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El gato y los ratones: inquisidor y moriscos en Benimodo, 1574

No más que los moriscos, el investigador que se interesa por los minoritarios criptomusulmanes no puede escapar a los edictos de gracia inquisitoriales. De Pascual Boronat y Henry Charles Lea a Rafael Benítez Sánchez-Blanco y Eugenio Ciscar, las referencias son múltiples.[1] Recordando en su Morisques et Chrétiens que la iniciativa del edicto de gracia provenía tanto del papa, del soberano, del ordinario del lugar como de la Inquisición, Louis Cardaillac enumera 16 medidas de esta naturaleza promulgadas entre 1500 y 1597 y diri­gidas exclusivamente a los moriscos.[2] Ateniéndose sólo al reino de Valencia entre 1578 y 1596, Raphäel Carrasco señala cinco de ellos, de los que solo uno es mencionado por Louis Cardaillac.[3] Finalmente, Jean-Pierre Dedieu, autor de la primera aproximación sistemática, confecciona una lista de edictos de gracia y medidas similares (inhibición temporal de la Inquisición, garantía de no confiscación de bienes...) de 39 documentos –de los cuales 26 son edictos de gracia en sentido estricto– publicados en el siglo XVI. El mismo autor subraya que su catálogo es con toda evidencia incompleto.[4]

¿Cuál es, pues, esta «arma clásica del arsenal inquisitorial»? Seguimos a Jean-Pierre Dedieu en su descripción: «el tribunal promete durante un período dado (el tiempo de gracia) una impunidad casi total a las personas que acuden a denunciarse y, más importante aún, a denunciar a sus cómplices. En realidad, la inmunidad no es absoluta: el culpable sufre una penitencia pública, paga frecuentemente un multa y se le considera como relapso, por tanto, susceptible de ser condenado a muerte en caso de recaída. Arriesga también la muerte en caso de confesión incompleta y, de todas formas, queda sujeto a las prohibiciones profesionales y honoríficas que afectan a los antiguos herejes. Utilizada ya a fines del siglo XV frente a los conversos, después a lo largo del siglo siguiente contra «renegados, protestantes y otros tuvo sin duda como blanco privilegiado a los moriscos».[5]

Esta comprobación, muchas veces verificada, ha llevado a la mayor parte de los autores a no detenerse casi en el alcance del edicto de gracia. Louis Cardaillac concluye, sin la menor duda, «todos esos esfuerzos de atracción, todos esos perdones repetidos quedaron pues sin resultados».[6] Y Raphaël Carrasco recoge varias menciones de la ineficacia del procedimiento. Los moriscos invitados a confesar sus prácticas prohibidas se guardan bien de comparecer. Sin duda los inquisidores han pecado demasiado de lasitud y cedido al desánimo frente a la resistencia pasiva de los criptomusulmanes, pero, ¿es preciso colocar el edicto de gracia en el estante de los instrumentos inútiles? Eso sería olvidar que sus modalidades –Jean-Pierre Dedieu insiste en ello justamente– han evolucionado según el grado de las situaciones.[7] Antes de admitir sin reserva que la multiplicación de las promulgaciones es una declaración de impotencia de la institución inquisitorial, nos preguntamos por qué se ha cebado en el recurso a un medio en apariencia tan improductivo. E interesémosnos en lo vivido como consecuencia del edicto de gracia entre inquisidor y morisco.

Un expediente excepcional nos ayuda a responder a la pregunta. En 1574, Pedro de Zárate, que ocupa uno de los tres puestos de inquisidor del tribunal de Valencia desde el año anterior, recorre las localidades de la Ribera alrededor de Alcira para recibir las confesiones de los moriscos. Su actividad, en el curso de los primeros meses del año, se nos escapa casi por completo. Sin duda el edicto fue proclamado en enero o, lo más tarde, en febrero. El 31 de marzo, el inquisidor se instala en la misma Alcira, recibe la declaración de un habitante del lugar; después, el 2 de abril de otro, de un tercero el 7 de abril, de un cuarto el 13 y de dos últimos el 26 de mayo, cuando ya reside en Carlet, Según toda probabilidad, no se trata más que de migajas de un conjunto del cual no he sabido encontrar los rastros. Es difícil imaginar a Zárate permanecer desocupado tan largo tiempo en Alcira.

