Kitabı oku: «Estereotipos interculturales germano-españoles», sayfa 4
BIBLIOGRAFÍA
BELLER, Manfred (2006): «Das Bild des Anderen und die nationalen Charakteristiken in der Literaturwissenschaft», en Eingebildete Nationalcharaktere. Vorträge und Aufsätze zur literarischen Imagologie, Göttingen, V&R Unipress.
DÍEZ BORQUE, José M.ª (1990): La vida española en el Siglo de Oro según los extranjeros, Barcelona, Serbal.
GARCÍA CÁRCEL, Ricardo (1992): La leyenda negra: historia y opinión, Madrid, Alianza.
GARCÍA MERCADAL, José (1999) (ed.): Viajes de extranjeros por España y Portugal: desde los tiempos más remotos hasta comienzos del siglo XX, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura.
LEERSSEN, Joep (2000): «The Rhetoric of National Character: A Programmatic Survey», Poetics Today 21, pp. 267-292.
LIECHTENHAN, Francine-Dominique (1993): «Autobiographie et Voyage entre la Renaissance et le Baroque: L’exemple de la famille Platter», Revue de Synthèse IV, 3-4, pp. 455-471.
MĄCZAK, Antoni (1996): Viajes y viajeros en la Europa Moderna, Barcelona, Omega.
PLATTER, Thomas (1968): Beschreibung der Reisen durch Frankreich, Spanien, England und die Niederlande 1595-1600, edición de Rut Keyser, vol. I, Basilea, Schwabe.
THOMAE, Helga (1961): Französische Reisebeschreibungen über Spanien im 17. Jahrhundert, en Romanistische Versuche und Vorarbeiten 7, Bonn, Romanisches Seminar an der Universität Bonn.
Viajes de extranjeros por España y Portugal en los siglos XV, XVI y XVII, colección de Javier Liske (1878), traducción de Felix Rozanski, Madrid, Casa Editorial de Medina (facsímil: Valencia, Librerías París-Valencia, 1996).
1. El manuscrito, escrito en 1572, no fue publicado hasta 1697. Alfred Hartmann es el artífice de la edición más actual de este texto en lengua alemana. Thomas Platter (2006): Lebensbeschreibung, edición de Alfred Hartmann, Basilea, Schwabe.
2. Felix Platter escribió su Tagebuch entre los años 1609 y 1614. Si bien el autor decidió denominarlo diario, constituye en realidad un compendio de géneros: memorias, tratado de medicina y relato de viajes. La edición de Valentin Lötscher del año 1976 es la más moderna en lengua alemana (Felix Platter: Tagebuch. (Lebensbeschreibung) 1536-1567, edición de Valentin Lötscher, Basilea, Schwabe, 1976), aunque existe asimismo una traducción de la versión francesa: Felix Platter: Eine Welt im Umbruch: Der Aufstieg der Familie Platter im Zeitalter der Renaissance und Reformation, edición de Emmanuel Le Roy, traducción al alemán de Wolfram Bayer, Stuttgart, Klett, 1998.
3. No en vano Basilea fue la sede de la primera universidad en el actual territorio suizo, donde se dieron cita, entre otros intelectuales de la época, Erasmo de Rotterdam, que encontró en Basilea su segundo hogar, o Sebastian Brandt.
4. Beller realiza esta misma apreciación en relación con las ciudades alemanas situadas al oeste del Rin, muy próximas, por lo tanto, a Francia y a los Países Bajos (cf. Beller, 2006: 26). Tanto Thomas Platter padre como sus hijos realizaron numerosos viajes por Europa, interesándose por las múltiples facetas de la vida en otros países y dedicando también tiempo al estudio de numerosas lenguas.
5. Este es el título que lleva el manuscrito original conservado en la biblioteca de la Universidad de Basilea (cf. Liechtehan, 1993: 459). La edición del texto realizada por Rut Keyser –la única edición completa del texto original alemán– ha sido titulada Beschreibung der Reisen durch Frankreich, Spanien, England und die Niederlande. La edición francesa de Emmanuel Le Roy, que constituye el estudio más completo de los viajes realizados por el joven suizo, sí porta la traducción del título original, Le voyage de Thomas Platter. Curiosamente, hasta el momento, la recepción del escrito de Thomas Platter ha sido mucho mayor en Francia e Inglaterra que en el ámbito de lengua alemana.
