Kitabı oku: «El río morisco», sayfa 2

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Otro aspecto de la endogamia en Benimodo y Carlet se descubre por los tipos de alianza privilegiados por los habitantes. Buscar un cónyuge en el lugar para su hijo o su hija permitía a menudo estrechar unos lazos ya existentes entre dos familias, o crear alguno nuevo especialmente sólido. Conviene insistir sobre la extensión de la práctica del matrimonio entre primos hermanos, tan a menudo prohibida por la legislación, y también, sobre la de las alianzas cruzadas entre dos familias. En Carlet, he observado al menos cinco matrimonios entre primos hermanos y otros ocho probables en Benimodo. La frecuencia al recurso de los matrimonios cruzados o múltiples es impresionante. Entre las dos villas de Carlet y Benimodo, he enumerado 19. Y pueden habérseme escapado otros. Algunos ejemplos: en Benimodo, Homaymad Pili, 30 años, se casa con Axa Tace, 26 años, mientras que su hermana Nuzeya, 26 años, une su vida a la de Zaad Taxe, hermano de Axa, de 32 años de edad. Las modalidades del acuerdo son perfectamente similares. También en Benimodo, tres hermanos Zolaytan contraen matrimonio con tres hermanas Perell, y una de sus sobrinas, hija de una hermana, se une a su vez con un Perell. Acen e Yceff Castellano toman como esposas a Meriem y Fátima Ratal, mientras que su hermana, Meriem, se casa con Acanet Mandrani, probablemente su primo hermano. La red de alianzas, reactivadas sin interrupción, debe mucho a las oportunidades que ofrece el matrimonio. En Carlet, Azmet Bonany y su sobrina Axa Burret se unen a dos hermanos, Jaled y Futey Mundi. Para Azmet, se trata evidentemente de una segunda unión. Del mismo modo, en Benimodo, Homaymad Mandet y su hijo Azmet se casan con dos hermanas Morrut. Detengámosnos para terminar con un caso en apariencia complejo pero ejemplar. Zoayra Mofferrig ha contraído nupcias dos veces. De Zaad Ratal, ha tenido a Meriem, que tiene 44 años en 1574, y de Cilim Pili, a Fátima, 24 años; Cilim Pili había tenido una primera unión con una cierta Fátima, de la que había nacido Azmet Pili, de 40 años en el momento de la encuesta. Ahora Azmet es el marido de Meriem Ratal. He aquí a los dos hermanos convertidos en cuñados. Añadamos que Fátima Pili se casa a su vez con Yceff Mofferrig.

Celibato casi desconocido, casamiento precoz, frecuencia de las segundas nupcias son rasgos que no han escapado a los detractores de la comunidad morisca. A partir de estos comportamientos comprobados, estigmatizan la elevada fecundidad de los criptomusulmanes. Se tendría la tentación de darle la razón en este punto, pero el estado de los registros parroquiales no nos permite hacer puntualmente las verificaciones oportunas. No obstante, podemos reflexionar a partir de los datos que suministra el expediente de los interrogatorios de Carlet, Benimodo y Benimuslem. He contabilizado en Carlet 290 niños vivos para 121 mujeres casadas, o sea, una media de 2,39; en Benimodo, 142 niños vivos para 65 mujeres casadas –una media de 2,18–; y en Benimuslem, 27 niños para 13 mujeres –una media de 2,08. Es preciso confesar que si bien estas cifras traducen la existencia de una fecundidad elevada, no hay, sin embargo, en ellas nada de excepcional. Sobre esas bases la población morisca crece con una rapidez poco diferente de la del conjunto de la sociedad, en este siglo XVI de progresión demográfica general.