Su posterior permanencia en Carlet está mejor documentada, ya que disponemos de 368 declaraciones (209 para Carlet, 159 para Benimodo) registradas en poco menos de tres meses, de principios de junio a fines de agosto. Las mismas no son más que una parte de las entrevistas realizadas. En efecto, afortunadamente, el escribano dio un número a cada individuo; así, para Benimodo, el número 48 declaró el 29 de julio y el número 97, el 3 de agosto; el número 148, el 7 de agosto y el número 207, el 13 de agosto. Los ausentes se insertan en los intervalos: 49 personas han declarado con toda evidencia entre el 30 de julio y el 2 de agosto, y otras 59, entre el 8 y el 13 de agosto. Las actas de las ceremonias de reconciliación que ponen fin a la visita se han conservado. Los habitantes de Carlet (salvo 7) recibieron la absolución del inquisidor el 18 de agosto y los de Benimodo (salvo 2) el 24 de agosto. Los nueve últimos han sido a su vez absueltos el 25 de agosto. En esas condiciones tenemos la seguridad de que 560 habitantes de Carlet y 265 de Benimodo ha sufrido el interrogatorio inquisitorial. Las cifras son impresionantes, volveremos a ello. Retengamos de momento que Pedro de Zárate no descansó a lo largo del verano de 1574.

CUADRO I

Calendario de confesiones de los habitantes de Carlet y Benimodo


Del 4 al 12 de junio 48 personas de Carlet
Del 21 al 25 de junio 43 personas de Carlet
Del 1 al 9 de julio 96 personas de Carlet
Del 15 al 16 de julio 12 personas de Carlet
Del 20 al 29 de julio 48 personas de Benimodo
Del 20 al 29 de julio 3 personas de Carlet
Del 3 al 7 de agosto 52 personas de Benimodo
Del 13 al 20 de agosto 54 personas de Benimodo
Del 23 de agosto 3 personas de Benimodo
Del 24 al 25 de agosto 2 personas de Benimodo
Del 24 al 25 de agosto 7 personas de Benimodo

Tanto más que prosiguió su interrogatorio después de Alcira. Del 9 al 17 de septiembre, recibe en el convento de los bernardos de esta ciudad 46 habitantes de Benimuslem y 33 de El Pujol, según parece, también un lugar próximo de Alcira, pero desierto tras la expulsión de los moriscos de 1609. Preside la ceremonia de reconciliación del 17 de septiembre. Quedan unas incógnitas en el calendario. ¿Qué hizo Zárate entre el 25 de agosto y el 9 de septiembre? ¿Recibió a otros moriscos de estas mismas localidades o de lugares próximos? Eso es muy admisible. ¿Prolongó su visita más allá del 17 de septiembre? Si la documentación no permite afirmarlo, la hipótesis no puede ser descartada.

Aunque sea incompleto, el expediente es apasionante. El interés está realzado por el hecho de que las cinco comunidades de moriscos señaladas responden a cuatro perfiles diferentes. La de Alcira, extremadamente modesta, está sumergida dentro de una villa donde los cristianos viejos son muy numerosos; la de Carlet pertenece a una localidad de población igualmente mixta, pero aquí los criptomusulmanes representan las tres cuartas partes del conjunto. Benimodo, Benimuslem y El Pujol están habitadas exclusivamente por moriscos, pero los dos últimos lugares no albergan más que unos núcleos con efectivos limitados, entre 100 y 150 habitantes en el caso de Benimuslem, de 50 a 60, en el de El Pujol. Tan homogéneo como éstos, Benimodo es con creces un verdadero pueblo.