6. La extensa colección de souvenirs que Felix Platter poseía y en la que se concentraban libros, obras de arte y curiosidades varias que el estudioso había ido reuniendo tras sus viajes para después mostrarlos a allegados y visitantes, es una prueba evidente de la motivación de los Platter a la hora de viajar. Antoni Mączak se refiere en su estudio a viajeros que se acercaban a Basilea con el único propósito de visitar esta colección (1978: 285). En este sentido, a lo largo de su relato, Platter expresa en numerosas ocasiones su deseo de adquirir este u otro objeto –libros, zapatos o piezas de cerámica– para enviarlos a Basilea (Platter, 1968: 344). Es probable que estos objetos acabasen formando parte de la extraordinaria colección de su hermano.
7. El carácter profundamente ilustrativo de sus escritos se revela ya en el prólogo, en el que el autor establece la estructura –de carácter marcadamente pedagógico– que sustentará su escrito e indica que recurrirá en ocasiones a ilustraciones o dibujos para ofrecer al lector un soporte gráfico con el que cotejar sus explicaciones.
8. Platter parte acompañado de un compañero de estudios, el joven noble Wilhelm Dietrich Notthaft de Hohenberg, apodado Wolff, y de un mercader de Lausanne que responde al nombre de Antoine Durant. Aproximadamente tres semanas después de su partida, la pequeña expedición arriba a Montpellier, ciudad que se convierte en su campamento base para los numerosos viajes que realizará en los años sucesivos por la comarca de Languedoc.
9. A partir de aquí y para facilitar la lectura, cuando las citas pertenezcan al volumen de Platter ya mencionado se indicará tan solo el número de la página entre paréntesis.
10. A pesar de que el desarrollo de la literatura se había visto reducido debido a la crisis económica existente, Platter manifiesta que existen libros impresos en catalán y que incluso ha adquirido algunos (326).
11. Thomas Platter no es el único viajero de la época que señala la existencia de estas bandas de salteadores que amenazan a los que transitan por los caminos de España. Cf. Liske (1878: 19) y Thomae (1961: 93-94).
12. También los mencionados grupos de bandoleros son una consecuencia de la crisis social y económica que se vive en la Cataluña que visita Thomas Platter, situada en la «periferia del Imperio» de Felipe II.
13. La actitud de Platter en este sentido es comparable con la de muchos otros viajeros que visitaron España durante los siglos XVI y XVII. Cf. Díez Borque (1990: 91-98) y Thomae (1961: 154-156).
14. El santuario de Montserrat era ya en aquel momento un renombrado lugar de peregrinación y el mismo autor afirma encontrar allí un ingente número de visitantes extranjeros (364).
15. Un miedo que no era en absoluto irracional, pues los extranjeros –especialmente los provenientes de países protestantes– eran objeto de persecución. Aunque en Cataluña no se registran núcleos protestantes, su situación fronteriza también es considerada un peligro por las autoridades inquisitoriales, por lo que se extrema la represión contra cualquier conducta u opinión consideradas heterodoxas. Cf. Díez Borque (1990: 109-112) y García Cárcel (1992: 23).
16. Al final, aunque carente de cualquier intención autobiográfica, el texto de Platter vuelve una vez más a hablarnos de él, a través de su retrato del otro.
17. La transgresión de Thomas Platter –su propia carnavalización de la religión– parece ajustarse a la realidad de un sujeto a caballo entre el Renacimiento y el Barroco. Si bien su «travestismo» podría apuntalar también la reiterada tesis del autor de que todo cuanto define la fe y la religiosidad en España es apariencia y «disfraz».
18. Platter aporta sus fuentes en varias ocasiones, con la clara intención de demostrar que las suyas no son impresiones subjetivas, sino que poseen una base documental. Como él mismo establece en su prólogo (6), no sólo su descripción de los lugares visitados, sino el relato completo de sus viajes, se fundamenta en dos textos por los que confiesa sentir una gran admiración: Theatrum Orbis terrarum (1570), una colección de 53 mapas realizada por Abraham Orthelius (1526-1598), y Relationi Universali (1591-1598), obra en la que Giovani Botero (1544-1617) recogió las relaciones en la cristiandad en diferentes lugares. En lo que respecta a España, entre otros autores, Platter se refiere a los escritos de autores tan dispares como Jakob Meyr (338) y Fray Pedro de Burgos, autor de Historia y Milagros de Nuestra Señora de Montserrat, volumen del que Platter extrae las historias y leyendas con las que adorna su excursión al santuario (363).
