Kitabı oku: «El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840)», sayfa 6

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Unos meses después Cabrera ordenó una nueva quinta de mozos solteros y viudos sin hijos, esta vez entre 16 a 36 años e incluyendo también a los casados después del 1 de julio de 1838. Se debían presentar en Chelva con dos individuos de justicia, ya que allí sería donde se celebraría el juicio de exenciones, la medición y demás formalidades. Para ello se nombró una junta de jefes y oficiales que debía oír las reclamaciones. El caudillo carlista hizo a los ayuntamientos responsables del cumplimiento de esta disposición, bajo multa de 500 ducados, amenazando con proceder contra ellos o contra sus padres, en caso de ocultarse o de fugarse alguno.215 Poco después, Arnau creó otra junta (en Alpuente) para oír las alegaciones de los mozos de aquellos pueblos.216

Aparte de los quintos, había también soldados que habían sido arrancados de sus pueblos sin ningún tipo de formalidad ni apariencia de legalidad. Esta práctica la emplearon los rebeldes desde el principio de la guerra. Ya en 1833 el barón de Hervés ofició a todos los pueblos del partido de Morella para que le presentaran a todos los voluntarios realistas y mozos útiles, entre 16 y 40 años.217 Y según un informe del gobernador de Alcañiz, la mayoría de los que se unieron a la facción en ese año lo hicieron violentados.218 Poco después, en marzo de 1834, Carnicer se llevó a todos los solteros de Molina de Aragón219 y un mes después hizo lo mismo en Tordesilos (Zaragoza).220 Además, Quílez recorrió los pueblos del Bajo Aragón llamando a filas a todos los que habían sido indultados y reuniendo en pocos días más de 70 hombres.221 Algo parecido hizo Montañés durante el mes de octubre, cuando fue por la cuenca del Matarraña y del Martín reintegrando a los indultados y captando a nuevos seguidores.222

La práctica de secuestrar a los jóvenes fue la más habitual durante la guerra, ya que era mucho más cómodo y rápido que llevar a cabo todas las formalidades necesarias para una quinta. Y como no era necesario realizar sorteo alguno, podían llevarse así a muchos más reclutas. Entre los muchos ejemplos podríamos citar el caso de Alcudia de Veo (Castellón), donde en mayo de 1836 entró una pequeña partida, llevándose a todos los mozos que encontró.223 Un año después, en Atzeneta del Maestrat, Useras, L’Alcora e inmediaciones, los carlistas ordenaron que se les presentaran todos los solteros, so pena de vida.224 Posteriormente, en marzo de 1838, una partida rebelde entró en Borriol y echó un bando, haciendo presentarse a los mozos y a los viudos para llevárselos.225 Y así podríamos seguir con numerosos ejemplos más, hasta el 23 de marzo de 1840, que es cuando realizaron la última recluta de la guerra (o al menos la última que ha dejado constancia). En esta ocasión 50 facciosos de Gracia se llevaron de Alfondeguilla (Castellón) a todos los solteros, tras haber recogido a 200 en los demás pueblos de la sierra de Espadán.226

Pero tanto las quintas como las reclutas forzosas se encontraban con algunos obstáculos. El primero eran las autoridades liberales, que a veces recogían a todos los quintos de los pueblos y los concentraban en puntos fortificados, para impedir que cayeran en manos del enemigo. Los mozos del partido de Teruel, por ejemplo, recibieron en varias ocasiones la orden de concentrarse en la capital de la provincia, para evitar ser llevados a Cantavieja, en virtud de la quinta que estaban realizando los carlistas.227 Asimismo, el comandante del ejército del centro, Antonio van Halen, se llevó a Segorbe a todos los jóvenes solteros de la comarca para impedir que hiciera lo propio Cabrera.228 No obstante, las autoridades liberales no debieron recoger a muchos mozos, ya que no disponían de suficientes recursos para alimentarlos fuera de sus lugares de origen.229