Cuatro perfiles, pues, pero sin duda, Pedro de Zárate fue sensible sobre todo a la existencia de dos polos claramente distintos. De un lado, tres grupos, los de Alcira, Benimuslem y El Pujol, que por razones diversas son frágiles y permeables, de otro, dos comunidades en Benimodo y Carlet cuya fuerza y cohesión son evidentes. El desarrollo de la inspección subraya la bipolarización. En total, 910 criptomusulmanes (al menos) han sido escuchados por el inquisidor. Hemos hallado el rastro de 453 declaraciones. Ahora bien, 404 dieron lugar a reconciliación. Las otras 49 han escapado a esta sanción porque sus autores, no habiendo realizado, según parece, ningún gesto reprensible, son considerados cristianos más allá de toda sospecha. El cuadro II muestra que estas 49 pertenecen a Alcira, Benimuslem o El Pujol. Una gran parte de los habitantes de esas localidades, cuando no la mayoría (El Pujol) está aculturizada. Nada igual en Benimodo y Carlet donde todos los que se presentan ante Pedro de Zárate fueron reconciliados.

CUADRO II

Población y confesiones


Las disparidades entre las localidades estudiadas no hacen más que reforzar el valor que se le puede otorgar a la encuesta. Señalemos otra virtud singular de esta, la exhaustividad. Es probable que Pedro de Zárate haya examinado, en los cinco lugares a todos los moriscos a los que se dirigía el edicto de gracia, a saber, los adultos. Es lo que parece si se tiene en cuenta las edades aportadas por los documentos. A pesar de los insuperables márgenes de error, estas son significativas. Cierta Aicha Pili de Benimodo dice tener 13 ó 14 años, mientras que otros tres declarantes le otorgan respectivamente ¡13, 15 y 20 años! Pero su convecino, Francisco Reduan, tendría, de creerle, 14 años. Hecho confirmado por dos miembros de su familia, cuando otros dos próximos le atribuyen uno 13 años, el otro 14 ó 15. Considerándolo bien, parece que los mayores de 13 ó 14 años sufrieron el interrogatorio.

Dejemos de lado el caso de Alcira, extremadamente incompleto. Tenemos la seguridad de que Zárate se entrevistó con, al menos, los dos tercios de los adultos de Benimuslem, los tres cuartos de los de El Pujol y la totalidad de los de Benimodo y Carlet. He ahí lo que corta con lo que se nos dice de ordinario del rechazo de presentación del morisco con ocasión del edicto de gracia. ¿Es preciso modificar nuestras conclusiones en la materia? O bien la visita de 1574 proporciona unos resultados atípicos. ¿Y, si tal es el caso, por qué?

A la espera de un estudio global del expediente, he elegido aquí, para mejor captar las modalidades del cara a cara entre el inquisidor y los moriscos con motivo del edicto de gracia, el ejemplo de Benimodo. De todos es, sin duda, el más rico y el más ilustrativo. Las informaciones concernientes a los cristianos nuevos de Alcira, Benimuslem y El Pujol son limitadas en cantidad, pero también en calidad. Por ejemplo, Jaime Venzeyt, habitante de Benimuslem, labrador, de 26 años, se contenta con decir «ha sido cristiano toda su vida y non como a moro ni ha hecho cosa ni ceremonia alguna de moro ni la sabe y en la ley de jesucristo quiere vivir y morir». Para Carlet, 209 de las 560 declaraciones registradas nos son conocidas, lo que es ya mucho. El porcentaje es aún más elevado para Benimodo, 159 de los 265 interrogatorios, es decir, el 60 %, se han encontrado. La muestra, particularmente notable es, sin ninguna duda, la más representativa de todas las examinadas, hoy día, en el marco de los estudios moriscos e, incluso, inquisitoriales.