19. Cf. Liechtenhan, 264.
JESUITAS ALEMANES EN ESPAÑA DE CAMINO AL NUEVO MUNDO. CONTACTO Y CONFLICTO ENTRE CULTURAS
Albrecht Classen
University of Arizona
INTRODUCCIÓN
Lamentablemente, la historia de Occidente conoce innumerables casos de estereotipos que han dado como resultado racismo, agresión, guerras y violencia en general. Lo peor es que ni la inteligencia ni el conocimiento de los otros, que son las víctimas de los estereotipos, pueden evitar esos conflictos. A partir de aquí voy a utilizar la definición de Eskin como base de mis reflexiones:
A prejudice is a favorable or unfavorable attitude toward, opinion on, or judgment about someone or something considered as a mere instance or occurrence of a class or type –and thus, by definition, directed at a string of referents– held by a string of proponents of sound mind in spite of sufficient knowledge, information, evidence, experience, or reason to support or justify such an attitude, opinion, or judgment, carrying an implicit or explicit intent to denigrate, derogate, or detract from someone or something else, and coming with a string of prejudices in tow (Eskin, 2010: 59).
El alto reconocimiento de que gozan Martín Lutero y sus compañeros de lucha llega hasta nuestros días por haber influido y transformado su mundo de forma radical en los inicios del siglo XVI al desencadenar la Reforma protestante, al crear una nueva Iglesia y al catapultar con estos hechos de manera definitiva, ya sea al menos desde una perspectiva histórico-religiosa, la Edad Media. No obstante, no es menos lo que los miembros de la orden de los Jesuitas fueron capaces de hacer en el curso de la Contrarreforma, que desde el año 1540 no sólo renovó la Iglesia católica de raíz, sino que al mismo tiempo consiguió extender la influencia de la fe católica no sólo en países aislados, sino también de forma global. Sin embargo, los Jesuitas fueron prohibidos en toda Europa en el año 1763 por el Papa Clemente XVI y de forma universal en 1767, pero la orden volvió a ser autorizada en el año 1814 por el Papa Pío VIi y goza desde entonces de una popularidad creciente y una influencia nada desdeñable. Y todo esto, de nuevo, a escala global.
Parece evidente que el vasco Ignacio de Loyola comprendió extraordinariamente bien los rasgos de su tiempo cuando en 1534 fundó, junto a un grupo de simpatizantes, una nueva orden estructurada de forma militar que consiguió la aprobación papal en 1540 y que verdaderamente dejaba ver características que apuntaban al futuro. Los Jesuitas se propusieron sobre todo tres metas: educación, es decir, el fomento de la formación al más alto nivel bajo la bandera del Humanismo, misión (evangelización) y propagación de la fe católica en el sentido de un apostolado terrenal. Los Jesuitas apuntaban con ello a conseguir una presencia a nivel mundial y a establecer misiones en los rincones y confines más alejados del globo, diferenciándose así de manera radical de las órdenes monacales tradicionales, ya que, según su consigna, «Encontrar a Dios en todas las cosas» («En todo amar y servir»), no se apoyaban en instituciones monacales para la autocontemplación introspectiva y para el culto divino, sino que enviaban a sus representantes por todo el mundo, dirigidos de forma centralizada y organizados por su punto de apoyo principal en Roma y bajo el dominio supremo del Papa, al que únicamente estaban sometidos. Especialmente la zona asiática (China, las Filipinas y, en parte, la India) y el Nuevo Mundo se convirtieron en los puntos principales de las operaciones jesuitas (de forma extensa y detallada sobre esto Haub, 2007).