¿Cómo explicar la diferencia? Sin duda alguna, se puede afirmar que la mortalidad, la mortalidad infantil esencialmente, viene a corregir los efectos de la fecundidad. En Benimodo, Homaymad Pili, 26 años, viudo, indica que no tiene ya ningún hijo vivo. Fátima Sale, 28 años, declara no tener hijos vivos de sus dos maridos sucesivos. Xameica Xat es madre de cuatro hijos, «que le quedan». En Carlet, Fátima Aniff, 55 años, Xuxa Ayet, 60 años, Geyma Dor­mes, 45 años, Axa Gomiri, 40 años, Fátima Alani, 36 años, emplean esta misma fórmula «los hijos que les quedan». En cuanto a Meriem Albayez, 20 años, y Axa Comixi, 27 años, una y otra hablan de un hijo que han perdido. No po­demos evaluar nada porque los inquisidores se desinteresan de este aspecto, pero las numerosas confidencias espontáneas de las interesadas no pueden ser ignoradas.

Otro freno a la expansión demográfica, la movilidad. No sabemos gran cosa de las ausencias más o menos prolongadas de habitantes de las villas estudiadas. Mas, de aquí y de allá, rebuscamos algunas informaciones sobre el exilio deliberado y sin duda definitivo hacia el Norte de África: Zaad Firen y Edarn Mandet, de Benimodo, el marido y el yerno de Zoayara Comanda, Zaad Querfe, los tres de Carlet, se encuentran todos instalados en Argel. Aunque sean muy impresionistas y muy parcelarias, estas indicaciones testimonian un movimiento que afecta únicamente a los hombres y que, por tanto, separa a lo largo del tiempo a los miembros de una unión. ¿Se podrá un día descubrir las fuentes que nos permitan medir este fenómeno?

En todo caso los polemistas no quieren tomar en cuenta estos datos a fin de no disminuir el alcance de su demostración. De la emigración no retienen más que la dimensión religiosa, la enunciación de un ataque profundo al islam. En este nivel también, los moriscos son a sus ojos altamente culpables. Los lazos que la menor localidad de los reinos de Valencia y de Granada tejen con los berberiscos revelan la realidad e importancia del peligro. De hecho el atractivo de las tierras musulmanas no hacía más que confirmar la intencionalidad y la nocividad del conjunto de los comportamientos demográficos de los minoritarios. Estos moriscos de modo continuo casados y vueltos a casar manifestaban permanentemente su profundo desprecio por el estado de celibato. Incapaces de dominar sus impulsos, se burlaban de los valores a los que unos eclesiásticos como Fonseca y Aznar Cardona estaban particularmente ligados.

Asustados, estos últimos no quisieron en absoluto comprender la significación profunda de las prácticas matrimoniales moriscas. Además de la adhesión a costumbres ancestrales, es preciso ver en ello un reflejo de supervivencia. He intentado subrayar que la generalización del matrimonio, la frecuencia de las segundas nupcias, la edad precoz del primer casamiento eran comunes a las tres villas de Benimodo, Benimuslem y Carlet. Pero, a la vez, también he contrapuesto la exogamia de Benimuslem a la endogamia de las otras comunidades. Recordemos que hemos detectado el único caso de matrimonio mixto, precisamente en Benimuslem y en esta villa hemos observado algún ejemplo de emigración al Norte de África y alguna presencia de moriscos granadinos. Ahora bien, casi la mitad de los habitantes de Benimuslem, al presentarse ante el inquisidor, invocan una ortodoxia cristiana absoluta. Y el inquisidor parece convencido.

Es verdad que diversos indicios, como el retroceso muy claro de la circuncisión –contrariamente a Benimodo y Carlet– incita a creer a los declarantes. Me parece que aporto otros que también han de tenerse en cuenta. La exogamia matrimonial es innegablemente un factor que ha minado la cohesión de Benimuslem. En Benimodo y en Carlet desconfían instintivamente de toda persona llegada de otra parte, no sin razón. Casarse entre sí es el mejor medio de preservarse. La preservación de la identidad tiene este precio.

NOTA: Publicado en E. Sarasa y E. Serrano (eds.), La Corona de Aragón y el Mediterráneo, s XV-XVI. Zaragoza, 1997, pp. 145-153.