Los moriscos de Benimodo no pueden ignorar que el edicto de gracia fue promulgado. La mayoría han asistido probablemente a su lectura solemne. Sobre todo saben que Pedro de Zárate se instaló desde mediados de mayo en la localidad vecina de Carlet, distante solamente de tres a cuatro kilómetros. Podemos imaginar su emoción y su inquietud. ¿Decidieron presentarse en bloque ante el inquisidor? Quizás Zárate que no cambia de sitio –está «en su casa, en su posada, en su aposento, en las casas de su habitación o de su morada», nos dicen los textos– los ve llegar a partir de mediados de julio. «De su voluntad», se precisa en 63 casos, mientras que para los otros 96 se indica lacónicamente «pareció». ¿Y podían hacer otra cosa?

Se puede apostar que las preguntas del inquisidor eran esperadas y que la mayor parte habían preparado sus respuestas. De ahí el carácter aparentemente estereotipado de las respuestas. El modelo de la declaración es único. Tras haber expresado su identidad, el interesado presta juramento de decir la verdad. Se ve invitado a enumerar los gestos reprensibles que ha realizado y a afirmar su profundo deseo de comportarse en lo sucesivo como cristiano. Después debe señalar la persona que hubiese tenido una parte preponderante en su aproximación al islam. Zárate se interesa asimismo en conocer los lazos familiares del declarante (padres, hermanos y hermanas, cónyuges de éstos, esposo o esposa, hijos) y plantea una última pregunta sobre la circuncisión. Finalmente compromete, al declarante a guardar secreto sobre su declaración y, si es capaz, a firmarla. Una última mención precisa si han sido necesarios los servicios de un intérprete, del árabe al castellano o al catalán.

Así, cada declaración dio lugar a la creación de una auténtica ficha de policía, a menudo de dos caras, de uso muy fácil para el inquisidor, igual que para el investigador. Por el contrario, habiendo resumido en exceso los diálogos el escribano, es difícil restituirlos. A primera vista tenemos la sensación de que la frialdad administrativa presidió el intercambio. Las preguntas son simples y fuera de la exposición de las prácticas no citan más que respuestas breves. Los comentarios de Zárate son extremadamente raros, como si diese crédito a todo lo que le era confiado, como si buscase banalizar el acto.

Una lectura atenta revela todas las tensiones. El morisco no comparece delante de una sola persona, sino de dos, porque el papel del intérprete es a la vez permanente y fundamental. No sólo traduce las palabras de los (mejor debería decirse de las) que no se expresan más que en árabe, sino que juzga también el grado de conocimiento de las oraciones que el inquisidor hace recitar. Este último tiene todo el tiempo para anotar las dudas, las omisiones, las desviaciones, las contradicciones. Al venir a atestiguar los miembros de una misma familia uno tras otro, puede proceder sin interrupción a comparaciones, a confrontaciones.

Frente a este personaje todopoderoso, los moriscos, conscientes de lo que se juegan, tienen un margen de maniobra muy estrecho. Buscan salvar el obstáculo de la visita con el menor mal posible, beneficiarse rápidamente del edicto de gracia, sinónimo de plazo liviano. Arreglárselas para negar la evidencia es peligroso. Las respuestas sobre la circuncisión son, a este respecto, extremadamente claros. Nadie duda que el inquisidor está dispuesto a comprobar cualquier afirmación sospechosa. De las 94 personas de sexo masculino para las que tenemos alguna indicación, 4 solamente no están circuncisas: ¡se trata de niños que tienen menos de dos años! La práctica está, por tanto, bien generalizada.

El uso de los nombres, árabes/musulmanes o de lengua romance/cristiana, también es fácil de percibir. Exponer los nombres a menudo conduce a la confusión a los declarantes. Azmet Charchot, de 20 a 22 años, admite sin vacilar no tener nombre cristiano y pide ser llamado, en el futuro, Miguel. En la misma situación, Fátima Ratal, de 18 años, se vuelve Ángela. Además, ni ella ni su marido, Yceff Castellano, de 22 años, son capaces de dar uno solo de los nueve nombres cristianos de su padre, madre, hermanos y hermanas. Y Homaymad, su hijo, de 6 meses, no ha tenido más que este solo nombre. ¿Ha sido bautizado? Ejemplos de este tipo son moneda corriente.