A principios del siglo XVII los Jesuitas fundaron una misión en Paraguay, que pronto creció y se convirtió en un asentamiento del cual más tarde surgiría el mal afamado «Estado jesuita». En la actual Bolivia se establecieron a partir de 1667 y 1769 las misiones provinciales de Chiquitos y Mojos. En 1683 los Jesuitas, procedentes de Quito, atravesaron los Andes y se instalaron en las selvas a orillas del río Marañón, que es una de las principales fuentes fluviales del Amazonas. En 1740 llegaron a Argentina, mientras que a México ya habían llegado en 1572. En el año 1697 misioneros jesuitas alcanzaron la Baja California y en 1721 la actual provincia de Nayarit (Hausberger, 1995).
Francisco Javier o Xavier viajó como primer Jesuita a la India (1540) y después a Japón (1549) y a China, donde murió en 1552. Su ejemplo fue seguido por multitud de jóvenes de toda Europa a lo largo de los siglos, aunque sólo a una parte de ellos les era concedido el permiso de desplazarse a Asia, porque la Evangelización de América se consideraba exactamente igual de importante, aun cuando las circunstancias culturales fueran allí muy distintas y se requirieran unas capacidades manifiestas para crear en aquellas selvas vírgenes o en aquellos desiertos asentamientos que permitieran la supervivencia y por los que se sintiera atraída la población autóctona para escuchar la palabra de Dios y finalmente ser bautizada. En China, por el contrario, predominaba desde hacía tiempo una cultura de elite, a la que sólo padres jesuitas extraordinariamente bien formados podían enfrentarse, a ellos pertenecía de forma especial el italiano Matteo Ricci (1552-1610) (Hollis, 1968).
Naturalmente, todo esto no son sino trazos de una historia extremadamente compleja que ha sido estudiada por numerosos investigadores (Sommervogel, 1890; Mitchell, 1980; Malachi, 1987; O’Maley, 2006). Lo que se ha revelado como interesante desde el punto de vista germánico es que, desde principios del siglo XVIII y de forma cada vez más numerosa, jesuitas de habla alemana, es decir, hombres procedentes de las zonas del sur de Alemania, que incluyen a las actuales Suiza, Austria, Bohemia y Croacia, eran enviados a las misiones. Hasta este momento, sin embargo, habían sido vistos con desconfianza, sobre todo desde la perspectiva española e italiana, ya que procedían de aquel país en el que la Reforma protestante había ganado un peso preponderante (Meier, 2007). Pero las zonas del norte de México, la actual provincia de Sonora y el estado americano federal de Arizona suponían un desafío extraordinario en relación con las condiciones climáticas y por la actitud hostil de algunas tribus indias, especialmente de Apaches y Seris. A pesar de todas las dificultades, los Jesuitas perseveraron, lucharon para continuar en dirección norte, se esforzaron sin descanso por la ampliación de sus misiones y por la conversión de los indios, a los que enseñaron modernas técnicas de cultivo, instruyeron tanto de forma lingüística como teológica, transmitieron un saber técnico y artesano y a los que ellos, en suma, estaban empeñados en vincularse.
A todos estos aspectos, ya sean las experiencias transculturales, las publicaciones de los autores jesuitas, extensas y la mayoría de las veces provistas de un marcado e impecable carácter científico, ya sean los conflictos político-religiosos mantenidos sobre todo con los propietarios españoles de las plantaciones y las minas y con los representantes de las órdenes de los Dominicos y los Franciscanos, que finalmente condujeron a la derogación universal de la orden de los Jesuitas, a todos estos aspectos, decíamos, hemos dedicado una gran atención porque aportan una clave importante para la comprensión global de las circunstancias históricas en el siglo XVIII, también desde el punto de vista de la historia de las mentalidades (Classen, 1997c). Pero aún deberíamos considerar más importante el hecho de que los misioneros redactaran en su tiempo libre, después de su expulsión, durante su arresto o en los años posteriores a su liberación, extensas disertaciones. Por ejemplo, tratados geográfico-antropológicos, enciclopedias o ensayos religioso-misioneros, en los cuales ponían en palabras aspectos en parte personales, en parte eruditos, con los que conseguían salir, al menos parcialmente, de su posición tan aislada y tomar parte en el discurso científico. En algunos casos incluso hallamos profusas correspondencias que nos ofrecen perspectivas muy personales.