Por ello el principal problema para los rebeldes no fue éste, sino la huída de los muchachos, en cuanto se enteraban de que una partida carlista estaba llevándose a los mozos de los pueblos cercanos. La primera noticia que tenemos de ello data de agosto de 1835, cuando 24 jóvenes indultados se marcharon de La Codoñera (Teruel) para evitar ser reclutados de nuevo por las fuerzas de Quílez.230 Cuatro meses más tarde los quintos de Aliaga (Teruel) huyeron con el justicia a Teruel para no caer en manos de los rebeldes. Cuando éstos llegaron al pueblo mandaron a un paisano en su búsqueda, con un oficio en el que se les amenazaba con fusilarlos a ellos, a sus padres y a sus parientes más inmediatos si no se presentaban. Pero esto no les sirvió de nada y los jóvenes se negaron a regresar.231

Y esta no fue la única vez que sucedió algo así. Dos años después, al rumorearse que los rebeldes estaban quintando a gente por los pueblos del Maestrazgo, algunos se marcharon a Vinaròs para eludir el reclutamiento.232 Más acentuado fue lo que hicieron los quintos de Chiva, que huyeron en masa poco antes de que llegaran las tropas de don Carlos.233 Unos se refugiaron en las montañas, mientras que otros se trasladaron al punto fortificado más cercano, hasta que pasó el peligro.234

Para contrarrestar estas huidas los jefes de la facción empezaron a tomar represalias con los familiares de los fugados. En marzo de 1838 se llevaron de Tales, Artesa y Sueras (Castellón) a los padres de los mozos que no quisieron presentarse al ser quintados.235 Unos meses después el coronel Doménech intentó reclutar soldados en Chóvar (Castellón), pero se encontró con que los jóvenes habían huido. Entonces apaleó a los concejales, llevándose acto seguido al alcalde y a los padres y madres de los mozos ausentes, hasta que éstos se presentaran.236 Además, en la última quinta carlista se conminó a todos los solteros del Maestrazgo, aunque se hallaran en puntos dominados por las tropas constitucionales, a que se alistaran en el ejército rebelde, so pena de ejecutar a sus padres y parientes más cercanos, lo que obligó a muchos a regresar.237 Pero algunos ya habían previsto esto y para evitar estas represalias huyeron acompañados de sus padres.238

Otro problema consistía en que a menudo los carlistas no tenían medios para equipar o alimentar a la gente que reclutaban. De hecho, se sacaba a los jóvenes de los pueblos antes de que se pudiera disponer de armas o uniformes para ellos, lo que daba a sus huestes un aspecto de bandas irregulares y facilitaba la deserción, al no ir identificados sus miembros como militares. Muchos de ellos iban armados con palos,239 lo que les convertía en un ejército poco eficaz, y al que además tenían que alimentar. Por ello, a veces se veían obligados a despedir a los nuevos reclutas, por falta de comida para todos.240

A modo de conclusión, podemos señalar que al principio de la guerra sólo se sublevaron unos pocos hombres, directamente interesados en el triunfo de don Carlos, para mantener su empleo (en los voluntarios realistas) o para conseguir un puesto en el ejército, si carecían de él. La gran mayoría de la población, incluso en las zonas que luego serían carlistas, no encontró suficientes motivos como para apoyarles, lo que llevó a un rápido fracaso de los primeros alzamientos. Así pues, en un principio el alistamiento en las partidas estaba movido casi únicamente por intereses laborales. Y aunque había mucha gente humilde, que podía ver la guerra como una forma de ganarse el sustento, sólo unos pocos se decidieron a unirse a las partidas, por miedo a ser fusilados si caían en manos de las tropas de la reina.