En estos terrenos, circuncisión, nombre, el inquisidor triunfa sin problemas. Sus interlocutores hacen otras concesiones. Casi todos reconocen sin reticencia, su adhesión al islam y la mayor parte reconocen haber observado el ayuno del Ramadán, haber hecho las abluciones rituales (guado), haber celebrado las principales fiestas (id al saghir o ruptura del ayuno al final del Ramadán, id al kabîr o fiesta del sacrificio del cordero), haber observado las obligaciones cotidianas de la oración. Cuando se les pide recitarlas, los moriscos lo hacen sin rechistar. Podrían, no obstante, engañar fácilmente a Zárate, pretextando el desconocimiento, el olvido, la falta de práctica. No lo hacen. Dicen las oraciones coránicas, ad longuem. Ángela Crispí, de 35 años, llegó a recitar hasta diez, «con buena pronunciación», anota el escribano. La actitud de cooperación está tan extendida en estas materias que es preciso pensar en una estrategia global deliberada. Otros ejemplos de hablar con la verdad: Aicha Xat Firen, de 48 años, no duda en confiar que sus tíos, paterno y materno, eran alfaquíes y que su hermano Zaad se encuentra en «tierra de moros». Los numerosos indicios de un vivo enlace con la religión ancestral no se ocultan de ningún modo. Sin duda, la mayor parte de los moriscos de Benimodo piensan que la confesión de realidades fácilmente comprobables, o que el rumor ha propalado ampliamente, les evitará males mayores. Y estas confesiones parciales tienen como fin volver creíble el conjunto de sus declaraciones.

Y, aún más, todas esas debilidades, todas esas faltas son implícitamente presentadas como si se hubiesen realizado a título individual y como reparables. Los extravíos más graves pertenecen a un pasado concluido (por ejemplo, ya no existen alfaquíes de creer los testimonios) o han tenido por autores a personas aisladas con los que ya no tienen lazos. Hay un antes y un después. Tomados uno por uno, los habitantes de Benimodo estarían, en 1574, sobre el buen camino.

Su sinceridad tiene unos límites. Mientras que los moriscos pueden reconocer que han cometido individualmente, aisladamente, trasgresiones, cuando se trata de señalar otro culpable distinto de sí mismo se muestran poco locuaces, poco explícitos. Dos preguntas son a este respecto decisivas: de una parte, las referidas al aprendizaje de las prácticas; de otra, sobre la circuncisión. Las mismas se incorporan porque la preocupación primera del inquisidor es descubrir a los intermediarios culturales o, por emplear el lenguaje de los antropólogos, los barqueros. El cambio de actitud de los interrogados es radical; excluye dar la menor información que pueda ocasionar persecuciones. La solidaridad, la cohesión, incluso la misma supervivencia de la comunidad está en juego.

Los hombres no tienen ningún recuerdo de su circuncidor. Hasta aquí, nada extraño. Pero los padres y sus esposas no tienen mejor memoria cuando se trata de sus hijos. «No sabe quien le (o les) retajó», es la respuesta común. Las excepciones, alrededor de una quincena, no son más instructivas. Se distribuyen entre dos tipos de variantes: las unas, con el tema del extranjero desconocido («un hombre forastero», «un hombre forastero que venía a buscar la vida»,«un hombre forastero, que parecia que pedía por Dios», «un forastero que vino de la mar», «unos forasteros que no saben sus nombres»). El agente del delito no ha dejado huellas. Breve encuentro. Las otras, con el tema del ascendiente que efectuó la operación en el secreto del hogar, así, el abuelo materno de Hernando Mandet, de 22 años, el padre de Juan Zobar, de 20 años, el abuelo paterno de Yceff, Homeynad y Reduan Mofferig, de 34, 30 y 26 años, el abuelo materno de Ali, Mamaymad y Zaad, de 20, 11 y 7 años, etc.