En efecto, a nosotros no nos interesan tanto los temas religiosos o económicos, sobre los que la mayoría de las veces está puesto el punto de mira en estos textos, como las observaciones particulares que hacían los misioneros alemanes mientras permanecían en España a la espera de poder ser trasladados a México. La mayoría de ellos pasaron muchos meses en Cádiz o en Sevilla, porque los costes del transporte eran muy altos, el espacio en los barcos muy escaso y el viaje en sí mismo, la mayoría de las veces, realmente peligroso. Los misioneros pasaban su tiempo aprendiendo español, esforzándose en conocer el país, dedicándose a estudios generales, orando, ampliando su formación como sacerdotes o preparándose para su futura actividad como misioneros. Aquí se nos ofrece una oportunidad excepcional para rastrear experiencias transculturales en un contexto europeo y, especialmente, para investigar sobre la cuestión de cómo reaccionaron los Jesuitas alemanes ante el mundo español, cómo reflexionaron sobre sus encuentros y cómo fueron ellos mismos a su vez aceptados o juzgados por los españoles (sobre la transculturalidad, véase Welsch, 2000).
PHILIPP SEGESSER: UN JESUITA SUIZO EN ESPAÑA
Las cartas personales que el jesuita suizo Philipp Segesser (1689-1762) envió durante toda su vida a su familia en Suiza representan una de las mejores oportunidades para realizar un estudio imagológico y de historia de las mentalidades. A través de esta correspondencia podemos seguir la formación de un joven jesuita que recaló en el Nuevo Mundo a los cuarenta años, una edad relativamente tardía, y que allí desempeñó su labor de misionero hasta su muerte de una forma muy exitosa. A día de hoy disponemos incluso de una copia electrónica de las cartas1 y de una traducción al inglés que será próximamente publicada (A. Classen). La primera transcripción de las cartas, de las que existe una copia en Tucson, en el archivo del Museo Estatal de Arizona, ubicado en la Universidad de Arizona, la llevó a cabo Heiko Schmuck y, partiendo de ellas, trazó un esbozo biográfico basado en datos históricos para su tesis doctoral, que más tarde apareció publicada como libro (2004). Hausberger, sin embargo, ya ofrecía los datos biográficos esenciales de Segesser junto a los del resto de misioneros jesuitas de habla alemana, y presentaba la obra completa de Segesser, que registró de forma precisa en archivos. Podemos tomar aquí como referencia estos datos de manera fiable:
Philipp Segesser fue el tercero de los 17 hijos del concejal y regidor de Lucerna Heinrich Ludwig Segesser y de su mujer, Maria Katharina Rusconi. A la temprana edad de diez años, y siguiendo el modelo de San Francisco Javier, ya quería trabajar en la India como misionero, y así ingresó el 14 de octubre de 1708 en la orden de los Jesuitas de Landsberg, en la provincia del sur de Alemania. De 1719 a 1722 estudió, entre otros lugares, en Ingolstadt, donde fue ordenado como sacerdote el 8 de junio de 1721, y el 2 de febrero de 1726 hizo profesión de los cuatro votos (professio quattuor votorum). Ese mismo año fue elegido para ir a la misión de Paraguay, pero después fue sustituido por otro padre debido a la insatisfacción que con su trabajo tenía el general de la orden. Fue en mayo de 1729 cuando abandonó por primera vez su tierra natal para ir a México. Al año siguiente encontró su país de destino, donde coincidió con su compatriota de Lucerna Johann Anton Balthasar.
Hausberger no muestra en realidad ningún interés por las vivencias, si es que podemos denominarlas así, que Segesser tuvo en España, ya que su objetivo principal consistía en seguir la historia de las misiones jesuitas en el México colonial. Después de un largo período de espera, Segesser recibió por fin, a finales de marzo o principios de abril de 1729, la autorización para ir a la misión americana, algo que puede considerarse realmente poco habitual, teniendo en cuenta su, para aquella época, avanzada edad de cuarenta años. Además, las cartas nos revelan también que Segesser padecía cólicos y otras molestias corporales, que sin embargo no disuadieron a sus superiores para elegirlo para esta tarea. Su recorrido le llevó de Ellwangen a Múnich, de allí a Hall e Innsbruck, Trento y Génova (el 7 de junio), desde donde un barco trasladó al sacerdote y a sus compañeros a España. Atracaron el 3 de agosto en el puerto de Cádiz, donde, sin embargo, tuvieron que quedarse durante diez días en cuarentena sin salir del barco. Pero la flota que iba a América partió tan pronto que los Jesuitas no pudieron unirse a ellos, entre otras cosas porque algunos compañeros del grupo todavía no habían llegado a Cádiz. Para pasar de forma más amena este tiempo adicional de espera viajaron a Sevilla, donde había más posibilidades de alojamiento para todos (Schmuck, 2004: 102-109).