[1] Pedro Aznar Cardona, Expulsión justificada de los moriscos españoles, Zaragoza, 1612; Damián Fonseca, Justa expulsión de los moriscos de España con la instrucción apostasía y traición dellos y respuesta a las dudas que se ofrecieron acerca desta materia, Roma, 1612; Marcos de Guadalajara y Javier, Memorable expulsión y justísimo destierro de los Moriscos de España, Pamplona, 1613.

[2] Serafín de Tapia Sánchez, La comunidad morisca de Ávila, Salamanca, 1991, pp. 68 y ss.

[3] Eugenio Ciscar Pallarés, Moriscos, nobles y repobladores, Valencia, 1993, pp. 111-112.

[4] La documentación se encuentra repartida entre el Archivo Histórico Nacional de Madrid, sección Inquisición, legajos 544 y 803/20 y algunos archivos privados.

[5] 5 Las edades indicadas hay que tomarlos con cierta precaución, pero tenemos muchos ejemplos de la voluntad del inquisidor de llegar a la realidad más certera. Doy por tanto los años sin la menor corrección.

[6] R. Carrasco y B. Vincent, «Amours et mariage chez les morisques au xvie siècle», en Amours légitimes, amours illégitimes en Espagne (xvie-xviie siècles), ed. A. Redondo, París, 1985, p. 147; traducción española en B. Vincent, Minorías y marginados en la España del XVI, Granada, 1987, pp. 50-51.

[7] Bartolomé Bennassar, Valladolid au siècle d’or, París, 1967, p. 191.

[8] Annie Molinié-Bertrand, Au Siècle d’Or, l’Espagne et ses hommes, la population du Royaume de Castille au XVIe siècle, París, 1985, p. 341.

Benimuslem, pueblo de la Ribera valenciana

A unos cuarenta kilómetros al sur de Valencia, la villa de Benimuslem es una de las numerosas localidades de lo que se llama la Ribera Alta. La palabra «ribera» indica la muy próxima presencia del Júcar, el principal río del País Valenciano y el eje de una región agrícola singularmente próspera. La travesía de Benimuslem, que se extiende a lo largo de una interminable calle rectilínea, da la sensación de un lugar sin ningún rasgo sobresaliente y sin historia. Y sus habitantes no dudan probablemente que cuatro siglos antes sus predecesores fueron objeto de la atención minuciosa de la Inquisición.

La razón de esta intrusión estaba en que la población estaba compuesta, según parece, únicamente por moriscos. Éstos eran, en el momento de los hechos que se van a relatar, los descendientes de los musulmanes que, en 1525, habían aceptado recibir el bautismo antes que tomar el camino del exilio. Estos cristianos nuevos, como dicen los documentos, numerosos en los reinos de Valencia, de Aragón y de Granada, no abandonaron por tanto su fe en el islam y no cesaron en consecuencia de preocupar a las autoridades civiles y eclesiásticas.

Los inquisidores del tribunal de Valencia decidieron, en 1574, hacer una visita a las comunidades moriscas de la Ribera Alta. El recurso a la visita es un hecho normal. A menudo se acompaña, y es el caso en esta ocasión, de la proclamación de un edicto de gracia.[1] El inquisidor anuncia solemnemente que los culpables de herejía se beneficiarán de una impunidad casi total durante un período determinado a condición de confesar sus propias prácticas ilícitas y de denunciar a sus cómplices. Por este motivo, el inquisidor valenciano Pedro de Zárate se instala en Alcira, sin duda desde el mes de marzo, la localidad más importante de la microrregión; después, en mayo, en Carlet, villa de más de 800 habitantes; por último, de nuevo en Alcira, en septiembre. Recibió la confesión al menos de 910 moriscos pertenecientes a las comunidades de Alcira, Benimodo, Carlet, El Pujol y Benimuslem. Los habitantes de esta última localidad se presentan en el convento de los benedictinos de Alcira, entre el 10 y el 17 de septiembre.[2]