Por supuesto, cualquiera que fuese el circuncidor, la decisión fue tomada en el seno de la familia. Es entonces la ocasión para los habitantes de Benimodo de hacer desfilar a todos su parientes. El responsable, unas veces, es el abuelo paterno del niño; otras, el abuelo materno o, en ocasiones, una abuela, una tía, el padre o la madre. Pero todos esos individuos designados ante el inquisidor –a semejanza de los circuncidores que pertenecen a la esfera doméstica– han fallecido. La regla de la denuncia sin consecuencia no se quebranta más que en un solo caso: siete mujeres indican haber tomado la iniciativa de la circuncisión de su(s) hijo(s). Está claro que esta confesión, reforzada por la declaración del marido precisando que el acto se ha realizado en su ausencia, tiene como fin disculpar al jefe de familia mucho más amenazado en esta materia que su esposa. Siendo obligatoriamente un hombre el circuncidor, el paso entre la toma de decisión y la realización era fácil de salvar. Con el fin de descartar sospechas que podrían tener graves consecuencias, las esposas no dudan en asumir la transgresión. Su falta reconocida con ocasión del edicto de gracia casi no puede suponerle más que una reprimenda y una advertencia. Xumeyca Cumbri, de 30 años, es amonestada por Pedro de Zárate: «Fuele dicho que no consienta retajar el otro hijo ni los que más tuviere». En esa etapa clave del interrogatorio, los moriscos de Benimodo adoptaron una estrategia destinada a limitar los riesgos. El hecho de que, diez veces sobre once, marido y mujer testimonien de manera estrictamente idéntica, puede evidentemente reflejar la realidad. Sin embargo, creo más en la eficacia de un acuerdo previo. Se nota una sola excepción, Cilim Charchot, de 60 años, no tiene ninguna idea de la identidad del circuncidor, mientras que su mujer Geyma precisa que era «un hombre que ya le quemaron».

Idéntico escenario en cuanto a la transmisión de las prácticas prohibidas. He clasificado 155 de las 165 respuestas a esta pregunta (las otras 10 no expresan mención) en cuatro categorías netamente distintas. Mientras que 6 pretenden ser perfectos cristianos y escapan al interrogatorio sobre este punto, otros 8 dicen haber seguido la enseñanza de los alfaquíes o haber frecuentado las mezquitas. De estos últimos 7, que tienen más de 60 años, han sido educados antes de la conversión forzosa decidida en 1525. Pueden con toda tranquilidad decir la verdad. Quedan dos gruesos contingentes, 94 designan a uno de sus parientes, casi siempre un ascendiente, y 47 aluden al entorno, dicho de otra forma, a nadie en particular.

Para Jerónima Moferrig, de 16 años, «nadie le ha enseñado que fuese moro sino que como vía a las gentes así ella yva como ellas y que no sabe de nadie que aya echo cosas de moros», y para Ángela Paddon, de 14 años, «de verse hija de moros y criada entre ellos ha tenido la voluntad de mora». Este último grupo se distingue por su juventud: 18 de los 47 tienen menos de 20 años, otros 20, de 20 a 25 años, y solamente 9 tienen más de 25 años. Al contrario, entre los que designan claramente un pariente dominan los adultos, entre 30 y 50 años. Con esta precisión suplementaria: los mayores de 30 años denuncian a su padre o a su madre. Los menores de 30 años denuncian a uno de sus abuelos. Todos los culpables, evidentemente, han fallecido.