Segesser sufría de manera intensa, como todos los demás europeos del norte, bajo el calor sofocante, que no era en absoluto recomendable para su estado de salud; pero ello no le impidió escribir de forma asidua cartas a su casa e informar detalladamente sobre sus apreciaciones en Sevilla. Así, el 18 de octubre de 1729 comenta en primer lugar la construcción de la Casa de los Profesos:
Realmente todo está bastante bien en el Hospicio Indio de Sevilla, el cual fue construido para los misioneros indianos según el estilo español. Es, como los demás edificios en el resto de la ciudad, bastante chapado a la antigua siguiendo el estilo gótico.
Pero aún elogia más los jardines y los frutos que crecen en ellos, que dejan en la sombra todos los que él conocía hasta ahora en Alemania:
Tenemos aquí un hermoso jardín con limoneros y naranjos, casi tan altos como nuestros perales y aun más altos que nuestros manzanos, de los cuales cuelgan los frutos como si fueran uvas durante todo el año. Hasta ahora he comido durante este viaje más uvas de las que haya comido durante toda mi vida.
El vino español, por el contrario, es juzgado de forma crítica, pero muy probablemente se refiere a un vino de Oporto: «Sin embargo, el vino no es un malvasía o un moscatel, lo que allí solemos tomar como vino español, sino como un brandy, también por el olor, por lo que yo tomo agua y en todo el día apenas bebo un vasito de vino». Tan pronto como dirige su mirada a la cocina o al sótano, se siente horrorizado, como reconoce de manera descarada:
Sobre cómo y de qué manera cocinan los españoles habría mucho que decir, pero me temo que se les quitarían las ganas de comer si lo describiera de forma detallada. Ayer entré en la despensa y vi todo tipo de cosas que no deberían estar allí, junto a las viandas. Al lado de la manteca, o como ustedes dicen, del pringue, estaba el gorro del cocinero envuelto en pelo.
Segesser juzga con un desprecio considerable la formalidad con la que las personas se presentan en público, y que incluso temían llevar ropas sencillas en el trabajo:
He visto también otros artesanos, casi todos ellos extranjeros, porque ningún español se digna prestar ese servicio o trabajar en algo, incluso el campesino en el campo lleva su capa mientras ara, para parecer un español, por esa razón no se ve a nadie sin capa, salvo el oficial y los soldados que cruzan los callejones y pueden quizá esconder sus narices allí para evitar el olor que se percibe en las callejuelas.
Esta situación se ve empeorada por el hecho de que, como él señala, la basura doméstica es simplemente lanzada a la calle, aunque precisamente las mujeres transitaban de un lado a otro con largos remolques: «Todas las mujeres, y también los niños, llevan como las monjas, un velo negro en la cabeza, y sobre la falda, igual que algunos curas, llevan una larga cola, que se lava de lo lindo en los lodazales de excrementos».
En principio queda todo bajo una impresión algo fragmentaria, sin un análisis profundo o consideraciones sistemáticas, al igual que en muchos otros viajeros, a pesar de que Segesser pasó muchos meses en Sevilla y realizó estudios intensivos de lengua, como él destaca en una carta escrita en latín a su hermano el 26 de diciembre de 1729. Esto no parece tan sencillo, y así lo señala Segesser en una carta posterior escrita a su madre el 30 de enero de 1730: «Todos los que levantan una misión allí hablan español, excepto nosotros, alemanes, a la que no podremos contribuir mucho en la confesión, pero sí en el empeño por hablar, algo que sólo con el tiempo podremos conseguir». Al viajero alemán le llama especialmente la atención la cantidad de dulces de todo tipo que encuentra en Sevilla, de los cuales envía algunos a su familia: «Tienen que contener bastante mazapán» (carta a la madre del 20 de enero de 1730). Obviamente, Segesser tampoco pudo dejar de comentar el típico clima andaluz:
Hasta ahora no he visto nieve ni hielo, a pesar de que durante la noche, que a veces comienza a las cinco de la tarde y se extiende hasta las siete de la mañana, hace bastante fresco, otros días sin embargo, son tan cálidos como en mayo en Alemania y por eso pueden verse bonitas flores y arbustos en esta época (ibíd.).