Cuarenta y seis personas (25 hombres y 21 mujeres) desfilan así ante Pedro de Zárate. No sabemos si disponemos de todas las declaraciones o si algunas se han perdido o se conservan en otros fondos archivísticos. Pero contentémosnos con la muestra obtenida, porque su valor es innegable. Según los empadronamientos coetáneos (1563 y 1572), la pequeña comunidad de Benimuslem contaría con 24 vecinos –alrededor de 110 habitantes–, todos moriscos. Ahora bien, en principio, los inquisidores no se interesan por los menores de 14 años y, con toda seguridad, por los menores de 12 años. Tenemos una buena ilustración con la declaración del benjamín del grupo estudiado, Pedro Joan Yaye Querquix, 12 años, juzgado no responsable de sus actos, en razón de su edad, y por ello inmediatamente absuelto; sin embargo, cumplidos los 14 años el niño deberá presentarse ante la inquisición de Valencia para abjurar. Los 46 individuos confesados representan más de la mitad de los adultos de la parroquia, quizás incluso los dos tercios. Y por el sesgo de las respuestas a las preguntas que les son presentadas, se nos revela la existencia de 65 habitantes en Benimuslem.

En la mayoría de los casos, el interrogatorio es extremadamente apretado. Tras hacerle declarar su identidad, al morisco, el inquisidor le pide enumerar las prácticas prohibidas y, no obstante, realizadas, indicarle las personas que lo han instruido en sus errores, suministrar los nombres de sus ascendientes, de sus colaterales, de los cónyuges de éstos, de su esposo o esposa, finalmente, de sus hijos. Antes de la firma del acta y la precisión eventual del recurso a los servicios de un intérprete de lengua árabe, viene una última pregunta sobre la circuncisión. Sin embargo, y aquí está la gran originalidad de Benimuslem y de El Pujol, al revés de Benimodo y de Carlet, la curiosidad del inquisidor es en ciertos casos limitada. Diecinueve de las 46 personas interrogadas declaran haberse comportado siempre como cristianos irreprochables, lo que parece satisfacer al interrogador, pero nos priva de informaciones suplementarias. Pero el déficit no es demasiado importante a causa de las aportaciones de los cónyuges, hermanos o hermanas, de las personas poco habladoras.

¿Qué nos enseña el expediente? En primer lugar, y no es evidentemente una sorpresa, los interesados son casi todos campesinos. Entre las veinte menciones de profesión, encontramos 18 labradores, un mozo de dieciocho años, Gerónimo Susen, probablemente jornalero agrícola, y un carnicero, oficio de una importancia particular en el medio criptomusulmán por la práctica de la circuncisión. Mas el carnicero clandestino local, Hieronimo Yale, es en aparien­cia un buen cristiano. En resumen, la comunidad morisca de Benimuslem es una república de pequeños propietarios, que no tienen de ordinario cuentas que rendir más que a su señor Francisco de Castellví.

Todos los habitantes de sexo masculino de los que hemos encontrado hue­llas, están o han estado casados. Es el caso de Vicente Ramat, 21 años, quien es ya viudo, o de Cristóbal Tace, 20 años, esposo de Esperanza Calafandi, de la que tiene una hija de pocos meses. La edad de las mujeres en el primer matrimonio es particularmente baja, así, Esperanza Calafandi no tendría más que 14 años y Francisca Ramat, 15 años. El matrimonio y, aún más, el matrimonio precoz está generalizado; además, las segundas nupcias son una práctica frecuente. Cuatro mujeres se han vuelto a casar dos veces y dos, otras tres veces; la mayor de ellas con 50 años y la menor 25. Es también interesante constatar que en cuatro casos sobre seis, el último marido es de menor edad que su esposa (25 y 26 años, 36 y 40 años, 28 y 50 años, 25 y 50 años). De este modo la presencia de hijos de uniones precedentes no parece ser un obstáculo para un nuevo casamiento de las mujeres con tal de que no hayan pasado la cuarentena. Inversamente, podemos observar que las mujeres que permanecen viudas son mayores y casi al límite de tener otros hijos: tienen respectivamente 35, 45 y, tres de ellas, 60 años. Todos los indicios coinciden y dan la impresión de una utilización óptima de las capacidades de reproducción.