CUADRO III

Intermediarios culturales


Padre 39
Madre 15
Padres 12
Abuelo 5
Abuela 11
Abuelos 2
Tía abuela 1
Tío 3
Tía 4
Hermana 1
Madrastra 1
Total 94

Admirable estrategia que reconoce las faltas individuales y protege a los propagadores de la fe. El inquisidor tropieza con un muro. ¿Es preciso, por ello, reconocer que su empresa estaba destinada al fracaso? Ciertamente no, porque, infatigable oyente, Zárate, como todos sus colegas, está al acecho del menor descuido, de la más pequeña falta en la estrategia global. Se le adivina, en despecho de la sequedad de las declaraciones, en función de los interlocutores, jugando con todos los registros, desde la advertencia aparentemente anodina a las amenazas más solemnes.

Todas las preguntas planteadas contienen trampas. También, la misma declaración genealógica. Ésta descubre los matrimonios consanguíneos y, aún más, todas las formas de uniones privilegiadas. Hemos hablado ya de Axa Xat Firen cuyos dos tíos eran alfaquíes y un hermano había emigrado a tierras del islam. Ahora ella y su hermana Xumeyca se desposan con dos primos, Cilim y Azmet Moch. Axa es además la cuñada del cirujano Ali Moch, uno de los raros habitantes de Benimodo –son siete– que pueden firmar su declaración. En árabe, por supuesto. Los Moch han contraído varias alianzas con los Pili. Y Azmet Pili, suegro de Ali Moch, había sido ya reconciliado por la Inquisición. Zárate, como nosotros, ha reparado ciertamente en este haz de indicios que convierten al conjunto Xat-Moch-Pili en un nido muy vivo del islam.

La declaración genealógica pone también al descubierto uniones que han sido realizadas según los ritos musulmanes y son desconocidas para la Iglesia. Según su padre, Axa Mandrani, de 13 años, es soltera; según su madre, está casada con Ali Boluja. Éste, de 27 años, confirma lo expresado por su suegra. Meriem Mandrani, de 14 a 20 años, se dice soltera; su madre, sus dos hermanos y su hermana lo corroboran, pero su padre había dicho de ella «casada y luego dixo que no es casada». He aquí lo que es sospechoso. El embrollo es completo en cuanto al casamiento de Zaad Yaye Peyo, de 25 años, y de Axa Zolaytan, de 21 años. El esposo y la madre de la esposa hablan de celibato; Axa, la madre y la hermana de Zaad hablan de unión. Yceff, hermano de Axa, dice de su hermana que está desposada.

El inquisidor obtiene provecho de todas las contradicciones, de todas las afirmaciones imprudentes, de todas las torpezas. He aquí algunos ejemplos. Es Axa Pili, de 13 años, quien prende la mecha e indica que su padre Azmet ha sido reconciliado, mientras que su madre y sus dos hermanos no sueltan palabra. Hecho real que confirma la lectura de las relaciones de causas: Azmet Pili había sido condenado el 1 de junio de 1572 a seis meses de prisión y a llevar el sambenito por haber dicho que «Mahomet era un ángel de Dios como los otros». Si Axa no había dicho nada, Zárate no hubiera registrado esta sanción. Probablemente, pero, al menos, habrá anotado que un solo miembro de la familia Pili no ha mentido por omisión.

El hermano de Axa, Zaad, de 24 años, no es más hábil sobre otro punto. Cuando se le pregunta quien le ha enseñado los gestos y las palabras que acaba de enumerar, responde «el alfaquí de Benimodo». Es verdad que éste ha muerto, pero implícitamente el declarante suministra la prueba de una enseñanza coránica en el seno del pueblo en los años 1550-1560. Ali Boluja, de 30 años, no tiene una respuesta más dichosa. Afirma que su iniciadora fue su abuela materna, Xuxa Moferrig, teniendo que cambiar de opinión y de designar a su abuelo paterno, seguramente muerto, mientras que la abuela está viva.

Algunos intentan usar de astucias y acaban por inventar. Pero por falta de previsión, quedan cogidos en las propias mentiras y son rápidamente confundidos. Una pareja, Redwen Mandrani, de 40 años, y Meriem Cosino, de 38 años, tiene cuatro hijos. Axa, la mayor, se llama, según el padre, Margarita, Esperanza según la madre. Incluso los otros tres, Fátima. Zoraya y Abrahim son, para uno, Magdalena, Marta y Jaime, para la otra, Jerónima, Ángela y Joan.