A partir de 1835 el movimiento rebelde creció considerablemente, debido a las victorias carlistas, que atrajeron a sus filas a muchos campesinos pobres, que ya no veían tan peligroso unirse a las fuerzas tradicionalistas. Al mismo tiempo, estos triunfos permitían incorporar a la facción a muchos soldados de la reina prisioneros, lo que reforzaba todavía más el movimiento. Y a ellos se sumaron, a partir de entonces, numerosos absolutistas, que hasta ese momento habían permanecido al margen de la contienda. Lo que les motivó a rebelarse fue, sobre todo, el miedo a excesos liberales o el deseo de vengar algún atropello cometido con ellos o con sus familiares. De esta forma, los errores y abusos de los isabelinos llevaron a muchos simpatizantes carlistas a tomar las armas, algo que en un principio no tenían previsto, por los peligros que ello implicaba. Además, gran número de personas pobres que se habían unido a los rebeldes por intereses económicos, acabaron odiando a los liberales por las represalias cometidas hacia sus amigos y familiares, lo que les llevó a identificarse con la causa tradicionalista, que no siempre comprendían, pero con la que empezaron a compartir un enemigo. Y a esto hay que añadir que los excesos y errores de los cristinos aumentaron los apoyos al carlismo en las comarcas donde se llevaba a cabo la guerra, que acabaron pasándose en masa al bando rebelde. De esta manera, la ideología tradicionalista se reforzó considerablemente durante la guerra con la difusión del odio hacia los liberales, ya que en realidad no había otra cosa que uniera a los partidarios de don Carlos. Por ello, lo que en un principio era una rebeldía por intereses económicos particulares, acabó convirtiéndose en un movimiento más duradero, que resistió a la guerra y al exilio, transmitiéndose durante varias generaciones de padres a hijos.241 Y aunque también hubo reclutas forzados en las filas carlistas, éstos fueron siempre una minoría, que no empezó a tener importancia hasta 1838.

D) ORGANIZACIÓN Y ADIESTRAMIENTO

Una vez se había incorporado a nuevos soldados, se hacía necesario proporcionarles el equipo (si se disponía de él) y organizarlos en compañías y batallones, así como nombrar a los cabos, suboficiales y oficiales de las nuevas unidades. A éstos los elegía personalmente Cabrera, mientras que los cabos y sargentos se conseguían ascendiendo a soldados veteranos de otras unidades.242 Estas operaciones había que hacerlas cuanto antes, por lo que se realizaban en cualquier población en la que se detuviesen. Pero, como requerían un cierto tiempo, a menudo había que esperar a que se produjera una pausa en las operaciones militares. Al principio de la guerra, por ejemplo, el barón de Hervés se dedicó a organizar a los reclutas en Morella.243 También tenemos noticia de que en octubre de 1838 Forcadell se refugió en Montán (Castellón) para organizar a su gente.244

Después había que adiestrarlos en las reglas básicas del combate. Para ello los rebeldes los conducían a sus bases en la retaguardia, donde les daban un mínimo entrenamiento. Ya en noviembre de 1833 se enseñaba a los voluntarios los primeros rudimentos de la táctica militar y del manejo de las armas, pese a lo cual su adiestramiento dejaba mucho que desear.245 Año y medio después Arévalo y Cabrera daban alguna instrucción a los reclutas en los puertos de Beceite.246 Pero a partir de 1837 el principal centro de adiestramiento pasó a ser Cantavieja, donde a veces se encontraron hasta 500 quintos ejercitándose simultáneamente, aunque no hubiera armas para ellos.247 Esta actividad tomó tanta importancia que, a principios de 1839, Cabrera ordenó al coronel Feliu y al teniente coronel Pons que se dedicaran exclusivamente al entrenamiento de los nuevos reclutas.248 Otros puntos importantes fueron Morella249 y Chelva, localidad en la que se construyeron depósitos de quintos para instruirlos y organizarlos. De hecho, durante los periodos de descanso entre campañas, Arnau se dedicó a completar allí la formación de los bisoños.250 También tenemos noticias de que se instruía a nuevos soldados en Cañete (Cuenca), Ayódar (Castellón), Alloza (Teruel), Collado de Alpuente (Valencia), Benasal (Castellón) y en varias localidades del Maestrazgo.251