El autor recurre una y otra vez a acontecimientos anecdóticos que adornan su relato epistolar. Entre ellos encontramos también referencias a pequeños regalos que podían adquirirse en Sevilla y que procedían de China y las Filipinas (ibíd.), lo que nos da una idea del comercio internacional que ya en aquel momento tenía lugar en España, incluso de objetos religiosos, algo de lo que también sacaban provecho los misioneros jesuitas y otros viajeros.
En primer lugar envío en este paquete, recubierto por fuera con tejido de lino cosido, seis imágenes votivas, las cuales han sido traídas de China por el Padre Procurador, que está destinado en las Islas Filipinas, y por el Padre Provincial de la provincia mejicana, y con las que he sido obsequiado recientemente por ambas partes.
Segesser se esforzaba por hacer partícipe a su familia con regularidad de sus experiencias a través de cartas y regalos, porque, de hecho, para él y para el resto de los suyos en Suiza, la Andalucía en la que se encontraba resultaba ser un mundo realmente extraño del que no dejaba de sorprenderse. En realidad, su atención se centraba de manera especial en aquellos objetos que, procedentes de Asia o de América, llegaban al mercado español y que en cierta forma le transmitían algo de su futura aventura en América. Por el contrario, las condiciones de España en sí misma las consideraba con bastante más desdén.
Es difícil valorar hasta qué punto su situación especial en la Casa de Profesos de Sevilla influyó en su punto de vista o si sus comentarios poseen de hecho un carácter representativo:
Todos los días, todos los santos días del antiguo y mismo modo, sólo el domingo tiene algo especial, en primer lugar nos dan una sopa y dentro un trocito de carne de cerdo asada, después queso Brie sin pan, pero bastante graso, en tercer lugar olla o carne de cordero con judías verdes y un pequeño trozo de manteca de cerdo, por encima cubierto con oliva o con cebollas para el fosfato, hasta aquí el tratamiento del domingo: nada de carne de ternera o de vacuno desde que estoy en España, tampoco he visto hasta ahora ningún asado, y sin embargo nos encontramos todos bien, por lo menos yo (carta a su hermano del 1 de mayo de 1730).
En cualquier caso, la algo aburrida rutina diaria influía en la percepción del mundo extraño de Andalucía, de tal modo que a menudo se veía obligado a contar en sus cartas situaciones irónicas o graciosas, como por ejemplo:
El otro día mientras paseaba y delante de mí transitaban algunas de esas mujeres con unas de esas colas, llegó un burro bien cargado pisando por encima del estiércol y no encontró otro lugar, que pisar con las cuatro patas encima de una de esas colas, lo que nos provocó tanto a mí como a los otros una carcajada.
En otro orden de cosas encontramos pequeñas apreciaciones como esta: «En España no se encuentra ni un libro en alemán, ni tan siquiera la Helvetica Sancta» (carta a la madre del 22 de mayo de 1730). Segesser se refiere a una colección de leyendas de santos que conocía de Suiza, pero que en el mercado editorial español no le había sido posible encontrar ni en español ni en alemán.
En general tenemos que ser prudentes con nuestra investigación, ya que Segesser descarga algo de su frustración y de su larga y vacía espera en su entorno social, y se mofa de los españoles de manera bastante injusta, como en el fondo él mismo reconoce: «Por lo demás no es agradable vivir aquí, a causa de esta aburrida espera aparece una mala satisfacción y uno no ve sino malas caras» (carta a la madre desde El Puerto de Santa María, el 4 de septiembre de 1730). Por otra parte encontramos quejas que sí están justificadas, y que incluso hoy serían pertinentes, cuando por ejemplo un suizo es identificado en España sin más como un alemán, porque allí no se distingue entre los diferentes dialectos:
Si hubiera tenido que hablar con él más a menudo, sin que me hubiera preguntado de dónde era, ya que creen que todos los alemanes proceden de los países del Imperio. Si no me hubiera hecho entender igualmente y le hubiera recomendado el mío (carta al hermano del 10 de septiembre de 1730).