, el poder jurídico que un hombre tiene sobre su mujer, semejante a la patria potestad. Está claro: lo que se encuentra en la mano, está en su poder (Diccionario Etimológico Castellano en Línea, 2021).

De esa cuenta que abunden expresiones derivadas de la palabra manus. Cuando se dice «este tiene mucha mano», no queremos decir que tenga una mano excesiva, sino que tiene mucho poder. Por ejemplo, en algunas regiones de Latinoamérica es común «pedir la mano» de una joven para casarse con ella (una forma planificada de reclamar poder). Es también el valor que tiene la raíz man- en palabras como «emancipar» (sacar a alguien del poder de otro) (Diccionario Etimológico Castellano en Línea, 2021).

El Diccionario de la lengua española se recogen varias acepciones del término mano, siendo las más llamativas la 9 (Instrumento de madera, hierro u otra materia, que sirve para machacar, moler o desmenuzar una cosa.), la 10 (Rodillo de piedra que sirve para quebrantar y hacer masa el cacao, el maíz, etc.), la 16 (Lance entero de algunos juegos. Vamos a echar una mano de dominó, de ajedrez.), la 18 (Vuelta que se da a algo para su perfección o enmienda. Se dio la última mano.), la 21 (Persona que ejecuta algo. En buenas manos está el negocio. De tal mano no podía temerse mal resultado.), la 22 (intervención (‖ acción de intervenir. Aquí se ve la mano de Dios.), la 23 (Habilidad, destreza.), la 24 (Poder, imperio, mando, facultades. Dar, tener mano.), la 25 (Patrocinio, favor, piedad.), la 26 (Auxilio, socorro.), la 27 (Reprensión, castigo. Sobre esto le dio el prelado una mano.), la 28 (coloq. Tunda, zurra. Mano de azotes, de coces.) y la 32 (Guatemala y Honduras. En un mercado, conjunto de cinco frutas o verduras).

Además de estas acepciones, se han generado una serie de frases que engrosan el campo semántico de dicho término, también recogidas por el Diccionario: «Buena mano»: acierto (‖ habilidad en lo que se ejecuta). Buena mano tuvo en esto; «buenas manos»: Habilidad, destreza; «mano blanda»: Falta de severidad en el mando o en el trato personal; «mano derecha»: Persona muy útil a otra como auxiliar o colaborador; «mano dura»: Severidad en el mando o en el trato personal; «mano larga»: Arg. y Ur. Hombre que toquetea a una mujer sin el consentimiento de esta; «mano oculta»: Persona que interviene secretamente en un asunto: «manos libres»: Facultad amplia que se da a alguien o que alguien tiene para obrar en un determinado asunto; «a la mano»: 1. loc. adv. U. para denotar que algo es llano y fácil de entender o de conseguir, y 2. loc. adv. Cerca, a muy poca distancia; «dar la mano»: loc. verb. Servir con puntualidad y a la mano los materiales, para que los operarios puedan trabajar continuamente, sin apartarse del sitio en que están; «darse a manos»: loc. verb. Darse, entregarse, ceder en la resistencia que se hacía; «echar una mano a»: 1. loc. verb. Ayudar a la ejecución de algo, y 2. loc. verb. Ayudar a alguien; «levantar alguien la mano a otra persona»; amenazarlo o pegarle; «poner la mano, o las manos, en alguien»: maltratarlo de obra o castigarlo, y «por su mano»: por sí mismo o por su propia autoridad. Las acepciones y usos se multiplican, se bifurcan, casi borgeanamente, pero ya se puede empezar a notar un patrón, cierta dualidad, un reverso y un anverso de la propia «mano».

Por un lado, se nota el carácter caritativo de «dar una mano», acuñada para señalar actos de altruismo, ayuda desinteresada y bondad. Por otro, un reverso oscuro, violento y punitivo, como «levantar la mano» o «mano dura». Incluso, se puede indicar el control de una mano sobre alguien en una situación de acoso, como es el caso de la «mano larga». El Diccionario Etimológico Castellano en Línea (2021), recoge otras palabras derivadas del latín manus, como «emancipar» (sacar de la mano), «manifestar» (hacer fiesta con las manos), «mantener» (tener en las manos), «manipular» (lo que se opera con las manos), «manufacturar» (hacer con las manos), «maniobra» (obra que se hace con las manos), «masturbar» (turbar con la mano), que denotan el uso de ciertas facultades relacionadas al poder. Existen otras palabras que son consecuentes con la frase que nos inquieta («dar la mano»), y que refuerzan la idea de la mano como autoridad: se encuentra «mandar» (combinación de mano y dar), «encomendar» (entregar una persona para que lo mande otro) y «recomendar» (encargar, confiar).