Pero a menudo el adiestramiento se realizaba en lugares no preparados para ello. En noviembre de 1835, por ejemplo, Cabrera se retiró a la serranía de Cuenca para ejercitar a sus hombres.252 Poco después ordenó que, durante las marchas, cuando no hubiera novedad, se empleasen tres o cuatro horas en maniobras y evoluciones, dedicando los días de descanso a exámenes y ejercicios.253 Además, la instrucción que se les daba era bastante deficiente y no podía compararse con la del ejército de la reina, mucho más disciplinado y mejor entrenado.254 A esto contribuía el hecho de que a menudo no hubiera fusiles para todos, por lo que era habitual que se entrenaran con sólo cinco armas de fuego por compañía. El resto utilizaban para ello palos de madera de roble, a los que añadían trozos de hierro a modo de bayonetas.255

Por otra parte, no siempre había tiempo para entrenar a los reclutas, por lo que era frecuente que los nuevos soldados fueran mezclados con los veteranos y combatieran con ellos desde el primer día.256 De hecho, la falta de adiestramiento de los soldados (muchos de los cuales sólo llevaban en filas dos o tres semanas) fue una de las causas de la derrota de Carnicer en Maials (Lleida), en abril de 1834.257 Otro ejemplo es el del soldado Cayetano Blanch, voluntario de Tortosa, que se alistó el 20 de octubre de 1835 y entró en combate seis días después, por lo que difícilmente pudo haber recibido entrenamiento militar.258

También los oficiales necesitaban un adiestramiento, puesto que casi ninguno de los mandos carlistas había pasado por una academia militar, como sí ocurría con la mayoría de los liberales.259 El propio Cabrera era un antiguo seminarista, sin ninguna experiencia con las armas antes de unirse a las fuerzas de don Carlos. Por ello empezó a instruirse en las tácticas militares una vez empezada la guerra, recibiendo clases de Joaquín Mezquita, un antiguo oficial.260

Así pues, consciente de la necesidad de dar una formación teórica a sus mandos, en 1835 creó la primera academia de oficiales de su ejército, bajo el mando del coronel José María Arévalo, uno de los pocos militares de carrera de que disponía.261 Pero esta institución tuvo una vida efímera, dada la falta de una base estable y las continuas marchas de las huestes carlistas.262 Tres años más tarde se creó la Academia del Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia, destinada a instruir a cadetes de infantería y artillería. Estaba dirigida por el capitán-profesor Antonio Manuel Gutiérrez y fue inaugurada en diciembre de 1838. Al mismo tiempo se creó una escuela de artillería e ingenieros,263 con sede en Morella. Su primer curso empezó en enero de 1839 y terminó siete meses después. Allí los cadetes tenían que estudiar aritmética, álgebra, dibujo topográfico, geometría, secciones cónicas y tratados sobre fortificación, pólvora y munición. También entraban en su currículum las ordenanzas militares y normas sobre la formación de causas, de las que luego tenían que examinarse.264 Esta formación la completaban con la participación ocasional en asedios a ciudades fortificadas enemigas, como sucedió en el ataque a Vilafamés, en abril de 1839.265 Allí los cadetes, que tenían tan sólo 14 ó 15 años, dispararon con tal precisión que Cabrera ascendió al profesor a capitán y a los tres alumnos mayores a oficiales.266