Es fácil imaginar que el inquisidor, en el colmo de la estupefacción y (o) del júbilo, toma buena nota. En otro registro, Axa Moferrig, de 18 años, no logra más para engañarle. Sostiene que es una auténtica cristiana y cuando se le pide aportar pruebas, pretende saber hacer el signo de la cruz. Se la invita a ejecutarlo y anota el escribano «empeçó por el sancti spiritu del lado izquierdo al derecho y a la cabeça».

Con Ana Moferrig se llega a un pequeño grupo de nueve personas cuya actitud es radicalmente opuesta a la de sus correligionarios. Tienen tendencia a reducir la confesión de sus prácticas individuales a meros detalles, esencialmente al uso de los nombres árabes. Su fin está claro: evitar tener que pronunciar las decisivas palabras del arrepentimiento y de la profesión de fe cristiana. Rehúsan así recurrir a la taqiyya o simulación, recurso que los musulmanes colocados bajo el yugo cristiano estaban autorizados a utilizar. La inmensa mayoría de los habitantes de Benimodo no hacen nada diferente, pero a algunos se les nota que no se resignan a ello. Son 7 mujeres y 2 hombres; son también muy jóvenes, 7 de menos de 30 años e, incluso, 6 de ellos menores de 22 años, signo patente de un enraizamiento duradero del islam.

Con estos 9 irreductibles, la tensión llega a su punto culminante. Zárate procura arrancarles las palabras fatídicas y no lo logra. Así, Nexma Zolaytan, de 14 años, que se presenta el 21 de julio.


I.- Preguntada de aquí adelante si quiere ser cristiana y ganar el perdón y gracia.
NZ.- dixo que será lo que Dios quisiere y que quiera ganar el perdón y volver a la ley buena.
I.- fuele dicho que la ley buena es la de los cristianos y que Dios nuestro señor quiere que todos se salven y nadie se puede salvar sino en la ley de los cristianos por tanto que diga y declare abiertamente si quiere ser cristiana de aquí adelante.
NZ.- dixo que ya ha dicho clara y abiertamente que será lo que querrá Dios el bueno o Dios el querido.
I.- preguntada si está arrepentida de haber sido mora hasta agora.
NZ.- dixo que no está arrepentida de haver sido mora.
I.- fuele dicho que si no se arrepiente de haver sido mora no quiere ser cristiana de aquí adelante no puede gozar de la gracia antes se pone en necessidad.
NZ.- dixo que no está arrepentida de haver sido mora y que hará lo que Dios quisiera de aquí adelante.
I.- fuele dicho que por amor de Dios mire bien lo que dize y que vuelva en sí para ser cristiana y salvarse porque de otra manera no puede ir a paraiso.
NZ.- dixo que será lo que Dios quisiere y sino va al paraiso ira al infierno y que no se le pudo sacar otra cosa por más que fue preguntada
I.- preguntada quien le ha enseñado y dicho que fuesse mora.
NZ.- dixo que nadie se lo ha enseñado sino que ella misma así lo ha aprendido.

Uno se sobrecoge ante la firmeza de esta adolescente. Es probable que tras un interrogatorio tan dramático, Zárate quedase sumergido en un abismo de perplejidad. ¿Qué podía hacerse ante una comunidad tan cohesionada y tan bien representada por una joven de 14 años, auténtica portavoz de la misma? ¿Con qué garantía juzgar y condenar a quien hubiese participado en el baño ritual de un casamiento, a quien hubiese observado el Ramadán o a quien hubiese degollado ritualmente a un animal? A pesar del castigo de algunos, el problema permanece intacto. Siendo los moriscos una nueva hidra de Lerna, los inquisidores han debido preguntarse más de una vez si los métodos de la institución a la que servían eran eficaces en la materia.

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