Respecto a «dar la mano», existen dos relatos que la historia occidental recoge y que, a su vez se relacionan con la cortesía, pueden darnos una mano con el origen de la frase, ya sea en su práctica o en su diseminación semiológica. Supuestamente, el apretón de manos se originó en la Edad Media. Los caballeros al saludarse daban la mano contraria al lugar donde portaban la espada, que solía colgar del lado izquierdo. De esta manera, el adversario se aseguraba de que este no sacaría la espada para atacarlo (que no existían segundas intenciones, ocultas).

El apretón de manos, la dextrarum iunctio de los romanos, significa paz en el encuentro y alianza. En la Antigüedad y la Edad Media se ofrecía la mano desnuda al otro en señal de no belicosidad. No se portaba un arma, se venía en señal de paz. Los romanos sellaban los acuerdos de paz mediante un apretón de manos y su imagen, las manos entrelazadas en un apretón, ha quedado grabada en innumerables estelas de piedra (Plana & Luca, 2016, p. 98).

Existen numerosos testimonios de la Edad Antigua, remontándose, por ejemplo, a la Grecia del siglo V a. C. Los helenos, que a todo le ponen nombre, lo llamaban dexiosis, término que hacía referencia a la palabra dexios, que significa derecha. Lo muestra el registro arqueológico. La estela SK1708 que se conserva en el Museo de Pérgamo berlinés muestra a dos hoplitas del año 500 a. C dándose la mano ante un sacerdote. Un gesto que se repite en lápidas, vasos y monedas de carácter funerario y en los conocidos relieves de Comagene. En la Península Ibérica abundaban las llamadas tesserae hospitalis, herencia indoeuropea sólida en una especie de contratos entre pueblos celtíberos, y entre estos y Roma. Cada parte se dividía en dos, y en el texto, comúnmente, se añadía la imagen de un apretón de manos (Álvarez, 2018).

Otro de los relatos nos lleva a Grecia. La «mundsa» (μούντζα), también llamado faskéloma (φασκέλωμα), es un gesto que consiste en mostrar la palma de la mano con los dedos extendidos. Generalmente, se suele hacer delante de una persona con el ánimo de ofenderla. Entre más cerca, más efectivo es. La mundsa, en cuanto a sus orígenes, se encumbra a la época del imperio Bizantino, y se utilizaba para castigar en casos de faltas leves. El juez se llenaba la mano de ceniza y tiznaba la cara del condenado. Otros piensan que la mundsa es más antigua y suelen situarla en la antigua Grecia. En los misterios eleusinos utilizaban un gesto similar a la mundsa para expulsar a las fuerzas malignas. No obstante, esta segunda versión es cuestionable. Una tercera, propone que surgió en la antigua Grecia como forma de representar el pubis femenino o el acto sexual. Los romanos pensaban al principio que los griegos lo usaban para expulsar fuerzas demoníacas, pues en otros pueblos, mostrar la palma de la mano y con una postura similar de los dedos, estaba vinculado con maldiciones y exorcismos (se consideraba un talismán), lo que pudo dar origen a la segunda versión. Sin embargo, en la práctica se trataba de un grave insulto y expresión de desprecio que sobrevivió hasta la época bizantina (Politis, 1921).

En otros países, actualmente, también existen usos similares:

• En Pakistán, mostrar la palma de la mano a alguien se considera un insulto, si al mismo tiempo se dice: «Laanat», que significa maldición.

• En el Golfo Pérsico, mostrar las palmas de las dos manos a alguien después de dar una palmada y decir: «Malat alaik» es un insulto. Suelen realizarlo las mujeres, puesto que no se considera un gesto masculino.

• En Norteamérica, desde los años noventa, existe un gesto similar que acompaña a la expresión «Háblale a la mano»: mostrando la palma de la mano, con los dedos extendidos, a otra persona y decirle que le hable a la mano (porque la cara no presta atención) significa que la otra persona pierde el tiempo al hablar y es mejor que se calle. Antes de esa década era común como expresión de desagrado el extender la mano.

• En México, este gesto puede usarse para saludar (agitando la mano), pero si se deja fija o se mueve repetidamente hacia el interlocutor significa «Vas a ver/Ya verás/Ya lo verás», es decir, una advertencia de que el hablante va a ir a contarle a una figura de autoridad (padre, profesor, director, etc.) alguna broma o travesura que el interlocutor haya hecho. Se suele usar con niños para asustarlos y que se comporten correctamente.

• En Panamá, además de significar un saludo como en México, también se usa para amenazar al interlocutor de que se le va a castigar o tomar algún tipo de represalia contra él en un momento posterior y más adecuado (en el caso de un castigo físico, cuando no haya riesgo de ser cazado impartiéndolo) (Politis, 1921).

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