1 Diario de Valencia, 7, 10, 28 de noviembre y 24 de diciembre de 1833, 15, 18, 21, 25, 29, 31 de enero, 4 de febrero, 9, 10, 12 de marzo, 1, 21, 29 de abril, 6, 11, 20 de mayo y 2 de julio de 1834. El Turia, 11, 18 de enero, 13 de marzo y 7 de abril de 1834. Boletín Oficial de las Provincias de Valencia y Castellón de la Plana, 22 de abril, 6, 20 de mayo y 1 de julio de 1834. Anónimo, Fastos españoles o efemérides de la guerra civil, Madrid, Imprenta de don Ignacio Boix, 1839-1840, v. 1, p. 790 y v. 2, pp. 26, 83, 151, 152, 180, 243, 317 y 377. Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales cabecillas facciosos de las provincias de Aragón y Valencia desde el pronunciamiento carlista de Morella en 1833 hasta el presente, Valencia, oficina de López, 1840, p. 32.

2 Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra última en Aragón y Valencia, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2006, pp. 14, 15 y 29. Rújula, P., Rebeldía campesina y primer carlismo: los orígenes de la guerra civil en Aragón (1833-1835), Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1995, p. 143.

3 Abadía, A., El siglo XIX en Samper de Calanda, Zaragoza, Ayuntamiento de Samper de Calanda, 1985, p. 49.

4 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 153. Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 134.

5 Diario de Valencia, 28 de noviembre de 1833. Boletín Oficial de las Provincias de Valencia, Alicante y Castellón de la Plana, 25 de marzo de 1834. Córdoba, B., Vida militar y política de Cabrera, Madrid, Imprenta de Eusebio Aguado, 1844-1846, v. 1, p. 28. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 164.

6 Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los cabecillas... pp. 197, 198, 214, 215 y 222.

7 El Turia, 11 de enero de 1834.

8 Archivo Municipal de Xàtiva. Libro capitular de 1833, folio 394. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 149.

9 Diario de Valencia, 7 de noviembre de 1833. El Turia, 11 de enero de 1834. Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 79.

10 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, pp. 111 y 129. Segura, J., Morella y sus aldeas, Villarreal, Ayuntamiento de Morella, 1991, v. 4, pp. 34 y 35. Rújula sostiene que el levantamiento se produjo el día 12, a las 12 del mediodía. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 148.

11 Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de Ramón Cabrera, Valencia, oficina de López, 1839, p. 14.

12 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, pp. 151 y 152. Boletín Oficial de la Provincia de Castellón de la Plana, 8 de mayo de 1835. Según Melchor Ferrer el alzamiento se produjo el día 16, fecha que Vicent Gil adelanta al día 8. Por otra parte, Roldán afirma que Llorens servía en el batallón de voluntarios realistas de La Vall d’Uixò, en el que había también gente de Villarreal y Onda. Vicent Gil sostiene en cambio que Llorens abandonó Villarreal con los batallones realistas de Villarreal, Onda, Vall d’Uixó y L’Alcora. Ferrer, M., Tejera, D. y Acedo, J., Historia del tradicionalismo... v. 3, p. 271 y v. 7, p. 175. Roldán, E., Estado mayor general carlista en las tres guerras del siglo XIX, Madrid, Editorial Actas, 1998, p. 66. Gil Vicent, V., Joaquín Llorens y Bayer (1807-1862). Un militar olvidado por la historia, Villarreal, Ayuntamiento de Villarreal, 2006, p. 56.

13 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, pp. 128 y 152. Segura, J., Morella... v. 4, p. 42.

14 Diario de Valencia, 10 y 13 de diciembre de 1833. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 34-36. Calbo y Rochina. D, Historia de Cabrera y guerra civil en Aragón, Valencia y Murcia, Madrid, Establecimiento tipográfico de Vicente Castelló, 1845, p. 8.

15 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 179.

16 Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 64. Vilar, J. B., Aproximación a la Orihuela contemporánea, Murcia, Patronato Angel María Rogel, 1982, tomo 5, v. 1, pp. 326 y 327.

17 Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 276.