Se precisa en el documento la indicación del lugar de origen de 41 cónyuges. El conjunto revela un doble fenómeno. Por una parte, una fuerte homogeneidad religiosa puesto que una sola persona, una mujer, Xuxa Marcet, se casa con un cristiano viejo. La unión tiene una hija, quien, a su vez, se une a un cristiano viejo de Alcira. Pero Xuxa Marcet enviuda y regresa al redil, pues contrae un segundo y un tercer matrimonio con moriscos. Por otra, los habitantes buscan frecuentemente sus cónyuges fuera de Benimuslem, sin duda por causa de las pequeñas dimensiones de la comunidad. Un poco más de la mitad los encuentra en las localidades vecinas situadas a menos de veinte kilómetros, y un cuarto en lugares más lejanos, aunque siempre en el interior del reino de Valencia. El cónyuge más lejano viene de Vall d’Uixó, aproximadamente a unos 80 kilómetros. El último cuarto acuerda sus uniones entre los mismos habitantes de la localidad. En relación a lo que conocemos de las prácticas moriscas en la materia, conviene señalar la importancia de la exogamia.

Para forjarse una idea de la fe islámica de los habitantes de Benimuslem, es preciso contentarnos con las 27 declaraciones de los que admiten haber errado. Uno de entre ellos, Sebastián Calamat Xativí, expone tener la convicción de que sólo puede lograr la salvación siendo musulmán; otros cinco añaden el uso de los nombres musulmanes en las relaciones cotidianas. Los otros veintiuno son un poco más habladores. A grosso modo, además del empleo de los nombres musulmanes, reconocen haber observado el ayuno del Ramadán y saber las principales oraciones. Se les hace recitar estas últimas, lo que permite al escribano consignar que Ángela Maximi comete bastantes faltas. Una pequeña minoría añade las abluciones rituales (en seis ocasiones) y la celebración de las fiestas del id al-kabir o sacrificio del cordero, que conmemora el sacrificio de Abraham, y de la ruptura del ayuno (en cinco ocasiones).

A la hora de descubrir los nombres de sus iniciadores, los interesados se distribuyen en dos grupos. De un lado, los que manifiestan haber aprendido de manera espontánea en el seno de la comunidad; de otro, los que designan una persona concreta: cuatro veces la madre, dos veces el padre, dos veces el padre y la madre, una vez una abuela, una vez una tía paterna, otra unos parientes instalados en una aldea abandonada veinte años antes, una última una mujer de la morería de Valencia. Todas estas personas tienen en común el hecho de haber fallecido en el momento de la visita inquisitorial.