18 Segura, J., Morella... v. 4, pp. 94 y 95.

19 Diario Mercantil de Valencia, 7 de octubre de 1838.

20 Diario de Valencia, 16, 22 y 25 de diciembre de 1833. Un emigrado del Maestrazgo, Vida y hechos de los principales... pp. 12, 13 y 36. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 34, 36-39, 45 y 64.

21 Diario Mercantil de Valencia, 24 y 31 de enero, 4 y 10 de febrero y 4 de junio de 1836; 6 de enero y 14 de febrero de 1837.

22 Córdoba, B., Vida militar... v. 2, p. 27.

23 Diario Mercantil de Valencia, 8 de marzo de 1838.

24 Diario Mercantil de Valencia, 29 de julio de 1837.

25 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 1, pp. 251 y 332.

26 Entre paréntesis aparece la media de soldados que tenían en cada año (si es que se sabe). No se han incluido cuatro partidas grandes que sólo aparecen mencionadas una vez, ya que eran probablemente un destacamento temporal de un grupo mayor. Por otra parte, algunas de estas fuerzas, especialmente a partir de 1836, no eran más que batallones, brigadas o divisiones del ejército de Cabrera, que solían actuar por separado. Por ello, cuando me refiero a este jefe rebelde sólo hago referencia a las tropas que le acompañaban habitualmente, no a todas las que tenía a sus órdenes.

27 No se incluyen las fuerzas del barón de Hervés, ya que estaban formadas por la suma de numerosas partidas ya mencionadas en esta lista.

28 Hasta marzo Cabrera tenía una media de 68 hombres y Forcadell 500. Desde ese mes fueron unidos y Cabrera asumió el mando.

29 Era una pequeña partida, aunque no conocemos su número de integrantes.

30 Sus fuerzas acabaron integrándose en la partida de Cabrera, por lo que no han sumado dos veces para elaborar el cuadro 3.

31 En septiembre Cabrera cedió el mando a Arévalo.

32 Se trata de la misma fuerza, que primero fue mandada por el fraile Esperanza luego por Carné y después por Llagostera.

33 Incluye las tropas de Añón, con las que casi siempre estaba unido.

34 No se incluyen las veces en las que iba acompañado de Forcadell, ya que entonces llegaba a duplicar sus tropas.

35 En septiembre el Serrador se fue a la expedición de Gómez con casi toda su fuerza, dejando a unos 200 hombres en la provincia de Castellón, al mando de Mestre y Sorolla.

36 Incluye las tropas de Llagostera, con las que estuvo unido la mayor parte del año. No incluye a las fuerzas de Forcadell, con las que iba sólo de vez en cuando.

37 Estas fuerzas pertenecían a la facción de Cabrera, de la que se separaban ocasionalmente, cuando Cabrera delegaba en Llagostera el mando de las tropas. La fuerza media de Cabrera es inferior porque a menudo se quedaba con unos pocos hombres, mientras dejaba a Llagostera el mando del grueso de las tropas. Para calcular el total de tropas carlistas (cuadro 3) se ha tenido en cuenta sólo la fuerza de Llagostera.

38 Incluye los restos de su facción después de su muerte.

39 Partida pequeña.

40 Arnau mandó la división del Turia hasta que fue sustituido por Arévalo.

41 Incluye las tropas de Llagostera, con las que estuvo unido la mayor parte del año.

42 Cabecilla manchego. Está incluido porque ese año realizó operaciones por Valencia.

43 Arévalo mandó la división del Turia, hasta que fue sustituido por Palacios.

44 Llagostera mandó la división de Aragón hasta que fue sustituido por Polo.

45 Cabecilla manchego. Está incluido porque ese año realizó operaciones por Valencia.

46 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 58. Santirso afirma que Cabrera y Carnicer pudieron desarrollar un importante foco carlista por la falta de coordinación de las fuerzas liberales, divididas entre tres capitanías generales. Pero esto no se sostiene, ya que las guerrillas carlistas del Maestrazgo estuvieron a punto de desaparecer dos veces (en los inviernos de 1833-1834 y 1834-1835) cuando aún no existía el ejército del centro, ni se permitía a los generales de la reina abandonar sus distritos. Una vez se tomaron medidas para solucionar esto, el carlismo en la zona no empezó a disminuir, sino todo lo contrario. Fue entonces cuando Cabrera obtuvo sus mayores victorias y creó una red de puntos fortificados, pese a existir ya un ejército del centro, que unificaba el mando liberal en la zona. Todo ello muestra que la clave no fue la falta de coordinación, sino la escasez de tropas (y de medios) de los generales de la reina. Santirso, M., Revolució liberal i guerra civil a Catalunya (1833-1840), Lleida, Pagès editors, 1999, p. 85.

47 Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil... v. 1, p. 21.

48 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 70.

49 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 184-186, 193, 203-204, 218 y 219.

50 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 306.

51 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 187-190. Segura, J., Morella... v. 4, pp. 103 y 104.

52 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 190.

53 En la página 167 Córdoba asegura que Cabrera sólo tenía 29 hombres en marzo, pero aquí no incluye a las fuerzas de otros cabecillas, que sí que añade en el recuento de diciembre. Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 130 y 167.

54 El Turia, 24 de diciembre de 1834 y 8 de noviembre de 1835.

55 Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, p. 318.

56 Diario Mercantil de Valencia, 26 de octubre de 1835.

57 Diario Mercantil de Valencia, 30 de octubre de 1835.

58 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, pp. 243-245. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 2, pp. 337 y 339. Urcelay, J., Cabrera... pp. 82 y 83. El boletín de Castellón asegura que el ejército carlista pasó de 7.000 a 800 hombres tras la batalla de Molina, pero estas cifras parecen bastante exageradas. Boletín Oficial de la Provincia de Castellón de la Plana, 20 de diciembre de 1835.

59 Córdoba, B., Vida militar... v. 1, p. 256 y v. 2, p. 14. Cabello, F., Santa Cruz, F. y Temprado, R. M., Historia de la guerra última... p. 70.

60 Hay que tener en cuenta que estas cifras están basadas en medias anuales de partidas aisladas. No incluyen las grandes partidas que se podrían formar esporádicamente, mediante la unión de otras más pequeñas. Y tampoco la situación en meses puntuales, en los que podía variar esta situación.

61 Probablemente casi todas las partidas de las que desconocemos su tamaño serían pequeños grupos de menos de 100 hombres. Por eso se han unido al apartado de gavillas pequeñas, aunque para calcular la media de tropas por partida sólo se han tenido en cuenta aquellas cuyos efectivos conocemos con certeza.

62 Córdoba sólo contabiliza a los que se hallaban bajo las órdenes directas de Cabrera (Forcadell, Quílez, Llagostera). No incluye a las fuerzas del Serrador ni a muchas pequeñas partidas que hacían la guerra por su cuenta, por lo que el total no es completo y abarca menos soldados que el de la columna de “otras fuentes”.

63 Anónimo, Fastos españoles... v. 2, p. 240. Aunque sólo incluye a las fuerzas carlistas que estaban en Morella y sus inmediaciones (el 30 de noviembre), es muy probable que éstas sean casi todas las fuerzas rebeldes de Valencia y el sur de Aragón, ya que por esas fechas hay pocas noticias de partidas en otras comarcas.

64 Cifras dadas por José Segura (para el mes de marzo, la primera) y por Alfonso Bullón de Mendoza (para el mes de noviembre, la segunda). Hay que tener en cuenta que el máximo carlista se dio durante la primavera, mientras que a principios y finales de año las partidas rebeldes estuvieron a punto de desaparecer, debido a la intensa persecución liberal. Por eso la media anual es considerablemente superior a las cifras que aportan estos dos autores. Segura, J., Morella... v. 4, p. 60. Bullón de Mendoza, A., La primera guerra... p. 268.