Este conjunto de datos muestra los límites de la encuesta. A pesar de la insistencia del equipo inquisitorial (inquisidor, escribano, traductor), a pesar de las presiones psicológicas, que se adivinan, los moriscos no confiesan más que aquello que quieren decir. Les es difícil ocultar la profesión de fe o el uso del nombre musulmán, pero pueden ser más discretos sobre otros aspectos menos fáciles de verificar. Por ello, todo es cuestión de estrategia, algunos prefieren negar en bloque, otros estiman menos peligroso reconocer algunas culpas. No obstante, todos concuerdan en no denunciar a terceros. El procedimiento tiene sus problemas, pues el inquisidor está al acecho, cruza las confesiones y anota las contradicciones. Entre Sebastián Xativí que no confiesa más que la profesión de fe musulmana y su esposa, Ángela Barber, que reconoce el uso de los nombres prohibidos, la observancia del Ramadán y de la fiesta del sacrificio del cordero y recita varias suras del Corán, la diferencia es chocante. No lo es menos entre Ángela Fátima Moximi, quien confiesa profesión de fe, empleo de nombres y recitación de oraciones, y su marido Joan Gamot Ramat, quien se declara excelente cristiano. En este caso el inquisidor se muestra incrédulo. Indica a su interlocutor que ser cristiano nuevo, tener un nombre musulmán y estar circunciso son, en conjunto, indicios de herejía. Persistiendo el interesado en sus negaciones, se le pregunta lo que conoce de la fe cristiana. Y precisa el escribano: «no sabe ni persignarse ni hacer la señal de la cruz». Con todo, Joan Ramat no se halla entre los moriscos heréticos absueltos y reconciliados en la iglesia de Benimuslem el 17 de septiembre de 1574. Parece que finalmente se aceptaron sus explicaciones.

La benignidad del inquisidor no es sorprendente más que en apariencia. Al hilo de los interrogatorios ha constatado la relativa pobreza del islam local. Aquí parece, bien al contrario de lo sucedido en las aldeas vecinas de Benimodo y de Carlet, que no ha tenido necesidad de los servicios del intérprete. Todos los que se presentan pueden expresarse en lengua romance, castellano o catalán. Sin embargo, en Benimodo y en Carlet, 6 de las 291 mujeres interrogadas no conocían más que la lengua árabe. Primera diferencia. Además, mientras que, en Carlet, 38 de los 44 niños relacionados entre los 4 y los 9 años están circuncisos, y que, en Benimodo, todos los niños de más de 2 años lo están también, en Benimuslem, ninguno de los 8 niños de este grupo de edad lo está. Es incluso posible que el uso del nombre musulmán no sea general en los hogares. Leonor Berla, 28 años, Luis Ramat, 20 años, Ángela Berber, 25 años, manifiestan no tenerlos. Pero esta última miente, puesto que su marido la conoce también bajo el nombre de Nuzeya. Dejemos a la interesada el beneficio de la duda. Quizás ha seguido un recorrido idéntico al de Ángela Bolux, 22 años, quien había dejado de oír que se llamaba Aicha cuando era niña, mas esa práctica concluyó después. Añadamos una última singularidad de los habitantes de Benimuslem que, una vez más, los distingue de sus vecinos de Carlet y Benimodo. Ni una vez he encontrado matrimonios entre primos hermanos o alianzas cruzadas entre familias.

Así, las realidades se nos presentan extremadamente diferentes entre unas comunidades separadas todo lo más por una decena de kilómetros. En ello radica la mayor enseñanza de este pequeño estudio. En Benimuslem, el inquisidor no tiene necesidad de apurar a sus interlocutores en sus encastillamientos, no tiene que inquietarse con exceso de sus mentiras y de sus silencios. El islam local se encuentra en plena desintegración. Sin duda no ha resistido a la presión, a la vigilancia cristiano vieja. ¿Pero, podía? Una pequeña comunidad formada por gentes llegadas en su mayoría de otras villas y cuyos hijos van a menudo a instalarse a otras partes, no tiene la cohesión suficiente para mantener su identidad. Los habitantes de Benimuslem permanecen totalmente extraños al cristianismo, mas su islamismo, reducido a algunos gestos, es muy débil. La comunidad se halla en medio del vado.

NOTA: Publicado en L’Histoire grande ouvert. Hommages à Emmanuel Le Roy Ladurie, París, Ed. A. Fayard, 1997, pp. 459-464.

[1] Jean-Pierre Dedieu, «L’inquisition face aux morisques: aspects juridiques», en L. Cardaillac (ed.), Les morisques et l’inquisition, París, 1990, pp. 117-118.

[2] El expediente pertenece a un fondo de archivos privados. Las confesiones de los habitantes de Benimuslem están clasificados del número 1 al 46.

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