65 Calbo y Rochina, D., Historia de Cabrera... p. 120.

66 Cálculos del cónsul francés en Valencia, citados en Millán, J., “Els militants carlins...” p. 110.

67 Fernández de San Román, E., marqués de San Román, Guerra civil... p. 40.

68 Diario Mercantil de Valencia, 6 de agosto de 1837.

69 Parte de la diferencia entre los datos de Córdoba y los otros se debe a que la partida de Merino está contabilizada en la segunda columna, pero no en la primera, ya que eran tropas castellanas, que regresaron a la meseta en septiembre. Por tanto, no estaban en la zona en diciembre, que es cuando Córdoba nos informa de las fuerzas carlistas en Levante.

70 Cálculos del cónsul francés en Valencia, citados en Millán, J., “Els militants carlins... p. 110.

71 Polo de Lara, L., Biography of don Ramon Cabrera, first conde de Morella, first marquis del Ter, Londres, Edición privada, 1887, p. 106. Las cifras son de finales de año y corresponden sólo a las fuerzas bajo las órdenes de Cabrera.

72 En las cifras de este año se han añadido 8.000 hombres que estarían en guarniciones (ver cuadro 39). Además, aparecen contabilizados los 2.240 hombres de Palillos que regresaron a La Mancha a principios de año y que Córdoba no incluye, porque recoge un informe del mes de diciembre.

73 Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 2, p. 94.

74 Cifra que aparece publicada en el Boletín del Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia de 13 de marzo de 1839. Se trata de 15.000 hombres del ejército regular y 10.000 “somatenes” (probablemente voluntarios realistas y unidades de inválidos).

75 Esta cifra incluye también 8.000 hombres de guarniciones (ver cuadro 39), por lo que se trata de los efectivos del ejército carlista a principios de año.

76 Estos son los cautivos carlistas que decía tener Van Halen en noviembre de 1838. Una reunión de amigos colaboradores, Panorama español... v. 4, p. 129.

77 Son los desertores carlistas conocidos antes de 1840. Ver cuadro 11.

78 Véase mi tesis doctoral. Caridad, A., El carlismo en el País Valenciano y Teruel (1833-1840), Valencia, Universidad de Valencia, 2010, p. 1006.

79 Madoz, P., Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, Madrid, Almendralejo, Biblioteca Santa Ana, 1989-1993. El total valenciano y turolense se ha obtenido sumando las cifras de población de los partidos judiciales.

80 Mundet, J. M., La primera guerra carlina a Catalunya. Història militar i política, Barcelona, Publicacions de l’abadia de Montserrat, 1990, pp. 16 y 44.

81 Diario Mercantil de Valencia, 2 de mayo de 1835, 28 de mayo de 1836, 23 de marzo y 3 de mayo de 1837, 1 de marzo, 19, 23 de agosto, 3, 9, 10, 14, 28 de septiembre, 18 de octubre y 2 de noviembre de 1838, 2 de febrero, 24 de abril, 20 de julio, 2 de octubre y 20 de noviembre de 1839 y 19 y 27 de abril de 1840. Pirala, A., Historia de la guerra civil... v. 3, p. 641, v. 4, p. 154 y v. 6, p. 32. Rújula, P., Rebeldía campesina... p. 266.

82 Vinaixa, J. R., Tortosa en la guerra dels set anys (1833-1840), Valls, Cossetània Edicions, 2006, p. 276.

83 Sauch, N., “La guerra dels set anys a Ulldecona (1833-1840)” en Raïls n° 21, 2005, p. 148. Meseguer reduce a 206 los carlistas de Vinaròs. Meseguer, V., “Carlistas de Vinaròs (1833-1841) (III)” en Centro de estudios del Maestrazgo, n° 35, julio-septiembre 1991, p. 25.

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